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Revista Integra Educativa

versión On-line ISSN 1997-4043

Rev. de Inv. Educ. v.6 n.2 La paz ago. 2013

 

Presentación

 

¿Violencias legítimas? Violencia, educación y escuela

 

 

Un diagnóstico realizado por el Ministerio de Educación de Bolivia en 2012 señala que el 88% de la comunidad educativa percibe la existencia de violencia física, psicológica y sexual en las escuelas. Este trabajo es claro al indicar quiénes son los principales "agentes" productores de esa violencia, el diagnóstico identifica como principales "agresores" a "estudiantes hombres" con 23,9%, "maestros varones" con 12,7% y "estudiantes mujeres" con 11,1% (La Razón; 2013, 18 de septiembre). Con estos datos es fácil concluir que la violencia predominante en las escuelas es aquella que se da entre "pares", es decir que existe "violencia escolar" ("bullying"); sin embargo cuando se ven cifras globales esta conclusión es fácilmente cuestionable, puesto que el mayor porcentaje de los/as "agresores/as" siguen siendo aquellos agentes que al interior de la escuela deben "encausar la buena conducta" y pueden ejercer una violencia legítima (maestros/as, directores/as, regentes y porteros/as)1. En la actualidad existe una preocupación masificada por la "violencia escolar", esa violencia que se da entre compañeros/as al interior de las escuelas; como menciona Celeste Houdín (2013) parece existir en el colectivo la sensación de haber hallado al "agente" promotor de la violencia en la escuela. Si bien existen razones para manifestar esa preocupación, habrá que mencionar que la violencia entre pares siempre ha estado presente en la escuela, el trabajo de Castro Torres (2013) nos muestra prácticas de violencia juvenil a principios del siglo XIX como prácticas lúdicas y controladas. Sin embargo, los casos registrados en los países latinoamericanos y caribeños no son de la magnitud y naturaleza de los casos que se originan en los países del Norte de la modernidad capitalista -principalmente Estados Unidos- por lo que la problemática y las formas cómo abordar la violencia en las escuelas debe centrarse en elementos diferentes a los planteados en los programas contra la violencia elaborados en esos países.

No queremos minimizar la existencia de la violencia entre pares en las escuelas, sin embargo su centralidad en el debate actual invisibiliza otro tipo de violencias. Como menciona Slavoj Žižek (2010), en la actualidad parece existir una fijación colectiva por la violencia subjetiva, aquella violencia de los "individuos malvados", de las "instituciones de represión" o de las "multitudes fanáticas". Existe una fijación por esas violencias que perturban el "orden normal" de las cosas; todos los días los medios de comunicación alimentan esa fijación y nos muestran a los individuos "anómalos" que hacen nuestra convivencia "peligrosa". Es por ello que nos hemos convertido en personas con mayor sensibilidad contra los actos de violencia: todos repudiamos la violencia y nos convertimos en promotores de la paz; pero esta sensibilidad nos ciega y no nos permite reflexionar sobre los elementos que existen detrás de una acción de violencia subjetiva: "...el horror sobrecogedor de los actos violentos y la empatía con las víctimas funcionan sin excepción como un señuelo que nos impide pensar" (Ibíd.: 12). No vamos a cambiar la violencia contra las mujeres solo por horrorizarnos ante un hecho, no vamos a cambiar la discriminación por ser más tolerantes y no vamos a cambiar la desigualdad socioeconómica por ser más "respetuosos" y "buenas" personas. Existen violencias objetivas (sistémicas, para otros), pero esas parecen no importan porque se han naturalizado y se han convertido en el "orden normal" de las cosas.

Esta fijación por la violencia subjetiva es la que nos lleva a considerar que la escuela se ha convertido en un lugar inseguro para los estudiantes y que la violencia entre compañeros/as se ha incrementado. Sin embargo, ella -la violencia- aparece bajo nuevas formas y mecanismos, no es que se haya incrementado sino que no hemos hecho nada para que la situación de violencia al interior de las escuelas cambie. La escuela siempre ha sido violenta, la educación en las sociedades modernas siempre ha implicado ejercicio de violencia, entonces ¿no será necesario cambiar las instituciones educativas?

Por ejemplo, en Bolivia la educación siempre estuvo relacionada con la acción de civilizar (Choque Canqui y otros, 1992); por ello, a principios del siglo XX la educación del indio se convirtió en una tarea importante para modernizar el país y construir un Estado-nación, la tarea fue delegada a los maestros rurales quienes serían los encargados de "...llevar a la nueva generación de indios al ámbito regulatorio del Estado, transformarlos en trabajadores productivos y consumidores, y posiblemente incluso en ciudadanos hispanizados en un futuro lejano" (Larson, 2008: 128). Esa transformación implicaba "reformar los cuerpos" de los indios y "educar a su raza" para convertirlos en obreros, así lo menciona un "educador" a principios del siglo XX: "El indio, inimitable trabajador, constructor de sus casas, fabricante de sus alimentos y sus vestidos, laborero por siglos de sus viejas heredades ¿podrá ser otra cosa que lo que eternamente ha sido, obrero?" (Guillén Pinto, 1919: 130). Hasta la actualidad continua siendo un elemento central "reformar cuerpos" y civilizar a la "masa indígena"; en un trabajo realizado en una comunidad indígena de Larecaja (La Paz, Bolivia), Andrew Canessa menciona que la palabra "civilización" es recurrente en las clases y existe una permanente preocupación por la "higiene" de los estudiantes: "Para el profesor, tener pies llenos de barro indica nítidamente la carencia de higiene personal y moral por la parte de los alumnos: el barro es la antítesis de la vida limpia, urbana y civilizada, y por implicación no india -un tema central dentro del aula" (Canessa, 2006: 157). En este sentido la violencia (física y psicológica) se convierte en una "estrategia pedagógica" permitida para alcanzar un objetivo mayor: la modernización del país.

Por otro lado, no se puede negar que han existido procesos de sensibilización contra la violencia; la violencia ejercida por parte del profesorado es inaceptable y censurada socialmente en nuestros días, así también existe un empoderamiento por parte del estudiantado en cuanto al ejercicio de sus derechos. Sin embargo, es recurrente que algunos profesores mencionen la necesidad del ejercicio de la violencia -sobre todo física-, para disciplinar a los estudiantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje2. Todavía no se ha superado la lógica de "la letra con sangre entra", pero la censura social hace que el profesor (o la profesora) cuide su accionar; esto muestra que no existe una transformación de la lógica que guía a la educación, en todo caso las restricciones que surgen de la lucha contra la violencia son percibidas como cuestionadoras de su rol como educador.

Ante este panorama es difícil plantear una salida única al problema de la violencia en la educación y la escuela, algunos plantean educar en valores y respeto, para ello intentan retomar viejas y gastadas frases liberales como "mis derechos empiezan donde acaban los tuyos" o intentan promover una "cultura de paz" basada en el respeto. Sin embargo, esas lógicas, de los derechos y los deberes individualizados o del respeto tolerante, terminan promoviendo un miedo a lo social y un miedo a la libertad de los otros, donde es mejor restringir el accionar del extraño y castigar la acción "anómala". En educación y al interior de las escuelas las violencias responden a una multiplicidad de factores y encontrar a los "culpables" de que la escuela sea un "espacio violentador" no nos llevará a ningún lugar. No se puede actuar y contrarrestar la violencia sin generar espacios de reflexión conjunta en la comunidad educativa, es necesario que todos asumamos nuestra responsabilidad: los/as niños/as no aprenden el machismo, la homofobia, la discriminación o la agresividad solamente por medio de la televisión o el internet. Es necesario romper con las "cadenas de negaciones y anestesias" (Bringiotti y otras, 2007), las cuales nos llevan a buscar "chivos expiatorios" de la violencia que impacta las escuelas. Es necesario que la comunidad educativa promueva el reconocimiento a lo social, de que nuestros derechos y libertades dependen de la existencia de derechos y libertades de los demás, esto puede impregnar otras esferas de la sociedad y cambiar prácticas de negación y exclusión cotidianas. Esto es una perspectiva ética que no es fácil, pero es una invitación a pensar y actuar diferente.

De esta forma queremos invitar, a usted lector/a, a una revisión y lectura crítica de los contenidos que le presentamos en nuestro diecisieteavo número dedicado a la temática de Violencia, educación y escuela. No queda más que agradecer a todas las personas que hacen posible esta revista, a los colaboradores en este número, a las personas que nos ayudan con la revisión y traducción de textos, y a todo el equipo que está detrás de esta revista.

Marcelo Sarzuri-Lima
Coordinador Revista Integra Educativa

 

Notas

1 La lista de "agresores" continúa de la siguiente forma, en cuarto lugar están "las maestras" (10,7%), en quinto lugar "los/as porteros/as" (9,6%), en sexto lugar "los/as regentes" (9,4%) y en séptimo lugar "los/as directores/ as" (8,2%) (La Razón; 2013, 18 de septiembre).

2 En un trabajo denominado "Diagnóstico del estado de la percepción respecto a temáticas de ética, integridad y lucha contra la corrupción en unidades educativas", realizado por el Ministerio de Transparencia y el IIICAB en la gestión 2012 y donde se realizaron grupos focales con profesores de secundaria en distintas ciudades capitales de Bolivia, era usual que la temática de la violencia salga a relucir entre las problemáticas escolares. Veamos un comentario emitido por una profesora: ".. yo he conocido a un profesor, como maestro un modelo; tenía carácter y tenía preparación. Ese profesor, yo recuerdo bien, como decían la letra entra con sangre, no había ningún papá que le reclamaba cuando les jalaban las orejas o cuando les daban con el palo, creo que eso hoy en día necesitamos. Se necesita en nuestro ambiente, pero nuestro mismo gobierno ¿qué hace? En vez de que nos apoye, en vez de que converse..., más bien el gobierno va y aprueba contra el magisterio, contra el maestro, que nosotros no podemos tocar [ni] el pelo del alumno"(Judith H., profesora; Villa Colón, Potosí: 29/06/2012)

 

Bibliografía

Bringiotti, M.I.; Krynveniuk, M. y Lassi, S. (2007). "Las múltiples violencias en la escuela. Hacia un abordaje integrativo del problema". En Averbuj, G. y otros (comp.), Violencia y escuela, propuestas para comprender y actuar. Buenos Aires: Aique.

Canessa, A. (2006). Minas, mote y muñecas. Identidades e indigeneidades en Larecaja. La Paz: Mama Huaco.         [ Links ]

Castro Torres, M. (2013). "Sangre y arena: violencia juvenil, educación y los juegos de guerra paceños en el siglo XIX". (En este número).         [ Links ]

Choque Canqui, R. y otros (1992). Educación indígena: ¿ciudadanía o colonización? La Paz: Aruwiyiri.         [ Links ]

Guillen Pinto, A. (1919). La educación del indio (Contribución a la Pedagogía Nacional). La Paz: González y Medina Editores.         [ Links ]

Houdin, C. (2013). "Violencia en instituciones educativas. Un problema complejo". (En este número).         [ Links ]

Larson, B. (2008). "La invención del indio iletrado: la pedagogía de la raza en los Andes bolivianos". En De la Cadena, M. Formaciones de indianidad. Articulaciones raciales, mestizaje y nación en América Latina. Colombia: Envión.         [ Links ]

La Razón (2013, 18 de septiembre). "El 88% de la comunidad educativa percibe violencia". Pp. A16.         [ Links ]

Žižek, S. (2010). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

 

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