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Tinkazos

On-line version ISSN 1990-7451

Tinkazos vol.9 no.21 La Paz  2006

 

SECCIÓN III

INVESTIGACIONES

 La subjetividad política de los jóvenes en la ciudad de El Alto

 

Jiovanny E. Samanamud Ávila[1]

La política se encuentra expresada en la subjetividad de los jóvenes alteños y en esta subjetividad está presente la identidad cultural. Para estos jóvenes, reivindicar su cultura es mostrarse a sí mismos frente a la pobreza, a la discriminación racial y a las condiciones de desigualdad en las que viven.


Las investigaciones sobre política muestran, en la mayoría de los casos, que la sociedad boliviana en general, y la de El Alto en particular, se desarrollan en una cultura autoritaria, apática frente a la política o sin una cultura política que consolide la institucionalidad democrática (Michel Seligson, 2002 y 2004; Encuesta de Juventudes en Bolivia, 2003; Yuri Torres et al., 2003, entre otros). Estos trabajos han construido una imagen de la relación entre política y sociedad en Bolivia que ha marcado el accionar tanto en el ámbito académico como en el institucional. Sin embargo, ¿será ésta la mejor forma de pensar la política?

El presente artículo[2] sostiene que para entender la problemática política desde una ciudad como El Alto, no se puede eludir el hecho de que en esta ciudad no se desarrolla una sociedad moderna occidental y que por su historia no puede ser pensada bajo estos parámetros. Una investigación empírica cualquiera debe partir de esta realidad. Sin embargo, la visión sobre la política anclada solamente en una concepción ha intentado durante varios años —especialmente en el periodo de democracia— reducir la investigación a un solo enfoque, suponiendo que este es el “modelo” de democracia, tolerancia, cultura política, etc. De ahí que estos estudios de política no se restringen a mencionar sólo los hechos (presupuesto también de su enfoque) sino que prescriben posibles alternativas frente a los problemas de la institucionalidad democrática vigente.

Un importante número de investigadores y analistas políticos coincide que al sistema político le falta consolidarse, y que el proceso de institucionalización pasa por un tema de cultura política. Si uno se circunscribe a este modo de razonamiento, se da perfecta cuenta de que en realidad es el modelo de política, de tolerancia y de cultura política que estos análisis suponen, el que define la falta de algún factor para que la institucionalidad democrática se consolide, es decir, la realidad fáctica que tenemos ante nosotros es la que está errada, mientras que el modelo de institucionalidad democrática esta bien; se trata de hacer posible alcanzar esta idealidad de democracia y de institucionalidad. Y este es el supuesto del que tanto investigadores y analistas parten a la hora de comprender el tema político en Bolivia.

Bajo este razonamiento se esconde un “prejuicio”, que en Bolivia hay solo un modelo de institucionalidad democrática y que es la “única” alternativa. Si la sociedad boliviana está en proceso de consolidación institucional, este razonamiento presupone que hay una sola dirección, la democracia moderna, a la cual “tienen o deben” desembocar todos los procesos sociales. Si consideramos que la sociedad se constituye o está en proceso de constitución, para ser más objetivos, habría que apropiarse de los sentidos posibles y no de un “único” sentido posible que en el fondo es un criterio normativo, sobre el cual se organizan los datos empíricos. Entonces las normas de esta pretensión dejan de lado la objetividad del análisis, se asumen como una verdad incuestionable a la institucionalidad democrática moderna e implícitamente se ponen por detrás de cualquier otra forma de pensar la política y, paradójicamente, sin ser producto de razonamiento científico, sino argumentos que derivan del modelo de institucionalidad democrática moderna nunca puestos en cuestión.

Cualquier distinción o conceptualización sobre la política, presupone ya una carga normativa implícita. La mera definición de política contiene su carga histórica y se compromete con un horizonte histórico. No por casualidad se ha trabajado mucho la cuestión de la cultura política, a partir de las percepciones políticas al modo de competencias cognitivas, lo cual presupone una perspectiva formal de la política, vale decir, establecer la importancia y la primacía del sistema político y su institucionalidad.

Las definiciones de política, ancladas en la institucionalidad, no toman en cuenta que construyen el conocimiento bajo el horizonte histórico de la realidad específicamente moderna, puesto que de ella emergió la formalización conceptual de institucionalidad moderna, de cultura democrática, de tolerancia, de democracia y de racionalidad. Por ello, no resulta raro que para muchos investigadores los bolivianos o alteños aparezcan como intolerantes, poco comprometidos con la institucionalidad democrática, faltos de cultura política, autoritarios o apáticos frente a la política.

La investigación sobre la subjetividad política de los jóvenes en la ciudad de El Alto[3] puso en evidencia el cambio que se está generando en estos actores, y que expresa la conformación de un horizonte distinto del cual partir para concebir lo político y la institucionalidad. En la investigación se pone en cuestión, a partir de un trabajo empírico, la definición de realidad política. Ella es depositaria no sólo de lo dado, o definido como lo que es, sino también de lo dándose, es decir de los sentidos nuevos que se están generando. 

Ahora bien, en el orden de lo dado es evidente que estas potencialidades políticas constituidas en una subjetividad en proceso de conformación, no se encaminan hacia un solo sentido; se expresan, por ejemplo, en la importancia de la política para los jóvenes. Los jóvenes no quieren participar activamente en el campo político ya definido institucionalmente, no obstante sí piensan lo político en base a la resignificación de la identidad cultural. Tanto la discriminación como la exclusión y la resignificación de la identidad cultural son los pilares que posibilitan proyectar distintos sentidos políticos como potenciales frente a la realidad de la política. Los sentidos políticos no se diferencian de las demandas igualitarias y democráticas contenidas en el discurso moderno de la política, pero algunos sí logran convertirse en diferentes frente al sistema político vigente, esto significa que conforman una “exterioridad”, en el sentido de Dussel, frente a la política institucionalizada.

La “exterioridad” de este tipo de subjetividad política no deviene en una automática toma de conciencia, expresada en un “antagonismo político”, en el sentido de Laclau, que intenta construir otra forma hegemónica de lo político, sino que se encuentra en sentido latente en prácticas interpeladoras antes que en discursos racionalmente estructurados. Esta subjetividad política cuyo substrato no es específicamente moderno, es también una forma distinta de dar razones de lo político, en tanto no se expresa en las razones modernas formales de las competencias cognitivas. A este proceso de constitución que es el movimiento de lo dado de la política en la subjetividad de los jóvenes, hasta la constitución, de sentidos específicamente políticos estructurados en prácticas diversas, es  lo que llamamos el continum de la subjetividad política de los jóvenes.

La experiencia con la política

Para comprender la subjetividad política de los jóvenes en El Alto es necesario conocer las percepciones de los jóvenes frente a lo que se denomina política en el sentido usual y convencional. Esta experiencia implica un habérselas con el objeto llamado política, conocer el modo de relacionarse cotidianamente con ella, y mostrar cómo se viven  los temas políticos. Así se da el primer momento de la subjetividad, cuando conocemos cómo les “aparece” la política a los jóvenes.

La política, vista en este primer plano, implica un conjunto de competencias cognitivas que tienen una especificidad concreta dentro de un “campo social determinado”[4]. En otras palabras, si cotidianamente se asumen valores formales de la política, es evidente que estos valores aparecen como competencias cognitivas sobre la política por ejemplo en torno a su definición: ¿Qué es la política? ¿Cuáles son los valores de la política? ¿Qué es tolerancia? ¿Qué es diálogo? Estos conocimientos crean el horizonte formal y convencional sobre la política que, en el caso de la subjetividad de los jóvenes, aparece en un momento anterior a su formalización como competencia cognitiva.

En esta parte del análisis es importante compartir un dato. Cuando preguntamos en la encuesta ¿qué significa para un joven la política?, los consultados asignaron un peso específico a “gobernar” y a “elegir representantes”, asumiendo que la representación y la delegación son componentes de la política, en plena coincidencia con las reglas del juego político establecidas dentro de una democracia representativa. Es decir, su comprensión de la política es cercana a la definición convencional de política como delegación de poder. Pero el conocimiento sobre la política formal en el funcionamiento del campo político se complementa con una valoración sobre la política, y es aquí donde el sentido estándar y generalizado de la política descubre nuevos sentidos. La “responsabilidad” y la “libertad” son los valores más importantes de la política para los jóvenes. Libertad no necesariamente concuerda con la representación y la responsabilidad. Si bien la libertad es un valor necesario del que se hace cargo la política, de ello no se desprende una relación exclusiva con la representación. Aquí los valores salen del marco “institucionalizado”[5] de la política y se abren más a sentidos desde la vivencia o desde la aspiración.

Tal vez esta suerte de polaridad entre la noción de política como parte de la democracia representativa y los valores que van más allá de ésta, se expresan en la ambigüedad que manifiestan los jóvenes cuando se habla del sentimiento que produce la política: en un extremo el “disgusto” y en el otro el “interés”. La mayoría de los jóvenes a los que la política les causa “disgusto” consideran a la “responsabilidad” como su valor más importante, y a los que les causa “interés” consideran que el valor más importante de la política es la “libertad”. También se expresa dualidad en lo que respecta a la actitud pasiva y la actitud activa frente a la política. Mientras que la actitud pasiva considera a la política como parte del acto de elegir o ser elegido, otros jóvenes consideran a la política como una actitud activa en tanto se dispone de un cargo y se ejerce algún tipo de poder.

Otro tema para el análisis es el referido a la importancia de la política para un joven en la ciudad de El alto. A pesar del sentimiento negativo hacia ella, vemos que la política no es un tema dejado de lado por los jóvenes, sino que, por el contrario, es recurrente con la familia y con los amigos. Aunque sólo “de vez en cuando” la política tal y como se la experimenta cotidianamente despierta interés, no hay la apatía que se podría esperar frente a la pérdida de credibilidad del sistema político.

El énfasis en la importancia de la política lo dan los propios jóvenes de la ciudad de El Alto, para quienes hablar de temas políticos con sus amigos es “importante”. Entonces, podemos afirmar la existencia de una “comunidad deliberativa”, es decir, que el hablar sobre la política implica la constitución argumentativa mediante discurso o diálogo, y es la expresión de la       conformación de una intersubjetividad anclada en el lenguaje, que lleva contenidos culturales explícitos. Mediante el uso del lenguaje que es intersubjetivo se constituye la subjetividad, por ello es que esta experiencia que se expresa en un plano cotidiano, es una manifestación de la importancia de la política, pero no pensada desde un plano institucional moderno porque, en sentido estricto, no responde a éste.

Frente a estos datos, y como resultado de la investigación, se desprende un nuevo hallazgo. Los jóvenes no participan activamente en partidos políticos ni en movimientos sociales. La mayoría de los jóvenes consultados no se identifica en “nada” con los partidos políticos. En la misma proporción tampoco encontramos que los jóvenes tengan una plena identificación con los movimientos sociales. ¿Esto quiere decir que no hay compromiso “serio” con la política? o, más bien, que es necesario pensar en cómo se entiende y expresa  la política desde los jóvenes. En otras palabras, ¿en qué nivel les interesa la política y cómo desearían hacer política?, tomando en cuenta que las condiciones para que ellos formen parte de la política no están del todo vedadas. Existen muchas organizaciones, hasta incluso una organización juvenil ligada a la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, que tienen parte activa en los asuntos políticos; por ejemplo durante la denominada “guerra del gas”, esta organización se ocupó de hacer que las demandas juveniles de participación sean incorporadas al pliego de la FEJUVE.

El acontecimiento constitutivo de la subjetividad política de los jóvenes

Un primer intento de respuesta a las anteriores preguntas es saber en qué momento se hizo explícito el interés de los jóvenes de El Alto por la política, pese a considerarla discriminadora, dominadora y corrupta. En principio, podría pensarse que estos jóvenes participaron en cursos de formación política o en organizaciones juveniles donde se iniciaron en estos temas. Pero no es así. La mayoría de los que respondieron a nuestra encuesta, en ningún momento asistieron a actividades de esta naturaleza, pese a la existencia de varias ONGs en la ciudad de El Alto que realizan cursos de capacitación y de liderazgo, e incluso actividades de la misma Iglesia Católica.

Como resultado de la investigación, podemos afirmar que el interés de los jóvenes por la política no se expresa en la pertenencia a agrupaciones formales, y sí en sus actividades cotidianas, en el colegio o en la universidad. En la subjetividad de los jóvenes hay algo que motiva su acercamiento a la política, y este algo es una experiencia inmediata, un tema central y recurrente que hizo emerger la necesidad de estar “atentos” a la política: octubre de 2003. Es así que cuando les preguntamos sobre el acontecimiento más importante de la ciudad de El Alto, la mayoría respondió: “la guerra del gas”.

SOLO-LOS-LOCOS.jpg

Mauricio Bayro Corrochano. Sólo los locos. Dibujo sobre papel periódico (2000)

Este momento constitutivo de la subjetividad se expresa en los jóvenes a partir de imágenes con las que identifican a octubre de 2003: “Muerte/Sangre/Tragedia” o “Masacre/ Violen-cia/Represión”. Ciertamente las imágenes sobre octubre podrían haber sido producidas por los medios de comunicación, pero aún así, no debe olvidarse que la constitución de la subjetividad no niega que ésta se genere a partir de una aparente “ficción” o una “manipulación”. Supo-niendo que esta imagen es un efecto mediático,  el problema se expresa en cómo se subjetiva un hecho y no si un hecho es producto de una ideología o, más bien, una “falsa conciencia” en los jóvenes. En el sentido de Zizek (2003:37), lo real del acontecimiento no es negado por la “falsa conciencia de la ideología”, es más, ésta es la prueba de su existencia. Si es que existe una imagen o representación generada por los medios de comunicación, radio o televisión, esto no niega que existe el proceso real de su constitución.

Ahora bien, es verdad que lo real del acontecimiento es lo que trasciende a la subjetividad de los jóvenes, aunque ésta devenga en diferentes modos de nombrarla. En otras palabras, hay una politización de los jóvenes que encuentra un referente en lo sucedido en octubre de 2003. Fueron las movilizaciones sociales, especialmente las de “octubre de 2003”, las que posibilitaron la politización de la cultura, la misma que luego  fue incorporada o simbolizada en la subjetividad de los jóvenes. Por lo tanto se generaron las condiciones para constituir discursivamente sujetos dispuestos a protestar, y que utilizan para ello lo único que les queda: su identidad[6].

La identidad como nucleamiento de la política

Los nucleamientos (Zemelman, 1997) dan cuenta de la articulación de lo político con otros niveles, en este caso sociales, que forman parte de la constitución de la subjetividad. Los nucleamientos evidencian la apertura de lo individual hacia lo grupal, y es a partir de esto que los sujetos pueden constituir sus diferentes potencialidades en tanto sujetos sociales. En el orden de los nucleamientos sociales articulados a la política en El Alto, se encuentran las actividades del barrio junto a las juntas de vecinos; en ellas se manifiestan las primeras aproximaciones a iniciativas políticas que tienen que ver con el entorno inmediato.

En principio, los jóvenes expresan su “reconocimiento”, aunque mesurado, a la junta de vecinos de su barrio y aceptan asistir a las marchas convocadas por esta instancia pero sólo si la causa es justa. Este no es un reconocimiento aislado, más bien tiene que ver con la importancia de la opinión de los jóvenes en las decisiones de la junta de vecinos. Los jóvenes consideran que tienen algún grado de influencia y que sus demandas o peticiones son escuchadas y tomadas en cuenta por las organizaciones  de su barrio.

La identidad también es parte de este nucleamiento de la política. En la investigación se diferenció identidad e identificación cultural; respecto a la identidad los jóvenes respondieron que son “aymaras”, mientras que a la pregunta sobre la identificación la mayoría respondió: “boliviano”. Ahora bien, ¿cual es la diferencia entre identidad e identificación? Para empezar, la identidad está cerca de lo que ellos consideran como imposible de evadir, algo con lo que se nace, mientras que la identificación es algo con lo que uno se autoidentifica, y que en cierto sentido es mucho más flexible. Es difícil evadir la identidad, porque es una cuestión que va más allá de la mera autoidentificación. Los jóvenes reconocen que sus padres o sus abuelos llegaron a la ciudad del campo y trajeron otra cultura distinta a la que existe en la ciudad. Por ello, su identidad cultural es considerada como parte de su propio ser. Tal vez por esta razón, la cultura se ha convertido en un referente político importante para los jóvenes. Si bien es cierto que la identificación deriva en una conciencia de lo nacional muy alta, la identidad cultural es la expresión de un legado, por ello no sorprende que algunos grupos juveniles expresen estos sentidos de identidad de manera acentuada.

Por ejemplo, la organización Red Tinku pretende retomar las raíces identitarias que, según sus integrantes, los jóvenes de la ciudad de El Alto han olvidado. En base a esta problemática, y a partir de la dualidad andina, han recuperado para su organización el liderazgo como “chacha warmi”. Cuando toman decisiones para plantear actividades de su grupo, la dirección siempre es asumida por un hombre y una mujer, ambos con el mismo poder de decisión y de convocatoria (por lo menos es el ideal al cual quieren aproximarse).

Los cargos en la Red Tinku son “rotativos”, emulando las formas organizativas en las comunidades: todos y todas deben en algún momento formar parte de la cabeza de la organización. Aunque estos jóvenes no consideran que esta actividad es específicamente política, sí es una clara muestra de cómo la construcción del nosotros a través de la resignificación de la identidad cultural implica cambios en la institucionalidad de los grupos de jóvenes que, en la práctica, disputan el modo institucional moderno de organizar los cargos y jerarquías, a partir de lo que ellos consideran son valores culturales propios. En otras palabras, no es una mera invención ni “ideología”, aun cuando la resignificación de la cultura esté lejos de lo que en apariencia es más “real”. No hay que olvidar que la ideología es la expresión de algo real que se está gestando, expresado en formas institucionales concretas, como la rotación de cargos y la noción de dualidad en el liderazgo. Estas formas institucionales políticas no son parte del modo de la organización convencional, no son reconocidas por la institucionalidad moderna, pero esto no niega su carácter político; entonces, en la subjetividad de los jóvenes, la cultura no es folklórica, es también política, y poco a poco “aparece” como referente frente al “modelo” de organización moderna.

La especificidad de la política para los jóvenes en El Alto

Había empezado señalando que la subjetividad política de los jóvenes alteños tendría que ser pensada como un continum (no lineal), en el sentido de que debía mostrar sus “opciones de construcción social”[7]. Si bien se han identificado, mediante datos estadísticos, algunas regularidades de las percepciones de los jóvenes, en lo específico sólo en algunos casos éstas han desembocado en una visión de mundo concreta a partir de una organización y expresión artística o cultural que exprese un sentido político explícito.

Es verdad que las actividades específicamente políticas son una expresión aún minoritaria, pero no dejan de ser la explicitación del sentido contenido en este giro político importante que la juventud ha mostrado, no sólo por su interés en participar sino también por lo que expresan como horizontes de vida. Las expresiones musicales, las organizaciones juveniles y las diferentes actividades de los jóvenes muestran este sentido fuerte de lo político, que se consolida a la manera de sentido de autoconciencia, no tanto de un proyecto juvenil en sí mismo ni de la gestación de una demanda política específicamente juvenil, sino más bien como una potencia de otro tipo de sociedad organizada bajo parámetros diferentes, cuyo eje central es la identidad y la cultura. Esta autoconciencia va en función del tipo de sociedad en la que se quiere vivir y, por tanto, es la expresión más clara de una política o un modo de ejercer la vida políticamente que no se comprende dentro del marco del sistema político vigente, sino que lo interpela a él y a la sociedad en su conjunto.

Los jóvenes de la ciudad de El Alto han subjetivado de modo particular la discriminación y la pobreza, y el caso de los raperos o hiphopers[8] es el ejemplo más claro de cómo esta expresión se enfrenta a la discriminación por vestir diferente, con pantalones anchos, gorras, tatuajes, etc., pero  poco a poco adopta un claro sentido político de denuncia no sólo de su condición de excluido, sino de los problemas sociales que los jóvenes identifican en las letras de sus canciones. Respecto a la política, como en la mayoría de los jóvenes, los hiphopers la identifican como una mala palabra, como la institucionalización de la corrupción, algo que les llevó a cuestionar también al sistema de partidos, los derechos y las obligaciones civiles, que en su experiencia práctica sólo sirven en la retórica y en el discurso, y que no tienen un asidero en la realidad.

Un primer sentido explícito político se expresa en la construcción de un nosotros colectivo a partir de la discriminación, la cual funciona desde la discriminación racial y se acentúa en las letras de sus canciones más que en sus expresiones discursivas cotidianas. Bolivia, para ellos, ha sido saqueada. Aunque muchas de las letras de sus canciones hablan contra la corrupción, el trasfondo es la construcción de lo nacional, la integración de Bolivia como un todo. Una de las letras de sus canciones expresa lo siguiente:

Bolivia tierra indígena maltratada, mal pagada. Políticos de mierda una huevada, no saben gobernar no saben trabajar, pero están mirando, la plata andan robando, por eso aquí yo vengo como el Evo protestando mis rimas voy buscando, gobierno maldito, aquí nunca respetado, políticos ladrones ya no tienen compasiones[9]...

En los hiphopers se encuentra un sentimiento casi generalizado de unidad respecto al país; aunque coexiste con una repulsa contra los gobernantes del Estado, contra aquellos: “que malversaron fondos públicos y se enriquecieron a costa de la pobreza de las clases no privilegiadas”, sentimientos que los impulsan a escribir las letras de sus canciones cargadas de consignas. Ellos dicen que es totalmente intencional y que su protesta está vinculada a la realidad boliviana. 

Otro tipo de grupos van más allá de la expresión de una subjetividad de rebeldía, son aquellos que tienen una expresión política mucho más explicita en su modo de organizarse, como la Federación de Estudiantes de Secundaria de El Alto, la Red Tinku y la Comunidad Sur. Grupos como éstos señalan que es importante la conformación de actitudes reivindicativas que van de lo cultural hasta la acción política. Este tipo de agrupaciones ya tiene una perspectiva más politizada e institucionalizada.   

Para estos grupos es fundamental partir de sus raíces culturales, de hecho plantean que los constituye y les da un sentido de unidad junto a otros grupos. Es fundamental la experiencia organizativa que van desplegando en torno a una tradición y por supuesto están reconstruyendo una idea de lo andino, que es interpretada, transformada y apropiada como el hecho de organizar lojtas tal como si fueran prestes, para sentirse parte de una comunidad. En estos casos se trata de una comunidad andina recreada por y para los jóvenes. Hay una clara expresión y tendencia política explícita que se combina con la reivindicación cultural. Pero su visión es pluralista, aunque no del modo liberal porque su pluralismo, en principio, no emerge de un postulado abstracto, deviene de una consideración de su misma vivencia; su vida en concreto es la que les permite concebir un pluralismo. Leamos un testimonio:

En la FES todavía no hay una ideología, se está reconstruyendo, hay pluralidad de  ideologías: unos tienen el indianismo otros tienen el marxismo, o troskistas…los estudiantes tenemos pluralidad porque algunos de nuestros padres son comerciantes, algunos de nuestros padres son obreros proletarios nuestros mismos padres nos hacen ver la realidad desde distintas realidades… por eso no existe una ideología y recién se está construyendo, solamente nos identificamos con el pueblo1[10].

Aquí, no se encuentra una pluralidad abstracta liberal que parte del individuo aislado para revindicar su libertad frente al otro, aquí la pluralidad se expresa en la diferencia de modos de vida, pero sin dejar de lado las diferencias sociales; existe una sentido bastante maduro de un “pluralismo crítico”. También encontramos un sentido incluyente del “nosotros” que parte de su experiencia de pobreza, pero reconociendo la diversidad de estas vivencias entre un pobre, un campesino, una comerciante o un minero; sobre esto se perfila ya una definición de “pueblo”.

Podríamos decir que los jóvenes saben que forman parte de un movimiento mucho mayor, ellos se definen como “insatisfechos en sus necesidades por opresión o exclusión” (Dussel, 2006; 97). Hay un sentido de solidaridad entre los que se encuentran fuera de las esferas de privilegio, desde allí construyen un bloque al cual es posible articularse. Existe una concepción sin duda muy elaborada de la política que ya no es la expresión de un formalismo moderno, la misma procede de fuera del sistema político. Los jóvenes van más allá y definen modos distintos de buscar acuerdos, pero también invierten la lógica de la relación entre gobernantes y gobernados:

…Yo creo que culturalmente se recupera en la FES, como se organizan en allá en los pueblos originarios aymaras, te toca una dirigencia y la dirigencia no es directamente servirse sino que tienes que servir a la población[11].

Son muy claras las diferencias entre el modo de razonamiento sobre la política desde una visión formal y desde la perspectiva de los jóvenes. Desde una visión formal se asume que la representación arroga el beneficio de poder “gobernar” con plena soberanía, y no se comprende que estar a cargo de una institución implica asumir un poder delegado (postestas en el sentido de Dussel, 2006) que nunca se pierde. Mientras que en la lógica de los jóvenes el poder delegado debe “servir a la población”. Esta inversión se logra gracias a que los jóvenes consiguen apropiarse del modo de delegación del poder en las comunidades, o por lo menos lo re-significan de tal manera que definen el poder y la relación entre representante y representado de otra manera. Ésta es la expresión más clara de una subjetividad política no moderna.

Como contraste a estos grupos juveniles que se organizan ya sea formal o informalmente bajo un claro propósito de disconformidad frente al sistema político, existen otros grupos que, por el contrario, expresan si no posturas contrarias por lo menos mucho menos disconformes. Normal-mente ellos se agrupan por iniciativa y mediante el auspicio de los sacerdotes de la Iglesia Católica.

No es de extrañar, por lo tanto, que la mayoría de los grupos juveniles religiosos en El Alto, sean católicos. Con esta afirmación me refiero a los grupos que desarrollan actividades que van más allá de la catequesis o el adoctrinamiento. Algunos de estos grupos están liderados y manejados por jóvenes que reivindican su “particular independencia” de los adultos, y son grupos semi-autónomos. Estos grupos, también, centran su interés en el problema de la identidad como un conflicto que se allana mediante la identidad nacional, es decir aceptan todo tipo de diferencia en su interior, pero su “amor” por el país tiene un peso mayor, aunque sus modos de interpelación van más por procurar la creación de una armonía vinculada a lo estamental.

Los grupos juveniles religiosos de El Alto articulan sus actividades en torno a su “lucha” por informar a los jóvenes sobre sus derechos. En este camino, asumen el lema de la Fundación Cuerpo de Cristo: “la pobreza no se discute, se combate”, y están seguros de que pueden combatir la pobreza tratando de incluir a los jóvenes dentro del sistema político vigente y su institucionalidad, del cual se encuentran marginados. Estos grupos procuran concretar un proyecto de formación cívico-política, actividad privativa del Estado. El punto central de sus actividades es la integración de los jóvenes al Estado vinculando el tema de formación ética o moral. En el interior de los grupos existen diferentes posturas: algunos están de acuerdo con las movilizaciones sociales mientras que otros las ven como un intento de no dejar gobernar, sin embargo la mayoría se inclina por el respaldo moral a las movilizaciones, porque todas coinciden en que El Alto está mal económicamente. La solución para ellos pasa por despertar la conciencia sobre los derechos de los ciudadanos.

En cierto sentido, el planteamiento de los grupos religiosos de El Alto está ligado a proyectos más funcionales, que coadyuven a integrar a los jóvenes cada vez más a su sociedad, antes que a cuestionarla. Este tipo de agrupaciones reconoce que en la ciudad de El Alto hay corrupción y que es la expresión de la crisis del sistema político, pero la toman como una debilidad humana, no como algo estructural que atraviesa a la sociedad. Lo fundamental de estas actividades juveniles es que tienen un trasfondo político que muestra una diversidad de opciones en su posicionamiento político y que deriva directamente, en principio, de las condiciones de discriminación y exclusión vividas y de la resignificación de la cultura, aun cuando se trate de posturas más cercanas al sistema político moderno.

Pero a pesar de que la discriminación social, la exclusión y la apropiación de la cultura construyen los horizontes de sentido para su práctica cotidiana, éstas no dejan de ser ambivalentes, o como señala Laclau, representan “significantes flotantes” (Laclau, 2004), en tanto pueden asumir distintos sentidos, según el proyecto hegemónico al que se refieran. Por ejemplo, los grupos de jóvenes católicos y/o religiosos expresan una búsqueda de preservación del estado de cosas y están a favor de la paz y la estabilidad social; también reconocen la exclusión social, la discriminación y la importancia de la cultura, pero se asumen como dentro del orden político vigente, en tanto no expresan una forma de articulación política diferente. 

En una situación intermedia se encuentran los raperos, el grupo más significativo de esta tendencia. En las letras de sus canciones proyectan su descontento frente a la injusticia, sin embargo tampoco dejan de lado el orden establecido. Ellos extrapolan su condición de marginados hacia la sociedad y ya no se quedan en un mero enunciado existencial del grupo sino que se atreven a interpelar a un contexto mucho más amplio. Y por último están los grupos que han logrado una acción política más directa a través de un trabajo estructural. Estos grupos han generado una visión diferente de lo que representa su sociedad, asumiendo la identidad y la cultura en sentido radical, y negando incluso la legitimidad del orden social vigente, pero desde una lectura cultural e identitaria de la realidad.

Conclusiones

La subjetividad política de los jóvenes en El Alto es la performance de lo social incorporada a la trayectoria biográfica personal de los jóvenes. En este sentido, para que la subjetividad pueda constituirse se debe presuponer la  “íntersubjetividad”, es decir el ámbito del lenguaje y de las relaciones sociales y culturales en las que se halla.

Y la intersubjetividad, en el caso de los jóvenes, es amplia porque pasa por los nucleamientos sociales (el barrio, la identidad cultural, por ejemplo). Esto es lo que constituye el horizonte intersubjetivo, o para decirlo en palabras de Apel (1985:209-249), es la “comunidad de comunicación” parte central de toda constitución de subjetividad. La comunidad de comunicación presupone a sujetos constituidos por el lenguaje, una “comunidad de hablantes”, entendiendo que los sujetos utilizan los juegos del lenguaje no sólo para relacionarse unos con otros, sino para constituirse, individualizarse como sujetos en tanto autoconocimiento (subjetividad) y conocimiento del mundo (Apel, 1985:211), esto es la intersubjetividad.

Bajo este horizonte, la política es importante para los jóvenes, pese a que en su subjetividad está ligada a una definición convencional. Al rastrear el momento constitutivo de la importancia de la política o evidenciar el sentido político que la cultura y la identidad tiene para los jóvenes, los sentidos posibles aparecen y la realidad se muestra en varias dimensiones. La política para los jóvenes emerge desde el plano formal dentro de la institucionalidad y al mismo tiempo se resignifica políticamente, así se visibilizan otros sentidos políticos que están latentes, negados por la institucionalización moderna.

En el sentido “vivir juntos” de la política, en las organizaciones  juveniles de El Alto, ya sea grupos de música Hip Hop, cristianos o con inclinaciones políticas explícitas, hemos identificado formas de gestión del bien común. Es decir, estamos pensando en el deber ser, presente en las proyecciones u utopías, respecto a cómo se debería gestionar el bien común en todos los niveles, aunque éste, por el momento, sólo se encuentre en el nivel organizativo y grupal de los jóvenes y no trascienda a un discurso racionalizado con sentido político explícito.

Los modos distintos de pensar la política son una respuesta frente al fracaso de la política democrática formal. El modelo de construcción institucional no se desprende de la concepción moderna de la política, sino de las fuentes culturales propias, éstas son el soporte que se convierte en un punto de partida diferente al modelo formal democrático. Entonces todo este conjunto de construcciones sociales no son sólo expresiones políticas, sino son modos concretos de hacer política. La política se encuentra expresada en la subjetividad de los jóvenes alteños; si bien se cruza con las posturas formales modernas deja entrever que ellos mantienen un plus no asimilado por la formalidad moderna de la política. Esta realidad puede ser la raíz de otros referentes para construir una institucionalidad con “otras” características.

En la investigación nos habíamos propuesto discernir las múltiples posibilidades de sentido que se hallan en la realidad política y que los sujetos sociales expresan. Pero específicamente nuestro interés radicaba en problematizar la noción de política, toda vez que ella supone la inscripción de nuestro horizonte de pensamiento en un marco que trascienda el de la modernidad. Como lo señalamos al principio, nuestro problema no era comprender la política desde el marco moderno formal de la política; nos interesaba ver cuáles eran los sentidos que se daba a la política desde los jóvenes y revisar qué marco los presupone, describiendo y analizando la subjetividad política de la juventud alteña, para ver cómo estos jóvenes perciben, entienden y proyectan lo político.

La subjetividad política, desde nuestra reflexión, equivale no sólo a participar en el sistema político vigente, sino en la gestión del bien común, el bien público; aspecto que enlaza con el poder vivir bien, articulado al interés de los jóvenes por la política. Esta visión diferente de la institucionalidad de la dirección política se expresa en las distintas formas organizativas juveniles, aunque es evidente que una subjetividad política autoconciente, aún no se ha generalizado en la juventud de la ciudad de El Alto. Sin embargo, tanto la resignificación de la cultura como la discriminación y la exclusión son temas que atraviesan la subjetividad de la mayoría de los jóvenes en al ciudad de El Alto. Desde nuestra perspectiva, gestionar la vida en el plano de las actividades con los grupos de pares, con las organizaciones vecinales y con las organizaciones juveniles implica también una dimensión política que podría o no relacionarse con lo establecido desde el sistema democrático formal boliviano.

Laclau y Dussel señalan que lo popular es lo constitutivo de la política, porque de ella emergen los distintos sentidos posibles y no sólo desde el marco institucional. Aquí es donde aquellas “ideas políticas” emergen sin significado “habitadas por una imposibilidad estructural” (Laclau, 1990). Por ello “significantes flotantes” como la identidad cultural, abren un horizonte de factibilidad no meramente ideal, sino articulado a su dimensión material de realización, entonces se articula a la imposibilidad empírica de su realización.

Estos “sentidos políticos” no emergen porque sí, no emergen de la nada ni de la pura imaginación, sino que están estrechamente ligados a la finitud del sujeto. Frente a la exclusión, marginación, la posibilidad de autoconciencia se expresa en la resignificación cultural como punta de lanza de un sentido opuesto a la política formal moderna. Desde su finitud manifiesta en su existencia, algunos jóvenes pueden proyectar un horizonte institucional distinto. De ese modo se dota de contenido al significante flotante de la cultura que partiendo de su nucleamiento social se propone fines. Por lo tanto, la proyección de éstos en el mundo social, implica la posibilidad de convertir los significantes flotantes en un proyecto   político. Entonces se abre una dimensión ya contenida en la subjetividad de los jóvenes de El Alto, pero que sólo algunos pocos logran materializar en prácticas concretas.

El proceso de constitución de la subjetividad  política de la juventud de El Alto muestra un alto grado de politización de este sujeto social pero que más que convertirse en un tipo especifico de actor histórico, es un sujeto social que contribuye a la resignificación de la política. Aunque la autoconciencia de este hecho no se exprese en la dimensión de lo dado, los jóvenes hallan distintas maneras de expresarse en la sociedad, muchas de ellas completamente “externas” al modo formal moderno de hacer política. Entonces, es necesario observar que las prácticas sociales que se generan en distintos niveles de nucleamiento social (desde el mero interés por la política hasta la formación de grupos que articulan la política con la identidad cultural), desembocan en esta subjetividad política que en términos de un proceso se constituye y se reconstituye constantemente.

En la subjetividad de los jóvenes se está ligando la identidad cultural con la significación política. Esta afirmación no quiere sugerir que la cultura no tenga una dimensión política, pero una cosa es eso y otra es que los sujetos encarnen este hecho y lo hagan evidente de manera explícita en su subjetividad. Pero, ¿cómo explicar que se truque la cultura en política o por qué se imbrican de esta manera? Desde nuestro punto de vista creemos que en sentido estricto ésta es la expresión de la “voluntad de vida” del sujeto que vive aplastado, del que habla Hinkelammert.

Es decir, reivindicar mi cultura es la expresión de mí mismo frente a mis condiciones de vida, es manifestarme no sólo respecto a la discriminación racial, sino a las condiciones de desigualdad. Es hacerle frente a la alternativa de vida propuesta por el horizonte moderno de la política, asumiendo que es posible encontrar otros modos de expresión que se tornan políticos en un contexto de desigualdad, pero más que eso se manifiesta en alternativas o, tal vez, “utopías” salidas de la experimentación de la exclusión y la discriminación. En este sentido, las promesas que los valores culturales expresan son mucho más creíbles que las promesas de la política moderna, entonces se constituye un “imposible”: “la cultura originaria”, la cual poco a poco se convierte en el norte o la estrella polar que guía las prácticas de estos jóvenes.


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Mauricio Bayro Corrochano. Blues en Ottawa. Óleo sobre tela (2001)

[1] Licenciado en sociología e investigador.

[2] Este artículo sintetiza las principales conclusiones del trabajo de investigación “La política de los ‘otros’: la subjetividad  política de la juventud en la ciudad de El Alto”,      coordinado por Jiovanny Samanamud, con la participación de Cleverth Cárdenas y Patrisia Prieto. Trabajo realizado durante el lapso de 7 meses (diciembre de 2005 a junio de      2006), y financiado por el Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), en el marco de su convocatoria: El Alto: Por una vida digna.

[3] La investigación en la parte cuantitativa se apoyó en la realización de una encuesta representativa en  8 de los 9 distritos de la ciudad de El Alto, entre jóvenes de 15 a 25      años; en la parte cualitativa la investigación se apoyó en la recopilación de testimonios sobre las vivencias políticas de grupos juveniles que fueron identificados y elegidos      gracias a un censo de  agrupaciones juveniles.

[4] En sentido concreto debemos asumir que la composición de una sociedad moderna (lo cual es un tema de discusión en el caso de Bolivia y, en específico, en la ciudad de El      Alto) es plenamente diferenciada; esto implica que tanto el campo cultural como el religioso y el político, por poner algunos ejemplos, tienen reglas propias de funcionamiento, o      si se quiere hay un tipo de reglas implícitas y explícitas que se reconocen en el campo y todos los sujetos tienen un conocimiento más o menos pleno de ellas. Sin embargo, en el      caso de una sociedad no moderna, como la de la ciudad de El Alto, la situación es diferente. Las experiencias con la política son el modo más primigenio de establecer una      articulación con un campo político moderno cuyas reglas preestablecidas vienen de otra realidad, lo cual no quiere decir que la idea de política sea exclusivamente local, de ahí      que asumimos la noción de “campo social” en un sentido más amplio que el definido dentro de una sociedad moderna.

[5] La institucionalidad forma parte de las reglas establecidas o predefinidas por el campo político vigente que habla de democracia representativa y participativa. Sin embargo, la      libertad como valor y la responsabilidad no son componentes que se encuentran definidos en el marco institucional o normativo sino que lo rebasan.

[6] Mientras realizábamos las encuestas preguntamos a un joven sobre la religión que profesaba, y nos dijo (en tono irónico, pero con mucho sentido) que era ateo y que allí eran      tan pobres que no conocían ni a Dios. El núcleo único de los jóvenes, su fuente de valor es su propio ser, y su ser es portador de una cultura y de unos valores aún no      alcanzados por la modernidad, por tanto frente a la exclusión y a la discriminación parece que sólo se tienen a sí mismos. Los jóvenes en El Alto están desposeídos de casi todo,      ¡incluso de Dios! Por eso reivindicar su cultura tiene un sentido muy político. Ésta es la expresión más alta de la “voluntad de vida” que no se traduce en una expresión      materialista ontológica;  implica la vida en concreto del sujeto humano  y sus modos de vida, es decir su cultura, que reivindica frente a la exclusión. Este otro modo de política va      más allá de la  política moderna, más allá de la voluntad de poder.

[7] En el proceso de investigación, debemos entender por opciones de construcción social, no solamente lo dado sino también lo que está dándose, esto es que hay que partir de      una definición diferente o distinta de realidad que no se agota en lo dado. Entonces el horizonte histórico hace posible que existan proyectos posibles o posibilidades de      sentidos de los que los sujetos van apropiándose paulatinamente. En este contexto, se hallan las potencialidades que se expresan en una “pluralidad de proyectos de vida”. Ver      Hugo Zemelman (1977).

[8] Hiphopers: Cantantes de hip hop. Así se definen a sí mismos.

[9] Letra de una composición inédita de una de los jóvenes que hacen música Hip Hop, cantada durante una tertulia con jóvenes de diferentes grupos de Hip Hop en la radio      Wayna Tambo, el 20 de mayo de 2006.

[10] Entrevista a José Luís Rodrigues, Secretario de hacienda de la Federación de Estudiantes de Secundaria de El Ato (FES). Mayo de 2006.    

[11] Entrevista a José Luís Rodrigues. Secretario de hacienda de la Federación de Estudiantes de Secundaria de El Ato (FES). Mayo de 2006


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