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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.4 La Paz dic. 1998

 

 

 

Francine Secretan: Sus esculturas y su pensamiento sobre el arte

 

 


Lo que ahora más me interesa es tratar de descubrir el poder de las formas, su influencia y su función.

Las formas que utilizo en mis esculturas son el resultado de un estudio profundo y de una convivencia con un mundo lleno de leyendas, tradiciones y mitos catalizadores, en mi descubrimiento, de los símbolos utilizados en las culturas precolombinas.

Estoy intentando no representar lo visible, pero trato de acercarme a un conocimiento que pueda descubrir el ser más allá de sus apariencias, y creo que las formas pueden despertar emociones, correspondencias que están todavía latentes en alguna parte de la conciencia humana a niveles muy sutiles.

Mi trabajo escultórico ha evolucionado de formas sensuales hacia formas que intentan recoger el sentimiento de lo sagrado, recuperando símbolos, texturas, materiales y objetos rituales, con la pretensión de expresar la grandiosidad de los espacios, donde habitan aún los dioses de las culturas indígenas en los Andes.

 

El mundo ritual-mágico es una parte esencial, vital e indispensable. El arte debería recordarnos la necesidad de tener una actitud muy íntima y respetuosa hacia la naturaleza y el cosmos, porque el hombre y la mujer somos parte de esas leyes.

Creo que algunas sociedades todavía tienen la gran suerte y el gran privilegio de tener acceso a la verdadera función del arte que es parte inseparable de la vida cotidiana.

 

 

 

En todas las grandes civilizaciones, el arte era uno de los rituales más profundos, un instrumento que podía establecer un lazo, un nexo entre el cielo y la tierra. El arte era como estos guerreros que atraviesan las tinieblas y previenen cualquier perturbación o disturbio. El arte era un medio para liberar la floración de las fuerzas luminosas, ocultas en la materia.

 

A veces, cuando el silencio se acerca perezosamente hacia mí puedo sostener en mis manos, por un instante, el perfume de un equilibrio casi perfecto. Este silencio inunda mis manos y entonces surgen las formas y los símbolos que se metamorfosean en mis esculturas. En esos momentos tengo la plena certeza de ser enteramente yo misma, no hay espacio ni vacío, estoy llena de mi esencia y de mi felicidad. No siento límites, poseo el campo de todas las posibilidades, amo la vida, amo la humanidad entera, el amor fluye y resbala sobre mi cuerpo. El tiempo se evapora y saboreo los matices de la eternidad. Descubro la tranquilidad de saber, tengo confianza y las huellas del miedo, de la angustia se alejan.

 

Estoy tratando de entender mi relación con el cosmos... Y quiero que mis esculturas sean ofrendas.

 

Cuando la imagen es creada no existe forma de concentración más intensa, más absoluta. Es cuando se instala un diálogo entre uno mismo y una fuerza inusual, olvidada. Y entonces me acuerdo, y se restablece el cordón umbilical de la memoria, de mi memoria con la MEMORIA; abandono las praderas estériles de lo superficial, de lo absurdo.

 

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