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Revista Integra Educativa

versión On-line ISSN 1997-4043

Rev. de Inv. Educ. vol.8 no.1 La paz abr. 2015

 

PRESENTACIÓN

 

Las tensiones y diálogos en la educación comunitaria

 

 

Cuando se masificó las escuelas en el área rural en la Bolivia de principios del siglo XX, se promovió una educación para el trabajo, si bien el planteamiento puede escucharse innovador, el objetivo de fondo era diferente. En una sociedad tan temerosa por eliminar los privilegios de una sociedad estratificada por castas, la educación se mostraba como un motor de la movilización y movilidad social, se creía que los indios podían invadir las ciudades y llegar a ocupar espacios de poder en un Estado que era manejado patrimonialmente. En ese sentido se promovía una educación para el trabajo en el área rural porque se quería que los indios se convirtiesen en buenos agricultores, buenos obreros o soldados, pero lejos de la cultura letrada. Es lo que Brooke Larson llama la invención del indio iletrado. Sin embargo, las escuelas lejos de ser resistidas, fueron recibidas y apoyadas por diferentes comunidades indígenas, muchas se edificaron con trabajos comunitarios y sostenidos con el apoyo colectivo. Es que lejos de creer que la escuela solo es un aparato ideológico del Estado, las comunidades indígenas asumieron que la educación era importante en una lucha mayor: la defensa de la tierra.

Hasta mediados del siglo XX, la democracia boliviana era censitaria, restringía la noción de ciudadanía al saber leer y escribir, por lo que la masificación de la educación permitió que sectores antes excluidos de la vida política puedan acceder inicialmente como masa electora y llenar de sus demandas la agenda política de un Estado aparente. En este largo transitar, el papel de los profesores fue esencial, porque ellos si bien eran los agentes del Estado, su cercanía con las comunidades indígenas los llevo a ser mediadores de las demandas indígenas frente al poder estatal, lo que implicaba superar los poderes locales y regionales. Escuelas clandestinas, alfabetizaciones desde el subsuelo político y proyecto alternativos de educación fueron la respuesta de las comunidades indígenas al accionar del Estado. Dentro de este marco puede comprenderse que en las comunidades indígenas y por medio de redes extensas de trabajo cooperativo y colaborativo se haya gestado uno de los proyectos educativos más innovadores de la región, como ser la escuela-ayllu de Warisata.

Es así que la presencia de la escuela al interior de las sociedades está llena de ambivalencias y tensiones. Por un lado existe toda una construcción teórica que te muestra que la escuela es un aparato ideológico del Estado, que su función es transmitir y reproducir las ideas del Estado en la sociedad, por lo que su función se restringe a la generación de una hegemonía cultural. Por otro, se propone la noción de una educación liberadora, aquella que permite a los individuos liberarse de diversos modos de opresión. En ambos discursos la escuela y la educación son importantes, pero tienen diversos fines. Sin embargo, la escuela se desarrolla en un mar de complejos diálogos con la comunidad, en donde es posible que deje de funcionar como simple aparato ideológico y si se lograr generar pequeños atisbos de una educación para la libertad es muy probable que tenga una infinidad de contradicciones y limitaciones.

La educación comunitaria no resulta ser ningún modelo o receta aplicable, en todo caso depende de la creatividad con la que los actores construyen un proyecto propio de educación, en ello está inserto los procesos por el cual los propios actores transforman el campo educativo o generan alternativas desde sus condiciones materiales. Si bien existen políticas que instrumentalizan diversos modelos educativos para superponer a unos sobre otros, el accionar de las personas puede transformar esos modelos, el accionar de profesores/as puede transformar la escuela y los subalternizados pueden desarrollar sus propias políticas y acciones para su liberación. Una educación comunitaria solo puede emerger de las contradicciones y tensiones que surgen de las necesidades, expectativas y deseos de sujetos reales, aquellos sujetos que muchas veces son los excluidos, marginados y empobrecidos de las sociedades.

En ese sentido, no queda más que presentar los diversos artículos que componen la entrega número veintidós de la revista Integra Educativa dedicada a la educación comunitaria. Los diversos artículos que componen este número presentan la problemática desde una infinidad de elementos, los cuales esperamos puedan aportar a nuevos procesos de comunitarización de la educación. Por ello agradecer a cada uno de los colaboradores de la revista y del equipo editorial que hace posible Integra Educativa.

 

Marcelo Sarzuri-Lima Coordinador Integra Educativa

 

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