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Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP

On-line version ISSN 2077-2161

Ajayu vol.17 no.1 La Paz Mar. 2019

 

ARTÍCULO

 

LA SEGREGACIÓN DESDE UNA PERSPECTIVA DE LA ANTIMODERNIDAD

 

 

María Elena Lora F.(PhD)*

Universidad Católica Boliviana “San Pablo”

 

 


Resumen:

La falta de arraigo, la actitud errante y el escaso apego a la legalidad tan propias de la época actual, imposibilitan escuchar al “diferente”,  que se traduce en segregación, racismo desencadenando una violencia única de lo Uno destinada a enfrentar el miedo a lo invisible, a lo desconocido. Un ejemplo de esta situación, es una prolongada y excluyente actitud, hacia ciertos sectores indígenas, a los que se arrebata sus tierras, desarraigándolos y empujándolos a migrar a las ciudades o países donde se incrementan las masas de segregados y excluidos que viven en lucha constante para subsistir en “la experiencia de mercado”. Por otra parte, los exterminios perpetrados o los actos de barbarie en nombre del “ser-común” (sangre, filiación, origen, identidad, religión) marcan una apertura para pensar e interrogar el “estar-en-común” y un desafío para el psicoanálisis hoy. 

Palabras clave: antimodernidad, desarraigo, migración, segregación


Abstract:

The lack of roots, the stray attitude and the limitation towards legality, so characteristic of tue current times, make it impossible to listen to the “different”, which translates into segregation, racism, unleashing a unique violence of the One, destined to face the fear of the invisible, the unknown.

An example of this situation is a prolonged and excluding attitude towards certain indigenous sectors, whose lands are being taken away, uprooting them and forcing them to migrate to cities or countries, adding to the masses of segregated and excluded, that already live in the constant struggle to survive “the market experience”.

On the other hand, the extermination’s being perpetrated or the acts of barbarism in the name of the “common-being” (i.e. blood, affiliation, origin, identity, religion) mark an opening to think and question “being-in-common” and a challenge for psychoanalysis today.

Keywords: Antimodernity, Uprooting, Migration, Segregation


Resumo: 

A falta de raízes, a atitude errante e a limitada adesão à legalidade tão característica da época atual, impossibilitam a escuta do "diferente", que se traduz em segregação, racismo desencadeando uma violência singular do Uno destinado a enfrentar o medo de invisível, para o desconhecido. Um exemplo dessa situação é uma atitude prolongada e exclusiva em relação a certos setores indígenas, que estão tomando suas terras, arrancando-as e empurrando-as para migrar para cidades ou países onde crescem as massas de pessoas segregadas e excluídas que vivem em constante luta. subsistir na "experiência de mercado". Por outro lado, os extermínios perpetrados ou os atos de barbárie em nome do "ser-comum" (sangue, filiação, origem, identidade, religião) marcam uma abertura para pensar e questionar o "ser-em-comum" e um desafio para psicanálise hoje.

Palavras-chave: antimodernidade, desenraizamento, migração, segregação


 

 

Tomaré como punto de partida algunas cuestiones que son nodales para enfrentar  un análisis de la modernidad desde una perspectiva de los pensadores antimodernos. En este sentido, proponer antimodernidad frente a la arrollante ebullición de lo moderno, permite entender una serie de postulados esenciales que un mismo momento se consideran  rigurosamente entretejidos con la noción de modernidad. Antoine Compagnon en su libro Los antimodernos estudia a algunos escritores franceses -Baudelaire, Verlaine, Rimbaud- que padecen los embates de la modernidad, aunque están inmersos en ella. A aquellos modernos desarraigados, intempestivos, anacrónicos los llama los antimodernos, afirmando además que fueron los auténticos fundadores de la modernidad. Por otra parte, los antimodernos no serían los adversarios de lo moderno sino los pensadores de la modernidad, teóricos que no se dejan engañar por el concepto, sino que están siempre en una actitud libre y alerta sabiendo que lo antimoderno es el reverso, la otra cara de lo moderno.

Compagnon explica y enfatiza el desafío inconfesado de los antimodernos, de iluminar la faz oculta de algunos relatos ortodoxos de la modernidad como la revolución francesa, el culto a la razón, el optimismo o la creencia en el progreso, la democracia, la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, la idea de la libertad, la igualdad y la fraternidad como fundamentos del contrato social. Acentúa con estas aseveraciones, los relatos contrarios, tales como la contrarrevolución, la anti-ilustración, el pesimismo, el pecado original, la idea del terror y la violencia, lo sublime por antonomasia, en tanto fundamentos de la sociedad.

Igualmente, afirma que sin los antimodernos, el autor moderno estaría destinado a su perdición, porque los antimodernos encarnan la libertad al rechazar cualquier tiranía del pensamiento, al adoptar ante cualquier alternativa una auténtica actitud crítica;  son los modernos desengañados y reaccionarios con encanto, en otros términos, los antimodernos son el colmo de lo moderno. Baudelaire constituye la figura paradigmática de este movimiento, en su condición de inseparable de la resistencia al mundo moderno; para este poeta los antimodernos auténticos serían los verdaderos modernos, no embaucados y despabilados.

Así, un rasgo que cautiva al pensamiento antimoderno es la atención particular dirigida a los acontecimientos históricos y las reflexiones en torno a ellos; el otro es el interés en relación al hombre como ser histórico y finito. La encrucijada que configura el discurso de la antimodernidad, viene dada por la posición crítica frente al ideal moderno del progreso; defiende las diferencias irreductibles de la diversidad humana y el antimoderno se sitúa cautelosamente contra la arrogancia de la razón, en contra de la idea de un sujeto que se erige en dueño y señor de la naturaleza y de su destino, sujeto que debe destruir los lazos tradicionales para  someter todo lo real a su voluntad.

Progreso es el significante amo que ha alumbrado la modernidad, con la profunda convicción de que el ejercicio de la razón a través de la ciencia, permitiría al hombre no solo dominar la naturaleza sino dominarse a sí mismo apostando por un nuevo orden social. En este clima de ebullición, el capitalismo introduce el discurso de hacer avanzar a la humanidad hacia la abundancia, la libertad y la felicidad. Se trata de un momento cuando se ha perdido la fuerza creativa, instalándose, en cambio, sistemas normativizantes y estandarizantes; propugnándose métodos de organización del trabajo y sistemas de control social, que solo han conducido  al desencanto de esta utopía positivista y a la constatación del fracaso capitalista en pos de erradicar las condiciones de miseria en la que viven millones de sujetos en el mundo.  

Testimonian substancialmente la antimodernidad aquellos artistas y poetas que estaban lejos de cantar a las locomotoras, al voto universal o a los rayos X, se entusiasman por todo lo que entristece a los adoradores del progreso. Es en esta atmósfera que halla lugar la invención del psicoanálisis. Así, deviene esencial posicionar al psicoanálisis en esta compleja época de un malestar en la cultura, asediada por los rigores del positivismo racionalista, cultura en la cual Freud quiere hacer valer sus ideas. No obstante, en su obra puede leerse una crítica rotunda y desconfiada hacia la modernidad como proyecto civilizador, en tanto, el descubrimiento freudiano propone la pulsión de muerte y el sujeto que se constituye.

El psicoanálisis se sabe una especie de peste negra que infecta los idealismos morales, desnuda las verdaderas intenciones de las almas bellas y desencanta las utopías revolucionarias. Freud se desprende de la modernidad con su concepto de inconsciente y recoge la fecunda matriz de una modernidad insatisfecha y subversiva, que impregna los postulados teóricos de este pensador, a saber, la ruptura de la homogeneidad, la disarmonía, el concepto de progreso lineal de la historia, la desaparición del logos como absoluto, un retorno a la concepción cíclica del tiempo, la división del sujeto y un malestar en la cultura estructural ligado a la condición misma del ser hablante. En esta asunción, el psicoanálisis se entiende como una lucidez crítica dentro y exclusiva de la propia modernidad, que desbarata o sospecha de lo que en un tiempo se consideraba sólido.

Lacan parte de la subversión freudiana, de su antimodernidad radical y construye su obra en el tiempo cuando urge un retorno a Freud, para rescatar su descubrimiento fundamental e inquietante sobre la palabra y el goce en un contexto donde la ciencia y la racionalidad técnica del capitalismo salvaje dominan la vida humana rechazando al sujeto, forcluyéndolo de sus discursos.

Tanto Freud como Lacan son autores que exploran la relación de la palabra con la verdad inconsciente, una relación indirecta que reclama la interpretación y que solamente se torna posible, en tanto, el que habla dice siempre más de lo que sabe. En esta línea, el psicoanálisis efectúa una torsión sobre los conceptos y plantea una dimensión que insiste en la “ausencia”, en la “expulsión” e incluso en el “exilio” del sujeto y del goce, que han quedado reprimidos por la modernidad racionalista mediante la seducción y el espejismo de una perfección imposible. Vale decir, el psicoanálisis revela la precariedad de un yo y la escisión del sujeto evidenciando ante el laberinto de la existencia, del sufrimiento, del síntoma y de la muerte únicamente cabe la agudeza y el ingenio como las armas que precisa un psicoanalista, para deconstruir aquellos modelos biopolíticos de subjetividad que solo interesan a formaciones sociales que concentran el ejercicio del poder. Se refiere a una ética del psicoanálisis, consistente en devolver al sujeto aquello propio de él: la causa de su  extimidad, de su goce, de su repetición.

Por otro lado, Lacan anuncia el surgimiento de un nuevo malestar que atrapa a la civilización misma, se trata de la presencia  de una coacción histórica operada por la conjunción del capitalismo, la ciencia y el resurgimiento del discurso religioso que conduce a una modificación del lazo social. Algo nuevo ha sucedido, afirma Lacan, la mundialización, bajo el empuje universalista de la ciencia, “lleva a una extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”; con este planteamiento radical interpreta desde el inicio de su enseñanza a la subjetividad de la época y la subraya como un horizonte ineludible para un psicoanalista decidido a no renunciar a su condición. Con este pensamiento novedoso, Lacan instala en una posición de extimidad al psicoanálisis y hace un llamado que supone estar atentos a las diversas modulaciones, en las que la pulsión pone en evidencia la labilidad de sus circuitos por la incesante renovación de los objetos y facilitación de vías que se tornan libidinalmente  predominantes en determinados momentos históricos.

Así, este escenario de asentamiento del capitalismo, de la expansión mercantilista y de la transformación de la mano de obra, propicia las grandes olas migratorias, la emergencia de las masas urbanas marginales y la extensión de los procesos de segregación,  cada vez más absolutos. Este ascenso de un mundo organizado sobre todas las formas de segregación, bajo un régimen económico que exacerba la producción intensiva del plus de gozar en todos lados y para todos, solo logra reanimar más violentamente la falta de goce, constitutiva del sujeto. A esta situación se apareja una “batalla cultural” que busca “civilizar” comunidades y poblaciones íntegras, produciendo como consecuencia un desarraigo ante este emplazamiento a una normalización uniformizante. De esta manera, se observa cómo el “biopoder” toma el control de asegurar la vida, a través de la tecnociencia para resolver los problemas del sujeto con la muerte; simultáneamente se presenta el dejar morir vinculado con el trastocamiento de los sujetos, por ejemplo el racismo, la exclusión,  los fundamentalismos.

La segregación adopta la forma de una práctica nueva, puesto que, por un lado se une  a la ciencia y por el otro, es producto de la ficción de un sujeto universal de derechos, que solo se sostiene en el hecho de que existen los excluidos.  De este modo, se establece la noción de frontera entendida como aquel mecanismo de control, disciplina y exclusión social. Los segregados viven la experiencia existencial de estar en la frontera desarraigados; padecen el hecho de vivir en una época, en que lo “extranjero” relieva exilios, exterminios, refugiados, desplazamientos forzosos, exclusión y racismo; una manifestación extrema de esta tendencia es el archivo negro del holocausto.

Esta figura del segregado se constituye en el candidato natural al odio y a la exclusión frente al Otro extranjero; esta posición de estar “fuera del mundo” implica una existencia que se torna en una travesía discontinua, abierta e incompleta; él enarbola la metáfora de la antimodernidad en el sentido del desarraigo de vivir entre dos mundos, por cuanto, ha traspasado su horizonte y ha entrado en un ordenamiento escindido entre lo familiar y extranjero. Por otra parte, a pesar del desdibujamiento de los principios universales que se desliza por todos los rincones del espacio cotidiano, se verifica una prolongada y excluyente actitud, que permanece, hacia ciertos sectores indígenas, a los que se arrebata sus tierras, desarraigándolos y empujándolos a migrar a las ciudades o países donde se incrementan las masas de segregados y excluidos que viven en lucha constante para subsistir en “la experiencia de mercado”.  

Precisamente, la imposibilidad de escuchar al “diferente”, se traduce en segregación, racismo, exclusión y fanatismos religiosos, que desencadena una violencia única de lo Uno destinada a enfrentar el miedo a lo invisible, a lo desconocido. Así, la ley es imaginada como aquella del padre real por el que hay que hacerse reconocer haciendo sacrificios inauditos, terroristas, convirtiéndose en llamado a un más allá del goce fálico y es este régimen el que cae sobre el segregado, el extranjero, bajo la forma de un odio al cuerpo de ese extranjero, reduciéndolo a no ser más que un desecho insoportable e indigno de existir, logrando de este manera, constituir un síntoma colectivo ante la inexistencia de la relación sexual.  Así, se patentiza el resultado de la conjunción del empuje a “siempre más” del capitalismo y de un goce desmedido que llama al sacrificio.

El gran desafío consiste, en afrontar esta sombra de la barbarie que continúa sujetada a  políticas encaminadas a convertir todo en Uno, fusión en uno solo al hombre y anular al Otro. Es un reto llegar a una “comunidad sin atributos”, que exige habitar de otro modo la relación con lo extranjero, una relación otra, en tanto, se trata de  una comunidad por venir, que no añora la dignidad perdida, puesto que al igual que la libertad, la dignidad se conquista y se vive en cada momento; la dignidad no se hereda, se realiza en la experiencia de la alteridad radical, donde cada uno desfallece al contacto con el Otro. Se trata de apostar a una ética que se construye en el vaciamiento de sentido y significación impuestos a priori, es otorgar una nueva ubicación al sujeto,  posibilitando la ocasión de que entre en juego el objeto segregado en la elaboración de la pulsión y lo que el goce tiene de desquiciado. 

Para concluir, el psicoanálisis es un discurso que no puede leerse exento de un marco histórico; el psicoanálisis ha acompañado los profundos cambios ocurridos en los contextos históricos, científicos, culturales y políticos desde su surgimiento hasta la actualidad. Así, la falta de arraigo, la actitud errante y el escaso apego a la legalidad tan propias de la época actual, suponen un “se goza en el desarraigo” y, por otra parte, los exterminios perpetrados o los actos de barbarie en nombre del “ser-común” (sangre, filiación, origen, identidad, religión) marcan una apertura para pensar e interrogar el “estar-en-común”. Igualmente, el espíritu de la época con el que debate hoy el psicoanálisis implica el desafío de pergeñar algún nuevo lazo, a partir del carácter dislocado, discordante y fragmentado consecuente de la condición misma del sujeto y de sus formas de gozar. Dicho reto a tomar, no se puede concebir al margen de la experiencia analítica elaborada a partir de un nuevo vinculo social que se construye alrededor del analista quien encarna lo que del goce permanece insociable e inaugura una vía propia para actuar advertidos desde ese nuevo resquicio. 

 

Referencias Bibliográficas

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NOTAS

* Coordinadora del Doctorado en Psicología y Docente de Clínica Psicoanalítica de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Psicoanalista (AME) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y la Nueva Escuela Lacaniana (NEL). 

 

 

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