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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.15 n.31 La Paz jul. 2012

 

Miradas a…

Librería y editorial Juventud: La historia de un silencio

 

Views of…

Juventud bookshop and publisher: The history of a silence


Sería difícil encontrar un/a boliviano/a que haya transitado por el sistema educativo, los últimos cincuenta años, y no haya leído o tenga en una repisa de su hogar al menos un libro de Editorial Juventud. Y es que esta editorial que nació en 1948 ha publicado y difundido la “literatura nacional” del siglo XX, en textos escolares y universitarios de literatura, historia, cívica, geografía y otras áreas. 

Apelamos a la definición de Doris Sommer de literatura nacional para apreciar el rol de la Editorial Juventud en la difusión masiva del pensamiento boliviano y, en este sentido, la formación de una cultura nacional: “Es un libro frecuentemente asignado en las escuelas secundarias de estas naciones como una fuente de historia local y orgullo literario (…) Algunas veces presentes en antologías escolares y dramatizadas en obras de teatro, películas, series de televisión, las novelas nacionales son a menudo identificadas como símbolos nacionales”1. 

¿Cómo se han creado estas lecturas-símbolos nacionales, estos sentidos comunes de la colectividad, su mirada del pasado y el futuro, lo que valora y margina? En Bolivia, la construcción de una cultura nacional no fue obra del Estado y su sistema educativo, sino de iniciativas privadas que supieron leer la demanda nacional y la respondieron con emprendimientos, normalmente modestos y familiares, pero titánicos en nuestro medio. 

Los libros de autores nacionales durante el siglo XIX y parte del XX se imprimían fuera de Bolivia, señalan los especialistas José Roberto Arze y Luis Oporto Ordóñez. La librería Arnó en 1906 es pionera en la publicación local de obras de autores nacionales; luego fue comprada por (José) Gisbert y Casanovas, y se convirtió en la Librería y Editorial Gisbert, aún existente. A éstas debemos sumar la labor de largo aliento de la librería editorial Los amigos del libro (1945) y la menos reconocida librería, editorial e imprenta Juventud (1948). 

Otra vía de búsqueda de difusión de la literatura nacional fueron las iniciativas de colecciones de autores bolivianos representativos, realizadas por intelectuales nacionales: “la Biblioteca de autores Guttentag, la Biblioteca boliviana de Gustavo Adolfo Otero, la Biblioteca de autores bolivianos de Fernando Diez de Medina, la Biblioteca de la cultura boliviana de Mariano Baptista Gumucio y la Colección de ayer y hoy de Editorial Juventud, que con 100 títulos es la serie editorial privada más grande de Bolivia”, indica Arze, quien continúa: “el problema de estas colecciones era que los libros elegidos eran muy densos como obras educativas, en cambio Juventud se distinguió por su interés didáctico, por llegar con ediciones baratas y masivas a un gran público”, normalmente menospreciado por las instancias de alta cultura y “por la ausencia de iniciativas estatales”, señala Oporto. 

Esta librería, editorial e imprenta ha difundido a un público masivo obras bolivianas como La niña de sus ojos de Antonio Díaz Villamil, La Chaskañawi de Carlos Medinaceli, Raza de bronce de Alcides Arguedas, Sangre de mestizos de Augusto Céspedes entre muchas otras de literatura (Gregorio Reynols, Jaime Mendoza, Armando Chirveches, Franz Tamayo, Fernando Diez de Medina, Raúl Botelho, Jesús Lara, etcétera) o textos escolares como Flores de Pepa Martínez y universitarios como los textos de educación cívica de Alipio Valencia Vega, e historias de Bolivia (Gabriel René Moreno, Alcides Arguedas, Enrique Finot, Carlos Montenegro, Porfirio Díaz Machicao, Josep Barnadas, Herbert Klein, etcétera). 

No es casual que Juventud haya nacido en el período nacionalista. Pero no fue el vínculo a un proyecto estatal, sino, paradójicamente, el mercado, el emprendimiento privado lo que convirtió a Rafael Urquizo en un magnífico intermediario cultural entre la emergencia de lo nacional popular: torrentes humanos del campo, los pueblos y las minas migrando a las ciudades e ingresando al sistema educativo, ávidos de seguir la promesa de integración nacional, y autores que estaban dispuestos a hablar el lenguaje de las masas, a dar cuenta de la época que vivían. 

Aún está pendiente un reconocimiento y la elaboración de un recuento detallado de la potente aunque silenciosa labor de producción y difusión de la literatura nacional que hizo Rafael Urquizo desde 1948 y que hoy continúa su hijo, Gustavo Urquizo Mendoza con la Editorial GUM, quien a continuación nos narra su historia, en un tiempo que por sus ansias refundadoras está olvidando las huellas de su propia existencia. 

¿Cómo surgió la Librería Editorial Juventud? 

La idea surgió de mi padre, Rafael Urquizo. En los años 1945 y 1947, él trabajaba en la librería Alexander como encargado y vendedor y se casó con Elsa Mendoza, quien trabajaba en la librería Universitaria. En 1948 Rafael Urquizo y mi madre, Elsa Mendoza, fundan Editorial Juventud, con su experiencia previa. Mi padre no tenía imprenta, empezó a editar libros. Uno de los primeros fue Fundamentos de derecho político de Alipio Valencia Vega, que después llegó a ser un texto en las facultades de Derecho, y luego publicó a Huascar Cajías, La crimonología, y así poco a poco. 

En este tiempo (1952-1956), Rafael Urquizo pensó en incursionar en las obras de colegio y comenzó a editar los textos de don Alipio (Valencia Vega, seis tomos de Educación cívica, moral y política) y obras de literatura como La niña de sus ojos (Antonio Díaz Villamil), La Chaskañawi (Carlos Medinaceli), Raza de bronce y Pueblo enfermo (Alcides Arguedas) y a importar textos de economía y derecho de editoriales de México, Argentina y España. 

Con estas características, la editorial se consolidó. Era una empresa familiar: mi madre atendía la sucursal del hotel La Paz (avenida Camacho esquina Colón) y mi padre tenía las oficinas administrativas en la plaza Murillo; también se dedicó a viajar al interior y promocionar sus libros, cada día iba publicando más. Claro, su restricción era que no tenía imprenta, hasta que en 1968 formó su imprenta, Empresa Editora Urquizo, que publicaba exclusivamente las obras de Editorial Juventud. 

En 1970 fallece mi madre. Ahí es cuando mis hermanos mayores se hicieron cargo de la impresión de los libros y yo colaboro a mi padre en la administración. Por aquel tiempo, Rafael Urquizo se gradúa de abogado y estudia filosofía y tiene más conocimiento de las obras de literatura que había que producir. Hasta 1992 la editorial a su cargo llegó a producir entre 450 y 500 títulos de autores nacionales, que es cuando se enferma, no puede trabajar y mis hermanos siguieron con la imprenta y yo me encargo de la editorial. Nosotros seguimos trabajando, seguimos haciendo lo que él hacía, seguimos produciendo y vendiendo lo que él ha hecho. A mí me admira la proyección que tuvo; la gente dice “le dejaré a mis hijos una casa, un auto”, Rafael Urquizo nos ha dejado libros para seguir produciendo. 

¿Cuál fue la mejor época de Editorial Juventud?  

Lo más exitoso fue cuando producíamos textos escolares. En los años 80 editamos libros para el ciclo básico, las obras de doña Pepa Martínez, Flores y kantutas, del primero al quinto básico, entre otras de secundaria como textos de cívica, historia y literatura. Vendíamos textos escolares y eso nos permitía financiar algunas obras que no tenían mucha salida. La imprenta editora Urquizo fue considerada como una de las primeras (además de la Papelera y Ermenca), trajimos buena maquinaria, era moderna; se vendía, se producía, la gente estaba dispuesta a recibir nuevas producciones. 

Con las obras de textos hemos llegado a tirajes respetables, producíamos entre 3 mil y 5 mil ejemplares anuales de las novelas; hoy estamos entre 500 y mil ejemplares, en el mejor de los casos. Produjimos textos escolares hasta 1994 que es cuando vino la Reforma Educativa y decayó la venta de nuestros textos; había un nuevo enfoque y la necesidad de reformular la editorial.  

Antes de la Reforma Educativa de 1994 había autoras como la señora Jiménez, Condarco, Scheifer y nosotros publicábamos con la señora Pepa Martínez; es decir, había cuatro profesoras que se dedicaron a hacer los libros de ciclo básico y publicarlos, a partir del Programa del Ministerio de Educación. Con la Reforma Educativa comenzaron a entrar las editoriales grandes. El trabajo que hacían las profesoras la hicieron las editoriales (Santillana, además de Don Bosco y Bruño con los colegios religiosos). Ahora los autores ya no producen, sino que las editoriales arman grupos de consultores que producen de acuerdo a la reforma. Las editoriales se introducen a las escuelas, hablan con los profesores y directores. Nosotros ya no pudimos. 

Otro problema que enfrentamos es la piratería, que empezó a venir del Perú, primero para textos importados pero también nacionales. La gran parte de libros pirateados, de autores nacionales, es de Editorial Juventud, obras de Salmón, Adolfo Mier, Alipio Valencia, Díaz Villamil, a quien le publicamos 25 títulos, de Herbert Klein. Eso ha ido mermando la estabilidad de nuestra editorial y de otras. La piratería no paga derechos de autor, impuestos, beneficios sociales, no tiene trabajadores fijos, entonces pueden vender más barato. Hay libros que vendíamos en Bs.10 y ellos en Bs.5. Es un trabajo hormiga que gana un peso o dos por libro. Claro, ellos no se toman el trabajo de crear, no hacen el trabajo intelectual, sino solo imprimen lo que ya está hecho. 

 Rosario Ostria. Pájaros. Acrílico sobre tela, 2004.

La Editorial GUM, hija de Juventud 

Después de la muerte de mi padre en 1995 seguimos produciendo por 13 años más. Ahí es cuando un hermano se retira, dos hermanos seguimos trabajando durante un año más, pero después dividimos la empresa, lastimosamente. Este 2012, Editorial Juventud hubiera cumplido 64 años…  

Como yo manejaba la parte administrativa sabía el manejo de la editorial y por consejo de mi esposa me animo a abrir la editorial GUM, comienzo a hablar con los autores y las librerías y sigo produciendo. Y como me conocen trabajo con ellos. Ya he debido sacar unos 10 títulos nuevos, que no tenía Editorial Juventud, algunos los tenía la Editorial Los amigos del libro y como ya cerró, fui a hablar con los autores. 

¿Cómo explicar el éxito de Editorial Juventud? 

La función del editor es crear las obras, producirlas encontrando los autores para lo que la gente necesita. Para nosotros siempre ha sido un reto ver qué se puede publicar y qué le interesa a la gente. Ahí está el éxito de cualquier editorial. Mi padre se rodeó de personas capaces colaborándole, Rodolfo Salamanca, Raúl Durán le asesoraban, algunos periodistas. 

Actualmente, en Bolivia se sacan 3 mil títulos nuevos cada año, las ONG así justifican sus recursos, hay varias editoriales nacionales; pero mucha publicación no siempre tiene sentido, porque están subvencionadas o son de bajo tiraje, no les interesa si sale o no sale, lo que no sucede con la empresa privada que tiene que tener cuidado de producir lo que se pide y lee. 

Si las obras no tienen el sentido histórico, social, del momento, entonces es bien difícil que se vendan. Cada vez hay menos autores; de publicarse hay muchos autores, pero ¿cuál de ellos se reimprime o se reedita cada año? El éxito de las editoriales se mide por el número de reimpresiones o reediciones, ahí se sabe qué libros tienen éxito. No sé si otras editoriales puedan hablar de esto. 

Con don Alipio Valencia Vega, Editorial Juventud produjo las primeras ediciones de sus libros, igual que con las geografías de Hernando Sanabria y la producción de Antonio Diaz Villamil, con Carlos Medinaceli hicimos la segunda edición de La Chaskañawi, y así con otros autores.  

En Editorial Juventud se fueron haciendo varias ediciones de muchos títulos, cada obra ha tenido su época. De La borrachera verde de Raúl Botelho se hicieron 3 a 5 mil ejemplares anuales por varios años, de La niña de sus ojos, 5 mil o 10 mil al año, durante décadas. Son obras que seguimos produciendo pero ya no en la cantidad de antes; por ejemplo, La niña de sus ojos vende unos 300 ejemplares al año, de Yanakuna de Jesús Lara Juventud hizo una décima edición, pero ahora en GUM ya perdí la cuenta. 

Otro éxito de mi padre ha sido ir buscando autores paceños, cochabambinos, cruceños, etcétera, hombres representativos que iban publicando obras de su región. Hemos publicado a Augusto Guzmán, Jesús Lara en Cochabamba, en Santa Cruz las obras de Hernando Sanabria. Y es que, en mi experiencia, en el altiplano se vende un tipo de libros, en el oriente otro y en el valle, otro. Es increíble que en nuestro país se lea por regiones, por autores de la región, pero así es.  

Claro que también hay autores con demanda nacional como Alcides Arguedas (su Pueblo enfermo, La historia de Bolivia, en un solo tomo), Herbert Klein, Raúl Botelho, Augusto Céspedes, Gustavo Adolfo Otero, Bautista Saavedra, Adela Zamudio, el teatro de Raúl Salmón, Díaz Villamil que se vendía en todo el territorio, ahora mismo Roberto Querejazu, entre otros. Ha sido una época linda de autores nacionales. Ahora hay muy pocos nuevos autores de esa calidad, que puedan mostrar la realidad y la vivencia del pueblo. 

¿Tras medio siglo de difusión de la literatura nacional, han recibido algún reconocimiento? 

Cuando cumplimos 50 años, la Cámara de Comercio nos dio una placa. De parte del gobierno, no creo, nada. 

Uno encuentra la satisfacción en la gente. Cuando va a la Feria del Libro, la gente busca la producción nacional, quiere ver lo que se está haciendo y ha encontrado en Editorial Juventud y ahora en GUM ese tipo de libros.


1 Sommer, Doris (1993) Foundational Fictions. The National Romances of Latin America. University of California Press: 4. Traducción de Ximena Soruco.

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