La violencia consiste en hacer daño a otro, entendiéndose como un tipo de agresividad de gran intensidad que sale de patrones tolerables y necesarios para la adaptación del individuo con respecto al otro (Perrone, 2012).
En una relación de pareja, esta puede ser unidireccional, es decir, desde el hombre hacia la mujer o viceversa, o bidireccional, cuando ambos miembros actúan al mismo tiempo como agresor y víctima (Arnoso et al., 2017). Hasta el momento, la mayor parte de los estudios sobre violencia en la pareja se han enfocado en las mujeres al ser el grupo que con mayor frecuencia es agredido (Castro & Riquer, 2003), con consecuencias severas como lesiones físicas, vergüenza, culpa, repetición del ciclo de violencia, muerte (Molina, 2016), trastorno de estrés postraumático (Aguirre et al., 2010;Guerrero-Vaca et al., 2021), aborto, amenaza de aborto, desprendimiento prematuro de placenta y parto pretérmino en gestantes (Sulca & Vega, 2014), ansiedad e ideación suicida (Picó-Alfonso, 2005).
Por otro lado, se ha encontrado que la violencia en la pareja se relaciona con dependencia emocional (Álvarez & Sánchez, 2020); baja inteligencia emocional (Zapata, 2019;Cedano, 2020); déficit en habilidades sociales (Gonzales & Gonzales, 2021), pobre autoestima (Marín-Ocmin, 2019), bajo nivel de educación (Moral de la Rubia & López, 2012;Olaiz et al., 2006) y estatus socioeconómico bajo (Stith et al., 2004).
Con estos datos, queda claro que la violencia de género es una problemática grave y estimaciones mundiales indican que aproximadamente el 42% de mujeres ha sufrido violencia física y violencia sexual por parte de su pareja masculina en algún momento de su vida (Organización Mundial de la Salud, 2016).
En la misma línea, Miracco et al. (2011) registraron que el 96,7% de las mujeres, en una relación de pareja, sufre maltrato psicológico, el 73,3% maltrato físico y el 36,7% violencia de tipo sexual, siendo las mujeres jóvenes quienes sufren maltrato físico con mayor frecuencia (Sarasua et al., 2007); en parejas separadas continúa la violencia psicológica y económica a través de los hijos (Zaldívar-Cerón et al., 2015).
En Paraguay, Ramod et al. (2017) determinaron que el 63,4% de la muestra recibió más de un tipo de violencia, siendo la psicológica la más frecuente en el 25%. Arrom et al. (2015) concluyen que el 27,5% de las mujeres sufrió violencia psicológica, 5,5% violencia física, 21% psicológica y física, 3,5 % abuso sexual, 10,6%, violencia física y psicológica, 3,1% abuso sexual y violencia psicológica y el 2,4% otras combinaciones.
La violencia de género, es decir, la ejercida por el hombre hacia la mujer por el hecho de ser mujer, es el tipo de violencia más conocido y el más estudiado por su gravedad (Straka, 2015). Sin embargo, se hace necesario enriquecer la mirada y el abordaje de la problemática de la violencia en la pareja, incluyendo la frecuencia, nivel de victimización y perpetración tanto en mujeres como en hombres, sea en violencia unidireccional exclusiva del hombre a la mujer, de la mujer al hombre y en relaciones de violencia bidireccional.
Dicho esto, se han realizado algunos estudios que ya visibilizan otras direcciones que puede adoptar la violencia en la pareja. Rojas-Solís (2013) observó que el 69,8 % de una muestra mexicana coincide que las mujeres perpetran principalmente malos tratos psicológicos hacia sus parejas masculinas. Cieza (2019), en la ciudad de Cajamarca, Perú, determinó que, por cada caso denunciado por hombres, hay 7 casos no reportados por vergüenza, miedo o timidez. Entre las causas de esta violencia se han planteado la falta de educación para controlar y tolerar los impulsos, la banalización social de la violencia contra el varón, y la falta de apoyo jurídico y de recursos para el hombre maltratado (Morales & Morales, 2019). Por su parte, Giraldo (2013), ya teniendo en cuenta la bidireccionalidad de la violencia, observó relaciones simétricas entre hombre y mujer en este tipo de interacciones. Álvarez y Hartog (2016) mencionan como causas de este tipo de violencia la dificultad de los miembros de la pareja para solucionar conflictos entre ellos, por problemas de comunicación y por la dificultad para manejar el enfado, la frustración y la desilusión.
Se han establecido ocho tipos de violencia en la pareja (Rodríguez et al., 2010): El desapego que se refiere a la indiferencia; la humillación se refiere a las críticas personales; la violencia sexual a los comportamientos sexuales o sexistas no deseados por la pareja, la coerción a la presión que uno ejerce contra el otro a través de amenazas; la violencia física a los golpes o daño a los objetos importantes para la víctima; la violencia basada en el género a la desestimación de la condición de hombre o mujer; el castigo emocional se registra cuando se demuestra un ficticio enfado a la víctima y la violencia instrumental hace referencia al uso de medios indirectos para infligir daño o sufrimiento a la pareja.
El aprendizaje de la dinámica violenta puede tener conexión con la propia familia de origen, lo que genera la necesidad de explorar los niveles de cohesión y adaptabilidad que cada miembro recuerda respecto a su familia de origen. La cohesión se refiere al vínculo o lazo emocional que los miembros de la familia mantienen entre sí, la adaptabilidad examina la habilidad de la familia para cambiar su estructura de poder, sus roles y reglas de relación en respuesta a una demanda situacional (Olson et al., 1989).
Investigaciones anteriores han demostrado que las personas con familias disfuncionales presentan mayor posibilidad de ejercer violencia en sus parejas en las tres generaciones evaluadas (García, 2015), sobre todo, en relaciones distantes y desligadas (Gallegos et al., 2017;Oriundo y Ponce, 2022). Por último, las estrategias de afrontamiento que utiliza cada miembro de la pareja ante la violencia estarían también conectadas con el funcionamiento de su familia de origen. Lazarus y Folkman (1986) definen las estrategias de afrontamiento o coping como los esfuerzos conductuales y cognitivos para manejar las demandas internas y externas que son consideradas estresantes, reconociéndose tres clases: a) estrategias centradas en el problema; b) estrategias centradas en la emoción (Lazarus & Folkman, 1986), y c) estrategias centradas en la evitación (Frydenberg & Lewis, 1997).
García (2017) observa que las personas que percibe una mayor cohesión en el funcionamiento de su familia utilizan estrategias de afrontamiento centradas en el problema. Por otro lado, Orellano (2021) menciona que cuanto más cercano y positivo es el vínculo hacia la figura de apego durante la infancia, menor será la posibilidad de ocurrencia de violencia de pareja, al construir esquemas mentales adecuados sobre las relaciones que aportan seguridad, estabilidad y alta autoestima.
En síntesis, el objetivo de esta investigación fue analizar las estrategias de afrontamiento de los miembros de la pareja ante la violencia recibida y su conexión con la cohesión y adaptabilidad de su familia de origen. Las hipótesis planteadas fueron las siguientes: a) los tipos de violencia recibidos varían en función al sexo; b) no existen diferencias significativas entre la victimización de hombres y mujeres en parejas donde ambos provienen de familias con alto nivel de cohesión y adaptabilidad; y c) mayor frecuencia de violencia se relaciona con estrategias de evitación. Además, se pretende analizar la relación entre violencia y exclusividad sexoafectiva, presencia o no de hijos y otras variables sociodemográficas. hijos.
MÉTODO
Diseño
El estudio tiene un diseño no experimental de corte transversal y se empleó un análisis de tipo correlacional y descriptivo.
Participantes
La muestra fue seleccionada intencionalmente y estuvo compuesta por 299 participantes (38,5% corresponde a hombres y 61,5% a mujeres) donde el 5,4% de la muestra no percibe su relación como exclusiva. Por otro lado, un 31,1% informó llevar más de 15 años de relación de pareja; un 41% entre 6 y 15 años de relación y el 27,4% informó llevar su relación hace seis años o menos; en menor medida, se registran relaciones recientes (14,7% entre 1 y 3 años). En cuanto a la edad de los participantes, el rango de edad oscila entre los 22 y 64 años, siendo la media de 38,11 años (DE = 9,48) y el promedio de hijos en la relación actual es de 1,20 (DE = 1,21). Por otro lado, el 39,8% de la muestra cuenta con estudios de postgrado y solamente el 0,3% no ha concluido los estudios secundarios.
Instrumentos
FACES III: la Escala de Evaluación de la Cohesión y Adaptabilidad Familiar fue creada por Olson et al. (1985) y adaptada al idioma español por Leibovich y Schmidt (2010). Es una escala tipo Likert con 40 ítems de 5 opciones desde casi siempre hasta casi nunca. Está dividida en dos partes; la primera compuesta por 20 ítems que evalúa el nivel de cohesión y adaptabilidad de la familia tal como el sujeto la percibe, la segunda evalúa el punto de vista idealista del sujeto. En este estudio se evaluó la percepción que cada miembro de la pareja tiene de su propia familia de origen, no así de la familia constituida con su pareja actual. La última parte, que mide la visión idealista de cada miembro de la pareja, no fue utilizada. Mide dos dimensiones; cohesión que puede ser desligada, separada, conectada y muy conectada, y adaptabilidad que se divide en rígida, estructurada, flexible y muy flexible. En el presente estudio, la cohesión y la adaptabilidad alcanzaron una consistencia interna de α de Cronbach = 0,90 cada una.
CUVINO-R, Se empleo el Cuestionario de Violencia en el Noviazgo de Rodríguez et al. (2010), en su adaptación para población latinoamericana por García et al. (2014). Consiste en un instrumento diseñado para la evaluación de la experiencia de victimización en jóvenes dentro de una relación de pareja. Consta de 42 reactivos que se responden utilizando un formato de escala Likert con puntuaciones que van desde 1 (nunca) hasta 5 (casi siempre) y que miden ocho dimensiones en las que se evalúa la percepción de frecuencia de ocurrencia y el grado de molestia que produce los diferentes tipos de violencia evaluados. En este estudio no se ha medido el grado de molestia que produce, limitándose a evaluar las ocho dimensiones en las que las personas manifiestan su percepción acerca de la frecuencia de la violencia recibida por parte de sus parejas. Los factores de la escala con sus respectivos índices de consistencia interna obtenidos en el presente estudio son: desapego (α = 0,82), violencia sexual (α = 0,71), coerción (α = 0,75), humillación (α = 0,92), de género (α = 0,82), física (α = 0,88), instrumental (α = 0,51) y castigo emocional (α = 0,73).
The Brief COPE o COPE-28: se utilizó la escala de estrategias de afrontamiento Brief Cope, elaborada por Carver (1997), en su versión validada en idioma español por García et al. (2018), que consta de 28 ítems y 14 subescalas que corresponden a las siguientes, con sus respectivas consistencias internas en el presente estudio: afrontamiento activo (α = 0,72), planificación (α = 0,58), apoyo social instrumental (α = 0,71), uso de apoyo emocional (α = 0,78), autodistracción (α = 0,68), desahogo (α = 0,40), desconexión conductual (α = 0,54), reinterpretación positiva (α = 0,58), negación (α = 0,65), aceptación (α = 0,35), religión (α = 0,78), uso de sustancias (α = 0,91), humor (α = 0,77) y autoinculpación (α = 0,65), con dos ítems cada una. Se responde en una escala tipo Likert de cuatro alternativas de respuesta donde 0 corresponde a "nunca hago esto" y 3 a "hago siempre esto".
Cuestionario sociodemográfico: se elaboró un cuestionario que recoge datos de sexo, edad, nacionalidad, ciudad, con quien vive, ocupación, estado civil, número de hijos con la pareja actual, número de hijos con pareja anterior, años de relación, con o sin convivencia, si considera que su relación es abierta o exclusiva y si considera que ha recibido o ejercido violencia en esta relación y en previas relaciones de pareja.
Procedimiento
Los participantes fueron seleccionados de forma no probabilística, con la técnica de bola de nieve. Los instrumentos fueron aplicados en forma digital a través de un formulario Google, para ser auto aplicados en forma individual en formato online. La encuesta se divulgó por medio de redes sociales (Facebook, Instagram y WhatsApp) entre el 01 de noviembre de 2021 y 01 de marzo 2022. Se obtuvo el consentimiento informado por escrito de cada una de las personas que participaron, a quienes se les aseguró la participación voluntaria, anónima y confidencial.
Fueron considerados los principios éticos habituales para la investigación psicológica de acuerdo con la American Psychological Association (2010) y cumpliendo los principios éticos de la declaración de Helsinki para realizar estudios de investigación con seres humanos (Abajo, 2001).
Análisis de datos
Se analizaron descriptivamente las variables de estudio a través de la media, desviación estándar y rango. Se utilizó la prueba estadística U de Mann Whitney en los casos de comparar dos grupos. Por otro lado, se utilizó la prueba coeficiente de correlación Rho de Spearman y Regresión Lineal Múltiple, para establecer la relación entre las variables.
RESULTADOS
Análisis descriptivo
A la pregunta adicional al CUVINO sobre la percepción general de violencia, el 23,4 % considera haber recibido algún tipo de violencia en su relación actual, un 30,4% considera haber recibido algún tipo de violencia en una relación anterior y un 38,8% cree que ha agredido de alguna forma a su pareja actual.
En la Tabla 1, utilizando el instrumento CUVINO, se observan medias bajas en las distintas dimensiones de violencia, lo que implica que las formas de violencia se perciben por el promedio de encuestados en forma leve; observando un porcentaje menor que el reflejado en la pregunta adicional al CUVINO; además se observan altos niveles de asimetría y curtosis en las mismas variables, lo que indica una distribución no paramétrica de la variable dependiente.
Mínimo | Máximo | Media | DE | Asimetría | Curtosis | |
---|---|---|---|---|---|---|
CUVINO Coerción | 0 | 19 | 1,93 | 3,10 | 2,38 | 6,72 |
CUVINO Sexual | 0 | 16 | 1,48 | 2,46 | 2,65 | 9,13 |
CUVINO Género | 0 | 20 | 1,44 | 2,69 | 3,14 | 12,96 |
CUVINO Instrumental | 0 | 6 | 0,39 | 1,00 | 3,28 | 11,75 |
CUVINO Físico | 0 | 15 | 0,56 | 1,82 | 5,47 | 35,25 |
CUVINO Desapego | 0 | 22 | 2,94 | 4,05 | 2,23 | 5,72 |
CUVINO Humillación | 0 | 28 | 2,37 | 4,34 | 2,78 | 8,90 |
CUVINO Castigo Emocional | 0 | 9 | 1,14 | 1,89 | 1,93 | 3,17 |
CUVINO Total | 0 | 53 | 6,44 | 9,32 | 2,23 | 5,37 |
FACES Cohesión | 10 | 50 | 35,75 | 8,24 | -0,74 | 0,29 |
FACES Adaptabilidad | 10 | 46 | 28,17 | 7,08 | -0,07 | -0,11 |
EA Afrontamiento activo | 0 | 6 | 3,86 | 1,39 | -0,38 | -0,03 |
EA Planificación | 0 | 6 | 3,35 | 1,22 | -0,22 | 0,03 |
EA Apoyo Emocional | 0 | 6 | 2,52 | 1,68 | 0,26 | -0,71 |
EA Apoyo Instrumental | 0 | 6 | 2,32 | 1,49 | 0,28 | -0,28 |
EA Reinterpretación positiva | 0 | 6 | 2,73 | 1,45 | 0,09 | -0,45 |
EA Aceptación | 0 | 6 | 3,41 | 1,28 | -0,25 | 0,12 |
EA Religión | 0 | 6 | 2,52 | 1,83 | 0,29 | -0,85 |
EA Desconexión | 0 | 6 | 0,74 | 1,09 | 1,65 | 2,70 |
EA Desahogo | 0 | 6 | 2,37 | 1,29 | 0,35 | -0,16 |
EA Uso de sustancias | 0 | 6 | 0,38 | 0,96 | 3,18 | 11,43 |
EA Humor | 0 | 6 | 1,84 | 1,64 | 0,65 | -0,37 |
EA Auto distracción | 0 | 6 | 2,63 | 1,60 | 0,27 | -0,55 |
EA Negación | 0 | 5 | 0,59 | 1,03 | 2,10 | 4,61 |
EA Autoinculpación | 0 | 6 | 2,35 | 1,48 | 0,41 | -0,27 |
EA - Total | 0 | 69 | 31,61 | 10,20 | 0,00 | 0,64 |
Nota: CUVINO - Cuestionario de violencia en el noviazgo; FACES: Cuestionario de funcionamiento familiar; EA: Estrategia de afrontamiento.
Se realiza un análisis de correlaciones utilizando la Rho de Spearman entre los factores de violencia en la pareja y las demás variables de estudio. Se observa que las correlaciones más fuertes con el puntaje total del CUVINO se obtienen con las estrategias de afrontamiento evitativas de auto distracción (rho = 0,31), negación (rho = 0,22), desconexión (rho = 0,20), y en forma inversa la dimensión de funcionamiento familiar de cohesión (rho = 0,19). Las correlaciones se pueden observar en la tabla 2.
La relación entre las dimensiones de violencia en la pareja y la edad no son significativas. Tampoco se observa una relación con el número de hijos ni con el tiempo de relación o de convivencia. Aplicando la U de Mann Whitney para comparar grupos, se observa que las personas que declaran exclusividad sexoafectiva con su pareja obtienen menos puntajes en cada dimensión y en la escala total de violencia, que quienes declaran una relación de pareja no exclusiva, U = 1128,00; p < 0,001.
En la escala total, quienes declaran una relación exclusiva obtiene un rango promedio = 221,00 y quienes no son exclusivos obtienen un rango promedio = 145,99. En relación con el sexo, no hubo diferencias significativas en ninguna dimensión de violencia en la pareja ni en el puntaje total, a excepción de la dimensión coerción. En ella, los hombres (rango promedio = 167,97) mostraron puntaje superior a las mujeres (rango promedio = 138,77), U = 8513,00, p = 0,002.
CUVINO Coerción | CUVINO Sexual | CUVINO Género | CUVINO Instrumental | CUVINO Físico | CUVINO Desapego | CUVINO Humillación | CUVINO Castigo | CUVINO Total | |
FACES Cohesión | -0,19*** | -0,18** | -0,19*** | -0,12* | -0,20*** | -0,18*** | -0,19*** | -0,15** | -0,19*** |
FACES Adaptabilidad | 0,02 | -0,02 | -0,02 | -0,04 | 0,04 | -0,04 | -0,01 | 0,00 | -0,03 |
FACES Total | -0,11 | -0,13* | -0,13* | -0,09 | -0,09 | -0,14* | -0,12* | -0,10 | -0,13* |
EA - Afrontamiento activo | -0,07 | -0,16** | -0,13* | -0,12* | -0,09 | -0,06 | -0,11 | 0,00 | -0,06 |
EA - Planificación | 0,04 | 0,03 | 0,06 | -0,06 | -0,01 | 0,10 | 0,00 | 0,08 | 0,08 |
EA - Apoyo Emocional | -0,07 | -0,09 | -0,05 | -0,07 | -0,12* | -0,07 | -0,14* | -0,08 | -0,11* |
EA - Apoyo Instrumental | -0,04 | -0,06 | -0,04 | -0,10 | -0,15*** | -0,03 | -0,09 | -0,06 | -0,08 |
EA - Reinterpretación positiva | 0,00 | -0,01 | -0,04 | -0,11 | -0,03 | 0,06 | -0,07 | 0,08 | 0,05 |
EA - Aceptación | 0,05 | 0,02 | 0,10 | -0,03 | -0,01 | 0,07 | 0,03 | 0,12* | 0,07 |
EA - Religión | 0,10 | 0,09 | 0,12* | 0,02 | 0,01 | 0,12* | 0,11 | 0,12* | 0,12* |
EA - Desconexión | 0,18** | 0,19*** | 0,22*** | 0,06 | 0,12* | 0,17** | 0,19*** | 0,18*** | 0,20*** |
EA - Desahogo | 0,15** | 0,12* | 0,20*** | 0,01 | 0,12* | 0,15** | 0,18** | 0,15** | 0,17** |
EA - Uso de sustancias | 0,18** | 0,17** | 0,19*** | 0,14* | 0,16** | 0,12* | 0,09 | 0,19*** | 0,13* |
EA - Humor | 0,02 | 0,07 | 0,06 | -0,04 | -0,02 | 0,09 | 0,02 | 0,03 | 0,06 |
EA - Auto distracción | 0,30*** | 0,23*** | 0,27*** | 0,11* | 0,08 | 0,32*** | 0,23*** | 0,24*** | 0,31*** |
EA - Negación | 0,22*** | 0,24*** | 0,15** | 0,10 | 0,11* | 0,21*** | 0,15** | 0,21*** | 0,22*** |
EA - Autoinculpación | 0,17** | 0,16** | 0,15** | 0,08 | 0,20*** | 0,13* | 0,15** | 0,17** | 0,15** |
Nota: CUVINO - Cuestionario de violencia en el noviazgo; FACES: Cuestionario de funcionamiento familiar; EA: Estrategia de afrontamiento; * p < 0,05; ** p < 0,01; *** p < 0,001.
Finalmente se realiza una regresión lineal múltiple para evaluar los predictores de violencia en la pareja. Previo a ello se transforman los puntajes de la variable de FACES-Total, convirtiéndolos en puntaje z, de forma de utilizar puntajes estandarizados.
Eso debido a que el comportamiento de esa variable no se ajustaba a una distribución normal. Para ello se utilizó un modelo de regresión por pasos, de forma de dejar en el modelo final sólo las variables que mostraran una influencia significativa. El modelo final fue significativo, F (6,292) = 12,649, p < 0,001 y obtuvo un R2adj = 0,19, es decir, el modelo explica el 19% de la varianza en la variable de violencia de pareja, en su puntaje total. Se observa que predictores directos de violencia en la pareja son el desahogo (β = 0,21), la autodistracción (β = 0,18), la religión (β = 0,15) y la negación (β = 0,14); los predictores inversos de violencia en la pareja son la búsqueda de apoyo emocional (β = -0,22), la exclusividad sexoafectiva (β = -0,15) y la cohesión en la familia de origen (β = -0,14).
En otra pregunta adicional al CUVINO, sobre la dirección de la violencia en sus relaciones de pareja, se observa que la mayoría de las parejas de la muestra percibe su relación sin violencia (59.2%) que corresponde al 55.97 % de las mujeres y al 64.38 % de los hombres del total de participantes. En mayor porcentaje, tanto hombres como mujeres no perciben violencia en su relación actual.
Aun así, como se observa en la tabla 3, los hombres perciben mayor nivel de victimización en violencia unidireccional por parte de las mujeres. Las mujeres se perciben, en mayor medida, como agresoras exclusivas, sin recibir. Por otro lado, las mujeres perciben mayor frecuencia de violencia bidireccional.
Esto quiere decir que la percepción de emitir conductas violentas en una relación es mayor que el nivel de victimización.
Sí recibió. Sí agredió | No recibió. No agredió | Si recibió. No agredió | No recibió. Sí agredió | |
---|---|---|---|---|
Frecuencia total | 62 | 177 | 7 | 53 |
Frecuencia total | 20.73% | 59.2 % | 2.34% | 17.72 % |
Frecuencia mujeres | 46 | 103 | 4 | 30 |
Porcentaje mujeres | 25 % | 55.97 % | 2.17 % | 16.30 % |
Frecuencia hombres | 16 | 74 | 3 | 23 |
Porcentaje hombres | 13.91 % | 64.38 % | 2.6 % | 20 % |
Por último, se observa que el tipo de violencia por coerción se presenta en mayor porcentaje, aún considerado en forma leve, en familias desligadas (14.1 %). En familias aglutinadas, el porcentaje de percepción de victimización desciende notablemente. Esto quiere decir, como ya fue mencionado anteriormente, que, a mayor cohesión familiar, disminuye la ocurrencia de todos los tipos de violencia.
DISCUSIÓN
Los resultados muestran que las frecuencias percibidas de violencia en la pareja son leves, con medias muy cercanas al puntaje mínimo. Los motivos que explicarían este resultado pueden ser varios. En primer lugar, se puede conectar a la percepción de alta cohesión que recuerdan haber vivido los miembros de la pareja en sus respectivas familias de origen, coincidiendo con estudios que han señalado que cuanto mayor sea la cohesión familiar, menor será la violencia en la pareja (Adriazola y Valladares, 2022;Aranda y Orihuela, 2022;Oriundo y Ponce, 2022). La satisfacción familiar de los hijos les permitiría más adelante formar parejas libres de violencia (Chunga, 2008).
En segundo lugar, el bajo nivel de violencia percibida puede conectarse con el alto nivel de estudios de los participantes. Estos datos coinciden con las aportaciones de Ruiz et al. (2013) que refieren que los hombres con niveles altos de educación se encuentran más sensibilizados sobre la violencia en la pareja y detectan malos tratos con mayor facilidad con el objetivo de detener la violencia; por otro lado, Sierra et al. (2009) mencionan que las mujeres con menor grado de educación denuncian mayores porcentajes de abuso.
En tercer lugar, para explicar la baja percepción de violencia recibida también debería considerarse la posible confusión entre agresión y violencia, así como su minimización. Un dato importante para respaldar esta idea es que en la pregunta adicional sobre la percepción general de violencia recibida en su relación de pareja, el porcentaje fue superior al registrado en el CUVINO.
Esto hace suponer que las preguntas del CUVINO podrían ser muy específicas y los miembros de la pareja perciben otros tipos de violencia que pierden el valor real percibido al ser promediados en el CUVINO. También, puede deberse a la medición unidireccional de la violencia en el CUVINO cuando la muestra presentaría niveles más altos de autopercepción de agresión y no de victimización.
Por otro lado, en palabras de Pereira (2011), los movimientos bruscos, golpes o gritos son considerados agresivos y/o violentos según una escala de medida no objetiva. El reporte de violencia recibido es subjetivo y como no se ha llegado a recurrir a la policía, a la fiscalía o no se registran heridas más objetivas, los tipos y frecuencias de violencia pudieron ser negados y/o minimizados en esta muestra de estudio.
En cuarto lugar, la alta cohesión familiar estaría relacionada con la utilización de estrategias activas de afrontamiento al problema, respondiendo, de esta forma, a otra de las hipótesis planteadas que sostiene que una mayor frecuencia de violencia se relaciona con estrategias de evitación. De esta forma, cuanto mayor es la cohesión familiar, mayor es la utilización de la estrategia basada en la búsqueda de apoyo social, siendo éste un factor protector de la violencia. Para Waldrop y Resick (2004) al recibir respuesta positiva de parte de la familia, amistades cercanas, instituciones sociales o profesionales, las personas en situación de violencia toman el primer paso para poner límites.
En el estudio también se observa que la adaptabilidad no se relaciona con la violencia, pero estaría relacionada, junto al clima emocional cercano, con las estrategias de afrontamiento centradas en el problema. (Saldaña & Santa Cruz, 2015). Esto también podría explicar que en las relaciones anteriores perciban mayor frecuencia de violencia recibida, porque han podido separarse y construir relaciones actuales sin violencia.
Respecto a la percepción de frecuencia recibida de violencia y el género de los miembros de la pareja, la única relación significativa es con la dimensión coerción, aun así, se registra en niveles leves. Es decir, los hombres perciben haber recibido más coerción por parte de sus parejas que las mujeres, coincidiendo con Hidalgo (2015) en que la violencia no puede ser explicada exclusivamente desde la concepción del patriarcado o ejercida por el hombre para dominar a la mujer.
Ambos miembros perciben recibir y ejercer violencia independientemente del sexo de la pareja, coincidiendo con Garrido-Antón et al. (2020);Carvajal (2021)yBetancourt (2021) que mencionan que la violencia es un método para resolver conflictos en las relaciones o desencadenada por celos o comportamientos de control.
Por otro lado, Martín Hernández et al. (2021) muestran que las mujeres se atribuyen mayor responsabilidad que los hombres en las conductas violentas ejercidas. Esto podría deberse a que los hombres tienden a reconocer, en menor medida, que emiten violencia; por la tolerancia social con respecto a la violencia por parte de la mujer (Pazos et al., 2014), porque no perciben como perjudiciales para su pareja masculina (Vizcarra & Póo, 2011) o por los sentimientos de culpa (Sharpe & Taylor, 1999). Por otro lado, la percepción de ejercer violencia sin recibirla se debería a una confusión o minimización. Posiblemente, según Perrone, reciban algún tipo de violencia no objetiva (provocación, desdén, engaño) que lo llevan a actuar con violencia (Comunicación personal, 12 de abril de 2023).
También se observa que las personas que señalan estar en una relación sexoafectiva exclusiva reportan haber recibido menos violencia por parte de sus parejas que quienes tienen una relación más abierta, siendo el compromiso un factor protector. De todas formas, la relación que refieren como no exclusiva, aparentemente no ha sido consensuada por ambos miembros, pues el contrato implícito en relaciones abiertas o poliamorosas se funda en el respeto mutuo (Ferrario, 2018). Es probable que estemos en presencia de infidelidad, lo que no fue evaluado directamente.
Las limitaciones de este estudio son varias. Una de ellas tiene que ver con la recolección de datos, ya que es probable que algunos participantes, aun sabiendo de la confidencialidad, no hayan respondido o no hayan reconocido ser receptor de violencia por miedo o vergüenza o por la percepción disminuida de violencia en las relaciones bidireccionales. Tampoco se recoge información cualitativa sobre el contexto donde ocurren los episodios violentos, para explorar la pauta de interacción.
La técnica de bola de nieve para acceder a la muestra no permite que ésta sea representativa, por ejemplo, las personas de escaso nivel socioeconómico y baja educación están subrepresentadas. Por otro lado, el carácter transversal del estudio no permitió establecer una relación causal entre la violencia y las otras variables incluidas en el estudio. Una última limitación es que la evaluación del funcionamiento de la familia de origen haya actuado el sesgo del recuerdo, pues se pregunta por relaciones que ocurrieron quizás hace muchos años.
CONCLUSIÓN
En síntesis, los adultos paraguayos con al menos un año de relación de pareja perciben baja frecuencia de violencia. Se relacionaban negativamente con percepción de violencia la estrategia de buscar apoyo, el nivel de compromiso asumido en la pareja, el alto nivel de educación y el alto grado de cohesión que perciben haber recibido en sus respectivas familias de origen. También se observa, como hallazgo relevante, que la violencia en las relaciones de pareja, cometidas y recibidas, no dependen únicamente del funcionamiento familiar y es importante tener en cuenta otras variables como factores individuales y, sobre todo, relacionales, es decir, el contexto o entorno donde tiene lugar la violencia.
El aporte de esta investigación radica en mostrar la violencia de pareja bidireccional, así como la unidireccional tanto de hombres a mujeres y de modo inverso, de mujeres a hombres, en forma exclusiva, como un problema actualmente menos estudiado que la violencia unidireccional del hombre hacia la mujer. Por otro lado, los resultados obtenidos permitirían proponer, como intervención primaria, el trabajo con la familia de origen desde edades tempranas, evidenciando que la alta cohesión de la familia de origen podría proteger la violencia futura en las relaciones de pareja.