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Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP

On-line version ISSN 2077-2161

Ajayu vol.18 no.1 La Paz Mar. 2020

 

ARTÍCULO

 

ANALYSIS OF THE PERCEPTIONS AND CONCERNS OF ADOLESCENTS IN RELATION TO CHILD VIOLENCE

 

ANÁLISIS DE LAS PERCEPCIONES Y PREOCUPACIONES DE ADOLESCENTES CON RELACIÓN A LA VIOLENCIA INFANTIL

 

ANÁLISE DAS PERCEPÇÕES E PREOCUPAÇÕES DE ADOLESCENTES COM RELAÇÃO À VIOLÊNCIA INFANTIL

 

 

Mgs. Natalie Guillén[1]; Mgs. Paloma Gutierrez, Marcela Losantos, Ph.D.,  & Carla Andrade

Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento (IICC)
Universidad Católica Boliviana “San Pablo”

 

 


SUMMARY

The purpose of this contribution is to describe the perception of adolescents about the situation of violence against children (boys and girls) in Bolivia. Through surveys and focus groups in 20 urban and rural municipalities, data of the situation of violence and the response of the family and institutional environment were obtained. The most important findings show that adolescents perceive the family environment as the most dangerous, that the school intervention against violence is not enough, and that complaints usually do not prosper. However, the parents are considered as the main intervention agents and when a case is opened due to violence, it is the Ombudsman who acts in a more outstanding way. Among the causes found, deficient or poor interpersonal communication predominates, with low self-esteem being the main consequence. Fathers and stepfathers are usually perceived as the most violent. Likewise, most young people think that we are all affected when there is violence, although women are more vulnerable than men.

Key words: Perception, child violence, protective environment, protection system.

RESUMEN

Esta contribución tiene como objetivo describir la percepción de adolescentes sobre la situación de la violencia contra NNA (niños, niñas y adolescentes) en Bolivia. Mediante encuestas y grupos focales en 20 municipios urbanos y rurales, se obtuvieron datos sobre la situación de violencia y la respuesta del entorno familiar e institucional. Los hallazgos más importantes muestran que los adolescentes perciben el entorno familiar como el más peligroso, que en la escuela la intervención contra la violencia no es suficiente y que las denuncias usualmente no prosperan. Sin embargo, los progenitores son considerados como los principales agentes de intervención y que cuando se abre un caso por violencia, son las Defensorías quienes actúan de manera más sobresaliente. Entre las causas encontradas, predominan la deficiente o escasa comunicación interpersonal, siendo la baja autoestima la principal consecuencia. Los padres y los padrastros usualmente son percibidos como los más violentos. Asimismo, la mayoría  de los jóvenes piensa que todos somos afectados cuando existe violencia, aunque las mujeres son más vulnerables que los varones.

Palabras clave: Percepción, violencia infantil, entorno protector, sistema de protección.


RESUMO

Esta contribuição tem como objetivo descrever a percepção dos adolescentes sobre a situação de violência contra crianças e adolescentes na Bolívia. Os datos foram obtidos por meio de pesquisas e grupos focais sobre a situação de violência e a resposta do ambiente familiar e meio institucional em 20 municípios urbanos e rurais. Os resultados mais importantes mostram que os adolescentes percebem o ambiente familiar como o mais perigoso, que a intervenção contra a violência na escola não é suficiente e que as queixas ou denúnciasgeralmente não prosperam. Porém, os pais são considerados os principais agentes de intervenção e, quando um caso é aberto por violência, são as Defensorias que atuam com maior destaque. Entre as causas encontradas, predomina a comunicação interpessoal deficiente ou escassa, sendo a baixa auto-estima a principal consequência. Pais e padrastos são geralmente percebidos como os mais violentos. Da mesma forma, a maioria dos jovens pensa que todos somos afetados quando há violência, embora as mulheres sejam mais vulneráveis que os homens.

Palavras chaves: Percepção, violência infantil, ambiente protetor, sistema de proteção.


 

 

INTRODUCCIÓN.

Indagar sobre violencia no es una tarea fácil para la investigación, sobre todo por el hecho de que está asociada con diversos fenómenos, además complejidad socio cultural de los múltiples contextos en los que se manifiesta (Santos, Aléssio y Silva, 2009). En todo caso,  se tiene consenso de que existen poblaciones más vulnerables que otras respecto a la violencia. Prueba de ello es la preocupación en los países de la región y en Bolivia en particular, por la violencia ejercida contra niños, niñas y adolescentes (NNA), que ha generado un número importante de investigaciones que describen el grado, la prevalencia e incidencia de este fenómeno (Briceño-León, 2002; Pinheiro, 2006; UNICEF, 2008) .

Bolivia, como país firmante de la Convención de Derechos del Niño (CDN) ratifica el derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir sin violencia y plasma este derecho en la ley promulgada en la gestión del 2014, que orienta los planes nacionales, departamentales y municipales para la prevención e intervención de la violencia.

Si bien es cierto que en la CDN ni en las leyes nacionales que se desprenden de ella no se  realiza distinción respecto al ejercicio de violencia entre niños y adolescentes, varias investigaciones que han evaluado la calidad de la respuesta brindada alrededor del mundo,  han demostrado que la respuesta varía en calidad y contundencia cuando se trata de unos o de otros.

La investigación sobre la violencia hacia la niñez y adolescencia se aborda en muchos casos como un fenómeno similar, aunque la diferencia generacional entre estas etapas establece un corte respecto a cómo la violencia es percibida, ejercida y sufrida; puesto que los adolescentes son a la vez víctimas y perpetradores (Carlos y Ferriani, 2016; Cava, Buelga, Musitu y Murgui, 2010; Resnick, et.al., 2010; Santos, et.al, 2009).  Este doble estatus ha conducido a que investigaciones que vinculan esta etapa de desarrollo con la violencia, presenten hallazgos sobre la manera en la que ser víctimas de violencia o estar expuestos a ella pueda predecir a su vez la probabilidad de perpetrarla, incrementando su probabilidad en un 33% (Fowler et.al, 2009; Malik, Sorennson y Aneshensel, 1997).

Asimismo, se han encontrado diferencias en la forma en que las escuelas y las familias responden ante la violencia cuando son adolescentes varones los que la sufren. Existe una normalización de los fenómenos violentos cuando se trata del sexo masculino, como si fuera un requisito para fortalecer su carácter. En cambio, la respuesta cuando la agresión se reporta en las mujeres es de mayor compasión, siempre y cuando no se trate de agresiones sexuales, en donde las mujeres pueden ser responsabilizadas parcialmente a pesar de ser víctimas de ello.

Finalmente, ser víctimas de violencia durante la adolescencia incrementa la probabilidad de la utilización de servicios sociales. Sin embargo, cuando se enfrentan a las instituciones del sistema de protección, las investigaciones han demostrado que existe una tendencia de respuesta de los funcionarios a culparlos por la violencia ejercida por sus padres u otros adultos, debido a estar atravesando por una “edad o etapa problemática”. Debido a ello, los adolescentes crecen con la percepción de que los servicios de protección social realmente emiten juicios de valor y poca o ninguna protección (Grogan-Kaylor y Graham-Bermann, 2018).  Es además una iniciativa que En este sentido, la investigación pretende dotar de voz a un grupo normalmente mimetizado, siguiendo la recomendación de la Ley de Juventudes Boliviana que impulsa a garantizar la ‘activa participación de las jóvenes y los jóvenes en el desarrollo productivo, político, social, económico y cultural’ para la formulación de planes y políticas relacionados con problemáticas que les conciernen y tiene como objetivo conocer las percepciones y preocupaciones centrales de adolescentes varones y mujeres del área urbana y rural sobre la violencia infantil y la violencia sexual en Bolivia.

Método. La investigación se basa en una metodología mixta, con una predominancia del método cuantitativo y soporte de datos cualitativos. La información fue obtenida mediante encuestas autoaplicadas a 635 adolescentes, 52,1% mujeres y 47,9% varones; todos ellos entre los 12 y 19 años de edad (M=15.95; DS= 1.669) de 10 municipios capitales 7 municipios intermedios y 3 municipios rurales; y 24 grupos focales, a nivel nacional.

Encuesta de percepciones. El levantamiento de información cuantitativa se realizó en 20 municipios de los nueve departamentos del país, donde figuran las nueve ciudades capitales siete ciudades intermedias  y tres municipios rurales. La técnica empleada para el recojo de datos cuantitativos fue la encuesta por muestreo, a través de un cuestionario auto-aplicado de 50 preguntas cerradas tanto uni opcionales y de opción múltiple, así como preguntas filtro y preguntas de ponderación (Corbetta, 2007).

Grupos focales. Se realizaron 24 grupos focales en unidades educativas, a nivel nacional; de los cuales, 16 se ejecutaron en ciudades capitales (8 grupos con mujeres y 8 con varones) y 4 en ciudades intermedias (2 grupos con mujeres y 2 con varones). En todos los casos, el grupo contaba con al menos 8 participantes, todos ellos con edades de entre 12 a 18 años. La participación de los adolescentes en los grupos focales fue definida por designación directa de los profesores o directores de escuela y/o por los propios adolescentes que de manera voluntaria manifestaron su interés de participar.

Los datos cualitativos se recogieron a través de la técnica de grupos focales o llamada también entrevistas grupales, que hacen parte de una herramienta denominada ADAPT (Analysis Design And Planification Tool), elaborada por Visión Mundial. La herramienta consiste en una batería de dinámicas que posibilitan la reflexión y profundización de la temática a tratar. En este caso se exploró sobre la percepción adolescente de la violencia a NNA a partir de las dinámicas “mapa parlante” y “árbol de problemas”, propias del ADAPT (mayor información consultar: https://www.wvi.org/es/bolivia).

  Categorías de análisis. El estudio de percepción de violencia a NNA en adolescentes, se basó en cuatro categorías de análisis: la primera distingue los tipos de violencia, la segunda delimita los ámbitos sociales en los que se manifiesta la violencia, la tercera corresponde al ejercicio de la violencia, y la cuarta se centra en las respuestas y las reacciones ante la violencia.

Procedimiento. La fase de levantamiento de datos cuantitativos y cualitativos se realizó en los meses de octubre y noviembre del 2017, la fase de análisis se llevó a cabo en los meses de noviembre y diciembre de 2017.

Para el procesamiento de datos cuantitativos se empleó el programa estadístico informático SPSS (por sus siglas en inglés), generando tablas de frecuencias simples y cruce de variables, con sus respectivas gráficas, estos datos fueron analizados e interpretados a la luz de las referencias teóricas consultadas. Para el análisis de la información cualitativa se vaciaron los datos en una matriz de sistematización, de acuerdo a las categorías de análisis.

Todas las personas que formaron parte del estudio participaron de manera voluntaria, con el previo consentimiento explícito, una vez que se les aclaró la naturaleza y el propósito del estudio antes de la aplicación de los instrumentos. Adicionalmente, se obtuvo un consentimiento firmado por parte del personal directivo de las unidades educativas en las que se aplicaron tanto la encuesta como los grupos focales.

Resultados. Se indagó sobre los sujetos directamente involucrados en la violencia a niños, niñas y adolescentes (los que ejercen violencia y los que son víctimas de ella), así como sobre los comportamientos violentos, la frecuencia, los lugares, las causas y las consecuencias asociados a situaciones de violencia.  A continuación se presentan los principales hallazgos de este estudio.

 Reconocimiento de violencia. Se solicitó a los participantes identificar algunas acciones que podrían o no ser concebidas como violentas, dentro de los cuatro tipos de violencia considerados en este estudios (física, psicológica, negligencia y sexual ). La mayoría logra identificar la violencia física (83%) y la psicológica (82,8), lo que no ocurre cuando se trata de la violencia por negligencia, que es reconocida como tal por tan solo un 41,4% de adolescentes. Al diferenciar la respuesta por sexo las adolescentes mujeres son capaces de percibir mayor violencia que los hombres,  independientemente del tipo de violencia al que se haga referencia. La información cualitativa corrobora estos datos, en la discusión grupal se advierte lo intrincado de la violencia a NNA, que se manifiesta de manera directa o indirecta, que es ejercida por adultos y por pares, que con una sola acción puede expresar distintos tipos de violencia, ya sea de forma explícita o encubierta. Al hacer el análisis diferenciado por rango etario no se encontró una diferencia significativa entre el grupo de 12 a 15 años y el de 16 a 19 años.

Localización de la violencia. El fenómeno de la violencia es un proceso social que no solo comprende diferentes formas de agresión, sino que también se presenta en diferentes contextos. El 45% los participantes señalaron que el principal lugar donde los NNA sufren violencia es en el hogar, seguido con el 30,4% por la escuela y con el 24,6% por el barrio. Lugares que, sin importar la edad mantienen su orden, enfatizando siempre en primer lugar el hogar como un contexto violento. Si realizamos un acercamiento al análisis de los lugares que son percibidos como más peligrosos o donde los adolescentes creen que son más vulnerables a sufrir violencia, los datos reflejan una diferencia importante entre los hombres y mujeres al momento de localizar la zona de peligro. La mayoría de las mujeres considera que el lugar de mayor riesgo es el hogar (54,6%), seguido de la escuela (26,4%) y del barrio (19,0%). Mientras que los varones casi perciben cualquiera de las localizaciones es igual de riesgosa, con una distribución entre el 30% y el 34,7% para cualquier tipo de violencia. Sobre estos lugares públicos los adolescentes identifican una serie de condicionantes que hacen que dichos espacios sean más o menos violentos; por ejemplo la obscuridad o falta de luminaria, la escasa presencia de gente y/o la presencia de demasiada gente (multitudes concentradas en un mismo sitio), la habitual presencia de ‘pandillas’ o la presencia de personas consumiendo alcohol u otras sustancias, lo convierte a ese lugar per se en un sitio ‘peligroso’ y propenso a ser escenario de violencia. Condiciones favorables que revierten la percepción de lugar peligroso tiene que ver con la presencia de policías o personal de seguridad, de cámaras, o de con el tráfico habitual de personas, tiendas o negocios abiertos al públicos, entre otros. La indagación sobre los lugares donde se ejerce violencia contra NNA asocia esta problemática a la de seguridad ciudadana, toda vez que existen factores propios de la inseguridad que se vive en estos contextos urbanos que incrementan el riesgo de violencia y la experiencia de mayor vulnerabilidad, temor, desconfianza, entre sus habitantes.

Violencia en la familia. Los participantes señalaron que los tipos de violencia que se presentan con mayor frecuencia en la familia a NNA son la violencia psicológica (48,5%), seguida de la violencia física (43%) y la violencia por negligencia (37,9%). En una mirada detallada por sexo, las mujeres localizan la violencia física (50,2%) en primer lugar, seguida de la violencia por negligencia (43,3%) y la violencia psicológica (41,1%), mientras que los varones perciben mayor frecuencia de violencia psicológica (55,5%) antes que violencia física (35,5%) y que la negligencia (30,1%), al interior de la familia.

Violencia en la escuela. Cuando la pregunta se enfoca en el ámbito escolar, la percepción cambia, pues se considera que la percepción de la violencia de maestros a estudiantes es mucho menos frecuente que en el hogar. Tanto mujeres (38,7%) como varones (32,9%) creen que en la escuela la violencia por negligencia es más recurrente. A pesar de que el objeto de la encuesta de percepción de violencia no preguntaba sobre la violencia de pares específicamente, en los grupos focales el bullying ha sido recurrentemente mencionado, lo que evidencia que ésta es una de las preocupaciones centrales en adolescentes respecto a la problemática de la violencia contra NNA. Aparentemente, al tono de piel, la contextura física y la forma de vestir, son razones por las cuales un adolescente es vulnerable a convertirse en un ser socialmente estigmatizado en el ámbito escolar. Así mismo, otros aspectos que tienen que ver con las relaciones de poder entre jóvenes de cursos más avanzados y adolescentes de cursos menores, son un marcador para que el bullying ocurra en la escuela. Estos sujetos denominados ‘abusivos’ por los adolescentes, son un tipo de actor violento dentro del sistema escolar y estarían jugando el rol de estigmatizadores.

Actores violentos en el entorno protector del NNA. Los adolescentes consideran que quien ejerce mayor violencia  contra niños/as y adolescentes es el padre, (34,2%) o el padrastro (21,0%). Seguidos muy por debajo por desconocidos (11.6%), la madre 10,3% y otros familiares (10,1%). Otros actores como los abuelos, la madrastra  o los maestros obtuvieron porcentajes que apenas sobrepasan el 5%. En una comparativa entre hombres y mujeres se encuentra leves diferencias estadísticas en su respuesta. Para ambos sigue siendo la figura masculina (padre y padrastro) la persona que ejerce mayor violencia contra NNA, aunque para las mujeres (30,8%) el padre presenta un porcentaje mayor que para los hombres (29,9%), mientras que el padrastro tienen un porcentaje superior en los varones (18,9%) que en las mujeres (18,6%). En cambio, cuando se trata de la figura femenina, tanto la madre como la madrastra aparecen con porcentajes más altos en las mujeres que en los hombres, siendo en ambos casos la madre identificada como alguien que ejerce mayor violencia que la madrastra. Finalmente, los hombres perciben más que las mujeres a ‘otros familiares’, a ‘nadie’ y a ‘maestros’ como los agresores; pero, en el caso de ‘desconocidos’ el porcentaje es bastante similar en ambos sexos.

Causas de la violencia contra NNA. Para los adolescentes los problemas de comunicación, ya sea entre padres e hijos (86,9%) o entre los mismos adultos (81,4%), son la principal causa de violencia en el hogar. A esto le sigue la dificultad de los padres al no saber tratar a sus hijos (76,6%) y los niveles de estrés en los cuidadores (71,3%). Sin embargo, al diferenciar entre varones y mujeres los primeros consideran que en efecto la falta de comunicación es el problema principal (48,3%) que origina la violencia, mientras que para las mujeres hay violencia a NNA porque los adultos creen que es la mejor manera de educar a los hijos (56,9%). Al igual que en el hogar, la causa de la violencia en la escuela es atribuida a los problemas de comunicación (70,0%), seguido de la percepción de que los maestros no saben cómo tratar a los niños ni adolescentes (66,3%) y de los altos niveles de estrés en los maestros (65,2%).

Si diferenciamos entre los adolescentes varones y mujeres, los datos muestran que los primeros consideran que la violencia en la escuela se origina porque los adultos creen que es el mejor medio de educación (48,5%) y por el alto contenido de violencia en los medios de comunicación (45,4%). Para las mujeres, las principales causas radican en la dificultad de los maestros al no saber cómo tratar a los NNA`s y los altos niveles de estrés con los que viven los maestros; ambas alternativas seleccionadas por el 55,5% de la población femenina.

Como mencionamos anteriormente, la falta de comunicación ha sido señalada como el principal motivo de conflicto tanto en el hogar como en la escuela. Este dato obliga a reflexionar sobre la importancia de este factor en el contexto del desarrollo de los adolescentes. La falta de comunicación entre los jóvenes y los adultos provoca que los jóvenes se alejen de la familia buscando la atención en las amistades. La percepción de los adolescentes de no contar con un adulto que lo guíe, lo proteja o ponga límites, es considerado como un factor de riesgo para el consumo de sustancias, embarazos no deseados, y otras conductas de riesgo (Ibabe, 2015).

En los grupos focales también se manifestaron motivos muy similares cuando se preguntó sobre el porqué de la violencia a niñas, niños y adolescentes. En cuanto a la noción de ‘no saber cómo tratar a NNA’ hubo apreciaciones de diferente índole. Muchas de ellas hicieron alusión al uso de la violencia física como método correctivo, otros hablaron de la poca expresión de afecto y las dificultades en la gestión de las emociones de los adultos. También se mencionó la falta de valores y de educación, como situaciones que contribuyen a que se ejerza violencia hacia niñas, niños y adolescentes. Como se puede evidenciar, las referencias causales comprenden tanto a la violencia física como a la psicológica y a la negligencia. Como ejemplo de ello, extraemos las reflexiones de las adolescentes mujeres del grupo focal realizado en Santa Cruz: “Hay veces que el  error es de los padres y no son capaces de reconocerlos y terminan achacando al hijo, sin reconocer su error’. ‘A veces se pega a los hijos porque los papás llegan frustrados, por el trabajo o por el dinero’ (Grupo focal de adolescentes mujeres, 18 de octubre de 2017, Santa Cruz).

El estrés como motivo que desencadena hechos de violencia también fue referido explícitamente en los grupos focales, aunque en este caso se tiene muy en cuenta que existen eventos externos que influyen en el ejercicio de la violencia. Así lo expresa una adolecente del grupo focal realizado en la ciudad de La Paz:

‘los papás tienen cosas que hacer, digamos que una mamá que es sólo ama de casa y el papá trabajando…entonces se estresan y cuando los hijos llegan y por alguna razón han hecho algo malo o simplemente se les sale el mal humor, ellas explotan pero no es porque no nos quieran, ni que no nos aguanten, sino que están agotadas y están demasiado estresadas cómo para eso, y viene esta emoción fuerte y explotan…’ (Grupo focal de adolescentes mujeres, 9 de noviembre de 2017, La Paz).

Ahora bien, resulta interesante escuchar otras voces de adolescentes que problematizan y enriquecen aún más la percepción sobre la violencia, vista en términos causales, como resultado de un proceso circular de reproducción de la violencia. En el grupo de discusión de adolescentes mujeres realizado en la ciudad de Tarija, se expresó la siguiente idea:

‘los niños, digamos, no nacen con una moralidad, digamos, no saben todavía ni lo que es bueno ni lo que es malo; entonces, puede ser que sí que si crecen en un ambiente así [violento] son más propensos a volverse así, porque eso es lo que aprenden … todo se aprenden. Cuando naces, digamos, un ser que todavía no tiene una forma de pensar ni nada y se va construyendo tu mentalidad debido a lo que vayas viviendo y viendo y a tus experiencias o sea que si tienes experiencias de ese tipo sos más propenso a convertirte o a… a volverte en ese sentido…’ (Grupo focal adolescentes mujeres, 13 de octubre de 2017, Tarija)

Con esta frase se evidencia la noción que tienen los/as adolescentes sobre la violencia como un patrón de relacionamiento que ha sido aprendido a partir del contexto y de las experiencias vividas, así como la propensión a las víctimas de violencia (ya sea directa o indirecta, como testigo de violencia cotidiana en el hogar) a convertirse en un sujeto violento.

Consecuencias de la violencia. Las principales consecuencias de la violencia contra NNA son la baja autoestima (33,9%) y el miedo (27,3%). Después está el bajo rendimiento escolar (16,4%) y la conducta introvertida (10,5%). La agresión a otros (6,5%) y autoagresiones 3,2%. La ausencia escolar es percibida como consecuencia de violencia por apenas un 2,1% de adolescentes. En los grupos focales también se identificó este tipo de consecuencias, señalando con mucha frecuencia aspectos de orden psicológico y emocional (miedo, trauma, baja autoestima, retraimiento, depresión, aislamiento, mal humor, desconfianza, etc.), pero también se ha referido los embarazos no deseados o la actitud violenta como una consecuencia de haber sido violentado y por último se mencionó explícitamente que la muerte (ya sea por asesinato o por suicidio) también es una consecuencia de la violencia ejercida a niños, niñas y adolescentes. La percepción de adolescentes sobre las consecuencias que sufren por la violencia que ejercen sobre ellos y sobre los niños/as, refleja en cierto modo lo que se ha desarrollado en términos teóricos respecto al estigma. Las consecuencias psicosociales de la estigmatización pueden ser la vergüenza, el retraimiento social defensivo y la auto-denigración. Los adolescentes estigmatizados desarrollan rasgos de inseguridad, autoestima baja y deterioro en su identidad social; es decir, en la forma en cómo un adolescente se auto-concibe como miembro de los grupos sociales a los que pertenece o trata de pertenecer.

La gravedad de estas consecuencias reside en que la identidad del adolescente se define en gran medida a partir de las expectativas que otras personas tienen respecto a éste. Estas expectativas, a su vez, contribuyen a la construcción de una auto-imagen que, en el caso de los estigmatizados, se va contaminando con fuertes rasgos de inferioridad y que resulta en un proceso de marginación. (Goffman, 2006).

Varios estudios sobre violencia presentan especial atención a la importancia de que el sujeto pueda expresar sus sentimientos, tanto el sujeto que es víctima de violencia, como el sujeto que la ejerce. De hecho, tal como se dijo más arriba, se considera en gran medida que uno de los factores que influye en el desarrollo de conductas violentas es el haber sido anteriormente víctima de violencia.  Suárez  (2006) afirma que si se le obliga a un niño a ocultar sus sentimientos, su rabia, su dolor y se le prohíbe enojarse “más adelante esos sentimientos pueden generar acciones destructivas contra sí mismo, como adicciones, prostitución, desórdenes psíquicos e incluso suicidio.” (137).

Principales víctimas de violencia contra NNA. Al explorar la percepción de quiénes son los principales afectados por la violencia contra niños y adolescentes, 57,7% indicó que todos sufren las consecuencias de la violencia. Ahora, la distribución de respuestas en función de las personas específicas que resultan ser más afectadas, muestra claramente un corte de género en la tendencia de respuesta (Figura 8), en el que las mujeres, ya sean niñas (19,4%) o adolescentes (10,2%), ocupan el primer lugar. Los niños varones recién aparecen en el tercer lugar de la escala (4,5%), mientras que los jóvenes varones se encuentran en el último lugar (1,5%). Una mirada a la opinión según el sexo, corrobora lo que literatura anterior ya se había mencionado, tanto varones como mujeres perciben que las mujeres son las más afectas (Quadros, Kirchner, Hildebrandt, y Sarzi, 2016). Sin embargo, la proporción de hombres que sugiere esto, es significativamente mayor que la de las mujeres.

Manifestaciones de la violencia. La indagación sobre la percepción de manifestaciones de violencia contra NNA se basó en preguntas como: los padres, cuidadores o maestros tienen derecho a castigar físicamente a sus hijos (golpear, pegar, etc.); a gritar o amenazar; si deben hacerse cargo de alimentar y cuidar a NNA, o si tienen el deber de darles cariño. Si bien anteriormente se dijo que la mayoría de adolescentes reconoce el castigo físico como violencia, ahora, al responder sobre el derecho de los padres a castigar físicamente a sus hijos, 11,7% de ellos afirmó estar de acuerdo y más del 26,7% no se alojó en una ninguna postura. Aunque la tolerancia es menor, de igual manera sucede al consultar sobre el ejercicio de la violencia psicológica y de la violencia por negligencia, sobre las que alrededor del 20% de los adolescentes no están a favor ni en contra o consideran que son alternativas aceptables en el ejercicio de la crianza de los hijos. En la información cualitativa se manifestaron posiciones que complementan y complejizan estos datos, expresando un efecto de acostumbramiento e internalización de los patrones de relacionamiento violento, que termina normalizando la violencia; lo que, al mismo tiempo, da cuenta de una clara percepción en adolescentes del círculo de la violencia, en el que la causa y la consecuencia de la violencia es más violencia.

Percepción de la respuesta ante la violencia contra NNA. La indagación sobre la percepción de las reacciones y repuestas ante situaciones de violencia a NNA, ayuda a comprender los modos de encarar situaciones violentas por parte de la familia, la escuela y la comunidad, así como de la población sobre la cual se ejerce esta violencia. De igual modo, a través de esta categoría de análisis se obtiene información sobre su percepción de la respuesta institucional, tanto en lo que respecta a la atención, intervención y prevención de la violencia, como a ser o no un referente de confianza a quien los niños acuden en caso de necesidad.

Reacciones ante la violencia a NNA. Cuando se pregunta sobre lo que creen que hacen los niños, las niñas y los/as adolescentes ante hechos de violencia, la respuesta mayoritaria de los adolescentes es que ‘no se meten’, lo ignoran. Con un 63,1% esta percepción supera ampliamente a la que considera que la reacción de NNA es denunciar el hecho de violencia (19,5%) o dialogar con los involucrados en la situación violenta (17,4%). Ahora, cuando la pregunta se refiere a la reacción de los otros actores del entorno protector, resaltan las reacciones dialogales y de denuncia. Los adolescentes perciben que frente a hechos de violencia a NNA, tanto la familia (49,1%) como la comunidad (41,9%) lo que hacen principalmente es denunciar el hecho en una instancia protectora, mientras que la escuela (49,8%) intenta dialogar primero con las personas involucradas en el hecho de violencia, la víctima y/o el agresor. No obstante, para un porcentaje importante de adolescentes (38,7%) de estos tres actores los más indiferentes ante la violencia son los miembros del barrio o de la comunidad.

La información cualitativa obtenida a través de los grupos focales ofrece datos interesantes que complementan y complejizan estos resultados. Entre los participaron hubo voces que reconocieron una reacción proactiva por parte de la familia, en tanto ésta asume su responsabilidad legal de denunciar la violencia. Para otros, la reacción familiar va en desmedro de los hijos/as, pues pone en duda su palabra y hasta reacciona hostilmente hacia ellos/as. También hubo manifestaciones que refieren reacciones violentas de la familia ante hechos de violencia. Es así que en las discusiones grupales se evidenciaron percepciones de extremos opuestos vinculadas a las reacciones familiares: por un lado, están los que perciben reacciones pasivas, de negación y/o de encubrimiento, que intentan preservar la imagen de estabilidad del sistema familiar; y, por otro lado, está la percepción de reacciones que más bien generan desintegración familiar.

Respecto a los miembros de la comunidad educativa, la percepción de una reacción proactiva de diálogo y/o de denuncia ante situaciones de violencia a NNA, también encuentra resonancias y disonancias en las discusiones de los grupos focales. Para muchos, la escuela interviene cuando conoce de hechos violentos, pero para otros es evidente que su reacción no es la adecuado o no es eficaz y más bien perciben, al igual que en el ámbito familiar, una tendencia autoprotectora y de preservación del statu quo. Con esta información se puede apreciar que las situaciones de violencia a NNA compromete de tal modo al contexto en el que se suscitan los hechos, que en muchos casos los sujetos comprometidos en ese contexto desarrollan mecanismos poco efectivos para atacar la violencia, por evitar la sanción y/o el estigma social. La percepción sobre la reacción indiferente ante situaciones violentas también se ha manifestado explícitamente en los grupos focales, frases como ésta así lo muestran: ‘Muchas veces no se meten, ni tus amigos, ni profesores, ni la gente que pasa por ahí te ayudan, prefieren ignorarlo y no hacer nada.’ (Grupo focal de adolescentes hombres, 13 de octubre de 2017, Potosí)

La comparación entre estos cuatro actores que componen el entorno protector de los niños/as y adolescentes, permite deducir que los espacios constituidos formalmente como instituciones de socialización -vale decir la institución de la familia y la de la escuela-, presentan mejores condiciones para evitar la indiferencia ante hechos de violencia. Estas condiciones se desprenden de su naturaleza de microsistemas, que cuentan con reglas de funcionamiento más definidas, además de una identidad propia y una constante interacción e interdependencia de sus miembros, lo que fortalece el sentido de pertenencia y genera una identificación mayor haciendo que la indiferencia ante lo que le sucede al otro sea menos factible.

En contrapartida, el espacio del barrio o la comunidad presenta límites más difusos, no solamente físicos sino también relacionales, y sus niveles de conectividad entre unos y otros miembros son también menores, lo que hace que el involucramiento en lo que atañe al otro o en lo que sucede en el entorno no siempre sea previsible. De ahí que, al comparar la percepción adolescente sobre las reacciones individuales y sociales ante la violencia a NNA, se evidencia una diferencia notable cuando la persona reacciona como sujeto individual dentro del barrio/comunidad, con una tendencia mayor a la indiferencia, que cuando reacciona como parte de una entidad con la que se identifica de manera directa -como son la familia y la escuela- que condiciona una reacción explícita, ya sea de acción u omisión. Dado que los vínculos de pertenencia al barrio o la comunidad son más débiles y, por tanto, el sentido de corresponsabilidad es menor, y que los mecanismos de control y coerción son más difusos que en espacios cerrados, como la casa y la escuela, la tendencia mayor de los miembros del barrio a ‘no meterse’ ante hechos de violencia refleja una actuación de pasividad y actividad que se corresponde con la noción dicotómica de lo público y lo privado. Pero, al mismo tiempo, la reacción pasiva ante la violencia es un reflejo del contexto socio-histórico de la época, en el que prevalece un sentido individualista, de desconfianza y temor ante la alteridad.

Respecto a la especificidad de la reacción del propio sujeto sobre el cual se ejerce violencia, resulta preocupante el alto índice de adolescentes que afirman que los niños/as y adolescentes optan por no meterse y más bien ignorar la situación violenta. Esto es motivo de preocupación porque a través de la indiferencia se da lugar a la continuación y perpetuación de la violencia; pero, además, este dato debería llamar la atención sobre una construcción intersubjetiva particular de este grupo poblacional, respecto a su vulnerabilidad social. Esta pasividad da cuenta de que estos sujetos de derecho aún no se asumen plenamente como actores activos en la protección ante la violencia, por la dependencia e inferioridad en la que se viven frente a  los adultos; fruto de una lógica proteccionista del adulto sobre el niño, que no solamente invalida la actuación del “menor” sino que, al estar regida por la necesidad de controlar y regular a la niñez, el cumplimiento de sus derechos queda a merced de la buena voluntad del adulto, manteniéndose así la supremacía de éste sobre el infante.  Por otra parte, es necesario reparar en el hecho de que la opción de ‘no meterse’ e ignorar la violencia a NNA, también advierte sobre la existencia de factores de riesgo a la que se exponen los niños/as y adolescentes en caso de tomar acciones frente a situaciones violentas. Impedimentos para hacer denuncias.  En esta misma indagación se obtuvo datos sobre los factores que dificultan o impiden que los niños/as y adolescentes se enfrenten de un modo activo a situaciones de violencia que viven ellos mismos o sus pares. Los adolescentes encuestados consideran que el miedo (42,7%) es uno de los principales impedimentos para que la gente denuncie hechos de violencia, seguido de falta de conocimiento (28%).

En la comparación según el sexo, llama la atención que los aspectos de orden emocional y subjetivo como son el miedo y la vergüenza son valorados con porcentajes más altos por los varones (46,3% y 17,5% respectivamente) que por las mujeres (39% y 15,6%); aunque en las mujeres es mayor la percepción de desconfianza (11,7%) como impedimento para denunciar, al igual que los aspectos externos asociados a la falta de información e inaccesibilidad al sistema de protección (3,9%), a los que atribuye un valor más alto que los varones (26,3% y 1,3% respectivamente). En los grupos focales también se esgrimieron argumentos sobre las dificultades con las que ellos mismos se enfrentan al momento de avisar o denunciar que están siendo víctimas de violencia. Estas dificultades se dan en muchos casos, tal como lo refieren, por problemas de comunicación con sus padres/madres o con sus maestros/as; referencia valorada por la mayoría de los adolescentes como una de las principales causas de violencia.  ‘A mí, por ejemplo, me da miedo ir a decirle al director que están molestando a un chiquito, tal vez ni caso me hace.’ (…) ‘Los adolescentes no cuentan nada a los papás lo que les pasa, tienen miedo que no les crean. A veces los papás se enojan.’ (Grupo focal de adolescentes mujeres, 9 de octubre de 2017, Sucre). Estas frases resultan ilustrativas de la relación de poder desequilibrada que está por detrás del problema de comunicación con el adulto, las adolescentes dudan que su palabra tenga la suficiente legitimidad y credibilidad como para ser tomada en cuenta por los adultos, situación a la que temen y por lo que prefieren guardar silencio.

Otro impedimento con el que se enfrentan es la prohibición del agresor o del entorno de éste - en algunos casos incluso la prohibición del entorno de la víctima- de no revelar la situación de violencia, bajo algún tipo de amenaza.  Estas prohibiciones o amenazas no necesariamente se dan de manera explícita, de hecho, por lo general esto ‘se dice’ de un modo muy sutil o –como suele ocurrir con las amenazas en situaciones de violencia– se ‘hace saber’ a la víctima o a su entorno, a modo de advertencia, lo que le puede ocurrir si es que delata el hecho violento. El relato de los adolescentes varones del grupo focal de Trinidad, expuesto más arriba, que revela la reacción violenta de los familiares matando al agresor o haciéndolo violar si hubiese sido un caso de violencia sexual, da cuenta de otro factor violento al que tienen que enfrentarse y que muchas veces termina siendo un inhibidor de una reacción proactiva ante la violencia a NNA.  Es así que, para evitar la subsecuente violencia que se vive con la denuncia, cuyas secuelas pueden ser traumáticas, la opción previsible es no denunciar.  La referencia sobre la violencia que acarrea la denuncia, remite también al descreimiento y deslegitimación que se tiene sobre el sistema judicial como ente responsable de atender y resolver estos casos, así como de garantizar la restitución de derechos. De ahí que, ante la falta de confianza y credibilidad en la justicia institucional, el entorno de la víctima asume la justicia “por sus propias manos” sin medir las consecuencias que esto conlleva para la víctima; tal como se manifiesta en el relato del grupo focal de adolescentes mencionado.

Principales actores a los que se acude y que intervienen ante la violencia. La indagación sobre las reacciones ante situaciones violentas se amplía focalizando su atención en los agentes de intervención, ya sea porque las víctimas acuden a ellos o porque estos actúan de oficio para atender casos de violencia. De acuerdo a la percepción de los encuestados, los niños, las niñas y los/as adolescentes que sufren algún tipo de violencia acuden principalmente a personas cercanas a ellos/as antes que a una instancia externa dedicada a la atención de estos casos. Indiferentemente la edad y el sexo de los adolescentes, para ellos/as los padres o cuidadores (38,8%) y los amigos/as (31,5%) son a los que principalmente se acude cuando se padece violencia, y entre las instituciones de protección destaca la Defensoría de la niñez y adolescencia (3,7%) frente a la policía (1,6%). No es menor el dato de la tercera valoración, en el que se considera que cuando están siendo víctimas de violencia las niñas/os y adolescentes no acuden a nadie (12,3%).

Desde una mirada comparativa por género se tiene que los hombres acuden más que las mujeres a sus progenitores y hermanos, mientras que las mujeres presentan un porcentaje superior al de los varones cuando la opción son los abuelos, los amigos, la defensoría y ninguno. Cuando la comparativa es por rango etario se evidencia que los menores de 15 años acuden más a sus hermanos que los adolescentes de mayor edad, mientras que estos últimos tienen a los amigos como su referente principal a quien acudir cuando sufren violencia. De igual manera, la policía y la defensoría es tomada en cuenta más por los menores que por los mayores. En cambio, la opción ‘ninguno’ tiene un porcentaje mayor en los adolescentes de 16 a 19 años.

Al cruzar estos datos con los de la percepción sobre la instancia que actúa principalmente frente a hechos de violencia, encontramos lo siguiente. Se consolida la prevalencia de los progenitores (61,5%) como el principal referente para NNA, tanto para acudir a ellos como en su reconocimiento de que son los que más intervienen cuando hay violencia.  Disminuye la referencialidad de los amigos/as y hermanos/as (3,8%)  y asciende considerablemente la de la Defensoría (21,2%) y, con muy poco, la de la policía (2,1%) cuando se trata de intervenir en el hecho. Aunque con un menor porcentaje, se mantiene en tercer lugar la percepción de nadie actúa frente a un hecho de violencia a NNA (5,1%). En ambos casos se evidencia que el agente educativo es a quien prácticamente no perciben como alguien que atienda su sufrimiento por violencia.

En síntesis, se percibe a los pares como un confidente importante a dónde acudir, sabiendo que éstos no serán quienes intervendrán directamente en el hecho de violencia; mientras que la defensoría de la niñez a pesar de ser reconocida como un agente de intervención no se constituye en un lugar a donde acudir directamente cuando se está sufriendo violencia. Algunos testimonios vertidos en los grupos focales ayudan a comprender mejor esta percepción disonante entre el principal receptor de la ‘denuncia’ y el interventor sobre la misma:

Vas donde tu amiga, pero también necesitas una segunda opinión, alguien que te diga algo más’ ¿Van a las defensorías? ‘no, porque da vergüencita … están contando tu caso y te preguntan ¡¿en serio!? ¿Qué más ha pasado? (risas) ‘Llevas tu caso y recién en una semana aparece, eso es lo malo de la burocracia’ (…) ¿Y, cómo creen que deberían funcionar? ’Un lugar donde haya adolecentes, porque un adolescente se siente en confianza con otro.’ ‘Los adolescentes, seamos realistas, no sabemos actuar en cargos muy importantes y si fueran hacia nosotros por un hecho de violencia, nosotros que somos nuevos en la vida, recién estamos aprendiendo, como que no sabríamos actuar, yo creo que se debería ir a personas que no son ni tan mayores ni tan jóvenes y que sepan actuar de inmediato.’ ‘Hacen un informe sobre el hecho de violencia, ese informe en vez de presentarlo rápido a la FELCV o algo, lo meten al traspapeleo le buscan que le falta algún sello.’ (Grupo focal adolescentes mujeres, 9 de noviembre de 2017, La Paz)

De esta viñeta se extrae una segunda tensión en la percepción adolescente, que tiene que ver con la confianza transmitida por el cariño y la cercanía, pero también por la eficacia en la respuesta. Evidentemente, la identificación con sus pares es lo que les genera confianza para hacerlos sus confidentes, pero al mismo tiempo y, por lo mismo, por reconocer sus propios límites, asumen la necesidad de un confidente capaz de responder de manera oportuna y eficiente al hecho de violencia. Si bien el ente especializado para ello debería ser la Defensoría de la niñez y adolescencia, identifican en esta sus limitaciones por estar inserta dentro de la burocracia institucional y por no contar con el personal idóneo, dentro de su imaginario, que empatice y les comprenda en su experiencia vital adolescente.  

Prevención de la violencia. Las acciones preventivas que los/as adolescentes consideran más importantes para enfrentar la violencia a NNA son: mejorar la comunicación interpersonal entre padres e hijos (66,5%) y con los adultos del entorno protector (55,3%); procurar condiciones para que los niños/as y adolescentes estén mejor informados sobre dónde acudir ante la vulneración de sus derechos (66,2%), cómo prevenir la violencia (64,4%) y conocer cuáles son sus derechos y sus obligaciones (61,5%). Las acciones vinculadas al ámbito escolar, la capacitación a maestros/as (50,2%) y el involucramiento de los padres en actividades escolares (47,9%), son percibidas en un menor grado de importancia cuando se trata de prevención.

La preponderancia del ámbito familiar sobre el escolar se corresponde con la percepción mayoritaria de que en la escuela, en comparación al hogar y a la calle, la violencia a NNA no es tan intensa. Los relatos y las enunciaciones vertidas en los grupos focales también permiten distinguir que la percepción sobre la situación de violencia y la manera de encararla no es equiparable entre la que sucede en las familias y en el espacio público. Por un lado, los mecanismos de control, regulación y coerción son mayores y más explícitos en la institución escolar, y, por otro, la existencia de dos subsistemas masivos y claramente definidos –el personal educativo y los estudiantes– posibilita un tipo de tratamiento de la violencia diferente al que se suscita en el ámbito familiar o en el espacio público. Además, en la comunidad educativa se cuenta con la intervención directa de agentes externos de supervisión y fiscalización, lo que no ocurre habitualmente en las familias. La escuela es un espacio que permite mayor movilidad social, es decir que se tiene mayores posibilidades de retirarse de este escenario, pero además la estrechez del vínculo no es tan intensa como la que se da en el sistema familiar. Por estos mismos motivos se puede explicar los bajísimos porcentajes otorgados a la comunidad educativa en tanto agente de intervención frente a la violencia, en tanto no es considerado un ente a donde se acude o que interviene en caso de violencia a NNA.

 

CONCLUSIONES.

El objetivo de la presente contribución fue generar conocimiento sobre la percepción  de adolescentes del área urbana y rural de Bolivia sobre la violencia, para conocer sus experiencias, preocupaciones y apreciaciones que orienten la generación de intervenciones más eficaces e iniciativas de abogacía específicas  para esta etapa de desarrollo. Las conclusiones se presentan de acuerdo a los principales hallazgos.

El hogar es percibido como el principal lugar donde ocurre la violencia contra NNA. La información obtenida sobre los lugares donde se ejerce mayor violencia a NNA da cuenta de que los adolescentes perciben que son violentados tanto en el ámbito público como en el privado. Sin embargo, el hogar es el principal señalado como peligroso. Las referencias remiten a un problema que no solamente está vinculado a los entornos de protección (la familia, la escuela, la comunidad) sino también a la seguridad ciudadana. Los datos recogidos muestran claramente que los adolescentes no se sienten seguros en su barrio o comunidad. Luego, en los municipios en los que el barrio hubiera sido identificado como el lugar de mayor riesgo de sufrir violencia, existe una asociación con el tipo de violencia que más se percibe en el hogar, que es el trato negligente. Esto permite una interesante relación entre el abandono percibido en el hogar y una mayor exposición a sufrir violencia en la comunidad.

Los adolescentes perciben una débil intervención de los maestros en casos de violencia. Según su percepción en la escuela existe mayor violencia de tipo negligente y psicológico que por uso de la fuerza física. La reacción ante la violencia es más dialogada, pero, aunque a veces se denuncia, la percepción común es que la escuela intenta primero resolverlo todo internamente. La comunidad educativa no es percibida como alguien a quien acudir, porque tampoco se encuentra en éste una intervención directa y efectiva sobre situaciones de violencia.

La percepción de la violencia es diferente entre varones y mujeres. El tipo de violencia asociado al uso de la fuerza, vale decir la violencia física y la sexual, es más perceptible para las mujeres que los varones, quienes perciben mayor violencia en las acciones u omisiones de tipo psicológico y negligente. Esto puede deberse a una naturalización de la violencia, en la que intervienen los mandatos sociales de género. Es decir, el imaginario social de que lo físico, lo material y lo tangible se corresponde con lo masculino, mientras que lo relacional, lo emocional, lo discursivo e intangible va más ligado a un imaginario femenino. De ahí que, la percepción sobre los diferentes tipos de violencia varía según el género de la persona participante.

Las denuncias formales no resuelven nada. A pesar de reconocer una reacción explícita ante la violencia por parte de la familia, la escuela y la comunidad, las denuncias no son percibidas como soluciones viables. La manera más común de resolver los casos de violencia son: a través de la evitación y/o del diálogo con los afectados. Los adolescentes perciben una tendencia a la preservación de la estabilidad que se ve amenazada por una eventual estigmatización social, en caso de suscitarse hechos violentos en su propio contexto. Debido a ello, la percepción sobre las denuncias de casos de violencia a NNA reporta un índice tan bajo entre los/as adolescentes. La policía es prácticamente desapercibida, no se la considera ni como una instancia a dónde acudir en caso de violencia ni como un agente de intervención importante ante situaciones violentas contra NNA.

Las denuncias se realizan con los adultos más cercanos. Las personas cercanas a los niños/as y adolescentes (familiares o amigos) son los principales referentes a donde acuden NNA en caso de ser víctimas de violencia. Aunque conocen sobre las instancias especializadas en violencia infantil, éstas no convocan su recurrencia y ni siquiera las perciben como un agente de intervención principal.

El miedo impide la denuncia. Los impedimentos para denunciar violencia contra NNA tienen que ver con factores de orden psicológico, como ser el miedo, la vergüenza y la desconfianza, más que con factores externos asociados a las condiciones y las instancias donde emitir la denuncia.

 

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Recibido: 6 de noviembre del 2019
Aceptado: 14 de enero del 2020
SIN CONFLICTOS DE INTERÉS

 


[1] Natalie Guillén Aguirre. Docente Investigador del Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” Av. 14 de Septiembre Nº4807, Obrajes. Casilla 4805 Telf. 2782222. Cel. (+591) 701-49-656. Email. nguillen@ucb.edu.bo

 

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