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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.15 n.32 La Paz dic. 2012

 

El joven rostro urbano de Bolivia

The Young urban face of Bolivia

 

Nelson Antequera Durán1

 

Fecha de recepción: octubre de 2012

T’inkazos, número 32, 2012, pp. 47-59, ISSN 1990-7451                                                                                Fecha de aprobación: octubre de 2012

Versión final: noviembre de 2012

 

 

El artículo aborda la importancia de los datos censales para el análisis del proceso de urbanización así como de las características y el verdadero rol de los centros urbanos en Bolivia. El Censo 2012, señala el autor, develará el joven rostro urbano del país, además de la acelerada reconfiguración demográfica y social que se ha registrado en las últimas décadas, y la necesidad de administrar estos cambios a través de las políticas públicas.

 

Palabras clave: urbanización / censos / ciudades / planificación urbana / análisis demográfico / datos estadísticos

 

This article discusses the importance of census data for analysing the urbanization process, and looks at the characteristics and the true role of urban areas in Bolivia. The 2012 census, the author suggests, will reveal the country’s young, urban face, as well as the swift pace of the demographic and social changes that have taken place in the last few decades, indicating the need to manage these changes through public policies.

 

Key words: urbanization / censuses / cities / urban planning / demographic analysis / statistical data

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bolivia ha experimentado en las últimas dos décadas un proceso acelerado de urbanización, a tal punto que hoy más de dos tercios de la población vive en áreas urbanas. Se torna prioritario comprender la realidad urbana en nuestro país y la dinámica social que en la misma se desarrolla, debido a que las concentraciones urbanas están creciendo en tamaño, densidad poblacional, complejidad y, principalmente,  importancia política.  El Censo 2012 dará cuenta cabal de este proceso de creciente urbanización que vivimos desde hace más de dos décadas, y también planteará un enorme desafío: la urgencia de atender la problemática urbana desde la investigación y la política pública.

Pese a la creciente importancia demográfica, política, social y económica de las ciudades, la producción académica sobre el tema es escasa (Prado, 2008: 9) y más escasas aún son las investigaciones respecto a cómo enfrentar los acuciantes problemas de la población urbana. No sólo se trata de un vacío en el campo de la producción del conocimiento, sino que también es causa de la imposibilidad de elaborar e implementar políticas públicas urbanas y territorializadas (Cielo y Vásquez,  2011: 12).

La visión del Estado respecto al desarrollo urbano y el rol de las ciudades en el contexto global del desarrollo nacional no ha sido hasta ahora formulada (Prado, 2008: 9); de este modo, no sabemos a ciencia cierta qué está sucediendo en nuestras ciudades ni qué hacer al respecto. Tampoco el tema urbano ha ocupado un lugar de importancia en la administración estatal y en las políticas de desarrollo. Parte de este “descuido y olvido” es que la ciudad no es concebida como el motor del desarrollo regional o nacional. La economía nacional se sustenta principalmente en actividades del sector primario que tienen lugar fuera de los centros urbanos. Las ciudades son todavía vistas como centros comerciales, administrativos, centros de servicios educativos o de salud, pero no como parte fundamental del crecimiento económico (11-14). Otra parte de este “descuido y olvido” tiene que ver con la incipiente investigación sobre los asentamientos humanos y, en particular, las aglomeraciones urbanas. De este modo, se aplican los mismos criterios técnicos y administrativos para el pequeño municipio rural que para las grandes metrópolis, se actúa a ciegas, por ensayo y error o peor, por criterios de cálculo político” (25). En palabras de Humberto Solares, “desentrañar ese enigma que es la ciudad” es una tarea urgente. Pero también es una tarea urgente “introducir en ese mundo de funcionarios pragmáticos, la base del rigor científico, es decir, la investigación… ello implica algo heroico” (25).

La campaña publicitaria del Instituto Nacional de Estadística (INE) que promociona el Censo 2012 utiliza dos metáforas centrales: la fotografía y la torta. El Censo se presenta como una “fotografía de Bolivia” que permitirá que cada municipio reciba su parte de la “torta”, haciendo referencia a los recursos de coparticipación que les serán asignados de acuerdo a los datos de población que se obtengan. Sin duda, esta “fotografía” nos mostrará una Bolivia con rostro urbano y el pedazo más grande de la torta se lo llevarán las ciudades.

En los siguientes apartados analizaré algunos aspectos en los que los datos del Censo tendrán una contribución importante para la investigación sobre la temática urbana, tomando en cuenta cuatro niveles: el nivel nacional, el nivel regional, el nivel local y el nivel intraurbano.

 

El rostro urbano de Bolivia

 

Los datos del Censo se dividen en tres grandes grupos: datos de población, datos de vivienda y datos de hogares. El primer y más relevante dato es el del recuento de población en el nivel mínimo de análisis censal que es el de la “localidad”. El recuento poblacional más el patrón de asentamiento permite definir si una localidad es “urbana” o “rural”. Aquellas localidades cuyo patrón de asentamiento es de tipo amanzanado (viviendas ubicadas formando manzanos) y tienen más de dos mil habitantes, son consideradas urbanas. De este modo, la primera gran variable que arrojan los datos del Censo es la división del territorio y la población en dos grandes áreas geográficas: el “área urbana” y el “área rural”, donde el conjunto de localidades “urbanas” constituye al “área urbana” y el conjunto de localidades de menos de dos mil habitantes constituye el “área rural”. Por otra parte, esta distinción urbano-rural se aplica a la población. Es decir que las personas que habitan en el “área urbana” son consideradas “población urbana” y lo propio para el caso de la “población rural”. De este modo, se presentan los datos de población por ubicación (haciendo referencia al ámbito geográfico) y por área, como las dos principales variables además de las variables de sexo y edad. En el caso de los datos de vivienda y hogares se utilizan sólo las variables de ubicación y área.

Los datos del Censo 2001 establecen que, desde el punto de vista del área geográfica, existen 148 localidades urbanas, entre conurbaciones, ciudades capitales y centros poblados (INE, 2004). Desde el punto de vista de la población, de un total de 8.274.325 de habitantes, 5.165.882 habitan el área urbana y 3.108.443 habitan el área rural. Esto quiere decir que la población urbana alcanzaba el 2001 el 62,43% y la población rural al 37,57%. Según las proyecciones del INE, para el año 2010 la población urbana alcanzaría el 66% y la población rural habría decrecido al 34%. Los datos del Censo 2012 nos permitirán verificar esta tendencia de urbanización.

El primer punto problemático en cuanto a los criterios para establecer la distinción entre área urbana y rural es el de la escala. Se considera “urbana” la localidad de Eterazama, que en el año 2001 tenía 2.001 habitantes y la ciudad de Santa Cruz de la Sierra con 1.113.582 (según los datos del Censo 2001), por citar los dos extremos. Sin embargo, veremos que la mayor parte de la población “urbana” está concentrada en pocas ciudades grandes y medianas y que la población “urbana” de los poblados pequeños es comparativamente minoritaria.

 

 

Según el Censo 2001, el 65% de la población urbana del país está concentrada en La Paz (conurbado de La Paz - Achocalla - El Alto - Viacha), Cochabamba (conurbado) y Santa Cruz. Los datos del Censo 2012 nos permitirán apreciar el ritmo de crecimiento de estas tres conurbaciones y saber si el porcentaje de población urbana (65%) que se concentra en las mismas será mayor. Se prevé que la ciudad de Santa Cruz sea la más habitada de Bolivia (aún sin contar el área conurbada). La ciudad de Cochabamba disminuirá proporcionalmente su población en un 5,4%, sin embargo, habría un crecimiento de su área conurbada. La ciudad de La Paz se reduciría proporcionalmente en un 16%, mientras que El Alto crecería proporcionalmente en un 17% (Página Siete, 2012).

Esta concentración de la población en tres centros urbanos es un fenómeno excepcional en comparación con otras realidades latinoamericanas. En países como Argentina, México o Perú, por citar algunos casos relevantes, es indiscutible la primacía de la “ciudad capital” en cuanto a concentración poblacional. En nuestro caso, la tendencia ha sido la concentración poblacional en tres centros urbanos que en las últimas tres décadas han crecido aceleradamente, aunque por razones distintas. Esta tendencia no sólo involucra una disputa por la primacía demográfica de una u otra aglomeración urbana, sino por la primacía regional en el contexto nacional con tensiones que se han vivido intensamente en la última década: la fuerza política del Movimiento al Socialismo (MAS) surgida en Cochabamba; las demandas autonómicas del oriente, particularmente Santa Cruz, que cobraron fuerza en 2006 con el “Cabildo del millón” y el referendo autonómico; o el “Cabildo de los dos millones” en La Paz el año 2007 reivindicando la primacía política de esta ciudad como sede de gobierno. Queda abierto el debate sobre las ventajas o desventajas de tener tres concentraciones urbanas que reflejan estas tensiones regionales. Pero más aún, queda abierto el debate sobre las ventajas o desventajas de las grandes concentraciones urbanas, sobre todo si éstas responden a tendencias económicas, a crisis en las áreas rurales, al despoblamiento del resto del país y a una ausencia de una política sobre la población, los asentamientos humanos, los centros urbanos y un crecimiento urbano planificado local y nacionalmente.

Si ampliamos el análisis a las ciudades capitales, encontramos que el 80% de la población urbana del país se concentra en las nueve ciudades capitales de departamento. Esto quiere decir que el 50% del total de la población boliviana habita en nueve centros urbanos. Tenemos 9 ciudades intermedias (de entre 20 mil y 80 mil habitantes) que juntas albergan al 7% de la población urbana. En las restantes 130 localidades de entre 2 mil y 20 mil habitantes está el 13% de la población urbana.

De estos datos podemos establecer que tenemos cuatro tipos de poblaciones urbanas en nuestro país. En el primer grupo estarían las tres grandes concentraciones urbanas; en el segundo grupo las seis restantes capitales de departamento (Oruro, Sucre, Tarija, Potosí, Trinidad y Cobija) que tienen entre 20 mil y 200 mil habitantes. En el tercer grupo están las nueve ciudades intermedias (ocho ciudades fronterizas y una ciudad minera); y en el cuarto grupo las 130 poblaciones de menos de 20 mil habitantes.

 

Las regiones y sus polos urbanos

 

Analizaré el nivel regional a partir de la distribución de la población de cada departamento por áreas (urbana y rural) y la distribución de la población urbana. Sin embargo, es necesario aclarar que los datos estadísticos y el análisis de las interacciones urbano-urbano y urbano-rural deben hacer posible nuevas y diversas propuestas de análisis con enfoque regional. Este enfoque regional debe trascender los límites formales de la división administrativa.

Según los datos del Censo 2001, la población urbana del departamento de La Paz alcanza al 66% de la población total. Sin embargo, la conurbación de La Paz - Achocalla - El Alto - Viacha concentra el 95% de la población urbana de la región. El resto de los 20 centros urbanos tienen menos de 10 mil habitantes, a excepción de Caranavi que tiene una población de poco más de 12 mil habitantes. Estos datos muestran una concentración urbana unipolar en la metrópoli paceña, cuya tendencia al crecimiento se ha hecho evidente en los últimos años. La metrópoli paceña, en el contexto regional, es el referente demográfico y económico principal. Este hecho plantea un desafío para cualquier política de desarrollo regional: no se puede pensar ni planificar el desarrollo del departamento sin atender prioritariamente a esta región que alberga a dos tercios de su población.

El departamento de Santa Cruz era, el año 2001, el segundo departamento con mayor cantidad de población urbana, 1.545.648 habitantes que representan poco menos del 30% del total de la población urbana nacional. La ciudad de Santa Cruz albergaba al 72% de la población urbana de la región. Además de la ciudad capital, la región tiene 57 localidades urbanas. En este caso, las relaciones urbano-urbano son de trascendental importancia, ya que si bien la migración masiva hacia la ciudad central, Santa Cruz, ha dado lugar a su crecimiento acelerado, también otros centros urbanos se han desarrollado gracias a las actividades de tipo agroindustrial principalmente.

La población urbana del departamento de Cochabamba, según los datos del Censo 2001, era el 17% de la población urbana del país. El 90% de la población urbana se concentra en el conurbado Cochabamba - Quillacollo - Sacaba - Colcapirhua - Tiquipaya - Vinto. En este caso, vemos que la mayor concentración poblacional se encuentra en el valle central y bajo de Cochabamba. La segunda subregión que concentra población urbana es el Valle Alto (34 mil habitantes), y la tercera es el Chapare (23 mil habitantes). En este caso, los flujos migratorios y los intercambios económicos trascienden el nivel regional. Cochabamba no sólo es el centro de la región sino el nexo entre La Paz y Santa Cruz y un punto nodal entre el altiplano y la región del Chapare.

Además de este demarcado eje central geográfico y demográfico, tenemos las ciudades del sur del país. En el

 

                 Marco Tóxico. Dulce animal 1. Dibujo digital, 2010.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

departamento de Oruro, la población urbana alcanzaba a poco más de 236 mil habitantes, de los cuales el 85% se encuentra en la ciudad de Oruro. El segundo centro urbano del departamento es Huanuni, con más de 15 mil habitantes. Los otros cinco centros urbanos tienen menos de 10 mil habitantes.

En el departamento de Potosí, el 55% de los 239 mil habitantes de la zona urbana residen en la ciudad capital. En la región se cuenta con otros nueve centros urbanos cuyo papel es importante por tratarse de otros polos urbanos subregionales que tienen su propia dinámica social y económica, sea por la actividad minera, turística, comercial, etcétera. En el caso del departamento de Chuquisaca, la ciudad de Sucre alberga al 89% de los 218.126 habitantes urbanos. La segunda ciudad, Monteagudo, ubicada al sur del departamento, alcanza a poco más de 7 mil habitantes. En el departamento de Tarija, los 247.736 habitantes urbanos se distribuyen entre la ciudad capital (55%), Yacuiba (26%), Bermejo (10%) y Villamontes (10%). Las dos restantes localidades urbanas tienen poco menos de tres mil habitantes. La región se caracteriza por esta red de centros urbanos que difiere de la tendencia centralista unipolar de otras regiones (Aranda, 2011).

En el departamento del Beni tenemos la ciudad capital, Trinidad, que alberga sólo al 30% de los casi 250 mil habitantes urbanos. En las ciudades de Riberalta y Guayaramerín está un 40% de la población urbana y el restante 30% en once localidades que en su mayoría son capitales de provincia. Se trata de una de las regiones con una distribución menos centralizada de la población urbana, donde las ciudades fronterizas y las capitales de provincias juegan un papel importante en el nivel subregional, y la capital del departamento ejerce menos influencia sobre la dinámica demográfica, social y económica. El departamento de Pando contaba con un solo centro urbano, Cobija, al menos hasta el Censo 2001. Sin embargo, trascendiendo los límites administrativos, esta ciudad conforma una red norteña con las ciudades de Riberalta y Guayaramerín, además de las vecinas ciudades brasileñas.

El análisis regional a partir de los datos censales podrá dar cuenta del papel que juegan los centros urbanos en el contexto local. La concentración poblacional en uno o pocos centros urbanos en una región puede dar lugar a dos tendencias distintas. Por una parte, si concentra no sólo la población, sino también la mano de obra, las actividades económicas, los servicios y el presupuesto público, el poder político, etcétera,  lo que genera es el debilitamiento de la ocupación territorial de sus zonas de influencia. Por el contrario, un centro urbano puede constituirse más bien en un centro dinamizador de la economía regional, un lugar de oportunidades de acceso a mayores y mejores servicios educativos o de salud para los habitantes de la región, etcétera. En este caso, nuevamente será necesario un análisis que trascienda una visión dicotómica urbano-rural, o una visión desarrollista de centro-periferia para comprender la dinámica regional en términos de multilocalidad urbano rural.

 

Entre la metrópoli y el pueblo:

la localidad urbana

 

El siguiente nivel de análisis será el de la localidad urbana. Utilizamos aquí el concepto genérico de “localidad” que es recuperado también en los datos censales, puesto que permite abarcar la amplia gama de situaciones sociodemográficas definidas como urbanas.

Un primer dato para establecer las características de un centro urbano será su ubicación en la escala general. Como se señaló, tenemos al menos cuatro tipos de poblaciones urbanas en nuestro país: las tres grandes concentraciones conurbadas, las restantes seis capitales de departamento, las nueve ciudades intermedias y las 130 poblaciones de menos de 20 mil habitantes. De este último grupo podemos hacer todavía una subdivisión entre centros urbanos de más de 10 mil habitantes, que en nuestro país alcanzan a 17, de entre menos de 10 mil habitantes y más de 5 mil, que alcanzan a 24, y de menos de 5 mil habitantes que alcanzan a 89.

El segundo elemento de análisis será su relación con otros centros urbanos y con su entorno rural, así como su papel en la región, subregión o microrregión, dependiendo del caso. Para esto es necesario analizar su ubicación geográfica, vías de comunicación, actividad económica, su papel político administrativo, acceso a servicios, entre otros aspectos. El tercer elemento tiene que ver con la caracterización de las condiciones sociodemográficas de la población a través de las distintas variables que ofrecen los datos del Censo. Veamos cada uno de los grupos establecidos.

Si bien las tres concentraciones urbanas tienen en común la magnitud numérica en cuanto a población, debe tenerse en cuenta sus particularidades marcadas por su trayectoria histórica y por sus características sociales, culturales y económicas. En el caso de La Paz - El Alto, durante el siglo XX el crecimiento de la ciudad de La Paz fue sostenido. La reforma agraria de 1953 aceleró la inmigración a la ciudad de La Paz; las zonas periféricas de la ciudad empezaron un proceso de rápida urbanización y también la zona de El Alto. De este modo, El Alto dejó de ser un barrio periurbano de La Paz para constituirse en una nueva ciudad en 1988. Este proceso de expansión urbana actualmente se ha extendido hacia otros poblados satélites dando lugar a la conurbación entre La Paz - El Alto y las poblaciones urbanas de los municipios de Laja, Achochalla, Mecapaca, Palca, Pucarani y Viacha (Núñez-Villalba, 2001).

En este caso, las investigaciones futuras en base a los datos censales deberán atender previamente la pertinencia de considerar el conglomerado La Paz - El Alto como una unidad de análisis. Uno de los argumentos a favor de este enfoque es que las ciudades de La Paz y El Alto han sido divididas administrativamente, pero el flujo e intercambio de servicios como las redes viales, el transporte, la electricidad, el agua potable, la educación, el flujo poblacional laboral que se da cotidianamente entre las dos ciudades, etcétera, son elementos para considerarlas como una sola ciudad.

Podemos argumentar, sin embargo, asumiendo una segunda posición, que la división administrativa, acentuada con el proceso de municipalización no ha sido irrelevante. A esto debemos sumar, que si bien son innegables las relaciones entre ambos centros urbanos, la ciudad de El Alto ha cobrado preeminencia demográfica y territorial, ha construido una identidad propia por su dinámica cultural, política y social y se ha constituido en un referente regional, aspectos que marcan distancias cada vez más evidentes con la vecina ciudad de La Paz. De ahí que será necesario tomar con cautela una concepción de La Paz y El Alto como una sola ciudad.

La ciudad de Cochabamba es el centro de un crecimiento urbano que se ha expandido sobre el Valle Bajo, hacia el sur de la misma ciudad con una tendencia de conurbación hacia el Valle Alto, hacia Sacaba, al Este y hacia el Noroeste, avanzando hacia Tiquipaya. Por su parte, los antiguos centros poblados del Valle se han ido extendiendo sobre sus respectivas áreas rurales hasta formar un extenso conurbado. En este contexto, son todavía escasos e insuficientes los intentos de conformar una región metropolitana que permita mejorar las condiciones de vida de la población conurbada a través de sistemas integrados de provisión de servicios básicos como el transporte, el agua potable, el alcantarillado, el tratamiento de aguas servidas, la deposición y el tratamiento de residuos sólidos, o enfrentar problemas comunes como la degradación ambiental, el crecimiento urbano sobre tierras cultivables, la degradación de los sistemas de riego, el uso múltiple del agua, etcétera.

En el caso de Santa Cruz, es indudable la preeminencia de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra tanto demográfica como económicamente. Por su configuración geográfica, la ciudad se ha ido expandiendo de forma radial en círculos concéntricos, alcanzando la conurbación a centros urbanos que se han ido desarrollando también con una dinámica propia, como Warnes o Montero. Podemos considerar esta concentración urbana más que como una metrópoli, como un conjunto de ciudades interconectadas donde la capital tiene una preeminencia indudable. Se trata de centros urbanos periféricos a la capital que se han desarrollado en relación al centro urbano principal pero también gracias a una dinámica económica propia.

En un segundo grupo están las seis restantes capitales de departamento. Los datos censales nos permitirán evaluar la tendencia del crecimiento demográfico y espacial de las mismas, además de su importancia demográfica en sus respectivas regiones, puesto que en todos los casos son los mayores centros urbanos de los departamentos.

En cuanto al tercer grupo, los datos del Censo brindarán información para evaluar la magnitud del crecimiento no sólo en población, sino en número de las “ciudades intermedias”. Hasta el año 2001, además de las capitales de departamento, sólo nueve ciudades tenían entre 20 mil y 80 mil habitantes. Las ciudades intermedias pueden constituirse en una oportunidad para el desarrollo de centros urbanos con altos índices de calidad de vida, puesto que sería más factible la reducción de las inequidades propias de las grandes concentraciones y que la mayor parte de su población pueda acceder a las ventajas que ofrece un centro urbano en cuanto al acceso a servicios básicos, educación escolarizada, reducción de tiempos y costos de transporte, etcétera.

El cuarto grupo, si bien en términos demográficos representa el 13% de la población urbana del país, en términos de cantidad de localidades urbanas representa el 88% del total de localidades urbanas. Debemos señalar, sin embargo, que entre 1976 y 1992 han desaparecido del área urbana 13 poblaciones, 12 de las cuales eran centros mineros en Oruro, Potosí y La Paz. Y entre 1992 y el año 2001 desaparecieron otras cinco poblaciones mineras del área urbana. En contrapartida, entre 1976 y 1992 en el departamento de Santa Cruz surgieron 19 nuevos centros urbanos y entre 1992 y 2001 otros 14, haciendo un total de 33 centros urbanos nuevos. En Cochabamba, entre 1976 y 2001 se registraron once nuevos centros urbanos, principalmente en la región del Chapare. Estos datos ratifican una vez más la tendencia poblacional denominada la “marcha hacia el oriente” y el despoblamiento de las zonas altas de nuestro país, en gran parte debido a la crisis minera. La desaparición de los centros mineros o su súbito despoblamiento afectó también a la población rural que encontraba en los centros mineros un mercado cercano y accesible para sus productos agropecuarios. Esta tendencia al despoblamiento del área rural y a la concentración poblacional en el área urbana, además de otros factores, ha estado alentada por la política de redistribución de los recursos de coparticipación tributaria basada en el simple cálculo proporcional a la población.

Nuevamente, para finalizar este acápite traemos a colación la metáfora de la torta, utilizada por el INE en la campaña publicitaria sobre del Censo 2012. La imagen de una torta cortada entre varias personas, concluía diciendo que “cada municipio recibirá la parte que le corresponda, ni más, ni menos”, haciendo referencia a los recursos de coparticipación tributaria. Este criterio de distribución de los recursos de acuerdo a la cantidad de habitantes por municipio, heredado de la Ley de Participación Popular, no ha sido en lo absoluto cuestionado. De este modo, si se mantiene la tendencia demográfica hacia la concentración urbana en pocas ciudades, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz y las otras seis capitales de departamento recibirán más del 50% de la torta mientras que toda el área rural se quedará con algo más del 30%. A estas diferencias debe añadirse que las ciudades capitales además reciben ingresos proporcionalmente muy superiores por motivo de recaudaciones tributarias; ingresos prácticamente inexistentes en el caso del área rural y de los centros urbanos pequeños. De este modo, es muy difícil revertir la tendencia a la concentración poblacional en las grandes áreas urbanas, que tienen proporcionalmente mayores ingresos y que se constituyen en polos de atracción de la población rural y de la población de los centros urbanos más desfavorecidos.

Una de las formas de “resistencia” a esta lógica (ilógica) de redistribución de los recursos es la convocatoria (y en muchos casos la obligatoriedad) a los “residentes” (migrantes rurales que viven en las áreas urbanas) a empadronarse en sus comunidades de origen para inflar los datos demográficos y así obtener mayores recursos de coparticipación para sus municipios. Esta estratagema, además de ser insuficiente, no hace otra cosa que consentir la irracionalidad del criterio de distribución “proporcional” de la “torta” que acentúa las inequidades entre las zonas más pobladas y las menos pobladas. Los datos del Censo no sólo desfavorecerán a los departamentos y centros urbanos que proporcionalmente recibirán menos parte de la “torta” y quedarán hambrientos o descontentos (Página Siete, 2012), sino sobre todo a las áreas rurales que apenas recibirán las migajas. Este previsible “descontento” en la repartición de la “torta” debe llevar a cuestionar la lógica (ilógica) heredada de la Ley de Participación Popular y a plantear otros mecanismos de redistribución basados, por ejemplo, en índices de necesidades básicas insatisfechas, la doble residencia, vocaciones productivas o económicas, etcétera.

 

La ciudad: lugar de oportunidades o de inequidades

 

La ciudad es vista y concebida como “el lugar de la oportunidad”: oportunidad de trabajo, de mercado, de estudio. El concepto de calidad de vida en las ciudades se basa más en el “acceder” que en el “poseer”. El “acceso” a esta gama de oportunidades que ofrece la ciudad no depende sólo de su existencia u oferta, es necesario que dentro del espacio urbano existan los medios que permitan a los pobladores el acceso a la educación, al trabajo, a la cultura o al ocio (Centelles, 2006: 64). De este modo, será necesario un análisis desagregado a nivel intraurbano que permita comprender de qué modo en las ciudades se generan no sólo las oportunidades, sino también las inequidades que dan lugar a las exclusiones. No basta vivir en la ciudad para ser parte de ella, es necesario también tener la posibilidad de acceder a aquellas oportunidades que puede ofrecer. La exclusión en la ciudad se puede entender también como la imposibilidad de acceso a estas oportunidades que ofrece el medio urbano.

Los datos censales permiten caracterizar las condiciones sociodemográficas de cualquier localidad. Sin embargo, en el caso de los centros urbanos medianos o grandes, además de los datos totales, se debe prestar atención a los datos de unidades territoriales menores. Recordemos que los datos estadísticos también resultan de la aglomeración de unidades mínimas, la persona, el hogar o la vivienda. Las sumatorias y los promedios en muchos casos pueden esconder situaciones de inequidad y darnos una imagen falsa de la realidad de un territorio. Por esto es necesario analizar los datos a un nivel de desagregación adecuado y suficiente, de modo que podamos tener una imagen lo más precisa posible de la realidad estudiada. Los niveles de desagregación deben atender siempre en primera instancia la escala y ubicación territorial, en el caso de los centros urbanos, puesto que las diferencias normalmente son territorializadas.

Un elemento fundamental para el análisis de los centros urbanos a partir de los datos estadísticos es el de los procesos de crecimiento urbano que no debe confundirse con la expansión urbana. Los procesos de crecimiento urbano comprenden la expansión, la consolidación y la densificación de las áreas urbanas, que son parte de un único proceso de crecimiento. En términos generales, las zonas en proceso de expansión se caracterizan por ser asentamientos nuevos: no cuentan con documentación de los predios. Los dueños de los lotes no viven en la zona; son lotes baldíos o con construcciones precarias. No se cuenta con ningún tipo de servicio: agua, alcantarillado; en muchos casos no llega la luz, y tampoco las vías de acceso son adecuadas. La organización vecinal está en función al proceso de asentamiento y las necesidades básicas del mismo: apertura de calles, edificación de viviendas, conformación como junta vecinal, etcétera. Las zonas en proceso de consolidación se caracterizan por contar con algunos servicios sean públicos o autogestionados, están en trámite avanzado de consolidación de la propiedad de tierra o en algunos casos ya está concluido. En esta etapa la organización es fuerte, pues trabaja para la consecución de servicios, obras, mejoramiento de la infraestructura urbana, etcétera. Las zonas en proceso de densificación se caracterizan por el crecimiento vertical de las edificaciones y la consecuente densificación demográfica. Normalmente se trata de zonas que cuentan con servicios básicos, vías de comunicación, servicios de educación y salud, mayor presencia de inquilinos, la organización vecinal es débil o inexistente, entre otras características (Antequera, 2007). De este modo, los datos estadísticos deben ser analizados en estrecha relación con la dinámica organizativa de los vecinos, las actividades económicas, las prácticas culturales, etcétera. Esta visión trasciende los estudios basados en límites político administrativos y ofrece una lectura más dinámica de la realidad de las zonas urbanas, integrando el elemento territorial como la base en la que se asientan y sobre la que actúan los procesos sociales.

Debemos señalar, sin embargo, que existe un gran peligro en la elaboración de datos demográficos por OTB. Y es que, al interior de los municipios urbanos, se ha reproducido la lógica perversa de la Ley de Participación Popular, al asignar a este nivel los recursos de coparticipación en base al criterio meramente de cantidad de población. De este modo, las zonas en densificación que tienen mayor número de habitantes, más y mejores servicios, mejores vías de circulación, etcétera, reciben proporcionalmente más recursos. En cambio, las zonas en proceso de expansión, que tienen muchas más necesidades, que carecen de servicios e infraestructura urbana, que carecen de vías de acceso, etcétera, reciben menos recursos. Nuevamente, es necesario cuestionar profundamente esta lógica de la asignación de los recursos y plantear otros criterios de distribución, tales como índices de pobreza, necesidades insatisfechas, carencias en infraestructura y servicios, etcétera. La distribución de los recursos en base a criterios de población es aritméticamente proporcional, pero al mismo tiempo es profundamente inequitativa e injusta.

 

Conclusiones

 

Este artículo parte de la constatación del creciente proceso de urbanización que está viviendo la población de nuestro país. Sin duda, los datos del Censo nos darán una idea cabal y precisa de esta tendencia general y también permitirán caracterizar las particularidades de los centros urbanos, su dimensión y su distribución geográfica.

Pese a que hasta el año 2001 más de dos tercios de la población ya habitaba en zonas urbanas, la gran mayoría de la población urbana se concentra en pocas ciudades, principalmente en tres grandes conurbados y las capitales de departamento. Este fenómeno da cuenta de que la ocupación territorial en nuestro país es cada vez más débil, en el sentido que la concentración poblacional en menos de una docena de ciudades está dando lugar al despoblamiento de extensas zonas de nuestro territorio.

Por otra parte, el análisis regional a partir de los datos censales mostrará el papel que juegan los centros urbanos en el contexto local. Los datos globales llevan a una primera impresión sobre el despoblamiento de las zonas rurales. La concentración poblacional puede dar lugar a dos fenómenos contrapuestos, según cada región: por una parte, el debilitamiento de la ocupación poblacional del área rural y de la dinámica económica y social de la misma o más bien un centro urbano puede constituirse en el eje dinamizador de una región. Será necesario trascender la visión dicotómica a la que puede dar lugar la distinción estadística entre área rural y área urbana, para poner el acento más bien en las relaciones entre lo rural y lo urbano en nuestro país, como una de las características principales de nuestras ciudades.

El tercer nivel de análisis, el de los centros urbanos, dará cuenta del estado de situación de la población que habita los mismos, en comparación con otros centros urbanos y con el área rural. Será necesario, sin embargo, tener en cuenta que existen al menos cuatro tipos de centros urbanos en nuestro país: las grandes conurbaciones, las ciudades capitales, las ciudades intermedias y un número importante de centros urbanos de población reducida.

En el cuarto nivel de análisis, que comprende la dinámica interna de los centros urbanos, será necesario tener en cuenta los niveles de desagregación de los datos censales según los distintos niveles territoriales y las variables etarias y de género. La interpretación de los datos estadísticos necesariamente deberá incorporar los procesos de crecimiento urbano; es decir la dinámica social y cultural que se pone en juego y al mismo tiempo es determinada por el fenómeno de la urbanización y la vida en las ciudades, periferias y conurbados urbanos.

En los cuatro niveles, los datos del Censo deberán constituirse en el instrumento básico y privilegiado para llamar la atención sobre la distribución demográfica de la población y las grandes inequidades entre el área urbana y rural, así como entre las distintas situaciones urbanas. De este modo será imperioso plantear políticas demográficas y urbanas a largo plazo que den lugar a procesos de planificación del crecimiento urbano, de acuerdo a la magnitud y el papel de las distintas concentraciones urbanas.

Asimismo, queda pendiente la tarea de replantear seriamente la lógica perversa de la redistribución de los recursos de coparticipación tributaria heredada de la Ley de Participación Popular, pues no sólo desfavorece a las localidades menos pobladas, sino que inviabiliza su posible desarrollo, alentando la desertificación social de grandes zonas geográficas de nuestro país. Lo mismo vale para el tema de la distribución de escaños de representantes a la Asamblea Legislativa.

Pese al peso demográfico y a la relevancia política y económica que han adquirido en los últimos años las ciudades en nuestro país, a tal punto que demográficamente podemos considerarnos un país urbano, no se han desarrollado lo suficiente los estudios de la problemática urbana en Bolivia y mucho menos se cuenta con políticas públicas que atiendan de manera adecuada este fenómeno. Los datos del Censo 2012 no sólo nos ayudarán a “medir y pesar” (como dice la publicidad del INE) la importancia de los centros urbanos y de la población urbana en nuestro país, sino que esperemos puedan ser una llamada de atención sobre este tema para la academia, las universidades y para quienes son responsables de la planificación de las políticas públicas, de modo que se pueda reconocer y enfrentar esta relativamente nueva configuración social de Bolivia en su justa dimensión.

 

 

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              Marco Tóxico. Dulce animal 2. Dibujo digital, 2011.

 



1   Licenciado en Filosofía y Letras (UCB, Cochabamba), maestro en Antropología y candidato a doctor en Antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Correo electrónico: nelsonantequera@yahoo.com. La Paz-Bolivia.

 

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