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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.5 La Paz jun. 1999

 

 

 

El Conocimiento Emergente
(Pensamiento no necesariamente Racional)

 

 

Mario F. Paz Ballivián

Mario Paz Ballivián (Bolivia), Docente titular de la Universidad Mayor de San Andrés, Coordinador del proyecto de Desarrollo Curricular de la Carrera de Matemáticas de la Universidad Mayor de San Andrés, Coordinador del Seminario de Álgebra de la misma Carrera, Docente T.H. del Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad Católica Boliviana.

 

 


Resúmen

El autor del presente ensayo realiza un análisis de las tendencias dominantes en el mundo pragmático de nuestro tiempo. Hoy se asumen definiciones trascendentes con un consenso sin precedentes, como sucede con el concepto de inteligencia emocional. Se reemplazan razonamientos con actitudes, por lo cual resulta mejor confundir que discriminar. Los documentos de proyectos, por ejemplo, no necesitan estar sujetos a un rigor lógico, no demuestran la viabilidad de un proyecto, sino que convencen al evaluador.

La opinión adquiere categoría de razón, existe una proscripción virtual de la exactitud, entonces surge la apreciación versatil o el error convincente, el progreso se da por la actitud de una mentalidad ganadora, pensamiento positivo y sentido de oportunidad, contra todos los racionalismos.

En el tema de lo académico hay una redefinición de la capacidad, el talento y la excelencia, convirtiéndolos en estados de ánimo, con lo cual Mario Paz Ballivián realiza una ácida crítica al mundo académico, es decir al pragmatismo o al aprendizaje por casos, por problemas. En nuestras universidades -continúa- esto se vé en los postgrados que no son académicos sino gerenciales. Es una revolución epistemológica, en la cual lo que importa es que exista un proceso de generación de conocimientos y aprendizaje emergente, basado en la información suficiente y actitud adecuada, donde la formación básica es prescindible. Aprender no importa sino capacitarse, simplemente es una cuestión de conducta y acción.


 

 

A partir de la debacle de la ideología, con discreta satisfacción, el mundo emergente se da formas para adaptar los fenómenos de modernización y globalización al carácter y a la dimensión de sus actores. Se asumen definiciones trascendentes y se implantan transformaciones con un consenso jamás visto.

Empecemos mencionando la saludable recuperación del "common sense". Resulta que, más allá de ciertas dificultades menores y explicables, un proceso de reconversión mental y cultural va tomando cuerpo y se proyecta con vigor.

La Inteligencia Emocional, que ya domina los espacios oficiales en el ámbito internacional, permite arreglos realmente oportunos; de hecho, la ductilidad de esta maravillosa capacidad humana, que consigue reemplazar razonamientos con actitudes, hace que, con frecuencia, resulte mejor confundir que discriminar.

Por el contrario, para el razonamiento lógico, cuyo soporte es la inteligencia racional, los conceptos deben diferenciarse con la más sutil variación de significante, significado o denotación.

Veamos como ejemplo:

a) "Tener una conducta ambiental responsable"

b) "Luchar por una mejor calidad de vida"

c)  "Implantar el Desarrollo Sostenible"

El discriminar entre estos tres conceptos es indispensable por su propia intensión, para la comprensión de la problemática ambiental; sin embargo, éstos son reemplazables entre sí en casi cualquier documento de proyecto. Es más, cometer la simpleza de confundirlos en uno sólo es casi un requisito de aprobación. La diferenciación conceptual de esas tres acciones significaría de hecho la inviabilidad de muchos proyectos que de todos modos, por razones económicas, serán ejecutados.

Naturalmente, los proyectos son formulados en un entorno pragmático que toma en cuenta aspectos económicos, financieros, técnicos, ambientales y legales en la medida en la que su justificación lo requiere. El asunto de fondo es que el texto de los documentos de proyecto no necesita estar sujeto a un rigor lógico; es decir, en realidad no demuestra la viabilidad de un proyecto, simplemente convence al evaluador.

En esencia, liberarse de la Ciencia y de su aburrida metodología permite abordar cualquier tema con la soltura propia del argumento natural; el cual, al sustentar verdades en la sabia enseñanza de la experiencia individual y colectiva, hace innecesaria cualquier abstracción, recuperando el testimonio y desechando el tratamiento clásico de inducción -deducción que otrora fiscalizaba el razonamiento.

Prescindiendo de todo entorno teórico y de rigor lógico, aliviada de superfluas formalidades, la emergencia descubre que asignando a la opinión categoría de razón evita enojosas contrastaciones, resultando además invariablemente pertinente.

A partir de la proscripción virtual de la exactitud, la apreciación, más versátil, e incluso el error convincente, toman su lugar: en el terreno demográfico, las encuestas son estadísticas; en la lucha contra la hoja de coca, se producen reducciones del 150%; para fines de orden impositivo, el 113% de 87 es 100; y, para la población en general, el primer día del último año del siglo (01-01-2000) es también el primer día del primer año del nuevo siglo. Todo ello, sin menoscabar la -tan difícilmente lograda- convivencia democrática ni ofender el sentido común.

Es curioso, pese a ello, observar que naciones como EE.UU., Alemania o Japón se hayan dado lujo de desarrollar Ciencia, pudiendo destinar recursos y tiempo a propósitos más humanos y placenteros. Probablemente, una gratuita admiración por el intelecto y un triste culto al trabajo los condujeron a un innecesariamente constructivo proceso de desarrollo.

Desde el creativo punto de vista emergente, en cambio, el progreso es básicamente un producto de la actitud. Si se tiene mentalidad ganadora, pensamiento positivo y sentido de oportunidad, se hace innecesario cualquier racionalismo.

Como es obvio, el campo académico es, con mucho, el más beneficiado. Gracias a la generosidad de las redefiniciones, la capacidad, el talento y la excelencia son ahora estados de ánimo.

Toda persona, independientemente de su formación, o simplemente sin ella; si aprende a valorar sus fortalezas y debilidades tanto como las de sus circunstanciales adversarios; si tiene establecida una acertada estrategia y una configuración realista de objetivos; si describe adecuadamente escenarios y actores; si sus acciones, sensatamente programadas, apuntan, en dúctiles cronogramas, a alcanzar específicas metas; y, si adopta tácticas sensibles a las condiciones locales y temporales, puede, con toda autoridad, considerarse Doctor.

Motivados triunfadores -con saludables niveles de autoconciencia, autoregulación, empatia y destreza social- capacitados en la metodología de «aprendizaje por casos», demuestran la absoluta inutilidad del concepto y de la teoría: Con un arsenal de actitudes razonables, operables y positivas, recuperan, para beneficio público, el ejercicio dominante del sentido común, en oposición al decadente cultivo de las capacidades cognoscitivas.

Gracias al sensacional descubrimiento de la inteligencia emocional, los nuevos protagonistas hacen compatibles el pensar y el vivir, muy lejos de la gris, neurótica y hasta atormentada inteligencia racional, propia de Newton, Freud, Darwin o Dostoyewski.

De hecho, los cursos de postgrado en los países atrasados, como corresponde a sus indicadores socioeconómicos, son gerenciales y no académicos. En ese orden, es aconsejable que los participantes sean ejecutivos; de modo que puedan poner en práctica, gracias a las bondades del análisis transaccional y de la resolución imaginativa de conflictos, las novedosas formas administrativas que exige una economía de mercado.

En síntesis, se ha producido una revolución epistemológica: El proceso de generación de conocimientos y el aprendizaje emergentes han logrado reducirse a un producto exclusivo de información suficiente y actitud adecuada. El más elaborado de los factores del proceso, la formación básica, es prescindible.

Gracias a esta innovación, las personas ya no necesitan propiamente aprender, sino capacitarse. Ya no es preciso estudiar, basta con seguir activamente las sesiones del (ciertamente) ilustrado expositor; y, principalmente, "leer la realidad". El creativo proceso de generación del conocimiento "por problemas" permite, a la hora de actuar, efectividad, eficacia y eficiencia. Se ha reemplazado, para alivio de los protagonistas, el objeto más resistido: el libro, con manuales de conducta y de acción.

Así, la lógica, que tradicionalmente obtenía conclusiones válidas a partir de postulados o axiomas, es reemplazada parcialmente por otra "lógica" que obtiene conclusiones convenientes a partir de hipótesis realistas.

 

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