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Revista Ciencia y Cultura

On-line version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  no.7 La Paz July 2000

 

 

 

Un atracón de la bohemia*

 

 

Julio César Valdés

* Julio César Valdés publicó Un atracón de la bohemia en su revista dominical La Página Literaria, que comenzó a salir el año 1887. Este y otros textos fueron publicados luego en: Siluetas y Croquis, La Paz, 1888.

 


 

Hay gente que cuando se permite ciertos lujos, hace sospechar mal. ¿Quién contiene la lengua cuando ve a la muchacha pobre de ayer echar hoy tono de señorita presumida?

Y ¿quién no sonríe maliciosamente cuando una docena de literatos románticos almuerza en hotel, a las doce del día, con profusión de extras, con vino variado y ¡oh escándalo! hasta con Champaña?

Pues es lo que hizo la Bohemia paceña.x

Y lo hizo en honor de un poeta hermano -de Víctor G. Mantilla.

Fuera de éste, que era el objeto principal, debía la Bohemia preparar esta fiesta para ajustar más los lazos de unión y constituir de una vez un centro de estudio y trabajo.

Es un sueño eso de las sociedades colosales, monstruos. Los jóvenes deben agruparse según sus aficiones, sus simpatías, sus gustos y sus principios estéticos o científicos.

Así lo ha hecho la Bohemia paceña.

Así deben hacerlo los demás círculos literarios del país.

______________________

La Bohemia se puso en movimiento asiduo.

La fiesta debía tener lugar el domingo 18 de marzo.

Se trataba de comer y reír, dos cosas que andan divorciadas del arte.

¡Comer y reír tres horas para ayunar y llorar tres años! Esta es la más sublime de las proporciones matemático-literarias.

Pero comer como comimos aquel día, es seguir comiendo (en recuerdo) mil años.

Nada debía ser oficial.

El frac es una majadería, el guante un anacronismo, el sombrero alto un estrambote.

¡Democracia!

Democracia literaria, la más santa de las democracias (plagio de diccionario político), es lo que persiguen los bohemios.

La cita era para las doce. Nadie faltó.

El reloj de la chimenea apuntaba con sus elegantes manecillas el número XII. El amplio comedor reclamaba el pincel de Miguel Ángel y los exquisitos potajes suspiraban por las mandíbulas de Brillat Savarin. Allí en armoniosa confusión alternaban flores y frutas, conservas y salchichas, copas y platos, botellas y jarrones.

Bertha dijo a Rafael......

______________________

-Nada de etiqueta. Cada cual tome el asiento que le cuadre. Todos somos uno. Esto dijo (no Bertha) Luis Ampuero que llevaba la batuta de la Bohemia.

Se sentaron los bohemios que parecían los representantes de la Dieta, como dijo el otro.

De pronto resonó una carcajada de milord. Era Víctor Sanjinés que leía el menú concebido en estos términos...

 

MENÚ

Aureo cocktail de champaña

Servido en cáliz de rosas.

HORS D'OUVRES

Jamón de piernas de ninfas

Blancas, rosadas y gordas;

Aceitunas que semejan

Ojos de águila en lo hermosas.

RELEVES

Para dar fuerza a los... bardos

Suculenta sopa de ostras,

Y cazuela de gallina

Que jamás tragó una mosca.

PESCADOS

Mayonesa a la Daudet

Una plaga de langostas,

Y charquesillo a la Becquer,

Y camarones y bogas.

ENTRADAS

Venado a la Chateaubriand,

Aves tiernas y canoras,

No, cual las aves de paso

Pues cantan aunque las coman

Montón a la Dumas (hijo),

Filetes color de rosa,

Albóndigas a la Byron

 

Y costillas cual esposas,

Beefsteak a la V. Mantilla

Id. a la J. V. Ochoa

Lomos, churrascos, patatas.

Con laureles y alcachofas,

Choclos blancos que semejan

Dientes de Musas y diosas,

Tortilla a la Mefistófeles

Y pasteles a la Acosta.

LICORES

Bordeaux tinto cual tinta

En cristalillos de roca,

Cognac de oro, pausse-café,

Haut-sauterne y harto borgoña;

Rhin, jerez, champaña, oporto;

Todo servido en las copas

De los árboles frondosos

O en el cáliz de las rosas.

Frutas ricas ofrecidas

Por la pródiga Pomona,

Té del color del topacio

Café Yungueño de Moka.

ADVERTENCIA FINAL

Se ruega a los concurrentes

Que no se lleven las copas.

La seriedad forzada al engullir las primeras ostras se convirtió, después de algunas copas de vino, en alegría bulliciosa.

Dejó la servilleta, tosió como un diputado de provincia, miró con el rabillo del ojo a la concurrencia, tentó el lazo de la corbata, y así dijo Luis Ampuero:

 

SONETO

Esta entusiasta juventud reunida

En el recinto del placer y el vino,

Se adelanta á encontrarte en el camino

Y á saludar aquí tu bienvenida.

 

En ella encontrarás llenos de vida

Poetas, que maldicen su destino,

Comerciantes, que lloran por su sino,

Porque tienen, la bolsa enflaquecida.

 

Más nunca encontrarás entre su seno.

Doblez, ingratitud ni hipocresía;

Pues son el arte y la verdad su objeto.

 

Y ahogando su pobreza en el veneno

que les da con las copas, la alegría

te ofrecen... un almuerzo y... un soneto.

 

Un bravo largo, sonoro, entusiasta, acogió el soneto inaugural.

-¡Que beba Luis!- gritó una vocesita de tiple clueca: era la de Isaac G.

¡Que beba!-, gritaron los demás. Y Luis bebió hasta las heces.

Se alzó Mantilla con soberano esfuerzo y comprometiendo el equilibrio de las botellas. Hizo brillar sus ojitos de poeta malicioso y, con palabra cariñosa y franca, saludó a sus hermanos bohemios, a Bolivia y a sus hijos; habló del Perú y de las afinidades que nos unen a ese país hermano y concluyó, como la marquesa ruborizándose de su gordura monstruosa.

La gordura de Mantilla debía ser el tema predilecto de la Bohemia. Los poetas gordos son un insulto al arte.

¡Aire, aire, aire!

Esto no lo ha dicho Goethe, lo digo yo.

El poeta debe ser flaco, huesoso, pálido, ideal, volatilizable.

Mantilla poeta es sublime, Mantilla gordo es atroz.

Esto no lo soporta el arte.

Hizo bien la Bohemia en flagelar al Poeta gordo.

De un ángulo de la mesa brotó, como esos micos de resorte encerrados en cajitas de madera, la figurilla de Julio Cesar Valdés que dijo:

Señores:

El Arte, este pobre mendigo del siglo XIX, lucha como Prometeo por sacudir la cadena de hierro con que le aprisiona el positivismo y lanza al orbe sus maldiciones en jemebundas odas y sus suspiros en amorosas cuartetas. Vedle ahí. Hermosa Venus de Milo oculta sus bellísimas formas con los cendales del viejo romanticismo y adorna su cabeza de diosa con la guirnalda de ciprés de los cementerios. Camina con paso trémulo en el calvario de su destino y sobre el leño que lleva en sus espaldas se lee este horrible inri: hambre.

El positivismo, viene ahogando la verdadera inspiración esa, que se desbordaba de la copa de ébano allá en las noches de luna y en medio de la melancólica soledad del cementerio. Hoy se canta a todo lo material y se profana el arte mezclándolo con el barro de la prosa humana.

¡Bohemios guerra al estú... (no, la palabra no es romántica) guerra al conquistador que avanza entre ruido de máquinas a hollar nuestro templo! Sea nuestro ideal el laúd roto de Zorrilla y nuestra bandera la raída, la incolora, la clásica levita del bohemio. No más tregua.

¡El hambre! Morir de hambre cantando, es el más santo de los heroísmos y el más augusto de los martirios.

El genio debe ser espiritual, aéreo, liviano. Un poeta obeso es un estrambote, es una excrecencia impía en la romántica familia. La obesidad (no hago alusiones odiosas) es señal de hartazgo y los bohemios nunca tienen pan de sobra, porque para ellos no se ha añadido al bienaventurados los que han hambre el -porque ellos serán hartos.

¡Y comemos aún!

Excluyamos el vientre para emprender el vuelo. ¡Alas, alas! Volemos con las faldas de la levita a las regiones de la inmortalidad.

Entretanto... bebamos.

Bebamos porque el vino es espíritu, y hagámoslo por el poeta que canta y engorda.

Una voz de bajo profundo, semejante al retumbar del órgano en el momento del sacrificio del Cristo o, mejor dicho, parecida al estornudo del huracán en las altas cimas, dominó al auditorio con estas palabras:

-¡Que beba Jules!

Todos volvieron la vista al lacónico orador: era David Ascarrunz que, empinado como su tocayo bíblico al momento de descalabrar a Goliat, descargaba su batería.

Después habló Víctor E. Sanjinés, este bohemio ingrato que ha vuelto las espaldas -no su corazón- a la Bohemia para ocupar brillante lugar en el Parlamento boliviano. Difícil nos será apuntar su bellísima y delicada improvisación. Defendió a los poetas gordos (porque él es poeta y gordo) y, dando amplio vuelo á su imaginación de artista, se conquistó el aplauso sincero de los suyos, de los bohemios que lo aman como al hijo pródigo, que tarde o temprano tiene que volver a su centro -a la Bohemia.

En seguida declamó Sixto López Ballesteros estas delicadas estrofas, que merecieron el aplauso unánime de la compañía.

 

LA BOHEMIA LITERARIA

Señores: he escuchado yo en la vida

Hablar constantemente.

Con el alma de afecto estremecida,

Y en la hora tumultuosa o solitaria

De lo que llama el arte en su lenguaje

La Bohemia Literaria.

 

Me he preguntado a solas

Y en los coloquios íntimos del alma,

Como al rumor de tiernas barcarolas

En noches de quietud, noches de calma:

 

-¿Qué dice ese lenguaje,

Qué dice esa expresión llena de vida

Que nos habla de los tintes del paisaje

Donde la alondra anida

Hasta verse cubierta de plumaje?

 

Y el corazón en su profundo anhelo

En su ansiedad inquieta;

Habla, me dijo, de la luz del cielo

Que corona la frente del Poeta,

 

Del que al lanzar en elegíaco acento

El ¡ay! de su dolor sobre la tierra,

Alza también a Dios el Pensamiento,

Que todo lo inmortal y grande encierra.

 

Del corazón que siente,

Del alma que solloza en su camino

Pero que en su dolor también presiente,

Lo augusto, lo inmortal de su destino.

 

Del ser que en la miseria

Muchas veces sin pan, triste y proscrito,

Posa apenas su planta en la materia

Y vive de lo ideal -de lo infinito.

 

Del que si en regio alcázar se levanta

Debe también bajar a la cabaña—

Y canta, siempre canta,

Como el ave feliz de la montaña...

 

Del ser que sufre y llora,

Cuando el mundo sus lágrimas derrama,

Que con el pobre implora

Y, quiere y ama, cuando todos aman.

 

Mariposa inmortal -agita el vuelo,

Lanza al aire tus vívidos colores,

patria está en el cielo,

La patria de la luz y de las flores.

 

Sí, agítate hoy dichosa,

Que ni abatida estás, ni solitaria,

Y saluda a la abeja laboriosa

Que viene a esta colmena bulliciosa

En que vive la Bohemia Literaria.

Ya el calor del entusiasmo llegaba al frenesí. La risa retozaba en todos los semblantes, los aplausos francos no cesaban y las copas, siempre llenas, provocaban a los labios, lampiños o sedosos, para juntarse en el beso sublime de esa embriaguez amistosa que, como la palabra eléctrica, recorre todos los corazones, cambiando afectos y cariños.

Habló Santivañez con ese entusiasmo que acostumbra en las grandes campanadas de la amistad. Recordó que entre nosotros, viejo -no tanto por los años como por los sufrimientos- disfrutaba de estas escasas expansiones un poeta, bohemio también, que al abandonar el glorioso laúd no ha dejado su amor por el arte: se refería a Rosquellas.

Todos bebieron por él.

La concurrencia solicitó la palabra de Nicolás Acosta. En este momento se estremeció nuestro corazón, presentíamos lo que iba a decir.

Ruge aún la tempestad sobre esa cabeza blanqueada con la nieve de una vejez prematura. Hay en su corazón una herida profunda, de esas que no se cierran, sino cuando los párpados caen para no volverse a abrir más. Acaso en esos momentos pensaba que allí, en medio de esa juventud brillante y alegre, ¡faltaba su hijo, su hijo que era una esperanza querida!...

"No debía asistir, dijo, á esta fiesta en la que, como es natural, domina la alegría de la juventud. Si lo hice, fue porque mi corazón está, desde años atrás, ligado al corazón de los jóvenes y a ellos pertenezco, milito en sus filas y, sino actor, al menos entusiasta espectador de sus triunfos, sigo sus pasos y les repito siempre el alerteo del progreso- ¡adelante!......

"¡Pero ay, yo soy, ahora el ave huérfana que busca en el nido el calor del polluelo, y no lo encuentra! y el frío de la decepción hiela momento a momento el entusiasmo de ayer......He perdido todo, no esperéis nada de mí. Sólo mi aplauso os seguirá; porque, al fin y al cabo, si antes señalaba rutas al pensamiento de la juventud, ahora no haré sino seguirla como la sombra al cuerpo."

"Bebo por la juventud paceña y sus progresos literarios."

La Bohemia recogió con muestras de inmenso cariño y satisfacción verdadera, la sentida palabra del -enemigo mortal de las polillas- como dijo J.M.Camacho.

El entusiasmo subía siempre. El termómetro de la amistad no marca los grados del hielo. Señala tan sólo desde el grado de la simpatía hasta el de la más santa fraternidad.

Se levantó José María Camacho e interpeló con la energía de un bohemio de pur sang, al poeta gordo con este romance:

Cuando llegaste, ¡oh! Mantilla

a las bolivianas playas,

las curiosas te miraron

con curiosa petulancia;

 

Fuiste el blanco en esos días

de esas graciosas miradas

que para mí, lo confieso,

con gusto las codiciara.

 

¿No es acaso dicha inmensa

dicha de pagar con plata,

que unos ojos de querube

se fijen en nuestras fachas?

 

Soy ingenuo y voy al grano,

pues no me gustan las pajas,

¿quieres saber qué decían

las mozas que te miraban?

 

-"¡Vaya un mozo bien comido!

-¡Vaya que es pura sustancia!

-Con un befspteak más que tome

o revienta o se desata."

 

Nadie sospechó que fueras

lo que pregona la fama:

bardo que es una promesa

para la lira peruana;

 

Nadie sospechó que fueras

sujeto de rompe y raja,

amiguero de deslices

de enredos y otras barajas;

 

Nadie que fueras supuso

para bromas buena lanza,

chico que en punto a chicuelas

muy buenos puntos que calza.

 

Cierta pollita graciosa

que sé que te cayó en gracia

pregúntome con porfía

como porfía su casta:

 

"Dígame usted con franqueza

aquí estamos en confianza

¿qué come el señor Mantilla

para engordar tan sin tasa?

 

Así que fueran los bardos

y no espinillas que clavan,

pues los poetas son estoques

y sus versos estocadas.

 

Este moreno me gusta

y aunque tengo el alma dada,

por ser quien es yo le diera

afectos y no palabras."

 

Confieso que tuve celos

puse la cara tan larga...

y sin vacilar al punto

proteste contra la grasa.

 

Díjele que te alimentas

con ilusiones doradas,

en vez de huevos, idilios,

en vez de carne, esperanzas;

 

Que solo bebes los vientos

que te saben a champaña,

y que de sal haces gasto

para todas las viandas.

 

En conclusión, así dije

contestando a la muchacha,

que con asombro admirable

mis palabras escuchaba:

 

-Sólo una vez ha sentido

la comida muy pesada

y es que un atracón se diera

de tremendas calabazas.

 

La chica soltó la risa

riéndose a carcajadas,

yo me puse muy seriote

para no perder la calma.

 

Esto, Víctor, te lo cuento

con franqueza boliviana

en presencia de esta gente

que es toda gente de casa.

 

Tengo el temor que proteste

la familia literaria

al ver que su mejor miembro

revela tendencias malas.

 

Los vates son delgadones

eso lo dice la fama-

el padre Horacio fue Flaco

¡tanto que así se llamaba!

 

Era el Dante un esqueleto

y era Virgilio una espada

¿no parecía un silbido

el laureado Petrarca?

 

Y si estas reminiscencias

a convencerte no bastan

¿dime si alguien ha expresado

que tiene gordura el alma?

 

Flaquezas si que las tiene

pues la humanidad es flaca,

y si dudas, aquí estamos

somos la prueba acabada.

 

Míranos uno por uno,

toda es gente literaria

parecemos por lo flacos

sostenidos a pan y agua.

 

Cuando la brisa nos coge

nos suspende veinte varas

y recorremos espacios

en sus transparentes alas.

 

La tentación más ligera

nos tienta luego y arrastra,

es que como somos flacos

somos de índole liviana.

 

Y bien, ¿seguirás rollizo

contra la ley de tu casta?

¿Así frustras del Perú

sus más gratas esperanzas?

 

¿Qué dirán de ti las musas?

¿qué dirán de ti las gracias?

¿podrás con ese volumen

al Parnaso tender alas?

 

¿No te gusta don Quijote?

¿prefieres a Sancho Panza?

¡te conjuro por el nombre

de las siete vacas flacas!

 

Imita nuestros modelos

deja de comer semanas

y después come camotes

que adelgazan hasta el alma.

 

Bebe con tus compañeros

de la bohemia boliviana,

las copas de la amistad

copas llenas, bien templadas.

 

Y bebe por los de Lima

y bebe también por Tacna,

a la Cautiva recuerda tú,

el Tirteo de tu patria.

 

Y para decirlo todo

bebe con todas tus ganas

por ese viejo bohemio

el flaco Ricardo Palma.

 

Los aplausos crecían. La algazara era diabólica. Los bravos se hacían interminables.

Dos fracciones constituyen la Bohemia -los prosadores y los poetas.

Camacho desertaba de las filas de la prosa para buscar aplausos en el campo de la poesía. Esto picó a los del gremio y para sacarse el clavo comenzaron los prosistas a contar con los dedos las sílabas de los versos del romance. Después de seria investigación resultó una sílaba de más en uno de los versos. Aquí fue Troya.

-¡Que se coma la sílaba!, gritaban desaforados los prosistas.

-¡No sobra nada, es sinalefa, replicaban los poetas.

-¡No es sinalefa es apéndice!

-¡Callen los profanos!

-¡Que se coma la sílaba!

-¡Calle la prosa ruin!

-¡Mueran los párrafos soporíferos!

-¡Mueran los versos cojos!

-¡Viva... aaa!

-¡Muera... aaa!

-Volvió al oírse el contrabajo de la orquesta David, que dijo:

-Señores al orden. Viva el arte, y nada más que el arte. Se estableció con esto el desorden ordenado.

No debemos omitir otra categoría entre los bohemios: hay también banqueros y bolsistas entre prosadores y poetas.

A un bohemio se le ocurrió hablar de pagarés. A una voz clamaron los bolsistas dolorosamente: -Es prohibido hablar de cosas tristes...

Los bohemios bolsistas pronunciaban brindis en alemán y francés paceño.

Saltó como una ardilla sobre su silleta Isaac G. Eduardo -el poeta antítesis de Mantilla.

Señores: dijo, voy a improvisar estos versos que los he escrito anoche.

 

EN LA BRECHA

Siempre que cae una mosca
En el telar de una araña
Y entre las hebras sedosas
Queda presa por las patas,
Cual goza el áptero insecto
Deja el nido, corre y salta
Por coger al prisionero
Que por librarse se afana,
Mas, se consuela en su angustia
Al ver que en la telaraña,
Cae otra mosca como ella
Por las patas enredada.
Así nosotros, bohemios,
Pobres moscas literarias,
Que entre las telas caímos,
Que en la lira se formaran
Por el olvido a que el tiempo
La arroja sin escucharla,
Retemplamos nuestro espíritu
Al ver que de tierra extraña
Llega al telar boliviano
Otra mosca literaria.
Y al juntar nuestros esfuerzos,
Podremos zumbar mañana
En las orejas del rico
Y del necio que lo halaga.
Refractarios al progreso
Que de negocios nos habla
Y hecha por tierra los sueños,

De las mentes extraviadas,
Quedamos aún en la brecha
Firmes con ruda constancia,
Como las fuertes columnas
Que triunfan de las borrascas
Y aunque es vergonzoso y triste
Que hoy nos pidan las muchachas
En cambio de un amor tierno
Plata, plata, y siempre plata.
Reímos el grito alzando
Como suelen las chicharras,
Siendo en la tela del siglo
Siempre moscas literarias,
Que en vez de cantar al oro
Cantamos a la esperanza
Luchando por la victoria
Del sentimiento y del alma.

Faltaba un bohemio que se estaba haciendo el chiquitito por ahí. Era Villalobos. La Bohemia se alborotó y por fin, el poeta mimado, desdobló un papelito, puso cara compungida y con voz temblorosa leyó este soneto:

¡HAMBRE!

Monólogo de un poeta romántico que:

Anhela hundirse en el sepulcro frío,
Por comerse las tablas de su tumba.

Antonio Plaza.

El polen del dolor ha fecundado
El negro ovario de mi suerte ingrata,
Y hoy día es flor que en su color retrata
La palidez siniestra de un malvado,

Entre cóncavo abismo desolado,
Sin calor que los músculos dilata,
¡Ay! a un hambre voraz, hambre que mata
Fui por Parcas y dioses condenado.

Lúgubre es mi destino: si en mi vida
Yo no he dado a mi estómago embelesos
Sin saber hasta hoy lo que es comida

Si jamás he de ver juntos dos pesos,
Voy a enterrarme vivo en mi guarida
Para roer allí mis propios huesos.

Después hablaron todos sobre temas diferentes.

El poeta gordo tuvo que hacer otra vez el inmenso sacrificio de pararse, para declamar, a petición de los bohemios, su bellísima Cautiva.

Cuando se le escucha declamar a Mantilla se pierde hasta la prevención que se tiene a su gordura. Entonces parece el poeta un genio aéreo, ideal, bonito -como le decía un bohemio malicioso.

¿A qué hora se levantaron los manteles? Pues, nada menos que a las seis de la tarde. ¡Y todo esto ha pasado!

Todo lo que el menú nos prodigó ese día, solo ha quedado como un epitafio para el vientre.

Y lo que oímos entonces acaso no volveremos a oír otra vez.

Y hemos vuelto a la prosa de la vida, al afán incesante de cada hora,

 

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