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Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP

versión On-line ISSN 2077-2161

Ajayu v.11 n.1 La Paz mar. 2013

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Características de la socialización de los hijos/as en contextos familiares sectarios: el rol de las figuras parentales según su estilo básico de relación/educación.

 

 

Pepe Rodríguez

Universitat Autònoma de Barcelona
pepe.rodriguez@uab.cat

Articulo recibido en: 3/08/2012
Manejado por: Editor en Jefe - IICC
Aceptado: 3/10/2012

No existen conflictos de interés

 

 


Abstract

The specialized literature in “cults” attributes the negative aspects observed in minors ascribed to “cults” to the group manipulative effect. But this investigation questions this victimized vision and highlights the importance of the psychosocial and socializing profile of the parental figures to explain those negatives aspects. The socialization of minors in families affiliated to groups of belief perceived as radical or sectarian is analyzed. The “family with sectarian parenthood” is defined, characterized by their great proclivity to limiting, harmful and abusive conducts. It is shown that the sectarian parental affiliation affects negatively in the quality of the relationships and domestic roles, of the socializing conducts, and of the experiences, conducts and psychosocial profile of the sons/daughters. But it is concluded that the detected family patterns and negative experiences are more interrelated with the parental styles of the relation/education of the authoritarian and/or indifferent type –predominant in the affiliated families– that with the fact of being affiliated to a “cult”, although some group typologies may increment harmful effects which are already typical and hoped for under each socializing style.

Key words: children, cult, socialization, abuse.


Resumen

La literatura especializada en “sectas” atribuye los aspectos negativos observados en menores adscritos a “sectas” al efecto de la manipulación grupal. Pero esta investigación cuestiona esa visión victimista y destaca la importancia del perfil psicosocial y socializador de las figuras parentales para explicar esos aspectos negativos. Se analiza la socialización de menores en familias afiliadas a grupos de creencia percibidos como radicales o sectarios. Se define la “familia con parentalidad sectaria”, caracterizada por su gran proclividad hacia conductas limitadoras, lesivas y maltratadoras. Se muestra que la afiliación parental sectaria incide negativamente en la calidad de las relaciones y roles intrafamiliares, de las conductas socializadoras, y de las vivencias, conductas y perfil psicosocial de los hijos/as. Pero se concluye que esas pautas familiares y vivencias negativas detectadas están más interrelacionadas con los estilos parentales de relación/educación de tipo autoritario y/o indiferente —predominantes en las familias afiliadas— que con el hecho de estar afiliados a una “secta”, aunque algunas tipologías grupales puedan incrementar efectos lesivos que ya son propios y esperables bajo cada estilo socializador.

Palabras clave: hijos, secta, socialización, maltrato.


Resumo

A literatura sobre "seitas" atribuídos os aspectos negativos observados em menos ligados a "seitas" para o efeito do grupo de manipulação. Mas esta pesquisa desafia esta vitimização vista e destaca a importância da socialização e do perfil psicossocial das figuras parentais Zador para explicar esses aspectos negativos. Analisamos a socialização das crianças de famílias afiliadas a grupos percebidos como crença radical ou sectária. Ela define "família com pais sectária", caracterizado pela sua tendência de alta para limitar o comportamento, prejudicial e abusivo. Mostra-se que o impacto dos pais filiação sectária negativo na qualidade das relações e papéis em-trafamiliares de socialização comportamentos e experiências, comportamentos e perfil psicossocial das crianças / as. Mas concluímos que esses padrões familiares e experiências negativas são mais interligados detectado com estilos parentais de relacionamento / educação de uma família autoritários e / ou indiferente predominante-membro com o fato de serem membros de um "culto", embora tipologias de grupo pode aumentar os efeitos prejudiciais são já possui e espera em cada estilo de socialização.

Palavras-chave: crianças, seita, socialização, abuso.


 

 

1. Introducción

Aunque el interés académico por estudiar lo que comúnmente se conoce como “sectas” eclosionó a principios del siglo XX, de la mano de autores tan destacados como Weber ([1904] 1998) o Troeltsch ([1912] 1931), nadie se ocupó de analizar la situación de los menores socializados en esas “sectas” hasta hace unas tres décadas, y los trabajos en este ámbito han sido muy minoritarios. Una revisión bibliográfica de 640 trabajos relevantes sobre “sectas”, publicados entre 1978 y 2003 (Rodríguez, 2007, pp. 46-53), concluye que sólo 80 (12,5%) trataron, con más o menos rigor y amplitud, algún aspecto relacionado con la situación de esos menores. 

Cabría, antes de proseguir, establecer una definición conceptual de secta, pero ello nos obligaría a entrar en un debate, nunca cerrado, sobre las diversas definiciones usadas por los expertos. Dado que en este trabajo no precisamos de una definición operativa de secta, nos referiremos a este tipo de grupos entrecomillando el concepto y, si acaso, recordando que:

“según una buena definición de Melton y Moore (1982, p. 15) ‘una secta es una secta’, es decir un grupo religioso que defiende un sistema de creencias, nuevo, minoritario y extraño respecto a la fe (o fes) mayoritaria en la que el grueso de la sociedad ha sido educado y socializado” (Prat, 1997, p. 59).

Será preciso acotar que no todas las “sectas” son religiosas, ni mucho menos. De forma ocasional, aludiremos a “dinámicas de sectarismo destructivo” (Rodríguez, 1984, 2000) para indicar dinámicas grupales en las que predomina el uso de estrategias coercitivas y manipuladoras, pero sin más intención que la de diferenciar entre dos calidades diferentes de grupos “sectarios”.

Desde el modelo explicativo de las “sectas” basado en la persuasión coercitiva (Rodríguez Carballeira, 1992; Rodríguez Carballeira y Almendros, 2009) —que viene a postular que los adeptos son personas “normales” que tras ser “manipuladas” son explotadas y sufren una diversidad de problemas psicosociales (Almendros, 2006)—, los expertos consideran que los menores insertos en esos grupos son seres desvalidos, “víctimas totales”, que no pueden contar ni con sus padres al estar todos ellos bajo el control total del líder del grupo, que decide sus destinos al margen de la voluntad de los progenitores (Singer y Lalich, 1997, p. 251).

Sin embargo, aunque situaciones como las enunciadas pueden darse, fundamentalmente en las denominadas dinámicas de sectarismo destructivo (Assemblee Nationale de Françe, 1995; Bugliosi y Gentry, 1976; Reiterman y Jacobs, 1982; Rodríguez, 1984, 1988, 1989, 1991; Singer y Lalich, 1995; Tobias y Lalich, 1994; Woodrow, 1977), cabe oponer serias críticas a su generalización al común de los grupos “sectarios”.

En primer lugar, los casos que llevaron a considerar a los menores insertos en sectas como «víctimas totales» son hijos/as de afiliados a grupos de vida comunitaria muy aislada y replegada sobre sí mismos, y liderados por sujetos carismáticos y manipuladores que frecuentemente presentan un perfil de personalidad psicopatológico. Salvo excepciones, este tipo de grupos extremistas prácticamente desapareció a finales de la década de 1980, por lo que no pueden generalizarse las observaciones basadas en ellos.

Aceptando que en las “sectas” se aplican estrategias coercitivas y manipuladoras (Galanter, 1989; Ofshe, 1988; Rodríguez, 1989; Rodríguez Carballeira, 1992), es evidente que no tienen el mismo efecto en todos los afiliados —que pueden oscilar entre perfiles perfectamente normales a otros extremadamente dependientes y fanatizados (Jarne, Arch y Aliaga, 2009; Prat, 1997; Rodríguez, 2000)—, por lo que no cabe generalizar el impacto de la manipulación sobre progenitores y menores, ni, mucho menos, afirmar que la presión grupal deteriora, hasta deformarla o anularla, la función parental adultos afiliados a “sectas”.

La gran mayoría de adeptos de “sectas” se afiliaron siendo adultos y con una personalidad formada. Es factible, y así lo evidencian muchos estudios, que una parte de esos adultos, tras pasar por un proceso de compromiso, conversión y resocialización, se transformen en lo que Hoffer (1951) llamó true believer, e incluso se acerquen al perfil de fanático (Javaloy, 1984, 1995) o de sectadependiente (Rodríguez, 2000), pero en casi todos los grupos esos adultos siguen conservando sus funciones parentales y siendo responsables de guiar la maduración y socialización de sus hijos/as, dentro del marco dogmático grupal, claro está, pero actuando como moduladores entre las exigencias del grupo y las necesidades de los menores.  

En consecuencia, y aunque cualquier creencia incida de alguna manera en las relaciones paterno-filiales, cabe pensar que el mejor o peor cumplimiento de la función parental, dentro o fuera de una “secta”, depende, fundamentalmente, del perfil psicosocial de los progenitores. Sin embargo, ninguno de los trabajos en este ámbito se ha cuestionado esta evidencia y, más allá de describir casos anecdóticos y extremos de adultos con la función parental muy deteriorada —y sin explorar ni descartar que pudiese serlo por causas psicopatológicas ajenas a la “secta”—, no se ha estudiado el peso que tiene el perfil psicosocial de los progenitores en los problemas que se evidencian al estudiar menores adscritos a “sectas”.

La investigación que se resume en este artículo, por el contrario, cuestiona el modelo que propugna la pasividad de las figuras parentales a causa de su victimización, y analiza el papel activo y la importancia que el perfil psicosocial de las figuras parentales puede tener en los aspectos negativos que se describen en los trabajos sobre menores en “sectas”.

El contexto definido como familia con “parentalidad sectaria” configura una tipología que diferencia la afiliación grupal, con más o menos implicación, de la afiliación grupal excesiva o radical, que comporta la máxima propensión hacia conductas limitadoras y lesivas para los hijos/as.

Definimos la familia con parentalidad sectaria como todo grupo familiar en el que uno o ambos cónyuges, tras su vinculación emocional, cognitiva y conductual a un marco ideológico sostenido, organizado y gestionado por algún grupo, lo adoptan de modo radical[1] y aglutinan la vida personal y familiar mediante, por y para ese marco ideológico; adoptando conductas maniqueas tendentes a aislar al núcleo familiar de las personas e influencias sociales ajenas y/o discrepantes con su grupo de afiliación; y adquiriendo o reforzando, en relación a los hijos/as, pautas educativas y socializadoras colectivistas (proclives a fomentar la conformidad antes que la autonomía) y/o estilos parentales escasamente democráticos o inductivos, conformando, en suma, un núcleo familiar escasamente cohesivo.

Esta investigación analiza la calidad de las interrelaciones familiares, y también las conductas parentales socializadoras y las vivencias, conductas y perfil psicosocial de los hijos/as estudiados. Sus tres hipótesis generales básicas son:

1) Las diferencias halladas en las circunstancias de hijos/as tenderán a ser más pronunciadas y más limitadoras y/o lesivas para éstos cuanto mayor sea la tendencia de un núcleo familiar hacia la tipología de familia con parentalidad sectaria.

2) Las diferencias observadas entre sujetos de familias afiliadas a un grupo de creencia derivarán de la conjunción de dos elementos básicos: a) el perfil psicosocial previo de las figuras parentales y b) la vivencia más o menos radical de la adscripción grupal. Sin embargo, dado que se asume que la afiliación sectaria viene determinada, en gran medida, por un cierto perfil psicosocial de fragilidad previo (Rodríguez, 2000, pp. 50-62), éste tendrá mayor peso e importancia que la vivencia radical de la creencia.

3) El perfil psicosocial previo de las figuras parentales determinará diferencias notables entre familias afiliadas a un mismo grupo. Así, los procesos de socialización presentarán aspectos más positivos para los hijos/as de familias con un estilo de relación/educación preferentemente inductivo o democrático, mientras que estos mismos aspectos serán más lesivos en familias en las que predomine un estilo autoritario o indiferente/negligente.

 

2. Metodología

La investigación se centra en la descripción de algunos procesos fundamentales que interactuaron durante la socialización de sujetos hijos/as de familias urbanas con un rasgo específico: que la afiliación de uno o ambos progenitores a algún grupo marcadamente ideologizado haya conllevado —en ellos y, consecuentemente, para el resto de integrantes del núcleo familiar— una vivencia de las ideas y creencias propugnadas por ese grupo, así como de las prácticas que de ellas se deriven, que sea identificada por los propios sujetos investigados —hijos/as socializados en esas familias— como “radical” (un término ya acotado anteriormente al definir a la familia con parentalidad sectaria y que se adecua a lo que comúnmente quiere significarse al hablar de “conductas sectarias”).

Es una investigación retrospectiva de naturaleza correlacional. Como instrumento se usó un formulario ad hoc de entrevista estructurado con preguntas cerradas y con 426 variables. Dada la dificultad de la muestra, el muestreo fue de tipo no probabilístico (muestreo intencional). La recogida de datos del grupo investigado se efectuó entre abril de 1999 y noviembre de 2003 en 21 grandes ciudades españolas. La muestra para el grupo control se constituyó aleatoriamente y fue entrevistada entre octubre y noviembre de 2003 en 15 grandes ciudades españolas.

Se usaron pruebas estadísticas no paramétricas. Para comparar dos grupos no relacionados se ha empleado la prueba U de Mann-Whitney; y para comparar k grupos no relacionados el anova de Kruskal-Wallis. Para todas las pruebas se establece un nivel mínimo de confianza del 95 %, adoptando, por tanto, una p<0,050. Para comprobar si el estadístico U de Mann-Whitney es significativo se usa el contraste Z (cuando hay puntuaciones iguales) con significación asintótica bilateral p<0,050. Cuando no hay empates se usa la probabilidad exacta del valor U. Para comprobar si el anova de Kruskal-Wallis es significativo se usa el estadístico Chi-cuadrado con significación asintótica p<0,050.

La consistencia interna de los grupos de variables se midió mediante el coeficiente de fiabilidad α de Cronbach y el supuesto de igualdad entre las medias en todos los items se ha comprobado mediante el contraste T-cuadrado de Hotelling. Las 426 variables iniciales se redujeron mediante análisis de componentes principales, limitando el peso factorial a valores >0,30 (con rotación Varimax y normalización de Kaiser), transformándose finalmente en dimensiones. La adecuación de los datos disponibles al modelo de análisis factorial se ha medido mediante el valor del estadístico KMO (medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin) y la prueba de esfericidad de Bartlett.

La población que conformó la muestra investigada (n=99) se compone de 65 sujetos que cumplieron las siguientes condiciones: a) vivieron su infancia y adolescencia en una familia en la que al menos uno de los progenitores, durante ese periodo de vida del sujeto, fue miembro de algún grupo cuya adscripción provocó una vivencia de creencias y práctica de dogmas identificada por el propio sujeto como radical; b) en el momento de ser entrevistados fuesen menores de 39 años; c) no formasen parte de ese grupo de adscripción; y d) no hubieren sido miembros ni clientes de ninguna asociación “anti-sectas” ni de un equipo asistencial especializado.

La muestra se compone de tres grupos de afiliación, denominados: “testigos de Jehovᔠ(51 sujetos socializados en familias afiliadas a este grupo), “católicos radicales” (11 sujetos con familias afiliadas a grupos con este perfil) y “otros” (3 sujetos afiliados  a grupos diferentes).

El grupo control lo integraron 34 sujetos, hijos/as de progenitores sociológicamente católicos pero que no concedieron ningún papel destacable a ninguna idea o creencia determinada. La edad promedio de los sujetos investigados es de 29 años (28 los de familias afiliadas y 30 los del grupo control). El número de mujeres y hombres está equilibrado. La media de edad de los sujetos al ingresar su familia en el grupo de creencia es de 2,71 años. La media al abandonarlo es de 21,26 años. El estatus socioeconómico de las familias está repartido en bloques porcentualmente similares; predominando la clase obrera entre los afiliados (57%).

Las tipologías parentales usadas como variables en la investigación, denominadas “autoritario/a”, “afectuoso/a”, “indiferente”, y basadas en la apreciación subjetiva de los hijos/as (aunque contrastada su coherencia con el conjunto de las descripciones actitudinales aportadas), equivalen a los tres estilos parentales de socialización básicos, a saber: “autoritario/coercitivo”, “inductivo/apoyo” e “indiferente/negligente” (Musitu y Gutiérrez, 1984).

 

3. Resultados

3.1. Calidad del ambiente familiar y de las relaciones afectivas y de la comunicación entre progenitores e hijos/as.

La calidad del ambiente familiar, durante la infancia y adolescencia de los sujetos, y de las relaciones de éstos con sus figuras parentales (relaciones afectivas y comunicación) fue experimentada de manera más deficiente y desfavorable por los hijos/as de familias con afiliación a un grupo de creencia que por los hijos/as de familias no afiliadas (U=627,000 p≤0,000).

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada para los hijos/as de familias en las que predominó un estilo de relación/educación autoritario o indiferente/negligente que para los de familias con un estilo preferentemente inductivo o democrático (para las tipologías paternas χ2(2)=35,711 p≤0,000; para las maternas χ2(2)=18,199 p≤0,000; para las diferentes combinaciones de tipologías encontradas χ2(7)=44,977 p≤0,000).

Dado que las familias con parentalidad sectaria tienden a ser poco cohesivas, en el sentido descrito por Musitu, Román y Gutiérrez (1988, pp. 78-79), es coherente que en ellas se dé una peor vivencia y/o valoración del ambiente familiar, puesto que ofrecen menos actividades compartidas, más conductas de rechazo e interacciones hostiles o críticas, una peor percepción de los demás y un menor nivel de afecto percibido, o más insatisfacción y pesimismo respecto a la estabilidad del grupo familiar.

Esta vivencia muy insatisfactoria de las relaciones afectivas y de comunicación entre progenitores e hijos/as, que lo fue para el 80% de los hijos/as de familias afiliadas a un grupo de creencia, y para los de figuras parentales autoritarias (76,7%) o indiferentes (83,4%), debe relacionarse con que la vivencia parental de la creencia familiar se describe como “radical”, y con que la mayoría de las tipologías parentales de las familias con afiliación investigadas son del tipo autoritario/a e indiferente (el 75,4% de las madres y el 65,6% de los padres afiliados a “sectas” son de tipología autoritaria; mientras que el 60,6% de los padres no afiliados, pero con pareja afiliada, son de tipología negligente/indiferente; entre los no afiliados el porcentaje es de 32,4% y 17,6% respectivamente, predominando el perfil afectuoso en el 55,9% de las madres y en el 41,2% de los padres).

En cuanto al perfil de las parejas de progenitores, en las familias afiliadas un 32,3% son de tipología “padre autoritario + madre autoritaria” y otro 32,3% lo son de “padre indiferente + madre autoritaria”. En las familias no afiliadas hay un 35,3% de tipo “padre afectuoso + madre afectuosa” frente a sólo un 1,5% presente en familias afiliadas.

Es ya bien conocido que contextos parentales autoritarios y negligentes/indiferentes tienden a provocar abusos y percepciones negativas en los hijos/as; pero esas vivencias negativas no se dan en igual medida en familias que, aunque compartan idénticas creencias, presentan un estilo de relación/educación preferentemente afectuoso, esto es, inductivo o democrático (Castellana, 2003; MacCoby y Martin, 1983; Musitu y Gutiérrez, 1984; Musitu y Lila, 1993).

3.2. Calidad de las relaciones intrafamiliares.

Para el 89,2% la calidad de las relaciones intrafamiliares se vio afectada muy negativamente por la afiliación familiar a una “secta” (U=166,000 p≤0,020), con incidencia en las relaciones de las figuras parentales entre sí (U=130,000 p≤0,002), pero también en el resto de miembros. La evaluación más negativa de esta incidencia se dio en familias testigos de Jehová, un grupo con gran dogmatismo doctrinal y aislamiento social, un aspecto descrito en esta investigación por la dimensión “discrepancia con estilos de vida cotidianos” (U=12,000 p≤0,000), una discrepancia también significativa para las tipologías maternas (χ2(2)=27,034 p≤0,000), siendo superior para las tipologías autoritaria e indiferente. Esa discrepancia implica mayor tendencia familiar hacia pautas de conducta limitadoras, aislantes y frustrantes para con los hijos/as.

3.3. Toma de decisiones familiares.

Las diferencias en la toma de decisiones familiares son significativas en función de la afiliación (U=608,500 p≤0,000) y del perfil materno (χ2(2)=8,680 p≤0,000). En las familias afiliadas las fuentes más influyentes fueron la doctrina del grupo —en el 47,7% de los casos— y la opinión personal de la madre (afiliada en todos los casos) y no se le dio importancia al consenso entre las figuras parentales, ni a la opinión de los hijos/as (ignorada en el 96,9% de los casos); mientras que en las familias sin afiliación las fuentes más influyentes se dividieron equitativamente entre la opinión personal de la madre, la opinión consensuada entre ambos progenitores y la opinión personal del padre.

Que las opiniones e intereses de los hijos/as sean ignorados por sus progenitores concuerda con los estudios que refieren esas conductas en progenitores que emplean preferentemente estilos de tipo autoritario o negligente/indiferente (Baldwin, 1948; Becker, 1964; Ceballos y Rodrigo, 1998; Kagan y Moss, 1962), tal como sucede con la mayoría de la muestra investigada.

3.4. Conductas parentales represoras.

Las conductas parentales represoras fueron más frecuentes en las familias con parentalidad sectaria o con afiliación que entre las familias sin afiliación; mientras que en las conductas estimuladoras se dio justo lo contrario. Las conductas maternas represoras —las madres son siempre las más implicadas en las interacciones con sus hijos/as— fueron significativamente superiores en las familias testigos de Jehová (U=357,000 p≤0,000) y en las católicas radicales (U=86,000 p≤0,008) que en las familias sin afiliación.

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales (y significativa para las conductas estimuladoras y represoras del padre —χ2(2)=51,085 p≤0,000) y χ2(2)=55,448 p≤0,000, respectivamente— y de la madre —χ2(2)=28,159 p≤0,000) y χ2(2)=61,046 p≤0,000, respectivamente—). Las conductas represoras fueron más frecuentes en la tipología autoritaria; las estimuladoras en la tipología afectuosa; y la tipología indiferente fue la que puntuó más bajo en ambas conductas.

Estos resultados son coherentes con la elevada presencia de madres con tipología autoritaria en las familias con afiliación (75,4%), frente a las de familias sin afiliación (32,4%) —con un 55,9% de madres de tipología afectuosa—, y también con el estatus económico-social de la muestra, que es mayoritariamente bajo para ambos tipos de familias, concordando con lo observado por Ceballos (1994) y otros autores respecto a que en las clases sociales bajas se recurre con mayor frecuencia a las estrategias de afirmación de poder, usando más las tácticas coactivas que las inductivas.

3.5. Valores transmitidos en el seno familiar.

La transmisión de valores en el seno familiar presentó un mejor perfil en las familias sin afiliación —dominando los valores positivos y reforzadores, de autodirección y prosociales—, mientras que en las familias con afiliación sobresalieron valores de conformidad, que tendían a potenciar la rigidez de carácter y la subordinación. Pero el mejor perfil en transmisión de valores positivos y reforzadores lo presentaron las tipologías parentales afectuosas (estilo inductivo/democrático), mientras que el peor lo dieron las indiferentes; siendo las tipologías parentales autoritarias las que más puntuaron en relación a valores tendentes a potenciar la rigidez de carácter y subordinación.

De las cuatro dimensiones halladas, “valores que potencian una personalidad segura y equilibrada”, “valores que potencian la participación social”, “valores que potencian la rigidez y subordinación” y “valores que potencian una mentalidad abierta”, las diferencias son significativas para los tres primeros en relación a la afiliación familiar (U=400,000 p≤0,000; U=585,000 p≤0,000; U=410,000 p≤0,000) y también para los mismos en relación a la tipología materna (χ2(2)=21,125 p≤0,000; χ2(2)=23,375 p≤0,000; χ2(2)=10,711 p≤0,005). Tomando en cuenta las tipologías parentales conjuntas, son significativas para todas las dimensiones (χ2(7)=38,481 p≤0,000; χ2(7)=25,636 p≤0,000; χ2(7)=20,845 p≤0,000; y χ2(7)=22,188 p≤0,000).

3.6. Cumplimiento parental de derechos del menor.

El cumplimiento parental de los derechos del menor fue más bajo en las familias afiliadas a un grupo de creencia que en las familias sin afiliación. Pero esta tendencia fue más evidente y marcada para los hijos/as de familias en las que predominó un estilo de relación/educación autoritario o indiferente/negligente (con menor grado de respeto) que para los de familias con un estilo preferentemente inductivo o democrático (con mayor grado de respeto).

El cumplimiento de los derechos del menor —estudiado bajo cuatro dimensiones: “derecho a expresarse libremente en público y en privado”; “derecho al buen trato, participación y apoyo familiar”; “derecho a la máxima formación integral posible” y “derecho a la vida y asistencia sanitaria”— presenta diferencias significativas, en relación a la afiliación, para la segunda y tercera dimensión (U=258,000 p≤0,000; U=702,000 p≤0,003), y para las tres primeras en cuanto a las tipologías parentales conjuntas (χ2(7)=16,080 p≤0,024; χ2(7)=43,972 p≤0,000; χ2(7)=37,348 p≤0,000). El cumplimiento más bajo, con diferencias significativas en las cuatro dimensiones, se dio en las familias testigos de Jehová.

3.7. Uso parental de estrategias coactivas y de diálogo y refuerzo positivo con los hijos/as.

Las estrategias parentales para hacer cumplir las normas familiares a los hijos/as tendieron a usar la coacción materna en mayor medida en las familias con afiliación —especialmente en las testigos de Jehovᗠque en las familias sin afiliación (U=593,000 p≤0,000); mientras que el recurso a la reflexión y diálogo con los hijos/as fue más frecuente en las familias sin afiliación que entre las familias con afiliación (U=709,000 p≤0,004).

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales, así, la tipología autoritaria fue la que recurrió con mayor frecuencia a las estrategias más coactivas, la tipología indiferente fue la que presentó una menor implicación en hacer cumplir las normas familiares a los hijos/as, y la tipología afectuosa fue la que manifestó conductas más equilibradas y dialogantes y menos represoras. Las diferencias son significativas para las tipologías maternas y paternas, tanto para conductas coactivas (χ2(2)=60,180 p≤0,000; χ2(2)=54,352 p≤0,000) como para las dialogantes (χ2(2)=23,817 p≤0,000; χ2(2)=22,475 p≤0,000).

3.8. Administración parental de premios y castigos a los hijos/as.

La administración parental de castigos a los hijos/as fue mucho más frecuente en las familias con parentalidad sectaria y/o con afiliación (75,4%) —especialmente en testigos de Jehová (80,4%)— que en las familias sin afiliación (38,2%), mientras que la frecuencia de la administración de premios se dio inversamente. La asociación entre aplicación de premios y castigos y afiliación es significativa (χ2(1)=13,162 p≤0,000).

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales, así, la tipología indiferente (83,3%) y la autoritaria (78,3%) fueron las que recurrieron con mayor frecuencia a los castigos, mientras que la afectuosa fue más proclive a usar premios (81,5%) con sus hijos/as. La asociación es significativa para todos los perfiles (χ2(2)=18,730 p≤0,000; χ2(2)=30,965 p≤0,000. La tipología de las figuras parentales explica mejor las conductas familiares observadas que el hecho de estar o no afiliado a un grupo de creencia, en línea con lo ya conocido —“los castigos severos y los castigos físicos son más frecuentes en las familias con estilo parental autoritario” (Castellana, 2003, pp. 85-86)—, aunque no debe obviarse el efecto negativo que algunos doctrinarios pueden ejercer sobre progenitores ya propensos a los castigos.

3.9. Conductas parentales de maltrato de los hijos/as.

Las conductas parentales de maltrato emocional a los hijos/as se dieron con mayor frecuencia en las familias con afiliación que en las no afiliadas, mientras que las conductas de apoyo a los hijos/as se dieron con una frecuencia inversa. Respecto a la afiliación, son significativas sólo las diferencias en el maltrato emocional materno (U=241,000 p≤0,000).

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales, así, para ambos progenitores, pero especialmente las madres, la tipología autoritaria/o fue la que recurrió con más frecuencia a conductas de maltrato emocional hacia sus hijos/as; mientras que la tipología afectuosa/o recurrió muy poco al maltrato emocional y utilizó mucho más las conductas de apoyo a los hijos/as. La tipología indiferente fue la que menor apoyo prestó a sus hijos/as. Las diferencias son significativas para las tipologías de ambos progenitores (maltrato materno: χ2(2)=48,824 p≤0,000); apoyo materno: χ2(2)=30,644 p≤0,000; maltrato paterno: χ2(2)=44,199 p≤0,000; apoyo paterno: χ2(2)=58,756 p≤0,000). Los resultados concuerdan con las investigaciones que muestran que la presencia de estilos educativos autoritarios incrementa el riesgo de maltrato psicológico (Casas, 1998, p. 149).

3.10. Vivencias positivas y negativas de los hijos/as.

Las vivencias experimentadas, durante su infancia y adolescencia, por los hijos/as de familias con afiliación a un grupo de creencia fueron con mayor frecuencia negativas que las vividas por los de familias sin afiliación; mientras que las vivencias positivas de apoyo fueron experimentadas en mayor medida por los hijos/as de familias sin afiliación. En general, se sintieron poco acompañados (menos que los no afiliados), pero muy controlados y vigilados de cerca por sus progenitores (mucho más que los no afiliados).

Esas vivencias se analizaron mediante seis dimensiones: “vivencia de soledad e insatisfacción en adolescencia”, “vivencia de libertad en adolescencia”, “vivencia de inquietud en adolescencia”, “vivencia de interés cultural en adolescencia”, “vivencia de apoyo en adolescencia” y “vivencia de rebeldía en adolescencia”. En relación a la afiliación, las diferencias son significativas para las dos primeras (U=606,000 p≤0,000; U=349,000 p≤0,000); en relación a las tipologías conjuntas de ambos progenitores, son significativas para las cinco primeras (χ2(7)=32,631 p≤0,000; χ2(7)=26,377 p≤0,000; χ2(7)=18,729 p≤0,009; χ2(7)=24,723 p≤0,001; χ2(7)=42,293 p≤0,000).

Los adolescentes, de ambos sexos, procedentes de familias afiliadas, se caracterizaron por ser sujetos que, con mucha frecuencia sintieron soledad e insatisfacción, falta de libertad, inquietud, escaso interés cultural, menor apoyo y menor rebeldía. Entrando en el detalle de algunas de las 24 variables que conforman las dimensiones citadas, se sintieron desgraciados a menudo, se encerraban en sí mismos, se sintieron diferentes del resto de compañeros de colegio, se sintieron angustiados sin tener motivos reales para ello, sintieron culpabilidad, fueron pesimistas y sintieron miedo. Sus puntuaciones fueron claramente superiores a las de los sujetos procedentes de familias sin afiliación.

Además, con muy poca frecuencia tuvieron libertad para salir con los amigos/as que desearon; sus progenitores muy pocas veces les dejaron hacer “casi todo” lo que querían; y sus posibilidades de noviazgo fueron prácticamente nulas. Con poca frecuencia visitaron museos o exposiciones, y tampoco tuvieron lecturas amplias y variadas. Sus puntuaciones en estos items fueron claramente inferiores a las de los sujetos procedentes de familias sin afiliación.

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales, así, los hijos/as de progenitores con tipología autoritaria e indiferente experimentaron con mayor frecuencia vivencias negativas (soledad e insatisfacción, falta de libertad, inquietud), mientras que los de progenitores con tipología afectuosa experimentaron con mayor frecuencia vivencias positivas (libertad, apoyo, interés cultural).

Algunas vivencias negativas frecuentes en los hijos/as de familias afiliadas —sentirse un “bicho raro”, soledad, culpabilidad, miedo y otras emociones negativas—, pueden relacionarse con el posible efecto de marcos doctrinales muy represores y culpabilizadores, pero que, en todo caso, pueden ser más lesivos si son administrados por figuras parentales autoritarias, radicalizadas y, además, afiliadas a grupos aislados socialmente y/o autoreferenciales, como es el caso de Testigos de Jehová. Los aspectos más negativos de estos resultados concuerdan con lo observado en adolescentes socializados en familias con un estilo parental autoritario, y los más positivos concuerdan con el estilo parental inductivo/democrático (Casas, 1998; Castellana, 2003).

Los resultados negativos obtenidos —muy superiores para los sujetos procedentes de familias afiliadas y/o hijos/as de figuras parentales autoritarias y/o indiferentes— pueden relacionarse también con efectos derivados de malos tratos psicológicos intrafamiliares (Casas, 1998, p. 153), una probabilidad preocupante ya que en las familias con parentalidad sectaria se dan la mayor parte de los factores de riesgo para el maltrato infantil según los define el modelo ecológico (Palacios, Jiménez, Oliva y Saldaña, 1998, p. 408).

3.11. Conductas de los hijos/as para afrontar y solucionar problemas personales.

Las conductas adoptadas para afrontar problemas y conflictos personales tienden con mayor frecuencia hacia conductas dependientes y de no afrontamiento en los hijos/as de familias afiliadas que en los de familias sin afiliación, mientras que entre los hijos/as de familias sin afiliación se tiende en mayor medida hacia conductas más autónomas, independientes y basadas en la propia responsabilidad del sujeto que entre los de familias afiliadas.

En los hijos/as de familias afiliadas —especialmente en testigos de Jehová, pero también en los de familias católicas radicales—, las conductas más frecuentes, y significativas, para intentar afrontar y solucionar sus problemas personales fueron “buscar guía en la doctrina”, “buscar consejo en dirigentes del grupo”, “seguir al pie de la letra los consejos recibidos” y “dejar la solución en manos de Dios”; mientras que en los hijos/as de familias sin afiliación la conducta más frecuente fue “analizar las opciones por sí mismo y elegir la que se creía mejor”.[2]

Pero esta tendencia fue más marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de tipologías autoritaria e indiferente presentaron mayor tendencia hacia conductas dependientes y de no afrontamiento, mientras que los de tipología afectuosa tendieron hacia conductas más autónomas, independientes y centradas en la propia responsabilidad.[3]

Los hijos/as de progenitores autoritarios tendieron a buscar consejo en la doctrina grupal (los afiliados) y a asumir al pie de la letra los consejos recibidos (afiliados y no afiliados). Los hijos/as de progenitores de tipología indiferente tendieron a buscar consejos al margen de la familia, en amigos, en la doctrina y en dirigentes del grupo de creencia (los afiliados), y a asumir los consejos recibidos.

Los hijos/as de progenitores afectuosos tendieron a buscar consejos en alguno de los progenitores (de tipología afectuosa), a analizar las diferentes opciones y elegir la que creyeron más adecuada y a buscar consejo en amigos.

Estos resultados concuerdan con los efectos atribuibles a los diferentes estilos parentales de socialización, que relacionan las conductas más autónomas y responsables, con buena capacidad de autodirección, con el estilo inductivo/democrático, y las conductas más dependientes con los estilos autoritario e indiferente/negligente (Ceballos y Rodrigo, 1998, p. 232).

3.12. Situaciones cotidianas generadoras de temor experimentadas por los hijos/as.

Las situaciones cotidianas generadoras de temor en los hijos/as —analizadas mediante las dimensiones de temor a la exclusión social (U=568,000 p≤0,000), a incumplir normas morales (U=306,000 p≤0,000) y al fracaso vital (U=675,000 p≤0,002—, se dieron con mucha más frecuencia en los hijos/as procedentes de familias afiliadas que en los de familias sin afiliación.

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de progenitores con tipología autoritaria e indiferente experimentaron con mayor frecuencia situaciones cotidianas generadoras de temor, mientras que los hijos/as de progenitores con tipología afectuosa las vivieron en menor medida.[4]

Esta vivencia cotidiana y excesiva de situaciones de temor y/o miedo, descrita frecuentemente en relación a “sectas”, podría derivarse de dinámicas de maltrato psicológico parental, en particular de una de la sus cinco formas principales, el amedrentar (Garbarino, Guttman & Seeley, 1986).

3.13. Situaciones cotidianas generadoras de culpabilidad experimentadas por los hijos/as.

Las situaciones cotidianas generadoras de una percepción de culpabilidad intensa en los hijos/as referidas a la doctrina del grupo de afiliación (U=12,000 p≤0,000) y a procurarse el propio interés o placer (U=115,000 p≤0,006)—, se dieron con mucha más frecuencia en los hijos/as de familias afiliadas que en los de familias sin afiliación.

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de progenitores con tipología autoritaria e indiferente experimentaron con mayor frecuencia situaciones cotidianas generadoras de culpa intensa, mientras que los hijos/as de progenitores con tipología afectuosa las experimentaron en menor medida.[5]

La alta frecuencia en experimentar situaciones de culpa intensa concuerda con lo observado en investigaciones sobre la familia coercitiva (Musitu y Lila, 1993, p. 86) y con los efectos derivados del maltrato psicológico parental (Casas, 1998, p. 153). La generación de estados de culpa continuados en miembros de “sectas” es un aspecto resaltado por la mayoría de especialistas (Landa, 1988; Markowitz y Halperin, 1984; Rodríguez Carballeira, 1992; Singer y Lalich, 1995).

3.14. Situaciones cotidianas generadoras de aislamiento social experimentadas por los hijos/as.

Las situaciones cotidianas generadoras de una percepción de aislamiento en los hijos/as, se dieron con mucha más frecuencia en los hijos/as procedentes de familias con parentalidad sectaria y/o afiliadas que en los de familias sin afiliación (U=371,000 p≤0,000).

El aislamiento intrafamiliar y de la familia extensa (Anderson, 2000) y el social, especialmente en familias afiliadas a grupos que rechazan la sociedad (Wallis, 1984), o en núcleos con parentalidad sectaria, es muy frecuente y señalado por la mayoría de estudios sobre “sectas”.  

Pero esta tendencia al aislamiento social fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales, con diferencias significativas para las tipologías materna (χ2(2)=27,305 p≤0,000) y paterna (χ2(7)=13,422 p≤0,001). Los hijos/as de progenitores con tipología indiferente y autoritaria experimentaron con más frecuencia situaciones cotidianas generadoras de aislamiento, mientras que los de progenitores con tipología afectuosa las experimentaron en menor medida.

El elevado nivel de aislamiento —relacionado con la radicalidad doctrinal de los progenitores—, concuerda con efectos detectados en familias con estilo de relación/educación de tipo autoritario e indiferente y que se dan poco o nada bajo estilos inductivo/democráticos. Este aislamiento podría sugerir también un maltrato psicológico parental sostenido.

3.15. Calidad de las relaciones sociales cotidianas mantenidas por los hijos/as.

La calidad de las relaciones sociales cotidianas mantenidas por los hijos/as, durante su infancia y adolescencia, con personas ajenas a su grupo de creencia (incluidos familia y amigos) fue significativamente mucho peor —por ser relaciones escasas, insatisfactorias, desconfiadas, dificultosas y superficiales— en los hijos/as de familias afiliadas que en los de familias sin afiliación. Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de progenitores con tipología indiferente y autoritaria experimentaron en alto grado y frecuencia el aislamiento social respecto a la gente de su entorno, mientras que en los hijos/as de progenitores con tipología afectuosa la calidad de este tipo de relaciones sociales fue buena. Las diferencias en todas las variables son significativas.

3.16. Perfil psicosocial de los hijos/as adolescentes en relación a: insatisfacción vital y estados depresivos, pasividad social, perspectiva vital religioso-trascendente, necesidad de reconocimiento y tolerancia a la frustración y ambigüedad.

Durante su adolescencia, los hijos/as de familias con parentalidad sectaria y/o con afiliación grupal fueron mucho más propensos, que los de familias sin afiliación, a experimentar insatisfacción vital y estados depresivos (U=669,000 p≤0,001), a mantener un comportamiento social pasivo (U=835,000 p≤0,047), a adoptar una perspectiva vital basada en una visión religioso-trascendente de la realidad (U=251,000 p≤0,000), y a tolerar con más dificultad la frustración y la ambigüedad (U=719,000 p≤0,004).

Pero esta tendencia fue más marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de progenitores autoritarios e indiferentes fueron mucho más propensos que los hijos/as de progenitores afectuosos a: “experimentar insatisfacción vital y estados depresivos”, “mantener un comportamiento social pasivo”, “adoptar una perspectiva vital basada en una visión religioso-trascendente de la realidad”, “tender hacia la búsqueda de reconocimiento externo” y “tolerar con más dificultad la frustración y la ambigüedad”. Las diferencias son significativas para las cinco dimensiones y para la tipología materna y parental conjunta: χ2(7)=50,391 p≤0,000; χ2(7)=23,126 p≤0,002; χ2(7)=16,802 p≤0,019; χ2(7)=25,505 p≤0,001; y χ2(7)=28,204 p≤0,000.

Los resultados concuerdan con estudios sobre los estilos parentales de relación/educación que indican, por ejemplo, que en adolescentes socializados bajo estilos preferentemente autoritarios puede encontrarse escasas habilidades sociales, obediencia y conformidad, planificación impuesta externamente, moral heterómana, baja autoestima y trabajo con recompensa a corto plazo (Ceballos y Rodrigo, 1998, p. 232); y se relaciona la parentalidad negligente o indiferente con bajos niveles de autoestima y autocontrol.

Las pautas de conducta dependientes y externalistas observadas podrían estar relacionadas con dinámicas parentales de manipulación emocional (García Hernández, Ramírez y Lima, 1998, p. 215) y también con dinámicas de maltrato psicológico parental (Casas, 1998, p. 153).

La presencia de una doctrina religiosa vivida radicalmente por los progenitores afiliados explica que sus hijos/as adopten con mayor frecuencia perspectivas vitales basadas en una visión religioso-trascendente de la realidad —que pueden generar sentimientos de culpabilidad—; pero el hecho de que esa tendencia sea menor en los hijos/as de progenitores con tipología afectuosa que en los de tipología autoritaria e indiferente sugiere diferencias en el modo de adoctrinar vinculadas a los estilos parentales: en el estilo autoritario primando activamente la coacción para lograr el adoctrinamiento; en el estilo indiferente primando pasivamente el marco doctrinal como referente sólido y principal para los hijos/as.

3.17. Binomio seguridad/inseguridad en los hijos/as en su edad adulta (momento actual).

En su edad adulta, los hijos/as de familias afiliadas presentan, en mayor medida que los hijos/as de familias sin afiliación, tendencia a la “inseguridad y dependencia”, al “retraimiento social”, a actuar bajo pautas de “perfeccionismo y sobreexigencia” y a mantener un cierto nivel de “pensamiento mágico” —relacionado con un locus control externo—; y en menor medida que los no afiliados tienden a conductas y percepciones que denotan “seguridad en sí mismo”, aunque las diferencias sólo son significativas para las dimensiones tercera y cuarta.

Pero esta tendencia fue más evidente y marcada en función de los estilos parentales. Los hijos/as de progenitores con tipología autoritaria e indiferente se reconocieron como actualmente más propensos que los hijos/as de progenitores afectuosos a experimentar los estados recién citados, mientras que éstos mostraron una superior seguridad en sí mismos que aquellos.[6]

En la socialización de los sujetos estudiados se dieron diferencias de adaptación notables entre los hijos/as de familias sin afiliación y los de familias con parentalidad sectaria; los primeros encajan con lo que Casas (1998, pp. 65-66) califica como adaptación social crítica, mientras que los segundos se ajustan más a una adaptación social pasiva, que dificulta el desarrollo de personas maduras, creativas y autorrealizadas, tal como parece haber ocurrido con los sujetos investigados según el perfil psicosocial de su adolescencia y los aspectos aquí valorados.

Al analizar en detalle las puntuaciones de las variables que componen las dimensiones halladas y citadas, nos aproximamos al factor neuroticismo del modelo de estructura de la personalidad de los “cinco grandes” [Big Five] (McCrae y Costa, 1990; Tupes y Christal, 1961), que comprende facetas como ansiedad, hostilidad, cohibición o inseguridad, vulnerabilidad o dificultad para controlar el estrés, depresión (con sentimientos de baja autoestima, culpa, tristeza, soledad, etc.) e impulsividad.      

La madurez estaría inversamente relacionada con el neuroticismo, fundamentalmente por el incremento en autoaceptación y seguridad emocional y la disminución en impulsividad y hostilidad asociada a la madurez (Zacarés y Serra, 1998, pp. 132-134).

 

4- Discusión

Los resultados hallados en esta investigación presentan mayor consistencia al ser interpretados en función de las tipologías o estilos de relación/educación parentales, que no si se analizan enfocando las causas en el hecho de la afiliación parental a un grupo de creencia “sectario”. Ambos aspectos pueden estar muy interrelacionados y pueden confundirse los efectos propios de las tipologías parentales con los de su afiliación —especialmente en familias con parentalidad sectaria—, pero los aspectos derivados de la afiliación de uno o ambos progenitores —sea radical o no— actúan sólo como un plus que puede añadir intensidad, contenido ideológico y orientación a tendencias parentales ya previamente determinadas por sus tipologías básicas y, por ello, por sus estilos de relación/educación predominantes.

Estos resultados concuerdan con los datos disponibles de muchas investigaciones sobre la población general, ya sea referidos a los efectos de los estilos de socialización/relación parental básicos, o a las observaciones que sugieren que los estilos de socialización parentales vienen determinados en gran medida por sus propios valores. Así, si un progenitor mantiene valores de autonomía y tolerancia tenderá a usar el estilo democrático; si mantiene valores de conformidad y obediencia tenderá hacia el estilo autoritario; y si mantiene valores hedonistas y de autobeneficio tenderá hacia el estilo permisivo (García Hernández, Ramírez y Lima, 1998, pp. 214).

La afirmación de que las tipologías de las figuras parentales son básicas y sustanciales para explicar los aspectos —positivos o negativos— observados en la muestra investigada, contradice en gran medida la visión dominante en la literatura sobre “sectas”. Gran parte de los expertos en “sectas”, sin tener en cuenta los perfiles parentales, cargan la responsabilidad de los aspectos negativos observados en menores a la afiliación sectaria, pero es imprudente, impropio e imposible afirmarlo si no se analiza también el rol desempeñado por los progenitores.

En este trabajo, por el contrario, la afiliación parental queda limitada a ser un catalizador o dinamizador —de importancia variable en función de determinadas características estructurales, funcionales e ideológicas grupales— que puede acentuar tendencias de los progenitores ya presentes y activas en su perfil psicosocial previo a su afiliación. Desde este punto de vista, lo sustancial para evaluar el entorno y circunstancias de la socialización de menores hijos/as de familias con afiliación a un grupo de creencia no es la adscripción parental a un grupo “sectario” determinado, sino el que los progenitores conformen una familia con parentalidad sectaria.

El elevado porcentaje de tipologías autoritarias —75,4% de las madres y 65,6% de los padres afiliados— e indiferentes —60,6% de los padres no afiliados, pero con pareja afiliada—detectadas entre las figuras parentales con afiliación “sectaria” podría deberse a un sesgo muestral, pero el autor, desde la experiencia de 38 años trabajando con familias de “sectarios”, tiende a aceptar como adecuados los porcentajes hallados, máxime cuando se trata de progenitores con una vivencia radical de sus creencias.

Puede criticarse también la forma de elaborar las tipologías parentales —basándolas en la apreciación subjetiva de los hijos/as, aunque contrastando su coherencia con las descripciones actitudinales aportadas)—, pero la evidente dificultad para obtener este dato obliga a usar acercamientos indirectos. En todo caso, estos resultados afloran una clara tendencia en un ámbito fundamental que la investigación siempre ha eludido.

Esta investigación ha intentado romper el tabú, común en la literatura sobre “sectas”, que sólo ve a las familias y a sus hijos/as como víctimas de una “secta”. En el enfoque que se deriva de esta investigación se pasa a observar al núcleo familiar —en base a su tipología, interrelaciones, etc.— no sólo como posible “víctima” sino, también, como causa sustancial o coadyuvante de los aspectos, negativos o positivos, observados en los hijos/as (y que la literatura especializada atribuye exclusivamente a la afiliación sectaria).

A pesar de que la literatura especializada atribuye problemas observados en menores insertos en “sectas”, tales como estados cotidianos de miedo, culpa intensa y aislamiento o conductas dependientes, a deficiencias y abusos propios del ámbito sectario y responsabiliza de ellos al liderazgo grupal, tal presunción no casa con las observaciones globales efectuadas para el conjunto de grupos “sectarios” —tal como ya se afirmó en la introducción—, salvo para algunos casos extremos de figuras parentales adscritas a grupos igualmente extremos.

Los resultados hallados en esta investigación sugieren que aspectos negativos como los citados podrían derivarse de disciplinas familiares excesivamente severas, propias del estilo parental autoritario —con tendencia al control restrictivo y severo sobre las conductas de los hijos/as—, y de conductas de maltrato psicológico ligadas a los estilos de socialización autoritario e indiferente/negligente.

La tipología familiar que definimos como familia con parentalidad sectaria debería ser considerada como un entorno proclive al maltrato psicológico de los hijos/as; siendo deseable y necesario que, desde las diferentes instancias sociales implicadas, se adopten medidas adecuadas para impedir y/o corregir este tipo de situaciones lesivas y limitadoras para los menores afectados.

Analizar las circunstancias que pueden afectar a un menor inserto en una “secta” situando las tipologías parentales en un primer nivel de observación —en el que tampoco debe faltar la revisión de las características estructurales del grupo de creencia concernido en cada caso—, permite comprender mejor sus circunstancias, riesgos y posibilidades. Además, permite planificar, si fuese preciso, políticas de intervención más realistas, justas y convenientes para los menores; y, en caso de litigio entre progenitores, adoptar medidas ajustadas al perfil de cada figura parental de modo que se cumpla realmente la doctrina jurídica del “beneficio o interés del menor” (Romero Coloma, 2009).

 

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Notas

[1] Se entiende por conducta radical o radicalismo el ser extremoso, tajante e intransigente, aunque más concretamente: el mantenimiento de actitudes, posicionamientos o afirmaciones poco flexibles, reacias a cualquier contraste o crítica y, en suma, irreductibles y cerradas al cambio.

[2] Hay diferencias significativas entre afiliados y no afiliados para las variables: “buscar consejo de otros familiares” (χ2(2)=7,318 p≤0,026), “buscar guía en la doctrina” (χ2(2)=72,202 p≤0,000), “buscar consejo en dirigentes del grupo” (χ2(2)=70,092 p≤0,000), “dejar la solución en manos de Dios” (χ2(2)=15,521 p≤0,000), “analizar las opciones solo” (χ2(2)=21,082 p≤0,000) y “seguir al pie de la letra los consejos recibidos” (χ2(2)=13,472 p≤0,001) y “analizar las opciones con otros” (χ2(2)=10,310 p≤0,006).

[3] Tomando en cuenta las tipologías conjuntas de ambos progenitores, son significativas las variables: “buscaba el consejo de su padre” (χ2(7)=34,953 p≤0,000), “buscaba el consejo de su madre” (χ2(7)=25,707 p≤0,001), “buscaba el consejo de alguno de sus hermanos/as” (χ2(7)=21,325 p≤0,003), “buscaba el consejo de otros familiares” (χ2(7)=18,515 p≤0,010), “buscaba el consejo de algún amigo/a” (χ2(7)=22,534 p≤0,002), “buscaba el consejo de algún experto, maestro, etc.” (χ2(7)=15,024 p≤0,036), “se dejaba guiar por la doctrina del grupo al que pertenecía” (χ2(7)=29,837 p≤0,000), “buscaba el consejo de algún dirigente de ese grupo” (χ2(7)=28,844 p≤0,000), “dejaba la solución del problema en manos de Dios” (χ2(7)=20,245 p≤0,005),  “no hacía nada” (χ2(7)=24,062 p≤0,001), “analizaba distintas opciones y elegía la mejor según usted” (χ2(7)=16,908 p≤0,018), “analizaba posibles alternativas junto a otra/as persona/as de confianza y elegía la que decidían en común” (χ2(7)=20,986 p≤0,000).

[4] Las diferencias son significativas tanto para los perfiles de padre y madre tomados individualmente o de forma conjunta. En este último caso: “atemorizado ante la posibilidad de exclusión social” (χ2(7)=21,455 p≤0,003), “atemorizado ante la posibilidad de incumplir normas morales” (χ2(7)=21,382 p≤0,003) y “atemorizado ante la posibilidad de fracaso vital” (χ2(7)=40,453 p≤0,000).

[5] En las dimensiones halladas —“culpabilidad referida a la doctrina del grupo de afiliación”, “culpabilidad referida a la disciplina parental” y “culpabilidad referida a procurarse el propio interés o placer”— existen diferencias significativas en las tres para las tipologías maternas —(χ2(2)=19,601 p≤0,000), (χ2(2)=7,855 p≤0,020), (χ2(2)=6,479 p≤0,039)— y para las dos primeras respecto a las paternas.

[6] Para las tipologías parentales conjuntas hay diferencias significativas para todas las dimensiones: “inseguridad y dependencia” (χ2(7)=19,259 p≤0,007), “retraimiento social” (χ2(7)=34,080 p≤0,000), “perfeccionismo y autoexigencia” (χ2(7)=24,120 p≤0,001), “seguridad en sí mismo” (χ2(7)=14,702 p≤0,040) y “tendencia al pensamiento mágico” (χ2(7)=45,327 p≤0,000).

 

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