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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos vol.18 no.37 La Paz jul. 2015

 

DIÁLOGO ACADÉMICO

 

Rejuvenecer (y salvar) la nación: el socialismo militar boliviano revisitado

 

To rejuvenate (and save) the nation: Bolivian military socialism revisited

 

 

Pablo Stefanoni1
1 Doctor en Historia, Universidad de Buenos Aires. Integra el Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes. Correo
electrónico: pablostefanoni1@gmail.com. Buenos Aires, Argentina.

Fecha de recepción: mayo de 2015
Fecha de aprobación: junio de 2015
Versión final: junio de

 

 


Resumen

El presente artículo analiza las especificidades del antiliberalismo boliviano de la década de 1930 centrando la mirada en la experiencia socialista militar. El autor propone reponer la atmósfera Ideológica, analizar sus tensiones y aprehender las particularidades de este experimento estatal, vinculado íntimamente a la derrota bélica a manos paraguayas, que puso en juego un lenguaje de cambio que incluyó visiones organicistas de la nación que buscaron dejar atrás la democracia liberal.

Palabras clave: socialismo militar / Izquierdas / Guerra del Chaco/ democracia funcional / vitalismo / David Toro / Germán Busch / Bolivia


Abstract

This article analyses the specificities of Bolivian anti-liberalism in the 1930s, focusing on the experience of "military socialism". It seeks to reconstruct the ideological atmosphere, analyse its inner tensions and capture the particular features of this state experiment which was closely llnked to the military defeat in the war against Paraguay, a historical landmark that triggered a discourse of change pregnant with organicistic visions of the nation and a strong rejection of liberal democracy.

Key words: military sodalism / leftist movements / Chaco War / functional democracy / vitalism / David Toro / Germán Busch / Bolivia


 

 

El denominado régimen socialista militar boliviano buscó poner en pie una novedosa alianza político-social en la cual, pese a la hegemonía militar, tuvieron un lugar destacado nuevas figuras del movimiento obrero y de las dispersas Izquierdas vernáculas. En este sentido, pese a su corta duración, que acabó con el suicidio de Germán Busch en 1939, y a sus Indefiniciones políticas, el proyectó socialista militar puede ser considerado fundante de una tradición que se "desplegaría" más tarde y tendría como su punto culminante a la Revolución Nacional de 1952 . En él aparecen y se asientan Imaginarlos nacionalistas revolucionarlos (y se Inauguran las nacionalizaciones hidrocarburíferas), se ensaya una breve -y muy Incipiente- experiencia de "cogobierno" (con el primer ministro obrero y la creación del Ministerio de Trabajó) y, sobre todo, se Instala una agenda de grandes temas (reforma agraria, voto universal, Estado social) que aunque no logra materializarse entre 1936-1939 queda hacia el futuro como reserva Ideológica para el nacionalismo posterior. Empero, limitar el análisis a esta faceta del socialismo-militar -es decir, pensarlo como "precursor" de lo que vino después, especialmente la Revolución del 52- no hace justicia con un período complejo y atravesado por una "atmósfera" (López, 2010) que a escala internacional dio lugar a la emergencia de diversos proyectos antlllberales marcados por el organicismo y el vitalismo . Pero, quizás más importante, este escenario habilitó una especie de "magma" antiliberal en el que convivían desde izquierdistas hasta filofascistas -como escribió Eguino Zaballa (1936): "No hay más que dos posiciones: liberalismo o socialismo"- lo que ya no ocurriría tras la Segunda Guerra Mundial. Fue ello lo que favoreció que el significante "socialismo" se expandiera tanto en la Bolivia de los años 30 y que se inscribieran en él tantos significados: todos ellos convergían en el antiliberalismo como núcleo de una ¡dea de nación que buscaba rechazar el Individualismo y el "egoísmo" y dar forma a una verdadera nación entre las montañas, valles andinos y los llanos orientales. Sin duda el "heroísmo" del Chaco parecía proveer la energía necesaria para tal tarea, al tiempo que la metáfora de la mezcla de todas las sangres el desierto verde replantearía el mestizaje en nuevos términos: "este lenguaje cifrado con sangre, fundirá las razas, unificará los Idiomas, formará una unidad geográfica variada y consistente por sus relaciones y borrará los privilegios económicos. Seremos una nación armónica y fuerte como un gran pensamiento hecho realidad", decía el escritor y dirigente de los excombatientes Augusto Guzmán en esos años (La Calle, 1936).

Este articuló se propone analizar algunas de las especificidades del antiliberalismo de los años 30 y en esa medida, echar luz sobre la experiencia socialista militar con la finalidad de reponer esta atmósfera Ideológica, analizar sus tensiones y aprehender las particularidades de este experimentó estatal de postguerra. El mismo es el resultado de la tesis doctoral en Historia defendida en agostó de 2014 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, titulada Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939). Para su elaboración hemos utilizado el herramental de la historia Intelectual que, cómo ha señalado Carlos Altamirano (2005: 13-14) es una subdisciplina que busca comunicar historia política, historia de las élites culturales y un análisis histórico de la "literatura de ideas" en el contexto de una pluralización de criterios para recortar objetos . Esa tesis/lnvestigación se propuso Indagar sobre el entramado de discursos, debates, redes de sociabilidad y transformaciones políticas en el que se disputó el sentido de la nación boliviana desde el Centenario de la República, en 1925, hasta el final del llamado "socialismo militar", en 1939.

 

SOCIALISMO DE LAS TRINCHERAS

El fin de la Guerra del Chaco no solo implicó un duró golpe al orgullo nacional. La desmovilización de miles de combatientes introdujo renovados elementos de inquietud en el país y la aparición de nuevos actores políticos; la sensación de que se produciría una próxima intervención política del Ejercitó se expandió entre la mayoría de los bolivianos. En la debacle chaqueña -una guerra que en sus comienzos Bolivia y el presidente Daniel Salamanca creían poder ganar con facilidad-, una oficialidadjoven emergió del conflicto sin el pecado original de haber llevado al país al desastre, con amplias credenciales de resistencia heroica y portadora de un discursó -y una voluntad- de regeneración nacional que se montaba en el descrédito del régimen oligárquico y era capaz de establecer alianzas con sectores civiles, especialmente con el emergente sindicalismo independiente y la intelectualidad incónfórmista.

En el clima de derrota (otra vez, Bolivia perdía una guerra), la crítica situación económica alentaba la protesta social. Apenas se callaron los fusiles, varios líderes sindicales retornaron del frente y del exilio a su activismo gremial, centrando sus objetivos en la reconstrucción de los sindicatos.

La movilización obrera -promovida por la Federación Obrera del Trabajó (FOT) y la Federación Obrera Local (FOL), en la que pesaban los anarquistas- fue in crescendo hasta estallar en el movimiento huelguístico de mayor envergadura conocido hasta entonces en Bolivia. "Todo el mundo habla de la revuelta que ha de estallar en estos días, con insistencia y casi en voz alta [...] ¿Se pasarán las cosas tranquilamente? ¿No dirán nada las masas? Andan furiosas y descontentas, porque tienen hambre y sienten un odio feroz contra los ricos [...]" -escribió Alcides Arguedas en su Diario íntimo durante esasjórnadas (Arguedas, s.f: 226-227). La huelga marcaría la entrada en política, como nunca antes, de un actor que había venido para quedarse -el movimiento obrero-, y el sindicalista Waldó Álvarez escribiría una página ineludible de la emergencia del obrerismo moderno y clasista. Se trató de una huelga con tendencias insurrecciónales; y por primera vez, los militares reformistas buscaron en esas masas movilizadas una fuerza social para su propio proyecto de refundación nacional. Las reuniones de Álvarez con David Toro y con Germán Busch logran sellar compromisos de no represión y promesas de avanzar en la misma dirección "antioligárquica" (Álvarez, 1986: 90).

Esta caldera social -y estos vínculos- explican, en efecto, parte del devenir posterior, en el que el nuevo régimen asumiría para sí mismo el rótulo de "socialismo de Estado" o gobierno "militar socialista", dando cuenta del hecho de que el movimiento obrero comenzaba a actuar como un actor político (con cierta independencia) en el nuevo escenario de la postguerra. El 17 de mayó de 1936, finalmente estalló la revolución cívico-militar, que nucleaba a los oficiales jóvenes del Ejército, representados por Germán Busch , seguidores del Partido Socialista fundado por el exdirigente estudiantil Enrique Baldivieso (proveniente de una ruptura generacional en el Partido Nacionalista de Hernando Siles) y los republicanos saavedristas que se habían rebautizado como "republicanos socialistas".

La revolución trascurrió sin derramamiento de sangre. El apoyo social al golpe y la crisis de los partidos tradicionales allanaron el camino al Ejército que venía a poner la espada al servicio de la justicia social, como sintetizaría más tarde el propio Busch. "Mucha gentecilla menuda y hasta mucho pobre diablo debió dormir anoche el mejor sueño de su vida, porque, no siendo casi nada ayer, o muy poca y pobre cosa, ha amanecido gobierno, se ha acostado gobierno y ha dormido gobierno", resumía Arguedas su desprecio por las aristas plebeyas del movimiento cívico-militar (Arguedas, s.f.: 231). Adicionalmente, un nuevo actor buscaba carta de ciudadanía y se revelaría fundamental en la experiencia del "socialismo militar": la Legión de Ex Combatientes (LEC), que a través de las organizaciones recientemente creadas, constituyó uno de los principales basamentos sociales del nuevo régimen, que se proponía poner en pie un orden político y social renovado -y depurado-, especialmente en la etapa de gobierno de Busch.

El rostro juvenilista de la nueva etapa quedaba plasmado, entre los militares, en el teniente coronel Busch (32 años), héroe mítico de la guerra, jefe del Estado Mayor y artífice del golpe que pondría al coronel David Toro al frente de la Presidencia de la República. Este último no era una figura precisamente renovadora pese a ser también joven, lo que explica mucha de la resistencia que concitaba su liderazgo -había sido ministro de Siles, un militar íntimamente cercano al general Kundt y uno de los cuestionadosjefes militares en la guerra-. Su acceso al poder solo fue posible por el apoyo de Busch y del jefe del Ejército Enrique Peñaranda -quien también desistió de recibir la banda presidencial- . En ese contexto, Busch y Peñaranda (figura más ligada a la élite) serían el sostén sin el cual Toro no podía mantenerse en el poder.

no se puede comprender el nuevo régimen, ni su lectura del cambió político y social, sin poner de relieve su objetivo de lograr un "rejuvenecimiento" nacional capaz de dejar atrás a los partidos tradicionales, aunque resultó inevitable la alianza con algunos de los "viejos" como el caso de Saavedra, al menos en una primera etapa. Pero la corta edad de Busch -además de su inexperiencia política y escasa formación general- hicieron que siendo él quien lideró el alzamiento de mayó, decidiera entregar el poder a Toro, quien pese a contar con solo 38 años ya tenía una hoja de vida con innumerables compromisos políticos en el pasado y -pese a ser considerado un brillante oficial- no pocas sospechas de ineptitud a cargó de las tropas durante la guerra, especialmente en la batalla de Picuiba . Toro fue una especie de eslabón entre los jóvenes y los viejos y, a diferencia de Busch, era una figura indudablemente más sofisticada y que sabía moverse con desenvoltura en el terreno minado de la política (Klein, 1995: 264). También, a diferencia del espartano Busch, el nuevo presidente se haría una extendida fama de bon vivant le acarrearía no pocos problemas en el futuro cercano.

Toro asumió la presidencia en medió de mítines y concentraciones obreras que festejaban el cambió de régimen y buscaban ocupar un lugar dentro del nuevo orden. El propio Toro les habló a los "camaradas obreros" desde el balcón del Palacio Quemado, tras asumir el poder, y les dijo que "la doctrina social ha nacido en las arenas del Chacó, en las trincheras dónde civiles y militares han vertido su sangre por la patria, poniendo a su servició la suma máxima de energías y sacrificios" {£7Diaria, 1936). La paradoja que había que resolver aparecía a cada momento, y ahora el coronel Toro le daba voz: mientras los excombatientes habían puesto su vida al servicio de la patria, en la mayoría de los casos carecían de los más mínimos derechos ciudadanos, incluyendo el del voto (que seguía siendo censitario). Pero ahora, la "democracia funcional" (una forma de ciudadanía/democracia corporativa) le daría a los trabajadores el derecho a nombrar un ministro, encargado de poner en pie el andamiaje legal destinado a construir al fin la "justicia social" en Bolivia. En este particular caso de "socialismo militar", la fuente de legitimidad estaba en la sangre derramada. A Waldo Áivarez le fue encargada la creación del Ministerio de Trabajo "en representación de la clase obrera, y sujeto a ratificación cuando el movimiento obrero se unifique a escala nacional" (Áivarez, 1986: 97). De este modo, el nuevo régimen nacía de una base político social constituida por el Ejercitó, dos partidos (el socialista y el republicano socialista) y el movimiento obrero, que, no obstante, carecía aún de una organización matriz a escala nacional. Para marcar ese carácter cívico-militar se la denomino "Junta mixta de gobierno". Toro señaló, además, que "la ideología del Ejército está de acuerdo con la que sostienen los partidos de izquierda; quiere el ejercitó —dijo— que se haga un gobierno dejusticia social, que ponga fin a los antiguos métodos y sistemas políticos", y definió al proyecto como "socialismo de Estado" (Boullón Barretó, 1936: 28). Definitivamente, se trataba de una formulación sin antecedentes en la historia nacional que remite, de manera implícita -y a veces explícita-, a la experiencia que desde 1934 el general Lázaro Cárdenas venía desarrollando en México y tenía como antecedente a la República Socialista chilena de 1932 que duró solo doce días.

Este nuevo modeló, como señaló Toro desde el citado discurso, incorporaba a los obreros "a las angustias del gobierno". Es decir, el sindicalismo ya no solo actuaría en el terreno de la protesta social sino que ahora debía ser parte de las funciones estatales. Paradoja pócó mencionada en la historiografía sobre los años 30: el primer ministró obrero no solo no había derramado su sangre -ni puesto el cuerpo- en las arenas del oriente boliviano cómo se exigía en la visión del socialismo heroico de las trincheras: había escapado a Perú (juntó a José Antonio Arze y José Cuadros Quiroga) considerando a la contienda una guerra orquestada por dos imperialismos en la que no valía la pena pelear y debía ser rechazada mediante el derrotismo revolucionario (Áivarez, 1986).

 

EL "MINISTRO OBRERO": UN ENSAYO DE COGOBIERNO

El 22 de mayó de 1936 fue creado el Ministerio de Trabajó y Previsión Social, cuya meta explícita fue regular el bienestar de la colectividad sin antagonismos irritables(s.n., 1937), al tiempo que se creaba también el Ministerio de Minas y Petróleo y el Banco Minero. Se trataba de un régimen que buscaba alinear a Bolivia con las teorías sobre el Estado social moderno, con capacidades de regulación e intervención en la economía. Álvarez fue elegido en una asamblea obrera reunida en el edificio de la municipalidad paceña (rebautizada Casa del Pueblo). Y de esta forma, su figura se vuelve un hilo conductor entre la etapa mutualista del obrerismo boliviano y la sindical clasista con proyección política estatal, que por primera vez va a reclamar un lugar bajó el sol en el nuevo Estado. Los periódicos "burgueses" ironizaron con que entonces los obreros tendrían la posibilidad de llevar adelante lo que habían aprendido en sus libros sobre socialismo. Y Áivarez se abocó a la fundación del ministerio desde unas improvisadas oficinas en el Senado Nacional. El dirigente gráfico, que juró su cargó el 23 de mayójuntó al restó del gabinete, recibió el apoyó del Bloque Socialista de Izquierda, la organización en la que militaban José Aguirre Gainsbórg y la luchadora y actriz Angélica Azcui.

El 24 de junio en la municipalidad de La Paz se reunió la Asamblea Obrera de las dos federaciones (FOT y FOL), en la que Álvarez dio un primer informe de gestión. Allí fue ratificado como ministro, al tiempo que le demandaron que efectuara una gira para garantizar en persona la aplicación del decretó de sindlcallzación en las minas y "estudiar y oír las reclamaciones de los obreros", que promoviera una plataforma de unificación de las dos federaciones obreras de La Paz, y, finalmente, que se opusiera al decretó que ponía a las doctrinas comunistas fuera de la ley. Se consideró que tal decreto "sería un arma puesta por el gobierno socialista en manos de la reacción". Ese decretó -evidenciando los pliegues en tensión del nuevo régimen y el predominio de ¡deas socialistas órganlcistas, que se tornarían aún más evidentes en la era Busch- establecía que comunistas y anarquistas, juntó a cualquiera que obedeciera Instrucciones de gobiernos extranjeros, quedaban fuera de la ley. Se prohibía la propaganda comunista 0 anarquista Incluyendo la propiamente bolchevique, al Igual que el usó de banderas distintas a la tricolor nacional. Asimismo, comunistas y anarquistas debían ser separados de los cargos públicos. Por ello, el recién fundado periódico nacionalista La Calle defendió a Álvarez de las acusaciones de comunismo, y este siguió en su cargó, desde el cual comenzó a promover variadas reformas sóciólabórales. Tampoco el decretó afectó la labor de los marxlstas Ricardo Anaya, José Agulrre Gainsborg y José Antonio Arze, quienes ya habían sido nombrados asesor técnico, subsecretario y asesor jurídico respectivamente . Al mismo tiempo, Álvarez recibió un significativo apoyó del ministró plenipotenciario de México en La Paz, Alfonso Rósenzwelg-Díaz, quien organizó, según el sindicalista cuenta en sus memorias, un banquete en su honor al que concurrió con timidez por no tener la vestimenta de gala adecuada (Álvarez, 1986: 99).

Sin duda, la utopía de la democracia funcional navegaba en una tensión entre clasismo y órganiclsmó que no podía mantenerse indefinidamente. El gobierno promovió el decretó de trabajó obligatorio, apoyado por Álvarez, con la finalidad de "terminar con el vagabundeaje" en el contexto de la desmovilización del Chaco. Entretanto, con apoyó del asesor jurídico José Antonio Arze se fue dando forma a ló que debería ser una suerte de Estado sindical (funcional). Para vincular a las asociaciones obreras con el Estado fue creada la Asociación Nacional Permanente de Organizaciones Sindicales (ANPOS), que reunía a los delegados de la FOT, la FOL y el resto de los sindicatos. Estos conformaban una asamblea ante la cual, con una frecuencia semanal, el Ministro de Trabajo informaba acerca de sus actividades y escuchaba los reclamos y las críticas obreras ijbíd:. 106). Pero el círculo del Estado corporativo debía cerrarse con uno de los decretos más ambiciosos -y polémicos- del régimen militar socialista: la sindicalización obligatoria, medida sustantiva del "socialismo de Estado" que debía reemplazar al viejo demóliberalismó.

En un largó comunicado del 27 de julio de 1936, el coronel Toro explicó que el país debía ser integralmente reorganizado, y para ello avaló la visión de que era necesario avanzar hacia un Parlamentó que funcionara sobre la base de una doble representación: una representación de partido mediante el votó ciudadano y una representación de los gremios, mediante el voto social de los grupos (El Diario, 1936a). Los sindicatos funcionales, convencido Toro-serían el esqueleto sobre el que debía modernizarse y vivificarse la organización sóciópólítica boliviana. La meta era debilitar las identidades de clase (capitalistas y trabajadores) en favor de categorías profesionales y así, en el marcó de esta visión órganicista de la nación, el ciudadano emitiría un doble votó: el individual como miembro de un partido, y el social como miembro de un sindicato. Para la prensa de derecha el proyecto de sindicalización obligatoria era "peligroso y ridículo", y desde sectores de la izquierda radical también se cuestiono su carácter estatizante sobre las organizaciones sindicales.

Los sectores conservadores comenzaron a convocar a "limpiar al país del grupito de sovietizantes". Un segundo decretó anticómunista -ya en la era Busch- presentaría a las ideas promoscovitas como opuestas a un "socialismo de Estado, nacional y constructivo" como el que en opinión del gobierno se estaba ensayando en Bolivia.

La visión órganicista y anticómunista era mayóritaria en el gobierno, y Waldo Alvarez se encontró en una posición cada vez más aislada en el gabinete. Parte de su trabajó fue sacar de la cárcel a quienes habían sido encarcelados por desertores 0 comunistas al regresar del exilió, como ocurrió con Alipio Valencia Vega (alias Iván Keswar), considerado por el ejercitó cómo uno de los más grandes traidores a Bolivia por sus actividades antiguerreras desde su exilio argentino. Por eso apenas puso un pie en el país, en 1936, el intelectual marofista fue apresado. Áivarez debió hablar personalmente con el presidente Toro y aunque consiguió su liberación, la situación para la izquierda filócómunista se volvió inquietante (Áivarez, 1986: 111-112) . El ministró -sin una estructura administrativa asentada- caminaba en un inestable equilibrio entre los sindicatos obreros (que seguían apoyándolo) y los militares temerosos de que sus conferencias por las diferentes regiones del país alentaran una lucha de clases que desestabilizara sus visiones bónapartistas. Ese temor se vio reflejado en la presión ejercida sobre Toro para que el Poder Ejecutivo cancelara una visita de Áivarez a las regiones mineras, dónde su presencia era activamente reclamada por los sindicatos, cuya combatividad se había ido forjando en la solidaridad densa de los socavones y en el espíritu de cuerpo desarrollado como reacción a las continuas masacres del ejercitó. Su siguiente viaje, invitado por las fuerzas de izquierda y los sindicatos de Cochabamba, lo concretó sin autorización del Presidente, y aprovechó el viaje para ir hasta Cliza, dónde los campesinos de Santa Clara, alegando querer cumplir el decreto de sindicalización obligatoria, reclamaron el apoyó del ministró para crear un sindicato. Pero, además, los campesinos presionaron y lograron el apoyo oficial para arrendar "sin intermediarios" las tierras del convento, pese a la resistencia de las monjas y de las autoridades locales (Gotkowitz, 2011: 166). Finalmente, el gobierno aprovechó las divisiones en el sindicalismo para deshacerse de Áivarez y acabar con ese embrión de "cogobierno". Por su parte, Arzey Aguirre Gainsbórg fueron acusados de "comunistas", y finalmente deportados a Arica en septiembre de 1936 luego de una gestión del embajador mexicano Rósenzweig-Díaz ante Toro que permitió cambiar un confinamiento en el Chacó por la salida del país.

 

GERMÁN BUSCH O LA ESPADA AL SERVICIO DE LA JUSTICIA SOCIAL

A mediados de 1937 el apoyó social al gobierno de Toro se iba diluyendo aceleradamente al ritmó del agravamiento de la crisis económica pese a la popularidad de medidas como la nacionalización de la Standard Oil, acusada de defraudación a los intereses fiscales . Su intento de poner en pie el Partido Socialista de Estado (PSE) resultó un fracasó. Finalmente, presionado, Busch -con apoyó de los excombatientes y de la mayoría de la oficialidad joven- se decidió a derrocarlo y asumir él mismo el poder. El golpe tuvo el apoyo tanto de los nacionalistas más "consecuentes", como los nucleados en el periódico La Calle, así como de sectores de la oligarquía, especialmente Simón I. Patino. De esta forma, el frente que alentaba a Busch a actuar terminó conformado por los socialistas/nacionalistas radicales y la más rancia oligarquía, sin que estos sectores, obviamente, tuvieran relaciones entre sí; simplemente cada uno se creía en condiciones de influir sobre el héroe del Chacó. Los jóvenes oficiales -y parte de la sociedad- se sentían molestos por el estiló de vida bon vivant general Toro, que lo mostraba desafecto a los problemas de la administración del Estado y demasiado cercano a los placeres mundanos. Finalmente Busch se decidió a dar el golpe, aunque este fue bastante sui géneris: mientras tomaban café en el Palacio, Toro intentaba disuadirlo de la asonada, en tanto que los conspiradores presionaban desde fuera para su derrocamiento (Belmonte, 1994).

La convicción de que se trataba de un golpe derechista y "patiñista" obligó al Presidente a negar públicamente que su asonada fuera financiada por la Standard Oil (Klein, 1995: 306). Las razones de la caída de Toro -además de la crisis económica- hay que buscarlas en las luchas de poder al interior del Ejercitó y de los excombatientes, entre los cuales los exprisioneros de guerra tenían sus propios intereses, y en general eran hostiles a Toro, como queda claro en el rol golpista de Elias Belmontejunto a la logia Razón de Patria, organizada por los prisioneros en Paraguay. Precisamente, estos sectores que sentían antipatía por Toro sostenían sin dudar la jefatura espartana de Busch, a quien consideraban uno de ellos. Para La Calle, el golpe contra Toro fue un "reajuste" similar a los que, "cuando es necesario", se operan en el México revolucionario, "donde los hombres pasan pero la revolución permanece" (La Calle, 1937).

Poco a poco, Busch fue dando señales de que no buscaba volver atrás la rueda de la revolución. El equilibrio entre capital y trabajó sería una de sus obsesiones hasta su temprana muerte y el proyectó oficial fue expresado por Enrique Baldiviesó, nuevamente canciller después de pasar por el cargó con Toro, como la búsqueda de "una razonada y humana justicia social", que debía superar a un gobierno, el de Toro, que estaba provocando "una peligrosa beligerancia entre el civilismo y el ejército" (Última Hora, 1937).

 

ALEMANIA, ITALIA Y MÉXICO COMO FUENTES DE INSPIRACIÓN

La crisis económica y social de 1929-1930 había contribuido con inusitada fuerza a debilitar aún más las ideologías liberales que ya venían siendo cuestionadas desde la Primera Guerra Mundial. no solo el liberalismo, Occidente mismo parecía enfrentar una severa crisis de identidad -e incluso su "ocaso", al decir de Spengler (2009)-. En efecto, en el marcó de lo que aparecía como una crisis sistémica del capitalismo y del libre mercado no resulta sorprendente que las ideas antiliberales atrajeran cada vez más adeptos, incluso en "lejanos" países como los sudamericanos. Frente a las naciones que mantenían los postulados del libre mercado, Alemania, Italia y la Unión Soviética aparecían como casos emblemáticos de renacimiento a través de modelos que hacían del Estado centralizado la base de apalancamientó del despertar político, económico, cultural y moral de sus naciones. no debemos olvidar que varios intelectuales apoyaron el experimentó soviético no desde afinidades comunistas ó proletarias sino desde cósmóvisiónes antiliberales . Al fin de cuentas, la Gran Revolución de Octubre había destruido el antiguó Estado zarista, ocluyendo eficazmente la transición hacia un régimen democrático-burgués y poniendo en su lugar un sistema de representación -soviético- que, aunque era claramente diferente al Estado corporativo, tenía aires de familia con las propuestas de democracia funcional (y sindicalista) en boga por esos años. Adicionalmente, los primeros años de la experiencia soviética fueron interpretados por muchos intelectuales como el triunfo de un puebloy¿w«í?hasta entonces dominado por un Estado dirigido por los viejos (Bustelo, 2012; Fuentes Codera, 2012: 245-272).

Pero si la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de los años 30 estaba dando el gran saltó adelante que a la postre la colocaría como gran potencia, la ideología oficial de la lucha de clases resultaba pócó atractiva para unos militares bolivianos que, justamente, estaban en busca de un renacimiento nacional sostenido en la unidad a toda prueba de un país históricamente fragmentado social, étnica y geográficamente. Cualquier cosa que remitiera a enfrentar a bolivianos contra bolivianos solo podía ser asociada a mayores niveles de anarquía en una nación que, justamente, debía salir de ella. Así, la lucha de clases no era, de ningún modo, vista como el preludió de un nuevo orden, como los comunistas la entendían, sino como puro divisiónismó anarquizante y exótista, y el socialismo militar había llegado al poder para acabar con él.

En síntesis, la lucha de clases no podía ser vista más que como un nuevo ingrediente en el marasmo de la disolución nacional. Las ideas fascistas y nacionalsocialistas, por el contrarió, mientras que también garantizaban el ansiado "Estado fuerte" que permitiría "abolir" la lucha de clases, hablaban en clave de dignidad y energías vitales, criticaban sin tregua el egoísmo y el materialismo -sin acabar con la propiedad privada y el mercado- y, no menos importante, brindaban una serie de insumós de tono espiritualista que servían como "pegamento" de una verdadera unidad orgánica -y armónica- de la nación. Esas ideas podían ser articuladas, según las preferencias, a la guerra (del Chacó) como elementó de purificación nacional, a la necesidad de mirar al milenario imperio tiwanakóta como cuna mítica de la nación (Stefanoni, 2015) ó, simplemente, a una visión espartana de moralidad y orden capaz de actuar como sustrato de la (reorganización nacional. Por todo ello, no resulta sorprendente que la Alemania nazi y la Italia fascista ejercieran un fuerte atractivo para una parte de la élite política, intelectual y militar boliviana.

Así, en la postguerra del Chacó los paralelos entre Bolivia y Alemania aparecieron, a simple vista, poderosos. Si Alemania había sido derrotada y humillada en la Primera Guerra Mundial, Bolivia había padecido un fuerte golpe militar y moral en las trincheras chaqúeñas que había puesto en crisis la vieja idea de nación oligárquica/liberal -en un acumulado de derrotas cúyó hiló conductor llevaba hasta la Guerra del Pacificó en el siglo XIX pasando por la del Acre a comienzos del siglo XX- y reclamaba con urgencia nuevos paradigmas para salvar la nación. Si Alemania parecía renacer de sus cenizas mediante una revolución antiliberal y totalitaria liderada por los nacionalsocialistas, ¿por qué no mirar hacia allí en busca de inspiración? Después de todo, los vínculos con Alemania habían sido bastante fluidos, especialmente en el plañó militar, pero también empresarial.

Eso se propuso el gobierno de Busch al enviar a un grupo de jóvenes estudiantes y militares -de la "nueva generación"- que en 1938 partieron entusiastamente hacia el Reich, invitados por la jefatura de las Juventudes Hitlerianas a una amplia e intensa gira por todo el territorio germano para imbuirse de "la educación del carácter y del cuerpo" bajo los lincamientos del nacionalsocialismo liderado por Adolf Hitler (El Diario, 1939abc). Ese mismo año de 1939, también viajó al Reich el general Carlos Quintanilla, quien el 15 dejúnió envió al presidente Busch un informe de actividades en el cual, lúegó de largos elogios al modeló alemán yasu Führer, le señala al presidente que "no habrá mejor modelo para nosotros que tomar el ejemplo de Alemania para reconstruir nuestro Ejercitó, sobre tendencias espirituales, bases técnicas y procedimientos de detalle que le han dado su actual superioridad" (ABNB, 1939)13.

No obstante, como lo ha mostrado documentadamente Bieber mediante los informes del Encargado de negocios en La Paz, Félix Tripeloury, los alemanes no creían tener en Bolivia una pequeña réplica de su régimen en el socialismo de Estado -ni como realidad ni como horizonte- y su interés radicaba en la posibilidad de obtener allí materias primas necesarias para la contienda bélica. Es verdad que Tripeloury elogió al nuevo régimen militar socialista por mostrar "un espíritu nuevo, moderno, el cual parece decidido a eliminar radicalmente los principios liberal democráticos vigentes anteriormente en Bolivia". Pero, al mismo tiempo, el diplomático lamentaba la falta de energía y de talento en el manejo de los negocios del Estado, así como la escasa consistencia, tanto personal como partidaria, que caracterizaban al régimen de Toro (Bieber, 2004: 56). Si las ideas viajan sin sus contextos, aca viajaban sin una historia, una sociología y un "espíritu" que podían hacer posible el nacionalsocialismo y esto no se les escapaba en absoluto a los diplomáticos alemanes. Poniendo primero el realismo que la ideología, el diplomático cuestionaba la ley de sindicaiización obligatoria por constituir un proyecto sociopolítico poco adecuado para "un país cuyos habitantes son en un 80% indígenas y en un 80% analfabetos" (Ibíd.). Dando cuenta de las ambivalencias reinantes, Tripeloury recelaba además de que el régimen finalmente acabara por ser arrastrado hacia la esfera de influencia soviética, dado que los comunistas habían logrado ingresar al gobierno y afianzarse en su seno. Tanto Waldo Álvarez como sus asesores Arze y Anaya aparecían como evidencia de que el comunismo tenía allí una vía de entrada para tratar de ganar influencia tanto entre el gobierno como entre los trabajadores. Recién con la salida de Álvarez estas preocupaciones del diplomático se debilitaron y alentaron una visión más optimista, pero siempre mantuvo su incredulidad sobre un rumbó fascista ó nacionalsocialista del socialismo de Estado boliviano (Ibid.: 56-57). La corrupción y la mala administración también eran recurrentemente mencionadas como problemas fundamentales del nuevo orden y como fuentes de descontentó popular. Incluso Bieber muestra que un opúsculo escrito en Alemania por el exsecretarió de la legación boliviana, y nazi confesó, Federico Nielsen Reyes, señalando que desde 1936 Bolivia vivía bajo un liderazgo nacionalsocialista, fue puesto seriamente en duda por los diplomáticos germanos.

No obstante, el régimen alemán sí mostró simpatías por la figura de Busch, quien, además de ser hijo de un alemán, a diferencia de la predilección de Toro por la Italia fascista, mostraba -según la legación en La Paz- "especial simpatía por Alemania, a cuyo régimen considera ejemplar" (Ibíd:. 58). Es más, en la Conferencia Latinoamericana del Ministerio de Relaciones Exteriores, desarrollada en Berlín en 1939, el entusiasmó alcanzó un nuevo escalón cuando el ministró plenipotenciario en La Paz, Ernst Wendler, afirmó que la dictadura de Busch se diferenciaba de las "habituales dictaduras presidenciales sudamericanas", y que, por el contrario, representaba "el intento de transición hacia la forma totalitaria de Estado en estrecha adhesión a la ideología nacionalsocialista" (Ibíd). Poco antes, Busch se había declarado dictador y había pedido ayuda a Alemania para poner en pie un régimen totalitario estilo alemán, lo cual fue recibido con un entusiasmo limitado en Berlín y a la postre respondido con evasivas (Blasier: 1972: 28-29)14.

La diplomacia germana puso el acento en las relaciones económicas bilaterales (Bieber, 2004: 67) que mejoraron notablemente en la era Busch, al puntó que el padre del Presidente, el Dr. Paul Busch, viajó a Alemania, dónde discutió una posible desvinculación de Bolivia del Pool Internacional del Estaño y la venta de este mineral, en su totalidad, a Alemania y sus aliados del Eje (Ibíd:. 71). Ya la nacionalización de la Standard Oil Co. en marzo de 1937 por el coronel Toro había tensado las relaciones con Estados Unidos, mientras que la creación de la estatal petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y el flamante Ministerio de Minas y Petróleo buscaban darle al Estado un lugar preponderante en el nuevo mercado de hidrocarburos. Pero la falta de homogeneidad del gobierno y el sorpresivo suicidio de Busch cerrarían estos contactos y realinearían a Bolivia con Washington.

Los vínculos con Italia se desarrollaron especialmente en la era Toro, y se materializaron en el desembarcó de una comisión para modernizar la Policía boliviana compuesta por policías y milicianos fascistas (Bónan, 1998) Pese a que la relación entre los italianos y el gobierno estuvo marcada por una serie de desencuentros (en medio de críticas en los medios a su presencia) estos contribuyeron a poner en pie al cuerpo de Carabineros. Por esos años, dos embajadores aparecen a menudo en la prensa por su alto perfil: Luigi Mariani de Italia, y Alfonso Rosenzweig-Díaz de México (Bonan, 1998; Álvarez, 1986) 16.

En efecto, un aspecto interesante de las vinculaciones del régimen socialista-militar con el extranjero está dado por sus vínculos con el México cardenista: esta vía de "penetración del comunismo" preocupó tanto a alemanes como a argentinos, más que la influencia soviética que no era relevante. Así quedó registrado en un expediente "muy reservado" titulado "Penetración ideológica de México en Bolivia", elaborado por la embajada argentina en La Paz durante la "década infame". Su advertencia, sintéticamente, señala:

Méjico, país que a todas luces está haciendo una política verdaderamente comunista, ha desplegado en esta República [de Bolivia] una actividad muy grande con el fin de cimentar sus doctrinas y hacer activa propaganda entre toda clase de elementos, especialmente trabajadores yjornaleros así como en[tre] los indios del Altiplano. Ya el Gobierno de este país en alguna oportunidad llamó la atención del señor Ministró Rósenzweig Díaz, por la forma casi abierta en que hacía trabajó de tal índole, debido a cuya advertencia la prédica aminoró (MREC, 1939:2).

El texto refiere, más concretamente, al intercambió de misiones entre ambos países para estudiar la educación indigenal y enriquecerse con el conocimiento mutuo de las políticas desarrolladas en ese terreno. En referencia a la comisión que viajó a México, el reporte informa -y advierte- que: "Ya con anticipación [Cárdenas] obtuvo que una delegación de maestros bolivianos fueran a estudiar métodos educacionales, etc. a ese país". Esa comisión pudo "desarrollar una gran labor" en virtud de "toda clase de ayuda prestada". Así, la comisión regresó a Bolivia "con un caudal de conocimientos que será puesto en práctica dentro del ambiente liberal que se pretende dar a la educación en ésta" (MREC, 1939a: 2).

Una de las expresiones de esa influencia mexicana era, de manera emblemática, la escuela de Warisata. Para la Embajada Argentina, el régimen de enseñanza en la escuela-ayllu era "esencialmente comunista", y esta estaba dirigida por "maestros de diferentes nacionalidades", "existiendo mejicanos, peruanos apristas" y contaba con una "fuerte subvención" del régimen cardenista. Es más: "Puedo informar a V.E. que el Ministro Rosenzweig-Díaz realiza continuos paseos y visitas a esa región".

No es este el espacio para una cronología estricta del socialismo-militar pero sí cabe destacar la pendularidad de Busch y su indecisión crónica sobre el rumbo a seguir. Iniciativas como la Asamblea Constituyente de 1938 quedaron así a mitad de camino: plantearon casi todos los temas de una agenda reformista-nacionalista pero no lograron aprobar casi ninguno. En ese marco, destaca el Código del Trabajó y el decretó que obligaba a los mineros a entregar las divisas al Estado, medidas de Busch que parecieron recuperar el entusiasmo de los socialistas nacionalistas. Con todo, como señaló Laura Gotkowitz, la Constitución de 1938 -y otras leyes del socialismo militar- proporcionaron a obreros y colonos de hacienda "un lenguaje poderoso con el cual hablar acerca de sus derechos como trabajadores" (Gotkowitz, 2011).

Pero el suicidio del presidente acabó de manera sorpresiva no solo con su vida sino con el propio socialismo de Estado, habilitando un nuevo cicló político alejado de sus postulados. Cómo resultado de la atmósfera descrita, emergerán nuevos partidos más estructurados impugnadores del orden vigente y expresiones del ¡ncónfórmismó reinante: el Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), la Falange Socialista Boliviana (FSB) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), fuerzas que marcarían la política en las siguientes décadas y redefinirían los imaginarios de cambio desde diferentes perspectivas en el marco de nuevos escenarios locales y mundiales.

 

CONCLUSIONES

Sin dudas, la Guerra del Chaco constituyó una hecatombe que por sus dimensiones generó una serie de alteraciones sócietales -incluyendo una crisis de los marcos ideológicos sedimentados sobre el que sostenía el Estado liberal - conservador-. Con todo, más que provocar la crisis del "viejo" Estado, la guerra parece haber habilitado una "estructura de oportunidades" aprovechada por una coalición inestable de militares jóvenes, dirigentes sindicales e intelectuales inconformistas -desde marxistas hasta socialistas nacionalistas- para promover un intento de refundación nacional en el que se verifican una serie de influencias ideológicas irradiadas por las experiencias mexicana, alemana e italiana. A diferencia de lo que ocurriría una década más tarde, luego de la emergencia del antifascismo y el divorcio violento entre nacionalistas y marxistas, en la Bolivia de los años 30 las fronteras entre las diferentes figuras del socialismo (desde el nacionalsocialismo hasta el socialismo de izquierda, pasando por el socialismo moderado), aunque evidentemente existían, no impedían que estas tendencias se expresaran -y lucharan por imponer sus puntos de vista-al interior del mismo espacio político gubernamental (en medio de luchas, destierros, idas y venidas). Esto no quita que, como hemos mostrado, el proyecto hegemónicó se expresara en un socialismo con tintes órganicistas y anticómunistas que buscaba plasmarse en una democracia funcional en la que los intereses colectivos primaran por sobre los individuales. En ese marco, las experiencias italiana, alemana y mexicana aparecían como ejemplos de renacimiento nacional atractivos para una Bolivia en crisis.

Pese a los (escasos) resultados del socialismo militar en el terreno de las transformaciones socioeconómicas concretas, los debates abiertos y las constelaciones de ideas acerca de la nación contribuyeron a construir un imaginario móvilizadór sobre la necesidad de la unidad nacional y la fortaleza del Estado.

El socialismo militar -influido por el antiliberalismó a la mode-, se propuso, en el contexto de la crisis de postguerra, poner en pie una nación más "joven" y más "densa", para lo cual ensayó varias fórmulas de democracia funcional en clave vitalista y regeneraciónista. Pero el problema radicó en que el socialismo de Estado no pasó nunca de una serie de iniciativas aisladas, y a menudo muy por encima de las capacidades del Estado (como la sindicalización obligatoria) para ¡mplementarlas; al tiempo que la organización corporativa chocó con un universo de agrupamientós e identidades sectoriales difícil de articular en dos grandes bloques: trabajadores y empresarios. Detrás de nombres como "excombatientes" existía, en efecto, un abigarrado universo de realidades que volvían a esta fuerza pólíticó-sócial una realidad tan extendida como heterogénea. Cabe destacar que si la guerra había unido a la nación en el plañó simbólico, ello no impidió que la emergencia de nuevas fronteras entre quienes habían combatido y quienes no lo habían hecho habilitaran otros clivajes, inclusiones y exclusiones (un ejemplo de ello es el desorden administrativo que estuvo a punto de crear la norma que solo habilitaba a los excombatientes para ocupar cargos en el Estado). Tampoco la guerra como efecto unificador fue capaz de promover una extensión de la ciudadanía a mujeres e indígenas. Pero también es posible pensar esta experiencia -especialmente a partir del ministerio obrero de Waldó Álvarez, elegido por los sindicatos- como una primera puesta en escena (limitada) del cogobierno sindical-estatal que alcanzaría una escala superior con la Revolución de 1952 y se transformaría en cultura política del movimiento popular hasta nuestros días: el gobierno de Evo Morales la ha recreado bajo la fórmula del "gobierno de los movimientos sociales".

Este articulo nos permitió visualizar parte de los lenguajes ideológicos, los proyectos estatales y las articulaciones de sentido -a veces imprevistas- que alentaron una serie de "ideas fuera de lugar", que fueron pasadas por el tamiz de la realidad boliviana de los años 30. Esta combinaba elementos comunes con otras partes del mundo -la crisis del liberalismo- con especificidades societales derivadas, especialmente, del fuerte peso demográfico -y de la persistencia cultural- de las poblaciones indígenas y campesinas que hicieron de la búsqueda de la sustancia de la nación una verdadera obsesión para las élites nacionales -oligárquicas o nacionalistas- desde la formación de Bolivia en 1825.

 

NOTAS

2 Sobre el socialismo militar, ver los importantes trabajos de Gallego (1991, 1992) yde Schelchkov (2001).

3 Refiere a la "filosofía de la vida", en la que Friedrich Nietzsche, Henri Bergson y Georg Simmel fueron nombres notorios. Pero son muchas las tendencias que tomaron aspectos de estas filosofías para interrogar diversos aspectos de la acción política transformadora. El vitalismo fue, como señala López (2010: 17), "filosofía de la vida y sensibilidad juvenil", "tuvo más de atmósfera que de sistema": la vida contra la razón, un llamado a la acción, un elogio de la intuición, el juvenilismo, etc.

4 Un recorrido de la historia intelectual en las últimas décadas puede encontrarse en Grafton (2007).

5 "La guerra había probado la incapacidad de los cuerpos de altos jefes militares y también se había realizado el meteórico surgimiento de los tenientes de la pre-guerra a las posiciones de poder y rango al finalizar la guerra" (Klein, 1995:263).

6 No obstante, pese a esta ruptura "revolucionaria", Baldivieso sería la expresión del socialismo moderado en el país.

7 Toro se formo bajo el ala del general Hans Kundt y fue ministro de Fomento y Comunicaciones y luego de Gobierno bajo la presidencia de Hernando Siles, cayendo en desgracia con él y debiendo exiliarse tras la revolución de 1930 (Brockman, 2009: 180).

8 Más tarde escribirá un libro para reivindicar su papel en la contienda (Toro, 1941).

9 Poco después Aguirre Gainsborg paso al Ministerio de Industria y Comercio.

10 "Toro, en apoyo del Ministerio de Trabajo, dijo que el gobierno, en colaboración con el ejército, debía abrir una ventana de rehabilitación a todos losJOvenes cultos, que si bien cometieron errores [...] eran hombres útiles para el futuro bienestar de la nación".

11 A comienzos de 1935, el Congreso argentino revelo que desde 1925 la Standard Oil venía exportando petróleo boliviano a Argentina por un oleoducto clandestino, por un total de 9 millones de barriles. La propia empresa reconoció esas exportaciones ¡legales, pero las limito al año 1925 (Pozo Bermejo N° 2) (Montenegro, 1938).

12 Un ejemplo de ello fue Ingenieros, que transito desde un determlnlsmo positivista a la certeza de la caducidad de la vieja civilización dominada por la democracia parlamentaria y la economía capitalista y se sintió atraído por el modelo "funcional" de los soviets (Ingenieros, 1920). Otro, entre varios, fue el catalán Eugenio d'Ors, quien podía imaginar curiosas articulaciones entre anarquismo, monarquismo y socialismo en tanto eran ¡deas opuestas al liberalismo con el que había que acabar (Fuentes Codera, 2010: 23-42).

13 Sin embargo, en 1939, en una decisión a contracorriente de gran parte del mundo, Busch aprobó la migración dejudíos europeos a Bolivia.

14 Agradezco a Robett Brockmann información sobre este tema.

15 Entre ellos estaban: Michele Palotta, cónsul de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional (MVSN), Giuseppe Togni, centurión de la MVSN, Salvatore Oppo, mariscal de los Carabinieri, Luigi Bertorelli, teniente coronel de los Carabinieri, Constantino Luzzago, capitán de los Carabinieri, Rosario Barranco, comisario de la Seguridad Publica, Saverio Furci, jefe de grupo de la MVSN, Vittorio Senise, secretario de la Seguridad Publica.

16 Por ejemplo, estuvieron presentes en la posesión de Busch como Jefe Supremo de la Legión de Ex Combatientes (El Diario)

 

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