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Revista Latinoamericana de Desarrollo Económico

versión impresa ISSN 2074-4706versión On-line ISSN 2309-9038

rlde  n.5 La Paz oct. 2005

 

ARTÍCULO DE DEBATE

 

Un programa piloto de crédito en el contexto del desarrollo alternativo: teoría y praxis

 

 

Eduardo Quiroga Crespo*

 

 


 

1. Introducción

La subregión del Trópico de Cochabamba forma parte de la Cuenca Amazónica y abarca cinco municipios: Villa Tunari, Chimoré, Puerto Villarroel, Entre Ríos y la agencia cantonal de Shinahota (las cabeceras municipales no forman parte del Trópico). Su superficie alcanza a 37.390 km2 y su población, en 2001, a 145.050 habitantes, de asentamiento relativamente reciente y predominantemente campesina (84 por ciento de población rural). Su situación ha mejorado relativamente en los últimos 30 años pero aún presenta fuertes carencias1.

Esta subregión ha concitado la atención nacional e internacional debido al movimiento migratorio espontáneo causado por la crisis económica de 1980 y el auge del cultivo de coca. Esta situación originó múltiples esfuerzos estatales y de la cooperación internacional para ofrecer opciones económicas rentables y legales que sean alternativas a dicho cultivo, cuyos resultados son ampliamente debatidos en términos político-técnicos.

El presente trabajo pretende, por tanto, realizar una descripción del "estado de arte" del crédito en la región como facilitador del desarrollo rural. El documento consiste en una breve presentación de las concepciones teóricas que han orientado el manejo del crédito rural en Bolivia en las últimas décadas, analiza la experiencia de una institución intermediaria específica y establece algunas conclusiones que puedan servir a esfuerzos parecidos en esta u otras regiones de similares condiciones. La metodología consiste, por tanto, en analizar las formas como el crédito de la entidad analizada ha sido canalizado a los prestatarios, apoyada por las consideraciones teóricas referidas.

 

2. Algunas reflexiones teóricas sobre crédito rural

El sistema de la economía campesina debe garantizar la producción mínima para la reproducción familiar, bajo la forma de autoconsumo o comercialización y dentro su estrategia de minimización de riesgos2. Bajo este marco, podría esperarse que las familias migrantes hacia medios agroecológicos más benignos atraviesen por una transición caracterizada, entre otras cosas, por: a) aumento del carácter mercantil de la producción (mientras las necesidades de la unidad familiar se satisfacen, disminuye el autoconsumo y aumenta la comercialización); b) demora en la asimilación de métodos y cultivos más rentables debido a la mayor vulnerabilidad campesina a resultados adversos frente a un empresario, y c) tecnología inicialmence intensiva en mano de obra debido a la necesidad de valorizar el recurso más abundante.

Por otra parte, la evolución familiar puede ser de tres tipos: a) con excedentes suficientes para invertir en mejoras del sistema productivo, compra de tierras y equipos › proceso de capitalización; b) si el excedente cubre sólo las necesidades básicas y la inversión mínima para mantener los instrumentos de producción › proceso de estancamiento; c) si no se logra siquiera mantener el capital existente › proceso de descapitalización3. Pero, ¿cuál el papel del crédito en este proceso?. Ya que tradicionalmente el ahorro campesino está representado por su ganado, y que el mismo es difícil de monetizar para fines de colocación financiera, el crédito viene a representar la oferta de recursos tanto para operación como inversión para las economías campesinas en transición hacia economías semiempresariales. Su aplicación, sin embargo, pasó por enfoques distintos.

Desde mitad del siglo XX se impuso la óptica productiva, que consideraba al crédito como otro insumo de la producción agropecuaria, junto a la tierra, el capital, la mano de obra o la tecnología4. La baja productividad campesina se atribuía a la baja calidad y modernidad de los insumos y a que los agricultores no podían mejorarlos por sí mismos debido a su casi inexistente excedente, por lo que era necesario dotarles de recursos para romper el círculo vicioso de pobreza-endeudamiento-pobreza. De esta forma, instituciones como el Banco Mundial, USAID y el BID financiaron bancos de fomento y ONGs para créditos rotativos en países en desarrollo.

Los argumentos más fuertes apuntaban a que los créditos baratos permitían: a) combatir al crédito informal, usualmente explotador del campesino; b) la adopción de nuevas tecnologías; c) compensar el deterioro de los términos de intercambio agrícola efecto de políticas públicas tendientes a abaratar la canasta alimenticia, y d) fomentar la redistribución del ingreso favoreciendo a los productores mas pobres. Un resultado negativo de este enfoque fue que, al contrario de lo previsto, el crédito barato se había concentrado en pocas manos, usualmente las de los agricultores con mayores excedentes.

Más recientemente se impuso el enfoque del crédito como instrumento financiero y no como insumo productivo, por lo que la política se orientó a fortalecer el mercado financiero antes que a subvencionarlo, apoyando los créditos no dirigidos y estableciendo tasas de interés reales positivas. Es decir, liberalizarlo. Sin embargo, también se ha apuntado que dicha liberalización tampoco garantiza una democratización del acceso al mismo.

Sobre la composición del crédito, la diferenciación entre microfinanzas e inversión es imprescindible cuando se dirigen recursos a pequeñas unidades productivas, pues si bien el crédito de corto plazo da liquidez al proceso de producción y de circulación de mercancías y está fuertemente ligado a las características del proceso productivo (siembra-cosecha), el crédito de largo plazo, aunque tiene mas problemas de garantías, está destinado a aumentar la capacidad productiva y/o mejorar la eficiencia del proceso productivo, garantizando, en última instancia, el crecimiento5. Por lo tanto, una disminución del crédito a largo plazo significa la descapitalización de la agricultura y tiene implicaciones sobre la expansión de la capacidad productiva sectorial.

Una característica transversal a todos los modelos de crédito rural son las elevadas tasas de interés respecto de los niveles urbanos. Una revisión sobre el tema permite apuntar tres componentes básicos de dichas tasas: a) el factor riesgo, capitalizado dentro la tasa de interés, es mucho mayor en el área rural debido al riesgo inherente a las actividades agropecuarias, que dependen no sólo de la tecnología usada sino de condiciones climáticas y otros factores externos: b) el costo de transferencia y administración del crédito se encarece en áreas geográficas rurales de amplia extensión y con una gran dispersión de clientes; c) el carácter monopólico de las instituciones crediticias que funcionan en zonas de difícil accesibilidad les permite fijar precios del capital por encima de sus niveles "de mercado", asumiendo que es posible definir cuál es el valor del mercado correcto.

Una interesante aproximación para calcular la tasa de interés que debería cobrarse en el área rural (i) teniendo en cuenta el costo de oportunidad o tasa de interés urbana (d) y la probabilidad de no cobrar parte de la cartera, que puede basarse en la experiencia de años anteriores (q), es6:

De la misma se desprende que, si q > 0, entonces i > d. En otras palabras, si existe un factor de riesgo real de no cobrar una parte del préstamo, entonces la tasa de interés rural será necesariamente mayor a la urbana. En la práctica, se acepta que las tasas de interés rurales en Bolivia son aún muy altas y que inducen a la autoexplotación de la mano de obra y a la mora del prestatario7.

Un modelo teórico usado para explicar la determinación de tasas de interés en mercados con asimetría de información, típica de mercados rurales y urbanos de Latinoamérica, es el modelo de Stiglitz-Weiss (1981:393-410). En el mismo, la oferta de crédito no es una función creciente de la tasa de interés, al tiempo que la tasa vigente no es aquélla que despeja el mercado, sino un nivel r* que maximiza las utilidades esperadas del prestamista pero que implica un exceso de demanda equivalente a (B-A) y un proceso de racionamiento del crédito.

La razón es que, desde r*. aumentos de la tasa de interés incrementan la probabilidad de que el préstamo sea altamente riesgoso, pues los demandantes de proyectos riesgosos están más propensos a pagar mayores tasas de interés. Entonces, si el prestamista no puede racionar a los prestatarios con alto riesgo de los que no lo son, debe racionar los préstamos, lo que ocasiona que el crédito disminuya en vez de aumentar con r. En consecuencia, aun en presencia de un exceso de demanda por créditos, una mayor tasa de interés no equilibra el mercado, más bien reduce la oferta de crédito. A ello se le llama "selección adversa".

La pregunta entonces es: ¿cómo fijan r* los bancos? El modelo explica que los prestamistas fijan una tasa que permita que los prestatarios menos riesgosos se mantengan dentro el mercado de crédito en detrimento de los más riesgosos, los cuales son discriminados. Esta situación provoca dos resultados comunes en mercados crediticios poco desarrollados: a) no existe una correlación entre las tasas activa y pasiva del prestatario, pues cada una se determina en función a variables diferentes, y b) los prestatarios prefieren mantener voluminosos recursos ociosos sin prestarlos.

La determinación del plazo de los créditos es otro factor característico del medio rural, donde casi no existe un esquema asalariado tipo urbano y que recibe un sueldo periódico. Por ello las condiciones de dicho plazo deben, al menos, tomar en cuenta tres aspectos: a) el ciclo productivo de la actividad principal del cliente agropecuario (período de comercialización, características de los cultivos, meses de máxima/mínima demanda, etc.); b) ingresos del prestatario (flujo de caja y fuentes económicas alternativas), y c) características de la tecnología crediticia aplicada8.

A manera de conclusión, algunos estudiosos proponen que el crédito debe ser acompañado por programas de saneamiento de tierras, asistencia técnica, capacitación, sistemas de riego, caminos, acopio comercialización y apertura de mercados9, sin que ello conlleve el subsidio del precio del capital. Es decir, ser parte de una política integral y no aislada de apoyo al sector. El propio crédito también debe tener una visión de "desarrollo rural integral" orientado no sólo a actividades agropecuarias tradicionales.

Siguiendo la misma fuente, cuatro condiciones para un sistema financiero rural exitoso son: a) crédito como intercambio de prestaciones entre dos agentes, que implica un mayor riesgo a mayor tiempo y justifica así la prima que se añade a la renta ordinaria del dinero en el tiempo, b) subvención para financiar obras de infraestructura ligadas al medio productivo (como construcción de carreteras u obras de microriego) para darle más rentabilidad al agricultor y acelerar la devolución de los créditos; c) captación del ahorro rural, basada en la hipótesis de que el campesino tiene capacidad de ahorro, que confiará en un sistema según la disponibilidad geográfica del mismo y que es posible establecer un sistema barato para la administración del mismo; y d) asistencia técnica y capacitación, que tienen gran importancia para diseñar proyectos alternativos e introducir mejoras tecnológicas en la agricultura tradicional y en la propia comercialización.

 

3. Crédito rural en el Trópico de Cochabamba

La clasificación usual del sistema financiero en los departamentos comprende tres sectores: el sector formal o regulado, las ONGs especializadas en crédito y el sector informal. El primero está compuesto por el sistema bancario y entidades especializadas, el sistema cooperativo y el sistema mutualista10.

Dentro del sistema financiero estatal, los antecedentes más importantes, cuyas coberturas alcanzaron al Trópico de Cochabamba, son el Banco Agrícola y el Fondo de Desarrollo Campesino, que pasó de colocar recursos directamente a actuar como banco de segundo piso, intermediando sólo hacia entidades fiscalizadas por la Superintendencia de Bancos, lo que limitaba su cobertura. Aunque hubo una experiencia fallida del sistema bancario privado en la subregión, actualmente no existe banca privada formal en el Trópico de Cochabamba.

Al parecer, el fracaso de la banca estatal de desarrollo agrícola se debió a una combinación de factores políticos, climáticos y de corrupción, y no sólo se originó en la agricultura comercial sino también en la campesina. Cuando el Estado comenzó a otorgar créditos mediante intermediarios, los mismos favorecieron sobre todo a medianos y grandes agricultores que eran mas solventes que los pequeños pero, sorprendentemente, la disminución del crédito no fue acompañada por una baja en la producción, lo que confirmó las sospechas de que en el esquema anterior los fondos colocados eran desviados hacia otras actividades11.

El sistema cooperativo en la subregión es de larga data y se remonta a los años 60, pero pasó por duras crisis, como la hiperinflación de los años 80, que hizo cerrar a varias cooperativas, y períodos de renacimiento, como la década de 1990, que vio surgir a otras nuevas.

Las cooperativas actuales (San Antonio, Hospicio, El Piñal y otras) mueven recursos provenientes del ahorro de los socios, del Estado o de la Cooperación Internacional. Se manejan con poco personal (4 o 5 personas) y atienden entre 150 a 200 clientes bajo tasas de interés que fluctúan entre 20 y 30 por ciento anual en moneda extranjera. En promedio se colocan US$ 3,000 entre 12 y 14 meses, operando con garandas de tipo personal.

Desde la década de 1990 algunas ONGs iniciaron un proceso de especialización en crédito y expandieron su cobertura geográfica al Trópico de Cochabamba. Dentro de las mismas se pueden citar a PRODEM, Agrocapital, ANED, FADES y, marginalmente, FONDECO. En general, las condiciones de su microcrédito fueron: plazos entre 3 y 12 meses, interés de 30 por ciento anual sobre saldos y garantías personales y grupos solidarios. Las condiciones para créditos mayores grupales fueron más flexibles (montos entre US$ 15,000 y 35,000, tasas de 9 por ciento 1 2 por ciento y plazos de hasta 2 años). También pasaron por la subregión ONGs que trabajaban con fondos rotatorios como CESAT e INEDER que, al igual que el resto del país, fracasaron por diversas causas12.

Las ONGs introdujeron nuevos instrumentos crediticios para hacer frente al riesgo inherente a la agricultura del pequeño productor, como créditos solidarios o de responsabilidad mancomunada, créditos asociativos mediante una organización de base campesina (asociación o cooperativa), y bancos comunales conformados por grupos que reciben y redistribuyen en su interior el crédito.

Sobre los créditos informales, son muy heterogéneos, pero en general no superan los US$ 500 y en muchos casos su tasa de interés real es nula o negativa, por tratarse de transacciones "familiares". En el resto de los casos, el interés mínimo es de 4 por ciento mensual y el plazo máximo es de un año. La importancia de esta forma de financiamiento rural, sin embargo, aún es grande13.

 

4. Experiencia del Centro de Investigación y Desarrollo Regional (CIDRE)

El Trópico de Cochabamba es considerado por el sistema financiero bancario formal como una subregión inestable, por lo cual no existen sucursales del mismo. Sin embargo, existen algunas entidades que se encuentran aplicando tecnologías crediticias orientadas exclusivamente al pequeño productor rural en condiciones novedosas y que están rindiendo frutos interesantes.

El CIDRE es una entidad seleccionada mediante licitación pública para administrar recursos crediticios provenientes de la Unión Europea canalizados mediante el Fondo de Desarrollo del Sistema Financiero y Apoyo al Sector Productivo (FONDESIF). La selección estuvo basada, entre otros parámetros, en la tasa de interés ofrecida por los concursantes.

Antes del inicio operativo, se realizó un estudio que estableció una tipología de las unidades campesinas y empresariales de la subregión, analizando características sociales (acceso a salud, educación y servicios básicos, migración, propiedad de la tierra, formas de producción y comercialización, y rentabilidad). Luego se estimó la oferta y demanda de crédito para ese momento y para los años siguientes14.

En la definición del concepto del grupo meta, el pequeño agricultor, se han introducido conceptos ligados a la teoría de la agricultura campesina, al entenderlo como el productor que desarrolla sus actividades productivas con mano de obra familiar y que ocasionalmente contrata mano de obra asalariada15.

El crédito otorgado bajo este marco conceptual, según el cuadro siguiente, no se circunscribe sólo al productor agropecuario tradicional, sino que incluye aquellos agricultores "en transición" y que tienen actividades tales como forestación y silvicultura, pesca y piscicultura, artesanías, agroindustria, comercialización y ecoturismo.

La división entre microfinanzas e inversión ha sido internalizada como crédito para operaciones y crédito para inversión, a los cuales se puede acceder tanto de forma individual como en grupos solidarios (garantías personales que son mancomunadas). Los plazos de recuperación en cada caso varían según la lógica de que el capital de operaciones está íntimamente ligado al ciclo productivo de corto plazo.

La comparación de las tasas de interés de esta entidad y sus niveles de mora son un buen ejemplo de que, pagando todos los costos de administración del crédito, pues los mismos no están subvencionados de ninguna forma, los excedentes de los pequeños agricultores permiten pagar el crédito. A pesar de ello, el mantenimiento de tasas accesibles muchas veces es superado por presiones de índole oligopólica de las financieras que operan en el área rural.

Tomando como probabilidad no recuperar el préstamo a los porcentajes de cartera en mora del CIDRE a agosto del 2004 y los promedios nacionales de tasas activas a fin de dicho mes, y aplicando la fórmula señalada, se obtienen resultados que sugieren que la tasa actual está ligeramente subvaluada, lo que sin duda redunda en beneficio de los prestatarios.

La inversión mayor se la coloca mediante créditos individuales a pequeños agricultores o "agricultores en desarrollo", definidos como aquellos productores cuya capacidad de producción ha rebasado su disponibilidad de mano de obra familiar y contratan mano de obra externa casi con carácter permanente, registran volúmenes de producción constantes y generan excedentes16.

Los créditos exigen una contraparte de 20 por ciento, que es cubierta por el beneficiario en mano de obra, material local o material vegetal, y el capital de operaciones financia tanto ítems tradicionales (semillas, agroquímicos, vacunas, fertilizantes, jornales, herramientas menores e insumos y materiales para viveros) como aranceles de adjudicación de tierras dentro del proceso de saneamiento integrado al catastro legal (CAT-SAN) efectuado por el INRA, para lo cual el productor debe estar en posesión efectiva de la parcela por lo menos por dos años. Este carácter integral y ambiental17 del crédito, sin embargo, no se aplica, dado el ínfimo precio de la tierra para colonizadores en Bolivia (Bs. 10 ctvs./ha.) y el limite de dicha categoría (hasta 50 has).

La linea de inversión financia diferentes eslabones de cada cadena productiva (material vegetal, infraestructura productiva y de vivienda en la finca, equipamiento productivo y de transformación, infraestructura de comercialización, alquiler de maquinaria o servicios para construcción de drenajes, ganado mejorado y otros). También existen créditos artesanales preferenciales para grupos femeninos, agroindustriales para instalación/construcción de pequeñas plantas para asociaciones y créditos para ecoturismo, como alternativas económicas para las comunidades.

La colocación de recursos mediante tres agencias con aproximadamente una docena de funcionarios está acompañada por cursos de capacitación dirigidos no sólo a los beneficiarios reales del crédito sino también a los potenciales, persiguiendo internalizar las ventajas de su acceso y las responsabilidades inherentes.

Los resultados de las operaciones crediticias a agosto del 200418 muestran que la mayoría de las colocaciones fueron hacia pequeños agricultores individuales, con un promedio individual de casi tres mil dólares. Ello contrasta con otras observaciones que señalan al crédito solidario (más riesgoso) como principal tecnología crediticia rural usada en Bolivia (casi 50 por ciento de los préstamos)19 .

A pesar de tratarse de actividades productivas en un medio sujeto a contingencias naturales y sociales propias, se registra un elevado cumplimiento de las inversiones por parte de los usuarios (superior a 85 por ciento). El porcentaje de incumplimiento es mínimo y el de desvíos aun más reducido.

El apreciable grupo de medianos agricultores parece indicar la transición de una agricultura de subsistencia hacia la empresa agrícola. En efecto, la proporción capital de operaciones/inversión, que puede servir como indicador sobre si la economía subregional está estancada (cociente tiende a infinito) o en crecimiento (cociente tiende a 0), es aproximadamente igual a 1, superior a estimaciones nacionales de FINRURAL que apuntan un valor de 1,85.

El historial crediticio de los prestatarios ha contribuido a la otorgación de créditos sucesivos por montos mayores, previa cancelación del vigente, y la generación de una población absolutamente confiable para el financiador, con la lógica incidencia de reducción de costos de transferencia y administración del crédito. En este sentido, las recuperaciones efectuadas por CIDRE desde su inicio hasta la fecha, durante tres años, aproximadamente 70 por ciento del capital prestado, muestran una buena respuesta del prestatario, permitiendo un rápido reciclaje de los recursos prestados.

Sin olvidar que en la subregión muchas fases del proceso productivo aún se hallan fuertemente subvencionadas por el Estado o la cooperación, el cuadro sobre el destino de las colocaciones puede ser considerado una interesante referencia de la rentabilidad productiva en el Trópico cochabambino.

Se observa que, dentro los rubros más rentables, se mantiene en primer lugar el banano, seguido por la ganadería de engorde y la producción de leche, piña, palmito y café, aspecto determinado por la existencia de mercados de exportación medianamente consolidados y un mercado interno que demanda los productos a precios razonables.

Los rubros que requieren mas capital por unidad productiva son el café, la avicultura y la papaya, mientras que los que requieren menos recursos son el maíz y el arroz, situación que ejemplifica el riesgo que las economías campesinas enfrentan al aplicar nuevos (para ellos) productos alternativos con posibles mercados externos, frente a la relativa seguridad de los cultivos tradicionales de baja rentabilidad y orientados al autoconsumo.

Fuente: PRAEDAC (2004)

 

5. Conclusiones

Las políticas de desarrollo rural deben recordar que el crédito en sí mismo no es el principal instrumento del desarrollo, siendo una condición necesaria mas no suficiente por sí misma, y que debe ser acompañado por acciones complementarias y accesorias a la actividad propiamente productiva.

El crédito debería aplicarse de forma coherente con las políticas públicas del Estado, que favorecen o discriminan determinados segmentos productivos según las posibilidades de exportación o con un mercado interno asegurado y rentable. En este sentido, las opciones de comercialización regional, nacional o de exportación contribuyen positivamente para alentar iniciativas de inversión vía crédito.

La experiencia muestra que el crédito puede utilizarse para alentar la transición de las economías campesinas de subsistencia y autoconsumo hacia pequeñas unidades empresariales más rentables, si se identifican adecuadamente las razones que pueden impulsar a las mismas a demandar crédito.

Puede explicarse la experiencia del CIDRE como un caso de selección adversa al riesgo, al presentar una tasa de interés relativamente baja que permite que permanezcan clientes de bajo riesgo, básicamente con mercados asegurados, excluyendo así a potenciales clientes con actividades mas riesgosas que podrán ingresar en el futuro, en la medida en que se abran y consoliden sus mercados. Ello también explica por qué el financiamiento a cultivos de subsistencia, con alto riesgo al no ser capaces de generar excedentes económicos significativos, es mínimo.

En cada caso, el crédito contribuye a la consolidación de unidades productivas, fundamentalmente en aquellos rubros de actividad continua, caso banano, donde se observa cambios de actitud, accediendo a servicios y compromisos crediticios de carácter individual mediante el financiamiento para inversiones (caso cable vías y empacadoras unifamiliares) a efectos de satisfacer requerimientos de urgente implementación que permitan ampliar o mejorar las condiciones de la explotación.

Tasas de interés "razonables", de entre 12 y 16 por ciento, son posibles de aplicar en el medio rural, cubriendo costos de transferencia y administración de una pequeña cobertura crediticia (aproximadamente 2 por ciento de la población del TC). La ampliación de la cobertura probablemente origine economías de escala.

Siendo el tema de las garantías crítico en el área rural, se evidencia que entre los demandantes de crédito se mantiene una fuerte tendencia individualista donde, al parecer, las organizaciones existentes carecen del sentido de solidaridad o responsabilidad colectiva y perciben que la responsabilidad compartida se diluye sin obligación de retorno o devolución.

La confianza lograda entre los prestatarios y la población en general es critica para el buen desenvolvimiento del sistema financiero, permitiendo al prestatario reciclar recursos con una rapidez razonable y colocarlos nuevamente en el mercado, de acuerdo a la demanda por los mismos.

Aunque la experiencia analizada funciona con recursos externos, ningún sistema financiero rural está completo si no se usan los recursos de los propios ahorristas. Esto tiene implicancias económicas muy fuertes en la subregión, donde una eventual postura para no pagar los préstamos tendrá menos acogida si el capital colocado proviene del propio ahorro subregional.

 

Notas

* M.Sc. en Economía Agrícola. Actual técnico de desarrollo alternativo.

1     Lo menor incidencia de pobreza y la menor tasa de analfabetismo entre los cinco municipios son, respectivamente. 81.7 y 14.6 por ciento.

2     Éste es uno de los postulados centrales del pensamiento cepalino sobre economías campesinas. Ver Schjetman (1980).

3     Evolución de las unidades productivas planteada por Pacheco (2004:36) en un estudio en el en el altiplano sur de Bolivia.

4     Óptica aplicada en estimaciones de funciones de producción agrícola. Ver por ejemplo Zeballos (1993:245-253).

5     Diferencia planteado por Marconi et al. (2000:8-60), y que consideramos fundamental para entender las posibilidades de crecimiento del sector.

6      La formulación se encuentra en Cannock y Gonzales-Zuñiga (1994: 369-376).

7     Una interesante discusión al respecto se puede hallar en Rivas (1997:25-56].

8     Condiciones propuestas por Marconi et al. (2000) en su estudio sobre el crédito para pequeños agricultores.

9      Aspectos relevantes, según Rivas (1997), para sistemas crediticios rurales en países en vías de desarrollo.

10    Rojas (1996:59-102) presenta esta clasificación en base aun análisis del crédito en el departamento de Cochabamba en las últimas décadas.

11    Debe señalarse que el desvío fue registrado tanto en las economías campesinas del occidente como en las agricultura empresarial del occidente del país. Marconi et al. (2000) ¡lustran muy bien esta conclusión.

12    Una interesante discusión sobre las razones del fracaso de los fondos rotatorios se encuentra en Rivas (1997).

13    Según Marconi et al.(2000). 18 por ciento de los productores agropecuarios a nivel nacional aún financia sus actividades con crédito informal, porcentaje que aumenta a 21 por ciento en las tierras bajas y a 26 por ciento en los valles. Los porcentajes de los que lo hacen de una institución financiera son, respectivamente, 23, 18 y 11 por ciento.

14    Una estimación econométrica de Marconi, et al. (2000) señala como variables que explican la demanda de crédito en los valles de Bolivia al ahorro familiar, la distancio a las entidades financieras, la mano de obra familiar, las garantías existentes, la tierra hipotecable, la tasa de interés, la experiencia anterior, la modalidad del crédito y la percepción propia sobre el pago. Sin embargo, et estudio sugiere que no debe considerarse toda necesidad de liquidez como demanda efectiva de crédito, pues el pequeño agricultor, debido al riesgo inherente a la actividad, solamente está dispuesto a endeudarse cuando existen condiciones excepcionales de inversión.

15    Definición que concuerda con los principios presentados por Schjetmann (1980:121-140).

16    Concepto que orienta tos préstamos del Programa de Apoyo a la Estrategia de Desarrollo Alternativo en el Chapare, PRAEDAC (2000:8).

17    Se alude aquí a la llamada Tragedia de los Espacios Comunes, que afirma que ios espacios colectivos o sin propiedad definida son más propensos a degradarse. Ver Garret (1968:1243-1248).

18    Resultados sólo de los recursos provenientes de la Unión Europea, que representan aproximadamente 50 por ciento de la cartera del CIDRE. Los otros recursos son manejados bajo condiciones similares.

19    Aspecto que evidentemente depende de las reglas para acceder a los préstamos. Ver Marconi et al. (2000).

 

REFERENCIAS

Cannock, Geofrey y Alberto Gonzales-Zuñiga. 1994. "Economía agraria". Publicación de la Universidad del Pacifico.

Garret, Hardin. 1968. "The Tragedy of the Commons". Science. 162.

Marconi, Reynaldo, Alfonso Malky, Fabiana Pastor y Fernando Crespo. 2000. "Demanda de crédito agropecuario de pequeños productores". Publicación de la Asociación de Instituciones Financieras para el Desarrollo Rural.

Pacheco, Arminda. 2004. "Una visión sistemática del cultivo de la quinua". Publicación de la Universidad Mayor de San Andrés.

Programa de Apoyo a la Estrategia de Desarrollo Alternativo (PRAEDAC). 2000. "Reglamento de Crédito". Mimeo.

Rivas, Hugo. 1997. "Crédito rural. Análisis y reflexión de experiencias Internacionales". Publicación de la Asociación de Instituciones de Promoción y Educación.

Rojas, Rafael. 1996. "Mercados financieros departamentales: Cochabamba". Publicación del Fondo de Desarrollo Campesino, p. 59-102.

Shjetmann, Alexander. 1980. "Economía campesina: lógica interna, articulación y persistencia" Revista de la CEPAL N° 11. Agosto.

Stiglitz, Joseph E. y Andrew Weiss. 1981. "Credit Rationing in Markets with Imperfect Information". The American Economíc Review. Volume 71, Issue 3. June.

Zeballos, Hernán. 1993. "Agricultura y desarrollo económico II". Publicación del Centro de Información para el Desarrollo.

 

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