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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.12 n.27 La Paz dic. 2009

 

Las fronteras de la “metropolización”

Desigualdades de acceso al agua e indicadores de pobreza en La Paz

The borders of metropolization

Inequalities of access to water and indicators of poverty in La Paz

Franck Poupeau1

Las dificultades que enfrentan los barrios periféricos de la ciudad de La Paz para acceder al agua dejan numerosas enseñanzas sobre el proceso de metropolización. En este artículo, se comparten los resultados de una encuesta que, entre otros datos, muestra que no se puede razonar sobre una escala única de “pobreza”. Las lógicas constitutivas del espacio urbano resultan determinantes para comprender la redistribución territorial de los diferentes grupos sociales.

Palabras clave: urbanización / metropolización / agua / suministro de agua / desigualdad social / espacio urbano / ordenamiento del territorio / grupos sociales

The difficulties faced by marginal districts of the city of La Paz in gaining access to a water supply offer a wealth of information about the metropolization process. This article presents the results of a survey which shows that analysis cannot be based on a single scale of poverty. The ideas involved in constituting the urban space turn out to be decisive for understanding the territorial redistribution of different social groups.

Keywords: urbanization / metropolization / water / water supply / social inequality / urban space / land ordering / social groups


Desde hace algunos años, los especialistas de las políticas urbanas tanto como los decidores políticos de todas las tendencias (y de todos los países) ponen énfasis en la “metropolización” que afecta a las grandes ciudades bajo la influencia de la globalización. Mientras que una metrópoli agrupa actividades productivas, control de los intercambios, funciones de regulación y de dominación política, se supone que la metropolización provoca un incremento del poder de mando de una ciudad grande sobre un territorio ampliado, una concentración de las actividades económicas y sociales y una apertura a los flujos mundiales de comercio y de comunicación (Troin, 2000). Cuando la Alcaldía de La Paz, ciudad sede de gobierno, subraya en su plan de desarrollo urbano las transformaciones locales y los proyectos por desarrollar,  está invocando a la metropolización como base de un “desarrollo armónico entre el municipio de La Paz y los ‘hermanos municipios’ del área metropolitana, con la finalidad de restablecer el equilibrio geopolítico nacional, de redinamizar el desarrollo económico y productivo del departamento de La Paz y de establecer un polo de gravitación sobre el Pacífico”2. El corolario de esta apertura nacional e internacional está en el apoyo a los “trabajos estratégicos” de transformación del territorio municipal, trátese de facilitar el transporte, de mejorar las condiciones de vida o de fortalecer a las empresas municipales de agua y de gas. Es así como el espacio urbano de La Paz se encuentra sembrado de obras, acá para abrir una nueva vía hacia las alcaldías vecinas, allá para renovar la red de distribución de agua, o más allá para intentar delimitar un área verde, arrinconada entre un nuevo distribuidor y una urbanización en construcción.

El proceso de metropolización, percibido en su vínculo con la economía nacional o globalizada, puede también estar asociado a la producción de formas de segregación socioespacial que generan tensiones de diversa naturaleza, particularmente en las zonas limítrofes. La Paz constituye un caso ejemplar: conflictos entre administraciones municipales, la mayor parte de las veces a raíz de problemas de límites territoriales entre La Paz y los municipios vecinos, que le reprochan su política “hegemónica” en los planos territorial y económico; conflictos entre residentes de esas zonas de frontera, divididos entre el deseo de unirse al municipio “central” de La Paz, para beneficiarse con sus servicios urbanos, y el de quedarse en el municipio de origen, menos equipado pero también menos caro en términos de impuestos locales y de impuestos a  bienes raíces. Estas tensiones sociales son más vivas en la medida en que los municipios aparecen como desiguales, y que la ciudad “central” concentra todas las formas de capitales económicos, culturales y sociales, que moviliza para sus proyectos de ordenamiento territorial y de expansión. Sin embargo, las formas de segregación socioespacial no corresponden a las delimitaciones administrativas, y el propio espacio urbano de La Paz resulta siendo muy desigual. A pesar de todo, son las zonas de frontera con los otros municipios, en la periferia de la aglomeración central, las que concentran los indicadores de subequipamiento en servicios urbanos, de menor acceso a la salud y a la educación, de hábitat más elemental y de actividad económica más precaria (GMLP, 2006). Esas zonas periféricas y limítrofes entre municipios son capaces de revelar las lógicas en acción en el proceso de metropolización. Tomaré como hilo rector del análisis las desigualdades de acceso al servicio de distribución de agua y saneamiento, que constituyen “un indicador de las relaciones de desigualdad social” (Meublat, 2001), debido a los elevados costos de equipamiento, a la mediocre calidad del servicio en las zonas más pobres o a los riesgos ambientales. Las dificultades de
acceso a la red de los barrios periféricos en expansión de la aglomeración permitirán circunscribir no solamente los conflictos generados por la metropolización en proceso, sino también volver al análisis de los indicadores de pobreza utilizados por las políticas de equipamiento urbano.

LA INVESTIGACIÓN: CARACTERÍSTICAS DE LOS BARRIOS ESTUDIADOS Y DE LA MUESTRA

Entre abril y agosto de 2008, en los barrios periféricos en expansión de La Paz, se aplicó una encuesta con la distribución de cuestionarios según una doble lógica de muestreo3: una muestra “territorial” que ha tomado en cuenta barrios representativos de la diversidad de situaciones posibles, en términos de equipamiento, de situación geográfica y geológica, de características materiales del hábitat, de propiedades socioeconómicas de la población y de distancia al centro de La Paz (ver la presentación de los ocho barrios encuestados); en un segundo momento se  aplicó un número de cuestionarios equivalente al 10% de las viviendas en cada barrio seleccionado. La unidad básica es la vivienda familiar, que constituye el dato esencial del Censo 2001, de cuyo cuestionario se han retomado algunas preguntas con la finalidad de establecer una base de datos comparable de barrios en expansión, que en aquel momento no existían con la forma actual. Se han llenado 156 cuestionarios y se los ha procesado estadísticamente con ayuda del programa SPSS. En las siguientes líneas, describiré las características de la muestra obtenida, antes de establecer una caracterización sistemática de los barrios y de las condiciones socioespaciales de acceso al servicio de distribución de agua.

 

HABITAT Y CONDICIONES DE VIDA

Se constata que casi la mitad (49%) de los habitantes ocupa su vivienda desde hace más de 15 años; en algunos barrios, como Chicani, una parte considerable de los habitantes ha vivido siempre ahí. El 21% se ha instalado entre 1994 y 2001, mientras que el 30% lo hizo a partir de 2001, lo que confirma la idea de una leve aceleración de la migración urbana en la última década en la aglomeración formada por La Paz y El Alto (Poupeau, 2007). Casi la totalidad de los habitantes encuestados (95%) vive en una casa particular, de la cual el 91% tiene la propiedad (frente al 5% de alquiler y el 4% de casas prestadas). Sólo el 70% de ellos tiene un título de propiedad, y el 20% tiene otra casa fuera del barrio. En cuanto a las viviendas, el 42% tiene paredes de adobe, sólo el 33% tiene servicio higiénico y, de esta proporción, únicamente la mitad tiene el desagüe en un pozo ciego y un tercio en la red de alcantarillado (dos tercios de los habitantes hacen sus necesidades a la intemperie). Si bien la instalación eléctrica es relativamente satisfactoria y abarca al 90% de las viviendas, el acceso al agua por cañería dentro de la vivienda sólo beneficia al 16% de las viviendas, en tanto que el 11% tiene agua por cañería fuera de la vivienda aunque dentro del lote. La mayoría (55%) de los vecinos de los barrios encuestados se provee de agua en pozos próximos a su vivienda y el 16% pertenece a un sistema de cooperativa de agua. A diferencia de lo que puede suceder en otras partes de la aglomeración (El Alto, Achocalla), menos del 2% de los habitantes recurre a los carros cisterna. Las preguntas acerca de los usos del agua permitirán enseguida precisar el cuadro que nos ofrece esas primeras variables, tomadas del censo de 2001.

CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS DE LOS HOGARES  

Si bien el 80% de los jefes de hogar son hombres, generalmente casados, la estructura de edad revela la relativa ausencia de jóvenes matrimonios (el 13% de los jefes de hogar tiene menos de 30 años) en favor de parejas de mediana edad: el 31% tiene entre 30 y 39 años, el 25% entre 40 y 49 años, es decir que estas dos últimas categorías suman el 55%. Pero el hecho de que el 32% de los jefes de hogar tenga más de 50 años muestra una mayor diversidad de poblamiento que en las zonas periféricas de El Alto, por ejemplo, donde la gran mayoría de las parejas de mediana edad está ligada a una migración intraurbana que busca el acceso a la propiedad (Poupeau, 2009). Por otra parte, el 22% de los jefes de hogar de las zonas estudiadas en La Paz vive todavía con uno de los padres de la pareja, lo que puede expresar la persistencia de una transmisión familiar situada en el barrio mismo. La diversidad sociodemográfica de las parejas se observa en el nivel del número de niños por familia y el número de personas que ocupan la misma vivienda: el 10% de las familias tiene solamente un hijo, lo que confirma la baja proporción de parejas muy jóvenes; en cambio, el 29% tiene dos, el 18% tiene tres y el 41% tiene más de cuatro, lo que denota una relativa diferenciación de los tipos de familia (los sectores populares bolivianos tienden a tener más hijos). Del mismo modo, sólo el 10% de las viviendas alberga a  una o dos personas, el 51% alberga a entre tres y cinco, y el 39% alberga a más de seis. Esta diversidad se observa en la organización del hábitat: mientras que el 31% de las viviendas sólo cuenta con una habitación, el 32,5% tiene más de tres, con una gran mayoría que tiene al mismo tiempo una cocina separada y habitaciones exclusivamente para dormir.

Es pues difícil identificar, con sólo la lectura de las estadísticas de conjunto, un tipo de poblamiento específico de los barrios en expansión de La Paz, a diferencia de los barrios periféricos de El Alto, que expresan una instalación mucho más homogénea, y más reciente. La encuesta en La Paz revela, además, que el 42% de los jefes de hogar nacieron en el mismo barrio y la mayoría de los otros en las provincias del departamento de La Paz. Más del 45% de ellos vivía ya en el barrio cinco años antes, lo que confirma la idea de una instalación más antigua que en las zonas en expansión de El Alto. Mientras que la baja proporción de personas que se identificaba con un “pueblo originario” (30%) denotaba en esa ciudad la fuerza y el peso del modo de vida, de identificación y de aspiraciones de carácter urbano; el hecho de que el 85% de las personas encuestadas en La Paz se identifique con un “pueblo originario”, principalmente aymara, revela una implantación más rural, lo cual se refuerza con la profesión de los padres: el 52% de los padres de los jefes de hogar encuestados trabaja como agricultor, frente al 16% que trabaja como albañil, al 4% como chofer y al 6% como comerciante; los padres que ejercen “profesiones superiores” representan el 5% de la muestra, dato que concuerda con la presencia de enclaves privilegiados en algunos barrios, como Chicani o Chijipata.

CARACTERÍSTICAS SOCIOPROFESIONALES DE LOS JEFES DE HOGAR  

Si los trabajadores no calificados, trátese de albañiles o de obreros industriales, representan el 38% de la muestra, se encuentra un 28% de personas que laboran en el comercio y en los servicios, un 9% de agricultores, un 7% de empleados de oficina y un 10% de profesiones superiores (dirección de empresa, profesiones científicas y técnicas). Entre las jefas de hogar, que representan el 20% de la muestra, la mitad se queda a trabajar en el domicilio, la mayor parte del tiempo explotando una pequeña parcela de tierra que apenas garantiza la subsistencia: al igual que en El Alto, se trata de los hogares con mayores dificultades. Con respecto a los padres de los jefes de hogar de la muestra, se advierte, a pesar de todo, una ligera movilidad ascendente, con una reducción de la proporción de agricultores y un incremento de las profesiones medias o superiores, ligadas al desarrollo de los servicios en la aglomeración de La Paz.

Desde el punto de vista de la categoría ocupacional, dos tercios de los jefes de hogar son asalariados, de manera más o menos permanente, mientras que el 26% trabaja por cuenta propia -pero sólo el 3% se declara verdaderamente empleador- lo que significa que la mayoría se encuentra en situación de trabajo precario, como los albañiles o los plomeros que ofrecen cotidianamente su trabajo en algunas plazas de La Paz, y a los que se reconoce por los letreros que colocan en sus maletines de trabajo. Esta hipótesis se confirma primeramente por la baja tasa de personas que tienen un seguro personal (19%), luego por el análisis de las ramas de actividad: el 30% de la muestra trabaja en la construcción, el 13% en el comercio, el 15% en el transporte, el 10% en el trabajo a domicilio (esencialmente mujeres), el 9% en la agricultura, el 7% en la manufactura, pero sólo el 4% en la administración de servicios urbanos y en la educación. El personal de salud representa el 10% de la muestra, pero tratándose del sector público son, con seguridad, enfermeros/as o empleados/as subpagados, del mismo modo que los maestros de primaria. Esta baja calificación de los empleos se asocia con el nivel de instrucción: cerca del 10% de los jefes de hogar es analfabeto, el 42% cursó hasta el nivel primario, el 35% hasta el secundario, y el 9% fue hasta la universidad. Desde el punto de vista de las prácticas culturales en el sentido amplio, cerca del 70% de los hogares se declara católico y el 21% evangélico. Esta homogeneidad vuelve a encontrarse en el nivel de las actividades de diversión: la única actividad declarada es el fútbol.

DISTRIBUCIÓN DE LOS GASTOS  

El transporte tiene un lugar importante en la repartición de los gastos: si bien el 40% gasta menos de 20 bolivianos por semana, lo que corresponde al hecho de que el 3% de la muestra trabaja en su barrio y el 40% a menos de media hora de trayecto, la mayor parte de los jefes de hogar gasta entre 20 y 50 bolivianos por  semana (37%), y un cuarto de ellos gasta hasta más de 50 bolivianos -el 55% de los jefes de hogar tiene más de una hora de trayecto para llegar a su trabajo. Solamente el 10% de ellos tiene un vehículo, y se trata de choferes que trabajan por su cuenta, o las personas que residen en los condominios de Cota Cota. Desde el punto de vista alimentario, aparece cierta homogeneidad: el 80% de la muestra va al mercado una vez por semana, a veces diariamente a una tienda cercana para pequeñas compras, pero en ningún caso a los supermercados que se abrieron en La Paz desde hace unos quince años, y cuyos precios están todavía fuera del alcance de las familias modestas. Los gastos alimentarios declarados muestran un nivel de vida superior al observado en El Alto: solamente el 20% de los hogares gasta menos de 100 bolivianos por semana en la alimentación (y las tablas cruzadas muestran que se trata de familias restringidas), mientras que más de la mitad de la muestra gasta más de 150 bolivianos por semana (las diferencias entre hogares dependen del número de niños en la familia). Conviene señalar que esas cifras deben ser consideradas con prudencia, ya que la autoevaluación de los gastos no siempre es confiable: ésta no hace sino revelar grandes tendencias, especialmente desde un punto de vista comparativo con El Alto, donde el promedio de gastos por semana varía entre 50 y 100 bolivianos. No obstante, existen algunas similitudes entre los barrios periféricos de las dos ciudades de la aglomeración: al igual que en El Alto, una gran parte de las familias (80%) tiene la intención de agrandar su casa en el futuro, especialmente para abrir una tienda o criar ganado.

USOS DEL AGUA  

El consumo de agua se ha estimado también a partir de las declaraciones de los encuestados, en la medida en que pocos  (3%) tienen una factura que indica el volumen de agua utilizado. Desde el punto de vista de la higiene corporal, el 19% de las familias declara que baña a sus hijos una vez por semana y, por el contrario, el 18% les baña todos los días. Dos tercios de la muestra declaran que entre 2 y 4 veces, tanto para los niños como para los adultos, aun si para estos últimos la frecuencia es ligeramente menor en promedio. En cambio los jefes de hogar declaran en un 56% que se duchan fuera de su domicilio, de ellos un 44% lo hace en su lugar de trabajo y el 32% en duchas públicas.

En el ámbito de la higiene y la salud, la gestión de las aguas servidas y de los desechos deja aparecer las insuficiencias del servicio municipal: mientras que el 92% de los hogares encuestados elimina las aguas servidas echándolas afuera, el 80% deposita sus desechos en un lugar previsto para este fin, teniendo conocimiento de la existencia de un servicio de recolección de basura, relativamente presente en todo el territorio de La Paz, donde rara vez se encuentran montones de basura abandonados en terrenos baldíos. Sin embargo, los problemas vinculados al agua siguen siendo importantes: el 39% de los niños sufre problemas gástricos y el 31% presenta verrugas o infecciones cutáneas. La información recogida acerca del tipo de agua utilizada para los usos cotidianos permite precisar algunos elementos que las preguntas de la primera parte del cuestionario del Censo de 2001 dejaron en la sombra. En efecto, existen casos de conexión domiciliaria, pero que no son obra de la Empresa Pública y Social de Agua y Saneamiento (EPSAS): se trata de conexiones realizadas por una cooperativa local o por un sistema administrado colectivamente, particularmente en los barrios de Chicani, Apaña o 24 de Junio. En esos casos, la presencia de un grifo en la casa, muy utilizado para el agua potable, no impide ir a lavar la ropa o la vajilla en un pozo vecino, salvo los pocos casos en los que el agua es suficientemente abundante como para no demandar ningún gasto individual o colectivo (aparte de la contribución de los miembros de la cooperativa a los trabajos de instalación y mantenimiento). Si se agrega el uso de pozos y las conexiones cooperativas, 89% de hogares no tienen conexión a la red de EPSAS. El 6% tiene acceso a piletas públicas y el resto está constituido por familias que se proveen de agua por sus propios medios en fuentes fuera del barrio. En el caso de las personas conectadas a la red EPSAS, podemos constatar que la conexión de la mayor parte de ellas data de antes de la llegada de la empresa Aguas del Illimani en 1997, y que el período 2001-2007 presenta tasas particularmente bajas de conexión a la red (el año 2008 registra una reactivación de la expansión de la red, debido al establecimiento de la empresa municipal).

PERCEPCIÓN DEL SERVICIO DE DISTRIBUCIÓN Y POSICIONES POLÍTICAS

Las demandas de conexión a la red muestran que en los barrios periféricos de La Paz como de El Alto, no existe mayor reticencia respecto al pago mensual de la factura de agua: los casos recogidos de personas que estiman que el agua debiera ser gratuita corresponden a Chicani, donde un sistema comunitario provee agua de fuente en abundancia a algunas manzanas. En esos casos (que representan el 10% de la muestra) los vecinos afirman no querer conectarse a la red, mientras la mayoría de los demás encuestados expresa un vivo deseo de conexión. Acerca de este punto existe un sesgo debido a las condiciones de la encuesta por cuestionario: las personas que no están interesadas en una conexión, como los agricultores de barrios limítrofes entre La Paz y las comunidades vecinas, deseosas de no depender de La Paz para no pagar los impuestos locales sobre las tierras que son más elevados (por ejemplo Apaña), no quisieron responder al cuestionario, o bien no pudieron hacerlo por su ausencia casi permanente de su domicilio e, incluso, en algunos casos, por el obstáculo lingüístico que representaba para ellos el intercambio en español. Mientras las opiniones sobre los precios de consumo se dividen (el 31% los considera muy caros, el 32% estima que son razonables y el 37% no tiene opinión), los precios de conexión son considerados demasiado caros por una fracción significativa de la muestra: el 61% (el 24% los estima razonables y el 15% no tiene opinión). También en este tema, parece que la población de estos barrios enfrenta menos dificultades económicas que en los barrios en expansión de El Alto. No obstante, para muchos de los barrios encuestados el precio de conexión individual no corresponde a la suma que tendrían que desembolsar los vecinos para conectarse: estando situados en barrios de altitud, encastrados en rocas que constituyen obstáculos naturales, tendrían que hacer instalar sistemas más costosos, destinados a compensar la falta de presión. Con menores dificultades financieras que los habitantes de El Alto, los de La Paz encuentran en las condiciones espaciales de su instalación (los más pobres residen en los sectores de más difícil acceso: los más alejados del centro y los más cercanos a las colinas circundantes) un factor de desigualdad de acceso al servicio que puede resultar más importante.

Por lo demás, la población de los barrios no equipados de La Paz se muestra mucho menos movilizada en torno al tema del agua que la de El Alto. Sin embargo, la mitad de las personas encuestadas declaró que la carencia de agua constituyó un problema cuando se instalaron en su residencia actual. Pero sólo el 53% de esas personas conoce el nombre y la existencia de la empresa EPSAS, y menos del 40% tiene una opinión declarada sobre los efectos benéficos o no de la salida de la empresa Aguas del Illimani. El agua no parece ser percibido como un tema político y la gran mayoría de los habitantes se declara dispuesta a erogar los gastos que demanda el acceso a la red. Una vez informados sobre los precios de conexión (sólo el 17% de las personas encuestadas pudo decir cuál era la tarifa) los porcentajes caen un poco (el 76% está dispuesto a desembolsar 150 dólares para el agua potable y el 67% desembolsaría 185 dólares para el alcantarillado). Por otra parte, el problema de la conexión a la red se percibe más como un problema colectivo que individual: la conexión domiciliaria no se piensa, en la totalidad de los casos, sino en el marco de una conexión del conjunto del vecindario. Vemos claramente aquí lo que separa, tanto en el plano de las condiciones materiales como en el de las maneras de pensar, a los habitantes de esos barrios en extensión, de los “usuarios” que la ciencia económica y la sociología de las organizaciones de servicios urbanos ponen en el centro de sus preceptos normativos -sobre todo cuando se trata de equipar las villas llamadas “del Sur”…

DIVERSIDAD Y COHERENCIA DE LOS ESTILOS DE VIDA  

Si bien la descripción global de la muestra encuestada ofrece una imagen relativamente precisa de las condiciones de acceso al servicio de agua en los barrios periféricos de La Paz, no da cuenta sino de manera imperfecta de las dificultades concretas que enfrentan los habitantes y de los conflictos generados por la lógica de metropolización en acción. Por ello, se realizó un análisis de los cuestionarios sobre la base territorial de los barrios a fin de extraer grandes líneas de interpretación y de reagrupar variables, y efectuar luego un análisis estadístico que ponga en interacción a las características sociales de los individuos con los factores de desigualdad espacial.

Desde el punto de vista del hábitat, los barrios manifiestan diferencias marcadas. Dos barrios se caracterizan por un hábitat particularmente pobre, si nos limitamos al indicador del piso de tierra: Pokechaca y Mirador Turístico. Este último presenta, sin embargo, una mayoría de paredes de ladrillo: se halla situado en una zona rocosa donde es difícil fabricar adobe, es también un barrio muy reciente, donde todos los habitantes se han instalado a partir de 2002, que es el caso de sólo el 20% de los habitantes de Pokechaca. Desde el punto de vista de la antigüedad del asentamiento (Tabla 1), podemos distinguir varios ritmos: barrios como Chicani, Apaña o 24  de Junio tienen una mayoría de residentes de hace más de 15 años (incluyendo a personas que vivieron siempre en el mismo lugar), mientras que Chijipata o Alto Ovejuyo experimentaron un aumento progresivo de sus habitantes desde la década de 1990. Esta antigüedad de la instalación repercute en las anticipaciones de los residentes: los que piensan agrandar su casa son aquellos que viven en los barrios más recientes, o que tienen el mayor número de hogares recientemente implantados.

Muchos barrios presentan un perfil claramente más favorecido: los condominios de Cota Cota, por una parte, y Chijipata, zona de expansión reciente entre Achumani y Cota Cota, por otra. Casas de ladrillo, pisos de cemento, madera o cerámica, son los primeros indicadores visibles. La misma organización del hábitat lo demuestra, con un porcentaje de servicios higiénicos privados ampliamente superior al promedio de los otros barrios (65%), una baja proporción de casas compuestas por una sola habitación (la mitad cuenta con más de tres y tiene al menos otra planta) y un porcentaje más elevado de propietarios. En cambio, las tasas de cobertura con servicio eléctrico no presentan diferencias significativas entre barrios, en la medida en que esta variable depende menos de los niveles de ingresos que de la antigüedad en el barrio. Las diferencias entre los barrios repercuten en el acceso al servicio de distribución de agua (Tabla 2). Chijipata y los condominios son los únicos que verdaderamente pueden acceder a la red, aun si en bajas cantidades (15%), y aunque en los condominios se trate de una instalación privada comprada a la empresa en 2007. Los otros barrios carecen totalmente del servicio si están muy lejos del centro urbano (Pokechaca, Alto Ovejuyo), o bien sólo disponen en el margen, en las zonas limítrofes con otros barrios más centrales (24 de Junio, Mirador Turístico), donde también podemos encontrar piletas públicas. Chicani y Apaña presentan la particularidad de tener cooperativas que prestan el servicio a un número limitado de viviendas con un sistema de canalizaciones domiciliarias. Excepto el Mirador Turístico y en menor grado Apaña, cuyas fuentes son muy débiles para aprovisionar a más de un cuarto de las viviendas, la mayoría de los barrios se aprovisionan en pozos, naturales o construidos. Esta agua de fuente puede ser canalizada por medio de cañerías domiciliarias. Son esos casos, como veremos, los que provocan más reticencias en cuanto a la conexión a la red de la empresa pública.

 

La edad de los jefes de hogar varía según el barrio, y ofrece indicaciones sobre el tipo de implantación si se cruza esta variable con el año de llegada (Tabla 3). Alto Ovejuyo tiene una alta tasa de jefes de hogar menores de 40 años, y una muy baja de más de 60 años: se trata principalmente de jóvenes parejas casadas, con varios hijos, y que a menudo viven con sus padres, siendo éste el perfil más cercano a las estrategias de acceso a la propiedad en los barrios periféricos de El Alto. Mirador Turístico presenta un perfil relativamente similar, aunque menos marcado, y comprende menos familias numerosas a la vez que menos niños en baja edad. Un indicador aproximativo del tipo de hogares está constituido por la presencia de niños menores de 4 años: Pokechaca (60% de los hogares), Alto Ovejuyo y Apaña (alrededor del 50% cada uno), comprenden desde ese punto de vista a hogares más jóvenes y, sin duda, más modestos -lo que será confirmado por el análisis de las características socioeconómicas de los jefes de hogar.

Chicani, 24 de Junio, Pokechaca y Mirador Turístico tienen la mayor proporción de jefes de hogar menores de 40 años, y, a excepción del primero, la menor proporción de mayores de 60 años. Este indicador confirma la idea de que una parte significativa de residentes, cuando no han vivido siempre en el barrio, llegan a él para acceder a la propiedad. Pero no se trata, como en El Alto, de una verdadera migración (rural o intraurbana), en el sentido en que un gran número de jefes de hogar nacieron en el barrio o, cuando se trata de un barrio nuevo, en las proximidades (es particularmente el caso de Mirador Turístico, donde los padres de los jefes de hogar viven a menudo en la parte baja del barrio). Muchos encuestados afirman que la proximidad de un miembro de la familia fue determinante en la elección del barrio, especialmente para no hacerse engañar en la compra de un terreno. Sólo los barrios de Pokechaca y 24 de Junio, que presentan un porcentaje elevado de personas nacidas fuera del departamento de La Paz, de las cuales una fracción importante habla quechua (y no aymara), señal de un nacimiento en partes alejadas del altiplano (Oruro, Potosí, o incluso en los valles de Cochabamba), parecen corresponder a un modelo de migración tradicional, del mundo rural hacia la ciudad. Son también esos barrios los que tienen el mayor porcentaje de familias más numerosas. Sin embargo, un caso debe ser aclarado: la alta proporción de familias numerosas en Chijipata, supuestamente el barrio más acomodado. Este estado de hecho se explica si se percibe que este barrio, que tuvo un fuerte crecimiento demográfico reciente, agrupa en gran parte a poblaciones de empleados y obreros, para quienes la necesidad de tener más espacio que en un departamento del centro de la ciudad ha sido determinante.

Los barrios de implantación más antigua, como Chicani, Apaña y Alto Ovejuyo son también los que cuentan con más jefes de hogar de sexo masculino, y cuyos padres viven en la misma casa, indicando la persistencia de un modo de reproducción económica predominantemente familiar. Vemos pues que desde un punto de vista sociodemográfico, es muy difícil clasificar a los barrios en una escala única: una verdadera diversidad orienta los modos de instalación, trátese de la antigüedad, de la composición familiar o de la relación con el barrio. Entonces, es por el lado de las características socioeconómicas de los jefes de hogar por donde hay que buscar distinciones más finas entre las diversas localizaciones.

Es en las categorías y en las profesiones donde aparecen otras diferencias (tablas 4 y 5). No es una sorpresa que los dos barrios con patrones o empleadores sean Chicani y Chijipata: empresas agrícolas en el primero, empresas de servicios o de construcción  en el segundo. Los barrios con mayor número de obreros y de empleados son Mirador Turístico, Alto Ovejuyo, 24 de Junio y Pokechaca. Apaña es un caso aparte, pues reúne a un décimo de pequeños agricultores, que se codean con iguales cantidades de obreros no calificados y comerciantes. Como se podía esperar, las profesiones superiores están presentes principalmente en Chijipata y en los condominios de Cota Cota, pero también en menor proporción (menos del 10%) en algunas zonas de Chicani y de Apaña, donde podemos observar casas más grandes, mejor construidas, con un espacio suficiente para albergar al vehículo motorizado de un posible ejecutivo. Resulta más sorprendente la presencia de esas categorías relativamente favorecidas en el barrio 24 de Junio: pero su proximidad con la ciudad, particularmente las casas situadas hacia abajo, explica sin duda que técnicos calificados, con un buen nivel de estudios, hayan elegido vivir ahí para acceder a la propiedad a menor costo y a una distancia razonable de su lugar de trabajo. Los empleados de oficina son los más numerosos en 24 de Junio y Mirador Turístico, los más cercanos espacialmente del centro de la zona sur, así como Chijipata, relativamente accesible en transporte público. Los comerciantes están presentes en un tercio de los jefes de hogar en todos los barrios, salvo Alto Ovejuyo, poblado principalmente por obreros no calificados y jubilados, y Chicani, más orientado a las actividades agrícolas (cerca del 30%). El otro barrio con un componente agrícola activo es Apaña, que, como Chicani, se encuentra en la frontera entre los municipios de La Paz y Palca, comuna rural y dotada de pocos recursos fiscales. Con Pokechaca, los dos apéndices urbanos de la zona sur que son Alto Ovejuyo y Mirador Turístico, comprenden a la mayoría de obreros no calificados, ocupados principalmente en el sector de la construcción, de los transportes y de la industria.

 La profesión declarada de los padres de los jefes de hogar (Tabla 6) echa nuevas luces sobre la población residente. Si bien las proporciones de las profesiones superiores y técnicas calificadas son sensiblemente las mismas a un nivel ligeramente inferior que las de los jefes de hogar en los barrios concernidos, vemos sin embargo aparecer una tendencia dominante: en la mayoría de los barrios, y en Chicani más que en otro lugar, los padres de los jefes de hogar son en gran parte agricultores. La única excepción: los barrios de “clases medias” de Chijipata y de los condominios asociados, lo que coincide con resultados conocidos sobre la baja movilidad social de las clases populares bolivianas -y en particular cuando provienen del mundo rural.

Esos resultados se ven confirmados por el nivel de instrucción del jefe de hogar (Tabla 7): Chicani se caracteriza por un predominio del nivel primario, mientras que en otros barrios el nivel secundario compite con el primario y hasta llega a superarlo. Cabe notar, sin embargo, una franja analfabeta en casi todos los barrios, alrededor del 10%, y las tasas elevadas de barrios como 24 de Junio y Pokechaca, en comparación con la estructura de las profesiones ejercidas: puede verse en ello la incidencia de la parte urbana de la población de esos barrios, en La Paz o en otras ciudades del país, que se beneficiaron con una escolaridad superior al promedio. Los otros datos sobre las características socioeconómicas de los jefes de hogar no modifican sensiblemente el perfil de los barrios: al menos tres cuartos de los jefes de hogar declaran pertenecer a un pueblo “originario”, conforme al censo de 2001. Y la mayoría aprendió el aymara o el quechua al mismo tiempo que el español, cualquiera que sea su origen social o geográfico. Desde un punto de vista cultural, los barrios son mayoritariamente católicos practicantes, aunque la Iglesia Evangélica está muy presente en Chicani, pero también en Apaña y en 24 de Junio. Como podía indicarlo el origen geográfico de los jefes de hogar, son los barrios con alta proporción de personas nacidas fuera de La Paz los que presentan la mayor movilidad (mensual o anual) fuera de la ciudad, seguidos de los barrios en los que los lazos familiares de algunos agricultores y sus eventuales parcelas de tierra fuera de la ciudad, les mueven a ir al campo al menos una vez por mes. Chijipata y los condominios presentan también ingresos suficientemente regulares y elevados para permitir a sus habitantes la realización de viajes frecuentes fuera de la ciudad.

 

Las razones de la instalación en los barrios periféricos de La Paz son diversas (Tabla 8). Ante todo, están razones familiares, más importantes en algunos barrios, como Apaña o Alto Ovejuyo, que en otros, como Chicani o Chijipata, donde no se las menciona. La proximidad con el lugar de trabajo o con el centro urbano parecen ser relativamente determinantes en la mayoría de los barrios, así como las razones climáticas: numerosos habitantes confirman en el cuestionario que instalarse en El Alto es una desventaja por el frío que hace. Las consideraciones económicas son relativamente menores en el conjunto de los barrios, salvo, paradójicamente, en el barrio más favorecido, Chijipata, donde más de la mitad de las familias sostiene haber considerado el precio del terreno, más accesible que en el centro de la ciudad. Pero esta aparente ausencia de razones económicas en los otros barrios no debe engañar: sucede que en las familias más pobres, la economía es percibida como obvia, y si se mencionan más frecuentemente razones familiares o la proximidad  con el lugar de trabajo, éstas encubren en realidad otra economía -facilidades de instalación gracias a un miembro de la familia o deseo de limitar el costo del transporte en el largo plazo. Por último, para las familias que fueron a instalarse en el barrio, la ausencia de conexión ha constituido mayoritariamente un problema, sobre todo cuando su nueva vivienda estaba en una zona poco accesible (Pokechaca) o poco dotada con fuentes naturales (Apaña).

La distancia del barrio al lugar de trabajo, y el costo del transporte que resulta de ella, es otra fuente de desigualdades para los hogares (Tabla 9).
En tres barrios, los jefes de hogar cuyo tiempo de transporte es inferior a 30 minutos por día son la mayoría: en Chicani, donde encontramos agricultores y artesanos, así como en Alto Ovejuyo, ese corto tiempo de transporte se refleja en los gastos (con una alta proporción que gasta menos de 20 bolivianos por semana). En cambio, en Chijipata, la presencia de automóviles y de medios de transporte directos hacia el centro urbano explica la pequeña proporción tanto de gastos bajos como de gastos elevados. En efecto, son varios los parámetros que intervienen en los gastos de transporte: la necesidad de cambios de línea de bus, pero también el tipo de profesión de los jefes de hogar, lo que obliga, por ejemplo a los residentes de Mirador Turístico, a multiplicar los trayectos para ir a su lugar de trabajo, ya que la mayoría de ellos trabaja como obrero o empleado en empresas o en la administración en el centro de la ciudad. Vemos pues que las limitaciones espaciales son significativas sólo cuando se acompañan de las variables sociales pertinentes: el espacio no es un dato “en sí”, los obstáculos o las facilidades que éste procura dependen de las características de los agentes sociales, y por tanto de los recursos que pueden movilizar para liberarse de ellos.

Casi la totalidad de las familias va al mercado una vez por semana, salvo en Pokechaca, 24 de Junio y Apaña donde cerca de un 25% de las familias lo hace repetidas veces, ciertamente por la proximidad de los mercados con el barrio. Desde el punto de vista del monto global de los gastos, sin considerar el tamaño de las familias, surgen pocas diferenciaciones entre barrios: aparte de Pokechaca (y en menor medida 24 de Junio), que agrupa a las profesiones de menores ingresos, y donde casi el 30% de las familias gasta menos de 100 bolivianos en el mercado semanal, no existen diferencias significativas entre los barrios (Chijipata presenta evidentemente la menor proporción de familias con gastos bajos). Donde sí se encuentran brechas significativas es en el nivel de la distribución de los gastos: 24 de Junio, que comprende a la mayor proporción de hogares con más de cinco personas, tiene más familias que gastan más de 200 bolivianos por semana que los otros barrios. La elevada proporción de empleados en el barrio, que invirtieron ahí por la proximidad al centro de la ciudad, explica en gran parte ese resultado. Alto Ovejuyo, que por el contrario comprende sólo profesiones no calificadas, y donde tres cuartos de los hogares cuentan con más de cinco personas, se sitúa en cambio en el “intervalo de consumo” inferior, entre 100 y 200 bolivianos. Finalmente, una última particularidad: Chijipata, que comprende a la vez a familias relativamente acomodadas y numerosas, permanece también en el intervalo de los 100-200 bolivianos. Un examen de los cuestionarios muestra que es el único barrio donde las familias compran además del mercado, en tiendas o en micromercados del centro. De todas formas, la modicidad de los gastos no puede sino evocar el modo de vida “ascético” de las clases medias en ascenso, que economizan en un gran número de partidas de gasto para financiar el acceso a la propiedad o la educación de los niños.

DE LOS USOS DEL AGUA A LAS TOMAS DE POSICIÓN POLÍTICA

El análisis de los barrios a partir del hábitat y de las características demográficas, sociales y económicas de las familias permite ver bajo una perspectiva más concreta los estilos de vida y las posiciones de los habitantes con relación al servicio de distribución de agua. Los hábitos higiénicos de los habitantes varían en función de la disponibilidad del recurso: en Chicani, las fuentes de agua permiten un aseo integral más frecuente de los niños como de los adultos en las zonas atendidas por la cooperativa local. Chijipata, el barrio más acomodado, presenta las tasas más elevadas en este tema, pero es difícil decir si se trata de una variable correlacionada con el nivel de vida o bien con la mayor presencia de canalizaciones de la empresa municipal en el barrio. Los adultos que no tienen ducha en el domicilio, se asean principalmente en el trabajo, salvo en Chicani, donde la presencia de fuentes abundantes permite una higiene corporal en las cercanías del lugar de residencia.

La existencia del servicio higiénico dentro del domicilio hace aparecer disparidades importantes (Tabla 11): dos barrios están totalmente desprovistos (Mirador Turístico y Alto Ovejuyo) mientras que Chijipata y los condominios tienen una cobertura de casi el 70% de los hogares, claramente mayor que el acceso a la red del barrio. En este punto podemos formular la hipótesis de que la existencia del servicio higiénico está en relación con el nivel de vida: las poblaciones fuertemente urbanizadas consideran más chocante ir a hacer sus necesidades a la intemperie (razón cultural); en otros casos, el costo de la instalación, trátese de un desagüe en un pozo ciego o de la capacidad de destinar una pieza en el domicilio para el servicio higiénico, a menudo resulta prohibitivo para los hogares más pobres (razón económica).

Desde el punto de vista de los usos cotidianos, el cuestionario revela el recurso predominante al agua de manantial y a los pozos para lavar ropa y la vajilla, pero también a fuentes de aprovisionamiento alternativas: compras de agua a los vecinos (Mirador Turístico, Apaña) o uso de una pileta pública en los márgenes del barrio (24 de Junio, Mirador Turístico). Por medio de esta entrada, volvemos a encontrar los datos obtenidos con las primeras preguntas sobre el equipamiento de la casa. En contrapartida, no es posible utilizar aquí la evaluación de la cantidad de agua utilizada por los hogares, pues habría que afinar esta evaluación por el número de personas por familia, lo cual no es factible en el caso de este análisis por barrios, que muestra simplemente el elevado porcentaje de hogares que declaran consumir un turril por semana en los barrios donde el agua es menos accesible (Apaña, Pokechaca, Mirador Turístico). Y esos barrios son los mismos que utilizan más agua de lluvia para cocinar (cerca del 80% de hogares, salvo Chijipata y los condominios, que sólo llegan al 60%).

Las preguntas sobre los motivos para conectarse a la red de agua potable, o no, hacen surgir otras líneas de separación (Tabla 12). Las razones de seguridad (para no tener que salir por la noche) son elevadas en cualquiera de los barrios, sin que sea posible atribuirlas a una causa particular, mientras que no tener conflictos con los vecinos parece importante en los barrios donde hay una cooperativa (Chicani). Paradójicamente, es también en este tipo de barrio donde encontramos gente que afirma no querer una conexión a la red de la empresa municipal, ya que la cooperativa les basta (es el caso de un cuarto de los encuestados de Chicani). Una vez efectuada la verificación de los cuestionarios, resulta que las personas que no quieren conflictos con el vecindario no son las que no quieren la conexión al servicio, y podemos suponer sin mucha dificultad que el control de la cooperativa de agua provoca conflictos entre los dirigentes, a quienes la situación satisface, y las personas que dependen o están excluidas de ella.

A la pregunta de si estarían dispuestos a invertir dinero para acceder a la red de agua potable (Tabla 13), los habitantes de todos los barrios responden principalmente sí, del mismo modo que consideran, mayoritariamente, que pagar una factura por el consumo de agua es normal  -exceptuando, también aquí, a los usuarios de las cooperativas rurales que, al tener un acceso abundante y gratuito al recurso, no quieren cambiar de modo de gestión. Las respuestas son algo más contrastadas en cuanto a la red de alcantarillado: la baja densidad poblacional en algunas zonas, como Alto Ovejuyo o Chicani, no torna preocupante la situación sanitaria local. Pero, en todo caso, a la pregunta de cuándo piensan hacer la conexión, los habitantes de los distintos barrios no manifiestan el mismo interés por equiparse: pocos barrios iniciaron verdaderamente gestiones (24 de Junio, Mirador Turístico y Alto Ovejuyo), y en los otros es necesario o que la empresa proponga comenzar las instalaciones, o que las juntas de vecinos hagan el trámite. El acceso al servicio no se percibe como una gestión individual, sino como el resultado de un proceso colectivo. A la pregunta de por qué no se conectaron todavía, resulta mayoritariamente (más del 80%) en todos los barrios que, debido a que la zona no está conectada, el acceso individual no se ha realizado. Sólo los habitantes de Alto Ovejuyo, caracterizados por un hábitat muy precario y sin embargo muy antiguo, mencionan el costo demasiado elevado del precio de conexión. Precisamente, desde el punto de vista de los precios, la mayoría de los residentes de todos los barrios encuestados confiesa no conocer la tarifa de la conexión individual a la red. Una vez que conocen los precios, sus veleidades de conexión caen sensiblemente, actitud que no deja de tener relación con su percepción del servicio de distribución.

Una gran mayoría de las personas encuestadas no conoce las modificaciones que tuvieron lugar en el servicio de distribución desde 2007, excepto en Alto Ovejuyo, donde iniciaron gestiones por decisión colectiva de los residentes, y en Chijipata, donde podemos pensar que el nivel de educación más elevado permite un mejor acceso a la actualidad política. Este barrio es también el único donde el porcentaje de vecinos que considera razonable las tarifas de conexión es mayor que el de aquellos que las consideran demasiado caras. En los otros barrios, una mayoría de habitantes se declara lista para conectarse -aunque en menor proporción en Chicani, que dispone de la distribución por una cooperativa muy eficiente. De modo general, las diferencias entre los barrios parecen relativamente mínimas, o, en todo caso, no se prestan a una explicación sistemática. Es en la conexión al alcantarillado donde surgen variaciones significativas: algunos barrios desfavorecidos, como Mirador Turístico o Alto Ovejuyo, muestran una preocupación menor por los problemas de evacuación de aguas servidas, sin duda porque son zonas de tamaño reducido, situadas más arriba que los otros barrios; en Pokechaca, por el contrario, el deseo de conexión a la red de alcantarillado, que se acerca al 80%, se debe ciertamente a las condiciones de vida locales, con una zona densamente poblada sobre un terreno accidentado, donde los problemas de evacuación seguramente suscitan querellas de vecindario.

La evaluación de las tarifas de consumo de agua presenta un consenso relativo respecto de la obligación de pagar para disponer de un servicio de distribución regular y de calidad. Nuevamente, Chicani se distingue por una menor proporción de personas dispuestas a pagar, en la medida en que la abundancia de agua canalizada por la cooperativa desde las fuentes hace que la tarifación del servicio parezca anormal. Son sobre todo los barrios donde el recurso no está disponible los que tienen las tasas más elevadas de residentes sin opinión.

La alta proporción de residentes sin opinión sobre los procesos políticos en curso se refleja en la percepción de la salida de la empresa privada Aguas del Illimani (Tabla 14). Muchos tipos de factores parecen explicar este fenómeno: el hecho de que los problemas de aprovisionamiento sean vividos como menos difíciles (Chicani); que la gente se sienta más ligada a un distrito rural que a uno urbano atendido por la empresa (Chicani, Apaña), o que la poca esperanza de equiparse en el corto plazo, a pesar de las reiteradas demandas ante la administración y por los problemas técnicos encontrados, no predispone a interesarse en el tema; inversamente, el hecho de que los barrios considerados estén dotados de una calidad de vida o de un nivel escolar superiores (Chijipata, 24 de Junio) hace bajar la tasa de los sin opinión sobre el cambio de empresa. Y esos resultados se reflejan en el nivel de conocimiento de la nueva empresa, de la cual los barrios han oído hablar de manera desigual. De todas formas, esos resultados deben ser manejados con prudencia: la tasa de no respuesta indica, a la vez, un fuerte sentimiento de desposeimiento por los habitantes -que genera preocupaciones alejadas de las temáticas políticas “oficiales” y de actualidad-, y una incertidumbre adicional en la recolección de información, ligada al hecho de que las personas encuestadas no se sienten autorizadas a expresar “públicamente” (es decir, ante encuestadores extranjeros) sus opiniones políticas, según la lógica clásica de las relaciones entre capital escolar y capital político demostrada por Pierre Bourdieu.

La incertidumbre en materia de respuestas se refleja en la evaluación, por las personas encuestadas, de los problemas de escasez y de contaminación del agua. La Tabla 15 muestra que las opiniones emitidas dependen de la situación particular del barrio más que de un juicio informado sobre los problemas ambientales. Y exceptuando los barrios donde disponen de fuentes propias que alimentan a una cooperativa, como Chicani y Apaña, podemos constatar que sólo una minoría de los residentes declara tener agua de buena calidad; en el sentido opuesto, Alto Ovejuyo, cuyo único pozo resulta poco apto para el consumo, los barrios de Chijipata, 24 de Junio y Pokechaca, donde las fuentes no son muy abundantes, revelan tasas de satisfacción muy bajas.

INTERACCIÓN SOCIOECONÓMICA Y ACCESIBILIDAD ESPACIAL

Los resultados de los cuestionarios muestran una verdadera variedad en la situación material, demográfica y socioeconómica de los barrios, así como en los usos del agua y la percepción que sus habitantes tienen del servicio de distribución. Si bien este análisis deja aparecer algunas regularidades, no por ello es fácil llevarlas a una escala única de dificultades, que permitiría clasificarlas por orden creciente. Sobre cada temática, es necesario más bien hacer intervenir una verdadera variedad de criterios, tomando en cuenta ya sea la situación geográfica, ya sea los problemas de accesibilidad, ya sea las características de las familias, etc., o, a veces, varios criterios a la vez. En consecuencia, la escala territorial del barrio no es necesariamente la más adecuada para el análisis de las desigualdades de acceso al servicio. Parece más apropiado razonar no a partir de las categorías “territoriales” definidas por la administración pública, trátese de alcaldías o de la empresa municipal, sino según indicadores socioespaciales de acceso al servicio integrando criterios multidimensionales. Las siguientes líneas están destinadas a esta tentativa.

El análisis de la situación de cada barrio desde el punto de vista de las desigualdades de acceso al agua revela dos dimensiones importantes: por una parte, la integración socioeconómica de los habitantes, y, por otra parte, la accesibilidad material del barrio a la red de servicios urbanos. La integración socioeconómica se asienta en la profesión del jefe de hogar, su estabilidad en términos de ingresos y de participación en el sector formal. La accesibilidad a la red se basa a la vez en la distancia respecto al centro, en la presencia de obstáculos físicos, en la presencia de un sistema vial en buen estado y reconocido por las autoridades públicas (y por el cual transitan medios de locomoción colectivos más o menos numerosos y regulares). El cruce de esas dos dimensiones, social y espacial, ha permitido determinar cuatro tipos de situaciones, ilustradas en el Gráfico 1. El espacio social representado a través de las diferenciaciones del espacio urbano permite sacar a la luz la coherencia de las propiedades asociadas al hecho de vivir en tal barrio o tal otro.

 Caso 1.- Los barrios en vías de equipamiento, que reúnen al mismo tiempo mayores facilidades materiales de acceso al servicio de distribución de agua (poca distancia del centro, pocos obstáculos geográficos, etc.) y mayores medios de los habitantes, no solamente en términos de capacidad de pago, sino también de capacidad de realizar las gestiones administrativas ante la empresa o la alcaldía.

Caso 2.-  Los barrios cuyo equipamiento en agua encuentra dificultades de carácter técnico: estando situados en condiciones geográficas difíciles, sobre las pendientes elevadas de las colinas circundantes, o separadas del centro urbano por un obstáculo natural (rocas, cursos de agua, etc.), necesitan la instalación de una red especial, destinada a evitar los problemas de presión, lo que aumenta significativamente los costos de instalación para los habitantes.

Caso 3.- Los barrios que no están equipados por razones económicas: no presentan dificultades mayores en términos de accesibilidad material, pero la baja capacidad de pago individual o colectiva de los habitantes, a menudo recientemente instalados en esas zonas periféricas en extensión y con muy poca densidad, es lo que constituye el obstáculo principal.

Caso 4.- Los barrios que no son equipables, al menos a corto plazo, acumulan desventajas técnicas y económicas, y ese cúmulo se transforma en múltiples obstáculos administrativos: ausencia de autorización municipal relativa a la vialidad en zonas demasiado inestables, no obtención de títulos de propiedad debido a la proximidad de una descarga tóxica, etc.

CONCLUSIÓN: METROPOLIZACIÓN, BARRIOS PERIFÉRICOS Y POBREZA  

Las dificultades que enfrentan los barrios periféricos para acceder al agua dejan numerosas enseñanzas sobre el proceso de metropolización. Por una parte, la indeterminación de los límites entre municipios genera conflictos ligados a las características específicas de las diferentes poblaciones residentes. Esos conflictos se arraigan no en simples divergencias de intereses económicos (pagar más o menos impuestos locales), sino en diferencias importantes de estilos de vida y de aspiraciones -aspiraciones urbanas en una gran parte de los residentes, cuyo trabajo aumenta la proximidad con la ciudad.

El análisis de las desigualdades a partir del indicador constituido por el acceso al agua muestra la importancia de las dimensiones espacial y social de las formas de segregación. La coherencia de las características sociales asociadas al hecho de vivir en uno u otro barrio periférico aparece en la interacción de las variables espaciales, expresadas en la configuración de cada barrio, y de las variables sociales, resumidas en las características de los jefes de hogar. Más aún, un indicador de localización espacial se revela altamente predictivo de las características sociales de una familia. La encuesta permite entonces establecer los principios de oposición según los cuales se estructura el espacio social de la metrópoli paceña: residencia en los barrios periféricos recientes/barrios antiguos, gran distancia al lugar de trabajo/poca distancia, propietarios/inquilinos, hábitat no equipado/hábitat equipado con servicios urbanos, casa de adobe/casa de ladrillo, higiene puntual/higiene cotidiana, consumo alimentario basado en papas/alimentación variada, obreros de la construcción/comerciantes, trabajo precario/pequeña empresa familiar, estudios primarios/estudios secundarios, aspiraciones urbanas/lazos activos con el mundo rural, movilización política baja/reivindicaciones indigenistas, etc. Así, a través de las desigualdades constitutivas del espacio urbano se revelan las estructuras de un espacio social fuertemente segmentado, que estructuran el conjunto de los estilos de vida, desde el material del piso de la vivienda hasta las prácticas culturales y políticas.

Una de las principales consecuencias prácticas de estos resultados es que no se puede razonar sobre una escala única de “pobreza”. Ser obrero de la construcción o empleado no tiene el mismo significado según se viva en un barrio accesible o no. Estar en el extremo de la red, confrontado a obstáculos naturales que elevan los costos de instalación, tener que gastar más en transporte, etc., constituyen otros tantos factores de empobrecimiento relativo, y tornan todavía más problemático el acceso a servicios urbanos básicos, que tienen efectos importantes sobre los estilos de vida familiares. En esta perspectiva, las lógicas constitutivas del espacio urbano resultan determinantes para comprender las transformaciones de las estructuras del espacio social y de la redistribución territorial de las diferentes formas de capital.

 


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NOTAS

1         Franck Poupeau es doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Paris) e investigador del Instituto Francés de Estudios Andinos (UMIFRE 17 CNRS-MAEE). franck.poupeau@gmail.com

2         Primera Asamblea del Municipio, Declaración final. La Paz, 31 de octubre de 2008.

3         Esta encuesta ha sido realizada en 2008 con la ayuda y la amistosa complicidad de dos pasantes del Instituto de Estudios Políticos de Rennes, opción Gestión de los servicios urbanos: Antoine Brochet y Florian Marchadour.

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