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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.11 n.23-24 La Paz mar. 2008

 

SECCIÓN III

CULTURA

 

Transitando por los umbrales de la Asamblea Constituyente: Fotografía y memoria

 

Patricia Flores Palacios1

 

En la manera de mirar moderna, la realidad es sobre todo apariencia, la cual resulta siempre cambiante. Una fotografía registra lo aparente.  El registro de la fotografía es el registro del cambio, de la destrucción del pasado. Puesto que somos modernos (y si tenemos la costumbre de ver fotografías somos, por definición, modernos), sabemos que las identidades son construcciones.  La única realidad irrefutable –y nuestro mejor indicio de identidad– es cómo aparece la gente.

Susan Sontag

Sobre la fotografía


¿Qué sería hoy de nosotros sin imágenes, sin fotografías? ¿Cómo podríamos retener en la memoria lo vivido, la conmemoración de nuestras cotidianidades, de nuestra historia? ¿Cómo podríamos ser testigos de este mundo cambiante sin la fuerza fugaz de las imágenes pero que en su torbellino invasivo nos hace parte de él? Definitivamente es impensable, porque estamos hechos de memoria, esa condición tan humana que marca nuestra existencia en el devenir de lo que fuimos y lo que somos; de lo que vivimos y de lo que compartimos.

“... No somos sino memoria. Tanto nuestra noción de lo real como la esencia de nuestra identidad individual dependen de la memoria” (Joaun Fontcuberta, 1997), memoria hecha de imágenes, nexos que testimonian que realmente estuvimos ahí, que fuimos parte de los acontecimientos.

Y es que la fotografía, hoy imprescindible, puede ayudarnos a cambiar la manera en la que vemos nuestra propia existencia. Y sin dejar la experiencia estética, son  imágenes las que  nos comunican, trascienden al tiempo, nos conmueven, emocionan, estremecen o aterran; tienen la cualidad de aprehender el alma con esos instantes únicos, fugaces e irrepetibles que marcan nuestras propias vidas, únicas e irrepetibles.

John Berger, experto en el estudio de las imágenes, afirmaba que antes de la invención de la fotografía, los artistas, los pintores, eran los constructores de imágenes, de “obras de arte” cuya funcionalidad transitaba entre la ritualidad mágica, la religiosidad y la cultualidad, pero que a lo largo de la historia sirvió de apoyo a la subsistencia de minorías ricas y poderosas, por lo que el arte de la pintura se convirtió en privilegio exclusivo para un círculo, rodeándolo de un halo místico, casi divino, al que sólo “ellos” eran capaces de llegar.  Con la invención fotográfica se quebró este cerco y las imágenes se enmarcaron en contextos espacio-temporales, rompiendo además su unicidad con posibilidades infinitas de reproducción, donde las imágenes podían ir hacia los/las espectadores y no al contrario (Berger, 2000: 10-42).  

Las imágenes y sus reproducciones se hicieron masivas, accesibles, pero también invasivas. Sin embargo, apunta Berger: ¿Qué hacía las veces de la fotografía antes de su invención? La memoria. Y es que la cámara fotográfica fija la apariencia del acontecimiento. Antes de su invención no existía nada que pudiera hacer esto, salvo, en los ojos de la mente, la facultad de la memoria.  La fotografía navega en el instante; desde su nacimiento pretendió ser el registro fiel del suceso que resguardaba, y del flujo continuo de sucesos elige sólo uno para atraparlo.  La fotografía trabaja para alimentar la memoria, para resguardarla y también para recuperarla como testimonio de una historia viva, propia (Berger, 1987: 52-86).

Susan Sontag, feminista, intelectual y activista norteamericana, considerada una de las voces más críticas al sistema capitalista, en la versión actualizada del ensayo “Sobre la fotografía” decía: “una fotografía es un fragmento: un vislumbre. Acopiamos vislumbres, fragmentos.

Todos almacenamos mentalmente cientos de imágenes fotográficas, dispuestas para la recuperación instantánea. Todas las fotografías aspiran a la condición de ser memorables; es decir inolvidables.  (...) Las fotografías son detalles.  Por lo tanto, las fotografías se parecen a la vida” (Sontag, 2004).

Y  es que el hecho, el momento, la naturaleza que habla a la cámara, como apunta Walter Benjamín, “es distinta de la que habla a los ojos; distinta sobre todo porque un espacio elaborado inconscientemente aparece en lugar de un espacio que la persona ha elaborado con conciencia. (...) El valor cultual de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos.  En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable. Pero cuando el hombre se retira de la fotografía, se opone entonces, superándolo, el valor exhibitivo al cultual” (Benjamín, 2002).

Ver, reconocer, recordar, comprender o conmoverse con las resonancias visuales de la cotidianidad que hacen historias, son potencialidades de la fotografía, a pesar de que estén sujetas a la particular mirada de la persona que captó la imagen.  Sin embargo,  más allá del soporte técnico la fotografía es capaz de establecer nexos, relaciones, aversiones, complicidades o distanciamientos entre protagonistas y observadores/espectadores, frente los acontecimiento registrados, lo que a su vez posibilita que configuremos diversidad de memorias y subjetividades, así sea a través de  instantes y partes de realidades determinadas (Berger, op.cit.).

Esa fragmentación de realidades y encuadres también es capaz de condenar al olvido a protagonistas y cotidianidades que hicieron o pudieron hacer historia, los hace invisibles, inexistentes, y hoy, en medio de la  vorágine

mediática, de titulares, registros visuales parciales y encuadres, estamos también condenados a perder la memoria, porque las imágenes se desvanecen y ni mil palabras podrán suplantar a tan sólo una.

 

 

 

Permanencia de presencias y ausencias absolutamente manipulables por quienes toman las fotografías, por quienes las seleccionan para publicarse o no, para conservarlas en blanco y negro o a todo color, con X o Y dimensión o ubicación; y también con qué tipo de inscripción. Y es que la  cobertura mediática es nuestro nexo con la realidad del mundo.

Manipulación que se ejerce desde el instante mismo en que se opta por elegir una escena, un protagonista o un acontecimiento; la intencionalidad consciente o no al momento de definir encuadres, angulaciones, posturas o gestos de quienes serán parte de la escena, etc. Las imágenes fotográficas reflejan solamente una parte de la realidad, son deformaciones de ésta que a su vez pueden acentuarla o difuminarla gracias a los recursos técnicos (ópticos, lumínicos, cinéticos o químicos) como encuadre, angulación, color, planos, iluminación, composición, escalas, escenarios naturales o construidos, fondos y entornos, montajes, sobreimpresiones, retoques, coloraciones, entre otros, que configuran discursividad e intencionalidad.

Manipulación en la que intervienen no sólo el fotógrafo, el editor o, en el caso de los medios masivos, jefes de información, jefes de prensa o directores; una suerte de cadena de decisión que finalmente establece qué debemos ver, conocer, cuándo y de qué manera; sin olvidar que a ello se añaden los pies de foto, los titulares, los subtítulos o textos de las noticias, pues las palabras o la ausencia de ellas alteran, amplifican o minimizan los sentidos (Sontag, 2004).

Y es que la manipulación, desde la pintura a la fotografía, ha sido una constante, amparada en una serie de intencionalidades que van desde las estéticas hasta la censura política e ideológica, pasando por los fines comerciales  y propagandísticos.

La fotografía de prensa en particular, como apunta Brassai2, más conocido como  el fotógrafo de la noche parisina  en los años 30, “... tiene un destino doble... es hija del mundo aparente, del instante vivido, y como tal guardará siempre algo del documento histórico o científico sobre ella; más ella es también hija del rectángulo, un producto de las bellas artes, el cual requirió el ‘rellenamiento’ agradable o armonioso del espacio con señales en blanco y negro o en color. En este del rectángulo, un producto de las bellas artes, el cual requirió el ‘rellenamiento’ agradable o armonioso del espacio con señales en blanco y negro o en color. En este sentido, la fotografía tendrá siempre un pie en el campo de las artes gráficas y nunca será susceptible de escapar de este hecho” (Brassai, 1968).

La fotografía publicada puede aproximarnos a los hechos, incluso generando vínculos en tanto elementos de información, pero también como conexiones afectivas a través de la posición de la cámara, los encuadres y la composición misma de la imagen, porque posibilita que podamos apreciar gestos, sonrisas o miradas de los/as protagonistas, el aura de la que habla Benjamín. A su vez puede generar vínculos afectivos con los/as lectores, y es que la fotografía “es literalmente una emanación del referente.  De un cuerpo real, que se encontraba allí, del que han salido unas radiaciones que vienen a impresionarme a mí, que me encuentro aquí (...).  Una especie de cordón umbilical (que) une el cuerpo de la cosa fotografiada a mi mirada:  la luz, aunque impalpable, es aquí un medio carnal, una piel que comparto con aquél o aquella que han sido fotografiados” (Barthes, 1990).

Pero ausentes de esos referentes estamos condenados a la orfandad de la memoria, a la inexistencia, al vacío absoluto, a la nada. Si alguien o un momento determinado no fue aprehendido por la maravilla tecnológica y no lo vimos por la intermediación mediática, quedamos imposibilitados de seguir sus huellas, sus movimientos y transformaciones; quedamos atrapados en la incertidumbre de si esos protagonistas o instantes que pasaron existieron. ¿Cómo podríamos comprender este presente sin conocer nuestro pasado familiar o social, sus legados y las huellas por las que transitaron sus protagonistas? Entonces las ausencias se hacen reveladoras, tremendamente cuestionadoras. ¿Por qué existió la intencionalidad del borramiento de la memoria? ¿Cuáles fueron los motivos para cercar la memoria? ¿Por qué se ocultaron a  protagonistas y momentos conmemorativos? ¿Por qué se presentó la obsesión por mostrar a algunos/as y esconder a otros/as  para la redención del mañana y el castigo del olvido eterno? ¿Por qué se quiso castigar con el olvido a referentes o señales de  identidad?  Finalmente, ¿por qué se apeló a la violencia y al castigo del olvido?

Y estos silencios fotográficos son tan importantes para nuestras historias familiares como para nuestras historias sociales; son los anclajes que develan nuestras memorias vivas, así sean fragmentadas e inconexas, porque reclaman y evidencian identidades ante los anonimatos y porque nos permiten adentrarnos en intimidades, añoranzas y subjetividades, posibilitándonos los reencuentros y los advenimientos del mañana, del futuro.

Los umbrales fotográficos de la Asamblea Constituyente

En 2007,  Bolivia estuvo marcada por un hecho trascendental para la historia reciente del país:  la instalación de la Asamblea Constituyente. Fue un escenario en el que 255 representantes nacionales elegidos por voto popular redactarían un nuevo pacto social: el proyecto de Nueva Constitución Política del Estado.  Revisando los testimonios gráficos de ese proceso percibimos que fue muy poco lo que se nos permitió ver, pues la cobertura mediática se centró fundamentalmente en los conflictos y desencuentros de un proceso social mucho más complejo y del que sólo conocimos a muy pocos/as protagonistas, muchos de ellos ya acreditados por sus recorridos políticos y su amplificación mediática.

Durante el año 2007 fueron muchas las voces y los sectores que hicieron suyo el proceso constituyente. En la memoria colectiva se difuminó la demanda inicial que pertenecía a los pueblos indígenas del oriente boliviano, apoyados por los del occidente, quienes en septiembre de 1990 protagonizaron “La marcha por la dignidad y el territorio” en contra de un Estado excluyente e inequitativo. En este peregrinaje histórico que atravesó el país, mujeres, hombres y niños/as indígenas de tierras bajas sufrieron en carne viva el recorrido a pie de cientos de miles de kilómetros. Pero también, a su paso, descubrieron la solidaridad de sus semejantes, campesinos e indígenas de otros puntos del país, hasta que confluyeron en la Cumbre de La Paz, para ser cobijados por el aura de las alturas de los Andes, hoy referente histórico casi  de arqueología, silenciado y hasta olvidado,  conmovedoramente captado por el ojo y la cámara de Lucio Flores, fotoperiodista que durante décadas registró los acontecimientos que marcaron la historia del país.

Entonces, como hoy, las demandas de los pueblos indígenas, campesinos y originarios giraron en torno a la exclusión política, social y económica; exigían una nueva estructura de Estado en la que pudiesen ejercer sus derechos en condiciones similares a las de los otros estamentos de la sociedad boliviana, sin discriminación y bajo un sistema de igualdad de derechos y obligaciones, con respeto a sus  identidades culturales, porque ya entonces, desde la “Marcha por la dignidad y el territorio”,  se reconocían como culturas y nacionalidades diversas.

Y si bien las demandas y los/as protagonistas se registraron en nuestra historia, durante el proceso constituyente las reivindicaciones iniciales les fueron arrebatadas. Los verdaderos protagonistas de entonces fueron desplazados por unas/os pocos representantes nacionales que difuminaron sus luchas hasta convertirlas en tan sólo consignas. Por ello, no es casual que en septiembre de 2007, 17 años después de la “Marcha por la dignidad y el territorio”, los protagonistas mediáticos de la Asamblea Constituyente poco o nada dijeron de la aprobación de la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas por la Asamblea General de Naciones Unidas. Los medios masivos dieron tímida cobertura a los más de 20 años de lucha de los pueblos indígenas del mundo y jamás se refirieron a los protagonistas bolivianos, intelectuales y activistas originarios que desde entonces abogaron por sus derechos.  Y casi ningún medio reflejó las semejanzas de la Declaración con la propuesta del nuevo texto constituyente, que recogía parte de las demandas de la “Marcha por la dignidad y el territorio”.

Autonomía departamental, capitalidad, legalidad, dos tercios fueron los ejes temáticos sobre los que se centró la confrontación y la amplificación mediática. No en vano los datos evidencian la elocuencia de los hechos; por ejemplo, poco conocimos de los 255 asambleístas. La memoria colectiva en general no tiene referentes de que, por ejemplo, 45 fueron elegidos como plurinominales, es decir, cinco por departamento, y que 210 fueron elegidos como uninominales por circunscripciones, tres por cada una de ellas.  Desconocimos quiénes eran o qué hacían nuestros/as representantes nacionales; casi nunca aparecieron ante las cámaras y en las páginas de los diarios (Apostamos por Bolivia, 2006). 

Cuando se instaló la Asamblea Constituyente, los principales diarios del país nos presentaron un detalle de los/as representantes nacionales, pero luego fue casi nada lo que conocimos de la mayoría de ellos/as;  sus presencias fueron mitigadas ante la recurrencia mediática de algunos/as representantes, no más de 20.  Desconocemos que más del 80 por ciento de los/as asambleístas son menores de 50 años, entre los que se encuentran 58 abogados, 17 maestros, 17 agricultores, 73 sindicalistas, 8 académicos,  7 estudiantes, así como alguna costurera, empresario, filósofo, ex policía, gremialista, mecánico de aviación,  y representantes con otros oficios y profesiones. Si bien sabemos que todos/as son bolivianos, hasta hoy no conocemos quiénes se definen como indígenas u originarios (Idem.), cómo sintieron y vivieron su rol de asambleístas o cuánto aportaron al debate, diálogo, propuestas o a la construcción de consensos más allá de las divergencias, porque en las 21 comisiones, hombres y mujeres, representantes de ciudades y el campo, trabajaron arduamente incluso sobrepasando diferencias ideológicas, cosmovisiones, condición social, económica o filiación religiosa, hasta llegar a la fase de aprobación de informes de comisión por unanimidad.

Desde el panorama mediático estuvimos condenados al silencio fotográfico de la Asamblea Constituyente, del que cotidianamente participaron no sólo los/as asambleístas como representantes nacionales, sino también una serie de actore/as sociales a los que casi no se conoció ni escuchó. Menos aún, fue ínfima la información gráfica que nos proporcionaron de los eventos que acontecían alrededor de la Constituyente y en los que se producían importantes encuentros entre representantes nacionales y diversos grupos sociales, además de representantes institucionales para hacer conocer sus propuestas. De manera tangencial supimos poco de los más de 58 encuentros territoriales en los nueve departamentos, muchos de los cuales  se desarrollaron en 40 ciudades intermedias y poblaciones rurales. 

Lamentablemente no se nos permitió seguir la huella de esos encuentros. No tuvimos la oportunidad de ver el testimonio fotográfico de esas jornadas de trabajo en las que se expusieron demandas, planes, anhelos, proyectos o esperanzas.  No supimos casi nada de sus actos inaugurales, visitas a sitios históricos, de los encuentros con la gente en los que participó la población, en los que existieron actos ceremoniales, celebraciones fraternas, música, danza, discursos y de los que se recogieron más de cinco mil (5.000) propuestas de las que no conocemos ni el uno por ciento.

En general, las cámaras y la cobertura mediática invisibilizaron estos sucesos y a más de 200 protagonistas.  El centro de la noticia giró en torno a casi una veintena de voceros/as que a lo largo del año aparecieron de manera recurrente en radio, prensa y televisión, en torno a escasos ejes temáticos, circunscritos fundamentalmente a procedimientos más que a temas de fondo como por ejemplo visión de país, modelo de Estado, sistema(s) de gobierno, modelo económico y social, propuestas autonómicas, incluidas las indígenas; tierra, territorio y recursos naturales, derechos humanos, derechos de los pueblos indígenas y originarios o estructura y organización del nuevo Estado.

Durante el proceso constituyente también se invisibilizó a la “guerra del gas”, que además de exigir la nacionalización de los hidrocarburos, buscó un nuevo pacto social, un nuevo país con mayor equidad. En su lugar emergieron, como defensores de la Asamblea Constituyente,  protagonistas mediáticos de la entonces “Bolivia productiva”, que en pantalla dividida y de manera reiterada nos mostraban medios como la Red Unitel. Los protagonistas, fundamentalmente jóvenes alteños, quedaron relegados a una quimera o a eventuales coberturas si es que se revestían de algún matiz sensacionalista frente al poder de los comités cívicos, los prefectos o las juventudes universitarias, portavoces de la capitalidad.

El monitoreo “Un año de Asamblea Constituyente en la prensa boliviana”, realizado por el Observatorio Nacional de Medios (ONADEM) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dio cuenta de ello. Uno de los hechos llamativos es que en 15 diarios nacionales analizados se constata que el discurso difundido a la opinión pública fue prácticamente homogéneo en temas clave como autonomías, Estado plurinacional, asamblea originaria, visión de país. Pero, además, 12 de esos periódicos reprodujeron sus editoriales entre sí, siendo o no parte de redes mediáticas (www.unirbolivia.org).

En general, según el estudio, los bolivianos recibimos insuficiente información sobre las posiciones y las propuestas en  temas clave de un nuevo texto constitucional, y desconocimos las más de 5.000 propuestas trabajadas por distintos sectores sociales y que fueron objeto de sistematización y discusión en las distintas comisiones de la Asamblea Constituyente. El debate de temas “sociales” recibió poca cobertura. La prensa no siguió una agenda que incluyera las demandas temáticas de debate de la sociedad y aportó insuficientemente a una reflexión sustentada y constructiva de los temas sociales.

En ese contexto, ¿qué pasó con la cobertura fotográfica? En general la información gráfica registrada particularmente por los diarios del país, se concentró  en no más del 10 por ciento de los/las asambleístas, es decir, en algunos asambleístas de la mesa directiva, jefes de partidos políticos, voceros de agrupaciones ciudadanas y en miembros de la oposición, principalmente de Poder Democrático y Social (PODEMOS).

Durante la constituyente, se difuminaron a protagonistas y a procesos sociales y políticos. “Fue visible la ausencia de profundidad, la tendencia al tratamiento sensacionalista y la falta de pluralismo en la consulta de fuentes” (Idem.). Desde la cobertura fotográfica se privilegiaron algunas presencias en desmedro de cientos de otras;  se evidenció diferenciación social, étnica, económica y todos aquellos elementos que hacen a los capitales simbólicos, poderes o valores reconocidos, indisociables desde las condiciones económicas, sociales y  culturales (Bourdieu, 1997)3. Quizá por ello el silencio se hizo más elocuente al momento de ignorar lo hechos y a sus protagonistas.

 

Y es que este transitar en la memoria a través de las fotografías merecía explorarse, aún tangencialmente, por la significación de un acontecimiento esencial para nuestra historia reciente. Lamentablemente intermedió el vacío, la ausencia de contacto con más de dos centenares de representantes nacionales. No conocimos las huellas de sus recorridos de vida, ignoramos sus memorias y aspiraciones como asambleístas, las marcas de experiencias y personajes que sellaron sus sueños; desconocimos sus mundos locales, su impronta ante los desafíos y nunca supimos el país que quisieron edificar a través de un nuevo texto constitucional. Desconocimos todo vestigio de más de 200 emociones, al margen de las confrontaciones recurrentes de una veintena de voceros/as de facto.

Desde el ojo de la cámara periodística ignoramos muchas travesías. No supimos la trascendencia o relevancia de acontecimientos que ameritaron registrarse,  incluso ante los devaneos de la manipulación que pudo transformar los hechos en pequeños fragmentos. Como espectadores/as y ciudadanos/as quedamos imposibilitados/as de reconstruir momentos que quizá fueron  parte de pequeñas o grandes historias. No supimos de encuentros entre  personas comunes y corrientes del país que pudieron transformarse en protagonistas de la memoria.  Memoria que para el futuro y la reconstrucción histórica fue fragilizada, fragmentada, invisivilizada y sesgada.

La Asociación para la Ciudadanía Apostamos por Bolivia con el Defensor del Pueblo sumaron esfuerzos para que la ciudadanía transite por los umbrales de la Asamblea Constituyente a través de fotografías. La iniciativa incluyó una muestra de 60 imágenes, algunas de las cuales fueron publicadas en medios impresos particularmente de Sucre, y que posteriormente se compilaron en un libro bajo el título de Historia gráfica del proceso constituyente4, como testimonio de  un proceso inédito en la historia reciente del país y que configuró rutas de deliberación, confrontación y redefinición de desafíos de los cuales aún seguiremos siendo testigos en el proceso post constituyente.

La muestra fotográfica tuvo lugar en octubre del 2007 en la Casa de la Libertad de Sucre, lugar emblemático de nuestra historia y en el que las imágenes cobraron una prestancia que sobrepasó el encuadre, el color, la funcionalidad informativa/periodística, para erigirse como testimonios de un presente convertido en pasado e historia recientes, testimoniando además encuentros y desencuentros que a su modo dejaron evidencias de entramados interculturales que se tejieron con cosmovisiones diversas, en medio de texturas de corbatas, awayos, banderas, vestidos, sombreros, polleras, hojas de coca  y ritualidades también distintas, atravesadas por expresiones de modernidad letrada y memorias largas de colonialidad y anhelos descolonizadores.

Tanto la muestra como el libro siguieron un proceso minucioso de revisión y recolección de fotografías de distintas fuentes. La selección buscó que cada una exprese hitos de nuestra historia reciente, con información puntual como lugar del acontecimiento, fecha y nombre del evento, para que las personas que las vieran las doten con sus propios sentidos e interpretaciones, aunque quizá no exentas de una intencionalidad consciente o inconsciente.

Con este recorrido hemos intentado dejar algunos elementos para el análisis. Será el tiempo el que juzgue el proceso constituyente como cobertura, como memoria y como historia desde los registros fotográficos. El tiempo que en su implacable devenir nos develará las preguntas que hoy no tienen respuestas, porque “una fotografía no es el mero resultado del encuentro entre un acontecimiento y un fotógrafo; hacer imágenes es un acontecimiento en sí mismo, y uno que se arroga derechos cada vez más perentorios para interferir, invadir o ignorar lo que está sucediendo.  (...)  Una vez terminado el acontecimiento, la fotografía aún existirá, confiriéndole una especie de inmortalidad (e importancia) de la que jamás habría gozado de otra manera.  Mientras personas reales están por ahí matándose entre sí o matando a otras personas reales, el fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos” (Sontag, en www.página12.com.ar).


Bibliografía

Apostamos por Bolivia


   2006-2007 Revista Construyendo  8, 27,  28, 37, 43.  Agosto de 2006 a noviembre 2007. Sucre: Apostamos por Bolivia.



Barthes, Roland


   1990 La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Barcelona: Paidos.



Benjamín, Wálter


   2002 Ensayos (Tomo 1). Madrid:  Ed. Nacional.



Berger, Jhon et al.


   2000 Modos de ver. Barcelona: Gustavo Pili.



Berger, Jhon et al.


   1987 Mirar. Barcelona: Hermann Blume.



Bourdieu, Pierre


   1997 Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.



Brassai


   The Museum of Modern Art, Nueva York, 1968. En: http://es.wikipedia.org/wiki/



Dondis, D.A.


   1984 La sintaxis de la imagen: Introducción al alfabeto visual. Barcelona: Gustavo Pili.



Fontcuberta, Joaun


   1997 El beso de Judas, fotografía y verdad. Barcelona: Gustavo Pili.



Sontag, Susan


   2004 Ante el dolor de los demás. Buenos Aires: Alfaguara.



Sontag, Susan


   1996 Sobre la fotografía. Barcelona: Edhasa.

Fuentes electrónicas

Sontag, Susan


   2006 El clic según Susan Sontag. Página 12, domingo 29 de enero de 2006. En: www.página12.com.ar



Sontag, Susan


   2004  La fotografía y la guerra. The Independent. En Dossier Susan Sontag 1933 – 2004,http://www.elortiba.org/sontag.html,



Onadem y PNUD


   2007 Un año de Asamblea Constituyente en la prensa boliviana. www.unirbolivia.org

Imagen Eugen Atget, Cour 56 Rue de la Verrerie (4e).www.geh.org/fm/atget/htmlsrc/m197816280012_ful.html#topofimage).        [ Links ]

Imagen Man Ray, Les larmes, 1936.www.marforio.org/.../topic.asp?TOPIC_ID=29369        [ Links ]

NOTAS

1   Magíster en Ciencias Sociales, diplomada en Estudios Andinos y licenciada en Comunicación Social.  Durante los últimos diez años trabaja en defensa y promoción de los derechos humanos y la equidad de género. Actualmente es Adjunta Segunda de Promoción y Análisis del Defensor del Pueblo de Bolivia. Entre los años 2004 a 2006 fue directora ejecutiva del Consejo Nacional del Cine (Conacine).

 


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