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Revista Perspectivas

versión On-line ISSN 1994-3733

Perspectivas  n.39 Cochabamba mayo 2017

 

ARTÍCULO

 

El ahorro en la carencia. Una reflexión sobre los hábitos de ahorro de familias de una zona vulnerable de México

 

Saving on the lack. A reflection on the saving habits of families in a vulnerable area of Mexico

 

 

José Carlos Vázquez Parra*, Raúl Francisco Montalvo Corzo**, Juan Alberto Amézquita Zamora***, Florina Arredondo Trapero****

* Doctor en Estudios Humanísticos. Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara, México Profesor del departamento de formación humanística y ciudadana. jcvazquezp@itesm.mx

** Doctor en Economía. Tecnologico de Monterrey, EGADE Business School, México Director del EGADE Business School Guadalajara. rmontalvo@itesm.mx

*** Doctor en Estudios Internacionales e Interculturales. Tecnologico de Monterrey, Campus Guadalajara, México. Profesor del departamento de formación humanística y ciudadana.Ja.amezquita@itesm.mx

**** Doctora en Economía y Dirección Empresarial. Tecnologico de Monterrey, Campus Monterrey, México. Profesora del departamento de Filosofía y Ética. farredon@itesm.mx

 

 


Resumen

No cabe duda que la inclusión económica se ha convertido en los últimos años en un tema fundamental al momento de hablar del combate a las carencias sociales. Por ello, múltiples Estados han buscado promover la adopción de herramientas financieras como los microcréditos y el ahorro, considerando que ello puede mejorar la calidad de vida de los más vulnerables. De esta forma, el presente artículo tiene por objetivo hacer una aproximación a la razón de ser de la falta de hábitos de ahorro en México, tomando como punto de referencia un grupo muestra de familias de áreas vulnerables de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Como conclusión, la investigación arroja que aunque usualmente se dice que la falta de ahorro se relaciona directamente con la carencia de una formación financiera, se descubre que esto tiene una razón mucho más estructural que únicamente un problema de carácter educativo.

PALABRAS CLAVE: Educación financiera, Inclusión, Inversión, Producción, Pobreza.

CLASIFICACIÓN JEL: A1 1, A13, A14


Abstract

Economic inclusion has become in recent years a fundamental issue when talking about combating social deprivation. Therefore, there is an increasing development, promotion and adoption of financial tools such as microcredits and savings; considered by some as away to improve the quality of life of the most vulnerable. This article aims to approximate the rationale for the lack of savings habits in Mexico, taking as a point of reference a sample of families from vulnerable areas of the Metropolitan Area of Guadalajara. The main conclusion from this research is that although it is usually said that the lack of savings is directly related to the lack of financial education, it is found that this has to do with more structural reasons than just an educational problem.

KEYWORDS: Financial education, Inclusion, investment, production and poverty.

JEL CLASSIFICATION: A11, A13, A14


 

 

Introducción

Los temas de educación financiera enfocados en la generación de hábitos dentro de la ciudadanía han tenido un repunte en las últimas décadas a nivel internacional, ya que se reconoce que la inclusión económica es una de las herramientas más importantes si lo que se pretende es el crecimiento y desarrollo de los más vulnerables.

Por ello, durante los últimos años, tanto las instituciones financieras como las no gubernamentales del ámbito económico han buscado desarrollar herramientas en materia de educación, las cuales sean adecuadas para todos los niveles socioeconómicos de la población (Robinson, 2001). Este tipo de capacitación o procesos formativos tienen la intención de desarrollar habilidades y actitudes básicas para la administración de recursos y la planeación, permitiendo a los individuos: a) tomar decisiones personales y sociales de carácter económico en su vida cotidiana y b) utilizar productos y servicios financieros para mejorar su calidad de vida bajo condiciones de certeza (Rasccanello & Herrera, 2014).

Lamentablemente, lograr estos conocimientos y desarrollar tales competencias en el mayor número de personas es un reto que pocos Estados han podido superar, quedando, como suele pasar con este tipo de programas sociales, en esfuerzos difícilmente alcanzan a los individuos de las zonas más vulnerables (Añez, Urbina, & Ojeda, 2002). Por si fuera poco, parece ser que lo que más se escucha en los medios de comunicación sobre inclusión financiera es aquello que tiene únicamente relación directa con el consumo, enfocándose en permitir que los individuos accedan cada vez a una mayor cantidad de bienes y productos que antes no podían tener. Esta perspectiva deja a un lado otros factores financieros relevantes como son la inversión, el aumento de la producción y el ahorro, mostrando una imagen irreal de lo que realmente se concibe como inclusión económica (Bresser & Gala, 2008).

En lo que se refiere a este último, el ahorro resulta ser una pieza fundamental para los países latinoamericanos, ya que se estima que menos del 35% de la población de esta región forma parte de un programa de ahorro para su vejez, y que la mayoría de dichos programas enfrentan serios problemas financieros que podrían llegar a generar ineficiencia en el futuro, al momento de hacer efectiva su cobertura (Fortaleza, Lucchetti, & Pallares, 2009). Si a esto se le suma una baja tasa de reemplazo y un alto nivel de pobreza, la insuficiencia del ahorro se coloca como una de las prioridades de la agenda pública, pues apunta a convertirse en un serio problema social en el futuro (Villagómez, 2014).

El presente artículo tiene por objetivo el hacer una aproximación a la razón de ser de la falta de hábitos de ahorro en México, tomando como punto de referencia un grupo muestra de familias de áreas vulnerables de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Para conseguirlo, se ha hecho un estudio empírico con 380 familias de colonias en situación de vulnerabilidad, a las que se les ha preguntado sobre su situación económica, las características de sus ingresos y los hábitos de ahorro que tengan. Como conclusión, la investigación arroja que aunque usualmente se dice que la falta de ahorro en los grupos socioeconómicos bajos se relaciona directamente con la falta de cultura y formación, se descubre que esta tiene una razón mucho más estructural, y que aunque sí se trata de un factor relevante, la raíz del problema va más allá de un problema educativo.

 

1. La importancia del ahorro como herramienta de inclusión económica

Adentrados en el siglo XXI, no cabe duda que los problemas sociales están tomando un claro protagonismo en la esfera internacional, destacando la pobreza, el hambre y la desigualdad. A pesar del trabajo de las naciones en la lucha contra estas problemáticas, 836 millones de personas aún viven en la pobreza extrema y alrededor de 1 de cada 5 individuos de las regiones en desarrollo viven con menos de 1,25 dólares diarios (ONU, 2015).

Esto suele recrudecerse en los países en desarrollo y con economías emergentes como México, en donde para el 2014 se estimaba que un total de 55.3 millones de personas (46% de la población) vivían en condiciones de pobreza y 11.4 millones de personas (9,5% de la población) en condiciones de pobreza extrema (PNUD-México, 2015).

El Banco Mundial, por medio de su Reporte de Monitoreo Global (2009), ha resaltado la importancia del sector privado en el desarrollo de las naciones, señalando la necesidad de hacer un trabajo conjunto entre el sector público y el privado que tenga como principal objetivo buscar mejorar las condiciones de vida de los más necesitados. Según Castellanos, Martínez y de Pelekais (2015), aunque la pobreza, el hambre y la desigualdad, resultan ser retos que deben enfrentar los gobiernos principalmente, el sector público difícilmente logrará superar estos objetivos sin el apoyo de todos los actores de la sociedad y de la economía, ya que la importancia del sector privado es indiscutible.

De manera complementaria, nuevas conceptualizaciones de la pobreza, que la ven más allá de la simple carencia de recursos materiales o la falta de habilidades para conseguirlos, se centran en plantear una visión multidimensional en la que el mayor problema del individuo resulta de la incapacidad de organizarse, llevar a cabo acciones colectivas e interactuar en espacios públicos de negociación (Licandro & Pardo, 2013). Esto, según Gutiérrez y Lobo (2006), es lo que obliga a que, cuando hablamos de carencias sociales, no únicamente se requiera de inclusión social, sino también de una necesaria inclusión económica mediante la incorporación de comunidades y familias pobres a la economía de mercado, por medio de recursos que promuevan la producción y permitan reducir adecuadamente la desigualdad en el acceso a herramientas de desarrollo.

Aunque el sector privado ha dispuesto herramientas para apoyar las problemáticas sociales en las regiones, su contribución suele enfocarse primordialmente en modelos de carácter filantrópico, lo que más que promover el desarrollo, el bienestar y con ello una solución a largo plazo, terminan siendo paliativos sin un efecto realmente significativo (Gaona, 2000). Esto ocasiona que aunque las cifras y datos internacionales ya sean de por sí alarmantes, el horizonte no resulte más alentador, ya que es inevitable no prever un futuro sombrío si no se desarrollan hoy acciones que realmente impacten a reducir las necesidades sociales del mañana.

Por ello es que es necesario que el apoyo a los más vulnerables venga acompañado con la inclusión de los mismos a la esfera económica, necesitando cambiar la percepción que se tiene de población de la base de la pirámide para considerarla como miembros activos del mercado con posibilidades de participar activamente en este, y no únicamente como víctimas, carentes de interés y voz por no tener nada que ofrecer (Prahalad & Hart, 2002). Por tal motivo, los proyectos que promuevan la inversión, el aumento de producción y el ahorro deben colocarse por encima de aquellos que solo se enfocan en la filantropía y el asistencialismo, pues estos últimos no consiguen realmente el objetivo de la inclusión económica.

El ahorro, de manera específica, es uno de los factores que lleva años de ser promovidos en los países en desarrollo, al considerársele no únicamente como un mecanismo previsor para el retiro y la vejez, sino también como una herramienta efectiva para detonar la producción. Según el Manual de Consulta sobre el Ahorro de Grupo del Departamento Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2003), el ahorro hace referencia a la reserva de algo valioso para utilizarlo en el futuro orientado en dos puntos fundamentales: la disciplina y la planificación. Blankenhorn (2008) plantea que el ahorro puede darse de múltiples maneras, no enfocándose únicamente en la acumulación de dinero, sino también a partir de otros bienes que pueden significar una ventaja para el futuro como lo son los terrenos, el ganado, el equipo de trabajo, la vivienda, la educación y los bienes preciosos (ahorro en especie).

Sin embargo, ya sea en dinero o en especie, el hábito del ahorro suele resultar poco usual dentro de las esferas socioeconómicas bajas, por lo que diversas organizaciones económicas y de desarrollo han generado alternativas que amplíen el ámbito de inclusión, como son los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas promovidas por el Banco Interamericano del Desarrollo (Tejerina, 2016). Esta herramienta financiera busca que, a pesar de la vulnerabilidad de ciertos grupos poblacionales como son las mujeres latinoamericanas, se estimule la acumulación de recursos con proyectos como los que Fundación Capital y el Instituto de Estudios Peruanos han llevado a cabo en diversas zonas del Perú y Colombia (Fundación-Capital & Instituto-de-Estudios-Peruanos, 2012). Sea cual sea el medio por el que se constituya, el ahorro, como elemento de inclusión económica, debe buscar un objetivo primordial, que es aportar herramientas a los individuos para mejorar su capacidad de producción.

Es importante considerar que uno de los mayores problemas al momento de emprender es la falta de recursos para generar cualquier tipo de proyecto, lo cual, si no viene de una fuente externa (crédito o inversión), debe ser solventada por el propio individuo, para lo cual se requiere de un capital extra que le dé solvencia. De esta forma, el ahorro se configura como una herramienta de inclusión económica que no requiere de agentes independientes a la persona, sino únicamente del desarrollo de hábitos financieros que le den posibilidades de actuación a un grupo poblacional que usualmente no tiene más elección que recibir aquello que le sobre al resto de las clases sociales (Añez, Urbina, & Ojeda, 2002).

Cabe señalar que la mayor parte de estas propuestas de desarrollo, aunque suelen ser una iniciativa de carácter público, terminan afianzándose con el apoyo de la iniciativa privada, ya que como se ha mencionado anteriormente, aunque el combate a las carencias sociales es una responsabilidad de los Estados, también se requiere del compromiso de las empresas y del resto de las organizaciones del sector financiero (Isla, Martínez, & Rojo, 2000).

Lamentablemente, a pesar de los múltiples esfuerzos para crear conciencia sobre los beneficios del ahorro en el desarrollo de las naciones y su población más vulnerable, la región latinoamericana continúa teniendo muy poco interés en el ahorro. Según datos del Banco Interamericano del Desarrollo (BID, 2016), América Latina enfrenta una crisis de ahorro muy pronunciada, lo que sumado con la difícil realidad política, fiscal y demográfica de la región, augura un futuro difícil para su población. En promedio, la tasa de ahorro nacional de Latinoamérica y el Caribe durante el 2014 fue tan solo del 17,5% del PIB, lo que se encuentra muy por debajo del 33,7% de algunas economías asiáticas o del 22,8% de otras zonas en desarrollo (BID, 2016). Esto lógicamente se traduce en poca inversión interna, lo que equivale a una falta de recursos para el financiamiento de proyectos cruciales de infraestructura y desarrollo social y humano. En general, la falta de ahorro de la zona termina generando círculos viciosos de carencias en los que la falta de inversión genera poca producción, lo que redunda en pocos recursos que no permiten el ahorro y la posibilidad de lograr un cambio.

Esto se repite de igual manera a nivel micro ya que los hogares latinoamericanos presentan la misma tendencia. La poca generación de ingresos de las familias de la región limita gravemente su acceso a instrumentos económicos adecuados, lo que sumado al analfabetismo financiero las conduce a adoptar el uso de herramientas informales. En promedio solo el 16% de los adultos en países latinoamericanos registran ahorros en instituciones bancarias, en contraste con el 50% que se da en las economías avanzadas (BID, 2016). Por si esto no fuera suficiente, el organismo valora que los mercados latinoamericanos no se encuentran suficientemente desarrollados como para ofrecer verdaderos instrumentos de inversión que canalicen el ahorro público y privado, dando alternativas verdaderamente pobres que terminan sin aprovechar los recursos (Reuters, 2016).

Todo esto termina dando pauta a una serie de cuestionamientos: ¿por qué es tan baja la tasa de ahorro en la región?, ¿Acaso es resultado de un problema de cultura financiera que no promueve el hábito del ahorro? O ¿habrá otros elementos que es necesario considerar sobre este factor? Estas son algunas de las dudas que motivan el presente artículo, el cual pretende hacer una aproximación a algunas posibles respuestas, tomando como punto de referencia un grupo muestra de familias de áreas vulnerables de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

 

2. Estudio Empírico

Considerando como base el marco teórico, se propone que la falta de hábitos de ahorro en Latinoamérica no responde únicamente a un factor educativo, como suele presumirse en la mayoría de la literatura sobre el tema, sino que tiene una relación con elementos más estructurales, ya que aunque efectivamente la falta de capacitación financiera puede conducir a que muchas personas no prevean su situación económica actual con miras a un futuro, no resulta un elemento que pueda o deba analizarse de manera aislada o unilateral.

Para alcanzar una aproximación y reflexión sobre el tema, se ha realizado un estudio a partir de una encuesta aplicada durante el 2012 a familias de algunas de las áreas vulnerables de la Zona Metropolitana de Guadalajara, entre las que se incluyen las colonias Arenales Tapatíos y Cerro del Cuatro. Las preguntas fueron generadas con la intención de conocer y describir la situación económico-financiera de los individuos, correlacionando estos datos con su interés, capacidad o posibilidad de ahorrar. La población total se constituyó por 384 sujetos, categorizándolos primordialmente por su perfil socioeconómico, años de estudio, edad y género. Cabe señalar que 4 individuos fueron excluidos de la muestra por no haber completado toda la información solicitada. En la tabla I, se pueden apreciar las características recabadas sobre la población:

Como se puede constatar en la tabla I, la población seleccionada muestra una serie de rasgos que la hace muy diversa, lo que ha permitido recabar información muy variada. La masa poblacional más significativa por género son los hombres; por edad, quienes contaban entre 26 y 36 años; y por años de estudio, los que cursaron algún año de educación secundaria. Se reitera que los individuos fueron seleccionados aleatoriamente y que el único factor en común que determinó su inclusión en la muestra fue ser vecino de alguna de las áreas consideradas vulnerables dentro de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

A esta muestra se le ha aplicado un cuestionario que se enfocaba en determinar cuál era su situación socioeconómica, tomando en consideración las características de su ingreso y las necesidades propias por familia. Es importante señalar que los individuos encuestados se tomaron en cuenta para el presente estudio por ser cabeza de familia. Todos los resultados fueron vaciados en tablas para su análisis, las cuales se presentan a continuación.

 

3. Análisis de Resultados

El instrumento aplicado para esta etapa fue un cuestionario semiestructurado conformado por seis preguntas con una serie de posibles respuestas lo que permitió generar un código para mejorar su análisis. Tomando en consideración que la intención de estas preguntas era conocer la situación socioeconómica que se vive en el hogar del encuestado, las preguntas giraron en torno a algunos puntos como el ingreso recibido, las características de la familia y su interés por el ahorro. La tabla II nos presenta la información recabada tomando en cuenta el promedio y las características estadísticas de la generalidad de las respuestas.

El primer dato analizado tiene relación con la situación de la vivienda que se habita por la familia, tomando en cuenta un rango de 4 opciones: familiar, propia, rentada y prestada. La relevancia de esta pregunta radica en la necesidad de saber si la vivienda significa un gasto y qué tan oneroso es para la familia. Como podemos notar en la tabla II, la mayoría de los encuestados señalaron que la vivienda es propia.

Como segundo dato a considerar se les ha preguntado a los encuestados sobre el número de personas que habitan en la vivienda con la intención de poder calcular un gasto aproximado por familia. Es comprensible que, entre mayor sea el número de integrantes, es menor la proporción de recursos que les corresponde por individuo o bien la necesidad de mayores ingresos. Como se puede apreciar en la tabla 2 el número promedio fue de 3 integrantes por casa los cuales se configuraban primordialmente de dos formas: Cónyuges e hijo(a) o Progenitor (padre o madre) y dos hijos(as).

En cuanto a la tercer y cuarta pregunta, los encuestados tuvieron que responder acerca de cuántas personas trabajan y cuántos trabajos o turnos de trabajo requieren para la generación de los recursos que llevan al hogar. En promedio la mayoría de los hogares se sostienen a partir de una sola fuente de ingresos y con un solo empleo, lo que se refleja de manera lógica con el nivel de ingreso que se genera. En las familias con ambos cónyuges, la proporción fue mayor en el caso del hombre, aunque hubo una tasa considerable de hogares monoparentales de mujeres trabajadoras. Esta pregunta se relaciona directamente con la respuesta del quinto cuestionamiento (cantidad de ingreso por familia), pues si las fuentes de recursos fueran múltiples, esto supondría un mayor flujo de dinero para los gastos del hogar. Para las respuestas de la pregunta 5, se ha generado una categorización que va en bloques proporcionales al número de Salarios Mínimos (SM) recibidos. Cabe señalar que la cantidad calculada por un salario mínimo para el 2012 (periodo en que se aplicó el estudio) fue de $1,800.00 pesos mexicanos mensuales ($85.00 Dólares americanos al tipo de cambio de diciembre del 2016 -Fuente Banco de México-). La moda, es decir la respuesta que más se repitió en la muestra fue 2, es decir que la mayoría de los encuestados señalaron que el rango de ingresos familiares era superior a 2 SM ($3,600.00 pesos), pero inferior a 3 SM ($5,400.00).

Una vez teniendo un panorama general del horizonte socioeconómico de los hogares encuestados se procedió a cuestionarlos en torno a sus preferencias en cuanto al ahorro. La mayoría de los encuestados señalaron que sí tienen el interés y costumbre de guardar parte de los recursos que reciben, sin embargo, cuando se les preguntó acerca de cantidades, muy pocos pudieron precisar un rango específico. La mayor parte de los encuestados expresaron que aunque tienen la intención de ahorrar, esto solo lo hacen con lo que les sobra del gasto mensual para el hogar, lo cual varía mucho según las circunstancias y las épocas. Por ello es que no se ha podido determinar un promedio de ahorro, ya que las cifras no resultan confiables por no ser constantes.

De esta manera, es que el estudio ha recabado un cúmulo de información que permite plantear un horizonte sobre la situación real que se vive por este grupo de poblacional, mostrando circunstancias socioeconómicas que condicionan el ahorro, más allá de su formación o capacitación financiera. Para lograr aterrizar estas precisiones, se procede a hacer un análisis que correlacione los datos obtenidos.

 

4. Análisis y discusión de los resultados.

Con base en los resultados presentados en las tablas 1 y 2, es posible desarrollar una serie de reflexiones en torno a los mismos, los cuales nos reflejan un complejo entramado de elementos que determinan la capacidad de ahorro de los grupos vulnerables.

El primer análisis tiene relación con el ingreso por vivienda y su proporción por persona. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2016), una de cada cinco personas en el mundo, es decir, 836 millones de individuos aproximadamente, vive en condiciones de pobreza, lo que significa que subsisten con ingresos menores a 1.25 dólares diarios. Esto no es muy diferente al caso de México, en donde el 9,3% de su población vive con menos de $2 dólares diarios, y 0,7% con menos de $1 dólar, es decir, 11 millones y 840 mil mexicanos respectivamente (PNUD-México, 2015).

Las cifras arrojadas por el estudio señalan que en promedio el ingreso familiar mensual se encuentra dentro del rango de los $3,600.00 y los $5,400.00 pesos, cantidad que al relacionarse con el promedio del número de personas que habitan en la vivienda, el cual es de 3, da un total de entre $40 y $60 pesos por día (1-2 dólares). Esto nos dice que, en promedio, la población muestra se encuentra en el límite del índice de pobreza previsto por el PNUD, y que si tomamos en cuenta que el número de personas por vivienda tuvo un rango superior a1e inferior a 7, nos refleja que en muchos de los hogares que salen del promedio, la condición de pobreza puede llegar a ser grave e incluso extrema.

Por otro lado, se puede cuestionar el hecho de que en la mayoría de las viviendas el promedio de personas que trabajan sea 1, lo que llegaría a significar una mejora de la condición económica si aumentara este número de miembros activos. Sin embargo, y como se ha señalado con anterioridad, la configuración de muchos de los hogares encuestados se constituye de manera monoparental, así que el mejoramiento de los ingresos tendría que venir aparejado con el trabajo de alguno de los hijos, lo que según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ya es una situación alarmante en México, en donde cerca de 3,6 millones de niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años de edad ya se encuentran laboralmente activos (ENOE, 2014). Como agravante de esta situación, se estima que 1,1 millones de estos jóvenes empleados son menores de 14 años, es decir, que no tienen la edad mínima que marca la Ley Federal del Trabajo (UNICEF-México, 2015).

Como último aspecto a tomar en cuenta, los resultados de una investigación anterior con la misma población arrojaron que el acceso a ingresos extra no necesariamente sería considerado para el ahorro, ya que como se aprecia en la tabla III, la preferencia es claramente hacia el consumo, por encima de la inversión y el ahorro.

Al analizar de manera más específica la respuesta aportada, podemos apreciar que este consumo (tabla IV) se da sobre ciertos bienes que ni siquiera significan una mejoría a largo plazo de las condiciones de vida de la familia, pues suele dedicarse a la adquisición de recursos de consumo casi inmediato.

Al cuestionar esta situación las respuestas más usuales reflejaron una realidad: la carencia en la que se vive es tal que cualquier ingreso extra se considera para adquirir bienes que bajo otras circunstancias no es posible tener. Esto se corresponde claramente y se relaciona con las dos reflexiones previas, ya que es poco factible esperar un comportamiento de previsión para el futuro cuando la situación presente ya se encuentra comprometida.

Como se ha mencionado en el objetivo del presente artículo, parece ser que la falta de hábitos de ahorro en países como México no corresponde necesaria o únicamente al factor educativo, ya que las condiciones económicas de la mayoría de su población solo brinda recursos para la subsistencia actual. Aunque se considera que los grupos vulnerables deberían de ser los más interesados en el ahorro por carecer de otros medios para mejorar su situación actual y lograr producir, sencillamente su condición actual no les permite llevarlo a cabo.

Esto responde a los cuestionamientos que dieron origen a esta aproximación, pues permite explicar la baja tasa de ahorro de la región al considerar al factor pobreza como un elemento que llega a resultar más contundente que la falta de cultura o educación financiera. Cabe señalar que aunque el presente estudio se ha realizado únicamente en la Zona Metropolitana de Guadalajara, las características de la población muestra permite hacer conclusiones que fácilmente podrían aplicarse en otras zonas urbanas del país como sería el caso de Monterrey o la Ciudad de México, así como de manera general en otras urbes latinoamericanas.

 

Conclusiones

El presente artículo, basado en un estudio empírico realizado con una muestra de 380 familias de cuatro áreas vulnerables de la Zona Metropolitana de Guadalajara, tenía la intención de hacer una aproximación a la razón de ser de la falta de hábitos de ahorro en México, tomando en cuenta la condición socioeconómica y la intencionalidad de la población muestra. Como conclusión, la investigación arroja que aunque usualmente se dice que la falta de ahorro en los grupos socioeconómicos bajos se relaciona directamente con la falta de cultura y formación financiera, se descubre que este es solo un factor, que termina no siendo tan relevante cuando se vive una situación de pobreza. Aunque gran parte de la muestra ha manifestado su interés por ahorrar, esto no es posible cuando los ingresos mensuales por familia no permiten la satisfacción de las necesidades básicas de sus miembros.

Algo que es interesante señalar, relacionando esta conclusión con los resultados del artículo Desigualdad, microcréditos y desarrollo sostenible: un estudio en la Zona Metropolitana de Guadalajara (Montalvo, Vázquez, & Amézquita, 2017), es que aunque en los últimos años se han desarrollado políticas de inclusión económica para grupos vulnerables, la mayoría suele enfocarse en la estimulación de los microcréditos, pues se considera que a partir de la promoción de esta herramienta financiera se da la posibilidad de que la base de la pirámide se vuelva productiva. Sin embargo, lo planteado en esta segunda investigación, puede contribuir de igual manera a entender por qué tampoco los microcréditos han podido mejorar el nivel de pobreza y desigualdad en Latinoamérica, ya que mientras exista una carencia manifiesta de bienes básicos, no se puede esperar que los agentes consideren otros niveles de satisfactores. El resultado arrojado en dicha investigación se asemeja considerablemente a lo que ahora se concluye, ya que cualquier ingreso extra sería utilizado para consumo, pues tal vez esta sea la única oportunidad que tiene este grupo poblacional para hacerse de bienes que de otra manera no puede obtener.

Esta conclusión está en acuerdo con la Teoría sobre la Motivación Humana, de A.H. Maslow, pues así como se postuló desde su propuesta en la década de los 50, no resulta congruente que un agente apueste por cuestiones de seguridad, mientras no vea satisfechas sus necesidades físicas. Mientras los gobiernos no puedan solventar problemas como la pobreza alimentaria, difícilmente podrán desarrollar herramientas que promuevan la inclusión económica, pues no podemos ver por el futuro cuando el bienestar presente se encuentra fuertemente comprometido. Esto es lo que se ha concluido en la presente investigación.

Cabe señalar, que no es la intención de este texto mostrar al ahorro como una situación imposible o utópica para los pobres, ya que en países como el Perú y Colombia se han hecho grandes avances en este tema. La intención es arrojar luz sobre los pasos que es necesario dar para luego poder acometer la formación financiera, ya que así como cuando se construye una casa es necesario profundizar en los cimientos, en el caso de las problemáticas sociales hay que hacer lo propio antes de intentar levantar más de un piso. Es ineludible que los problemas sociales de Latinoamérica deban ser resueltos paso por paso, evitando proyectar soluciones audaces o programas estatales prometedores que terminan por no conseguir sus objetivos al no atacar la raíz de las problemáticas.

 

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Recepción: 03-3-2017

Aprobación: 09-4-2017

 

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