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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.16 n.34 La Paz feb. 2013

 

Arnold, Denise y Espejo, Elvira 

2013 

El textil tridimensional: la naturaleza del tejido como objeto y como sujeto

La Paz: Fundación Albó, Fundación Interamericana e Instituto de Lengua y Cultura Aymara. 379 pp.  ISBN: 978-99954-844-1-5

 Walter Sánchez[1]

 


En esta reseña intentaré aprehender algunas de las poderosas ideas que ordenan el texto del libro El textil tridimensional: la naturaleza del tejido como objeto y como sujeto de Denise Y. Arnold y Elvira Espejo, y su renovada propuesta teórica y metodológica. Enfatizaré en el complemento del título del libro y en el último capítulo, el noveno -aunque haré algunas referencias a otros capítulos-, ya que considero que encierran no solo las claves que las autoras plantean y desarrollan, sino que su contenido marca rupturas teóricas y epistemológicas sobre las formas en las que los antropólogos, arqueólogos, historiadores de arte, etnohistoriadores, han abordado el estudio de “las cosas” (en este caso el textil) en relación al mundo de lo cultural-humano.

Empezaré con “La naturaleza del tejido como objeto y como sujeto”. Más allá de su aparente separación metodológica en el tratamiento que hacen del textil (como objeto y como sujeto), todo el libro es una fuerte crítica a ese “carácter Constitucional” -diría Bruno Latour- de separar lo humano de lo no humano, el mundo natural del mundo social, los seres hablantes de los seres inanimados mudos; pero no solo eso, sino que es un cuestionamiento hacia la tendencia que existe en definir sus propiedades, sus competencias, sus formas relacionales, como si pertenecieran a estancos diferenciados y separados.  Ahí está una de las claves de la propuesta de las autoras: el textil -en su relación con el mundo cultural de las tejedoras y toda su cadena operatoria y de circulación- es valorado como un sujeto, un “ser tridimensional” dotado de agency, y por lo tanto considerado un ser activo, en constante cambio y elaboración, que no puede ser pensado solamente en su particularidad, sino en relación a todo el cuerpo social que establece y le establece a su alrededor (principalmente aquel vinculado al mundo de la tejedora y el tejedor). Por lo mismo, los textiles -proponen las autoras- deben ser entendidos en sus dimensiones complejas y densas, desplegando toda su agencialidad que impacta en el mundo socio-cultural no sólo de las comunidades donde son producidos, sino incluso en ámbitos globalizados. Ahí es donde surge la potencia de un “objeto” como es el textil, ahora visto en sus propias dinámicas (su ciclo vital) pero enlazado dialécticamente con los ciclos vitales de los agentes humanos; es decir, aquellos que hacen a los entramados relacionales que vinculan los textiles con las vidas de los/las productoras que los elaboran como objetos materiales, los individuos que los usan como vestimenta y/o los entornos que los aprecian, aunque sea con la mirada.

Aquí existe un giro que me parece fundamental. El estatuto científico moderno que había sancionado que los objetos son cuerpos inertes, inactivos, faltos de espíritu y que se oponían radicalmente al sujeto humano, no solo es puesto en cuestión en el texto de Denise y de Elvira -quienes asumen una postulación crítica frente a esa falsa dicotomía y a sus sistemas de representación- sino que el textil-objeto-sujeto, al ser abordado desde una nueva mirada teórica, metodológica y sobre todo política, emerge con toda su potencialidad. Esta es, además, una ruptura radical y que marca una distancia del libro de Denise y de Elvira con las formas no solo de abordar la problemática de los textiles, sino de cómo los cientistas sociales en Bolivia han venido encarando la investigación a partir de modelos teóricos casi naturalizados.

El capítulo 5, titulado “K´isa Intrusa”, puede ser un ejemplo de cómo se genera este giro y abordaje hacia elementos aparentemente compositivos que realizan las tejedoras a partir del intangible color y, de ahí, este elemento puede operar como un dispositivo dotado de agencialidad al vehicular sistemas de sentidos no sólo estéticos -que es lo que ha sido tradicionalmente enfatizado-, sino principalmente políticos. La k´isa, que en términos formales es una manera de organizar de manera compleja y tridimensional la composición de los colores en una sucesión degradada llena de luminosidades creada por las tejedoras, aparece en la textualidad de Elvira y Denise como una forma de percibir y actuar en el mundo desde la práctica de las mujeres, pero además, de imponer un sistema de “expresión política-visual” que se presenta como “antiglobalizadora, pro-ecologista, y, sobre todo, pro-indígena” en su ciclo de vida pública. Esta es una crítica poderosa a que los objetos inanimados son solo eso: cosas. El sujeto k´isa, esa “intrusa” llegada en tiempos recientes a entrometerse en los textiles actuales a partir de las manos de las tejedoras, se impondrá a partir de su propia narrativa agencial para generar cambios posibles en el mundo de los humanos. La separación “natural” entre objeto y sujeto, entre naturaleza y cultura, será abolida.

El capítulo 9 es donde se redondea la propuesta que aparece en todo el libro, a saber: la no separabilidad de las naturalezas (las cosas, los objetos) y las sociedades (las producciones culturales), mirada que, en términos metodológicos, teóricos y operativos, posibilitaría una comprensión de las formas y los espacios en los que funciona con distinta densidad. Ahí se condensa toda la cadena operatoria bajo la cual ha sido tejida la textualidad epistemológica del texto, que conjuga escritura alfabética, metafórica y visual. Es decir, una nueva tridimensionalidad.

Esas condensaciones aparecen en la visualización de los textiles prehispánicos como dispositivos rituales asociados a la muerte. La profunda vinculación entre los tejidos y la política (en una relación de ida y vuelta) que las fuentes documentales muestran incluso en ámbitos tan densos como el que hace a la relación textil y Estado. Tenemos, por ejemplo, hilos del khipu anudando contabilidades y sistemas de poder, además de generar narrativas históricas. Y contamos con combinaciones de colores, urdimbres y tramas como artefactos político-visuales portadores de ideas, propuestas, interpelaciones, cuya narrativa va más allá de su vinculación como diferencia, para promover las construcciones identitarias individuales y sociales. Territorios y territorialidades son inscritos por los textiles ya que el llevar determinados diseños supone niveles de pertenencia a los espacios, dotados éstos también de agencialidad. Es así que Denise y Elvira ponen una gran relevancia a cómo las mujeres tejedoras defienden sus “derechos” sobre ciertos diseños que son propios ya que hacen a los ámbitos de lo intangible, de los ancestros, el territorio, la memoria, el espacio vital.

Una metáfora recurrente en el libro, que vale destacar, es la asociación figurativa entre la idea de que el textil femenino encarna el “espíritu” del enemigo, de manera similar a lo que desde el mundo masculino -señalan- se percibe como la cabeza trofeo tomada al enemigo. Esta posibilidad agencial extrema funcionaría -esto lo digo yo- como una suerte de doble mecanismo: por una parte, como una especie de “antropofagia política” donde las tejedoras y el textil subsumirían al “enemigo poderoso” dentro del cuerpo (físico o social) incorporando la fuerza, el poder y el espíritu de un “otro” (el apropiarse, “robar” los colores y los diseños de otros grupos resignificándolos, por ejemplo) -lo que supondría la posibilidad de ser doblemente poderoso por un tiempo-  y, por otra parte, plantear, como lo hacen Elvira y Denise, que “el trabajo de elaboración textil de la tejedora convierte el espíritu ajeno en algo benigno del propio grupo; que pasa de enemigo a pariente”. El textil en los Andes emerge entonces como una fuerza vital (incluso en esa doble dimensión paradójica y contradictoria) asociada a las fuerzas del espíritu (ispiritu), el aliento (sami) y la suerte (surti), percibiéndose en esas fuerzas, como ellas señalan, un “cierto acento femenino”.

El objeto-sujeto-libro que nos presentan Elvira y Denise, tiene su propia agencialidad más allá de sus autoras. Las ideas, las fotografías, las letras que se despliegan por el cuerpo del papel y que pronto estarán generando su propia vitalidad en las redes sociales que de ellas se desembocarán, serán sin duda las portadoras de lecturas nuevas y renovadas.

Lo que ambas autoras descubren de manera brillante, es una poderosa propuesta teórica, metodológica, epistemológica que, sin duda, marcará nuevos rumbos para los estudios arqueológicos, etnohistóricos, etnológicos, sin olvidar aquella dimensión que muchas veces es dejada de lado o entregada a los políticos: la política en toda su expresión. Todo eso, en la medida que la lectura de este texto supone aprehender la realidad no desde los viejos pares dicotómicos o desde los sistemas de representación a los que nos habíamos acostumbrado (aquellos que separan la cultura de la naturaleza, los objetos de los sujetos, lo subjetivo de lo objetivo, lo alto de lo arriba) sino desde la densidad de entender que “ambos” (en su unidad) se prefiguran; que “unos” se enlazan con los “otros”, y que operan de manera dialéctica en complejos entramados de interrelaciones. 

 

  Daniela Rico. Xilografía sobre papel, 2013.


[1]   Sociólogo y arqueólogo. Director del Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo Arqueológico de la Universidad Mayor de San Simón (INIAM-UMSS). Correo electrónico: walteryambae@hotmail.com. Cochabamba-Bolivia.

 

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