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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.10 n.22 La Paz  2007

 

SECCIÓN II

ESTADOS DEL ARTE

 

Élites cochabambinas en clave etnográfica

José M. Gordillo 1

 

¿Quién manda hoy en Cochabamba? Una investigación descubre a los grupos de poder regional, más allá de sus representaciones o liderazgos. En este artículo, algunos de sus principales hallazgos, pero también la metodología y los diferentes  instrumentos utilizados para mostrar cómo las elites fueron afectadas por la revolución y porqué no se rearticularon más.


El tema del poder regional fue recientemente abordado en una investigación titulada “Pitaq Kaypi Kamachiq: Las estructuras de poder en Cochabamba, 1940-2006”, llevada adelante por José M. Gordillo, Alberto Rivera y Ana Sulcata, con el auspicio del PIEB2. En este trabajo se analiza el poder desde una perspectiva histórica y sociológica, priorizando el estudio de las redes por las que circula, más allá de sus representaciones o liderazgos. Su propósito es comprender quién manda hoy en Cochabamba, indagando sobre los cambios en las estructuras de poder producidas por la Revolución Nacional de 1952 y por la nueva política económica de 1985. Los resultados obtenidos, en síntesis, nos indican: a) Que las elites de poder terrateniente fueron muy afectadas por la revolución y que no volvieron a recomponerse más; b) Que los nuevos sectores sociales emergentes (se estudió a los comerciantes, a los transportistas y regantes), pese a su importancia económica, son actualmente tan sólo grupos de presión política, pero sin proyección de clase; y, c) Que el poder está fraccionado en grupos encapsulados, causando la conformación de una estructura en la cual muchos son los que mandan, pero  pocos los que obedecen.

En el presente artículo discutiremos la metodología empleada en la investigación que nos permitió arribar al primer resultado de la investigación histórica, es decir, desplegaremos los diferentes  instrumentos que se usaron en el estudio para observar cómo las redes familiares por las que circulaba el poder de las elites terratenientes anteriores a 1952 fueron destruidas por la revolución y porqué no se rearticularon más. En otras palabras, expondremos las vías a través de las cuales pudimos constatar que el poder se concentraba en clanes familiares; que los intereses económicos de los patriarcas de la tierra no se vinculaban directamente con los modernos sectores de la industria, finanzas y servicios que emergían en los albores del siglo XX; que la modernidad florecía entre grupos familiares de inmigrantes nacionales y extranjeros afincados en la región modificando las prácticas de producción y consumo; que del seno de las familias terratenientes surgieron grupos de empresarios e intelectuales que interpelaron el orden establecido por sus patriarcas; y que, pese a la dificultad de compatibilizar los intereses de una elite agraria regional con los del modelo minero exportador de principios del siglo XX, existía entonces en Cochabamba un ambiente favorable para generar riqueza y transformar el sistema de distribución.

Veremos también los efectos de la Revolución de 1952 sobre las elites de poder regional, y explicaremos cómo el uso de un instrumento etnográfico como es el de la genealogía, permite entender la evolución de los grupos familiares de esta elite de poder en el transcurso de más de medio siglo3. Explicaremos, en consecuencia, cómo la aplicación del método genealógico nos condujo inicialmente a dar los siguientes pasos: primero, seleccionar a las familias de la elite y agruparlas en tres subelites de poder económico, intelectual y sindical. Segundo, identificar un EGO o informante clave en cada familia, bajo ciertos parámetros de control. Tercero, entrevistar a los EGOS con el propósito central de reconstruir la genealogía de sus familias,            contemplando tres generaciones: los padres, los hijos y los nietos de la Revolución de 1952. Cuarto, sintetizar la información genealógica alrededor de dos variables específicas, que son el nivel de educación y el lugar de residencia de los miembros de las tres generaciones familiares.

Con el fin de hacer más ligera la explicación del uso de estos métodos de investigación, los iremos exponiendo a medida que fueron empleados en el contexto de la narrativa histórica e ilustraremos sus resultados mediante cuadros resumidos de los hallazgos empíricos más importantes.

Historia y estructura social regional

La historia regional de Cochabamba adquiere identidad propia alrededor de algunos elementos específicos que la caracterizan. En primer lugar la geografía, que sitúa a sus valles interandinos en una posición estratégica entre las zonas de Oriente y Occidente, a lo que se añade la fertilidad de sus suelos4. Luego                  la economía, que desde el temprano período colonial conectó a esta región agraria con la minería potosina a través de los productos cultivados en los extensos territorios de las reducciones indígenas y de las haciendas españolas y criollas5. También la demografía, que la convirtió en un espacio migratorio de alta intensidad en términos cuantitativos y cualitativos, porque junto a los flujos de población circularon nuevas ideas, visiones y expectativas6. Por último está la cultura, que creó un ámbito de relaciones sociales entre quienes mandaban y quienes obedecían que funcionaba mediante códigos propios y definidos7.

A inicios del siglo XX, la gran producción de estaño destinada al mercado mundial hizo que las elites políticas de corte liberal concentraran el poder en La Paz y que las elites empresariales instalaran sus centros de producción alrededor de Oruro, propiciando el funcionamiento de un modelo minero exportador que modificó la geografía económica del país. La lógica mercantil y política vigente en la era previa de la producción de plata, que permitió compartir el poder desde Sucre con una alianza de patriarcas mineros y terratenientes en la que Cochabamba estaba incluida como región, dio paso a una nueva lógica que marginaba del poder nacional a los terratenientes vallunos que hasta entonces habían disfrutado de un monopolio natural de los mercados mineros, dada su favorable ubicación geográfica8.

La competencia en los mercados mineros que se acentuó con la instalación de vías férreas entre la costa del Pacífico y el Altiplano, por donde ingresaban materias primas y alimentos que antes los ofertaba Cochabamba, devaluó sus precios y, en consecuencia, descendió notoriamente la renta agraria regional. ¿Cómo afectó este hecho económico a las elites de poder territorial? En este punto iniciamos el trabajo de archivo revisando y registrando los nombres de los propietarios de las haciendas con valores catastrales superiores a los 100 mil bolivianos de la época, e iniciamos la construcción de una base de datos con la información obtenida de las 14 provincias de Cochabamba. Luego, seleccionamos las 12 propiedades más valiosas en cada provincia y creamos rangos para observarlas comparativamente, concluyendo que las propiedades de Cercado y Cliza obtenían rentas que, por su ubicación, elevaban su valor muy por encima de otras haciendas en provincias como Mizque y Tapacarí. En otras palabras, la diáspora en el valor de la tierra nos señalaba que la elite terrateniente no era homogénea y que el poder se había concentrado alrededor de la capital del departamento y de las vías férreas, en tanto que los terratenientes marginales manejaban tan solo las economías y los poderes locales9.

Si eran elites heterogéneas económicamente, ¿cómo administraban su capital social? Para responder esta segunda pregunta añadimos a nuestra base de datos los nombres de quienes tenían membresías en el Club Social y en el Rotary Club de Cochabamba, con el fin de analizar si existían vínculos entre la gran propiedad territorial y los ámbitos de prestigio social donde se reproducía la simbología del poder regional. Esos vínculos eran directos cuando el nombre y apellido del terrateniente estaban anotados en las listas de socios de los clubes y los entendimos como indirectos cuando no estaba registrado literalmente el nombre del hacendado pero sí su apellido, lo que nos permitía pensar que el socio era un miembro de su familia nuclear o extensa. Con esa información procesada volvimos a observar la lista de los 12 mayores propietarios de tierra en las 14 provincias de Cochabamba, y resultó que las provincias cuyos terratenientes participaban más en los clubes eran Chapare, Tarata y Ayopaya, mientras que en Tapacarí y Mizque la participación era mínima10.

Comparando estos datos con los resultados anteriores, se  puede concluir que no era suficiente tener propiedades valiosas para obtener prestigio social, pero también que las elites marginales no sólo eran pobres sino que no tenían ningún prestigio social. En otras palabras, que las elites de poder territorial estaban tan desmembradas que no llegaban a identificarse en su nivel económico y menos en su estatus social.

Entonces volvimos a ampliar el horizonte de análisis formulando una tercera cuestión. Estas elites terratenientes tan desarticuladas, ¿cómo es que se relacionaban con aquellos sectores financieros, de servicios e industriales, que surgían al son de la modernidad? Para analizar este tema añadimos en nuestra base de datos los nombres de los accionistas de tres empresas estratégicas de la región, que eran el Banco Hipotecario Nacional (BHN), la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (ELFEC) y la Cervecería Taquiña. Además, insertamos los nombres de los miembros de la cámaras de industria y de comercio, que eran asociaciones en cuyo interior se albergaban a los nuevos industriales y comerciantes que especializaban estas actividades en el marco de las ideas modernas que penetraban desde el exterior del país (Ver cuadro 1).

La información del Cuadro 1 es parcial, porque se refiere a los grandes propietarios de sólo cinco de las catorce provincias de Cochabamba. Sin embargo es ilustrativa de la situación general, puesto que nos muestra el fuerte vínculo entre los terratenientes y el Club Social aunque no así con el Rotary Club, porque esta era una organización internacional de beneficencia reciente que albergó a las nuevas clases medias urbanas y a las familias de inmigrantes. Lo extraordinario es que el resto de las columnas están prácticamente vacías, y este es un ejemplo interesante de cómo la ausencia de un tipo de registro específico de hecho nos otorga información. A primera vista, tenemos la imagen de un divorcio absoluto entre los dueños de la tierra y las actividades empresariales, ya que el señor Franklin Anaya aparece como un solitario accionista y don Carlos Canelas como el único terrateniente modernista relacionado con las cámaras de industria y de comercio. Pero, la medalla tiene dos caras y, por tanto, se hizo necesario observar la misma relación, pero ahora desde la perspectiva de los empresarios y además en dos momentos, previo y posterior a 1952, para comprender los cambios inducidos por la revolución (Ver cuadros  2 y 3).

Los cuadros 2 y 3 nos muestran el caso de los accionistas del BHN, en cuya nómina aparece el señor Ulises Ramos como el único terrateniente11. ¿Se confirma la absoluta desvinculación de los terratenientes con el capital financiero? Aparentemente sí, pero al estudiar los apellidos de los accionistas vemos que concuerdan en muchos casos con los apellidos de los terratenientes, lo cual nos conduce a pensar que ellos pertenecían a una generación con residencia urbana de los mismos terratenientes, quizá más apartados de la actividad agraria pero en pleno proceso de inserción a las finanzas. Esta nueva camada de la elite terrateniente compartía sus acciones con algunos miembros de una naciente clase media urbana y unos pocos, pero exitosos, inmigrantes nacionales y extranjeros como era el caso de Julio Knaudt y de las señoras Leonor Kunst vda. de Clauss y Elvira Kunst de Sanjinés.

Una mayoría de los accionistas del BHN, en la década de 1940, tenía también títulos en ELFEC; ambas fueron empresas de raigambre urbana local, aunque los capitales de la primera estaban más cercanos a la agricultura y los de la segunda a los ahorros de una naciente clase media cochabambina. Ese panorama contrasta con los accionistas de la Cervecería Taquiña, cuya mayoría provenían de familias de inmigrantes alemanes que trajeron a la región disciplinas industriales y hábitos de consumo modernos. En lo que no hay duda es en la desconexión prácticamente total de estos grupos de banqueros y accionistas con las cámaras de industria y comercio, porque ellas acogen apellidos de una clase media pujante muy impregnada por apellidos extranjeros de distinto origen, sobre todo alemanes, judíos, árabes, italianos, servios y croatas.

En la década de 1960, la propiedad de las acciones del BHN se modificó radicalmente. Las familias Zamora y Horne, ambas de inmigrantes, concentraron las acciones y los apellidos tradicionales quedaron relegados a un segundo plano a nivel empresarial y sin mayor significación simbólica, dado que su ámbito de reproducción, el Club Social, perdió su importancia en la nueva estructura social posrevolucionaria. Muchos medianos accionistas colocaron sus capitales en la Cervecería Taquiña y no tanto así en ELFEC, puesto que esta empresa pasó a manos municipales. Entre estos inversionistas medianos del banco, figura solitario el señor Samuel Paz Torrico en calidad de dueño de una valiosa propiedad urbana, hecho que nos hace pensar que los pocos terratenientes que lograron sobrevivir al cisma revolucionario fueron aquellos cuyas propiedades estaban en el área de expansión de la ciudad de Cochabamba, porque fraccionaron sus terrenos y sacaron provecho de la renta generada por la urbanización acelerada.

Por razones de espacio no hemos incluido en este artículo la información relativa a los accionistas de ELFEC y Taquiña, pero podemos comentar que en base al análisis del mismo tipo de cuadros obtuvimos los siguientes resultados. En la década de 1940, el mayor accionista de ELFEC era Simón I. Patiño con más de la mitad de los títulos, y el resto provenía de inversionistas pequeños de la clase media urbana. Durante los años de 1960, el paquete de acciones fue entregado por la Fundación Patiño a la Municipalidad de Cochabamba y más tarde sirvió como el aporte municipal para fundar la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE). En la Cervecería Taquiña de la década de 1940, un grupo de 27 inversionistas manejaba más del 50 por ciento de las acciones, la mitad de ellos eran de origen alemán y tres cuartas partes tenían apellido extranjero. En 1965, el capital se concentró fuertemente (3,5 por ciento de accionistas controlaban el 51 por ciento de acciones), pero sólo un tercio de ellos era alemán y la mitad tenía apellido extranjero. Aparecieron, entonces, varios apellidos combinados boliviano alemanes (Sanjinés, Jastram, Kunst), árabes (Asbun) y eslavos (Eterovic), y en ambas empresas el vínculo con los terratenientes era débil12.

 

Edgar Arandia.El mundo de arriba y el mundo de abajo (1985). Óleo sobre tela, díptico

En una etapa inicial del análisis que acabamos de exponer, cuando teníamos completa la base de datos pero aún no la habíamos interpretado, exploramos la información con un paquete estadístico especializado en el análisis multivariado. Nuestra intención era conformar grupos de terratenientes vinculados a los atributos de la base de datos de distinta manera. No se pudo lograr este objetivo, porque la estructura de la información no era internamente coherente, es decir, no existían patrones definidos en las relaciones entre las variables y por tanto no se podían conformar grupos diferenciados. Entonces, fue necesario construir manualmente los cuadros que acabamos de exponer, con el fin de  observar las relaciones entre las variables e interpretar el significado de sus vínculos13.

Finalmente, volvimos al listado original de los nombres que obtuvimos al crear cada variable (propiedad de tierras, acciones, membresías, etc.), donde cada individuo podía figurar con uno o más atributos. Esta lista final contenía alrededor de 4.500 nombres de personas y los agrupamos por apellido, con lo cual obtuvimos un cuadro de los clanes familiares en Cochabamba que ordenamos de acuerdo a su frecuencia o número de individuos. Con este método empírico obtuvimos un panorama general de los grupos familiares más importantes, entre los que circulaba el poder local y se reproducía en el tiempo, porque es notorio que muchos de estos apellidos estaban relacionados por vías de parentesco y que estas vías se hacían más estrechas a medida que observábamos los vínculos entre los clanes más numerosos (Ver cuadro 4).

La etnografía del poder regional

Los historiadores están retomando los métodos genealógicos para comprender mejor los contextos sociales que analizan. Al hacer estudios a profundidad de las familias o de los clanes familiares poderosos se descubren los fundamentos más íntimos que hacen al comportamiento económico o social de una época determinada, pero también se penetra en los laberintos por los que circula y a través de los cuales se sustenta el poder14.

En nuestro caso, aunque utilizamos la herramienta genealógica, el objetivo era diferente. Lo que a nosotros nos interesaba era estudiar la evolución del poder que detentaba una elite terrateniente que fue golpeada por un proceso revolucionario, es decir, queríamos contrastar una hipótesis de trabajo en sentido de que los grupos familiares que tenían el  poder regional antes de 1952 no se rearticularon después de la revolución y que, en consecuencia, no existe una oligarquía regional derivada de los antiguos terratenientes.

A partir de esta premisa, y contando con los datos empíricos previamente descritos, nos dimos a la tarea de reflexionar sobre el carácter de la elite terrateniente local. Sabíamos que pese al monopolio de los recursos naturales y a su hegemonía en el ejercicio del poder económico, político y simbólico, esta era una elite de poder intrínsecamente débil y que, además, se habían desprendido de su seno grupos familiares disidentes que desde el campo de la política y de la producción intelectual interpelaban los principios de mando de sus patriarcas. Más aún, el proceso revolucionario había dado lugar a la emergencia de líderes sindicales agrarios y urbanos que inmediatamente ejercieron un poder regional e incluso nacional, confrontándose también con el poder terrateniente15.

Por tanto, decidimos dividir a la elite regional en tres grupos de poder económico, intelectual y sindical. Luego, elegimos familias representativas de estos grupos de poder y, finalmente, trabajamos con aquellas señaladas en el Cuadro 5. Adoptamos los criterios básicos que nos permitan seleccionar a los EGOS (informantes) de cada familia elegida, entre los cuales estaba la edad que debía rondar entre los 60 años o más y, en lo posible, encontrar una equidad de género, lo cual fue difícil dado el resabio patriarcal de estas familias tradicionales. Sin embargo, debemos resaltar el hecho de que las mujeres que entrevistamos tenían percepciones muchos más sutiles sobre el poder familiar que los hombres, los que en contraste hacen mayor hincapié en temas sociales y políticos.

Diseñamos formularios para el vaciado de la información obtenida en las entrevistas, así como las estrategias básicas para abordar temas centrales. Por el rango de edad elegido para los EGOS, sabíamos que estos podrían ser o los actores directos en el proceso de la revolución o sus hijos, pero que en ningún caso serían los descendientes de la tercera generación. En otras palabras, tomando como referencia 1952, queríamos reconstruir las genealogías familiares de los padres, hijos y nietos de la revolución, con informantes de alguna de las dos primeras cohortes. En la primera generación se tomarían datos tan sólo del padre y de la madre, en la segunda generación (a la que pertenecía el EGO) se tomarían los datos de todos los hermanos/as y de sus respectivos consortes, mientras que en la tercera generación se registrarían los datos de los descendientes del EGO y de sus consortes     (Ver gráfico 1).

 

Las entrevistas desde ya nos ofrecieron un panorama extraordinario, pero cuando fueron transcritas las narrativas y pudimos estudiar los textos comparativamente, se aclaró el tejido social que daba coherencia a los tres grupos de poder elegidos. Así, el grupo de familias con poder económico demostraba tener una larga memoria histórica, porque ubicaba a sus ancestros en el período colonial o a principios de la República. Este hecho de partida diferenciaba sutilmente a los clanes familiares que implícitamente acentuaban sus orígenes más españoles o más criollos. Sin embargo, indistintamente consideraban a la tierra como la raíz de su ser histórico, de tal manera que la Reforma Agraria de 1952, al desarraigarlos, les arrebató su identidad social. El grupo de las familias de intelectuales, en cambio, colocan el énfasis de su identidad social en su posición crítica hacia las relaciones sociales que vinculaban a los propietarios de la tierra con sus trabajadores. Muchas de estas familias son concientes de su parentesco con los terratenientes, pero reivindican la posición contestataria de sus ramas familiares que se confrontaron con sus patriarcas. Además, varias de estas familias provienen de las elites marginales o provinciales de la época y ellas se insertaron a la vida urbana enfrentándose a la discriminación de las elites locales más poderosas. Por último, el grupo de familias de los sindicalistas proyectan su memoria histórica al proceso revolucionario y logran construir su identidad social alrededor de su lucha contra las relaciones sociales de la época latifundista. Para este grupo la familia y las relaciones familiares no son las vías por las que circula el poder, esas redes las tejen en torno al sindicato y a sus vínculos de solidaridad de clase.

Planteadas así sus identidades grupales, nuestro siguiente paso fue estudiar cómo estos grupos familiares evolucionaron a lo largo del tiempo, tratando de entender sobre todo las maneras en que como grupos de elite pudieron readecuar o terminaron por perder el estatus que adquirieron manejando el poder económico, el poder del conocimiento y el poder político. Con ese propósito creamos una nueva base de datos con la información obtenida en el proceso de reconstrucción de las genealogías, enfocando la atención en las variables de nivel de instrucción y de lugar de residencia de los miembros de cada generación familiar de los tres grupos de elites.

En los cuadros 7 y 8 presentamos los resultados obtenidos para el primer grupo de poder económico. En la generación de los padres, los varones tienen niveles altos de formación profesional y las mujeres niveles bajos. En cambio, los varones de la segunda generación, es decir, los hijos de la revolución, aunque accedieron en mayor número absoluto a la educación técnica y universitaria, en términos relativos dos de cada diez de ellos vieron limitadas sus expectativas a niveles de formación nulos, básico o medios. En la tercera generación, la de los nietos de la revolución, prácticamente todos tienen los niveles más altos de formación.

¿Qué ocurrió con las mujeres? Sus niveles educativos mejoraron sustancialmente. Ocho de cada diez hijas de la revolución alcanzaron grados medios o técnicos, una accedió a la universidad y otra se quedó sin instrucción. Para las nietas de la revolución el éxito fue mayor, seis de cada diez fueron a la universidad, tres obtuvieron grados técnicos y una fue al colegio secundario. Estos logros educativos, sin embargo, se vuelven aparentes cuando observamos la condición de residencia de los graduados. Entre los hijos de la revolución, dos de cada diez abandonaron la región; una con nivel educativo bajo se fue al interior del país y otro con nivel educativo alto salió al exterior. Los nietos emigraron intensivamente, porque cinco de cada diez dejaron la región. De ellos, la mitad se fue al interior del país y la otra mitad al extranjero; casi todos los que emigraron tenían alto nivel educativo. ¿Qué significa este proceso? Significa que la revolución financió la educación de alto nivel de hombres y mujeres de este grupo de las elites regionales, para que vayan a desarrollar sus aptitudes en otras regiones o países del mundo. La región experimentó una sangría de sus elementos más capaces.

También por razones de espacio no exponemos los cuadros respectivos de los grupos familiares de intelectuales y sindicalistas. Pero, podemos explicar que en el caso de los intelectuales, ellos también profesionalizaron a los miembros de su tercera generación en proporciones muy similares al grupo de poder económico. Lo que marca la diferencia es que sólo dos de cada diez individuos del grupo de intelectuales emigraron de la región, de tal manera que la mayoría de ellos está en este momento ejerciendo su profesión en Cochabamba. El grupo de los sindicalistas no educó a su tercera generación hasta lograr el nivel que alcanzaron los otros grupos familiares de poder, y la mayoría se quedó como técnicos o bachilleres. Las pautas migratorias de ida y vuelta que emplean para encontrar trabajo hacen que muchos permanezcan en la región, pero en calidad de mano de obra poco calificada.

Conclusiones

La Revolución de 1952, y sobre todo la Reforma Agraria que se aplicó en la región de Cochabamba, afectaron profundamente a sus elites de poder prerrevolucionarias. Con el propósito de calibrar los efectos sociales de ese cambio político a lo largo de un período de más de medio siglo, aplicamos instrumentos genealógicos en tres grupos familiares en que dividimos las elites de poder regional.

Los resultados del análisis nos confirman que esas elites de poder no se reacomodaron íntegramente al estatus previo que ejercían, pero una mirada más detallada nos revela varios aspectos interesantes. Primero, que el grupo de poder económico emigró de la región y los que se quedaron se desarticularon. Luego, que el grupo sindical no tiene poder alguno y se desvaneció en el tiempo. Finalmente, que el grupo de los intelectuales es el único que se rearticuló en la estructura de poder contemporáneo, en base al manejo del conocimiento y a la práctica de profesiones de raigambre urbana.

En una siguiente parte de esta misma investigación, en la que se emplearon métodos sociológicos para el análisis del poder regional actual, se constató que los descendientes de las familias de intelectuales han reconstruido redes de poder, sobre todo al interior de las instituciones estatales, como la prefectura, la municipalidad, la universidad y otras más. Este hallazgo es interesante, porque en Cochabamba, donde el campo no genera riqueza y las oportunidades se concentran en una ciudad poco productiva, las fuentes de gasto público otorgan mucho poder a quienes arman sus redes en las  instituciones del Estado.


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Notas de pié de Página

1   El autor es economista, doctor en historia, investigador y docente universitario.              

2   Esta investigación será publicada con el apoyo del PIEB, el CESU y la DICyT - UMSS.    

3   La idea de usar genealogías para estudiar la evolución de los grupos familiares de poder fue planteada por los investigadores que elaboraban el Informe Nacional sobre      Desarrollo Humano 2007 (PNUD). Se encargó a tres equipos el estudio de la evolución de las estructuras de poder en las regiones de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, este      último a cargo de J. M. Gordillo y A. Rivera (2006), los que emitieron un informe titulado “La revolución de 1952: Continuidades y cambios”. Agradecemos al PNUD su      autorización para utilizar estos datos con el fin de plantear al PIEB un nuevo proyecto de investigación que comprende un espacio temporal más amplio y, en especial,      reconocemos el aporte teórico de George Gray, Fernanda Wanderley, Rossana Barragán y  Claudia Peña.

4   La vocación agraria e integradora de Cochabamba se inició en el período incaico, cuando Wayna Capac instaló en el Valle Bajo un enclave de producción de maíz que se      distribuía en el Cuzco, trasladando anualmente a 14.000 mitimaes aymara parlantes del altiplano como fuerza de trabajo estatal. Ver Wachtel, 1981.               

5   La historia económica regional ha estado siempre vinculada a los ciclos de la producción minera en el altiplano, hasta la década de 1980. Sin embargo, su rol de proveedor de      alimentos al mercado interno se debilitó a principios del siglo XX con la aplicación del modelo minero exportador de estaño, y la elite de poder terrateniente se vio marginada del      poder nacional. Ver Larson, 1992 y Rodríguez, 1993 y 2003.

6   Los fundamentos segregativos de los sistemas colonial y republicano que separaban a los “indios” de los “españoles” o “blancos”, muy enraizados en las sociedades del      altiplano, funcionaron diferente en los valles, donde se produjo un intenso proceso de mestizaje (sobre todo cultural) inducido por el origen multiétnico de sus indios originarios      que se insertaron tempranamente en las redes mercantiles regionales, entre otros factores. Ver Sánchez-Albornoz, 1978; Gordillo y Jackson, 1987 y Guzmán, 1999.

7   La emergencia del campesinado en la región se remonta al siglo XVIII, se refuerza en el siglo XIX con la aplicación de la Ley de Exvinculación, y se consolida con la toma de las      haciendas en la Revolución de 1952. Aunque los terratenientes monopolizaron el capital simbólico y tenían la hegemonía del poder, no fueron capaces de contener el ascenso      social y económico de los campesinos, quienes les disputaron los espacios de mando reivindicando su identidad campesina. Ver Dandler, 1987; Lagos, 1997 y Gordillo, 2000.

8   Ver Irurosqui, 1994 y Morales y Pacheco, 1999.        

9   Observando los extremos, vemos que el valor de las haciendas en Cercado y Cliza fluctuaba entre 3,5 y 2 millones de bolivianos, mientras que en Mizque y Tapacarí oscilaba      entre 400 y 100 mil bolivianos. La hacienda de Simón I. Patiño en Quillacollo valía 25 millones, por lo cual la excluimos en el cálculo de los rangos. Pero, ello nos indica que aún los      hacendados más ricos de Cochabamba no capitalizaron sus propiedades, como lo hizo Patiño con el afán de demostrar las ventajas de una agricultura tecnificada. En síntesis, la      elite terrateniente estaba muy desarticulada, era pobre y técnicamente obsoleta.

10 Observando también los extremos, vemos que los rangos de participación de los terratenientes de Chapare, Tarata y Ayopaya  fluctuaban entre el 100 y 70 por ciento, mientras       que los de Tapacarí y Mizque estaban entre el 40 y 10 por ciento. Es importante notar que casi 4 de cada 10 apellidos de los grandes propietarios no figuraban en las listas del      Club Social, lo que en el contexto de esa época significaba su poca integración a la sociedad oligárquica.       

11 La lista de accionistas del banco es parcial, porque hace referencia tan sólo a los primeros 50 socios mayoritarios. Además, no figuran los accionistas institucionales, quienes no      fueron considerados ya que nos interesaba estudiar las familias y no la estructura propietaria de las acciones.         

12 Ver Rodríguez, 1995 y 1997.         

13 Agradecemos al Dr. Víctor H. Blanco por su colaboración en el manejo e interpretación de los datos con el paquete SPADN. El trabajo estadístico, finalmente, fue realizado con el      SPSS.   

14 Dos importantes estudios sobre el poder colonial en el siglo XVI,  basados en el análisis de las familias de Francisco Pizarro y de otros cuatro grandes encomenderos del Alto      Perú fueron recientemente publicadas por Varón, 1997 y Presta, 2000.

15 Ver Rivas, 2000; Rivera, 1992; Rodríguez, 1998 y Baptista, 2000, 2000ª, 2002 y 2002ª.        

 

Edgar Arandia, Pacaja-ke (1987). Técnica carbón sobre aglomerado


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