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Revista Integra Educativa

versión On-line ISSN 1997-4043

Rev. de Inv. Educ. v.5 n.1 La paz ene. 2012

 

 

 

Prólogo


 

Las transformaciones educativas que viven hoy varios de los países del Convenio Andrés Bello y latinoamericanos en general han puesto en el escenario del debate varios ejes temáticos que van desde los modelos pedagógicos hasta las didácticas especializadas. Uno de esos ejes es, sin lugar a dudas, el de los libros de texto como herramienta del proceso educativo.

Setenta años atrás, los procesos didácticos en el aula tenían en los libros de texto su principal soporte de desarrollo. Autoridades, directivos, docentes y estudiantes asumían que el contenido de los libros expresaba, de manera comprensible, los principales avances del conocimiento científico. Es decir, los libros textos operaron en algún momento como parámetro de verdad científica.

Ciertamente, esa percepción pasaba por alto discusiones de fondo en materia de filosofía de la ciencia y epistemología a propósito de cómo asumir el conocimiento científico. Las certezas que incubó el positivismo en la explicación del mundo y los alcances de la ciencia mostraron pronto su debilidad ante problemas emergentes del propio mundo científico. La física fue un ámbito particular de formulación de estos problemas. Preguntas fundamentales que el positivismo había ignorado -¿tiene límites el conocimiento científico?, ¿qué es lo que se puede conocer de lo real?- encontraron respuestas sorprendentes en las investigaciones sobre mecánica cuántica de Werner Heisenberg (1901-1976). El principio de incertidumbre que se formuló a partir de ellas conmocionó al mundo científico y tuvo importantes repercusiones en el ámbito de la filosofía, porque puso en evidencia los límites del conocimiento científico. Había que repensar la comprensión misma de la ciencia, sobre todo su pretensión de explicación acabada de la realidad, y asumirla como una construcción objetiva, sí, pero en constante formulación.

De allí emergió una diversidad de pensadores y reflexiones, en la cual fue particularmente significativa la posición de Thomas Kuhn (1922-1996) y su concepto de paradigma científico. El concepto de paradigma alude precisamente a que las formulaciones del mundo construidas por la ciencia están acotadas por los consensos -no por las certezas- de la comunidad científica que las formula. Lo que es igual, la realidad no es un libro abierto que sólo hay que interpretar. La propia forma de aproximación a la realidad es un camino a construir.

La convicción de que el conocimiento científico construye representaciones siempre provisionales del mundo quitó uno de los fundamentos más fuertes a la existencia de los libros de texto, considerando particularmente el tiempo que separa la producción científica de su divulgación en este formato de publicación. Ese proceso fue convergente con otro ámbito de reflexión y posicionamiento político como el marxismo.

La reflexión filosófica marxista puso, a lo largo del siglo XX, especial atención en las formas de producción de lo social desde el capitalismo. Fue particularmente rica la reflexión producida por la Escuela de Frankfurt pero también los aportes de pensadores individuales. Fue el caso de Louis Althusser (1918-1990), quien caracterizó la educación como uno de los aparatos ideológicos del Estado. Esa caracterización fue retomada innumerables veces por todo el pensamiento crítico respecto a la educación tradicional, a la que caracterizaba de positivista y alienante, y a la relación Estado-educación, que evidenciaba la instrumentalización de la educación para la reproducción -ideológica, axiológica, política- del orden del capital.

Como no podía ser de otro modo, los libros de texto también fueron sometidos a crítica, por ser parte indisoluble de un modelo pedagógico-didáctico reproductor de relaciones de dominación y opresión.

Ahí comenzó una larga tarea de develar las verdaderas representaciones del mundo plasmadas en los contenidos y la funcionalidad que tenía proyectar a través de ellas conocimientos acabados. Los libros de texto habían logrado construir una subordinación intelectual de la comunidad educativa, al actuar como parámetros de verdad: "si el libro lo dice, así debe ser". Se puso en evidencia que la anónima, incontrolada e irresponsable construcción de contenidos actuaba de manera sistémica inhibiendo la capacidad de la comunidad educativa de construir un conocimiento libre, pertinente y significativo, capaz de permitir su intervención responsable en la transformación del mundo. La subordinación intelectual propiciada por los libros de texto tenía como correlato necesario la subordinación política, por tanto, la sujeción al orden de dominación del capital.

En países de alta composición indígena -Bolivia, Ecuador, México-, los libros de texto eran, además, espacios masivos de construcción de la blanquitud, por oposición a la indianitud. Procesos civilizatorios, de construcción de los Estados nacionales a través del blanqueamiento cultural, fagocitaron la identidad de muchos pueblos originarios a título de inclusión. Gran parte del manejo icónico de los libros de texto -véase, por ejemplo, la producción de textos escolares de la Editorial Santillana en Bolivia a lo largo de los años 90 del pasado siglo e inicios del presente- reproduce un orden de relaciones sociales en que lo indígena no constituye sino una diferencia de forma, de manera que induce procesos de blanqueamiento cultural. De esa manera, se elimina de la comprensión de la realidad de las/los lectores toda conflictividad en la relación de los pueblos y naciones originarias con la blanquitud del Estado-nación; se invisibiliza, además, las contradicciones de clase.

Las fuertes acciones de los movimientos sociales, particularmente indígenas, que han sacudido a Latinoamérica en este nuevo siglo han dado lugar a profundos procesos de transformación del Estado en algunos países desde la impugnación del orden colonial y capitalista. Bolivia, Ecuador y Venezuela han atravesado por procesos constituyentes que han buscado la refundación del Estado desde posicionamientos anticapitalistas y anticoloniales. Correlato de ello han sido las nuevas leyes de educación que propugnan genéricamente modelos pedagógicos productivos y sociocríticos.

Ese giro en el enfoque y razón de ser de la educación tiene por necesidad que dar cuenta por eso mismo de los libros de texto. Queda claro que, en el nuevo contexto político, social e ideológico que caracteriza estos procesos de cambio, los libros de texto no pueden cumplir la misma función que les fue asignada en el pasado. Sin embargo, queda mucho por decir -y construir- acerca de lo que ellos deben ser. Precisamente, el conjunto de reflexiones que el equipo de investigación del Instituto Internacional de Integración Convenio Andrés Bello pone a consideración del público en general aborda distintos ángulos relativos a la elaboración de los libros de textos, pues de lo que se trata es de avanzar en un proceso complejo de liberación de la palabra, autoafirmación identitaria y construcción de una colectividad en marcha. Es decir, se trata de la capacidad de reapropiar la interpretación del mundo desde miradas descolonizadoras pero también desde la intencionalidad de reconstituir el tejido social. La construcción del futuro y de una educación liberadora depende de ello.

Silvya De Alarcón
Coordinadora General

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