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Revista Latinoamericana de Desarrollo Económico

versión impresa ISSN 2074-4706versión On-line ISSN 2309-9038

rlde  n.18 La Paz nov. 2012

 

ARTÍCULOS DE DISCUSIÓN

 

Crisis y Bicentenario. Algunas consideraciones económico-sociales

 

Crisis and Bicentennial. Some socio-economic considerations

 

 

Máximo Quitral Rojas*

 

 


Resumen

El objetivo central del siguiente trabajo es reflexionar desde la perspectiva analítica de la economía política comparada y de la ciencia política, acerca de los escenarios políticos derivados de la crisis subprime de 2008 y las consecuencias sociales que se observan de cara al Bicentenario latinoamericano. Para el primer tema se plantea una revisión crítica a las principales explicaciones económicas de la reciente crisis inmobiliaria. Para el segundo punto, se elabora un razonamiento teórico sobre el ingreso de los países de la región al Bicentenario y el futuro que les espera.

Palabras clave: Crisis, Bicentenario, pobreza, desregulación, especulación y Latinoamérica.


Abstract

The main objective of this study is to think over from the analytical perspective of political economy and comparative political science, about the political stages arising from the subprime crisis of 2008 and the social consequences seen facing the latin American Bicentennial. As the first topic, the main economic explanations of the recent housing crisis is raised to critically review. As the second point, a theoretical reflection on the income of the countries of the region on the Bicentennial is developed, and the future expected for them.

Keywords: Crisis, Bicentennial, poverty, deregulation, speculation and Latin America.


 

 

1. Introducción.

El costo de los espejismos económicos sudamericanos

Al cumplirse ciertos ciclos históricos en la vida privada, lo normal es efectuar una especie de autoevaluación al desempeño personal en todo ámbito de cosas. Pero además, la sugerencia es extrapolar dicha abstracción al continente al cual se pertenece, repensando en las fallas cometidas por la dirigencia política, en las ineficaces medidas sociales que se aplicaron en su momento, o, por el contrario, en las profundas contradicciones que marcarán el ingreso al Bicentenario de nuestra región. Latinoamérica enfrentará un gigantesco desafío social, no sólo en términos de mejorar las actuales cifras macroeconómicas para una mayor protección de la población, sino también en la elaboración de mecanismos de fortalecimiento democrático para aquellos países en que el concepto "crisis" reaparece en distintas direcciones. A la luz de este pesimismo antropológico surge la siguiente interrogante: ¿qué efectos socioeconómicos se observarán en Latinoamérica a raíz de la reciente crisis económica global de 2008? Como respuesta tentativa se puede sostener que Latinoamérica presentará índices de pobreza mayores que los registrados actualmente, una nociva precarización de las condiciones laborales, una probable erosión de las democracias regionales y una lenta recuperación económica.

No se puede desconocer que la reciente crisis económica financiera (2008) dejó en evidencia la notable fragilidad económica con la que se articuló la región, luego de la crisis de la deuda externa (1982) que reorientó la economía sudamericana y terminó por pavimentar el camino para la instalación de equipos tecnocráticos en los principales aparatos burocráticos latinoamericanos. Supuestamente el Consenso de Washington (CW) de 1989 debía ser el gran proceso de transformación económica para la región, con la aplicación de diez medidas emanadas de aquel histórico episodio y el que moldeó el rumbo de la economía mundial. Sin embargo, recientemente la supremacía neoliberal estuvo en cuestionamiento y se reinstaló en el debate la tensión estado/mercado; paradojalmente, retomó protagonismo la figura de Keynes.

Son escenarios instalados producto de la crisis subprime originada en EE.UU., la que sembró incertidumbre en una región que había proyectado señales de estabilidad macroeconómica y aparente manejo económico. Latinoamérica sucumbió rápidamente ante la debacle internacional y resintió sus ganancias económicas gracias a la desregulación y a la irresponsabilidad financiera internacional de ciertos grupos económicos, los que no escatimaron en esfuerzos para doblegar las instituciones reguladoras del comercio internacional.

Por esta situación es que la pobreza volvió a adquirir protagonismo, aun cuando los esfuerzos por erradicarla fueron significativos aunque insuficientes. No todo está perdido, aunque la especulación es un círculo vicioso que afecta el crecimiento y debilita las medidas pro equidad, y lo que es peor, puede suponer pobreza crónica e insatisfacción social permanente. Por eso es indispensable replantearse hacia dónde camina Latinoamérica. De lo contrario, las movilizaciones sociales pueden transformarse en una fórmula de presión social cotidiana, con un alto costo para la ciudadanía y sus generaciones venideras.

Considerando esos alcances es que el objetivo de este trabajo está dividido en dos partes. Primeramente, reflexionar, desde la perspectiva analítica de la economía política comparada y de la ciencia política, acerca de los escenarios políticos derivados de la crisis subprime de 2008; y como segundo tema, razonar acerca de las consecuencias sociales que se observan de cara al Bicentenario Latinoamericano. Para el primer tema se plantea una revisión crítica a las principales explicaciones económicas de la reciente crisis inmobiliaria. Para el segundo punto se construye un análisis teórico sobre el ingreso de los países de la región al Bicentenario y el futuro que se les avizora.

 

2. Aspectos económicos y sociales de la crisis subprime

La "pasada" crisis financiera internacional - entendida ésta como una"(...) situación en la cual los inversores (locales o extranjeros) en activos financieros de un cierto país venden rápida, masiva y generalizadamente esos activos, produciendo de esa forma una fuerte reducción en el valor de los mismos"1 -que afectó a la totalidad de las economías desarrolladas y emergentes, presentó aspectos llamativos en su ramificación mundial. Por una parte, se desprenden dos elementos claves que hicieron de esta crisis un caso excepcional en los estudios económicos. "uno, la violenta y generalizada caída sufrida por la riqueza neta de familias y empresas, gatillada por la implosión simultánea de la burbuja inmobiliaria y otras burbujas financieras asociadas a ella, tanto en los estados unidos como en gran parte del mundo desarrollado. El otro es el carácter verdaderamente global de la crisis" (Rozenwurcel y Rodríguez, 2009:7). Además habría que agregar que para Machinea (2009), la crisis responde a tres factores claves: 1, la magnitud desplegada por el mercado financiero, 2, la profunda interconexión de las entidades financieras mundiales, y 3, el grado de opacidad del sistema. Aquí hay que agregar el alto nivel de confusión de la información, pues distintos actores de la economía global cuentan con información asimétrica, utilizando además un vocabulario inentendible para quienes no son especialistas en la materia. Esto redunda en que hubo una menor transparencia en el juego financiero y una gran cuota de incertidumbre económica, pudiéndose advertir en esta línea dos canales de transmisión de la crisis subprime: el primero es el canal financiero y el segundo es el canal real, cuyas vías de expansión de la crisis se reforzaron mutuamente.

El gráfico número 1 muestra la gran pérdida del mercado de valores de Nueva York. Al compararlo con las anteriores crisis de los últimos ochenta años se observan mermas financieras entre un 40 a un 45%, pero desde los inicios de la crisis alcanzó a prácticamente todos los mercados de valores de las economías más relevantes. Se destacan dos elementos claves de este breve análisis cuantitativo: el primero es que la riqueza sufrió una fuerte caída desde el inicio de la crisis subprime.

Pero por otra parte la incertidumbre se ramificó por todo el mundo, impidiendo establecer mejoras sustanciales a las economías consolidadas; esto agudizó la recesión de corte global. Como lo destaca Machinea

Nunca hubo un sistema más complejo, con más interconexiones, que el sistema financiero que se desarrolló en la etapa de la globalización financiera. Una manifestación de ello es la dimensión del mercado de derivados, que a mediados de 2008 alcanzaba los 500 billones de dólares (...) Además, en términos de opacidad nada puede igualar a la que caracteriza al sistema financiero que se desarrolló en los últimos años. Los distintos "vehículos" y derivados se fueron convirtiendo con el paso del tiempo en un vocabulario cada vez más enigmático y sólo entendido por especialistas en el tema... (Machinea, 2009:36).

Con notable rapidez el proceso expansivo de la economía- que no tiene comparación con ningún otro ciclo económico- permitió agravar las condiciones antes descritas. Dicho fenómeno contribuyó directamente a extender la crisis, profundizarla y provocar la quiebra de importantes instituciones financieras internacionales, aunque también hubo momentos en los que los estados rescataron algunas instituciones muy relevantes para el manejo económico internacional. Por ejemplo la American Internacional Group (AIG) fue salvada de un colapso seguro en noviembre de 2008, evitando así un problema de solvencia serio para ciertas entidades financieras que tenían algunos préstamos avalados por dicha institución. "el motivo por el cual se auxilió a una institución insolvente fue tratar de evitar una crisis sistémica, ya que la caída de AIG podría haber arrastrado a varias entidades financieras y creado una situación de pánico. Sin duda, prácticas como ésta o similares aumentan el riesgo moral..." (ídem).

Probablemente se podría contra-argumentar que fue una situación que no se pudo prever, pero en economía eso es altamente improbable, ya que se pueden identificar algunos mecanismos que la hacen estallar, sobre todo cuando el grado de conocimiento de los mercados ha crecido notoriamente. ¿especulación? ¿irresponsabilidad? ¿Desregulación? tal vez sí, pero lo cierto es que las advertencias iniciales no tuvieron el efecto esperado y

La crisis internacional comenzó en un segmento relativamente pequeño del mercado inmobiliario de los Estados Unidos, el mercado de los préstamos hipotecarios de alto riesgo (el mercado subprime), que representaba alrededor del 4% de los activos financieros totales de ese país. Sin embargo, la crisis no quedó circunscrita sólo a ese mercado, y los efectos de contagio que se dejaron sentir en los sectores reales y financieros del mundo desarrollado superaron con creces las pérdidas iniciales. Además, los efectos de la crisis se expandieron geográficamente, afectando a las regiones de mercados emergentes, incluyendo a América latina (Pineda et al., 2009:8).

El siguiente gráfico refleja en qué condiciones se encontró el sector inmobiliario en los EE.UU. durante una década:

Se observa un descenso desde el segundo semestre de 2004, pero enfrentando un alza en 2006. Tal situación impactó directamente en los mercados mundiales, pues provocó en ellos tendencias de ascenso insostenibles. Esto se fortaleció debido a que las corrientes financieras surgidas y consolidadas bajo el fenómeno de la globalización instalaron en ellas altos grados de volatilidad.

Pero no se trata de una volatilidad inocua, sino de oscilaciones que se traducen en intensos ciclos económicos que se extienden durante períodos prolongados de tiempo y afectan cualitativamente la asignación de los recursos y la equidad, sembrando crecientes desequilibrios hasta convertirse finalmente en costosas recesiones de la economía real. América Latina ha sido la víctima predilecta y recurrente de este tipo de perturbaciones" (Ffrench-Davis, 2009:58).

Al margen de esta situación, lamentablemente la pobreza vuelve a adquirir protagonismo para Latinoamérica, aún cuando los esfuerzos por erradicarla fueron significativos, aunque insuficientes. Si bien por un largo período de tiempo la pobreza en Latinoamérica sufrió un retroceso (2003-2007), la extrema pobreza retomó su senda al alza, fenómeno que se interpreta gracias al aumento del precio de los alimentos. No obstante, "el impacto podría ser más grave aún en aquellos países receptores de remesas, ya que si bien no son los hogares más pobres los que subsisten en base a ellas, está estudiado que éstas tienen un impacto distributivo progresivo" (Rozenwurcel y Rodríguez, 2009:17).

Los efectos a largo plazo de la crisis suelen ser mucho más prolongados de lo que se piensa y variados en su definición, impactando en la colegiatura de los infantes, en su alimentación o en la capacidad de ahorro de las personas. De alguna manera, en la región la crisis no fue homogénea en sus consecuencias para los países que la componen, afectando sobremanera a todos aquellos países que están más vinculados al comercio internacional, que dependen de la exportación petrolera o subsisten por el envío constante de remesas. Esos países sintieron directamente los síntomas de la especulación y de la vulnerabilidad económica, plegándose a situaciones ya percibidas con antelación, o, como alguien escribió, convirtiéndose en un caso de "vino añejo en odres nuevos". No todo está perdido, aunque los apetitos especulativos son un círculo vicioso que afectan el crecimiento y debilitan las medidas pro equidad, y lo que es peor, pueden suponer pobreza crónica e insatisfacción social permanente.

 

3. Reflexiones sobre una Latinoamérica en "larga" tensión social

Este 2010 algunos países de Latinoamérica estaban de fiesta y sus gobiernos planificaron profesionalmente sus festejos para celebrarlos doscientos años de la instalación de las juntas de gobierno, las que con el tiempo significaron la independencia definitiva de la metrópolis hispánica. Pero fueron doscientos años en que se presenció un antagonismo entre nación o estado, el desarrollo de guerras civiles, la búsqueda incesante de un desarrollo institucional, los enfrentamientos personales por la obtención del poder, los conflictos geopolíticos vecinales (en algunos casos sin resolver), los regulares levantamientos populares regionales, los constantes movimientos indígenas, el fortalecimiento de algunos populismos sudamericanos, los traumáticos golpes de estado, la lamentable profundización de la pobreza, la constante marginalidad civil, la preocupante exclusión ciudadana, los frustrados intentos integracionistas y las paradigmáticas transiciones democráticas.

Han sido años agitados, desgastantes, que reflejan un mapa latinoamericano enmarañado, que ha motivado el surgimiento de caudillos locales dispuestos a finalizar con aquellos momentos de crisis institucional y desaceleración económica, pero presionados por cumplir a cabalidad las demandas sociales de grupos desplazados y perjudicados por el establishment desde épocas centenarias. Justamente son estas fracturas regionales las que, al quedar al descubierto, dejan de manifiesto los graves problemas que han desequilibrado sistemáticamente al Cono Sur (CS) y sugieren algunas interrogantes de cara al Bicentenario2. ¿Qué futuro enfrentará Latinoamérica luego de la reciente crisis económica? ¿Seguirá produciéndose la escalada de pobreza en la región? ¿Qué tipo de estado emergerá luego de la permeabilidad del modelo neoliberal en la región? ¿Se está en presencia del fin de la historia?

Todas estas interrogantes nacen producto de la burbuja inmobiliaria de los EE.UU. (crisis subprime) que contagió a la economía internacional y afectó directamente a las economías emergentes de este lado del mundo, las que fueron debilitándose rápidamente con la quiebra de Lehman Brothers, uno de los bancos más importantes de los Estados Unidos. Producto de lo anterior, las medidas anticíclicas adoptadas por los conductores de las reservas económicas regionales se focalizaron en ponderar los esfuerzos por estrechar las diferencias sociales y continuar con la línea de protección social. Éstas han sido algunas de las principales tareas autoimpuestas por los mandatarios sudamericanos, pero a la luz de los modelos económicos imperantes en la región, pareciera ser que la celebración bicentenaria dejará pendientes muchos de esos desafíos. El cuadro social no es para nada alentador, aún cuando algunas economías sudamericanas han manifestado sentirse "inmunes" ante la excesiva volatilidad económica que afectó la economía mundo y sus principales potencias internacionales.

La actual crisis financiera global, la peor de los últimos 80 años, ha dejado en total desamparo a los grupos sociales más sensibles, proyectándose que al finalizar el año 2009 y a comienzos de 2010, cerca de 50 millones de personas traspasarán la línea de la pobreza. Para Robert B. Zoellick, presidente del Banco Mundial (BM), estos grupos sociales de menores recursos engrosarán las pésimas cifras de desempleo, aunque planteó en una oportunidad que "mientras gran parte del mundo pone el acento en los rescates de bancos y paquetes de reactivación económica, no hay que olvidar que los habitantes pobres de los países en desarrollo corren muchos más riesgos cuando sus economías tambalean" (Zoellick en Quitral,2009:2).

Esa afirmación dejó al descubierto el complejo escenario económico internacional que arriesga Latinoamérica de cara al Bicentenario, con políticas públicas heteróclitas y con un rol del estado en franco repliegue. Esto es doblemente pernicioso para la estabilidad institucional de la región, sobre todo cuando durante la primera mitad de los años ochenta, la crisis de la deuda externa debilitó a los gobernantes en ejercicio, resquebrajó los partidos políticos y permeabilizó la imagen externa de la región. Dicho episodio económico significó que el período se conociera como la "década perdida" y que provocara el rápido recambio político en gran parte de los países sudamericanos. Este difícil proceso acontecido en el cono sur no sólo impactó en la alternancia en el poder, sino que su influencia más observable se presentó en las reformas económicas regionales. Sin embargo, "los procesos posteriores a 1982 son dominados uniformemente por la cuestión de la democratización (...). Y es ésa la razón, precisamente, por la que dichos procesos siguen cursos diferentes (...) las transiciones a la democracia (o del autoritarismo) se caracterizan por la diversidad intrínseca de sus cursos respectivos" (Cavarozzi, 1991:87).

Se puede advertir en esta frase que Latinoamérica es y será un espacio geográfico donde el concepto crisis (en todos sus ámbitos) brotará y golpeará con mayor fuerza, agudizando ciertos clivajes socioeconómicos y reflotando algunas historicidades propias de este lado del mundo. Esas características poseen antecedentes históricos, pero las paradojas latinoamericanistas son mucho más relevantes. Es una región que ha estado al margen de algunos embates mundiales, (como las dos grandes guerras mundiales) y no fue capaz de articularse sobre la base de un desarrollo económico exitoso, que fue totalmente inexperta en la elaboración de herramientas teóricas y prácticas que la posicionaran a nivel global, y como corolario, su armazón social fue más bien "divisionista" desde los inicios como nación independiente."

¿Cuáles son las razones de este estado de cosas? Según algunos intelectuales, la explicación básica estaría en la continua situación de dependencia de la que América Latina habría sido víctima, no solo desde 1825"... sino desde la llegada de los europeos. El control de sus riquezas naturales, de sus finanzas y de su comercio por fuerzas externas desde la independencia, habría impedido un mayor grado de desarrollo" (Del Pozo, 2002: 8). La pertinencia del concepto desarrollo por José del Pozo marcaría un punto de inflexión dentro de la discusión explicativa de por qué América Latina enfrenta regularmente procesos de crisis multivariadas, las que inexorablemente redundan en los sistemas políticos. Del Pozo agrega lo siguiente:

El conjunto de la región ha sufrido, desde 1492, las consecuencias de haber sido una "sociedad de conquista", donde una minoría blanca estableció su dominio sobre los indígenas, negros y todas las personas de color. Las consecuencias de este proceso han sido enormes y solo han variado parcialmente después de la independencia. Una de ellas ha sido la de crear una sociedad dividida no solo por clases, sino además por criterios (o prejuicios) étnicos (ídem).

Esta inicua segmentación social inicial sería -en apariencia- una explicación tentativa a los recurrentes vaivenes de la economía sudamericana o de las constantes erosiones que sufren las democracias en la región. La intelectualidad regional entendió en algún momento dicha situación y vehiculizó estudios descriptivos y explicativos interesados en teorizar sobre el desarrollo en la región y generar un modo de pensar latinoamericano consciente de sus debilidades económicas estructurales3. Paradójicamente,la crisis de 1929 fortaleció y posibilitó centrar la discusión en el rol del estado, dando comienzo al modelo teórico desarrollista, que influyó notoriamente en la configuración de una identidad regional periférica desde la CEPAL. Su gestor, Raúl Prebisch, sostenía que "... el elemento principal que constituye el diagnóstico sobre la realidad latinoamericana es su ‘condición periférica’".

En consecuencia, la política del desarrollo es un conjunto de acciones tendientes a salir de esta condición y colocarse a la par de los centros; esa política se compone de aspectos como la industrialización, el comercio exterior, la tecnología y la acumulación de capitales. En oposición a un sistema de crecimiento hacia fuera, que considera obsoleto..." (Devés, 2000: 291). Este binomio centro/periferia entendido en lectura tensionante, determinaría para Prebisch esta fuerte recurrencia a las crisis económicas sudamericanas, al punto de situarse en un ámbito cíclico/dependentista y debilitante de los aparatos económicos del cono sur. El impacto de esta historia dependentista dificultaría la productividad, impediría un desarrollo tecnológico y agudizaría el desempleo en la región:

Según el modelo cepalino, también aceptado por muchos de los críticos de su pensamiento, las fases históricas de las economías latinoamericanas han sido cuatro: el período previo a la inserción en el esquema de la división internacional del trabajo; la etapa del desarrollo hacia fuera; la etapa del desarrollo hacia dentro, en su período de fácil sustitución de importaciones; y finalmente, la etapa del desarrollo hacia dentro, en su período problemático de la sustitución de importaciones" (Del Alcázar et al., 2003:219).

Este enfoque estructuralista Latinoamericano, de fuerte promoción del Estado como organismo propulsor del desarrollo regional, intensificó los estudios para fortalecer las ideas industrializadoras para la región y de paso otorgar mayor empleo ciudadano para mejorar los niveles de ingreso per cápita. El conjunto de la economía y la sociedad se verían totalmente beneficiados por este desarrollo económico, aún cuando las crisis económicas son una constante que afectan las políticas sociales de los gobiernos regionales y además introducen ciertos dilemas para los conductores de las cuentas fiscales.

Sin embargo, uno de los elementos que intensifican los efectos de las crisis macroeconómicas en Latinoamérica está determinado por lo que produce el continente y su posterior ubicación en los grandes centros económicos mundiales. La casi nula diversificación de la economía sudamericana la transforma fácilmente en una débil región ante las oscilaciones económicas internacionales, ya que toda su economía gira en torno a un solo producto "estrella". El peso internacional que adquieren estos productos no logra equilibrar las balanzas comerciales internas y la dejan en una pésima situación internacional, que en muchas ocasiones perjudica precisamente a los grupos más vulnerables que conforman su población:

La región de América Latina y el Caribe ha estado plagada de perturbaciones macroeconómicas durante los veinte últimos años, con graves consecuencias para los pobres. Tales perturbaciones han sido llamadas "covariantes", que afectan el ingreso real de gran parte de la población, habitualmente por la reducción tanto del salario real por hora (vía inflación) como del número de horas trabajadas (vía desempleo o subempleo). Aparte de estos efectos sobre el ingreso, que pueden disiparse una vez que se reanuda el crecimiento, las perturbaciones macroeconómicas pueden tener también consecuencias a más largo plazo (Hicks y Wodon, 2001:96).

Ciertamente, la gran paradoja que se produce en Latinoamérica cuando las crisis son superadas, es saber en qué posición quedan los sectores con menores ingresos personales y si las medidas aplicadas por los gobiernos de turno serán eficientes. Situación que sufre una amplificación socioeconómica cuando el Cono Sur avanza rápidamente a completar doscientos años de "libertad colonial". Es muy probable que al terminar 2010 la sociedad en su conjunto crea firmemente en que sus condiciones de crecimiento se han visto superadas, que las aspiraciones sociales son diametralmente opuestas que hace 100 años y que la inclusión en el segmento de los países desarrollados dejará de ser una quimera. Pero lo cierto es que las realidades sudamericanas lamentablemente han entrado en un confuso marco social luego de los magros resultados económicos resultantes de la presente crisis internacional. Esto se ve reflejado de la siguiente manera:

Durante el primer semestre del año 2009, una serie de institutos que investigan temas económicos proyectaron algunas cifras de crecimiento regional. Los datos aportados dejan al descubierto la desaceleración económica que enfrentó América Latina al finalizar ese año, y el crecimiento económico que se pretendía sostener para el año venidero sería deficiente. Esto se debe en gran medida a que

La demanda mundial por las exportaciones de la región ha caído; las remesas, una fuente importante de recursos para las familias de bajos ingresos, se espera que disminuyan debido a la debilidad de los mercados de trabajo en las economías desarrolladas; los altos precios de los productos básicos que favorecieron a los exportadores en la región han desaparecido; una reducción en la disponibilidad de financiamiento externo hará más difícil para los países acceder al crédito internacional; y es probable que la inversión extranjera directa se vea afectada debido a restricciones en el mercado financiero internacional (RBLAC-UNDP, 2009).

Comparadas con escenarios recesivos anteriores en la región, ya sea la década perdida, la crisis asiática o el efecto tequila, Latinoamérica estuvo mejor preparada para enfrentar el "contagio económico" desde los EE.UU. los niveles de crecimiento que venía experimentando esta zona geográfica eran positivos: 4.8% en 2005, 5.6% en 2006, 5.7% en 2007 y 4.6% en 2008. Sin embargo, la actual crisis económica borrará del panorama económico aquellas cifras altamente positivas y alterará significativamente el escenario social. Uno de ellos tiene que ver con el tema de la desigualdad y la distribución de la riqueza, cuestión que se ha transformado en un verdadera "enfermedad social" para gran parte de los mandatarios en ejercicio. Como ilustración se entregan datos sobre desigualdad mundial:

Se observa que nuestro continente lidera los índices de desigualdad mundial, incluso por sobre el continente africano. Pero lo que es más preocupante aún es que, según el indicador de desigualdad del ingreso más generalizado (Índice de Gini), cinco de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina. Incluso los países más equitativos de América Latina tienden a ser más desiguales que los más desiguales en europa4. ¿Cuál es la razón principal por la que se produce esta condición? Este panorama de creciente desigualdad se debe fundamentalmente a la notable concentración del ingreso en aquellos sectores con mayor renta y a una extraordinaria ausencia de salarios equitativos en los grupos más vulnerables: "De este modo, la quinta parte más rica de la población en América Latina recibe cerca de tres quintas partes del ingreso total, mientras que la quinta parte más pobre recibe tan solo el tres por ciento" (Puryear y Malloy, 2009:2).

Si bien la región en general ha demostrado avances en la lucha contra la pobreza, los datos aportados para este trabajo no permiten proyectar que las condiciones socioeconómicas se inviertan. No se ha desarrollado una estrategia sustentable en el tiempo que permita reducir la pobreza y disminuir la desigualdad, pero lo más graves aún es que la reciente crisis económica debilitará el crecimiento, y con ello contribuirá sistemáticamente a entorpecer los avances en esas materias. No se puede cuestionar que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han puesto énfasis en reforzar los programas de asistencia social aumentando el gasto social en gran parte de ellos. Pero estos gastos sociales han sido poco sustanciosos para la realidad latinoamericana, y el fracaso que puede acarrear tal política social "(...) pone en riesgo su estabilidad política, haciendo más difícil la atracción de la inversión necesaria para el crecimiento económico. La política social necesita renovarse y fortalecerse de forma significativa" (Puryear y Malloy, 2009:3).

Las anteriores cifras que se aportan para este trabajo corroboran el adverso escenario social que está enfrentando actualmente la región, fenómeno se irá agudizando con las cifras de crecimiento señaladas en el cuadro 1.

Son evidentes las fortalezas macroeconómicas que han acompañado la historia económica sudamericana, pero se debe advertir el enorme déficit social acumulado durante años, y que en el mediano plazo y bajo el "paraguas" del Bicentenario difícilmente será resuelto. Más allá de este "difuso" panorama social, los costos que introducirá la pasada crisis se exhibirán en un aumento de la desocupación laboral, (mayoritariamente juvenil), la discriminación laboral femenina, una mayor vulnerabilidad social, una alta deserción escolar y la irrupción de la "trampa de la pobreza". Además, el acceso a los alimentos también es un tema que preocupa a la opinión mundial. Aunque Latinoamérica los produce, gran parte de sus habitantes presenta enormes dificultades para conseguirlo, sobre todo cuando su precio se eleva y el salario real es insuficiente. Según Kliksberg (2009) el Banco Mundial estimó que habría seis millones de nuevos pobres en América Latina para 2009. Pero principalmente los niños de hogares pobres deberán trabajar, abandonarán la escuela, o sólo podrán acceder a empleos marginales, carecerán de protección social y reproducirán la pobreza.

Este ambiente dominado por la incertidumbre económica se mantendrá hasta finalizar el segundo semestre de 2010, año en que ciertas naciones de la región celebrarán su esperado Bicentenario. Empero, en la medida en que las cifras económicas no mejoren, la celebración puede ser opacada con la desazón y la desesperanza social. Se puede sostener que, básicamente, la frecuencia de las crisis obedece a la incapacidad de los sistemas financieros de autorregularse, uno de cuyos corolarios es que las medidas de liberalización financiera contienen el germen de ellas. El problema fundamental, como lo señalara Minsky (1982) hace un cuarto de siglo, es que "... a medida que avanzan las bonanzas financieras, tiende a aumentar la confianza, lo cual conduce a que los agentes financieros tomen posiciones cada vez más riesgosas en el sentido de que las obligaciones financieras superan sus ingresos corrientes" (Ocampo, 2009:11). Sin lugar a duda hay naciones sudamericanas mejor preparadas para retomar la senda del crecimiento, aunque el optimismo inicial ha ido desapareciendo para dar paso a la mesura económica.

 

4. Objetivos de desarrollo del milenio, ¿una tarea pendiente?

En septiembre del año 2000, los Jefes de estado y de Gobierno de 147 países se reunieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas para establecer un compromiso tácito en revitalizar la cooperación internacional destinada a los países menos desarrollados y combatir la pobreza extrema. En esa oportunidad se identificaron objetivos como la lucha contra la pobreza y el hambre, la reversión del deterioro ambiental, el mejoramiento de la educación y la salud, la promoción de la igualdad de los sexos, entre otros. No obstante, la mayoría de los países no han cumplido la meta de erradicar la pobreza (ONU, 2005) y en algunos casos se advierten retrocesos. A cinco años de ese informe elaborado por el organismo internacional, este 2010 las cifras no son para nada alentadoras, puesto que la crisis de 2008 ralentizó el progreso, y de persistir ésta, los ODM no se conseguirán."... los efectos de la crisis probablemente continúen: las tasas de pobreza serán levemente mayores en 2015 e incluso después, hasta 2020, de lo que lo habrían sido si la economía mundial hubiera crecido sostenidamente al ritmo previo a dicha crisis" (ONU, 2010:7). Si bien las medidas aplicadas por las economías latinoamericanas durante una decenio estaban en la dirección correcta, la crisis de 2008 frenó abruptamente su avance e impactó negativamente entre la población más vulnerable.

Al inicio de este trabajo se expuso una hipótesis que daba cuenta de una mirada prospectiva a los sucesos socioeconómicos latinoamericanos, enfatizando en el aumento de los indicadores de pobreza o la precarización del trabajo como efecto directo de la crisis. Pues bien, el informe de la ONU de este 2010 y que regularmente está monitoreando el cumplimiento de los objetivos asumidos por gran parte de los países, ratificó que los efectos de la crisis fueron más profundos de lo pensado, aunque los gobiernos locales reaccionaron oportunamente y evitaron así que fueran peores. "El efecto dominó de la crisis afectó gravemente a las economías, redujo la capacidad empresarial y empujó a millones de personas al desempleo. Muchos trabajadores recurrieron a formas de empleo vulnerables, y la cantidad de trabajadores pobres se multiplicó" (ONU, 2010.8). Como los trabajadores perdieron sus puestos de trabajo formales, debieron recurrir a espacios laborales precarios, de baja productividad y en pésimas condiciones remunerativas.

Las estimaciones preliminares indican que hubo un crecimiento negativo del rendimiento por trabajador en todas las regiones, salvo en el Norte de África, Asia Oriental y el Sur de Asia. La mayor caída del rendimiento por trabajador se produjo en los países CEI de Europa, los países en transición del sudeste de Europa, y en América Latina y el Caribe" (ONU, 2010:8).

Para comprobar este punto se adjunta el siguiente cuadro.

El cuadro que se aporta confirma una parte de la hipótesis central que conduce este trabajo. Como la crisis económica permeabilizó los puestos de trabajo, las personas debieron revertir dicho escenario, y un mecanismo de solución forzada fue comenzar a trabajar de manera independiente o trabajar de manera familiar. La tendencia en casi todos los continentes presentó alzas que, probablemente, sigan la misma propensión. "Para muchos trabajadores jornaleros y asalariados que perdieron sus trabajos, así como para quienes buscaban trabajo por primera vez e ingresaron en el mercado laboral en el medio de la crisis, trabajar por cuenta propia y en trabajos no remunerados de la familia son opciones usadas como último recurso" (ONU, 2010:9). Con respecto a la pobreza de la región, las cifras evolutivas también sufrieron un traspié respecto a como se venían presentando hace 10 años, por lo menos, y representan un notorio retroceso en las políticas de protección social implementadas.

Nuevamente se observa que la pobreza, no sólo en nuestra región, sino en el resto de los continentes, se agudizó, fenómeno confirmado por dos cuestiones fundamentales. La primera es que la dimensión de la reciente crisis fue de una enorme amplitud global, y la segunda, que irremediablemente el impacto social fue profundo y constante. Para finalizar, sólo queda admitir que el sistema neoliberal aún presenta desajustes recurrentes y que las economías sudamericanas no han logrado concretar un método de prevención ante las fluctuaciones económicas y cada cierto tiempo; todo lo que avanza rápidamente termina sucumbiendo.

Tal es el caso de Chile, el único país que estaba cumpliendo su compromiso de disminuir la pobreza, pero donde la crisis desplomó en gran parte todos los logros que los gobiernos de la concertación habían desplegado. La última medición de la pobreza chilena (2009) demostró que se produjo un aumento de ella, pero recociendo, eso sí, que las medidas emanadas desde el ejecutivo fueron las correctas, ya que de lo contrario los efectos habrían sido más profundos:

Son evidentes los avances en materia de combate a la pobreza en Chile, pero quedó de manifiesto que existe una alta vulnerabilidad de la economía nacional a las convulsiones internacionales y que la reciente crisis no fue la excepción. Latinoamérica en general debe aprender de esta experiencia, sobre todo porque sus países deben cumplir los ODM de aquí al 2015. Lo interesante de este proceso es que las democracias latinoamericanas no se vieron afectadas mayormente, llegando incluso a pensarse que éstas se robustecieron al no producirse el término anticipado de algún gobierno elegido democráticamente.

 

5. Consideraciones finales

Al comenzar este trabajo se propusieron una serie de preguntas que conducían el debate en esta investigación. La primera de ellas decía: ¿Qué futuro enfrentará Latinoamérica luego de la reciente crisis económica? Lamentablemente el pesimismo se apodera de mis reflexiones personales, pues considero que la región se verá enfrentada a la agudización de sus problemáticas internas, y lo que es más complejo aún, se producirán irremediablemente algunas cuotas de ingobernabilidad y desestabilización institucional en ciertos gobiernos de turno, y no sólo por cuestiones resultantes de la actual crisis. Muchas de ellas poseen antecedentes históricos que, con el correr de los años, lejos de desaparecer, se han ido acentuando. Sin embargo, el costo social es mayor a los beneficios que los aparatos gubernamentales puedan obtener, pues los conflictos se radicalizan y pueden, de alguna manera, provocar muertes en plena democracia.

Otro de los grandes temas que la celebración del Bicentenario tendrá como telón de fondo es la pobreza y la acentuación de ella. Los organismos mundiales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtieron a inicios del año 2009 los elevados costos sociales que la pasada crisis impregnaría a la región. La línea de la pobreza será traspasada por sus principales actores, pero no en caída, sino que, por el contrario, se observará un aumento, instalando nuevamente a la región como la zona geográfica con la peor distribución de la riqueza del mundo.

Para intentar combatir tal adverso panorama, las recomendaciones son un mayor protagonismo del estado, casi como se propuso en su momento por la CEPAL. Si la solución a este flagelo sólo se deja en manos del mercado, las esperanzas de que la región disminuya la brecha entre ricos y pobres será simplemente una nueva utopía. El modelo sin regulación no contribuye a equilibrar la sociedad y alejar definitivamente los fantasmas de la especulación. Por el contrario, sus resultados son hasta ahora desmoralizantes, y urge una pronta adecuación del papel del estado. Todo esto permite preguntarse: ¿se está en presencia del fin de la historia? Claramente no, pues los desafíos que impone la sociedad en su conjunto deben sumarse al proyecto de país que los distintos estados se han propuesto, dejando en mejor expectativa a los países que celebrarán el Bicentenario y fomentando el progreso del individuo en toda su expresión. Si eso no se establece como prioridad absoluta, la región y sus constantes paradojas continuarán permaneciendo en el tiempo. Latinoamérica es, por esencia, ese continente donde las paradojas están por encima de la lógica de sus recientes cifras macroeconómicas, al punto de alcanzar un proceso de naturalización de las mismas. Esto incluso al margen de los índices de crecimiento observados por algunos países que entrarán al Bicentenario, y que de alguna forma les permiten enfrentar esta celebración en relativa "calma".

Chile, Argentina y México (se excluye a Colombia por una cuestión metodológica) han descubierto las fórmulas políticas para continuar con la línea económica cercana al Consenso de Washington (CS). Sin embargo, los temas de pobreza, desigualdad social y distribución de la riqueza son, para este autor, los temas claves que lamentablemente Latinoamérica y fundamentalmente estos países no han podido (y no podrán) resolver en el mediano plazo.

Estos países están absorbidos por las paradojas, las cuales son más visibles de lo que se piensa, pero ocultas en el tiempo por influjo de ciertas fuerzas exógenas que no quieren verlas o simplemente las quieren invisibilizar. Las paradojas embriagan las ideas y dificultan su comprensión, pero a su vez, ellas mismas permiten discutir, reflexionar y cuestionar sobre situaciones complejas y escenarios posibles, aún cuando se produzca un desgaste forzado ante cuadros sociales deprimentes. Es por ello que Latinoamérica vive constantemente en una paradoja, situación que se amplifica cuando se reflexiona sobre la pobreza regional, la imposibilidad de romper con la pésima distribución de la riqueza y las grandes desigualdades económicas que inicialmente se pensó desaparecerían con la globalización. Por ejemplo, a comienzos del siglo XX el ingreso promedio de los países ricos era cuatro veces más que el de los países pobres; hoy esa cifra es treinta veces mayor en comparación a esos años, y con la reciente crisis financiera -que aún no se aleja del todo- las diferencias sociales serán mayores de lo que se puede pensar.

 

Notas

* Historiador, Doctorando en Ciencia Política, Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Magíster en Estudios Internacionales, Universidad de Santiago de Chile (USACH). Investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat (INTE). Contacto. maximoquitral@gmail.com

1 Esta definición es totalmente reducida de la conceptualización de crisis financiera. De todas formas, existen explicaciones mucho más amplias en su operacionalización o en su teorización, incorporando en el debate a la tierra, la infraestructura o los commodities. En esta línea una lectura recomendada sería la de Kindleberger (1989), quien entrega mayor profundidad para este tema.

2 Para comprender los problemas que históricamente ha sostenido Chile, se recomienda la lectura de Encina (1981).

3 Un estudio detallado sobre este punto en particular fue abordado por el historiador Joaquín Fermandois (2005).

4 Para una mejor comprensión de los antecedentes que se consideran en este trabajo se recomienda consultar el trabajo de Goñi, López y Serven (2008).

 

Artículo recibido: 21 de noviembre de 2011
Aceptado: 15 de abril de 2012

Referencias

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