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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.15 n.31 La Paz jul. 2012

 

Cochabamba:

¿Del mestizaje idílico al mestizaje conflictivo?

 

Cochabamba:From idyllic mestizaje to conflictive mestizaje?

 Yuri F. Tórrez1


T’inkazos, número 31, 2012, pp. 25-36, ISSN 1990-7451

Fecha de recepción: abril de 2012

Fecha de aprobación: mayo de 2012

 Versión final: junio de 2012


El artículo hace un análisis del proceso de intercambio cultural en la región y la narrativa historiográfica que legitimó el discurso sobre el “mestizaje idílico”. Posteriormente, se examina la crisis del mestizaje asociada a los hechos del 11 de enero de 2007, la migración trasnacional y la movilidad social, con efectos para la interculturalidad cochabambina y la aparición del mestizaje conflictivo.

Palabras clave: mestizaje / movilidad social / identidad cultural / guerra del agua / 11 de enero de 2007 / élite cochabambina / cocaleros / migrantes

The article undertakes an analysis of processes of cultural interchange in the region and the historiographic narrative that legitimised the discourse of “idyllic mestizaje”. It goes on to examine the crisis of mestizaje associated with the events of 11 January 2007, transnational migration and social mobility, with effects upon interculturality in Cochabamba and the appearance of conflictive mestizaje.

Keywords: mestizaje / social mobility / cultural identity / water war / 11 January 2007 / Cochabamba elite / coca-growers / migrants 


Históricamente, el mestizaje cochabambino fue el resultado de una “comprobación fáctica” de los procesos de interacción sociocultural interétnica; sin embargo, también fue -y es- parte de una edificación discursiva en torno a la nación como una forma de identidad colectiva o comunidad cultural propia de la época moderna. Tal como señala Benedict Anderson (1983), la constitución histórica de una nación o de una colectividad regional responde al estilo con que es imaginada por lo que, para conocer la especificidad del carácter comunitario de una sociedad, se requiere estudiar cómo ésta se reproduce y enuncia sus concepciones sobre sí misma. En Cochabamba, donde el mestizaje es una expresión inequívoca del espejo trizado en el que se manifiestan las ansias, pasiones y temores ontológicos, los discursos en torno al mestizaje adquirieron la categoría de alegoría social, en tanto constituyen, parafraseando a Clifford Geertz (1990), un modo de construir -emocional, moral e intelectualmente- la experiencia humana.

En esta perspectiva, el propósito del presente ensayo estriba en desentrañar, por un lado, el papel de la historiografía cochabambina para construir y validar aquella narrativa histórica que convertida en un dispositivo ideológico legitimó el régimen discursivo (dixit Foucault, 1970) en torno al mestizaje; por otro lado, analizaré dos momentos constitutivos (Zavaleta, 1990) sucedidos en la región (la “guerra del agua” y los hechos del 11 de enero de 2007) que no solo marcaron el decurso político local, sino develaron la nueva reconfiguración identitaria amén a los procesos socioculturales que experimentó Cochabamba en los últimos años asociados, sobre todo, a la migración y a la movilidad social.

  1. LA NARRATIVA DEL MESTIZAJE COCHABAMBINO

¿Qué miradas han predominado en el estudio del mestizaje cochabambino? Una revisión de la historiografía valluna da cuenta que se partió de los “mestizajes reales” para desentrañar el mestizaje cochabambino; esta mirada tenía un propósito ideológico pues buscaba construir y legitimar aquella narrativa que avalaba la identidad mestiza en Cochabamba. De allí que la narrativa del pasado cochabambino fue construida en un momento histórico determinado: los umbrales del liberalismo, cuando las ideas de la “civilización” en oposición a la “barbarie” empezaban a expandirse, particularmente en los sectores intelectuales cochabambinos. Por ejemplo, Eufronio Viscarra con su Apuntes para la historia de Cochabamba (1883) y Nataniel Aguirre con su novela Juan de la Rosa (1885) reconstruyen e “inventan” la historia cochabambina bajo aquellos modelos establecidos y canonizados por la historia oficial, es decir, por los criollos y, particularmente, por los mestizos. El efecto fue la invisibilización del protagonismo indígena en la cruzada por la liberación del orden colonial protagonizada por los indígenas cochabambinos en 1781. En suma, esta mirada dejó en el caso cochabambino un pasado diáfano de cualquier altercado racial interno.

Ahora bien, la estrategia epistémica asumida por la historiografía cochabambina fue localizar al mestizaje en una perspectiva de larga duración: el periodo incaico. Esta mirada -a diferencia de la otra corriente teórica de la “matriz colonial del mestizaje”- argumentó que la génesis del mestizaje cochabambino se remonta a la colonización masiva de los trabajadores rotativos (mitimaes) provenientes de otros territorios, particularmente del altiplano. En la perspectiva de la historiografía valluna, Cochabamba se habría constituido en un espacio multiétnico a raíz de la presencia de la colonización masiva de los mitimaes asentados en el Valle Bajo (Albó, 1987). A partir de este “intercambio cultural” entre los “migrantes” con las etnias locales al interior del espacio multiétnico cochabambino se habría gestado una “interculturalidad positiva”2, apelación histórica al período incaico que sirvió para explicar la fuente germinal del mestizaje. Esta visión idílica del mestizaje cochabambino se mantuvo (casi) inalterable en el proceso de reconstrucción de la historia cochabambina3 donde la mirada clasista era más fuerte que la mirada étnica. De allí que “lo campesino” se transformó en una variable constitutiva en el proceso de la construcción de la identidad local ya que estaba asociada intrínsecamente a una connotación de una “cultura adaptativa” (Albó, 1987) con la capacidad de interactuar e intercambiar culturalmente. Por ejemplo, “lo campesino” estaba articulado al proceso del mestizaje. Este proceso de hibridación cultural se reflejó en varios espacios de la configuración de la identidad cochabambina: la migración, la política y la economía.  

El sujeto “campesino” se convirtió en un operador epistémico para interpretar la realidad sociocultural cochabambina. Esta perspectiva se acentúo mucho más a partir del Nacionalismo Revolucionario (NR) que, desde la perspectiva cultural, apunta a concebir a la sociedad boliviana como un híbrido, es decir, mestiza, discurso hegemónico a partir del cual se construyó la idea de la nación. La construcción del campesino como sujeto político implicó, al mismo tiempo, una categoría conceptual y epistémica con alcances analíticos para observar o (re)construir la historia cochabambina con presupuestos híbridos. Por ejemplo, el campesino qhochala y su sindicalismo eran considerados diferentes (Albó, 1987), porque a diferencia de los ayllus en las zonas andinas de Bolivia, eran más proclives a que se adaptaran al Estado del 52’ amén a su cooptación política.  

Estas visiones presentes en la historiografía cochabambina daban cuenta de una supuesta identidad abierta del campesino cochabambino (que se traduciría el mismo en la configuración de sus sindicatos), rasgo que efectivamente connotaría un mestizaje, el mismo que fue urdido por la historiografía cochabambina, proclive al proyecto político y cultural de 1952. Por lo tanto, el imaginario del mestizo que se instaló en el discurso del poder impregnó a la historiografía valluna. De allí que esta historiografía se preocupó de la emergencia de los sindicatos campesinos (Rocha, 1990; Gordillo, 1998).  

Este proceso de edificación de la ideología nacionalista fue fundamental para sentar las bases de una identidad homogénea donde el mestizo era lo qhochala, identidad marcada por su capacidad de adaptación y asimilación de valores interculturales y por su habilidad para el relacionamiento social. Estos códigos culturales se ponen en duda más adelante por los intensos flujos migratorios de los años ochenta y noventa cuando se va reconfigurando un sujeto social regional, el “nuevo cochabambino”, clave para entender los procesos socioculturales y políticos regionales que, por un lado, fortalecieron la movilización popular; y, por otro lado, establecieron nuevas “fronteras étnicas”.  

2. LA MIGRACIÓN EN COCHABAMBA 

Desde una perspectiva de larga data, Cochabamba ha sido un espacio de encuentro de diferentes grupos étnicos. Esto obedece, por un lado, a su ubicación en el “corazón de Bolivia” que dio lugar al paso obligado de los viajeros tanto para las migraciones internas como para las migraciones externas, y, por otro lado, a las bondades geográficas de la región: desde el periodo incaico pasando por la colonia y en la misma república, se la conoció como el “granero de Bolivia”. Ahora bien, el recurrente proceso migratorio cochabambino deviene de la etapa precolonial que estableció una identidad aparentemente sustentada en su “ausencia de identidad” y, por lo tanto, propensa a procesos de “acomodo” (Albó, 1987) que darían lugar a un constante flujo mutante de población hacia y desde Cochabamba. Según la historiografía cochabambina, los distintos grupos étnicos en el espacio cochabambino convergieron en una identidad sincrética quechua (Gordillo y Garrido, 2005).  

La calidad de Cochabamba de ser un espacio multiétnico (de)viene del periodo precolonial: la presencia de los mitimaes que conquistaron la región y posteriormente “el yanaconaje en las haciendas latifundistas, la mita y la prestación de mano de obra durante el auge de la minería, durante la colonia y, finalmente, la presencia preponderantemente de una ‘masa plebeya’ en el principal centro urbano que perduró hasta fines del siglo XIX” (Mayorga et al., 1997: 136). Efectivamente, estudios históricos dan cuenta que la política agraria establecida por el Inca Wayna Capac tenía el propósito de implementar una relocalización para traer a los valles cochabambinos a 14.000 mitimaes, particularmente aymaras, con el propósito explícito de establecer alianzas entre el Inca y los señoríos lacustres para controlar el espacio cochabambino (Wachtel, 1981; Sánchez, 1992). En este proceso migratorio cochabambino, con el auge de la minería potosina y en el curso del periodo colonial, irrumpe nuevamente la población indígena. Según Sánchez Albornoz “los nuevos movimientos migratorios internos reconfiguran la situación regional” (citado en Gordillo y Garrido, 2005). El proceso del yanaconaje en Cochabamba en el curso de la colonia es central para explicar los procesos de mestizaje regional asociados intrínsecamente a la dinámica demográfica y también de la alta movilidad no solo migratoria, sino también socioeconómica. En rigor: 

Cochabamba, desde la misma época colonial, constituía, en sus valles medulares, una región históricamente sobrepoblada. Infructuosamente Francisco de Viedma había intentado dotarle de una válvula de escape a fines del siglo XVIII intentando colonizar el trópico chapareño y en este mismo fallido propósito habían girado las expectativas cochabambinas a fines del siglo XIX (Rodríguez, 2003: 43).

La germinación de una clase campesina cochabambina en el siglo XVIII dio lugar a un grupo social con una capacidad adquisitiva que a través de los procesos de arrendamiento de tierras de hacienda, la venta de maíz y trigo y la producción artesanal del tocuyo y la chicha (Rodríguez y Solares, 1990) jugaron un papel decisivo en la economía regional. Posteriormente, a principios del periodo liberal y la aplicación de la ley de Exvinculación se produjo un proceso de campesinización acelerado en Cochabamba. En el acceso a las tierras cultivables de parte de los pequeños parcelarios no solamente compitieron con los dueños de la tierra, sino que empezaron a trastocar los cimientos fundamentales de la hegemonía económica local (Rodríguez, 1995). Por su parte, “los cholos y los mestizos controlaban el transporte regional, migraban estacionalmente a las minas y a las salitreras del Pacífico en calidad de peones y transformaban los excedentes de maíz en chicha, accediendo paulatinamente a la propiedad parcelaria en los valles” (Gordillo et al., 1997: 10). De allí que en el auge de la minería de la plata, la estructura del poder económico regional sufre mutaciones significativas que obedecen, entre otras cosas, a la emergencia de grupos subalternos, muchos de ellos migrantes a quienes podríamos identificar como los antecedentes históricos de los procesos migratorios trasnacionales en Cochabamba. 

Históricamente, la parcelación de la estructura económica regional que se expresó en un proceso de  

…fraccionamiento y mercadeo de las tierras desde la constitución de la república generó un amplio y complejo sistema de propiedad donde coexisten indígenas propietarios de grandes extensiones, piqueros y mestizos con mucha tierras, colonos e indígenas sin tierras y hacendados que tenían una posición predominante en el seno de la sociedad rural y urbana (Gordillo, 2007: 15).

Este asedio de los sectores subalternos como sujetos económicos en la región hizo que la clase terrateniente opte por la estrategia de la segregación marcando las diferencias raciales entre ellos y las clases subalternas (Gordillo et al., 2007). 

Cochabamba sufrió en las primeras décadas del siglo XX una aguda crisis económica que obligó a sus autoridades a asumir estrategias de sobrevivencia y de resistencia. Desde el lado popular fue la migración a las salitreras ubicadas alrededor de la costa chilena: el “flujo de los q’ocholas contribuyó a resolver un ancestral déficit de trabajo que frenaba al crecimiento de las empresas mineras estañíferas” (Rodríguez, 2003: 45). Mientras tanto, la región acogía a emigrantes extranjeros en el contexto de una política de libre mercado que redefinió no solo los patrones de la economía nacional con la creación de un industria emergente; sino que también “transformó los hábitos de consumo de la población urbana e introdujeron nuevos productos y tecnologías de producción que reemplazaron en algunos rubros a las importaciones” (Gordillo et al., 2007: 12). Este proceso de industrialización robusteció la economía regional de forma decisiva. 

El proceso revolucionario emergente del 9 de abril de 1952 socavó los cimientos fundamentales del poder regional con el desplazamiento de las élites terratenientes de la centralidad de la economía cochabambina. Desde el punto de vista de la movilidad social, el proceso postrevolucionario posibilitó la gestación de una clase media dedicada, por un lado, a una formación educativa que le permitió tener mayor acceso a los espacios del poder local; y, por otro lado, también al comercio donde, poco a poco, se fueron gestando grupos de presión (comerciantes y transportistas) que luego son determinantes en la dinámica de la economía y de la política boliviana (Gordillo et al., 2007). Durante los años setenta y ochenta ya se va entreviendo la necesidad de los migrantes rurales de los valles cochabambinos de buscar un nuevo porvenir a través de procesos migratorios hacia la Argentina (Dandler y Medeiros, 1985).

Un momento de inflexión decisivo para la configuración de nuevos sujetos en Cochabamba fue la aplicación de una política económica de corte neoliberal en 1985 y un proceso de relocalización minera en 1986, durante el gobierno de Víctor Paz Estenssoro. La mayoría de los mineros “relocalizados” se fueron a establecer en el trópico cochabambino. En las zonas periurbanas apareció el “nuevo cochabambino” que desplegaba sus actividades en el comercio y el transporte con un rol fundamental no solo en la dinámica económica sino en la propia estructura social y política de la región (Gordillo et al., 2007).

La élite cochabambina de viejo cuño, muchos de ellos de ascendencia aristocrática, observaba con “desconfianza” y “temor” la emergencia de los “nuevos cochabambinos” con capacidad para disputarles sus espacios de privilegio no solo en el ámbito económico sino también en el espacio político. Desde el punto de vista sociológico, la emergencia de los “nuevos cochabambinos” marca un momento fundamental para la reconfiguración de las relaciones sociales en el espacio regional signado por desconfianzas recíprocas. Desde luego, el tema del “excluido”, del “apestado” o del “ser distinto” va (re)apareciendo carcomiendo las relaciones sociales que luego se expresará en procesos no solo de segregación sociocultural, sino también en violencia racial poniendo en jaque aquellas visiones románticas sobre el mestizaje intercultural urdido por la historiografía cochabambina.  

3. DOS MOMENTOS CONSTITUTIVOS PARA LA IDENTIDAD COCHABAMBINA

En la historia reciente hay dos momentos constitutivos (dixit Zavaleta, 1990) en la reconfiguración política e identitaria de Cochabamba: la “guerra del agua” el año 2000 y los hechos del 11 de enero de 2007.Aunque la naturaleza de ambos acontecimientos difieren significativamente, existe un común denominador: la emergencia del “nuevo cochabambino” como sujeto protagónico en el campo político.

Desde un punto de vista sociológico, el “nuevo cochabambino” transformado en movimiento social está compuesto primordialmente por emigrantes venidos de las zonas andinas de Bolivia, a consecuencia de los procesos de relocalización minera y también de la sequía que azotó a varias zonas del altiplano boliviano. Estos hechos empujaron a los migrantes a establecerse en los barrios periurbanos de la ciudad y el trópico cochabambino. Precisamente en estos dos espacios se gestó el “nuevo cochabambino” con una incidencia decisiva no solo para el decurso político de la región, sino, también, del país. Veamos.

 3.1. La “guerra del agua” y loscocaleros: irrupción del “nuevo cochabambino”

La “guerra del agua” empezó con una demanda local de la población urbana de la ciudad de Cochabamba, particularmente pobre, para evitar el alza de tarifas impuesta por la International Water. Esta subsidiaria de la transnacional Bechtel, bajo la denominación de Aguas del Tunari, emprendió una arremetida a tono con el modelo neoliberal minando así el derecho al acceso al agua; y luego se constituyó en un referente insoslayable para comprender el proceso de interpelación de los movimientos sociales a las políticas estructurales de cuño neoliberal. En el curso de este conflicto emergieron tres actores sociales importantes: los vecinos de la zona sur de la ciudad, los regantes y los cocaleros que en su conjunto configuraron lo que sociológicamente se denomina el “nuevo cochabambino”.

Los “nuevos vecinos” de la zona sur de la ciudad provenían en su mayoría del occidente del país, algunos llegaron a raíz del proceso de relocalización minera de 1985 y otros de las zonas rurales de Potosí, Oruro y La Paz, y se ubicaron en barrios periurbanos, caracterizados por la extrema pobreza. Estos “nuevos cochabambinos” fueron pronto actores sociales protagonistas en la región, al igual que los campesinos regantes asentados en los valles circundantes a la ciudad de Cochabamba parte de un movimiento social caracterizado por su lucha por la defensa de los derechos hídricos en la región. Finalmente, está el movimiento cocalero que emerge en un contexto histórico signado por la relocalización minera, conjuntamente con los campesinos de las zonas andinas, expulsados de sus territorios a raíz de la sequía y los campesinos venidos de los valles cochabambinos que emigraron al Trópico cochabambino en un momento fundamental por el auge de economía de la coca. Todos configuraron una base social campesina con una importancia sociopolítica para la democracia boliviana.

Ahora bien, tanto el movimiento vecinal en la zona sur como el movimiento cocalero están compuestos mayoritariamente por emigrantes venidos de las zonas andinas de Bolivia. Este proceso de emigración da como resultado sociológico la configuración de un “nuevo cochabambino” que a posteriori se constituyó en una de las manifestaciones sociales más significativas de las últimas décadas con una incidencia decisiva en el espacio político regional. La resistencia popular en el curso de la “guerra del agua” y la insubordinación de los cocaleros a las políticas antidrogas rompen con esa imagen “pasiva y de reacomodo” a lo político que caracterizó al cochabambino (Albó, 1987).

La configuración de este nuevo sujeto social en la región, particularmente en las zonas rurales, se da “tras varios años de organización, lucha y resistencia logra, posteriormente conformarse en base social principal de lo que ahora es uno de los partidos políticos de izquierda más importantes: el Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos” (Orozco, 2004: 17). El papel del movimiento cocalero para el afianzamiento y consolidación del Movimiento Al Socialismo (MAS) en el espectro político boliviano fue decisivo y se explica no solo por su discurso de interpelación, por ejemplo, al modelo neoliberal; sino por su capacidad de movilización, particularmente en momentos decisivos para el país.

El protagonismo de los cocaleros en el desarrollo de la “guerra del agua” a inicios del nuevo siglo en Cochabamba fue determinante para el decurso de la democracia boliviana y a nivel local marcó un momento de inflexión o una ruptura con aquel imaginario que giraba en torno a la pasividad del cochabambino (Torrez et al., 2003). En otras palabras, la acción del “nuevo cochabambino”, no solo el asentado en el Trópico sino también en las zonas periurbanas de la ciudad de Cochabamba, muestra claramente la emergencia de un sujeto colectivo con una gran capacidad de movilización sociopolítica.

Desde una evaluación de los rasgos culturales del cochabambino, la “guerra del agua” sirvió para una cohesión regional. Si bien los sectores subalternos de la región (vecinos, emigrantes, pobres, campesinos o cocaleros) participaron activamente, los sectores de la clase media y alta cochabambina impulsaron esta demanda a nivel regional (Torrez et al., 2003). En suma, este acontecimiento sirvió para la “unidad de los cochabambinos” y fue un momento en que las aparentes fisuras internas de clase e inclusive raciales quedaron zanjadas momentáneamente en aras de un objetivo común.  

3.2. El 11 de enero: ¿el discurso del mestizaje hecho trizas?

Desde el 11 de enero de 2007, las relaciones sociales en la región, particularmente en la ciudad de Cochabamba, están signadas por procesos de desintegración azarosos azuzados por la polarización sociopolítica en el contexto del proceso de transformación estatal en curso.

En aquella jornada dramática para los cochabambinos los ciudadanos urbanos de la zona norte, conocida por ser un lugar donde se asientan las familias de las élites locales se enfrentaron “cuerpo a cuerpo” con aquellos ciudadanos venidos del área periurbana de la ciudad donde habitan especialmente migrantes o campesinos migrantes, particularmente cocaleros, protagonizando uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia regional que puso en cuestión el mestizaje idílico cochabambino al que se hizo referencia al inicio de este artículo. En rigor, aunque la palabra “mestizaje” estuvo en el repertorio de los cochabambinos y la idea que ella representaba: la mezcla, la coexistencia y, en consecuencia, la interculturalidad de distintos grupos culturales, ésta se habría forjado engañosamente en una supuesta identidad abierta y receptiva hacia los “otros”.

Desde el 11 de enero de 2007 la palabra “mestizo” se convirtió en incorrecta para estudiar la identidad cochabambina; se trataba de una invención a partir de la cual se fue urdiendo falsamente una hibridez cultural. Desde una mirada sociocultural, lo sucedido reveló las fuertes tensiones étnicas presentes en la sociedad cochabambina. El proceso de mestizaje resultó ser solamente un espejismo, es decir, el cochabambino, a partir del 11 de enero, ya no podía vivir mirándose en un espejo plano -como diría Javier Sanjinés (2005)- que no le devuelve la naturaleza conflictiva de su ser.

Días antes del enfrentamiento, la Alcaldía Municipal de Cochabamba, con motivo de la celebración de la Cumbre Sudamericana de Presidentes, instaló un letrero con el siguiente texto: “Cochabamba, lugar de encuentro”. Paradójicamente, este cartel estaba localizado en el puente de Cala Cala, donde murió el cocalero Juan Tica Colque, a consecuencia de una bala disparada por un simpatizante de las autodenominadas “Juventudes por la Democracia”. Aquel cartel resumía cómo los cochabambinos y, particularmente, su historiografía local urdieron una identidad aparentemente proclive a la interculturalidad, es decir, generaron un dispositivo ideológico en torno al mestizaje a partir del cual se fue configurando una idea falsa en torno a la identidad cochabambina. Una encuesta realizada antes del 11 de enero de 2007, “(de)mostraba” que los cochabambinos eran los menos racistas de Bolivia. Por lo tanto, se consideraba a Cochabamba como la región más mestiza, y, en consecuencia, más tolerante del país.

Ahora bien, lo ocurrido el 11 de enero en el puente de Cala Cala, en un “cerrar de ojos” derrumbó como un castillo de naipes el discurso urdido por la historiografía cochabambina sobre el mestizaje, por lo menos de aquel que connotaba “relaciones armoniosas”. Por ejemplo, la idea de la expulsión de los cocaleros de “la ciudad jardín” es recurrente en la élite cochabambina. Desde una perspectiva histórica, la represión cultural y la colonización del imaginario fueron acompañadas de un masivo exterminio de los indígenas. La negación y la ruptura íntima con lo “indígena” vendrían a ser el producto de una colonización del imaginario. La idea de expulsar físicamente a los indios o del desplazamiento sistemático de sus costumbres es una actitud recurrente de la élite modernizadora cochabambina que ocurrió, por ejemplo, a finales del siglo XIX cuando las chicherías asentadas en la plaza 14 de Septiembre fueron desalojadas a los márgenes de la ciudad con el pretexto de que la chicha era una bebida de los indios y contrastaba con las buenas costumbres modernas y “civilizadas” de los señoritos cochabambinos. Es muy llamativo que la “chicha” se ha convertido en un ícono de las contradicciones del proceso de construcción de la identidad cochabambina. Como lo demuestran Gustavo Rodríguez y Humberto Solares (1990: 67 y ss.) el símbolo de esta cultura mestiza afirmativa y expansiva es el mundo de la chichería, al que la oligarquía combatió rabiosamente en nombre de la “higiene”, la “decencia” y la “modernidad” pero que simultáneamente, haciendo gala de una arraigada doble moral, utilizó y esquilmó en todo momento para succionar los recursos con los que financió su “costoso maquillaje” urbano en las primeras décadas del siglo XX. 

4. ECONOMÍAS EMERGENTES: ¿NIVELACIÓN SOCIOECONÓMICA O NUEVA FORMA DE MESTIZAJE?

Cochabamba, como se señaló previamente, es una región caracterizada por habitantes que se van desplazando por todo el mundo. Según datos estadísticos el mayor porcentaje de emigrantes de Cochabamba a España (47%) proviene del área metropolitana de Cochabamba (Hinojosa, 2007: 10). Este proceso migratorio trasnacional estaría extendido a todo el departamento, a excepción de la provincia Bolívar (Román, 2009). Estos datos confirman que la migración es un elemento constitutivo de la identidad cochabambina.

Si bien hay estudios que dan cuenta de los efectos sociales de la migración trasnacional referidos a los feminización de las migraciones (Pozo, 2008; Román, 2009) o los efectos de las remesas económicas para el desarrollo local (De la Torre, 2006); no hay indagaciones sobre los efectos de la migración trasnacional en la reconfiguración de los procesos de identidad local o de su impacto directo en los procesos políticos. En este sentido, amerita hacer una aproximación reflexiva sobre los procesos socioculturales de la migración trasnacional en la configuración del espacio cochabambino.

La migración trasnacional reafirma una tendencia que tiene una larga data: el cochabambino es proclive a migrar. Este rasgo del valluno de “adaptarse” a otros espacios le permite asimilar nuevos códigos culturales e insertarlos en su repertorio de vida. Aunque “no existen diferencias en este deseo de migrar con relación a la situación socioeconómica, el nivel educativo o el área de residencia de las personas; tampoco existen diferencias de género en este deseo” (Moreno, 2011: 61). Empero, la población rural, particularmente del Valle Alto cochabambino, es la más propensa a migrar (La Torre, 2008).

Los que han migrado retornan al país con “percepciones, actitudes y valores distintos a los que tenían antes de irse. También parece evidente que quienes están afuera del país y mantienen un vínculo con sus familias y comunidades de origen no se limitan a enviar únicamente remesas” (Moreno, 2011: 62). La idea de lazo cultural con su llajta está muy arraigada en los emigrantes vallunos y les permite sostener el denominado “sueño andino” (La Torre, 2008) que permanece en el imaginario del emigrante cochabambino, es decir, “va y vuelve”. El “sueño andino” estuvo presente, por ejemplo, en aquellos forasteros cochabambinos que en los primeros años del siglo XX se fueron a las salitreras chilenas a trabajar para luego retornar a Cochabamba (Rodríguez, 2003).

En los últimos años, el envío de las remesas se constituyó en una de las principales fuentes de ingreso en la región. Una pregunta insoslayable: ¿cuál fue su impacto para la reconfiguración de las relaciones sociales en Cochabamba? Si bien no hay investigaciones sobre el uso de estas remesas, una respuesta tentativa está ligada al hecho que la mayoría de las remesas son utilizadas en la construcción de nuevas viviendas, en la compra de automóviles o en productos electrodomésticos. De alguna manera, el estatus económico en la región a merced de las remesas de los emigrantes ha posibilitado una cierta “nivelación económica” entre aquellos “nuevos cochabambinos” que, muchas veces, tienen un origen campesino, con aquellos que se jactan de provenir de las familias aristocráticas cochabambinas.

Esta “nivelación económica”, en muchos casos, ha permitido que los “nuevos cochabambinos” accedan a aquellos espacios que antes estaban reservados para la élite cochabambina; por ejemplo, los colegios o las universidades privadas. Ahora bien, esta “nivelación económica” no implica necesariamente un nuevo proceso de interacción que derivaría en un nuevo mestizaje positivo; los procesos de discriminación, de tensión latente, segregación y desplazamiento de los espacios públicos continúan y develan los miedos con relación a ese “otro” al que se le atribuye una peligrosidad con inclusive tinte racista. Es el caso de los jóvenes de la clase media/alta de Cochabamba:

Desde esta lógica, que rompe con la memoria histórica, el sentido del barrio y los valores culturales, otrora considerados la argamasa de la personalidad valluna, lo racional es la separación, la segmentación, la consideración de lo que está más allá de las fronteras mentales erigidas que protegen mi mundo de distinción, es peligroso (puede hacerme daño) (Rodríguez, 2009).
En suma, se estaría configurando un mestizaje más bien conflictivo. Por lo tanto, esta idea de la “emergencia de los nuevos ricos”, vallunos asentados fundamentalmente en la economía informal -como es el caso del comercio de automóviles denominados chutos- no solo está socavando aquellas estructuras endebles del poder económico de la región; sino que está provocando que los sectores elitistas cochabambinos asuman estrategias de autoexclusión (Crespo, 2009). Esta “nivelación económica” con su efecto colateral, la “movilidad social” de los “nuevos cochabambinos”, no solamente está provocando la disputa de la economía regional; estos nuevos actores se están instalando en aquellos espacios de poder que antes estaban destinados a los sectores elitistas reproduciendo así un rasgo recurrente de las élites cochabambinas: el miedo al ascenso de los sectores subalternos que desde el punto de vista de las relaciones sociales conjura los procesos de interculturalidad en la región.  

A MODO DE CONCLUSIONES

El mestizaje construido en Cochabamba en muchos casos fue resultado de procesos históricos de larga duración; pero, a la vez, fue cimentado por un dispositivo historiográfico. El mestizaje dejó huellas en el imaginario regional, asociado a un “intercambio cultural” altamente positivo para las relaciones (inter)culturales en el espacio cochabambino y a una tesis romántica de que el mestizaje habría eliminado las tensiones raciales merced a la capacidad “adaptiva” y tolerante del cochabambino. De allí que los cochabambinos se autodefinían como mestizos (Moreno, 2011) ya que esta categoría denotaba, aunque suene fingido hoy, una convivencia “armónica” con otros grupos culturales. Sin embargo, a partir de los hechos dramáticos del 11 de enero, el mestizaje en Cochabamba recorrió por senderos azarosos que pusieron en entredicho el mestizaje idílico.  

René Zavaleta decía que tanto las urnas como los momentos de crisis son métodos de conocimiento. En el caso cochabambino, el 11 de enero de 2007 es un momento de crisis ya que visibilizó las tensiones internas de forma descarnada que a posteriori se expresaron en una configuración de fronteras no solo territoriales, sino, sobre todo, simbólicas. En estos escenarios se da la emergencia y la movilidad social de los “nuevos cochabambinos” con rostro andino resultado, sobre todo, de la migración trasnacional. Frente a estos nuevos actores, aparece el miedo a la pérdida de espacios y privilegios, condimentados, a la vez, por factores raciales.  

Estas diferenciaciones se agudizaron mucho más en el contexto sociopolítico de los últimos años en Bolivia, marcado por una alta polarización inclusive de clivaje racial merced al proceso de transformación estatal en curso, que en el caso específico de Cochabamba fue carcomiendo los cimientos primordiales de aquel discurso ordenador en torno al mestizaje regional. De igual manera, la configuración territorial del voto en la ciudad de Cochabamba post 11 de enero da cuenta que electoralmente es una “ciudad polarizada”. Por un lado, los sectores populares asentados en los barrios periurbanos, particularmente en la zona sur, manifiestan su adscripción por aquellos candidatos y propuestas enarboladas por el partido gobernante. Mientras tanto los sectores medios/altos, ubicados principalmente en los barrios de la zona norte, a través de su voto mayoritario expresan su resistencia por los candidatos y las propuestas “oficialistas”. 

¿El mestizaje cochabambino se hizo trizas o de qué tipo de mestizaje podemos hablar post-11 de enero? Negar un proceso de intercambio o un proceso de “hibridación” en la región sería soslayar un proceso sociohistórico de larga data. Ahora bien, esos procesos de interrelación social fueron estudiados bajo la óptica de un mestizaje “apacible” y no así desde una visión de las relaciones de poder (Foucault, 1970). De allí que a partir de los procesos de desencuentro, de diferenciación y de segregación social entre los cochabambinos se hace necesario analizar los procesos sociales de interacción social en la región desde la perspectiva del mestizaje conflictivo ya que, como dice Silvia Rivera (1993), el mestizaje es un legado colonial que hoy sigue permeando las relaciones sociales por la vía del colonialismo interno. El caso cochabambino no es la excepción, ni mucho menos.


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1  PhD en Estudios Culturales Latinoamericanos, magister en Ciencias Políticas, sociólogo y comunicador social. Profesor universitario en pre y postgrado; coordinador del Área de Investigación del Centro Cuarto Intermedio e investigador asociado al ALBA-Cultural en Cochabamba. Correo electrónico: yuritorrez@yahoo.es. Cochabamba-Bolivia.

2 A diferencia de la otra vertiente teórica de la “matriz colonial del mestizaje” que ubica al mestizaje en el contexto de “un proyecto político-intelectual del mestizaje forjado en el marco estructurante del hecho colonial y asentado en las relaciones de dominación” (Walsh, 2009: 27).

3 Por ejemplo, Brooke Larson (2000) identificaba a la cultura popular: las fiestas patronales, las ferias y las chicherías como “oasis democrático” donde las diferencias jerárquicas y raciales se eliminaban para dar paso la configuración de un mestizaje.

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