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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.16 n.33 La Paz jun. 2013

 

SECCIÓN I: DIÁLOGO ACADÉMICO

 

Diálogo
Nuevos sujetos y actores sociales bolivianos a inicios del siglo XXI, sus redes y apuestas

 

Dialogue
New subjects and new social actors in early 21st century Bolivia, their networks and hopes for the future

 

 

Roger Cortéz Hurtado1

T’inkazos, número 33, 2013, pp. 9-26, ISSN 1990-7451

Fecha de recepción: abril de 2013
Fecha de aprobación: mayo de 2013
Versión final: mayo de 2013

 

 


T’inkazos se interna por rutas poco exploradas, buscando pistas sobre lo que ocurre en la base misma de la sociedad boliviana. Cinco investigadores dialogan sobre los diversos modos en que el avance y ocupación territorial y económica de las ciudades por parte de poblaciones provenientes de las áreas rurales está alterando moldes y estructuras. A este conversatorio se suman dos artículos sobre el tema.

Palabras clave: reconfiguración económica social / redes sociales / redes familiares / economía popular / comerciantes / transportistas / vecinos / élites económicas


In this issue, T’inkazos ventures down little-explored paths, seeking signs of what is going on at the very base of Bolivian society. Five researchers discuss the different ways in which the move into the territory and the economy of cities by people from rural areas is altering patterns and structures. The dialogue is followed by two articles on the subject.

Key words: economic and social reconfiguration / social networks / family networks / popular economy / traders / transport workers / urban residents / economic elites


 

 

Representantes de cuatro de los seis equipos de investigación que respondieron a la convocatoria del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) para escrutar las “reconfiguraciones económicas y sociales en la articulación urbano-rural, entre 1998 a 2010”, intercambiaron en un conversatorio los principales resultados y conclusiones de sus estudios en los que se investigó a comerciantes importadores aymaras; a las élites que se forman al capturar una parte de los recursos fiscales en municipios de ciudades intermedias; a las redes económicas y sociales de los transportistas que cubren las principales rutas interprovinciales en Santa Cruz; y al retroceso de las élites tradicionales ante el empoderamiento de comunarios, cultivadores de coca en un sector de los Yungas paceños.

El hilo central de los estudios y las intervenciones de quienes los realizaron intenta explicar las conexiones de estos cambios con la fluida y vigorosa relación entre el crecimiento urbano y la preservación de visiones, entramados sociales, hábitos y relaciones, impregnados de códigos y tradiciones rurales que se reitera en las prácticas de casi todos los sujetos y actores sociales investigados.

La proclamación de un Estado plurinacional refleja superestructuralmente la trascendencia de esta relación, en el sentido de que designa a indígenas y campesinos, característicamente arraigados en las áreas rurales,  como sujetos centrales de los cambios y la reforma estatal. Los estudios que se han realizado tratan de reflejar los diversos modos en que el avance y “copamiento” territorial y económico de las ciudades por parte de poblaciones provenientes de las áreas rurales está alterando moldes y estructuras que parecían haber logrado cierta estabilidad hasta finales del siglo XX.

Los investigadores concuerdan en que el poder económico que han logrado acumular estos sujetos y actores se ha desenvuelto principalmente, hasta ahora, en los márgenes, o intersticios, como los caracteriza uno de los estudios, de la formalidad y la legalidad. Esa situación ha impulsado la discusión sobre la pertinencia y utilidad de emplear las categorías de formalidad versus informalidad, porque según el criterio de algunos equipos esta aproximación nubla la capacidad de entender que existiría una economía popular con reglas y dinámica propias, que se oculta y deforma al pretender medirla y juzgarla bajo el rasero de categorías dicotómicas y normativas.

Hay quien juzga, sin embargo, que algunos de estos actores, como puede ser la capa más próspera de los comerciantes aymaras, ha superado el espacio de las fisuras y está disputando el control de cuando menos un segmento comercial, que ya no está más en manos de la burguesía de origen sirio-libanés, judío, croata o alemán, como ocurría hasta finales del siglo XX.

En las investigaciones consideradas en este espacio de diálogo académico, se verifica que un segmento muy dinámico del amplio universo de comerciantes populares que existe en el país, concretamente el de importadores aymaras de computadoras, celulares, artefactos electrodomésticos y otras mercancías principalmente producidas en China, al igual que entre los transportistas de rutas interprovinciales de Santa Cruz, apuntalan su crecimiento y fortalecimiento en la preservación y reproducción de sólidas redes familiares y mecanismos de cooperación dentro del grupo, que les permiten apoyarse sin dejar de competir y, más bien imponiendo sus códigos a otros agentes económicos y actores, al mismo tiempo que buscan y generan sendas de una “globalización desde abajo” que trasciende fronteras y encuentra aliados hasta en lejanos puertos industriales de ultramar. 
Dinámicas muy parecidas han sido reportadas en el estudio sobre los comerciantes importadores de origen andino asentados en Cobija, en plena Amazonía boliviana.

En la investigación sobre el uso legal, informal o ilegal de la masa de recursos municipales destinados a licitaciones de obras públicas no se ha tomado en cuenta la ascendencia etnocultural de los propietarios de “decenas de miles de empresas” que compiten por utilizar esos fondos, volcados casi íntegramente en el sector no transable de la economía. Pero, el coordinador del equipo expresa en el diálogo-debate que las nuevas élites que se incuban en las provincias no se quedan allá, provienen principalmente de sectores populares campesinos e indígenas.

En las capitales de departamento y en un número cada vez mayor de ciudades intermedias y menores, las actividades de comerciantes y transportistas, así como prestadores de diversos servicios, empiezan a desarrollarse en zonas alejadas o “bolsones” relativamente aislados, para extenderse progresivamente capturando el centro y penetrando, después, en santuarios territoriales antes exclusivos, como la zona sur de la sede de gobierno.

¿Se trata de una situación pasajera alentada por el rebalse de los grandes excedentes provenientes de la elevación del precio de materias primas exportadas, o pre anuncia que estos sectores, descendientes o vinculados con campesinos aymaras y quechuas, no se detendrán? El excanciller Gustavo Fernández opina, ante estos datos, que se trata de la “proyección aymara” hacia el Pacífico, a lo que yo agrego que, desde esa óptica, hay una simétrica expansión (principalmente) quechua hacia el este, el sur y el Atlántico, que llega hasta la ciudad de Buenos Aires, donde la feria de La Salada compite con la de la 16 de Julio de El Alto paceño. 

Según observaciones de algunos de los trabajos, los comerciantes importadores se mostrarían un tanto fríos y esquivos a la participación política y a la atracción del poder, conquistando un tipo peculiar de ciudadanía, con tintes autónomos frente al Estado, en contraste con los transportistas en Santa Cruz y los campesinos cocaleros de Sud Yungas, quienes ya estarían completamente embarcados en una estrategia de acumulación de poder político.

Participaron en este diálogo académico:

Silvia Escóbar de Pabón: Socióloga de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz. Especialista en temas laborales, es ex directora ejecutiva e investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA). Es miembro del Comité Directivo del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB). Participa en investigaciones para la CLACSO y la OIT, UNIFEM, UNICEF, FOS, HELPAGE y para entidades públicas y privadas del país.

Erwin Galoppo von Borries: Geógrafo, fue Director de la Superintendencia Agraria. Actualmente es Director de la Carrera de Ingeniería Geográfica de la UMSA.

Herbert Müller: Ingeniero industrial, con maestría en Administración (MBA) en Thunderbird School of Global Managment. En el sector público fue Presidente del Banco Central de Bolivia (1983), Ministro de Energía e Hidrocarburos (1990-1992), Ministro de Economía (1998-2000). Actualmente es Presidente de Müller & Asociados, catedrático universitario y autor de varios ensayos sobre economía.

Luis F. Pereira Stambuk: Economista de la Universidad Católica Boliviana (UCB); especialista en elaboración y análisis de estadísticas, evaluación de programas y proyectos y en el diseño e implementación de sistemas de monitoreo y evaluación. Director Nacional del Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001 y ex Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Estadística, Director del Padrón Nacional Electoral Biométrico de la ex Corte Nacional Electoral.

Salvador Romero Ballivián: Doctor en Sociología Política en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences – Po); vocal y vicepresidente de la Corte Departamental Electoral de La Paz, sala provincias (1995-1998); vocal, vicepresidente y presidente de la Corte Nacional Electoral (2004-2008); catedrático universitario desde 1994. Autor de libros y artículos sobre democracia, elecciones y partidos, publicados en países de América y Europa; conferencista sobre los mismos asuntos en diferentes países.

Antonio Rodríguez-Carmona, Doctor en Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid. Tiene investigaciones sobre minería y derechos humanos en Perú y Bolivia; derecho a la consulta, gobernanza ambiental, pequeña minería y cooperativismo, industrialización y transición al post extractivismo. Participó en la investigación ‘Hacer plata sin plata’. El desborde de los comerciantes populares en Bolivia”.


Frank Arbelo. Veamos ahora cuanto nos dura (cartel).Dibujo digital, 2006.

1. ¿Cómo resumirían los principales hallazgos de sus investigaciones sobre la reconfiguración económica y social en la articulación urbano-rural entre 1998 a 2010?

CARMEN MEDEIROS

Uno de los descubrimientos más significativos de nuestra investigación sobre los comerciantes populares aymaras se refiere a la institucionalidad que han construido en los márgenes que permite la exclusión a la que han sido sometidos. Es una institucionalidad  que articula de manera intrincada instituciones viejas y nuevas redes de parentesco, fraternidades, gremios, juntas de vecinos, en una combinación propia y abigarrada que les permite controlar espacios comerciales, locales, reglamentar el acceso al mercado, solucionar los conflictos y reglamentar la informalidad ante la ausencia del Estado.

Un segundo hallazgo es que esta institucionalidad local se articula con redes y alianzas translocales fluidas y con prácticas flexibles de diversificación, y una gran movilidad que les permite consolidar formas de control de áreas intersociales y marginales del país, tejer redes con actores económicos globales y así consolidar espacios sociales transfronterizos que vinculan diferentes espacios globales. Esa combinación de estructuras sólidas y redes flexibles permite al comercio popular controlar medios y espacios comerciales, vincularse con otros actores económicos en sus propios términos y ser exitosos en su articulación con la globalización desde abajo.

Un tercer hallazgo son las prácticas de gestión microeconómica, incluyendo una marcada capacidad de estos actores populares de “leer” el mercado y sus variaciones: ¿dónde, cuándo se vende?, acompañada de  una habilidad impresionante de almacenar datos relevantes y de entender y reaccionar ante las variaciones del mercado. Esa flexibilidad les permite ser comerciantes multifunción y les proporciona una movilidad espacial para manejar distintos mercados, a los que nosotros llamamos plurimercados.

ALISON SPEDDING

De acuerdo al estudio realizado por mi grupo, se observa que los pueblerinos (o “los vecinos” como los llaman los campesinos), es decir, la clase media de provincia, ha terminado de perder en estos últimos años el control de las instituciones políticas del municipio, los juzgados y las instituciones financieras. Estos espacios ya no son manejados por los abogados del pueblo, que en realidad no eran abogados, sino tinterillos que funcionaban en base a su posición social, porque ahora son los hijos de los comunarios los que ocupan estos espacios.

Previamente, los vecinos monopolizaban el comercio, el ejercicio de los escasos puestos en la administración estatal (notario civil, juez de mínima cuantía, los cargos municipales) y el transporte. Esto se ha acabado: hoy los mismos vecinos son los que dicen “ya no hay vecinos en Chulumani”, lo que  muestra cómo las familias con ese estatus han sido completamente opacadas.

De acuerdo al seguimiento que hemos hecho en estudios anteriores, puede decirse que es a partir de las elecciones municipales de 2004 cuando los vecinos perdieron el control social y político del municipio; pasa otro tanto con el transporte y con otros espacios y actividades.  El único sector que realmente sigue dominado por lo que llamamos “élite decadente”, es la hotelería y el turismo que no parece tener mayores perspectivas de un desarrollo importante.

El motor de estos cambios sociales en Chulumani es la producción de hoja de coca que ha generado entre otras cosas una enorme expansión del trabajo por jornal, una circulación fantástica de mano de obra asalariada para la cosecha de coca, mayormente compuesta de mujeres. ¡Ojo! es esta una actividad laboral que no figura en ninguna de las cuentas nacionales, a pesar de que mueve una gran cantidad de dinero.

El comercio de hoja de coca llega hasta los rincones más remotos del país y ocasiona una expansión y articulación económica con base campesina. En los últimos años el comercio de la hoja de coca ‘del productor al consumidor’ ha rebasado los límites del municipio cocalero y los llamados productores detallistas están activos en otros departamentos, estableciendo redes de comercio que cubren todo el país. Esto va junto con una igualación de los estándares de vida entre el pueblo y el campo, donde los comunarios tienen TV satelital, celulares, usan radiotaxis para que los recojan de sus casas. Es notable que los estudios sociológicos no dan cuenta de eso; siguen repitiendo esa vieja imagen de la pobreza del campo.

¿Puedes darnos una cifra del salario promedio de las jornaleras?

ALISON SPEDDING

90 bolivianos por día, es lo llamado normal, más o menos de nueve a cinco con una hora para almorzar, pero hay varias modalidades. Era de 80 hasta hace unas dos semanas, pero ya  ha subido a 90.

DUNIA SANDOVAL

Nuestro grupo ha estudiado las redes interprovinciales de transportistas en tres rutas que van desde la ciudad de Santa Cruz de la Sierra al Norte Integrado (Montero, Buenavista y Yapacaní), hacia la Chiquitanía (Pailón, San Julián y Ascensión de Guarayos) y al Chaco (Abapó,  Camiri y Charagua).

La investigación nos ha permitido ver las rutas como un territorio donde los transportistas viven a través de su expansión en lugares donde trabajan, el propio camino, las paradas y los lugares donde comen. Ellos viven en la ruta más que en sus casas, se apropian de la ruta porque dominan ese espacio territorial como suyo.

Asimismo, explotan el territorio con un aprovechamiento económico e intercambian las cuatro funciones del territorio citadas por Hubert Mazurek, tanto a nivel territorial, físico, como a nivel  simbólico.

Los transportistas agremiados generan espacios propios como su red vial, terminales de buses (privadas de uso exclusivo de la asociación) y construyen redes sociales con otros actores. Este sector es un “generador de translocalidades”, es decir, transportan a la gente que vive entre lo rural y lo urbano, entre la ciudad de Santa Cruz, las ciudades intermedias y las localidades (más propiamente rurales). Mientras más cercanas esas localidades, más fuerte es esta tendencia de comerciantes, de estudiantes, de personas que trabajan en una localidad y viven en otra en el proceso de construcción de una Santa Cruz metropolitana. Entonces, una de las tendencias que descubrimos es la generación de poblaciones translocales en una Santa Cruz metropolitana, o proyectándose hacia estas localidades.

Por otro lado, identificamos una reconfiguración económica consistente; los transportistas reciben ingresos provenientes de sectores como el agropecuario o el comercio, y ellos a su vez reinvierten en construcción, con capital propio individual y en un capital social, es decir que reinvierten los excedentes en sí mismos, incrementando su patrimonio familiar, o en aumento del patrimonio asociado de los gremios.

Existen dos tipos de empresas de transporte interprovincial: las grandes que operan buses  con una inversión de 85.000 a 120.000 dólares por bus y que generan alta rentabilidad, pero, a la vez, explotan a los choferes asalariados. Las empresas tradicionales del Chaco o Guarayos son de este tipo. Están luego, como un fenómeno que ha cobrado fuerza en los últimos diez años, asociaciones de media o baja rentabilidad, según los casos, pero que tienen el mérito de crear fuentes de trabajo y ofrecer alternativas de servicios a los usuarios. En estas asociaciones trabaja el propio socio o contrata a choferes “por renta” (el chofer entrega al socio un monto diario o modalidades parecidas).

Las grandes empresas tradicionales, que pertenecen a familias tradicionales de los pueblos, están conformadas por entre seis a ocho propietarios. Ellas ocupan trabajadores asalariados que son triplemente explotados por la excesiva extensión de las jornadas laborales, porque los choferes asumen el riesgo del negocio en la modalidad “a porcentaje” y por los bajos salarios que oscilan entre 1.200 a 2.000 bolivianos. Estas cifras fueron corroboradas por reportajes publicados en El Deber respecto a choferes de buses de transporte interdepartamental.

Otra modalidad es el transporte asociado que congrega a la mayoría de quienes trabajan como transportistas, según un estimado cerca de un 60% conduce sus vehículos, o sea, el propio socio compra su vehículo, paga el derecho de asociarse y conduce personalmente para maximizar ganancias. El otro 40% contrata a un chofer para recibir la renta.

En Santa Cruz existe un empoderamiento político, económico y cultural de los migrantes andinos organizados ante el debilitamiento y división de las élites tradicionales. Estos migrantes han acumulado un poder social gracias a su capacidad organizativa que se traduce en capacidad de incidencia política, lo que se corrobora claramente en el sector del transporte.

Son especialmente interesantes los casos de Charagua y Ascensión de Guarayos, municipios en los que conviven cuatro grupos culturales que se complementan económicamente: los pobladores cruceños de familias tradicionales de los pueblos, los migrantes andinos (o collas como se los llama comúnmente) que  se dedican al comercio y transporte, en vinculación directa con los menonitas, el otro grupo de los mencionados, que viven en las brechas2, transportando sus productos e intercambiando comercialmente. Y también están los pueblos indígenas originarios, guarayos en un caso, guaranís en el otro.

En Charagua los migrantes andinos han constituido un pueblo paralelo, “Charagua Estación”, en tanto la localidad tradicional es llamada “Charagua Pueblo”.

Entonces, en lugares donde existen cuatro comunidades culturales y con diferentes características socioeconómicas, los grupos que están progresando en actividades como el comercio y el  transporte, son justamente los migrantes andinos y sus descendientes.

DIEGO AYO

El propósito con el que ha trabajado mi grupo al estudiar las actividades económicas que proliferan al amparo del gran crecimiento presupuestario municipal, concretamente en tres ciudades intermedias, ha sido identificar si surgen nuevas élites y cómo es que lo hacen.

El punto de partida es corroborar que hay muchísima plata gracias a la bonanza económica y precisamente al calor de tantos recursos están surgiendo nuevas élites. La forma de hacerlo es a través de los mecanismos fiscales que redistribuyen esta plata. Este dinero fiscal ha posibilitado la ampliación del universo de empresas que trabaja en  los municipios. De acuerdo a los registros de Fundempresa hemos pasado de cinco mil empresas en 2005 a sesenta y cinco mil empresas hasta 2011.

Hay pues un universo enorme de nuevas élites económicas que están surgiendo al calor de las licitaciones estatales. Mientras el foco de las investigaciones ha estado puesto en lo que ha sido el municipio productivo, nuestro estudio demuestra que para entender el origen y la dinámica de las élites económicas que están apareciendo a escala municipal-provincial hay que seguir el manejo de las licitaciones, donde se maneja entre el 40 y el 60% de la inversión pública municipal. Es en las licitaciones donde se observan distintos tipos de modalidades que hemos clasificado en formales e informales y ciertos comportamientos políticos, que van desde lo formal, con pleno cumplimiento de la normativa propia de un Estado de derecho, hasta lo informal, que implica prácticas patrimoniales de “totalitarismo nacional”, como lo hemos llamado, o de capitalismo político.

No es que esto sea generalizable, pero es común detectar rasgos que delatan que muchas licitaciones no necesariamente favorecen a los mejores, técnicamente, ni a los precios más convenientes para los municipios.

La segunda característica es que tales élites surgen protegidas por prácticas “dirigistas” de funcionarios jerárquicos, y la tercera es que se trata de élites no locales y no productivas, afincadas en el comercio, la construcción y los servicios.


Podemos observar otros datos: que del total de empresas inscritas solo el 4% son industriales o propiamente productivas; entonces aquí vemos una subsunción formal (utilizando términos marxistas), es decir, estos territorios periféricos al territorio central, territorio de la capital, terminan “funcionalizando” recursos locales para su propio beneficio.

2. ¿En qué contribuyen los resultados de sus investigaciones a entender la dinámica de actores, sujetos o fracciones sociales emergentes en el período estudiado?

CARMEN MEDEIROS

Lo que está sucediendo con los comerciantes populares aymaras es, por un lado, un ensanchamiento de sus actividades, un crecimiento económico y una dinámica que les permite ampliar los intersticios en los que se originaron. Es interesante percatarse de que, a pesar de los supuestos de que la suya sería una economía “residual” y que su cultura “tendría” que ser absorbida por la que proviene de una economía más institucional, más moderna y formal, y a pesar de los pronósticos de que si crecían económicamente iban a dejar sus prácticas y espacios propios, lo que se ve en realidad es que, creativa y proactivamente, estos comerciantes populares han dilatado los intersticios donde empezaron a desarrollarse y mantienen y replican continuamente sus códigos socioculturales.

Estos intersticios se han ensanchado por su legitimidad entre los sectores populares, de modo que en vez de que los comerciantes populares abandonen sus espacios, prácticas y códigos al vincularse y lidiar con otros actores, ya sean consorcios chinos, o empresas formales, o la banca, han conseguido interactuar con esos actores, manteniendo el control del comercio en sus propios términos e induciendo más bien a los otros actores a asumir, adaptarse o inclusive a imitar sus códigos. Eso se traduce en éxito económico, observado y reconocido por los otros actores, lo que refuerza su decisión de mantener sus propios términos y anclarse en una institucionalidad propia. Esto lo entendemos como una afirmación de ciudadanía, una construcción creativa de ciudadanía por cuenta propia y como ejercicio de afirmación de sus derechos económicos.

¿Entre los comunarios que están avanzando sobre el territorio del pueblo de Chulumani, desplazando a las viejas élites, se encuentran sectores diferenciados? ¿Tal vez unos avanzan más rápido que otros?
 
ALISON SPEDDING

En cierto sentido hay mayor avance por parte de las comunidades originarias frente a las que corresponden a la población de las exhaciendas. Hay en particular un bloque de seis comunidades originarias alrededor del pueblo de Chulumani, quienes resistieron la embestida de las haciendas en toda su historia.

Por otro lado, en la actualidad se dan procesos de inmigración, de retorno de varias fracciones que habían ido a las ciudades y que ahora vuelven al campo, como ocurre con algunos técnicos o artesanos (mecánicos automotrices, carpinteros y otros) que ponen talleres, y en otros casos se incorporan al comercio de la coca, muchas veces como intermediarios. Esto genera nuevos tipos de fracciones y contradicciones entre “verdaderos” y  “falsos” productores, porque para acceder a las licencias de comercio de coca necesitas ser afiliado de un sindicato campesino. Esto ocasiona debates incómodos sobre lo que en Chulumani y otras regiones productoras de coca se llama los “falsos” productores, puesto que todos los que gozan de estas licencias deberían ser productores de coca y no poseedores de cocales que son solo nominales, como ocurre con algunos, y otros que quizás ni siquiera los tienen.

Sin embargo, hay una ideología igualitarista en el discurso del sindicalismo campesino que contribuye a que no se mencionen ataques directos contra los falsos productores y se predica que todos tienen derecho a una carpeta. De hecho, en las asambleas todos hablan como productores y aunque algunas  familias recurren ampliamente al “jornaleo” (trabajar como asalariados de un lado, y contratar asalariados por otro), en la cosecha de coca siempre se habla de los que contratan como si fueran otros y no ellos mismos quienes contratan. Todos adoptan discursivamente la posición del “campesino medio” que no contrata a muchos jornaleros y rara vez va él o ella misma a jornalear. Prefieren dar la impresión de que han trabajado cooperativamente con otros (eso se llama ayni).  Toda esta diferenciación, incluyendo la existencia  de campesinos ricos, es parte de una trayectoria histórica muy larga que ha empezado inclusive bastante antes de la reforma agraria y que no se puede explicar por los acontecimientos de 2006 en adelante.

Con la reforma agraria vino más bien la primera etapa en que los comunarios copaban el cien por ciento de la producción de coca. En el medio siglo que ha pasado desde entonces los comerciantes de coca estuvieron ascendiendo y adueñándose de varios eslabones de la cadena del comercio de la coca, hasta controlar la casi totalidad del territorio del país, representando esto a la vez el punto culminante de dicho proyecto: el comerciante de coca presente en Yapacaní o Villazón. Eso hace necesariamente parte de un proceso de “descampesinización” y por lo tanto ha incorporado a varios sectores que ya estaban descampesinizados y estaban urbanizados, pero a la vez, para seguir con este ascenso, esos elementos tienen necesidad de rearticularse con las comunidades en el campo  produciendo así una transformación de las redes socio-espaciales bastante interesante. Pero, de ninguna manera puede atribuirse al actual gobierno del MAS sino a raíces muy anteriores.

DUNIA SANDOVAL

La particularidad del grupo estudiado en Santa Cruz es que en las entrevistas con dirigentes de transporte de las provincias sale abiertamente a relucir que sus aspiraciones de acceder al poder político municipal han sido alcanzadas. Ellos tienen sus concejales, participan en alianzas para poner alcaldes y tienen una capacidad de establecer relaciones políticas con otros sectores, como los colonizadores (llamados hoy campesinos interculturales) que, en muchos casos, han logrado consolidar una posición económica; estos productores agropecuarios de origen andino, no corresponden a la imagen tan difundida de campesino pobre. Ellos acceden a la tecnología, a semillas mejoradas y maquinarias para mejorar su productividad. Entonces, estas asociaciones de transportistas bien organizadas tienen capacidad de incidencia política, de negociar con otros actores fuertes como los mencionados, tanto a nivel meso, en su región, como macro, en una espiral que llega hasta la Confederación de Choferes de Bolivia.
Hemos estudiado el caso del conflicto en el que se rechazaba la Ley de extinción por dominio de bienes, que fue ganado por los transportistas; actualmente está el conflicto de la Ley financial, para que les valga como descargo el cien por ciento de la factura, y están demostrando su capacidad organizativa y de alianzas.

Ante la debilidad de las élites cívicas tradicionales, hay espacios que han podido ir ocupando utilizando el “instrumento”, como le llaman al MAS, que sirve como verdadero “instrumento político” para fortalecer alianzas con comerciantes, con productores agropecuarios, incluso con los indígenas de tierras bajas en su momento, aunque, en algunos casos, estas alianzas se han cortado (después del conflicto por el TIPNIS).
Pero existe una dualidad, entre utilizar la democracia y sus mecanismos, en caso de que se vean amenazados sus intereses, y usar medidas “de hecho”, de acuerdo a la ocasión. Por ejemplo, en el conflicto muy reciente con bloqueos en Yapacaní para enfrentar a transportistas de Chapare que lograron una autorización a nivel nacional, directamente se ha hecho un bloqueo. En varios casos, los transportistas aliados con otros sectores “tumban” alcaldes, adquieren incidencia política mediante su capacidad organizativa y de establecer estas alianzas.

DIEGO AYO

Mi propia hipótesis es que en los años del neoliberalismo, por decirlo así, hemos vivido un proceso embrionario de revolución capitalista informal y silenciosa. Desde 2006 lo que era una revolución silenciosa empieza a convertirse en un régimen capitalista pleno gracias a la permisividad política y a la bonanza económica. Lo que vemos son diferentes mecanismos de generación de capital o de acumulación de capital: legales a través de bancos y cooperativas, informales a través de las mismas alcaldías (a través de las licitaciones) y/o ilegales a través del contrabando y/o el narcotráfico.

Este fantástico proceso de acumulación ampliada del capital no logra, sin embargo, trascender la condición de economía de base estrecha que tiene la economía boliviana en su conjunto. Y la razón es una sola: los recursos no se reinvierten productivamente, sino que se los usa o en consumo o en la ampliación de los sectores no transables de la economía como la construcción, que si bien genera unos 500 mil empleos al año, no son empleos sostenibles. Ello a la larga va a reproducir los rasgos de esta economía: escaso crecimiento, baja productividad, desigualdad y desbalance entre transables y no transables.

3. El grupo de la investigación “Hacer plata sin plata…” señala que los comerciantes populares a los que han estudiado muestran aparentemente escaso interés por el poder político. ¿Será estable dicha actitud?


Frank Arbelo. Obrero. Tinta china y color digital, 2007.

ANTONIO RODRÍGUEZ-CARMONA
No tenemos una respuesta a la pregunta sobre esa dimensión política de participación partidaria, porque no la hemos indagado. En cualquier caso no vemos en estas élites una conducta que comporte un proyecto político ni tintes partidarios. Más bien mantienen una distancia frente al Estado; una apuesta por su autonomía. No hay una apuesta por ocupar espacios políticos o estatales ni los espacios o instituciones de las élites tradicionales.

CARMEN MEDEIROS
Vale la pena complementar lo anterior agregando que vemos un cuestionamiento implícito a las formas en cómo actúa el Estado, porque estos comerciantes populares, a través de  sus prácticas, de sus redes, logran estar presentes en todo el país y contactarse con una gran diversidad de sectores sociales y con espacios territoriales a los que el Estado nunca llega. Eso cuestiona cómo se manejan los proyectos del Estado para integrar el país y dirigir los procesos sociales desde arriba. La práctica de estas élites, la manera en que han crecido y la manera en que afirman su propia institucionalidad nos muestra, en los hechos, que están haciendo país desde abajo, están integrando al país, manteniendo distancia con las instituciones formales.

ANTONIO RODRÍGUEZ-CARMONA
Efectivamente. Prosigo ahora desarrollando dos ideas referidas, una, a lo urbano-rural, y otra, a lo que surge a cada rato, es decir si estas élites se están diferenciando o constituyéndose como burguesía, o burguesía emergente.

Sobre la articulación urbano rural encontramos que hay un tapiz sin solución de continuidad -urbano rural- que se extiende hacia otras áreas e inclusive más allá de fronteras nacionales. Por lo tanto no es solamente un debate urbano rural, sino que se extiende a un ámbito mucho mayor y para ello me gustaría dar como ejemplo el de una comerciante con quien hemos trabajado para esta investigación. Ella vende autos usados los jueves y domingos en la feria 16 de Julio de El Alto, comparte sus actividades con amigos y parientes; los autos que vende los importa de la Zona Franca de Iquique, donde los compra a vendedores paquistaníes. El resto de la semana vende celulares al por mayor en pueblos del norte y este de Bolivia, Puerto Suarez, Palos Blancos, San Borja; estos celulares se los proporciona su hermano que importa una variedad de productos de China: cables de alta tensión, uniformes, telas para confección y también insumos para tiendas de muebles. Estas mercancías se distribuyen en ciudades mayores, intermedias y en poblaciones rurales, en una práctica que vincula fluidamente lo urbano y rural desde los orígenes familiares hasta las prácticas cotidianas y, además, verificamos que se extiende en una tendencia a ir más allá, a una “globalización desde abajo”, propia  de actores populares, que puede ir avanzando en  los próximos años.

Sobre el segundo tema, si se está formando una burguesía emergente o si ya existe una burguesía de este sector, yo comentaba antes que hay un patrón de acumulación de capital propio de una revolución capitalista informal silenciosa. Nosotros tenemos dudas de si realmente constituye una burguesía, porque, para empezar, el sector es muy heterogéneo. Para poder concluir que hay burguesías emergentes de repente en algunos casos se las puede ver, pero nos parece que es prematuro llamarlo así. ¿Por qué? porque lo que caracteriza a una burguesía es el control de la propiedad y de los medios de producción y, en este caso, los comerciantes populares controlan rutas, espacios comerciales pero no a través de la propiedad, sino a través de un control social y de redes, esa es una diferencia con la burguesía convencional; otras diferencias están en lo referente a la plusvalía y también a las formas y manejo de la propiedad, de manera muy diferente a las clásicas burguesías capitalistas.

Además nos preguntamos: ¿hay una reproducción de clase? Lo que vemos es que hay una apuesta por consolidar institucionalidad, donde más que un tema de clases, funciona a lo mejor una lógica de grupo social que se funda en una historia de exclusión, como ocurre con la afirmación étnica aymara. Creo que se combina un tema de reproducción de clases con otros elementos y patrón de acumulación.

A diferencia del patrón de acumulación capitalista, en este caso nos encontramos con una lógica de abundancia; es decir los comerciantes populares acumulan productos, rubros, acumulan capital social, relaciones, acumulan locales, desde una lógica de abundancia por encima y a diferencia de la acumulación propia del capitalismo. Por todo eso creo que es un tema a debatir y que es prematuro llegar a conclusiones cerradas. Estamos frente a élites emergentes, no consolidadas, con poder económico, pero que no constituyen una burguesía, como la conocemos; de hecho considero que en Bolivia nunca ha habido burguesías en el sentido estricto, sino, más bien, élites rentistas.

La decadencia del “imperio vecinal” abre espacio a nuevos actores que proceden de las comunidades. ¿Qué tendencias centrales acompañan este fenómeno, en un lugar donde la economía de la coca es central para entender este cambio? ¿Podrá extenderse esta situación a largo plazo o colapsará por la degradación agrícola y ambiental propia de los monocultivos? ¿O no hay tal?

ALISON SPEDDING
Eso de la degradación ambiental no es real. En 1990, o máximo en 1991, Lidema (Liga de Defensa del Medio Ambiente) hizo una investigación sobre ese tema en Rio Blanco, sector Huncané, municipio de Chulumani, donde se determinó, entre otras cosas, que no había habido una expansión significativa de la frontera agrícola en las últimas décadas, que no había degradación del suelo y se demostró que un cocal en cuarenta años consume la misma cantidad de nutrientes del suelo que un maizal en un año, mientras se mantengan las técnicas tradicionales de cultivo.

Actualmente hay una conciencia completamente activa sobre la necesidad de detener la deforestación, conservar los montes y otras prácticas. Desde mi punto de vista lo que sería necesario, respecto al tema ambiental, es una investigación sobre los agroquímicos, los pesticidas en particular y sus consecuencias; si es que persisten o no en la hoja cosechada, y eso se debe hacer para todos los productos agrícolas aquí en Bolivia. El tomate, por ejemplo, se fumiga cada quince días, se lo fumiga hasta morir; los lectores tal vez no saben todo lo que están consumiendo en su llajhua.

Nuestro estudio actual continúa a uno que realizamos a mediados de los años noventa, en el que hemos ideado los conceptos de élite decadente, élite establecida y élite emergente. Las decadentes eran las familias de expatrones, las establecidas eran las familias de vecinos tradicionales y las emergentes eran las capas superiores del campesinado. Actualmente los segundos, es decir la élite establecida, es de origen comunario, mientras tanto los “vecinos” como los expatrones están en la decadencia. En este momento ya no se observa lo que se llamaría una fracción emergente. Una prueba se encuentra en cómo la nueva élite establecida ha podido tumbar al alcalde de Chulumani, como parte de conflictos dentro de la actual élite establecida de origen comunario. Y aunque algunos vecinos se han colado dentro de esa nueva élite, eso no cambia su composición dominante.

Para que pueda verse un cambio brusco tendría que caer el precio de la coca; pienso que así pueden desaparecer esos grupos intermediarios, los falsos productores, van a quedar solo los campesinos. Ellos van a persistir, afirmando un dominio pleno de los comunarios como sector hegemónico.

Dunia, los cambios registrados en este tu trabajo estarían ocurriendo “en los márgenes” porque se concentran en las provincias. ¿Es un espacio consolidado para esos sectores?, ¿se ven tendencias entre estos actores de avanzar hacia “el centro” departamental?

DUNIA SANDOVAL
Un ejemplo para entender estas dinámicas es la masiva movilización en todo el departamento en relación al conflicto de comerciantes y transportistas contra la Ley de extinción del dominio de bienes, donde hubo un paro departamental, una manifestación que paralizó completamente a la ciudad de Santa Cruz, con bloqueos en provincias, que fue contundente y tuvo vigencia a escala nacional. Esa demostración de fuerza fue determinante para que el conflicto sea trasladado al Tribunal Constitucional y obtenga un fallo favorable para los sectores que impugnan esa ley.

No se puede decir que, a escala de todo el departamento, exista una nueva élite que sustituye a la anterior, pero hay grupos de poder emergentes que coexisten y que tienen poder no sólo en las provincias, sino en el conjunto del departamento porque en Santa Cruz la burguesía tradicional controla varios sectores como el financiero, agropecuario o industrial. Velando por sus intereses económicos, esos sectores juegan hoy el papel de fracciones de apoyo al actual proceso. No forman parte del “bloque en el poder”, están ahí y coexisten. La tendencia visible es de un empoderamiento de los sectores de la economía popular y sus fracciones emergentes, en coexistencia con la élite tradicional.

Este proceso va a entrar en contradicción con los intereses que dificultan la institucionalización o el ejercicio de las competencias autonómicas. La Gobernación tiene que ejercer competencias sobre el transporte y le está costando mucho hacerlo, por otro lado se advierte una tendencia consistente de fortalecimiento en el departamento de Santa Cruz, de los productores agropecuarios medianos y pequeños de origen migrante andino y sus descendientes, con apoyo explícito del gobierno.    

DIEGO AYO
Yo creo que en nuestro país estamos viviendo un momento espectacular que todavía no se lo puede bautizar apropiadamente, porque no terminamos de verlo y apreciarlo en toda su magnitud. Para hacerme entender: la etiqueta de “revolución industrial” no se la pusieron en el momento en que estaban ocurriendo las cosas sino cien años después. Y es que en ese momento no se percibía claramente de que se estaba viviendo tal revolución, más parecía un conjunto de esfuerzos dispersos. Todo venía con una apariencia caótica y casual. Hoy la cosa en Bolivia es similar. Se trata de un conjunto desparramado de iniciativas: un alcalde que se apunta cierta licitación a su favor o el de su grupo, un migrante quechua que lucra con la coca y un transportista aymara que importa productos chinos. Todas ellas están marcando un hito y tendencia histórica: por primera vez los aymaras y otros indígenas parecen aproximarse a controlar la economía. Y de yapa con efectos de irradiación enormes. ¿Podrá seguir todo esto? Yo imagino dos escenarios: un escenario con plata, que hará que sigamos teniendo incrementos del IDH en los municipios y autonomías y un escenario sin IDH. Creo que incluso en el escenario sin plata del IDH hay muchos colchones pues los mecanismos de acumulación no se remiten solamente al Estado sino a las remesas o al contrabando.

Lo preocupante es que quizás en treinta años alguien pueda reescribir La comedia humana a lo Balzac, pero aquí, en Bolivia, mostrando que estos nuevos sectores son profundamente “desigualadores” (sic). Lo vemos en la Feria 16 de Julio: allá los comerciantes pagan ínfimos impuestos, no le pagan beneficios sociales a su ahijadito que está trabajando 12 horas al día. Y eso pone en evidencia que estamos viviendo una realidad un poquito de espejismo, con mucha bonanza, pero que va continuar con mucha desigualdad social.

4. La última pregunta va destinada a consultar ¿en qué aspectos encuentran puntos de contacto o discrepancia cada uno con las otras investigaciones llevadas a cabo en esta convocatoria?

CARMEN MEDEIROS
Para empezar lo que dice Diego me da pie a pensar que las prácticas de los comerciantes populares que nosotros hemos estudiado, tienen una gran raigambre histórica, que vienen de muy atrás y que responden a fuertes mecanismos de exclusión; responden a una situación en la que nunca el capital ni el Estado en Bolivia han podido ofrecer un empleo estable y seguro a la mayor parte de la población. Las prácticas de las que hablamos responden a las formas de rechazo que les impiden entrar a economías formales y responden a una manera de arreglárselas por cuenta propia. Esto es parte de una larga historia, no es algo reciente, y por lo que vemos, estas prácticas de arreglárselas por cuenta propia han terminado dándoles oportunidades que de otra manera no tendrían y que ciertamente parecen mucho más sostenibles que la gran cantidad de proyectos e inversiones para que se “formalicen” o que se “empleen” pero que no han funcionado.

El país ha gastado mucho en proyectos de “municipios productivos” que nunca dan resultados satisfactorios y duraderos, y no solamente por falta de voluntad de este gobierno, como dice Diego; estos proyectos y otros parecidos no han funcionado ¡nunca! Lo que a nosotros nos parece importante es aprender a leer nuestro país, entendiendo las maneras en que la gente sortea las adversidades y se las arregla por sí misma. Ahí está la clave de cómo somos, realmente, y no “cómo deberíamos ser”; “cómo podríamos ser” pero nunca hemos sido.

Por otro lado, encontramos convergencias con los otros trabajos que muestran que estos emprendimientos de economía popular se apoyan en una institucionalidad local propia, detectamos modalidades muy parecidas de funcionamiento en las redes económicas y  capilares, por ejemplo, de los transportistas de Santa Cruz; o en las relaciones campo-ciudad que se estudian en el proyecto de Chulumani conducido por Alison. También encontramos una convergencia con aquellos estudios (como el de Carol Carlo) que muestran que estas son una especie de “proto élites”, de las que sabemos todavía poco respecto a cuan sólidas son y sobre su capacidad de sostenerse y reproducirse. De momento parecen principal o exclusivamente actores económicos que aparentan no tener un proyecto político. De esta manera en el proyecto de Torotoro3 se ve cómo los transportistas y la élite política viven en tensión. Entonces, vemos que estas élites económicas mantienen una distancia con el poder político y el Estado; tienen toda una tradición de mantenerse “bajo el radar” estatal de una manera tan constante y en situaciones tan diversas que no parece ni circunstancial ni episódica, sino más profunda y constante.

Ciertamente existen diferencias de enfoque metodológico en los trabajos que hemos visto: comerciantes populares (en Iquique, La Paz o Cobija), los transportistas en Santa Cruz y Torotoro o los comunarios de Yungas, pero creo que en todas estas investigaciones compartimos la idea de no tener una postura normativa, mientras que el trabajo de Diego muestra una postura normativa de decir: “así debería ser” o “así no va funcionar”. Nosotros hemos querido más bien entender lo que está pasando desde la perspectiva de los actores.

ANTONIO RODRÍGUEZ-CARMONA
Quiero subrayar que nosotros pensamos que la denominación de capitalismo informal no contribuye a entender la realidad, porque se trata más bien de una economía popular que tiene una racionalidad, aunque esta no coincida con la de quienes la niegan. El “sector informal”, como lo llama Diego y otros autores, no es un conjunto desparramado de iniciativas, sino, más allá de las apariencias, un conjunto integrado con una racionalidad propia, fundada en prácticas microeconómicas y saberes que no están en los manuales de marketing pero que funcionan y operan en la realidad. Para entenderlo hay que cambiar las categorías de análisis, no utilizar estas categorías tan dicotómicas, formal y lo informal, porque la realidad opera en lo semiformal.

ALISON SPEDDING
Lo que yo reclamo es que aunque supuestamente lo rural era central en la convocatoria, las únicas investigaciones que tratan lo rural son la mía y la de Fernando Galindo que no está aquí. En las demás no alcanzo a ver lo rural. Esta es una de mis protestas generales sobre las ciencias sociales en Bolivia, porque todas esas imágenes de lo rural con los lamentos y la pobreza y la falta de servicios, de que “todos tienen que ir a la ciudad o sino se van a morir” o “no hay futuro en el campo” y las referencias sobre “saber vivir bien” románticamente, al estilo David Choquehuanca (no entiendo por qué una persona con dos dedos de frente sigue machacando esas expresiones).

De acuerdo a mis experiencias en Nor Yungas, Sud Yungas, Inquisivi, yo calculo que la cantidad de coca que se ha comercializado en el mercado de Villa Fátima el año 2011 (que es el último del cual existen datos) representa aproximadamente ¡siete millones trescientos cincuenta y cuatro mil seiscientos jornadas de empleo! Y eso sólo en la cosecha, sin considerar el deshierbe y los otros trabajos de cultivo. Eso es, en empleo y generación de dinero, algo que resulta invisible en los registros oficiales.

Hace años yo mandé un correo electrónico a Álvaro García -que era un muy buen amigo cuando estaba preso en Chonchocoro- con un cálculo aproximado de cuanto de empleo se pierde con cada hectárea de coca racionalizada y preguntándole: ¿en qué proponía que vaya a trabajar esa gente? Nunca me contestó.

Estoy de acuerdo con lo que dice Diego sobre el tipo de empresas que agarran esas licitaciones, pero yo digo: ¿qué tan importante puede ser eso, cuando eso que hemos llamado país oficial maneja solamente una parte de la acumulación de bienes? Mientras que otra parte, especialmente de empleo, no está registrado, con lo que las cifras oficiales, incluyendo las licitaciones, pierden bastante de su significado.

Los niveles de ingreso que Dunia dice que se le ofrece a un chofer en Santa Cruz (Bs 1.200 por mes) frente a un jornalero actualmente en la coca que gana noventa bolivianos por día, muestran que en veinte días al mes gana Bs 1.800, más que el chofer. Los funcionarios de una alcaldía ganan menos que un taqui de coca, los hoteles se están yendo al carajo, la mayoría de los vecinos se queja, porque ese mundo urbano está agonizando. Y por eso, para entender lo que verdaderamente pasa es necesario ir a estudiar detalladamente lo que pasa en el campo, que es donde nacen muchas de las cosas que estamos hablando y que no se entienden desde la visión urbana que predomina en los estudios.

DUNIA SANDOVAL
Coincidimos, creo que con todos los grupos, sobre la importancia de las redes familiares de parentesco en una dinámica de diversificación productiva, también que no se entiende a un sector aislado, sino que se debe tomar todo el conjunto de la economía popular.

Coincidimos con Diego Ayo en que los sectores no transables de la economía vuelven a crecer, que es justamente lo que hemos estudiado con el transporte y el crecimiento que lo acompaña en construcción, en servicios y comercio. En Santa Cruz el sector agropecuario es el que sostiene y mientras en estas localidades haya movimiento agropecuario, formal e informal, van a seguir los servicios. Menciono lo informal y lo ilegal por la significativa presencia de narcotráfico en la ruta Yapacaní-San Germán, de la que informa la prensa y que influye sobre el transporte generando mayor dinámica económica.

También coincidimos con los otros estudios en la importancia de lo cultural.  En Santa Cruz se ve como “imposición cultural colla”, de manera similar a lo encontrado en Cobija por Carol Carlo, a las festividades andinas que mantienen los migrantes con cada vez más fuerza y presencia. Eso es exactamente lo que se ve en Ascensión de Guarayos y en otras localidades, donde los pueblos indígenas del oriente boliviano, en algunos casos, ven estas manifestaciones como una imposición, como una invasión; pero, supongo que estos procesos son inevitables con la coexistencia de grupos multiculturales.

En el marco conceptual, creo que se debe tomar con cuidado el concepto de intersticios, o más aún el intersticio ampliado, utilizado por el grupo que investigó a los comerciantes populares. Lo de intersticio parece adecuado para documentar el proceso, cuando se inician y cómo siguen en un principio los grupos emergentes de comerciantes populares. Pero, ahora, para los grupos actuales ya  consolidados, con un incuestionable poder económico, considero que ya no debería hablarse de “intersticios”, porque en realidad son más bien, ahora, amplias puertas y ventanas de crecimiento económico, incluso con vinculaciones internacionales, como el grupo ha demostrado. Ya no son rendijas. Han dejado de ser la excepción histórica frente al comercio empresarial tradicional, como las importadoras grandes, Hansa en La Paz o la Casa Zeller, y otras que existían en la Amazonía, y pasan a ser actores centrales del comercio; ahora los importadores andinos son los principales comerciantes de Bolivia.

Se trata de grupos económicos consolidados. En mi criterio la “burguesía chola” coexiste y compite, mano a mano,  con la “burguesía empresarial tradicional”. En Santa Cruz, las burguesías tradicionales (importadora, financiera, agropecuaria de exportación) están en mejor momento como lo demuestran los datos socioeconómicos, y ambas burguesías (tradicional y nueva) coexisten y negocian sin ningún problema. Lo que sí ha decaído es la élite burocrática paceña que usufructuaba de cargos públicos y de las ONG.

En Santa Cruz, pese a la discriminación, lo que prima es ganar dinero, la rentabilidad, entonces se debería utilizar las categorías de “economía popular” inserta en el capitalismo, pero con resabios de rentismo (modos precapitalistas). Por eso habría que ser cuidadosos para no seguir llamando intersticio a lo que ya son grupos con poder económico consolidado.

DIEGO AYO
 Lo que yo reclamo es que aunque supuestamente lo rural era central en la convocatoria, las únicas investigaciones que tratan lo rural son Yo me siento completamente a gusto, en general, con todas las investigaciones. La verdad es que estaba justamente a la espera de que podamos tener esta variada gama de investigaciones para que podamos visualizar lo que está ocurriendo en el país. Así es que veo muchas coincidencias o algunas intuiciones que a mi me parecen concordantes con algunas de mis hipótesis.

Precisamente en todos los casos estamos viendo aymaras o quechuas involucrados en estas tramas. Ellos están hegemonizando esto, desde el transporte en Santa Cruz hasta el comercio en Pando. También veo que los mecanismos para el enriquecimiento no tienen necesidad de contar con un gran capital humano. Meter unos cuantos kilos de droga o posiblemente contrabandear tres garrafas a Perú exige coraje más que conocimientos. De ese modo, todo esto lleva a reflexionar sobre una reconfiguración económica que no deja de ser, en ningún caso, capitalismo, aunque bajo formas supuestamente novedosas. Al respecto vale la pena ver dónde queda toda la discusión entre lo legal y lo ilegal. Tal vez yo sea demasiado formalista; pero, téngase presente que vivimos constantemente en una realidad fluida entre lo ilegal y lo legal. Pero, no olvidemos que es precisamente  así  como surgió el capitalismo: con piratas apoderándose de los barcos españoles, colonizando países, cometiendo genocidios y demás delicadezas, nada legales, pero que terminaron por ser legalizadas con dinero usado en factorías de algodón.

De ese modo, lo que se ve es un círculo capitalista donde se funciona ilegalmente, y lo ilegal luego lo legalizas. Son círculos constantes entre lo legal, lo informal y lo ilegal. Y eso se ve muchísimo en todas nuestras investigaciones.

 

Notas

1 Profesor emérito de Historia del Pensamiento Político, Carrera de Ciencia Política y Gestión Pública, Universidad Mayor de San Andrés, UMSA. Catedrático titular de Tendencias y Procesos Contemporáneos, Carrera de Ciencias de la Comunicación Social, UMSA. Correo electrónico: hebdocom@gmail.com. La Paz-Bolivia.

2 Inmigrantes de ascendencia alemana, parte de una rama trinitaria y pacifista del anabaptismo, que conservan un modo tradicional de vida y se dedican a la producción de soya y la ganadería principalmente. No se mezclan culturalmente ni mediante matrimonio con otras etnias. Las “brechas” son caminos vecinales alrededor de los que viven las familias de agricultores y ganaderos.

3 Hace referencia a la investigación “Líderes emprendedores y desarrollo en el municipio de Torotoro, Potosí, 1995-2012”, coordinada por Fernando Galindo, y ejecutada dentro de la misma convocatoria PIEB.

 

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