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Tinkazos

On-line version ISSN 1990-7451

Tinkazos vol.17 no.35 La Paz  2014

 

 DIÁLOGO ACADÉMICO

 

Diálogo
Diversidad y unidad: múltiples usos y sentidos de la nación


Dialogue
Diversity and unity: the multiple uses and meanings of the nation

 

 

Fernando Mayorga1

 

 


Este diálogo aborda el tema de la nación boliviana y su vigencia en una coyuntura histórica caracterizada por la implementación de un nuevo modelo estatal que expresa profundas transformaciones en las relaciones entre economía, política, cultura y sociedad. El análisis de investigadores de diferentes regiones del país permite comprender la riqueza de esta problemática a partir de la investigación de múltiples manifestaciones de lo (pluri) nacional de acuerdo a la especificidad de sus objetos de estudio.

Palabras clave: nación boliviana / nación - Estado / Estado Plurinacional / identidad cultural / sistema social  


This dialogue discusses the subject of the Bolivian nation and its continued relevance in historical circumstances characterised by the implementation of a new model of the state that implies profound transformations in economic, political, cultural and social relations. The analysis by researchers from different regions of the country enables us to understand this problem in all its complexity, based on their research looking at specific aspects of the multiple manifestations of the (pluri) national.

Key words: Bolivian nation / nation-state / Plurinational State / cultural identity / social system 


 

 


         Gustavo Lara. Páramo. Acuarela, 1983.

 

Introducción
 
La nación como concepto, identidad y proyecto político sigue ocupando un lugar central en el debate público después de una década de crisis y transición estatal, luego de un proceso constituyente matizado por búsquedas, desencuentros y consensos. Precisamente, un momento revelador de los desafíos de la crisis estatal fue la Asamblea Constituyente (2006-2008) porque en su seno -y también en las calles- se expresó la polarización ideológica a través de propuestas excluyentes que enarbolaban, por una parte, las autonomías departamentales de raigambre regional y, por otra parte, el Estado Plurinacional con base en autonomías indígenas. Estas propuestas de reforma estatal eran esgrimidas por coaliciones político-sociales diferenciadas y contrapuestas cultural y territorialmente. La reivindicación de identidades particulares, étnicas o regionales, debilitó y minimizó el sentido de pertenencia a la nación como comunidad política y asumió rasgos radicales con las propuestas de autodeterminación (indígena) y federalismo (regional). La circulación de esos vocablos en el espacio de discursividad política, al margen de su veracidad y eficacia interpelatoria, era una evidencia de la debilidad de la identidad boliviana como factor de cohesión durante la Asamblea Constituyente. No obstante, el proceso de reforma estatal concluyó con la aprobación de una nueva Carta Magna, a principios de 2009, bajo el predominio político de la coalición campesino-indígena articulada en el MAS (Movimiento al Socialismo). El nuevo ordenamiento constitucional articuló de manera moderada las diversas propuestas e instauró un modelo de Estado Plurinacional que incluye un régimen de autonomías departamentales e indígenas, manteniendo su carácter unitario. Sin duda, la apelación a lo plurinacional es el rasgo distintivo del nuevo Estado y marca una nítida distinción respecto al pasado republicano, empero no implica una ruptura histórica ni expresa una refundación del país; se trata de una nueva forma de articulación de los elementos identitarios en pugna que derivan en el fortalecimiento de la identidad nacional a partir del reconocimiento de la diversidad social, sobre todo en sus componentes indígenas y regionales. Un reconocimiento que se materializa institucionalmente, se expresa en normas y leyes, y que constituye un nuevo sujeto portador de derechos colectivos: las naciones y pueblos indígena originario campesinos. La concepción de la nación boliviana sufre una importante mutación que se expresa en el desplazamiento de la noción de totalidad homogénea por la idea de diversidad étnico-cultural; precisamente, el reconocimiento de una pluralidad de “naciones” y “pueblos” es una de sus manifestaciones, también la adopción de las autonomías territoriales, aunque este reconocimiento no implica el predominio de tendencias centrífugas. La identidad nacional está presente en la definición constitucional de “nación boliviana” y “pueblo boliviano” que son concebidos como “la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afro bolivianas…” (Constitución Política del Estado, Art. 3). De esta manera, lo plurinacional no excluye la idea de nación boliviana pero la torna más compleja.
La apelación a lo plurinacional pone en juego nuevas relaciones entre Estado, pueblo y nación que son las formas institucionales, discursivas y políticas que asumen las sociedades desde la época moderna. Al margen de las transformaciones provocadas por la globalización y la crisis del modelo de Estado Nación es evidente la persistencia del nacionalismo y de las formas estatales afines a esta ideología, ya sea en su vertiente étnico-cultural o en su versión cívica. En Bolivia, la visión predominante de esta relación fue establecida por el discurso del nacionalismo revolucionario de los años cincuenta del siglo pasado definiendo una relación lineal y teleológica entre las clases sociales interpeladas como pueblo, sujeto colectivo que encarna el proyecto de nación boliviana que, a su vez, se materializa en un Estado soberano. El proyecto de nación del discurso del nacionalismo revolucionario postulaba la cohesión social mediante una homogeneización cultural y la subordinación de los particularismos al interés general representado por el Estado que, además, aseguraba la integridad territorial y expresaba la soberanía frente al colonialismo y al imperialismo.
Varias facetas del discurso del nacionalismo revolucionario fueron cuestionadas para esbozar la formulación constitucional del Estado Plurinacional, inclusive en el Preámbulo de la Constitución Política no se hace mención al proceso revolucionario de 1952, no obstante, el nuevo modelo estatal reproduce aquellas relaciones entre pueblo, nación y Estado con otras denominaciones y nuevas instituciones. También ratifica el predominio del Estado en la configuración de la sociedad a través de normas, instituciones y políticas que proporcionan sentido a las identidades y prácticas sociales con un discurso que combina elementos del nacionalismo revolucionario y lo plurinacional, privilegiando su faceta indígena. Los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda de 2012 reabrieron el debate sobre el carácter plurinacional del Estado habida cuenta el descenso en el porcentaje de la población (auto) identificada como perteneciente a una “nación y pueblo indígena originario campesino”. Las consideraciones acerca de la mayoría indígena derivaron en una intrascendente discusión cuantitativa promovida por los detractores del Estado Plurinacional; por su parte, en el discurso gubernamental -a través del vicepresidente Álvaro García Linera, en Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad2,- se formuló una distinción entre “nación estatal” (boliviana) y “naciones culturales” (indígenas) para retomar, bajo otros términos, la fórmula primigenia de la impugnación indigenista/katarista al nacionalismo revolucionario: “unidad en la diversidad”. La unidad en el Estado, la diversidad en la sociedad.
La relación entre Estado y nación es convencional; en términos formales un modelo estatal contiene, por lo menos, un par de facetas de la comunidad política configurada como nación. Una faceta se refiere a la nación como sistema de derechos y se vincula con la ciudadanía. Otra concibe a la nación como sentido de pertenencia a una comunidad política y se vincula con la democracia. En cuanto a la concepción de nación existen dos miradas predominantes: nación cívica y nación étnico-cultural. En la primera versión, la nación “es un contrato electivo cívico-territorial, depende de la voluntad política, conduce al Estado Nación, supone una sociedad civil, un pueblo de ciudadanos”. En la segunda, la nación supone “un genio ‘étnico-genealógico’, no es voluntarista sino organicista, es nación cultural que remite a la comunidad, al pueblo de ancestros fundado en la sangre y la lengua”3. Estas concepciones deben ser percibidas como dimensiones de un proceso de construcción estatal como la meta general de una sociedad que debe organizarse tanto como una comunidad política, basada en normas vinculantes, así como una comunidad cultural, afincada en valores y educación. Algunos autores plantean la idea de nación plural para superar la falsa dicotomía entre nación étnica y nación cívica a partir de experiencias societales que se caracterizan por la complejidad de su identidad nacional, provocada por inmigraciones o una historia de colonización que implica la coexistencia conflictiva de diversas tradiciones e identidades culturales. La noción de comunidad imaginada también proporciona importantes elementos para el análisis de la formación de las naciones en clave cívica4. No obstante, una mirada crítica a estas perspectivas destaca las pretensiones de homogeneización de los proyectos nacionalistas y sus limitaciones para explicar y entender la diversidad histórica y cultural que caracteriza a las sociedades que sufrieron procesos de colonización5.
En el caso boliviano se han producido un par de cambios constitucionales con consecuencias para el tema. La comunidad política es definida, de manera indistinta como “pueblo boliviano” y “nación boliviana” pero se incluyen de manera específica identidades que dan cuenta de la diversidad social. Asimismo, la ciudadanía como sistema de derechos se ha ampliado con la incorporación de derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos. La soberanía  radica en el pueblo, pero se manifiesta en el ejercicio del voto individual de la ciudadanía de corte liberal que se combina con prácticas e instituciones de raigambre indígena comunitaria. Entonces, la ciudadanía es multicultural y la democracia es definida como intercultural. En ambos casos, el sujeto constituido es un sujeto colectivo de raigambre indígena y se sustenta en la negación del mestizaje como identidad homogénea que expresa(ba) lo nacional y en la afirmación de la diversidad social, étnica y regional. Es decir, el sistema de derechos y la comunidad política tienen como objetivo la integración social en una realidad nacional caracterizada por la diversidad identitaria.

En ese marco, el Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) impulsó una convocatoria sobre “La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional” y se realizaron ocho investigaciones sobre el tema desde diversas perspectivas. Los hallazgos de cuatro investigaciones se presentan en artículos elaborados de manera específica para este número de T’inkazos. Asimismo, cuatro intelectuales fueron invitados a un diálogo con la finalidad de auscultar los múltiples usos y sentidos de lo nacional a partir de las investigaciones que emprendieron como parte de equipos multidisciplinarios. Sus estudios abordaron los cambios en la relación entre Estado y regiones, enfocando la mirada en el departamento del Beni; las continuidades y rupturas en el lazo entre comunidades y políticas estatales respecto al uso del territorio, como acontece en la Isla del Sol; las complejas relaciones entre identidades particulares y la identidad nacional considerando las percepciones sociales en diversos grupos locales; así como las mutaciones y permanencias discursivas y simbólicas en el Estado forjado en 1952 y el Estado Plurinacional.

Wilder Molina Argandoña tiene formación en Sociología y Derecho; y es magister en Ciencias Sociales. Es autor de estudios sobre movimientos políticos en el Beni e identidades regionales y étnicas. Docente investigador en Beni. Coordinador de la investigación: “Lejos del Estado, cerca de la nación. Identidad boliviana con Estado Plurinacional entre los llanos de Mojos y las selvas del norte amazónico del Beni”.

Violeta Montellano Loredo es magister en Antropología Visual y Documental Etnográfico por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Ecuador; licenciada en Antropología por la Universidad Mayor de San Andrés; participante del grupo activista Colectivx Ch'ixi de La Paz. Investigadora y docente en temas relacionados a la antropología visual y estudios sobre el cuerpo. Investigadora del estudio: “La nación ch’ixi: una mirada desde la Isla del Sol”.

Daniel Eduardo Moreno Morales es sociólogo con PhD en Ciencia Política por Vanderbilt University. Director de Ciudadanía, Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública en Cochabamba. Experto en cultura política y opinión pública. Coordinador de la investigación: “La unión es la fuerza. Desovillando la identidad nacional en el marco del Estado Plurinacional”.

Vincent Nicolas es licenciado en Antropología y Filosofía de la Universidad Libre de Bruselas; magister en Investigación en Ciencias Sociales de la U-PIEB; doctorante en Antropología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS). Especializado en etnohistoria, historia oral y problemática de los ayllus. Coordinador de la investigación: “Pachakuti. El retorno de la nación. Un estudio comparativo del imaginario de nación de la Revolución Nacional y el Estado Plurinacional”.

Fernando Mayorga
En este Diálogo de T’inkazos se busca un intercambio de criterios sobre distintas definiciones, concepciones y visiones acerca de la nación en una época de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que han modificado la trama de relaciones entre el Estado y la sociedad. Les invito a analizar y discutir las múltiples facetas de este tema a partir de los hallazgos de las investigaciones que han realizado sobre distintos tópicos y en diversos ámbitos de nuestra sociedad. Los estudios de caso tuvieron como punto de partida una definición de nación que es problematizada a partir de los resultados de sus pesquisas y ese desafío lleva a plantear interrogantes acerca de cómo perciben la idea de nación, las visiones sobre la nación boliviana y los usos de la identidad nacional.

Violeta Montellano
Hemos realizado una investigación en la Isla del Sol pensando que en este contexto post colonial el tema de la nación ha sido una categoría impuesta, por lo que pretendimos mostrar los mecanismos a través de los cuales la nación se encarna. Lo que hemos analizado es cómo se puede comprender la nación en la práctica cotidiana y para ello hemos adoptado el concepto de “nación encarnada” para pensar, justamente, de qué manera la nación es incorporada en prácticas corporales de la cotidianidad, en las prácticas cotidianas de significación de las personas. Esa fue una reflexión teórica al formular el proyecto que implicó emplear metodológicamente algunas herramientas para construir una concepción de nación desde la práctica cotidiana. Hicimos una etnografía bastante abierta y encontramos en los datos que el tema del paisaje era muy importante. Fuimos enriqueciendo el tema con algunos aportes de Hubert Mazurek y Alejandro Haber, para comprender la nación a partir del diálogo con el paisaje; el paisaje visto desde una forma integral tanto en la práctica agrícola, el manejo territorial y los conflictos intercomunales, pero también en el diálogo con los dioses, con los achachilas, que podía mostrarnos otro tipo de fronteras, que superan la frontera nacional o se yuxtaponen, se entremezclan. En esas prácticas de significación, de diálogo con el paisaje en la ritualidad hemos visto la complejidad del calendario agrícola y -en determinadas prácticas rituales- hemos encontrado que la nación era incorporada pero no de forma coercitiva; por ejemplo, el despacho del granizo es un evento ritual que se realiza en agosto, para el comienzo de la siembra, donde existe una práctica de performatividad en un cerro elegido, que ocupa determinado lugar como autoridad, de la misma forma que en la organización política comunal. En esta performatividad las autoridades comunitarias dicen que están al mando, como en el ejército de Bolivia, defendiéndose del granizo, entonces, los cigarrillos representan a los fusiles y hay una serie de símbolos militares que nos hacen pensar que la incorporación de la nación boliviana en la relación con el paisaje demuestra que este sería la primera unidad de pertenencia en la Isla del Sol.

Fernando Mayorga
Si transitamos imaginariamente a otro rincón del territorio, como el departamento del Beni, aparece una perspectiva diferente sobre la identificación con lo nacional puesto que se trata de una relación entre el Estado y una región que era considerada como una zona de colonización, un paisaje desierto. Este rasgo muestra otra faceta de la complejidad del tema, sobre todo con relación al sentido de pertenencia a la nación boliviana y su lazo con lo local. ¿Cómo se manifiestan estos vínculos?

Wilder Molina
Una de las conclusiones a la que llegamos en la investigación sobre la relación entre el Estado y el departamento del Beni es que lo que se define como identidad nacional -o contenidos que hacen a la identidad nacional- es también un artefacto de disputa política, es un objeto de lucha política. En ese marco el sentimiento de pertenencia nacional desde el Beni se ha redefinido en vínculo con dos hechos importantes: el movimiento indígena y sus diversas marchas, y los movimientos regionales -sobre todo autonomistas- del último tiempo. En ese marco, más allá del fuerte proceso de disputa que hubo entre los grupos autonomistas radicales que en algún momento aspiraban a delimitar la presencia estatal o, en todo caso, subordinarla a sus intereses, se ha llegado indudablemente a un momento en que no existe un solo actor regional que no reivindique algún modo de pertenencia nacional: unos actores se aferran a símbolos vinculados a los símbolos patrios como la bandera tricolor, el Himno Nacional o la Guerra del Chaco, y otros actores, más vinculados al proyecto político de Evo Morales, articulan esa simbología con la simbología del Estado Plurinacional. Por ejemplo, un tema bastante debatido en el Beni es el uso de las banderas, el uso que ahora se le da al patujú, porque la bandera de patujú ya fue usada en otros eventos pero hoy tiene un uso altamente político, de  reivindicación o, en algunos casos, de cierre y de freno a la presencia de la wiphala que, dicho sea de paso, no es negada por ningún actor ni siquiera por los actores más radicales opuestos al proyecto político de Evo Morales. Se reconoce a la wiphala en tanto se la define como un elemento simbólico propiamente de una cultura, entonces se dice que allá ellos con su cultura y con su símbolo, acá nosotros -los benianos- con el nuestro; es decir, no existe un reconocimiento de su alcance como símbolo nacional. En todo caso se reivindica el valor de la bandera tricolor como  elemento articulador del sentimiento nacional que, sin borrar las diferencias ni las identidades particulares es, diríamos, el punto de llegada, de confluencia. Ahora bien, el sentimiento de ausencia estatal en el Beni, de exclusión estatal, sigue presente y es paradójico porque vivimos un momento en el que hay grandes inversiones estatales en el departamento. Con esta mención quiero llegar al punto vinculado a la ideología estatal que piensa en el Beni como un lugar por conquistar. Es una idea que viene desde la época en que se creó el Beni y posteriormente, porque en el fondo, el Estado -la ideología estatal o las elites que han tomado el dominio del Estado- siempre han concebido al Beni como un lugar periférico, como un confín al cual había que integrar, conquistar. Obviamente en la actualidad no se habla de conquista pero se habla de copamiento, se habla de desarrollo.

 

LO SIMBÓLICO COMO CAMPO DE DISPUTA

Fernando Mayorga
En varias investigaciones se enfatiza sobre la dimensión simbólica de lo nacional, en este caso se establecieron distinciones respecto a los usos de la wiphala y la flor de patujú; no obstante, lo simbólico como campo de disputa también implica la existencia de diversas construcciones de sentido acerca de la nación y también reinterpretaciones de la historia del país.

Vincent Nicolas
Últimamente se percibe mucha innovación del Estado Plurinacional acerca de los símbolos de la nación con la incorporación de nuevos elementos y un acentuado “aymaro centrismo” en esa representación simbólica de lo plurinacional. Existe una afirmación de la multiplicidad étnica del país pero, en lo simbólico, hay una preponderancia de lo aymara y eso puede generar resistencia o rechazo de otros pueblos de las regiones de tierras bajas que no se sienten representados en estos símbolos; por ejemplo, no hay una mayor incorporación de otros símbolos, como la flor de patujú, que no lograron ser incorporados con la misma fuerza. Por otro lado, habría que ver que esa recuperación también es problemática para el propio nacionalismo aymara que fue parte de este proceso, puesto que al convertirse sus símbolos en símbolos oficiales -estatales- pierden la calidad de insignia de lucha que tenían y de afirmación de una nación aymara que, en algún momento, se planteó no solo como autónoma dentro del Estado boliviano sino con la posibilidad de ser Estado Nación. Es evidente que la wiphala no podía borrar a la bandera tricolor porque está plenamente asumida por los pueblos originarios indígenas. En la comunidad de la Isla del Sol, por ejemplo, no se puede sustituir la bandera tricolor porque es un elemento fundamental de las comunidades campesinas, pero sí se puede añadir otros símbolos que solo pueden estar en igualdad de condiciones si son dos. Si se reconocería a la flor de patujú como bandera nacional, entonces, inmediatamente la bandera tricolor retomaría la preponderancia como la bandera que realmente une a todos los bolivianos y la wiphala volvería a ser la bandera que representa tan sólo a una región del occidente del país o a un sector de la plurinacionalidad. Ahí se expresa una disyuntiva en la que nos encontramos en este momento en la construcción del Estado Plurinacional.

Fernando Mayorga
No solamente los símbolos están en un campo de disputa planteando desafíos de coexistencia y articulación a los diversos discursos sobre la nación. También se verifica la existencia de múltiples tensiones y articulaciones entre identidades particulares e identidad nacional a partir del análisis comparativo de una variedad de casos que proporciona un interesante balance sobre la idea de pertenencia nacional y la adscripción a otros registros identitarios. El equipo coordinado por Daniel Moreno analizó esta temática: ¿qué elementos se destacan en su investigación?

Daniel Moreno
La idea de una definición básica de nación pasa por la existencia de una comunidad que debería tener, mínimamente, dos dimensiones: una dimensión política, que implica ejercicio de derechos ciudadanos, implica pertenencia, implica un vínculo entre las personas y el Estado; por otra parte, desde una dimensión cultural, el vínculo de la ciudadanía y la comunidad implica tener un idioma común, símbolos comunes; implica, por supuesto, tener valores y cierto sustento cultural común. Entonces el desafío fundamental es tratar de pensar una nación definida teóricamente con esas características. En una sociedad plural como la boliviana, las diferencias tan grandes en términos de ejercicio de derechos (en la dimensión política) y en visiones y adscripciones culturales e identitarias (en la dimensión cultural) nos harían dudar de la posibilidad de pensar siquiera en la existencia de la nación boliviana; entonces, el caso particular de Bolivia nos obliga a repensar este concepto básico de nación y pensarlo en términos de pluralidad, en términos de comunidades plurales, en términos de comunidades que no son homogéneas en su interior sino que recogen elementos de la diversidad -de la diferencia-para conformar algo que es más que solamente la suma de las partes y que es una identidad nacional propiamente dicha. No sé si, en términos teóricos, esto es un salto conceptual muy grande, pero en términos de desafío de pensamiento y en términos de reflexión sobre la base de datos, en percepciones de la gente, se puede afirmar que existe una identidad nacional basada en el reconocimiento de la diferencia. No se puede descartar la idea de nación boliviana pese a la diversidad, pese a la pluralidad; más bien habría que pensar en esta idea de comunidad no homogénea, una comunidad plural que no deja de ser una comunidad nacional pero con una identidad que va más allá del mero sentimiento de pertenencia a la comunidad política -y que implica identidad nacional boliviana- pero que está basada en el reconocimiento de la importancia de la diversidad como elemento constitutivo de la nación boliviana. Este reconocimiento en la diversidad es algo que hemos podido detectar en los distintos grupos que fueron objeto de nuestra investigación: se valora la idea de nación, de la comunidad a la cual pertenecen miembros de colectividades y comunidades menores y distintas pero, al mismo tiempo, se reconoce el derecho de los otros a ser distintos, de ejercer sus propias prácticas y lógicas culturales en un nivel más o menos igual, sin jerarquías -o al menos no definidas de antemano-, y eso demuestra que existe un flujo de la idea de nación desde el Estado nacionalista revolucionario hasta el Estado Plurinacional contemporáneo


 
IDENTIDAD NACIONAL Y DIVERSIDAD SOCIAL

Fernando Mayorga
Una idea que se ha convertido en sentido común es el reconocimiento de la diversidad social. Precisamente, la adopción del carácter plurinacional del Estado aparece como un reconocimiento a la diversidad social, enfatizando la diversidad étnica y cultural. Por esa vía, la retórica oficialista incide en que el Estado es más representativo que antes porque en el pasado su pretensión era homogeneizar la sociedad, eliminar las diferencias, en la lógica de la construcción de la “bolivianidad”. Se trataba de un proyecto generalizado en América Latina -y el modelo estatal del nacionalismo revolucionario fue la expresión de esa visión en la segunda mitad del siglo XX- que se tradujo en la búsqueda o construcción de una cultura nacional, una conciencia nacional, una pedagogía nacional. El Estado Plurinacional no se alimenta de esas visiones, al contrario, las critica; no obstante, al margen de la crítica al liberalismo y al nacionalismo revolucionario es evidente que existen nuevas relaciones entre los grupos sociales y las regiones con el Estado, como fruto del cambio de modelo estatal. En ese marco, ¿cuáles son los rasgos novedosos del Estado Plurinacional, qué continuidades se pueden percibir, en otras palabras, dónde radica lo plurinacional del Estado?

Daniel Moreno
En términos de continuidades, sin duda que la persistencia de la identidad nacional boliviana  -una identidad nacional y nacionalista basada en un proceso de ciento veinte años de construcción nacional desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX- no puede borrarse de un plumazo y sigue siendo un elemento fundamental de la identidad de los bolivianos. Quizás sea redundante decirlo pero los bolivianos asumimos que existe una identidad común y esta es la identidad nacional que va más allá de las comunidades particulares. Sin duda existe una continuidad en la idea de nación y de nacionalismo que permanece en la forma de pensar y de ver a la sociedad que tienen los bolivianos, y que también permanece en un conjunto de prácticas estatales que siguen siendo nacionales y nacionalistas. El análisis de la simbología que algunas de las investigaciones de esta convocatoria muestran sugiere que en la actualidad existen elementos fuertemente nacionales; por supuesto, me parece que el reconocimiento a las identidades indígenas originarias campesinas y la importancia que les otorga la nueva Constitución Política es fundamental para pensar lo plurinacional. Lo plurinacional está definido a partir del reconocimiento de esas identidades y de la apertura de espacios para el ejercicio político de una ciudadanía diferenciada, de una ciudadanía basada en esas particularidades y en el reconocimiento de la diferencia. Entonces se abre la oportunidad de ejercicio de un conjunto de derechos en este vínculo de ciudadanía entre las personas y el Estado que están definidos por la pertenencia identitaria a estas comunidades indígena originaria campesinas. Otro asunto es que el proceso de implementación institucional de estas reformas sea lento y que, al final, los espacios reales de apertura para el ejercicio de estos derechos ciudadanos diferenciados, derechos relacionados con la identidad, sigan siendo burocráticos y pesados, pero, la apertura estatal es un hecho. Además existe una apertura en términos simbólicos; y a eso me refería al señalar que la mayor parte de los ciudadanos reconocen el derecho de los otros miembros de la comunidad nacional a ser distintos de acuerdo a su pertenencia a una colectividad particular y reconocen este derecho en un supuesto de igualdad de condiciones, de equidad. Me parece que es uno de los grandes avances simbólicos del Estado Plurinacional, es decir, poner en un plano de mayor equidad, mayor igualdad, a colectividades que antes estaban vinculadas por una relación claramente jerárquica. Además, otro elemento que me parece que es una ruptura importante en la nueva Constitución -aunque es un proceso que venía madurando desde antes-, es la apertura al ejercicio ciudadano basado en el reconocimiento de otro tipo de colectividades particulares que no son las indígena originaria campesinas sino que son las regionales, ya sean departamentales, de otras formas de región, o municipales. Las identidades que definen el ejercicio ciudadano ya no son solamente las indígenas, están también las regionales, que tienen la oportunidad de convertirse en escenarios de práctica política reconocida por el Estado a través de las autonomías departamentales en el marco del Estado Plurinacional. Hay una apertura -más entre líneas y de manera menos explícita pero real- no solamente hacia lo indígena sino también a lo regional en términos de creación de espacios de autonomía, en tanto reconocimiento estatal de la  diferencia regional basada en las identidades de lo regional, lo departamental o de otro tipo de estas identidades que no son indígenas pero que ahora son importantes.

Fernando Mayorga
A propósito de las relaciones entre identidad nacional, regionales e indígenas se tienen diversas lógicas de articulación o de conflicto, dependiendo de los escenarios departamentales. Uno de los ámbitos más complejos es el departamento del Beni, una realidad social muy sugerente para reflexionar sobre el vínculo entre Estado Plurinacional, región oriental y organizaciones indígenas.

Wilder Molina
En el caso del Beni, concretamente en la región del norte, existe una valoración muy importante del Estado Plurinacional. Hay una apertura que da lugar a que se reconozca un cambio, se perciba una diferencia, porque se visibiliza e institucionaliza “lo amazónico” como un hecho particular ampliamente valorado por empresarios, castañeros, políticos, y alcaldes, lo cual le da un sentido de identidad o, por lo menos, de valoración amplia a la idea de Estado Plurinacional, es como un abanico que abre oportunidades. La crítica aparece cuando se relaciona con la acción gubernamental, hay una  crítica al enfoque del Estado Plurinacional puesto que se mantiene la disputa que implica el tema del TIPNIS que está muy presente en esta relación. Nuestra investigación intenta ver qué significa el sentido de pertenencia nacional o la adhesión a la comunidad nacional como parte de una voluntad explícita. Las tensiones siguen presentes en la relación entre actores políticos regionales y gobierno nacional o, yendo por otro lado, la oferta del Estado Plurinacional es un espacio que sirve para reivindicar identidades y culturas locales, culturas regionales, en esa relación de sentirse parte de una comunidad nacional, pero desde un posicionamiento local que ahora se lo ve con más fuerza que antes: ser amazónico, riberalteño, indígena, mojeño, y eso está muy claro en el momento de definir esa pertenencia nacional. Entonces se han abierto posibilidades de mayor expresión y mayor protagonismo de esas identidades particulares.


              Gustavo Lara. Tentación. Óleo sobre tela, 1985.

En el Beni existe una disputa, aunque con otros matices, entre la identidad regional del norte, que es la identidad amazónica, y la identidad beniana que es proyectada desde Trinidad por las elites intelectuales y políticas como la gran identidad en torno a la cual el Beni debe construirse. Pero eso también es parte de esta etapa en la cual se están dando elementos para ir acondicionando esta disputa histórica y la institución autonómica tiene un papel importante como el espacio en el que se irán resolviendo esas diferencias, además ligada a políticas nacionales de desarrollo que, en el caso del Beni, se expresa en la aspiración de carreteras para la integración.

Fernando Mayorga
En el tema de la diversidad social en el nivel regional, Daniel Moreno hizo mención a la valoración generalizada del reconocimiento de la diferencia, no obstante articulada a una idea de igualdad. En el caso del estudio sobre la Isla del Sol, y adoptando los términos que utiliza el equipo de investigación, se trata de un paisaje sometido a procesos de colonización que en esta época tiende a ser colonizado por el Estado Plurinacional que lo convierte en un espacio de ritualidad, no solamente aymara y boliviano, sino global por la escenificación de una ceremonia contra el capitalismo, contra la modernización. Ahí se muestra una enorme riqueza de sentido pero es una relación compleja entre las comunidades y el Estado. ¿Cómo se puede pensar este hecho con relación al tema de la nación?

Violeta Montellano
La Isla del Sol presenta muchas características interesantes para pensar el tema de la nación por constituirse en uno de los logotipos de ese desplazamiento de sentido que observamos con el Estado Plurinacional y, en particular, por la escenificación del Pachakuti en diciembre de 2012, que fue una de las razones por las cuales elegimos la Isla del Sol para la investigación. Lo interesante, si vamos un poco más atrás pensando este tema de la diversidad y la unidad nacional, es que existe una continuidad en el modo de utilizar categorías identitarias que precisamente nos muestran el carácter ch’ixi de la identidad que incorpora “lo otro”, un carácter que es dinámico porque en el paisaje hay relaciones entre unos y  otros. Esa es una continuidad bastante notable que impide la puesta en práctica del Estado Plurinacional en relación al paisaje. Otro tema es que hemos basado la investigación en la Isla del Sol en la post memoria; hemos visto, por ejemplo, la presencia de un patrón peruano en el siglo XIX y cómo las fronteras no estaban claras todavía entre Bolivia y Perú. Este patrón se ocupaba de la recolección de piezas. Ya estaba constituido el imaginario de la Isla del Sol, como la cuna del imperio incaico y las piezas fueron llevadas al Museo de Historia Natural en Nueva York. Esto muestra que desde entonces hubo una perspectiva patrimonialista sobre lo indígena y sobre el paisaje, es decir, “al servicio de”. En ese momento los hacendados eran los intermediarios con el Estado. Lo que vemos actualmente con la escenificación del Pachakuti es interesante porque en la época de la Revolución Nacional se quiso realzar una imagen del indígena como la víctima que será salvada por el Estado y que anteriormente formaba parte de la prehistoria. En cambio, ahora se plantea de otra manera, se supone que la escenificación del Pachakuti es la lectura de un manifiesto de la cultura viva, un manifiesto por la vida, por el buen vivir, etcétera. Lo que hemos encontrado en nuestro trabajo de etnografía muestra, por una parte, la construcción de la indigenidad transnacional: recoger estratégicamente la identidad aymara contemporánea pero a la vez ligarla a la incaica, y a identidades transnacionales donde se asocian al new age, bajo la pretensión de mostrar caracteres universales que pueden ser compartidos; pero, por otra parte, vemos que la Isla del Sol no ha estado presente en tal escenificación y lo interesante es que los comunarios y las comunarias se quejan de no haber estado presentes (y nos han contado cómo se ha llevado a cabo ese evento, desde la comida, de la basura que han dejado quienes estaban presentes) e incluso han llegado a cuestionar para qué inventar una fecha ritual si en la Isla del Sol ya existían ceremonias rituales como Sata Qallta, que es  la siembra de la papa. Este evento es totalmente cuestionado, sin embargo, la figura de Evo Morales no es cuestionada. Si la Isla del Sol puede ser uno de los logotipos del Estado, Evo Morales puede ser un logotipo de la nación también en la Isla del Sol. Algo que hemos estado analizando tiene que ver con la pregunta acerca de la manera en que se ha fortalecido la idea de nación y, al respecto, creo que hay continuidades patrimonialistas frente al paisaje de la Isla del Sol que causan muchas fracturas en la comunidad. El tema de la fragmentación de la comunidad Challapampa y Challa nos ha mostrado de qué manera las instituciones del Estado aportaron en esa fragmentación y la importancia de esa fragmentación en el trabajo agrícola alrededor del paisaje -la aynuqa- que tiene que ver con temas que van más allá de la tierra misma, con la seguridad alimentaria de la Isla del Sol. Entonces, se percibe esa visión patrimonialista; existe una incidencia del Estado en la fragmentación de la comunidad; también se construye una nueva idea de indigenidad trasnacional pero el paisaje continúa siendo tratado de la misma manera como se hizo en la época de la Revolución del 52 y previamente. A pesar de las luchas por el territorio, la Isla del Sol continúa siendo un espacio místico y paisajístico para el Estado, que no aborda al paisaje de forma integral.

Fernando Mayorga
La “nación encarnada” en las prácticas sociales es una propuesta sugerente; en esa veta también se considera que los procesos políticos se encarnan en un líder carismático. Esta faceta fue motivo de estudio por parte del equipo de Vincent Nicolas enfocando el rol de los liderazgos de Víctor Paz Estenssoro en la “revolución nacional” y de Evo Morales en el “proceso de cambio”. ¿Cuáles fueron sus hallazgos?

Vincent Nicolas
El imaginario de la nación indo-mestiza es el imaginario de una nación homogénea pero en construcción; implica también el tratamiento de la diversidad, de homogeneizar la nación en torno a la idea de un proyecto político; en la nación indo-mestiza, el indio está presente pero como raíz de la nación, como el pasado de la nación. Lo mestizo sería, más bien, el actor del proyecto nacionalista revolucionario. Esto generó la crítica indianista, katarista y, luego, el reconocimiento progresivo por el Estado de la diversidad cultural étnica que deriva, primero, en la reforma constitucional de 1995 que declara a Bolivia como una sociedad pluriétnica y multicultural, y, luego, en el Estado Plurinacional donde se percibe una evolución en el tratamiento de la diversidad. En un primer momento se afirma con mucha fuerza la idea de que somos un país de mayorías indígenas; esa fue la idea fuerza de la Asamblea Constituyente y se basaba en los resultados censales de 2001 (62% de población indígena) y había un énfasis fuerte en estas “naciones y pueblos indígena originario campesinos” como protagonistas del Estado. En un segundo momento, con los resultados del censo de 2012 marcado por un descenso de la población indígena, habría que preguntarse si hay un nuevo tratamiento de la diversidad cultural étnica. Antes se hablaba de un país de mayorías indígenas, ahora se habla de un país donde una porción importante de la población es indígena, pero no es lo mismo; no tiene las mismas implicaciones en la concepción de la nación. Entonces, algunos creen que porque hay 40% de gente que se reclama indígena es el fin del Estado Plurinacional, otros dicen que ese dato no cambia nada. Nosotros creemos que sí cambia algo, y probablemente hay que repensar lo plurinacional  a partir de esos resultados. De hecho, si lo miramos desde un punto de vista histórico vemos que la definición de la nación como una totalidad de “naciones indígena originaria campesinas” es el producto de una negociación de tira y afloja entre oposición y oficialismo, no necesariamente fue una voluntad planificada de plantearlo de esa manera. Por ejemplo, en las primeras versiones de la Constitución Política había un reconocimiento de las comunidades interculturales -luego los colonizadores adoptarán esta denominación-, también un reconocimiento de las comunidades urbanas, inclusive es la oposición que defiende una definición universalista de la ciudadanía y pide que se saque la referencia a las comunidades urbanas en el texto constitucional aprobado y, de hecho, esta formulación poco atrayente de lo indígena originario campesino es uno de los factores para que disminuya la población indígena pero también el hecho de que se usaron datos que se construyeron de una manera y los resultados no pueden interpretarse de manera absoluta. Hay otro dato del censo de 2001 que no se ha tomado con la misma importancia: el 60% de población urbana que, para 2012, se ha incrementado. Es probable que la identidad indígena de los padres migrantes ya no sea la misma entre los jóvenes que han nacido y crecido en la ciudad y ahora opinan sobre esa identidad. Entonces, el tratamiento de la diversidad cultural ha evolucionado y está muy ligado a una fórmula que se expresa, por ejemplo, cuando el vicepresidente García Linera habla de la “nación estatal” y de las “naciones culturales”; es volver a la idea de que hay una nación estatal boliviana que es el gran paraguas que acoge a la diversidad cultural y étnica.
Respecto al otro tema, se puede mencionar que la nación se encarna en el líder. En nuestra investigación hemos encontrado que -tanto en 1952 como en la actualidad- es un fenómeno en parte espontáneo y en parte, después, recuperado y conducido desde el Estado. En el 52, Paz Estenssoro como el líder de la “revolución nacional” es quien encarna la nación y, a medida que la revolución implementa sus medidas más importantes -como la nacionalización, la reforma agraria-, va creciendo el prestigio de quien lidera la revolución. En el caso del “proceso de cambio” hay un líder que encarna ese proceso, igualmente existe un prestigio que el presidente Morales va ganando por el hecho de ser quien lidera el “proceso de cambio” y este prestigio va aumentando a medida que se nacionalizan los hidrocarburos y se sienten los efectos de esa medida; pero, al mismo tiempo, existe una voluntad deliberada desde el Estado de empezar a crear un culto a la personalidad y reconocer cualidades excepcionales -casi sobrehumanas- en el líder. En el caso de Paz Estensoro, su biografía insiste en la predestinación -desde niño estaba predestinado a ser presidente-, y en la infalibilidad del líder; lo mismo se encuentra en la figura de Evo Morales que es relacionada con Túpac Katari inclusive en términos de linaje porque le dan una genealogía y lo legitiman como sucesor de Katari. También el fenómeno de la progresiva concentración del poder existe en ambos momentos históricos. Al principio, hay muchos líderes importantes en la “revolución nacional”: Siles Zuazo, Lechín, Paz Estenssoro, y progresivamente hay una concentración del poder en Paz Estenssoro; la misma concentración del poder existe actualmente en el “proceso de cambio” con la magnificación de la figura de Evo Morales.
 

¿FORTALECIMIENTO DE LA IDENTIDAD NACIONAL?

Fernando Mayorga
Cuando se inició la Asamblea Constituyente en 2006, Bolivia estaba en una fase de intensa polarización que se manifestaba en dos propuestas que ponían en cuestión la existencia de algo común: Estado Plurinacional y autonomías departamentales. Esa situación se resolvió con la aprobación del modelo de Estado Plurinacional con un régimen de autonomías territoriales. Se resolvió con un diseño institucional, pero seguía la incógnita acerca del peso de las identidades particulares (indígena y regional) y el menoscabo de la pertenencia a la identidad nacional, boliviana. No deja de ser llamativo que si bien continúa el debate sobre las adscripciones identitarias se percibe que la identidad nacional se ha fortalecido. Al respecto, para concluir esta interesante conversación, les invito a realizar un balance general sobre este tema a partir de la intelección de su objeto de estudio.

Wilder Molina
Nuestra investigación llega a la conclusión de que los procesos políticos y las acciones colectivas -incluyendo aquellas que en su momento creían poner en duda la propia viabilidad del Estado-, han desembocado en un nuevo mecanismo de pertenencia nacional. En el Beni está presente una especie de nacionalismo defensivo, se manifiesta una voluntad expresa de pertenencia nacional pero, al mismo tiempo, “yo defiendo lo mío”, “defiendo mi identidad, mi cultura, mi territorio”. Es importante tomar en cuenta esas condiciones y a partir de ello poner en perspectiva crítica algunas teorías o hipótesis de autores que han trabajado la idea de Estado, la idea de nación, pero más vinculadas al ámbito del centro del poder estatal, lo que implica cuestionar la construcción del Estado boliviano desde una mirada andina. Nosotros ponemos en crítica, por ejemplo, lo que dice algún autor que liga el proceso de construcción nacional a procesos políticos de origen popular, porque en el Beni está claro que los pioneros de la goma, los comerciantes de la goma que conquistaron y colonizaron el norte amazónico con mucha violencia indudablemente llevaron y asentaron la idea de nación y en torno a esa idea configuraron un poder de dominio local que está muy ligado a la idea de un “Estado con huecos”. Es decir, se construye un poder privado pero, al mismo tiempo, para legitimar ese dominio se reivindican plena y permanentemente los valores de la idea de nación, civismo, fiesta religiosa. No es casual que la fiesta más importante de Riberalta y Guayaramerín sea el 6 de Agosto; es la “fiesta grande” de los riberalteños en cambio, en el centro beniano -en Trinidad- es diferente, está muy ligado a las misiones jesuíticas, existe una cultura prerepublicana que, obviamente, colisiona con los valores de este Estado porque la reivindicación identitaria cultural de esa región -la región mojeña-, es muy fuerte, se sostiene en la cultura de herencia misional. En cambio, Riberalta y Guayamerín no, y por ello los valores de la identidad, los valores cívicos, no tienen disputa y son los que corresponden a la idea de nación. Entonces, no hubo ni hay una forma homogénea de construcción de la idea de nación como proponen algunos intelectuales y tampoco está ligada necesariamente a procesos de participación popular. En el caso del Beni existen dos momentos claves: el tema de los pioneros de la goma y, obviamente, las luchas indígenas. Estas luchas no se relacionan solamente con la marcha de 1990 puesto que ya hace cien años los indígenas reivindicaban su sentido de pertenencia nacional pero, al mismo tiempo, reclamaban el derecho sobre su territorio; y la marcha actualizó esos elementos que vienen más o menos de 1870. Por consiguiente, esta emergencia de ciudadanía diferencial no es nueva y tampoco la voluntad de pertenencia nacional que se genera en los indígenas.
En nuestro estudio pusimos a prueba las teorías de José Luis Roca que priorizan la idea de que el motor de los cambios en Bolivia son las luchas regionales y, obviamente, visibiliza con mayor fuerza el protagonismo regional; pero es indudable que en el Beni no es solamente lucha regional porque las luchas indígenas -paralelamente e inclusive en contra de las demandas regionales- han tenido también su propio aporte en esta búsqueda de pertenencia nacional. En esa medida, los procesos políticos generan una especie de voluntad, como un plebiscito especial que expresa una nueva forma de pertenencia nacional que, ahora, está acompañada de una fuerte reivindicación del reconocimiento de lo propio, de la identidad local, más territorial, y que también es variable; en algunos casos con mucha apertura hacia lo nacional o hacia otras culturas.

Daniel Moreno
En esa perspectiva, creo que para reflexionar en la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional es necesario pensar más allá del Estado. Es cierto que el Estado produce comunidad, produce sentidos, reglas, prácticas y produce instituciones, pero equiparar nación boliviana con Estado boliviano me parece que es un error y es una trampa en la que caemos fácilmente cuando nos preocupamos solamente del discurso estatal o gubernamental y dejamos de lado otra parte fundamental, y quizás más importante que el mismo Estado de una nación, que es lo social. Me parece que si miramos la nación solamente desde el Estado y desde la Constitución, lo que vemos fundamentalmente son pueblos indígenas y esta apertura al reconocimiento de lo indígena originario campesino -y eso además se refuerza y se  alimenta  por la práctica y por el discurso gubernamental y estatal- no nos deja ver esta otra fuerza social que es lo regional, que tiene mucha energía transformadora y que es algo con lo que los ciudadanos se sienten fuertemente identificados. Lo regional es una identidad real, no es -como dice el vicepresidente del Estado- una subidentidad, porque solamente lo indígena sería una identidad; entonces, en términos de configuración societal, la nación boliviana en el Estado Plurinacional se basa en las particularidades tanto indígena originaria campesinas como regionales. En relación a ambos tipos de colectividades, indígenas y regionales, lo que se percibe claramente es un fortalecimiento de la identidad boliviana, ya sea de manera reactiva como en el caso del Beni tal como Wilder Molina nos señalaba hace un momento, o de manera activa como en el caso de muchas comunidades indígenas que efectivamente se habían sentido excluidas de la actividad estatal y tratadas como menos durante décadas por parte del Estado, por parte de los otros, por parte de sus conciudadanos. La inclusión hace que el vínculo de estas colectividades con el Estado, no con el Estado sino con la comunidad política nacional, se fortalezca y esto me parece que es evidente en los datos con los que hemos estado trabajando. Bolivia es el país donde en la última década la intensidad de la pertenencia nacional ha crecido más fuertemente que en cualquiera de los otros países de América Latina; y si hay un cambio en términos de consolidación del sentido de pertenencia también hay un avance positivo en el  sentimiento de pertenencia a estas colectividades particulares. Es decir, los bolivianos no solamente se sienten más bolivianos sino más cruceños, más cochabambinos, más paceños, más benianos, más quechuas, más aymaras; hay un fortalecimiento de las identidades, de identidades particulares y de la identidad común nacional. Es interesante que mientras se ve una tendencia positiva en la mayoría de estas colectividades en lo que se refiere a su pertenencia a la comunidad política nacional, los pueblos indígenas de tierras bajas muestran, especialmente desde el año 2010 hasta ahora, una tendencia negativa. Ellos habían sido los que crecieron más en términos de su  identidad nacional. Sin duda, esto tiene que ver con la decantación política -no sé si coyuntural o permanente- del Estado Plurinacional a una veta más andinocéntrica y sindicalista campesina antes que indígena. Por supuesto que conflictos como el del TIPNIS han causado que lo que se había ganado en términos de fortalecimiento de la identidad nacional entre los indígenas de tierras bajas en buena medida se haya vuelto a perder; entonces, no es un proceso homogéneo, no existe una tendencia general para todo el país. Pensando en qué es lo necesario para fortalecer este sentido de pertenencia nacional, este vínculo con la comunidad política nacional, lo que se necesita -y podría parecer paradójico- es más autonomías, un Estado que garantice algunos niveles de autogobierno y de decisión propia a esas colectividades que permitan resolver la tensión de exclusión, de subordinación del Estado nacional y permitan canalizar la diferencia en un marco institucional más o menos saludable sin que se genere de nuevo una tensión entre lo particular y lo nacional.

Vincent Nicolas
El movimiento regional en el oriente del país ha transitado desde un marcado separatismo a una voluntad de inscripción dentro del Estado Plurinacional. Nos parece que hay dos movimientos que, en algún momento, amenazaron la unidad del país y a la nación boliviana: es el nacionalismo aymara, por una parte, y el movimiento separatista del oriente del país, por la otra. En cierta medida, el nacionalismo aymara se planteó la idea de que los estados republicanos fueron un mal momento que hemos pasado, pero que la reconstitución de la nación aymara -chilena, peruana, boliviana- es posible; el Estado Plurinacional marca el fin de este sueño porque la wiphala ha sido entregada al Estado Plurinacional, también Túpac Katari; entonces, los símbolos fuertes del movimiento aymara han sido plenamente integrados al Estado Plurinacional y sin estos símbolos de lucha el movimiento ha quedado sin brújula y, prácticamente, capitulado. En el caso del oriente también hay una integración pero que todavía es muy incompleta en el nivel simbólico. Es evidente que el Estado Plurinacional no ha incluido a lo oriental tal como ha incluido a lo aymara; y a nivel político también vemos que esta historia no ha terminado. Entonces, sí nosotros concluiríamos que es un triunfo de la nación porque realmente ha logrado neutralizar estos peligros y los ha integrado dentro del paraguas estatal de la nación boliviana; lo ha hecho muy bien en el caso aymara y lo ha hecho de manera parcial en el caso del movimiento regionalista del oriente. Si para el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) del 52, la nación existe desde tiempos remotos, antes de la independencia; en el caso del Estado Plurinacional se dice que la nación boliviana no ha logrado crearse en la independencia ni en el ciclo republicano y por eso es necesaria una refundación de Bolivia; pero también se dice que con el Estado Plurinacional y con la inclusión de la diversidad de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, sí está construyéndose la nación boliviana.

Violeta Montellano
Nosotros hemos hablado de una práctica de incorporación de “lo otro” que sería  la nación ch’ixi, es decir, se trata de polos opuestos que están juntos, son contradicciones con tensiones pero que conviven. Son las nociones esencialistas sobre la identidad, como el realce de la identidad aymara basada en la pureza racial, que nos hace pensar si la idea de nación como la unidad que logra integrar esa pluralidad es real o no; si este logotipo en que se constituye el presidente del Estado Plurinacional enfatiza la diferencia a partir de nociones binarias de la identidad. También hay un andinocentrismo de por medio y eso contradice la fortaleza de la idea de pertenencia a la nación. En la Isla del Sol existe una posición estratégica frente al Estado y la pertenencia a la nación. A la vez, el Estado, con una visión unificadora, patrimonialista y modernizante sobre la Isla del Sol, lo que hace en la práctica es fragmentar a la comunidad; hay una pelea sobre el patrimonio turístico entre las comunidades en el caso de la incidencia de la arqueología en la isla. Entonces, se podría decir que sí se ha fortalecido la identidad nacional en un nivel simbólico, pero siempre está presente esa contradicción entre la práctica  ch’ixi  y esos discursos dicotómicos, que enfrentan lo propio con “lo otro”. Por otro lado, más allá del Estado Plurinacional, considerando las tres generaciones de isleños que hemos analizado y, también, la migración transnacional, es posible pensar en otra forma de entender la nación, pensarla como una “nación móvil” puesto que en contextos transnacionales la idea de Bolivia se produce de formas particulares.

 

Notas

1 Sociólogo y doctor en Ciencias Políticas. Docente de la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) e investigador del Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU-UMSS). Correo electrónico: fermayorgau@gmail.com. Cochabamba, Bolivia

2 García Linera, Álvaro (2014) Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad. La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional.

3 Floria, Carlos (1998) Pasiones nacionalistas. México: Fondo de Cultura Económica.

4 Anderson, Benedict (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.

5 Chatterjee, Parha (2007) La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos. Lima: CLACSO, Sephis, IEP.

 

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