SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.2 número2LA CALIDAD EN LA ACTIVIDAD HUMANA Y EN LA EDUCACIÓN PRIMARIA EN PARTICULARKURT GÖDEL, GIGANTE DE LA LÓGICA índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Fides et Ratio - Revista de Difusión cultural y científica de la Universidad La Salle en Bolivia

versión On-line ISSN 2071-081X

Fides Et Ratio v.2 n.2 La Paz sep. 2008

 

ARTICULO ORIGINAL

 

EL MITO EN LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL

 

 

Manuel Javier Amaro Barriga

 

 


 

 

UNIVERSIDAD LA SALLE - MEXICO DF

"El rugir de los leones, el aullar de los lobos, la cólera del mar huracanado y la espada destructiva son trozos de eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre ".

William Blake

Tradicionalmente se ha considerado que el mito es una oposición a la verdad, a la realidad; que no hace sino explicarlas al margen de la racionalidad. Sin embargo, las mentes creadoras en general, y quienes cultivan la literatura en particular, han demostrado a lo largo de siglos que existen diversas formas de expresar las creencias, los temores, los sufrimientos, las esperanzas y, genéricamente, las pulsiones humanas, lo que significa que el hombre es capaz de transformar sus vivencias y experiencias en verdades colectivas mediante la fabulación, aunque ésta no sea comprobable científica o racionalmente, lo que, por otra parte, no debe obstar para reconocer en ella la cimentación y posterior asimilación precisamente de aquello, de una verdad social aceptada y compartida.

Al respecto, Hübner, afirma: "Por un lado, se confina al mito al reino de la fábula, de los cuentos; en cualquier caso, a lo no comprobable: Provendría así, más bien de la profundidad del sentir, de lo inconsciente, de la fantasía, al punto de que no podría realmente ser aprehensible a través de conceptos..." :

Sin embargo, el reconocimiento de la validez de los productos de la emocionalidad: la nostalgia, el presentimiento, la profecía, etc., aun dentro de consideraciones "fuera de la racionalidad", otorgan al mito su fuerza de cohesión social al constituir descripciones de los temas permanentes de la vida, por tanto identificables y redimibles por todos aquellos que conforman un conjunto social.

Desde un punto de vista netamente antropológico y funcionalista, Malinowski, con base en sus múltiples estudios de diversos grupos humanos, abona respecto de la función social del mito: "Lo que realmente importa en la narración del mito es su función social... comporta, expresa y fortalece el hecho funda-mental de la unidad local y de parentesco del grupo... colabora de una manera importante a la cohesión y el patriotismo local... genera un sentimiento de unión... integra y fusiona la tradición histórica, los principios legales y las distintas costumbres...2.

El mito, así, se presenta como una construcción de esencia colectiva, lo que significa que su fuerza está en relación directa con el vigor con que impresiona a muchas personas de varias generaciones para permanecer asido a la con-ciencia colectiva. Grandes acontecimientos, reales o imaginarios, muchas veces remotos, pueden ser fabulados, transformados en historias y aceptados como modelos de comportamiento para la sociedad.

Bergson decía que ".. una de las facultades básicas del hombre es la capacidad y la necesidad de envolver los hechos significantes del cosmos, de la naturaleza, de la religión y de la historia en una trama de fábulas que los explican y al mismo tiempo los humanizan al relatar su historia." 3

Los cuentos mitológicos han sido siempre un recurso didáctico en la formación inicial de los niños de diversas épocas, porque se logra generar en ellos, al margen de las proezas de un héroe espectacular, sentimientos de esperanza, te-mores, injusticias, logros y otras sensaciones que, a fin de cuentas, son para todos comunes.

Bettelheim, en sus planteamientos sicoanalíticos relacionados con la importancia de vincular a los niños con la narración de mitos y cuentos como parte de la formación de su personalidad, afirma: "...(el mito) es el resultado del con-tenido consciente e inconsciente una vez modificado por la mente consciente, no de una persona particular, sino por el consenso de muchas, en lo que, según ellas, son problemas humanos universales —si no estuvieran presentes en un cuento, éste no iría contándose de generación en generación—, y que representan fenómenos sicológicos y sociológicos que sugieren, simbólicamente, la necesidad de alcanzar un estadio superior de identidad, una renovación interna, que se consigue cuando las fuerzas inconscientes personales y del grupo se hacen válidas para la persona." 4

El mito da significación a situaciones que de otra manera no serían asimiladas; situaciones existenciales que no sólo excitan el intelecto sino, principal y más profundamente, la imaginación, el sentido del misterio, del temor y, en general, de poderes que superan ampliamente las limitaciones personales. Con base en esto, George Sorel planteó tres grandes características del mito; la primera, en cuanto que registra los grandes movimientos de masas o de individuos masiva-mente significativos; una segunda, relacionada con lo que ya se apuntó en líneas superiores, que no acontece en el nivel de la racionalidad y de la percepción de los sentidos, y, la tercera, en tanto elabora un modelo conforme al cual la esencia intemporal se encarna en el tiempo.

En este último sentido, ciertamente que no puede elaborarse mitos del futuro ni reelaborar aquellos que ya no perviven y, mucho menos, mitos sobre el presente; los mitos son intemporales, son moldes de una permanente búsqueda de la humanidad; sacude el espectro físico, mental e imaginativo, individual y colectivo, en forma tan contundente que la comunidad obtiene subsistencia a partir de su realidad y solidifica su identidad.

El mito fundacional es prueba fehaciente de ello. Casi todas las civilizaciones se saben herederas de un gran pasado y, aunque perdido en la noche de los tiempos, es conocido y venerado por la comunidad en un sentido casi sacro, y con la fuerza y vigor suficientes para rebasar, en el tiempo, a las explicaciones históricas, antropológicas y etnológicas de los orígenes reales o, al menos, comprobables científicamente.

Piénsese si no han pervivido los crímenes fratricidas fundacionales de Caín y de Rómulo; las grandes proezas de dioses y deidades grecorromanos. ¿No es paradigmática, hasta los días que corren, el mito de la caverna platónica? ¿No repiten, casi como un credo, los niños finlandeses: "Y llegó el año noveno, y en la primavera décima, sacó del mar la cabeza, alzó del mar la cabeza, alzó la frente del agua, y a la creación dio principio. Modeló el mundo sobre la espalda de agua y en las olas infinitas.. ,5 para recordar con el Kalevala la creación del mundo?

La génesis de la nación mexicana, por virtud del mandato de Huitzilopochtli, se ha perpetuado en el águila posante y devorante impresa tanto en la bandera y moneda como en la conciencia colectiva. "Los mitos revelan que el mundo, el hombre y la vida tienen un origen sobrenatural y una historia, y que esta historia es significante, valiosa y ejemplar." 6

El lugar sagrado se combina con el tiempo sagrado y el acontecimiento sagrado para formar el mito paradigmático que confiere a una tribu, a un culto o una nación o su identidad: "...tanto en su historia como en la suprahistoria; un ámbito donde las cosas son reales. El mito describe de este modo la participación de la comunidad en lo real, una participación reafirmada al ser realizada repetidamente.." 7

Sin embargo, es pertinente apuntar que, a fuerza de acatar el dictado de la realidad actual, puede pensarse que se vive ahora una etapa de carencia tanto de mitos como de valoración de mitos tradicionales. La generación contemporánea es una porción de civilización sin mitos o, más lamentable aún, y peligroso, de mitos intrascendentes. La sobrevaloración o exceso de racionalismo, la veneración sin tregua de la tecnología electrónica y su inserción masiva en todos los órdenes de la vida cotidiana, la despersonalización del individuo, la ascendente ruptura de lazos religiosos y, entre otros indicadores, el consumo desmedido de todo cuanto ofrece el mercado para satisfacer necesidades ahí donde no las había en detrimento de la búsqueda de mayores aspiraciones han vaciado al mito de su significación. Cita Lévi-Strauss: "...a pesar de que la ciencia moderna no ha prescindido de estos materiales perdidos [los mitos], la separación real entre la ciencia y aquello que podríamos denominar pensamiento mitológico... tiene lugar durante los siglos XVII y XVIII... con Bacon, Descartes y Newton, en que la ciencia necesitó erguirse y afirmarse contra las viejas generaciones del pensamiento místico y mítico; se pensó entonces que ella sólo podría existir si volvía la espalda al mundo de los sentidos, al mundo que vemos... mundo ilusorio frente al mundo real..."; 8 y el citado Hübner, apuntala: " El mito se ha apartado constantemente de nuestro mundo científico-tecnológico y parece, desde esta perspectiva, pertenecer a un pasado hace mucho superado... ha permanecido como un objeto de sorda nostalgia..." 9 En este mismo tenor, Heidegger habla de nuestra época "como un período de duración indeterminada entre los dioses que se fueron y aquellos que aún no han llegado; que hace falta provocar su regreso." 10

Esta tarea la han llevado y la llevan a cuesta novelistas, poetas, filósofos y todo estudioso convencidos de la necesidad de regresar al hombre su derecho a recapturar, mediante la fabulación, sus experiencias vitales. Son mentes creadoras e innovadoras conscientes de que es una de las formas, sino es que la única, de reinventar el mundo, de darle un nuevo comienzo; una salida esperanzadora para una civilización en decadencia que opone, como toda sociedad que alcanza determinados niveles de desarrollo, sus estados de angustia-expectación.

La puerta falsa a que conduce la idolatría al estatus y al consumismo de nuestros días es hacer valer por lo mismo la moda, aun la duradera, que el mito, que es permanente; hacer creer que los mitos elaborados a partir del "ingenio" de un solo individuo o fabricados por intereses empresariales son fiel espejo de nuestras propias experiencias. Los tiempos actuales se caracterizan por ello, por la prefabricación de mitos cuyos objetos de culto son efímeros y desechables, intercambiables y, sobre todo, renovables. La televisión, el consumo de drogas, la incorporación en doctrinas de salvación; el cine y la música industrializados, la compra de marcas, las fugas pornográficas, entre otros bien armados artificios, pretenden conformar —en el sentido tanto de dar forma como de exigir no demandar más— al individuo dentro de un mundo de ficción caracterizado por la vacuidad y la carencia de sentido.

Contrariamente a lo anterior, el mito verdadero es aquel que se construye cuando una gran cantidad de personas se siente conmocionada en forma decisiva al reconocer su limitación ante poderes no identificables: iniquidad, paso de lo desconocido a lo conocido, sufrimiento, presencia y vivencia del bien y del mal, redención, el sentido de la vida, el origen y el destino, la muerte... El pensamiento mítico no niega ni prima sobre las explicaciones científicas; se constituye como una valoración cualitativa de la realidad al transcribir legítimamente la experiencia de lo tremendo mediante códigos humanamente comprensibles, por-que cuenta, además, con la virtud de hacer pervivir su validez específica aun después de que la descripción científica despliega sus argumentos desmitificadores.

"El hombre no sabe hasta dónde puede extenderse ni hasta dónde llegan sus límites. Olvidamos a cada instante la fatalidad de la individualidad y vivimos como si fuéramos todo eso que vemos... el hombre busca a tientas su destino, orgulloso y triste por no encontrarlo. Sólo el desastre devela la pequeñez de la individualidad..." n Por ello, arte y ciencia, binomio inseparable del verdadero humanismo, han de imponerse la tarea de establecer una nueva alianza entre el hombre y el cosmos, lo físico y lo síquico; orientar sus afanes para restituir al pensamiento mítico el lugar que le corresponde dentro del concepto verdad; deben lograr, cada cual con sus propios medios, hacer comprender al hombre de hoy, tan proclive la utilitarismo a ultranza y al empecinado individualismo, que el mito no representa el oscurantismo que le asigna la posmodernidad ni está cargado de una ciega irracionalidad opuesta al progreso.

Un renovado espíritu humano, un nuevo humanismo, debe reinstalar la convicción de que no es la ciencia el único vehículo hacia la verdad en tanto que el hombre es parte de sus objetos de estudio; que ambos, mito y ciencia se re-constituyen uno sobre otro, en una dialéctica capaz de ofrecer más y mejores respuestas respecto de los cuestionamientos vitales del hombre y su medio; y que, finalmente, descalificar el mito, mediante la anulación de la trascendencia, por ejemplo, de las grandes tradiciones literaria, poética, cinematográfica, dramática y todas las formas que develan las capacidades sensibles y creadoras del hombre en pro de intereses específicos, equivale a negar la existencia de la puerta por la que el ser humano entró, para siempre, en el camino de la construcción cultural que le otorga su propia esencia y misión de vida.

 

NOTAS

* Coordinador del Centro de Multimedios, Presidente del Consejo General Editorial y profesor de Lingüística, Literatura y Comunicación de la Universidad La Salle, Ciudad de México, México.

1 Hübner, Kurt, La verdad delmito, Siglo XXI editores, México, 1996, p. 9.

2 Malinowski, Bronislav, Magia, cienciay religión, Planeta, España, 1993, pp. 133, 134

3 Bergson, Henri, La evolución creadora, Planeta-De Agostini, España, 1994, p. 137.

4 Bettelheim, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Crítica, México, 1988, pp. 52,53.

5   Cit. por Campbell, Joseph, El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, FCE, México, 1980, p. 270.

6 Elíade, Mircea, Aspectos del mito, Alianza editorial, México, p. 54.

7 Molnar, Thomas, El mito y la historia, FCE, México, 1979, p.123.

8  Strauss, Lévi, Mito y significado, Alianza editorial, México, 1989, p. 24.

9 Hübner, op. cit., p. 9.

10 Cit por: Campbell, op. cit., p.87.

11 Cioran, Emil, El crepúsculo del pensamiento, Nueva imagen, México, 2004, p. 148.