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Tinkazos

On-line version ISSN 1990-7451

Tinkazos vol.11 n.23-24 La Paz Mar. 2008

 

Otra mirada a la Asamblea Constituyente

 

Carla Valcarce1

 

La historia “no oficial” de la Asamblea Constituyente está llena de anécdotas, de encuentros y desencuentros.  Carla Valcarce pasa revista a algunos momentos, sin dejar de involucrarse ella misma, como una de las/los tantos profesionales que contribuyeron al proceso.


A partir de marzo de 2006, tuve la oportunidad de vivir de cerca el proceso de la Asamblea Constituyente. Como muchas otras personas, ya sea por trabajo, por compromiso o simplemente por curiosidad, fui a Sucre a empaparme de lo que allí pasaba. Es posible que si no hubiera estado en el lugar de los hechos, me hubiera formado un criterio sobre ese espacio, como cualquier otra ciudadana y ciudadano de este país, en función a las noticias o la información que transmitían los medios de comunicación, que por cierto, en muchos casos,  no era muy objetiva. Es posible también que si no hubiera tenido la oportunidad de conocer a muchos de los constituyentes e incluso hacer amistad con algunos, no hubiera comprendido que la Asamblea es, al margen de un espacio político y jurídico, esencialmente un espacio de encuentro entre seres humanos.

Invitados de honor

El 6 de agosto de 2006, día de la instalación de la Asamblea Constituyente en Sucre, amaneció con un sol radiante como una buena señal para quienes, desde días antes, multimaban detalles para el acto y para quienes queríamos presenciarlo.

La plaza 25 Mayo estaba acordonada. El control policial era estricto. Los palcos estaban listos. La gente llegaba poco a poco y se iba acomodando en los escasos lugares que quedaban sobre las aceras circundantes. Todos buscaban un buen lugar para mirar el evento central. A medida que avanzaba la mañana, los invitados llegaron y tomaron sus lugares en las tarimas instaladas en la plaza. Una de ellas estaba llena de sillas con forros blancos. Sin duda, por su decoración y ubicación, era un espacio privilegiado.

Me imaginé que estaba destinada a autoridades nacionales, representantes diplomáticos u otros invitados “especiales”. O sea que allí se ubicarían los invitados de siempre: pero no fue así. De repente apareció un centenar de indígenas y campesinos vestidos con sus mejores galas que tomaron posesión de esa área VIP. Los ponchos rojos, los chicotes, los pututus, las tricolores y las wiphalas relucían en el fondo blanco de las sillas. Realmente sentí que comenzaba el cambio.

La fiesta de todos

Para el medio día el centro de la ciudad estaba repleto y la fiesta ya había comenzado. Había gente de todas partes del país luciendo sus trajes típicos, de todas las edades, de todas las clases sociales, de todos los oficios y ocupaciones, desde vendedores ambulantes hasta los amigos de lo ajeno, y obviamente no faltaron los periodistas, de todas las nacionalidades, ocupados, corriendo de un lado a otro de la plaza, cubriendo el histórico hecho. Podría decir que estaban todos ya que los que no se encontraban físicamente, seguían la instalación de la Asamblea por la televisión o la radio.

Para algunos lo más impactante de esta fiesta fueron los  discursos, para otros escuchar la entonación del Himno Nacional en aymara, quechua y guaraní; a diferentes personas llamó la atención el juramento de los 255 constituyentes que asumían el gran desafío de establecer un nuevo pacto social, y a otras el desfile de centenares de personas que representaban a indígenas, campesinos, militares, policías, mineros, cocaleros, etc., que con paso firme rendían homenaje a la patria.

Para mí fue todo eso, pero creo que lo que más me emocionó fue comprobar que los  asambleístas, personajes principales de la fiesta, eran ciudadanas y ciudadanos como cualquiera de nosotros, llenos de entusiasmo y esperanza. No me olvidaré de aquellos constituyentes que se bajaron  del palco oficial para compartir en medio de la calzada con la gente que había confiado en ellos, como Ana María Ruiz, que dio alcance a los indígenas y campesinos que representaban, en el desfile a San Ignacio de Moxos.

Guardo también la imagen de Miguel Peña, un hombre robusto de más de 1,80 metro de alto con su traje de machetero que rompió todo protocolo y dejó a sus compañeros de la flamante Directiva para dar encuentro a sus paisanos.

Cómo olvidar a Margarita Terán y Elsa Véliz, dos dirigentes cocaleras, que esperaban sentadas en la acera de la Alcaldía la llegada de las Federaciones del Trópico de Cochabamba para incorporarse en sus filas y compartir con sus compañeras y compañeros su ingreso triunfante a la plaza.

Tampoco se borrará de mi mente la imagen de Claudio Callisaya, un hombre delgado y de baja estatura, con casco de minero, que con gran esfuerzo logró pasar a través de la muchedumbre y colocarse entre sus compañeros de interior mina.

Sin duda, en aquellos momentos, para ninguna de estas personas era relevante qué fuerza política los postuló, cómo estaban vestidos o qué posición tenían sobre un tema específico; lo único que les importaba era disfrutar y compartir una fiesta de todos y para todos.

Homenaje inesperado

Si bien la Asamblea se instaló el 6 de agosto, las sesiones no pudieron llevarse a cabo de manera inmediata  debido a que el teatro Gran Mariscal no estaba listo.

Una de las primeras sesiones se realizó el 17 de agosto. El teatro estaba lleno.Los constituyentes sentados en sus curules. Los asesores y técnicos se ubicaron en los balcones. Los periodistas, analistas, curiosos y demás espectadores estábamos en las tribunas de más arriba. Todos ansiosos y nerviosos. Todos nos preguntábamos por qué la Presidenta no daba inicio a la sesión. Desde allí vimos cómo ella daba instrucciones a los funcionarios administrativos pero nadie sabía qué ocurría o qué faltaba. Luego de varios minutos de espera, vimos a los efectivos de la Policía subir  a la testera una tricolor con un mástil de madera; y por detrás una banda. Resulta que la Presidenta quiso  iniciar la sesión con un homenaje a la bandera, puesto que el 17 de agosto se celebra su día.  Esta sería la primera de una serie de  lecciones de educación  cívica a lo largo del año.

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Control de lectura

En otra de  las sesiones los constituyentes tenían que revisar los proyectos de Reglamento Interno que habían presentado las diferentes fuerzas políticas. El tratamiento de más de diez de estas propuestas generó desconfianza entre los asambleístas puesto que con ellas se definían las reglas del juego. Para tranquilizar a todos, la Directiva determinó leer todos los proyectos. Fue una escena increíble. En la sala sólo se escuchaba la inconfundible voz del constituyente Ignacio Mendoza, primer secretario, y se veía a más de doscientas personas siguiendo la lectura. Algunos constituyentes subrayaban los documentos, otros hacían anotaciones, otros comentaban o consultaban con la persona de su lado. Se notaba que para algunos era más difícil que para otros seguir la lectura, ya sea por el idioma o por el contenido complejo de los documentos; pero todos estaban atentos y concentrados, parecía que les hubieran dicho que al final les iban a tomar un control de lectura. Ésta fue una de  las pocas ocasiones en que todos estaban tan concentrados trabajando juntos, sin distinción.

Más sabe el diablo por viejo…

En otra sesión se puso en consideración artículos del Reglamento referidos a aspectos administrativos. La complejidad de estos temas, el desconocimiento y la poca experiencia de algunos constituyentes, hizo que se genere una discusión que parecía no tener fin ni sentido.  Si bien era un tema básico y simple era también un buen tema y un buen momento para medir fuerzas. Todos querían hablar y dar su opinión. Comenzaron los asambleístas del oficialismo pero muchos de los que hicieron uso de la palabra no se refirieron al tema en sí sino a la manera en la que estos aspectos fueron tratados en otros gobiernos y cómo ésto generó corrupción en la administración pública, etc. De repente comenzaron los insultos dirigidos a los constituyentes de los partidos políticos que estuvieron en función de gobierno en otras gestiones, se escuchó claramente “éstos vende patria”, “oligarcas”. Los aludidos no se quedaron callados; algunos plantearon su posición sobre el tema en consideración, otros se defendieron, otros levantaban las manos pero no lograban ser vistos para que se les conceda la palabra, algunos se cansaron y otros insistieron en ser escuchados, entre ellos Hormando Vaca Diez, ex presidente del Congreso Nacional. Al fin le dieron la palabra y él muy tranquilo y seguro  terminó dando una cátedra de derecho administrativo al pleno. Aunque no gustó a muchos, hay que reconocer que sabía del tema.

Distintas visiones, distintos lenguajes

Las sesiones más esperadas fueron las destinadas a que las fuerzas políticas presenten su “visión de país”. La expectativa era tan grande que el canal nacional las transmitió en vivo. Parecía un concurso, donde ganaba el que mejor presentación hacía acerca del país que todos soñamos tener. Cada fuerza tenía tres horas para realizar su presentación. En la presentación de PODEMOS destacó la formalidad de los oradores, que incluso  se reflejó en su forma de vestir. La presentación de “power point” que mostraron y los efectos utilizados dejaron a todos impactados. El fondo era el mapa de Bolivia, luego aparecía el símbolo de la agrupación, una estrella y cada punta (asta) de ésta representaba uno de los pilares de su propuesta. Se notaba que no había nada improvisado y que todos sabían su parte.

La presentación de la bancada del MAS fue espectacular, y mostró la riqueza multiétnica y pluricultural del país. De una u otra manera participaron todos: algunos ingresaron agitando la tricolor, otros la  wiphala y otros la bandera del MAS. Otros constituyentes ingresaron llevando en alto la bandera del departamento donde fueron electos, cada uno luciendo el traje típico de su región, formaron una escuadra de honor que se mantuvo firme en la testera las tres horas que duró la presentación. Otros asambleístas fueron los encargados de hacer la presentación de la propuesta en sí, entre ellos Nilda Copa, que entraba y salía del hemiciclo en espera de que le llegue su turno para hacer uso de la palabra. A solas, en el pasillo, me confesó que leer en público la ponía muy nerviosa y que le preocupaba equivocarse delante de tanta gente. Conversamos un rato y le sugerí que lea su parte y que repitiera  lo que entendía con sus propias palabras, lo hizo así y luego de ejercitar unas cuantas veces, salió al escenario muy serena y segura a explicar el país que su fuerza política nos proponía. Fue, en todo sentido, una presentación simbólica, llena de fuerza y con una carga emotiva inexplicable. 

Una presentación que conmovió fue la de Juan Jaime Zubieta Arce, del Movimiento Ciudadano San Felipe de Austria del departamento de Oruro, único asambleísta electo por esa agrupación, quien, como buen docente universitario, había preparado por escrito su presentación y con mucha seguridad se paró frente al auditorio y leyó  entero su documento sin importarle que los presentes los estuvieran escuchando o no.

Sombras de intolerancia

En una de las primeras sesiones pidió la palabra la constituyente Isabel Domínguez. Ella se dirigió a los presentes en quechua, su idioma materno, en el que se desenvolvía mejor y más naturalmente. De repente esa dulce mujer se transformó y se abalanzó con su chicote sobre otra constituyente que gritaba y vociferaba. No entendíamos qué había pasado ni sabíamos qué le había dicho la otra asambleísta para descontrolarla de esa manera. Luego nos enteramos que al no entender  lo que su colega decía en quechua, habría hecho una referencia despectiva sobre  su condición de mujer de pollera y la habría conminado a que “si no sabía castellano era mejor que regresara a la escuela para aprender a hablar”. Sin duda la intolerancia se puede reflejar en hechos y en palabras.

Idas y venidas

Durante la semana regional, por motivos familiares o simplemente para aprovechar el fin de semana, los asambleístas, asesores, técnicos y acompañantes de la Asamblea íbamos y veníamos de Sucre. Con la mayor parte nos encontrábamos en las oficinas de la línea aérea, en el aeropuerto, en la sala de pre embarque o dentro del avión.

Todos estábamos siempre afanados tratando de reconfirmar el  pasaje o de conseguir un espacio en cualquiera de los vuelos.  El ritmo se volvía frenético si había pronóstico de mal tiempo, porque, como todo el mundo sabe, en Sucre, si llueve, está nublado o si hay viento es posible que el vuelo se cancele. Y a veces, sin querer, teníamos que quedarnos en Sucre o salir corriendo del aeropuerto directo a la terminal en busca de un asiento en la última flota.

Los constituyentes que no tenían la costumbre de volar entraban rápido a la nave en busca del asiento que figuraba en el pase a bordo. Muy disciplinados querían sentarse sólo en el asiento designado y, cuando el vuelo iba lleno, terminaban sentados en el lugar que quedaba libre o el que le decía la azafata, lo que implicaba, en muchos casos, viajar separado de sus compañeros o amigos, lejos del alcance de su equipaje e incluso justo al lado de un asambleísta de a otra fuerza política. Algunos ni se miraban y se ignoraban todo el viaje. Pero si uno terminaba sentado con alguno de los constituyentes de otro partido y entablaba conversación para hacer más ameno el viaje, era motivo de chismes y chistes relacionados con su fuerza política “ah…ahora ya eres de ellos”.

Almuerzo accidentado

Un  día de esos en que estábamos un grupo de mujeres en el patio del colegio Junín, apareció Rosalía del Villar, joven asambleísta de El Alto, quien con una cálida sonrisa  nos invitó a almorzar. Acordamos vernos al día siguiente en el mismo lugar, alrededor de las 13:00. Luego de la reunión de su bancada, salió corriendo y nos contó la odisea por la que había pasado para cocinar una nogada de cordero. Nos comentó que apenas consiguió cordero tierno, que no pudo comprar el maní, que se había levantado a las 4:30 de la mañana para dejar cocinada la carne y que como no tenía más ollas no preparó arroz, por lo que teníamos que llevar arroz para acompañar el rico cordero. Fuimos restaurant tras restaurant para encontrar arroz pero por la hora no había; nuestra última esperanza fue una chifa, donde compramos el típico arroz de comida china. Creo que todas las invitadas coincidimos en decir: “no importa, la cosa es compartir”.

Los retos de aprender

Un día, uno de los asiduos visitantes de la oficina de Apostamos por Bolivia, nos pidió ayuda para buscar en Internet información sobre determinado tema que estaba siendo analizado en su bancada. Nos dijo que había un constituyente que sabía mucho del asunto pero que en su explicación usaba términos muy complicados y difíciles, así que él quería conocer más para satisfacer sus dudas y poder intercambiar criterios. Nos dijo: “no quiero sólo asentir con mi cabeza cuando me habla, quiero saber y entender todo”.

Otro día, tuvimos una sesión con los miembros de una comisión. La idea era analizar un determinado tema y ver cómo se había tratado en otras constituciones de la región. Todos estaban preparados. Habían leído, buscado información, preguntaban y participaban menos una persona, quien al final de la reunión pidió una sesión a las  7:00 de la mañana, como efectivamente se hizo. Esta persona es quechua y le era más fácil entender la explicación en su idioma materno. Con la ayuda de su asistente, vencimos la barrera del idioma y así salvó todas sus dudas.

¡Respete la bandera!

En pleno debate de los 2/3 como fórmula de votación, los constituyentes de la oposición habían asumido diversas medidas de presión. Uno de ellos se desnudó el torso y comenzó a recorrer, con la bandera boliviana en la mano, la testera del hemiciclo de la Asamblea. Ahí apareció Isabel Domínguez, asambleísta de Cochabamba, quien  lo persiguió a  chicotazos.

A raíz de este episodio, que parecía un enfrentamiento partidario, mucha gente tenía la idea de que ella era una persona violenta, ruda y de mal genio, incluso alguna vez se escuchó decir “cuidado, ahí viene la chicoteadora”. Pero cuando se le preguntó el motivo de su reacción ella dijo: “Acaso el fulanito no ha ido al cuartel. Acaso no sabe que se debe respetar la bandera. ¿Cómo va a estar desnudo agitando la bandera? ¡Que barbaridad!

Agua pura o con azúcar

Sin pensarlo, la capitalidad se convirtió, de un momento a otro,en uno de los debates centrales y de mayor confrontación de la agenda de Asamblea Constituyente. Uno de esos días, un grupo de autoridades, dirigentes y ciudadanos chuquisaqueños, visitó distintas comisiones para plantear su demanda. Resulta que en una de las comisiones, una de las personas que acompañaba al grupo empezó a sacar fotografías a los constituyentes  paceños ahí presentes. Una asambleísta del MAS, elegida en El Alto, la increpó afirmado que era para “ficharla” y “amedrentarla” porque ella defendía la posición de La Paz y le advirtió que no le sacara mas fotografías. Lamentablemente esta persona no hizo caso de la advertencia y provocó que la constituyente  entre en una crisis de nervios.  Los que estábamos alrededor tratamos de calmarla pero como no faltan los impertinentes que azuzan, fue bastante difícil por lo que optamos por llevarla a una de las oficinas. En medio del afán, lo primero que se nos había venido a la mente fue “darle agua”, pero no nos pusimos de acuerdo en la forma. Como la asambleísta estaba colorada de la rabia y parecía que su cabeza le iba a explotar, le vaciamos el vaso en la cabeza y ahí nos dimos cuenta que el agua estaba con azúcar. La persona que trajo el vaso había pensado que el agua era para que la bebiera  y de esa manera le suba la presión. No sólo le subió la presión, sino que también quedó “endulzada”. Bueno, la intención es lo que cuenta y al final entre risa y risa logramos que se calme.

¿La casa de quién?

Sucre siempre ha sido un buen destino turístico  pero, con la instalación de la Asamblea Constituyente,  el interés de la gente por conocer y visitar  esta ciudad creció mucho más. 

Apostamos por Bolivia apoyó a varios grupos de indígenas y campesinos  para que tengan la posibilidad de presentar sus propuestas y demandas ante las distintas comisiones de la Asamblea Constituyente y así conocer y visitar Sucre. En una de esas oportunidades tuvimos la oportunidad de recibir  a un grupo de autoridades originarias del altiplano. Todos emocionados y muy elegantes, con sus ponchos y chicotes, asistieron y participaron de  las audiencias y actividades  que  concretamos en ocasión de su llegada. Una de las últimas actividades programadas era la visita al teatro Gran Mariscal y a la Casa de la Libertad. Nos parecía interesante que estando allí conozcan el lugar donde se había fundado la patria y donde se quería  refundarla. La visita al teatro Gran Mariscal fue bastante amena; fue como recorrer un gran museo puesto que el hemiciclo estaba vacío. El encargado de protocolo ofició de guía e iba respondiendo a todas las consultas e inquietudes de la gente: ¿dónde se sienta fulanito?, ¿dónde se cayó perenganito?, ¿por qué están sentados por bancadas políticas?, etc. Incluso algunas de estas autoridades posaron en la testera y simularon mandar un mensaje de unión y de trabajo conjunto a los constituyentes. Creo que el estar ahí los hizo sentir parte del proceso. Por la hora, tuvimos que salir  corriendo del teatro rumbo  a la Casa de la Libertad. En el camino, una de estas autoridades preguntó con toda inocencia y naturalidad: ¿a la casa de quién vamos?

Entre acuerdos y brechas

El trabajo de las comisiones estaba en su etapa final. El desafío de todos los constituyentes era consensuar, dentro de sus respectivas comisiones, hasta antes de que se cumpla el plazo de entrega de los informes. La mayoría de las  comisiones estaba en ese afán y en muchos casos habían llegado a consensuar varios  de los temas en consideración.

En una de las 21 comisiones, en  la sesión en la que se tenía que aprobar los informes, pude confirmar cómo sus  miembros, luego de tanto esfuerzo y trabajo, habían llegado a varios acuerdos e incluso era posible que entreguen un solo informe en consenso; pero pude también confirmarcómo todo  fracasó y terminaron entregando  dos informes, uno por mayoría y otro por minoría. Miriam Cadima, una de las constituyentes del oficialismo, frustrada por esta situación, se dirigió a sus colegas de la oposición para reconocer que su informe tenía algunas debilidades en determinados aspectos y que el de de ellos era más completo en esos puntos, y les solicitó seguir trabajando juntos, puesto que ella estaba consciente de que aunque con falencias, su informe, al tener la mayoría en la comisión, sería el documento con más peso en el pleno de la Asamblea.

Los de la oposición quedaron impactados. Javier Limpias pidió la palabra para resaltar el noble gesto de la constituyente y manifestó que si dentro de la Asamblea hubiera habido por los menos unas diez personas como ella, otra sería la historia, pero que a raíz de la negativa de algunos constituyentes de revisar la votación de la Comisión de Visión de País, ellos no podían retroceder en la determinación asumida por su fuerza política.

La razón para compartir esta vivencia es muy simple y básica: son muchas las cosas que se vieron y conocieron sobre la Asamblea pero son también muchas las cosas que no se vieron y conocieron. Creo que para valorar este espacio nos falta aún bastante por conocer y entender. No nos apresuremos.


NOTAS

1   Abogada. Integró el equipo de trabajo de Apostamos por Bolivia.


 

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