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Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP

versión On-line ISSN 2077-2161

Ajayu vol.22 no.1 La Paz mar. 2024  Epub 31-Mar-2024

https://doi.org/10.35319/ajayu.221259 

ARTÍCULO

Una lectura de la posición masculina en la actualidad desde el psicoanálisis de orientación lacaniana

A reading about the masculine position at present from the point of view of Lacanian-oriented psychoanalysis

Uma leitura da posição masculina na atualidade desde a psicanálise de orientação lacaniana

Estefania Paiva Subieta1  * 
http://orcid.org/0009-0001-4018-3919

Gabriela Urriolagoitia Méndez1 
http://orcid.org/0009-0000-9540-8794

1Universidad Católica Boliviana “San Pablo” La Paz


RESUMEN

Esta investigación parte de una contextualización socio-histórica de lo masculino en occidente para situar los antecedentes de las masculinidades alternativas. Siguiendo una metodología estructurada, básica y documental, se realiza una lectura desde el psicoanálisis lacaniano para comprender cuál es la posición masculina en la actualidad. La principal finalidad es entender la masculinidad, las dificultades que atraviesa y la constitución de masculinidades alternativas mediante un abordaje clínico que permite pensar lo masculino como una posición sexuada que resulta de un trabajo subjetivo inconsciente que implica un ordenamiento del modo de goce de los cuerpos. Las principales conclusiones señalan que actualmente ya no hay un universal masculino, sino que siguiendo la lógica femenina del no-todo hay una proliferación de masculinidades. Cada hombre está optando por tener un goce propio, por construir su propio modelo de masculinidad y ello conlleva la responsabilidad y el desafío de que construya singularmente su solución con relación al falo, dé cuenta de su posición sexuada siguiendo una lógica del uno por uno y encuentre un arreglo posible con su goce a partir de los significantes que encuentra en el discurso contemporáneo.

Palabras clave: posición sexuada; goce; universal masculino; función fálica

ABSTRACT

This research begins with a socio-historical contextualization of masculinity in the West to then situate the background of alternative masculinities. Following a structured, basic and documentary methodology, a reading is made from Lacanian psychoanalysis to understand what the masculine position is today. The main purpose is to understand what masculinity is, the difficulties it goes through and the constitution of alternative masculinities through a clinical approach that allows us to think of the masculine as a sexual position that results from an unconscious subjective work. This implies an ordering of the way of jouissance of the bodies. The main conclusions indicate that currently there is no longer a masculine universal, but rather, following the feminine logic of not-all, there is a proliferation of masculinities. Each man is choosing to obtain his own jouissance, to build his own model of masculinity and this entails the responsibility and the challenge of singularly building his solution in relation to the phallus; account for his sexual position following a one-by-one logic and find a possible arrangement with his jouissance from the signifiers he find in contemporary discourse.

Keywords: sexual position; jouissance; masculine universal; phallic function

RESUMO

Esta investigação parte de uma contextualização sócio-histórica do masculino em ocidente para situar os antecedentes das masculinidades alternativas. Seguindo uma metodologia estruturada, básica e documental, realiza-se uma leitura desde a psicanálise lacaniana para compreender qual é a posição masculina na atualidade. A principal finalidade é entender a masculinidade, as dificuldades que atravessa e a constituição de masculinidades alternativas mediante uma abordagem clínica que permite pensar o masculino como uma posição sexuada que resulta de um trabalho subjetivo inconsciente que implica um ordenamento do modo de goze dos corpos. As principais conclusões assinalam que atualmente já não há um universal masculino, senão que seguindo a lógica feminina do não-tudo há uma proliferação de masculinidades. Cada homem está optando por ter um goze próprio, por construir seu próprio modelo de masculinidade e isso acarreta à responsabilidade e ao desafio de que construa singularmente sua solução em relação ao falo, de conta de sua posição sexuada seguindo uma lógica do um por um e encontre um conserto possível com seu goze a partir dos significantes que encontra no discurso contemporâneo.

Palavras chave: posição sexuada; goze; universal masculino; função fálica.

El planteamiento de la clínica psicoanalítica de orientación lacaniana permite comprender la masculinidad, la crisis actual que ésta atraviesa y la constitución de modelos alternativos de masculinidad, a partir de una propuesta teórica que aborda lo masculino como una posición sexuada, una modalidad de goce inscrita en el inconsciente que está vinculada con la sexualidad infantil, el Complejo de Edipo y el Complejo de Castración.

Si bien estos temas fueron planteados por Freud, el recorrido que hace Lacan sobre los mismos y el aporte que realiza posibilita obtener una visión diferente de la sexualidad, en tanto ésta permite entender la constitución de un sujeto como ser sexuado a partir de un proceso que no está vinculado solamente a lo anatómico, biológico o social (Arroyo, 2015, pp. 146-147). Se puede decir, según Sinatra (2010):

Que lo que Freud percibió y Lacan formalizó es que entre el niño y el hombre está el padre y que el destino del hombre está tan ligado a esa mediación necesaria, como lo está al objeto del que deberá desprenderse conforme al goce de la madre. Por ello Lacan redujo la figura del padre a una función de corte, es decir que para efectuar ese tránsito de niño a hombre es necesario perder algo, que es esa substancia del deseo del Otro encarnado en la madre a la que cada sujeto se consagra bajo el modo de falo (p. 75).

Por tanto, la instauración de lo viril es el efecto de estructura que requiere de esa pérdida para que la función sexual tome su lugar; en consecuencia, la declinación de lo viril obedecería a razones de estructura, es decir de discurso y de lenguaje.

Sinatra (2010) menciona que Lacan a partir de las fórmulas de sexuación, formalizadas en 1970, establece que en la posición sexual masculina destaca el predominio del universal fálico, mientras que del lado femenino este universal no existe y por tanto no hay el todo de las mujeres. De esta manera “el psicoanálisis demuestra que el acuerdo entre los sexos es imposible por estructura”, por más normas que intenten saber hacer con el otro sexo y “por más manifiestos que se dirijan al mismo sexo para afirmar sus insignias frente al Otro” (pp. 321-322), ya que no existe una complementariedad entre los goces femenino y masculino.

En este sentido, se plantea que “las identidades sexuales, cualesquiera que sean, son respuestas sintomáticas a lo real que se ponen en juego frente a lo imposible de la relación sexual… La masculinidad aparece como el resultado de una inadecuación…”, no basta con tener un órgano sexual masculino, “…siempre puede subsistir para un hombre la incertidumbre sobre su sexo” (Arroyo, 2015, pp. 145-146).

A partir de ello, la autora citada indica:

Un hombre con músculos, barba y boxeador bien puede no tener una certeza subjetiva de su sexo y tal vez sea precisamente eso lo que explique por qué tantos músculos y tanta barba. De esta manera el mito de potencia absoluta aparece, antes que nada, como el síntoma de una virilidad que se pone en cuestión a sí misma. (p.146)

Cabe añadir que la virilidad, la variabilidad de signos propiamente masculinos, deja de ser una condición exclusiva del hombre ya que ésta puede estar del lado femenino como del masculino, por ello se plantea que “se puede ser hombre, pero no viril” (Arroyo, 2015, p.146).

Consecuentemente, el síntoma de la virilidad se refiere a los cambios que se han venido produciendo en la posición viril de los hombres en los últimos tiempos (Torres, 2006, p. 43), los cuales han desembocado en una crisis de la masculinidad producida por el declive de la función paterna en la civilización.

Al respecto Miller (citado en Zack, 2011) señala “la idea del declive viril e incluso su desaparición en el mundo contemporáneo es impensable sin considerar la caída social de la imago paterno” (p.2).

Este descenso del semblante paterno viene a ser “una de las principales causas de los nuevos síntomas y de los modos en que hombres y mujeres dan su respuesta al tema del sexo, a las conformaciones familiares, las maneras de asumir la maternidad y la función paterna” (Torres, 2006, p.44).

Lo señalado permite entender la crisis de la masculinidad como una consecuencia que da cuenta del declive de la función paterna y de la virilidad, lo que lleva a que en el siglo XXI se vayan produciendo cambios en el vínculo que establecen hombres y mujeres. Los cuales muestran que ahora son las mujeres quienes están asumiendo una posición viril activa.

Desde la clínica psicoanalítica de orientación lacaniana se plantea que en una época donde lo que prevalece es el desfallecimiento de los semblantes del padre y consecuentemente la inconsistencia simbólica del Otro, “lo viril aparecería como un semblante que no haría más que poner en evidencia la inadecuación del hombre con su sexualidad biológica” (Arroyo, 2015, p. 147), debido a que la diferencia sexual se sostiene a partir de las fórmulas de sexuación donde lo que cuenta en definitiva son dos modos distintos de goce que van más allá de la diferencia anatómica de los sexos.

Esta inadecuación no sólo del hombre sino también de la mujer con su sexualidad biológica constituye una problemática de investigación desde el psicoanálisis porque surge como producto de una consecuencia lógica de la estructura clínica, que está vinculada con la constitución subjetiva y la identificación a una posición sexuada que se produce en la infancia.

Lo que muestra que sexuación y género pueden no coincidir porque la perspectiva psicoanalítica afirma que “las cuestiones del sexo declinan en la posición subjetiva en que cada sujeto se ubica respecto al falo, es decir que un hombre o una mujer se definen a partir de sus identificaciones y de su forma de gozar” (Zack, 2011, p. 1).

Es por esto por lo que la presente investigación busca responder a los siguientes objetivos:

Objetivo general

Explicar cuál es la posición masculina en la actualidad desde el psicoanálisis de orientación lacaniana.

Objetivos Específicos

Indagar cuál es el abordaje histórico de lo masculino en la cultura occidental.

Explicar cómo se constituye la posición masculina desde la perspectiva del psicoanálisis de orientación lacaniana.

Establecer cuál es la relación entre la caída del Padre y la declinación de lo viril.

Identificar los efectos del debilitamiento del Nombre del Padre en los hombres de la época actual.

Sobre la constitución de la posición masculina desde la perspectiva del Psicoanálisis de orientación Lacaniana.

Lo masculino en el psicoanálisis es producto de un trabajo inconsciente que implica un ordenamiento del modo de goce del cuerpo. La sexualidad infantil en la teoría freudiana se organiza en dos fases la pre edípica y la edípica. La sexualidad durante la primera fase es definida como polimórfica, autoerótica y perversa debido a que la finalidad es obtener placer mediante la estimulación de las zonas erógenas del propio cuerpo, ordenadas bajo la primacía universal del falo: todo ser vivo tiene un falo. En esta fase existe un desconocimiento inconsciente de la diferencia sexual y por ello la actividad autoerótica de las zonas erógenas es en niños, masculina. De pronto los infantes se dan cuenta de la diferencia sexual real, al encontrarse con que hay alguien que no tiene falo. Así se introduce la castración, hecho que posibilita que la diferencia sexual se inscriba en el inconsciente no como masculino - femenino sino como fálico- castrado, como una amenaza de perderlo: si ella lo tenía y lo ha perdido, puedo yo también perderlo. Con ello se pasa a la fase edípica (Freud, 1981a, pp. 1195- 1214).

Lo más relevante del Edipo es el establecimiento de una función normativa denominada falo que ordena la sexualidad humana, y la manera en que los infantes se ubican respecto a éste, es lo que les permite asumir una posición sexuada. El descubrimiento de que no todos son portadores del falo le hace ver al niño que hay un modo de goce distinto al suyo y entonces él siente la amenaza de perderlo. Este hecho es llamado Complejo de Castración y es lo que marca la salida del Edipo en el niño a través de la renuncia a su satisfacción autoerótica y también al primer objeto de amor que es su madre, lo cual le permite ordenar la libido, localizar el goce en determinadas zonas del cuerpo, identificarse con el padre y asumir una posición sexual masculina que le permitirá en lo futuro poder gozar de una mujer que no sea su madre (Freud, 1981b, pp. 2748-2751).

La fase pre edípica y los inicios de la fase edípica tienen la finalidad de que el niño asuma el falo como significante del orden simbólico, transmitido por la función paterna. En el planteamiento de Lacan (1999), padre y madre son dos significantes, dos elementos simbólicos que cumplen una función. Por un lado, está el Deseo de la Madre y por otro el Nombre del Padre. La función simbólica del Nombre del Padre le permite al niño simbolizar la castración, el deseo y la falta en el campo del Otro. La metáfora paterna implica que el Nombre del Padre es un significante que sustituye al primer significante introducido en la simbolización, que es el materno (pp.150,151,179,180).

Es el paso por el Edipo y por la castración lo que permite que un sujeto se constituya como un ser deseante, con una posición sexuada y la libido ordenada.

Las funciones simbólicas que tienen que desempeñar el padre y la madre, en los tres tiempos del Edipo son las que median el tránsito de un sujeto de niño a hombre y de niña a mujer. En el primer tiempo, cuando el infante logra entrever que el centro del deseo de la madre es el falo, se presenta ante ella como si él fuera el falo e ingresa a una identificación imaginaria. En el segundo tiempo, mediante la castración el padre introduce la ley de interdicción del incesto, priva a la madre de gozar del niño y deviene en Ideal del yo para, en el tercer tiempo, transmitir algo de la masculinidad al niño. A partir de ello, éste sale de la relación imaginaria que tenía con la madre, asume su falta en ser y vía el amor se identifica con el padre ideal para ser portador del falo y poder acceder a ser padre en un futuro. En tanto el padre puede representar la potencia fálica, ubica el falo en su lugar y se dan dos opciones: ser el falo o tener el falo. La posición sexuada masculina pasa por tener el falo, se destaca el predominio del universal fálico, mientras que en la mujer una parte de su goce queda vinculado al falo y el resto se dirige a otro goce, por eso en la posición femenina hay una lógica del no-todo (Lacan, 1999, pp. 177-178,197-199).

A partir de esta diferencia lo masculino y lo femenino son dos formas de goce que no son complementarias. Lo señalado cobra importancia en la actualidad porque permite establecer que, desde el planteamiento de la clínica psicoanalítica, el sujeto se constituye como un ser sexuado en los primeros años infantiles mediante un trabajo subjetivo que, a diferencia del planteamiento de la teoría de género, no está condicionado por lo anatómico, lo biológico ni lo sociocultural, sino que es el resultado de experiencias de satisfacción pulsional en el cuerpo que encuentran su abordaje en el inconsciente. También enfatiza que el sexo declina en una posición subjetiva en la que cada sujeto ordena su goce en torno al falo y que la identificación a una posición sexuada en el inconsciente, una vez que fue realizada, no es modificable en el tiempo.

Sobre el abordaje histórico de lo masculino en la cultura occidental.

La investigación actualizada de Riane Eisler (2005), efectuada a partir de las excavaciones realizadas en el siglo XX en Europa occidental y en Siberia indica que el patriarcado comenzó a instaurarse en el periodo palaciano antiguo y que con “la caída de la Isla de Creta hace cerca de tres mil años” quedó completamente establecido (p.46).

En base a evidencias arqueológicas recabadas en el estudio de la citada investigadora, se plantea que existió una sociedad pre patriarcal que tenía una estructura equitativa, sin relaciones de dominación y subordinación. Lo que había era un “modelo de asociación” entre hombres y mujeres que se basaba en el respeto, la cooperación y la búsqueda del bien común (p. 8).

Espiritualmente, la primera religión antropomórfica que se encontró en el arte de varias comunidades neolíticas fue el culto a la Diosa. El arte carecía de imágenes que idealizaran el poder armado, la violencia, la guerra y no se mostraban figuras de un dominado y un dominador. Lo que las representaciones encontradas simbolizaban eran los ciclos de la naturaleza. Si bien las mujeres tenían en esa época un rol primordial por ser las dadoras de vida, los hombres eran respetados y valorados como parte importante de la naturaleza. Ambos compartían los trabajos comunitarios en asociación buscando el bien de la comunidad (pp. 15-17, 22-26).

En Europa antigua también se encontraron evidencias de sociedades pacíficas, no estratificadas, monoteístas y politeístas donde la naturaleza y la vida estaban representadas a través de Diosas. En la edad de bronce estas características se mantuvieron, hombres y mujeres ocupaban oficios y cargos relevantes en el ámbito público que no eran sostenidos por el poder armado ni por la dominación de un sexo sobre otro (pp. 20-21, 31-35).

Refiriéndose al surgimiento del patriarcado, Eisler (2005) señala que en el periodo palaciano antiguo varios territorios que tenían “una ideología ginocéntrica, centrada en lo femenino como fuente de vida” (p.18), fueron gradualmente sustituidos por “invasores provenientes del noreste asiático y europeo que tenían Dioses guerreros y a partir de ello las batallas de conquista y contra conquista comenzaron a ser la norma” (p. 31).

Cuando la Isla de Creta fue totalmente conquistada se estableció una organización social e ideológica centrada en la dominación del hombre, donde la guerra y la esclavitud de varones y mujeres pasaron a ser la norma. “Dioses y hombres guerreros comenzaron a gobernar” (p.47), creando un sistema patriarcal que justificaba la estratificación, la dominación, los privilegios y la violencia (pp.45-46).

Estas características fueron las que configuraron el modelo masculino de esa época y proliferaron durante muchos años. Siguiendo el ordenamiento de la sexualidad que hace Freud a partir de los términos fálico y castrado se entiende que en el patriarcado se asuma la posición de que lo femenino es lo castrado, son las mujeres las que no tienen y lo fálico está en el lado masculino e implica tenencia y poder. Sin embargo, es necesario mencionar que son los primeros trabajos de investigación que realiza Freud los que permiten ir más allá del discurso reiterativo con el que se explica el orden patriarcal como una estructura basada en relaciones de poder unilaterales, donde hay una dominación masculina versus una sumisión femenina que crean desequilibrios de poder. Así, parecería que los hombres al identificarse como portadores del falo ocuparían el lugar de amos y las mujeres al asumir su castración no tendrían nada que perder y estarían sometidas al poder del amo Miller, 2010.

Más bien lo que el psicoanálisis posibilita ubicar a partir de la referencia fálica es que, aunque aparentemente el hombre parezca ser el amo, en realidad es el esclavo de su propia condición: tener el falo lo convierte en un propietario que siempre tiene la necesidad de proteger algo. Contrariamente, el sujeto femenino al no tener nada que perder porque para ella la castración es un hecho consumado, su posición es la del coraje, el cual puede llegar a ser ilimitado y feroz cuando por ejemplo se trata de luchar por salvar lo que considera muy valioso. En estas situaciones la mujer más timorata puede llegar a ser una heroína Miller, 2010.

Considerando lo mencionado, articulado a los datos que presenta Eisler (2005), se puede advertir que en el grupo de invasores que conquistaron la Isla de Creta, la masculinidad ya estaba articulada bajo la lógica del propietario, de la tenencia fálica y por ello las armas y las guerras podían simbolizar la ambición por acumular, el afán de evitar la pérdida de bienes materiales y el estar preparados y dispuestos a atacar lo que podía representar una amenaza, un peligro de pérdida. Al respecto Miller (2010) señala que “la cobardía fundamental de los hombres es que están embarazados por algo que tienen que proteger; eso puede despertar en ellos la ferocidad del dueño amenazado de robo” (párr. 3).

Asimismo, siguiendo este abordaje histórico de lo masculino en occidente, con la lógica metafórica propuesta por Lacan (1999) que implica la sustitución de un elemento por otro, se puede explicar el paso de una civilización de asociación, como la denomina Eisler (2005), a otra civilización de dominación ordenada por una lógica fálica y masculina. La sustitución de diosas por dioses respondería a una metáfora que marca el paso de un modelo de sociedad ginocéntrico a otro modelo de sociedad patriarcal, androcéntrico.

Sobre la relación entre la caída del Padre y la declinación de lo viril.

La caída del Nombre del Padre, como figura que ordena los lazos sociales y los modos de goce de los cuerpos en la civilización, se da por la operación efectuada por el discurso de la ciencia en alianza con la lógica mercantilista del consumo que ha desplazado a la figura del Padre como operador universal que ordena la cultura.

Una consecuencia de esto es el declive de lo viril que se manifiesta a nivel del goce masculino. La declinación de lo viril implica que la posición masculina ya no tiene como recurso el sustento simbólico del falo. Si bien aún quedan algunos semblantes viriles, éstos ya no están soportados por la función simbólica del falo, lo cual implica que un hombre que aparenta una potencia fálica a nivel del semblante pueda no tener una convicción subjetiva de su sexo, es decir que si bien hay algo del semblante, éste no necesariamente puede estar apoyado por la función fálica como elemento viril, un hombre puede hacer un semblante de potencia fálica pero no tener una seguridad subjetiva respecto de su posición sexuada y de su goce.

Actualmente la proliferación de semblantes de masculinidad sin el soporte subjetivo de lo viril da cuenta de esta caída del Nombre del Padre. Por otro lado, se pude ver esta consecuencia en una posición viril del lado de las mujeres y una posición sexuada feminizada del lado de los varones como efecto de la caída de ideales que en otras épocas estaban sostenidos por la función fálica y permitían un ejercicio de la posición masculina a partir de un semblante del hombre viril y no feminizado.

A nivel social, se encuentra un campo simbólico desordenado que ya no tiene la función de regular los goces, que ya no tiene la función paterna como operador universal y esto viene produciendo una transición del Todo y la excepción, a una lógica del uno por uno que no funda el Todo como universal y por eso responde a una lógica del no-todo, a los diversos unos y las múltiples formas de goce. Actualmente pareciera que cada sujeto tiene un goce propio y es a través de la lógica del no-todo que se abre paso a lo ilimitado, donde todo es posible. Aparentemente lo que rige a la civilización actual es un mandato de goce infinito y no la ley de prohibición del Nombre del Padre.

Esta transición y el debilitamiento de lo simbólico posibilitan un predominio del plano imaginario, de los semblantes y marca la labor de descubrir en la práctica clínica, en el caso por caso, qué es lo que en cada sujeto de esta época opera en sustitución del Nombre del Padre.

En las generaciones posmodernas se está constituyendo un nuevo sujeto que en el ámbito de la sexualidad opta por la posibilidad de autonombrarse, de tener un goce propio, de construir su propio modelo de masculinidad, tal como lo muestran las nuevas masculinidades que proponen las identidades de género actuales.

La caída del Nombre del Padre, la alteración de funciones simbólicas en madres y padres son una de las principales causas de los cambios en las posiciones sexuadas que se manifiestan desde las masculinidades alternativas hasta todas las identidades de género que se encuentran agrupadas en la sigla LGBTI+ que hoy en día tienen su máxima expresión en la subjetividad trans (Miller, 2021a, pp. 8-23). Lo cual muestra que en esta comunidad se pueden crear una infinidad de significantes para nombrar algo de lo que pasa en la subjetividad de quienes la conforman, y el psicoanálisis brinda la posibilidad de hacer una lectura de estos acontecimientos emergentes del discurso en la época contemporánea.

Actualmente, a raíz de la ineficacia simbólica se vienen produciendo nuevos síntomas como las poliadicciones, la depresión por la pérdida de deseo, la fragilidad del lazo social y de los vínculos afectivos que establecen los sujetos debido a la precariedad de las sujeciones que tendrían al campo del Otro (Sinatra, 2010, pp. 11-19).

La declinación de la eficacia de la función simbólica, del Nombre del Padre, en la época contemporánea tiene incidencia en la clínica, no sólo en las manifestaciones sintomáticas sino en las formas en que en el siglo XXI se presentan las modalidades de la neurosis. Por ejemplo, una problemática clínica actual que se presenta en algunas histéricas es “la dificultad para conciliar su sexualidad con el amor” (Millas, 2016, 7:50). Algunas mujeres al masculinizarse, al identificarse como portadoras del falo simbólico, asumen como una característica propia la escisión entre deseo y amor, esta problemática que antes estaba más vinculada con los hombres, hoy también se encuentra en el campo femenino.

El desfallecimiento del Nombre del Padre, como gran operador del campo simbólico muestra que lo que prevalece en la actualidad es la inconsistencia simbólica del Otro.

Sobre algunos efectos del debilitamiento del Nombre del Padre y la posición masculina en los hombres de la época actual desde el Psicoanálisis lacaniano.

Ciertos rasgos que se vienen identificando en los varones posmodernos, a raíz del declinio de la función paterna y de los cambios que se han venido produciendo en la posición viril están vinculados con el paradigma del pequeño Hans. Las particularidades que presenta este modelo son hombres pasivos, esquivos, que evocan una personalidad de alguna manera carente, mutilada, ausente, humillada, dividida, postiza, que esperan que la mujer tome la iniciativa y obre por ellos y que tropiezan con dificultades para establecer relaciones duraderas (Miller, 2021b, pp.5-12). Estas características son afines a las descritas en el modelo de masculinidad que Badinter (1993) denomina “el hombre blando-trapo” (pp.157-159).

Por otro lado, el síntoma de la virilidad descrito por Miller (2021b) en el texto Buenos días sabiduría, queda reflejado por ejemplo en los hombres metrosexuales, quienes son definidos como:

Seres ofrecidos a la mirada, que se alimentan de la pasión por lo efímero enlazado con la pretensión de lo instantáneo, nuevo ideal del mercado del consumo, uno de los nuevos Nombres del Padre que organiza las identificaciones en la civilización actual. (Sinatra, 2010, pp. 13- 14).

Este hecho permite ubicar la existencia de una tendencia a la feminización presente en algunos hombres posmodernos que tienen demasiado interés por su imagen, con la cual “se ofrecen como objeto de goce a la pulsión escópica” (Zack, 2011, p.3).

El machismo al que hace referencia la subcategoría de “hombre nudo-duro” planteada por (Badinter, 1993, pp. 157-159), es otra de las consecuencias de la caída de la función paterna que prevalece en algunos varones de esta época. Son hombres que simulan virilidad, seguridad e independencia, sin embargo, cuando el sostenimiento de este semblante se agota o llega a su límite, lo que aparece es un hombre lábil, imposibilitado de hacer uso del recurso fálico para abordar al Otro sexo encarnado por lo femenino.

Estos son algunos de los principales efectos que dan cuenta del debilitamiento simbólico que existe en esta época como consecuencia de la caída del Padre y de la inexistencia de un universal masculino.

Acerca de la posición masculina en los hombres de la época actual, se puede decir que si bien al inicio de la constitución subjetiva niñas y niños creen que existe una primacía universal del falo, cuando descubren que no es así, ambos eligen una manera de ubicarse respecto a éste, lo que les permite asumir una posición sexuada.

En el caso de los varones, a partir de la castración, es decir de advertir que hay una parte de los seres humanos que carecen de falo, que se encuentran castrados en la subjetividad como sujetos, y ante la amenaza y el temor de poder perder el falo, los niños se identifican como potenciales portadores del mismo vía la identificación al padre ideal.

La lógica del tener y la castración son dos características de la posición masculina ya que ésta le permite al niño salir del Edipo asumiendo su falta en ser, dejando de ser el falo para situarse en posición de tenerlo y usarlo cuando sea un hombre. El identificarse como el portador del falo le da al varón la posibilidad de nombrarse y representarse imaginariamente. Además, asumir una posición masculina implica obtener una forma de goce inconsciente respecto al falo.

Por otro lado, la formulación lógica del Edipo que realiza Lacan permite entender que la caída del Nombre del Padre implica que donde había un elemento simbólico ordenador que se encontraba legitimado y respaldado por la organización social patriarcal, ahora hay otra lógica que no responde al retorno del modelo ginocéntrico planteado por Eisler (2005) ni a la rivalidad y lucha entre dominadores y dominados, sino que lo que existe es un agujero que empuja a la feminización, la cual es una lógica de la serie infinita y del goce del uno por uno.

A nivel social, la posición masculina en la actualidad ya no está dentro de una lógica universal masculina, sino que entra dentro de la lógica femenina del no-todo, que implica que “La mujer no existe” a nivel universal sino una por una (Lacan, 1993, p. 118). Es decir, que lo masculino ya no es una respuesta universal, sino que implica una proliferación de posibilidades, lo que existe son masculinidades como hechos de discurso, que lleva a que cada hombre, uno por uno, deba encontrar su solución frente a la interrogante qué es ser un hombre.

Si bien en épocas pasadas la respuesta universal de ser un hombre era tener el falo, hoy en día ya no lo es, se ha entrado a una lógica femenina que es el no-todo, e implica que no hay el universal de la mujer sino respuestas singulares, que cada una inventa, una por una. Que los hombres hayan entrado a esta lógica conlleva que ya no hay una manera universal de ser un hombre, sino que hay una diversidad de formas de masculinidad frente a las cuales cada hombre tiene que inventar singularmente una respuesta de cómo ser un hombre.

A partir de ello y de la diversidad de significantes que vendrían a ocupar el lugar del Nombre del Padre queda abierta la multiplicidad de orientaciones sexuales y de género que invitan a ser abordadas en otros trabajos de investigación.

Asimismo, esta lectura psicoanalítica permite identificar que existe una disyunción entre la posición masculina y el machismo porque éste lejos de sostenerse en una posición viril de tener el falo más bien se presenta como una consecuencia de la caída y la falla de la posición viril, es decir de la dificultad de un sujeto para hacer uso del recurso fálico.

Lo que muestra el machismo es una hipertrofia del falo como recurso para abordar lo femenino, por ello recurre al uso del poder, de la dominación, la fuerza y la violencia, mostrando con ello una masculinidad carente, humillada, impotente y lábil, donde puede haber una sobreproducción de una imagen masculina, pero en realidad da cuenta de la caída del Nombre del Padre y del declinio de lo viril.

A nivel de la clínica, de lo singular, así como Freud dijo que las mujeres tenían que inventar su solución respecto al falo a partir de tres posibilidades, hoy en día, aunque la humanidad esté falicizada y la posición masculina se mantenga articulada al falo, cada hombre tiene la responsabilidad y el desafío de construir su solución en relación con el falo de manera singular porque la función fálica como respuesta universal ya no viene a su auxilio. Se puede decir que en la actualidad cada hombre está llamado a dar cuenta de su posición sexuada siguiendo una lógica del uno por uno, que es una lógica femenina. Además, los sujetos de forma singular tienen que encontrar un arreglo posible con su goce y con el Otro sexo a partir de los significantes que encuentran en el discurso contemporáneo.

REFERENCIAS

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Financiamiento. Esta investigación no recibió financiamiento

Recibido: 15 de Julio de 2023; Aprobado: 15 de Octubre de 2023

* estefaniapaivasubieta@gmail.com

Declaración de conflicto de intereses.

Los autores declaran que la presente investigación se llevó a cabo en ausencia de cualquier relación comercial y/o financiera que pudiera considerarse como un potencial conflicto de intereses.

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