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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.12 n.26 La Paz jun. 2009

 

Parentesco andino en la constitución de trayectorias y redes migratorias hacia España1

 Germán Guaygua Ch.2

En los últimos años las familias de las ciudades de La Paz y El Alto han protagonizado un proceso de éxodo masivo hacia España moldeado por el parentesco andino. En este artículo, el autor analiza los impactos de la migración en las estructuras familiares, en las formas de reconstitución de las redes sociales y en los procesos de movilidad social que se están produciendo en nuestras sociedades.


Vivimos en una época en que las conexiones transnacionales son cada vez más variadas y más penetrantes, con mayores o menores consecuencias para la vida humana y para la cultura. Las personas se mueven y cruzan las fronteras nacionales por diversas razones... Nuestra imaginación se alimenta a menudo de la distancia y de las muchas formas en que lo distante puede convertirse de pronto en próximo (Hannerz, 1998:17).

La nueva ola emigratoria de bolivianos3 a España es uno de los fenómenos que  marca la reconfiguración de las relaciones económicas, sociales, culturales y el modo de vivir con la esperanza de un futuro mejor para las familias. Son cambios importantes respecto a los flujos migratorios históricos hacia Argentina, Brasil y Estados Unidos, y plantean una serie de interrogantes sobre sus efectos y transformaciones tanto en las sociedades de origen como en las de destino.

Los estudios sobre la problemática migratoria internacional se aproximaron al tema, durante varios años, desde una mirada unidireccional, solo de ida y asumiendo a la migración como un fenómeno que ocurría por única vez, es decir sin retorno. Las ciencias sociales se encargaron de afirmar la existencia de factores de expulsión (push) de los lugares de origen y factores de atracción (pull) del lugar de destino. Se ponía énfasis en el estudio de los problemas que acarreaban los migrantes en el lugar de destino y se daba poca atención a los problemas del lugar de procedencia, generándose una tendencia a analizar de manera separada ambos espacios (Durand y Massey, 2003; Arango et al., 2003; Portes et al., 2003).

El enfoque transnacional4 de las migraciones surge como respuesta a las investigaciones que centraban el análisis del fenómeno migratorio únicamente en lo que ocurría en la sociedad receptora de migrantes. Y muestra cómo los migrantes no rompen los vínculos con sus sociedades de origen, más por el contrario, mantienen fluidas relaciones económicas, sociales y políticas con sus países a medida que se integran en la sociedad receptora.

En ese marco es importante analizar a la familia transnacional5 y situarla más allá de aquello que sostienen, por ejemplo, los medios de comunicación: la migración no surge únicamente a partir de una decisión racional de costo-beneficio; en ella entran en juego factores sociales y culturales, cadenas migratorias, estrategias familiares, redes de parentesco y remesas sociales, que brindan insumos para analizar la problemática desde una  interpretación social y cultural antes que económica.

En el presente artículo me detendré en diversas estrategias familiares que en las ciudades de La Paz y El Alto6 permiten afrontar el proyecto migratorio y sus características, y, en base a este análisis, buscaré responder principalmente a las siguientes preguntas: ¿Cómo afecta la migración en la estructura familiar de las sociedades de origen? ¿Cuál es el rol que tiene el parentesco andino en la configuración de las redes migratorias? ¿Qué tipos de vínculos se establecen en las redes sociales? ¿Cómo se modifica la estructura  familiar en las sociedades de origen? ¿Cuáles son los nuevos roles de género y generacionales en la familia que se queda? ¿Cómo influyen las remesas sociales en la estructura familiar? ¿Es posible pensar en procesos de movilidad social en los familiares que se quedan?

EL PARENTESCO ANDINO Y LAS REDES MIGRATORIAS

Existen causas estructurales que generan la migración y causas referidas a los aspectos subjetivos o personales de quien se ve obligado o no a tomar la decisión de emigrar. Los flujos migratorios se incrementan por la crisis económica que obliga a la población boliviana a buscar nuevas estrategias de sobrevivencia en el exterior, pero también por el sistema de redes familiares que posibilitan que los procesos migratorios se produzcan y se reproduzcan manteniéndose como una constante a lo largo de los años en las familias de las ciudades de La Paz y El Alto.

En el caso de la ciudad de El Alto, y en menor medida en el caso de la ciudad de La Paz, la migración permite explicar el incremento de familias extendidas. La migración internacional sí ha contribuido a la “desintegración” de hogares nucleares, pero para transformarlos en familias extendidas, lo que no necesariamente produce una ruptura de la relación entre los miembros.

En el mundo andino se concibe a la “familia” como el espacio donde los distintos miembros comparten obligaciones y establecen relaciones de reciprocidad y solidaridad. En este sentido, la familia es como una red de relaciones de parentesco, que facilita y soporta el proceso migratorio con un rol central a la hora superar las condiciones adversas de sobrevivencia de los integrantes del núcleo familiar. En este sentido, la familia andina en ambas urbes está lejos de ser una institución social inmutable y ajena a la realidad que la rodea. A través de una variedad de mecanismos se transforma y adapta desafiando cambios sociales, concepciones tradicionales y fronteras nacionales para continuar su función en la reproducción social ante la separación de sus miembros.

El parentesco andino es el tejido social que va a influir en la estructuración de las redes migratorias.7 Estas redes generan acciones sociales individuales y colectivas que, en su imbricación y recurrencia, pautan, a su vez, ciertos “repertorios de acción migratoria” (Ramírez, 2008), y producen un efecto de aprendizaje colectivo que hace que futuros y potenciales inmigrantes efectúen sus desplazamientos de manera similar. Estos repertorios, en el caso boliviano, tienen sus particularidades, y uno de sus soportes esenciales es el vínculo de parentesco, que lejos de erosionarse, adquiere un renovado vigor como sustento de la reproducción de la vida social y de las familias en los espacios transnacionales.

La investigación realizada por Ferrufino (2007) muestra que la migración es únicamente un proceso doloroso y trágico. Sin embargo, poco se ha investigado respecto al papel que ejercen las redes sociales y, específicamente, las redes de parentesco que atenúan los costos sociales, económicos y psicológicos que causa este desplazamiento. Las redes sociales —especialmente aquellas que responden a la estructura del parentesco andino8— sirven para que las familias en las ciudades de La Paz y El Alto puedan actuar mejor en torno a los emigrantes y, a la par, beneficiarse de las remesas que les envían.

Las estrategias migratorias de las familias de las ciudades de La Paz y El Alto están relacionadas con la conformación de las redes sociales que apuntalan y dinamizan los circuitos migratorios. La utilización de estas redes atenúa los riesgos del traslado, los costos del asentamiento, la búsqueda de empleo, la difícil inserción laboral en las sociedades de destino y favorece la constitución de las cadenas migratorias, que sirven como plataforma para que varios miembros de la familia ingresen a los círculos migratorios.

Estas familias despliegan estrategias tendientes a “reorganizar” el complejo proceso de los roles familiares, y activan y movilizan una serie de recursos materiales, simbólicos y organizativos. El parentesco opera para permitir la reproducción social de las familias de los migrantes y garantizar la crianza de los hijos que no acompañan a sus padres. Las redes de parentesco, a su vez, contribuyen a atenuar los costos sociales de la migración. Sus recursos actúan en un movimiento circular y continuo entre distintos países y ciudades. La reorganización de las familias transnacionales reajusta las relaciones conyugales, la regla de la herencia, los derechos y las obligaciones de parentesco, el sistema de producción y el rol que los miembros de la familia tienen que desempeñar en las sociedades de origen.

La familia es uno de los espacios privilegiados donde se discute los argumentos a favor o en contra de la migración. Así, la decisión de migrar no es individual, sino común, “calculada”, formulada, negociada con un carácter solidario y de confianza al interior de la familia nuclear y extendida. Con frecuencia se recurre a los parientes cercanos para iniciar el proyecto migratorio. Se podría decir que un familiar o familiares de “allᔠincentivan y hasta apoyan económicamente a otro familiar de “acá”. La deliberación, la negociación y la decisión del viaje se toman en el seno del contexto familiar transnacional.

Las redes de parentesco consolidan, dan forma y, en alguna medida, para los casos de paceños y alteños, explican el circuito migratorio, pero además, producen el efecto de moldear  los elementos estructurales vinculados con las interpretaciones y significaciones que se desprenden de las expectativas y estrategias que elaboran las familias en ambas ciudades. Al analizar tales estrategias, se observan vínculos de parentesco, de alianzas y de relaciones personales que se sostienen en el tiempo y otorgan coherencia al proceso migratorio; así, las relaciones individuales y colectivas están atravesadas por la cooperación y el conflicto.

De la Torre (2007) e Hinojosa (2008) señalan que existen ciertos “modos de migrar de los bolivianos”, patrones colectivos que llevan a una serie de acciones por las que cada familia pasa para afrontar el proceso migratorio. En el caso de La Paz y en el caso de El Alto, su población migrante proveniente de diversas ciudades y provincias del país,  llega con experiencias previas de migración interna (rural-urbano, urbano-urbano), donde se  acumulan saberes y rutinas que son aprendidas, compartidas y ejercitadas a lo largo del tiempo. Estas son experiencias que se constituyen en un soporte fundamental dentro de la “cultura migratoria” porque inculcan una fuerte motivación para viajar y trabajar en la sociedad de destino. La “cultura migratoria” se fortalece mediante las relaciones de intercambio social y de reciprocidad, donde los favores están extendidos a familiares, amigos y vecinos. Además, la experiencia migratoria crea lazos de solidaridad que refuerzan los vínculos de parentesco y amistad.

En este sentido, se puede hablar de una especie de “parentesco transnacional”, donde ciertos patrones culturales han permitido reconstruir e identificar las etapas que componen los circuitos migratorios y la presencia de redes sociales, con específicos anclajes espaciales/territoriales que comienzan a consolidarse. Las redes migratorias están formadas por las redes de parentesco (familiares consanguíneos, afines y rituales) y por las redes sociales (amistades, organizaciones sociales y asociaciones).

La teoría de las redes sociales, planteada por Requena (1991), señala que una de sus características es la densidad y recurrencia a vínculos que pueden ser fuertes y débiles. Para la migración transnacional de paceños y alteños, los vínculos fuertes se establecen con personas con parentesco consanguíneo y afín, así como con personas con parentesco ritual, siendo estos vínculos los más confiables y los que actúan  de manera fundamental en el momento de planificar y concretar la decisión de emigrar. En cambio, los vínculos débiles se refieren a las amistades, instituciones financieras, ONGs y prestamistas que juegan un rol complementario y no indispensable a la hora de concretar el proyecto migratorio, aunque proporcionan información sobre todos los aspectos referidos a la inserción laboral en las ciudades de España.

Las familias transnacionales paceñas y alteñas van construyendo redes a las que recurren en distintos momentos y circunstancias. Y son aspectos centrales de su dinámica y consolidación la calidad, la cantidad y los modos en que circula la información. La información se transmite de familiar a familiar; esta comunicación puede prescindir de la distancia, pero se legitima en la esfera de la familia donde se va procesando e internalizando una serie de realidades e imaginarios sobre la migración.

Las redes migratorias que se apoyan en el parentesco, así como lo había evidenciado Lomnitz (2001), son las más consistentes en la experiencia migratoria, pues  brindan apoyo incondicional. Es en el ámbito familiar donde las relaciones de solidaridad y de confianza se activan a partir del proyecto migratorio, permitiendo que se consoliden y renueven  los nexos en la familia nuclear como en la extendida. En este contexto se gestionan las estrategias migratorias y la familia adquiere un carácter transnacional. La estructura familiar de ambas sociedades (origen y destino) moviliza los recursos y contactos y genera repuestas complejas para afrontar los desafíos del proceso migratorio. La toma de decisión, organización y puesta en marcha de la iniciativa migratoria requieren de una suerte de “pacto previo” entre los miembros de la familia.

El parentesco andino permite estructurar un conjunto de relaciones fluidas con los futuros migrantes. La acción migratoria exige a cada migrante una alta capacidad de movilización y activación de vínculos. A partir de esta matriz cultural, se va construyendo un “capital social” del que se valen los futuros migrantes para conseguir los contactos, recursos y todo tipo de ayuda que facilite la decisión migratoria. El capital social existe y es acumulado desde el tejido de vínculos de cada actor que al articularse con las estructuras del parentesco genera recursos que las familias movilizan para crear condiciones y posibilidades de gestionar el proyecto migratorio.

EL ROSTRO FEMENINO DE LA MIGRACIÓN

Indudablemente otra de las características de la nueva ola migratoria a España es su rostro femenino. Este es también un cambio importante respecto al flujo anterior y plantea una serie de nuevas interrogantes a la experiencia migratoria como la precariedad de la inserción laboral, los procesos de socialización, las relaciones de género y mucho más.

La globalización ha provocado que los países occidentales se conviertan en destacados reclutadores de mano de obra femenina (Sassen, 2007). Las nuevas formas de familia transnacional que se generan con la migración autónoma de las mujeres difieren significativamente de las que había originado el modelo migratorio de hace unas décadas, en el que la demanda de fuerza de trabajo era principalmente masculina y los hombres emigraban en primera instancia.

Durante los últimos años, la mayor parte de la demanda de trabajo en Europa se ha concentrado en el sector de servicios, y particularmente en actividades domésticas (desde trabajo doméstico hasta el cuidado infantil y de personas mayores), concebidas tradicionalmente como “femeninas”. Esto explica parcialmente por qué en Europa las mujeres bolivianas y latinoamericanas sobrepasan en mucho el número de hombres.

La aguda crisis socioeconómica junto a una mayor demanda de mano de obra femenina en las grandes ciudades de España ha provocado que la mujer se convierta en el primer eslabón de la cadena migratoria. La participación determinante de la mujer en el desplazamiento de la población boliviana hacia España derivó en un reacomodo de las relaciones de género9 y entre generaciones al interior de la familia. Por ello, por un lado, el protagonismo de las mujeres y de los niños dentro del grupo doméstico lleva a analizar a la familia como un lugar de conflicto y negociación frente a la decisión de migrar; pero, por otro lado, ha supuesto romper con una representación social muy afianzada en Bolivia en relación a la organización y ejecución de los proyectos migratorios internacionales, sobre todo a países limítrofes como Argentina y Brasil, como una decisión eminentemente masculina.

LOS CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA FAMILIAR TRANSNACIONAL

La migración ha provocado cambios en las relaciones de género y generacionales al interior de la familia. Uno de estos cambios tiene que ver con la resignificación del trabajo femenino y con los nuevos roles de madres y padres transnacionales. Así, existe un “reacomodo” de las relaciones de poder y se producen “arreglos familiares” para recomponer el tejido familiar  y sobrellevar los efectos que la migración produce. Con frecuencia, son los familiares de la mujer, sobre todo tías y abuelas, quienes se hacen cargo de las responsabilidades domésticas. La administración de las primeras remesas suele ser motivo de conflicto,  aunque son también las mujeres quienes tomas las decisiones al respecto.

La migración determina una reducción numérica del grupo familiar y, como consecuencia de ello, una redefinición de los deberes que cada quien cumple, con base en las características y en los roles desempeñados por los que han migrado, así como de quienes se quedaron (hombre o mujer, jefe de la familia, joven soltero o soltera, primogénito). En este nuevo contexto, las familias alteñas y paceñas definen claramente sus estrategias dirigidas a gestionar los procesos de cambio bajo la constricción de las nuevas condiciones materiales de las personas  y del contexto social, económico y político del que participan. Todo ello da forma a los tipos de familia transnacional, a la construcción social del significado y a la definición de los roles familiares, al grado de dependencia económica y afectiva de las familias, y a las estrategias económicas seguidas por sus miembros.

Por otro lado, con la migración se estaría dando un tipo de relación conyugal a distancia que supone la no co-residencia, las continuas negociaciones entre marido y mujer en los procesos de producción y reproducción que involucran al grupo doméstico, la fidelidad femenina y la mantención de los bienes sociales y simbólicos tales como el honor, el prestigio y las relaciones afectivas (D’Aubeterre, 2001).

Se ha señalado con frecuencia que la migración provoca una mayor inestabilidad o fragmentación conyugal. Sin embargo, parecería que la migración es más frecuente en parejas con problemas y en casos donde las mujeres ya están separadas de sus parejas o forman parte de un matrimonio inestable. También es recurrente escuchar hablar de la supuesta infidelidad de las mujeres que están solas en España, y sus consecuencias en la posible desestructuración familiar y en la vida de los hijos y las hijas que permanecen en Bolivia, como el abandono, el bajo rendimiento escolar, el ingreso a pandillas, el consumo de alcohol y drogas cuya responsabilidad se atribuye directamente a las madres migrantes. Se llega inclusive a afirmar que la migración de madres llevaría a poner en riesgo a la sociedad boliviana. En ese marco, las mujeres migrantes han llevado a cabo complejos procesos de adaptación en torno al ejercicio de la maternidad transnacional, rol cuestionado tanto en las sociedades de origen como en las de destino.

Cuando un miembro de la familia decide emprender el proyecto migratorio inevitablemente se establecen fuertes vínculos afectivos con sus familiares. Los costos afectivos referidos a la separación de los cónyuges, el impacto emocional en los hijos, la ausencia de la madre se resuelven con una adaptación rápida a la situación, buscando nuevas formas de mantener y fortalecer los vínculos a través, por ejemplo, de los diferentes medios de comunicación (telefonía celular, internet, fotos, etcétera) creando así un nuevo tipo de vínculo transnacional.

Los vínculos familiares constituyen una variable crucial a la hora de comprender y analizar las migraciones contemporáneas, su fortaleza, su influencia y su impacto. El modo como las familias son transformadas, tanto en sus dinámicas como en sus interacciones, da lugar a vínculos afectivos10 y de cuidado de carácter transnacional como estrategia colectiva para hacer frente a las necesidades de supervivencia que alteran y modifican la atención diaria psicológica, emocional y física de las personas. También en esta parte, el rol de las mujeres es vital, pues son las madres las que definen las formas y modalidades de los vínculos, por ejemplo, con los hijos. Los padres desarrollan otro tipo de vínculos afectivos, tal vez menos comprometidos con el apoyo emocional que requieren los hijos y los demás familiares, pero que llegan a sustituir con limitaciones el afecto de la madre. En esta parte es importante destacar que los padres pasan  a asumir varios papeles tradicionalmente femeninos como cocinar y limpiar, que son mal vistos por los demás familiares. Este tipo de prácticas familiares transnacionales, estos vínculos de gestión del afecto y del cuidado11 se incorporan al impacto de la migración sobre el bienestar humano y social.

REMESAS MONETARIAS Y REMESAS SOCIALES, Y LOS PROCESOS DE MOVILIDAD SOCIAL

En los últimos años se ha analizado los impactos económicos de las remesas en las sociedades de origen, descuidando las transformaciones que están ocurriendo en los vínculos transnacionales referidos con la familia y la sociedad, así como con los nexos, los valores, las tradiciones culturales y la identidad que se reconstruyen permanentemente en ambas sociedades. Estos cambios sociales y culturales se dan a través de las “remesas sociales”, conjunto de valores, estilos de vida, innovaciones, pautas de comportamiento y capital social que discurren entre las sociedades de destino y las de origen.

Según Levitt (2001), las remesas sociales12 se transmiten, a diferencia de otras formas de diseminación de la cultura global como pueden ser los medios de comunicación (a través de llamadas telefónicas, correo electrónico, chat, video etcétera), de persona a persona (durante las visitas de los migrantes a la sociedad de origen), de forma intencionada y entre sujetos que se conocen personalmente o que mantienen algún tipo de vínculo. Las remesas sociales se han convertido en la evidencia más visible y la medida de los lazos que conectan a los migrantes con sus sociedades de origen. Pero las remesas no consisten solamente en el flujo de dinero, productos y servicios, sino que incluyen las ideas, los comportamientos, las identidades y el capital social que se mueve entre el lugar de residencia del migrante y su sociedad de origen.

Este tipo de vínculos sociales tiene diversos grados de intensidad y de influencia en las prácticas sociales y culturales, tanto a nivel familiar como individual, sobre todo en las sociedades de origen, y particularmente en las ciudades de La Paz y El Alto. El impacto de dichas remesas va a depender del status del migrante en la sociedad de destino, así como de las condiciones materiales de existencia de los receptores. En los estratos altos de ambas ciudades, las familias tendrán más capacidad de controlar y manejar estos recursos económicos y sociales para acrecentar su capital social; mientras que en los estratos populares, no solamente servirá como una estrategia familiar de supervivencia, sino para vislumbrar y generar procesos de movilidad social.

Las remesas monetarias, por su parte, constituyen una de las más flagrantes evidencias de los vínculos de los migrantes con sus sociedades de origen Guarnizo (2003). Algunos estudios se han ocupado de estimar el volumen de las remesas, sus determinantes e impactos y sus canales de transferencia. El 71,3% de los migrantes envía remesas a Bolivia; en el 51,7% de los casos, el envío es mensual. El 60,8% de los envíos de dinero está destinado al mantenimiento del hogar en Bolivia; el 29,2% a pagar los estudios de los hijos; el 25,4% a cumplir con deudas contraídas para emigrar a Europa; 14,8% para construir una casa en el país de origen, y 14,4% para honrar otros compromisos (ACOBE, 2007).

Las remesas evidencian el funcionamiento de las redes familiares y la cohesión de la familia a nivel transnacional. Sin lugar a duda, los beneficios económicos que se derivan de las remesas que perciben las familias son el elemento clave que compensa los elevados costos sociales y emocionales que conllevan la emigración y la configuración de familias “transnacionales”.

En lo referente al impacto de las remesas en La Paz y El Alto, está estrechamente relacionado con la reducción del número de familias que viven bajo el umbral de la pobreza, aunque ello no signifique necesariamente una reducción de los niveles de desigualdad. Se trata de flujos de capital privado que recibe directamente el destinatario y que permite a muchas familias mejorar su nivel de vida a través del acceso a la educación, a la compra de vivienda, a la mejora de las propiedades que ya se tenía o a la inversión en nuevos negocios.

Las remesas enviadas por ciudadanos alteños y paceños residentes en España a sus familias son remesas familiares/individuales. La periodicidad de los envios suele ser mensual y, en menor medida, semanal o quincenal, especialmente cuando se trata de padres o madres que mandan dinero a sus cónyuges y/o a sus hijos. En cuanto a la cantidad de los envíos regulares, los relatos de los familiares entrevistados muestran grandes oscilaciones, que van desde el 30% de sus salarios hasta el 70%. La estrategia familiar que hay detrás del proyecto migratorio y el tipo de vínculo con la familia determinan una vez más la cantidad de las remesas y su destino. En los casos en que se tiene hijos en edad escolar económicamente dependientes, las remesas son mucho más elevadas que cuando se trata de envíos a los progenitores u otros familiares.

De ese modo, las remesas cumplen diversos papeles: la mayor parte del dinero se utiliza en los gastos diarios, como en la alimentación, educación de los hijos, vestuario, alquiler y reformas del hogar. Otra parte de las remesas se destina al pago de la deuda contraída por el migrante para llevar a cabo el proyecto migratorio. Por último, una pequeña parte se utiliza para inversiones diversas como la compra de un terreno, construcción/refacción de una vivienda, reforma o apertura de un negocio, etc. En cualquier caso, su principal destino apunta al sostenimiento de estrategias familiares de supervivencia.

Las estrategias económicas se entremezclan con factores de estatus social y de cambio cultural que a su vez tienen lugar en entornos altamente jerarquizados social y étnicamente. Es importante, en este punto, profundizar en la relación de manejo de símbolos estéticos externos, sean estos cambios en el entorno, algunos objetos de consumo y hasta el lenguaje, y su articulación o desarticulación con las relaciones locales de poder. Este es un tema que necesita ser indagado con mayor profundidad para entender cómo determinados procesos de movilidad o diferenciación social desatados por la migración se entrecruzan con relaciones de poder a nivel familiar y comunal. Este tipo de transferencias que tiene que ver con los valores, estilos de vida, innovaciones, pautas de comportamiento y capital social discurren a través de las prácticas transnacionales (Levitt, 2001).

Por otra parte, los cambios ocasionados por la migración y sus efectos colaterales hacen más evidente la tensión entre espacio y cultura. Hoy no es claro el papel del territorio como productor exclusivo de significados culturales, pues comparte este lugar con otros factores de poderoso alcance, como ser los procesos de comunicación global, de producción e intercambio de bienes culturales, de movilidad de personas y objetos, y de transnacionalización económica. Por ello, las remesas sociales desempeñan un papel clave en la transformación de las sociedades de origen, no sólo en el sentido de estimular y canalizar los propios movimientos migratorios, sino también como catalizadores de transformaciones de carácter sociocultural e implantación de valores y prácticas socioculturales.

Existe también la necesidad de profundizar en la comprensión de lógicas extraeconómicas para interpretar el destino de las remesas. Efectivamente, la construcción de una casa, el consumo de ciertos bienes considerados como ostentosos, pero también la compra de terrenos y de ciertos activos fijos, se conjugan con el financiamiento de festividades dentro del barrio o la comunidad rural para formar un conjunto de elementos que alimentan el capital simbólico del o la migrante, tanto dentro de su familia como en su barrio o comunidad en la sociedad de origen. Este conjunto de hábitos de consumo hace pensar en la necesidad de articular una comprensión cultural de estas prácticas económicas en el momento de analizar el destino de las remesas, su relación con los recursos productivos y el uso que los diferentes actores sociales les dan de acuerdo a su posición social.

A partir de las remesas sociales se da una variedad de cambios tanto en la esfera social como en el plano simbólico, que van a repercutir en los procesos de movilidad social de los migrantes y sus familias. El envío de las remesas es legitimado en las redes sociales, sobre todo con los familiares y amistades; a través de los tejidos sociales se va a “demostrar” o “aparentar” procesos de movilidad social que tienen mucho que ver con la acumulación de prestigio y un nuevo posicionamiento en los círculos de los familiares y amigos.

Este tipo de remesas son las que se entregan para las festividades locales, generalmente religiosas, con las que existe un compromiso previo para la organización del preste de algún santo ya sea en la ciudad de El Alto o de alguna comunidad del área rural. El costo económico de la organización de una fiesta es considerable, y para cubrirlo se opta por viajar al exterior y  ahorrar con mayor rapidez para honrar ese compromiso con el santo o la virgen, y con sus redes sociales. A ello se suma la expectativa de los familiares y las amistades que esperan que la llegada de los migrantes signifique un derroche de lujo y ostentación. En estos espacios es donde se pone en juego la reproducción del prestigio social de los miembros de una comunidad, presentes o ausentes, y sirven para posicionar a las nuevas familias, que en muchos casos son las nuevas clases medias de las ciudades de La Paz y El Alto.

Para Levitt (2001) uno de los elementos que explica la existencia de comunidades trasnacionales es precisamente el hecho de que se va creando una relación de interdependencia, y no solo de intercambio, entre destino y origen. Así como los no migrantes dependen de las remesas de los migrantes para su reproducción económica, estos últimos dependen de los primeros para alcanzar reconocimiento social. Las sociedades de origen siguen siendo para ellos los principales referentes identitarios, el espacio donde se va a decidir la continuidad de las prácticas culturales articuladas con elementos modernos elegidos por los mismos migrantes. Observamos, entonces, la continuidad y la complementariedad de las prácticas andinas, pero además, debido a la frecuente pérdida de estatus social en las sociedades receptoras, los migrantes buscan reconocimiento en la sociedad de origen demostrando que  han triunfado.

En la investigación hemos identificado dos vías para concretar los procesos de movilidad social: por un lado, está el reconocimiento a los emigrantes de estratos populares de ambas ciudades que se demuestra en los diferentes espacios sociales —acontecimientos, espacios de trabajo, organizaciones evangélicas, entre otras— y que comienza en las redes de parentesco para desplegarse luego a las redes de amistades; por otra parte, está la familia de los emigrantes de los estratos medios a partir de su participación en la organización de las festividades religiosas más fastuosas de carácter urbano, que tiene que ver con la acumulación de prestigio social, un nuevo posicionamiento socioeconómico y la consagración en la cúspide de la pirámide social.

Indudablemente la migración internacional hacia España está generando prácticas sociales transnacionales con efectos transformadores en la movilidad social, en las que están involucrados los estratos populares de las ciudades de El Alto y La Paz. En estos casos, la migración es vivida como una estrategia de movilidad social para alcanzar un estatus de manera mucho más efectiva que a través de una inversión o del ahorro. Asimismo, existe la necesidad de diferenciarse en el interior de la sociedad, para lo cual las familias de los migrantes activan una serie de mecanismos de reafirmación de pertenencia a las redes de parentesco y sociales.

CONCLUSIONES

El flujo migratorio entre Bolivia y España tiene como componentes importantes las cadenas y redes migratorias integradas por los miembros de la familia, no solamente nuclear, sino sobre todo la extendida y la ritual, esa especie de “capital social” acumulado en las sociedades de origen que se convierte en una verdadera plataforma social que va articulando las cadenas y redes migratorias, tanto en las sociedades de origen como en las de destino.

La constitución de estas cadenas y redes migratorias tiene como correlato el diseño de estrategias familiares migratorias donde las mujeres asumen un rol central, particularmente el momento de definir dichas estrategias; también son importantes las estructuras del parentesco andino para reordenar y dirigir los arreglos familiares, las esperanzas y los deseos de superación social de innumerables alteños y paceños en pos del “sueño europeo”. La característica principal de estos vínculos migratorios es su transnacionalidad. Una de las consecuencias de la globalización es que los individuos organizan sus vidas en un espacio migratorio cada vez más global, que une los espacios de origen con los de destino.

Las “redes migratorias” constituyen la base analítica para explicar tanto la génesis como el mantenimiento de las migraciones internacionales, así como para abordar los vínculos transnacionales. Asimismo las redes de parentesco andino conectan a migrantes y no migrantes a través del tiempo y del espacio y son de vital importancia en el proceso migratorio. Mediante las redes se produce el “contagio” social en torno al hecho de migrar y se forman nexos entre los emigrantes y sus familias, estableciendo espacios plurilocales, con el permanente intercambio y circulación de bienes materiales, culturales y simbólicos que dan sentido y estimulan el proceso migratorio.

En la investigación se pudo constatar el valor y la importancia de las redes conformadas entre los parientes, así como con personas ajenas al grupo familiar. La ayuda o el apoyo  que se recibe de estas redes son significativos, ya que permiten la resolución de una diversidad de situaciones. Por ejemplo, el dinero para los pasajes y los gastos del viaje se logró, en algunos casos, por medio del préstamo otorgado por estas redes para iniciar el proyecto migratorio.

Por otra parte, la feminización del proceso migratorio ha producido profundas transformaciones en el ámbito familiar como, por ejemplo, el  reacomodo de las relaciones de género y generacionales en las familias alteñas y paceñas de los migrantes. Antes de la migración no existía la familia nuclear y armónica como práctica única, sino que más bien se contaba con una pluralidad de formas de vivir la maternidad y paternidad, pero a partir de la migración  hacia Europa —protagonizada por un alto número de mujeres que viajan solas, sin sus parejas ni sus hijos—, otras formas de maternidad y feminidad se han reforzado y se han hecho públicas. Precisamente, el discurso sancionador hacia las mujeres, aludiendo a comportamientos supuestamente inapropiados, y las estigmatizaciones ligadas a la migración de madres forman parte y dan cuenta de estas transformaciones y renegociaciones.

El proceso migratorio reorganiza la estructura interna de las familias alteñas y paceñas. La ausencia de uno o más de sus miembros deriva en la renegociación de los deberes y las responsabilidades, no solo dentro de las familias, sino también para aquellos migrantes que han partido. La migración, por lo tanto, revela problemas existentes, como la desintegración familiar o la reestructuración de las familias. Las dinámicas de cambio en la estructura familiar evolucionan durante la estadía del migrante fuera del país y se vuelven significativas cuando los miembros de la familia que han migrado regresan.

Las remesas sociales juegan un papel fundamental en la transformación de las sociedades de origen, no solo en el sentido de estimular y canalizar los propios movimientos migratorios, sino también como catalizadores de transformaciones de carácter sociocultural. Es evidente que las remesas han desatado una serie de nuevas dinámicas para las familias de los migrantes que incluyen cambios en sus consumos, un mayor bienestar o la ampliación de ciertos horizontes de vida (inversiones en educación, por ejemplo), a pesar de que los montos enviados son muy bajos. Sin embargo, una mirada sociológica a su utilización también revela la existencia de ciertos conflictos de relaciones de poder en el interior de las familias receptoras que tienen que ver con dinámicas de género e intergeneracionales sobre su uso y control.

Otro de los factores que la migración genera es la ampliación de las redes sociales, porque se van estableciendo relaciones y vínculos que se construyen en torno al uso y control de las remesas en el interior de las familias. Las jerarquías, las relaciones de género, las pautas matrimoniales, los hábitos de consumo, el sistema de valores a través de la circulación de ideas, y el fortalecimiento del tejido asociativo son los resultados de los procesos migratorios.

 Finalmente, ante el fenómeno migratorio hacia España, en las familias alteñas y paceñas se incrementaron los procesos de movilidad social, permitiendo afianzar su participación en amplias redes sociales de intercambio, en festividades de carácter ritual y en otros mecanismos de reciprocidad. Es decir, en contextos que se han caracterizado por una capacidad para proveer a las familias de migrantes, se vuelve cada vez más posible seguir desarrollando una actitud y lógicas de acumulación económica, que permitan mejorar sus condiciones de vida y encarar con más posibilidades su reinserción en las sociedades de origen.


BIBLIOGRAFÍA

Asociación de Cooperación Bolivia España (ACOBE)
2007 Situación general de los bolivianos en España. Madrid: ACOBE.

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Datos.

1   Este artículo se basa en  los resultados de la investigación “El rol del parentesco andino en las estrategias migratorias hacia España de las familias de las ciudades de La Paz y El Alto” coordinada por Germán Guaygua, con la participación de Beatriz Castillo, Patrisia Prieto y Pamela Ergueta, y ejecutada en el marco de la Convocatoria sobre Migración Transnacional del PIEB.

2   Licenciado en sociología e investigador.

3   Según el Instituto Nacional de Estadística de España (2007) la población boliviana es una de las que creció con mayor rapidez, de 6.619 en 2001 a 239.942 emigrantes en 2008. Asimismo es el cuarto colectivo latinoamericano en orden de importancia demográfica, después de los ecuatorianos, colombianos y argentinos.

4   La teoría del transnacionalismo señala que la vida de los migrantes, sus prácticas sociales, económicas, culturales y hasta políticas se desenvuelven más allá de los referentes territoriales y nacionales, en campos transnacionales que han recibido variadas apelaciones: “espacios sociales plurilocales” (Pries, 2002) y “campos sociales transnacionales” (Levitt y Glick Schiller, 2004), entre otros. Los movimientos migratorios estarían construyendo en los márgenes y más allá de las instituciones nacionales y estatales, nuevas instituciones económicas, sociales culturales y políticas que conectan no solo a sus lugares de origen y destino sino que también los transforman (Vertovec, 2006), desafiando los sistemas económicos territoriales de los estados nacionales y de las instituciones de decisión política.

5   Según Levitt y Glick Schiller (2004), las familias transnacionales son aquellas cuyos miembros viven una parte o la mayor parte del tiempo separados, pero todavía se mantienen unidos y crean un sentimiento de bienestar colectivo y de unidad; un proceso que llaman “la familia a través de fronteras nacionales”. Bryceson y Vuorela (2002) sostienen que las familias transnacionales tienen que enfrentarse con múltiples residencias nacionales, identidades y lealtades. Como otras familias, las transnacionales no son unidades biológicas, sino construcciones sociales o “comunidades imaginadas”. Y como otras, también deben mediar en la desigualdad entre sus miembros, incluyendo las diferencias al acceso a la movilidad, recursos, diferentes tipos de capital y estilos de vida.

6   Dentro de los hogares paceños y alteños al menos un familiar ha migrado. Según la Asociación de Cooperación Bolivia España (ACOBE, 2007) la migración boliviana en España procede, principalmente, de tres ciudades: Cochabamba (22,7%), La Paz (22,7%) y Santa Cruz (17,9%). Dentro de los indicadores de último lugar de residencia,  19,9 %  manifestó haberse trasladado anteriormente a estas ciudades por diferentes motivos; es decir, son personas que migraron de otras regiones para asentarse en estas ciudades.

7   Las redes migratorias no son ni espontáneas ni efímeras, cambian y se complejizan con el tiempo debido a las relaciones que genera la entrada de otros actores dentro de su estructura. De este modo, el enfoque de cadenas y redes migratorias es útil para realizar análisis más dinámicos, y también para reconstruir procesos sociales dejados de lado por otras perspectivas acerca de las migraciones, y así superar las aproximaciones estáticas, abstractas y simplificadoras que solo analizaban variables macroestructurales propias de los enfoques neoclásicos. Podemos entender por redes o cadenas migratorias a los “conjuntos de vínculos interpersonales que conectan a migrantes, antiguos migrantes y no migrantes en su área de origen y de destino a través de los lazos de parentesco, amistad y comunidad de origen compartida. Se sostiene como hipótesis que la existencia de estos lazos aumenta la verosimilitud de la emigración al bajar los costes, elevar los beneficios y mitigar los riesgos del movimiento internacional” (Massey et al., otros, 1998: 229).

8   La estructura del parentesco, de acuerdo Spedding (2003), se refiere a las relaciones sociales basadas en la procreación (según la forma en que se concibe esto en la sociedad en cuestión) y los arreglos sociales relacionados con ésta —la pareja, la crianza y la convivencia íntima y cotidiana. Hay dos tipos principales de parentesco: consanguíneo (descendencia), que deriva de los vínculos de procreación, y el afín (alianza) que deriva de los vínculos de pareja. Se puede añadir un tercer tipo, el parentesco ritual, que excluye estos dos tipos de vínculo y deriva de algún tipo de coparticipación social (por ejemplo, hacer bautizar al hijo de otro) para luego asumir algunos aspectos de los otros dos tipos, como prohibiciones o permisos sexuales o el deber de compartir ciertos bienes.

9   Esta perspectiva permite incorporar al análisis las relaciones de género de una manera transversal a lo largo de todo el proyecto migratorio internacional, desde su diseño hasta su posible resignificación en la sociedad de llegada. Estas resignificaciones llevan implícita la idea de la yuxtaposición de escalas, entendida como la conformación de espacios sociales transnacionales íntimamente vinculados a las trayectorias socioespaciales de los migrantes.

10 Alguna literatura sobre las migraciones transnacionales se ha detenido en casos que han mantenido las lealtades familiares, gracias a la constante interacción de la pareja en un lugar y en otro. Sin embargo, la literatura procedente de las “cadenas globales del cuidado” posee un enfoque menos optimista, al sugerir, en su lugar, que esas relaciones son problemáticas, no solo para la vida marital sino también para los hijos e hijas que se dejan atrás, quienes sufrirían de “falta de cuidados”.

11 Parella (2007) analiza a partir de la familia nuclear —padres e hijos— como unidad de análisis, el rol que juegan los abuelos y abuelas, importantes en las prácticas transnacionales de las familias. En concreto, se detienen en las relaciones afectivas y de gestión del cuidado que tienen lugar en estructuras familiares de carácter transnacional. Existen elementos de continuidad y cambio en las relaciones familiares como consecuencia de los procesos migratorios y las fracturas espaciales que se dan en las relaciones entre los cónyuges y entre padres e hijos.

12  Levitt distingue tres tipos de remesas sociales: a) las estructuras normativas, que incluyen pautas de conducta, nociones sobre la responsabilidad familiar, principios de vecindad y participación comunitaria, y aspiraciones sobre movilidad social; b) los sistemas de prácticas, que se refieren a las prácticas que generan las estructuras normativas, tales como las tareas domésticas, los rituales religiosos, la participación en asociaciones cívicas y políticas, etc.; c) el capital social que los migrantes adquieren fuera y que transmiten a los miembros de sus familias que permanecen en la sociedad de origen.

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