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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.9 n.21 La Paz  2006

 

q´ueste los mestizos

Diálogo con tres estudios sobre mestizaje y condición indígena en Bolivia

Moira Zuazo[1]

 

Los hallazgos de tres estudios sobre condición indígena y mestizaje orientan el análisis de la autora que sostiene que la identidad mestiza es incluyente y plural, "el pegamento de la sociedad", el traje en el que la mayoría de los bolivianos "nos sentimos cómodos".


El 62% de indígenas que establece el Censo 2001 en Bolivia es uno de los datos más importantes en el debate sobre reforma del Estado y pone en el centro del tapete la cuestión condición indígena y mestizaje. El presente artículo fija algunos puntos nuevos respecto al tema, en diálogo con tres estudios de reciente publicación: Gama étnica lingüística de la población boliviana de Molina y Albó. La Paz: PNUD, 2006;  Auditoría de la democracia. Informe Bolivia 2006 de Seligson, Córdova, Donoso, Moreno, Orcés y Schwarz. USAID, LAPOP, Ciudadanía, 2006; y, finalmente, Instituciones en boca de la gente. Percepciones de la ciudadanía boliviana sobre política y territorio de Verdesoto y Zuazo. La Paz: FES-ILDIS.

El libro Gama étnica y lingüística de la población boliviana de Ramiro Molina y Xavier Albó es una relectura del problema de la condición étnica lingüística de la población boliviana a partir de la reinterpretación de los datos que brinda el Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV) 2001. Las preguntas objeto de esta relectura son: Autopertenencia, Idioma que habla habitualmente, y, dentro de esta pregunta, sabe o no sabe castellano; e Idioma en que aprendió a hablar.

El texto busca subsanar el error de leer la realidad étnica boliviana desde una perspectiva dicotómica que parte de la pregunta: “ser indígena versus no ser indígena”, que habría sido la perspectiva teórica de interpretaciones previas de los autores, pero fundamentalmente que fue la perspectiva que definió el diseño de la pregunta 49 del Censo 2001 sobre la autopertenencia[3].

Hablando de la condición étnico lingüística de la población boliviana, los autores plantean: “...este tipo de realidades muchas veces no pueden zanjarse en la vida pública y menos en la toma de decisiones con etiquetas tajantes que definan ‘es’ o ‘no es’ (Molina y Albó, 2006:25); sin embargo de este recaudo explícito, la perspectiva dicotómica no logra ser superada por los autores. 

Con el objetivo de superar el corte dicotómico y de aportar con nuevos instrumentos para el debate sobre cambio y reforma estatal, los autores proponen dos nuevos instrumentos: la barra CEL (Barra para la medición de la condición étnico lingüística) y el SIGEL (Sistema de información geográfica étnica lingüística).

La barra CEL es un índice combinado para determinar la condición étnico lingüística que se construye en base a cuatro variables contenidas en la preguntas del CNPV 2001: 1) Pertenece o no a pueblo indígena, 2) Habla o no lengua indígena, 3) Habla español o no, 4) Aprendió a hablar en lengua indígena o no.

La barra CEL podría ser un instrumento útil para acercarse al conocimiento de la realidad boliviana, sólo si la pregunta de autopertenencia del CNPV 2001 hubiera incluido la opción mestizo. Sin la opción mestizo, la barra CEL es un instrumento de distorsión de la realidad boliviana que, por una parte, invisibiliza a los mestizos en un arcoiris de particularidades y, por otra parte, invisibiliza a los indígenas y sus problemas reales de exclusión económico social.

El SIGEL o sistema de información geográfica étnico lingüístico permite elaborar mapas temáticos con la información de la condición étnico lingüística a nivel del país, de sus departamentos, de las circunscripciones uninominales y de los municipios. El objetivo del SIGEL es identificar con precisión las diferencias étnicas por autopertenencia y condición lingüística, y sus grados, y, en base a ello, permitir clasificar la condición étnico lingüística de cada espacio político territorial, es decir, su objetivo es clasificar “técnicamente” a una circunscripción uninominal o a un  municipio “indígena”; como se ve, la perspectiva de trasfondo continúa siendo dicotómica.

Ambos instrumentos tienen como finalidad servir de instrumentos y argumentos técnicos para objetivos de redistribución política del poder así como para el diseño de políticas públicas en distintas áreas.

En diálogo con el texto fijaré algunos puntos o interrogantes que debieran ser profundizados en el debate de la cuestión.

La pregunta de autopertenencia sin la opción mestizo invisibiliza a los indígenas, pues no permite diferenciar a aquellos que cumplen plenamente la condición étnico lingüística indígena, es decir, pertenece a un pueblo indígena, habla, aprendió a hablar y no sabe castellano, grupo de la población que muy probablemente (el estudio no brinda esta información) presenta una brecha entre indígenas y mestizos en los indicadores para medir integración: educación salud, ingresos. Lo cual sí nos estaría mostrando la necesidad de políticas de discriminación positiva a favor de estos grupos en pos de su inclusión social.

Al inicio y en las conclusiones del texto, los autores reconocen la limitación de la perspectiva dicotómica, sin embargo la ausencia de la opción  mestizo en la pregunta de autopertenencia determina que la barra CEL se diluya en un sinnúmero de colores, lo que en realidad está ocultando la presencia de una unidad expresada en la declaración de pertenencia al grupo mestizo.

Ser o no indígena es algo que debe mirarse y medirse desde diversos ángulos que, al compararse y combinarse, no producen una clara disyuntiva dicotómica (o es indígena o no lo es) sino más bien una gama de situaciones más o menos indígenas (Molina y Albó, 2006:37).

Un punto central de este enfoque es que supera la anterior visión dicotómica según la cual o se es indígena o no se es. La condición indígena aparece ahora como parte de un continuo en el que se puede estar más cerca o lejos de cada uno de los dos polos (Molina y Albó, 2006:237).

La presencia de esta citada gama de situaciones indígenas, este “más o menos indígena”, deja a gusto de los intelectuales el establecimiento del corte de retorno a la visión dicotómica que era el objetivo fuerte de la pregunta 49 del Censo, lo cual es poco serio si en base a estos datos pretendemos rediseñar la estructura territorial del Estado o queremos definir un proyecto de redistribución de los espacios y niveles de decisión en Bolivia: “Es siempre posible hacer cortes dicotómicos, de acuerdo a la conveniencia. En el texto se analizan cuatro posibles criterios de corte” (Molina y Albó, 2006:237).

El problema central es que la ausencia de la opción de identidad mestizo es precisamente la negación de las gradaciones que se busca reflejar con la barra CEL, y es precisamente a partir de estas gradaciones que se construye de forma positiva una nueva identidad incluyente que tiene sus propios caracteres incluso en el campo de la cultura política. Campo en el que el mestizo muestra mayor apertura a la modernidad y a la democracia como lo expondré más adelante.

Una de las causas por las que no se logra superar la perspectiva dicotómica es que el punto de partida es contradictorio, ya que se busca leer los matices, la gradualidad en la búsqueda de lo absoluto:   

La motivación central del presente estudio es comprender mejor, a partir de los datos recogidos en el Censo Nacional 2001, bajo qué criterios y en qué condiciones y situaciones diferenciadas sectores de la población boliviana pueden ser categorizados como indígenas o no indígenas (Molina y Albó, 2006: 19).

Lo mestizo: identidad positiva, escapatoria o falso debate

El argumento fuerte del texto plantea que lo mestizo no es una identidad positiva sino una “escapatoria”, un “refugio” y una etiqueta genérica dada por otros.

Es probable que el término aparentemente más neutro ‘mestizo’ sea también en gran medida un efecto del mismo carácter peyorativo del término ‘indígena’ y, por tanto, puede funcionar más como una escapatoria que como una identidad positiva, al menos en países como Bolivia, Perú y Ecuador (Molina y Albó, 2006:24).

‘mestizo’ viene a ser como una carta fácil o comodín a la que todos recurren sin comprometerse (Molina y Albó, 2006:33).

...,tampoco parece útil la categoría genérica mestizo que es un fácil refugio con poca utilidad analítica ... Lo fundamental que con tal categoría se pretendía captar aparece ya de una manera mucho más precisa y gradual en los distintos niveles de la escala CEL (Molina y Albó, 2006:240).

Poner en duda la identidad “mestizo” y plantear que ésta no es una identidad positiva es poner en cuestión el argumento núcleo de la variable autopercepción como base para la definición de la condición étnica.

Como bien se argumenta a lo largo de todo el estudio, el núcleo para la definición étnica es la autopercepción, que es un criterio circunscrito estrictamente a la conciencia del individuo, es decir un criterio dejado a la entera y absoluta libertad del entrevistado, mas allá de si la persona habla el idioma indígena o no, más allá de si la persona aprendió a hablar en lengua indígena o no, más allá de si la persona vive o no en su lugar rural de origen, más allá de si la persona habla o no el castellano como puerta a lo otro cultural, más allá de todos estos criterios duros, es decir empíricos, el punto de anclaje fundamental es si la persona se siente o no perteneciente a un grupo. Y si descalificamos una pertenencia por que a algunos intelectuales les parece que no es la identidad políticamente correcta, y por tanto la borramos como opción, estamos ante una lectura más ideológica que analítica.

Negar la opción de identidad mestizo es negar al individuo la posibilidad de reconocer como su identidad la gama ser mestizo, es tener más-menos raíces indígenas pero participar al mismo tiempo de la bolivianidad, de la modernidad y de los valores occidentales.

La cuestión de la pertenencia étnica en los jóvenes

Un otro elemento que llama la atención en el estudio es el error en que incurren los autores al no tomar en cuenta los datos del CNPV 2001, y establecer la autopertenencia (pertenencia inferida) para los menores de 15 años. Este es un error de relativa magnitud dado que la población menor de 15 años alcanza al 39% del total de la población.

El dato que no se toma en consideración el momento de inferir la autopertenencia es que el Censo constata que de los 30 años para abajo la autopertenencia indígena se reduce. El supuesto del que parte la inferencia es que esta tendencia deja de operar para los menores de 15 años.

Es también importante anotar que en la construcción de la barra CEL no se toma en cuenta el criterio migración, aunque a lo largo del estudio queda clara la importancia de esta variable en el proceso de cambio cultural e identitario.

A partir del texto de Molina y Albó, la pregunta que debemos plantearnos los bolivianos en el ámbito del debate público es si la base del rediseño estatal y del diseño de políticas públicas debe ser una visión dicotómica,  “ser o no ser indígena”, o, si por el contrario, el punto de partida debe ser la apertura a la libre expresión de la percepción de pertenencia a la comunidad boliviana sin ignorar los grandes desafíos en el camino de la  construcción de una sociedad que promueve interculturalidad e integración simultáneamente.

Como Albó y Molina plantean, el principal indicador para la escala étnico lingüística es la autopercepción donde deberá incluirse la opción mestizo, lo que nos mostrará un nuevo cuadro donde los que se sienten parte de lo indígena y, al mismo tiempo, parte de la comunidad boliviana, encuentren la casilla en la que se vean reflejados sin tener que renunciar a los matices y a la pluralidad que caracteriza a su identidad.

El texto muestra que solamente los que hablan de forma exclusiva la lengua nativa viven una condición indígena que se adecua a la pregunta de partida: ser o no ser.

Las otras curvas que nos presentan, especialmente la de los bilingües nativo y castellano, nos muestran más bien un excelente retrato de cómo ocurre el proceso de mestizaje en el país y cómo es producto de una opción tomada por los padres para sus niños en principio[4], y en qué momentos este proceso se acelera.

La pregunta por la pertenencia, como se planteó en el CNPV 2001, nos está mostrando el reconocimiento del origen y un orgullo por el origen como una de las características del grupo mestizo, pero no necesariamente una condición indígena.

A lo largo del estudio, los autores constatan el recorrido del proceso de cambio de la identidad indígena exclusiva y de la formación de la identidad mestiza plural como un proceso que muestra varios elementos: es una opción de los padres para sus hijos con la promoción del tránsito del monolingüismo en idioma indígena al bilingüismo en idioma indígena y castellano; es un proceso reforzado por la migración campo-ciudad, es un proceso que se refuerza por la vida en la ciudad como centro de irradiación cultural y, finalmente, es un proceso que tiende a ser más fuerte entre los más jóvenes. Este proceso es visto por los autores como una pérdida, como un peligro y como una amenaza, y no como un dato de la realidad, como un  proceso de cambio.

...si en determinadas situaciones y momentos el idioma puede ser un referente muy importante de la propia identidad étnica, cuando aquel se va perdiendo no necesariamente arrastra tras de sí a la identidad y a la conciencia de pertenencia que entonces parece sustentarse en otros vínculos y consideraciones (Molina y Albó, 2006:173).

Incluso en la región andina debemos distinguir dos situaciones distintas. La diferenciación entre lengua y pertenencia es poca en las comunidades rurales pero empieza a jugar un rol más significativo en quienes han pasado a vivir en la ciudad, sobre todo si llegaron a ella de niños o nacieron allí (Molina y Albó, 2006: 182).

A partir del estudio de los datos, los autores perciben la necesidad de establecer las diferencias entre los indígenas rurales, donde autopertenencia y lengua se fortalecen mutuamente junto al hecho de la ausencia de migración, de aquellos a los que sin lengua y habiendo migración de por medio les atribuimos la condición indígena en base a la negación de la identidad mestizo.

En otras palabras, el tránsito del monolingüismo en lengua nativa al bilingüismo en lengua nativa y castellano parece que a la larga conduce también al monolingüismo en esta lengua y finalmente a la pérdida de la identidad. Pero esto último es algo más lento y seguramente tiene que ver también con el tránsito del campo a la ciudad. Esta constatación muestra que los crecientes esfuerzos públicos y políticos por revalorizar la lengua, cultura e identidad indígena siguen yendo contracorriente frente a esta tendencia prevalente, derivada sin duda de la persistencia de una sociedad neocolonial discriminadora y últimamente también de los procesos de urbanización en un contexto cada vez más global. La pregunta siguiente es qué esfuerzos ulteriores deben emprenderse para que las políticas arriba mencionadas lleguen realmente a revertir el proceso dominante (Molina y Albó, 2006:196).

Constatamos en la cita que un punto de partida del estudio es una visión normativa y por tanto no analítica de la realidad, ya que el proceso de cambio de identidad indígena a una identidad mestiza de raíz indígena es visto como una “pérdida” que da lugar a una situación que “debe revertirse” y no como un proceso de cambio y construcción de una nueva identidad, como por otra parte ocurre en todo el mundo.

El otro elemento que cabe resaltar es que la pregunta de autopertenencia sin la opción mestizo significa inducir al entrevistado a reconocer una sola dimensión como la integralidad de su identidad, ocultando las otras esquinas. La barra CEL de Molina y Albó es una fotografía del mestizaje boliviano que al no permitir nombrar lo mestizo plural invisibiliza como identidad aquello que retrata en sus contornos.

Con la opción mestizo

El libro de Seligson, Moreno, Schwarz y otros, Auditoría de la democracia. Informe Bolivia 2006, nos permite abordar dos niveles importantes en cuanto al debate sobre identidad indígena y mestizaje en Bolivia. Por una parte, la base de datos de Seligson contiene la misma pregunta del CNPV 2001, es decir autopertenencia sin la opción mestizo, y contiene otra pregunta con opción mestizo, es decir que nos permite analizar las respuestas de los entrevistados y compararlas.

Con estos autores podemos recuperar también una visión temporal pues compararemos los resultados de la encuesta 2004 y de la encuesta 2006. Los datos de la encuesta 2004 son levantados poco después de la grave crisis de octubre de 2003, y la base de datos de 2006 es levantada poco después de la resolución de la crisis, con el triunfo en urnas de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) con el 54 por ciento.

La primera pregunta de contexto que me planteo para la lectura es: ¿Qué ha cambiado entre 2004 y 2006? Lo que se puede constatar es que la población percibe que ha habido un proceso de ampliación de la democracia y la legitimidad del sistema político muestra un proceso de reconstitución. Por una parte crece el apoyo a la democracia y pasamos a un séptimo lugar entre los países estudiados,  cuando en anteriores encuestas estábamos en el nivel más bajo o segundo más bajo.

Por otra parte, vemos que la confianza en las instituciones se incrementa en 10 puntos respecto a 2004, se incrementa la percepción de Bolivia como un país democrático y crece el grado de satisfacción con la democracia de forma considerable. También, en estas dos tomas que distan dos años en el tiempo, se constata que la identidad  es un proceso vivo que ocurre en el ámbito cultural y político, y en este sentido es un espacio de libertad.

Otro elemento que habría cambiado de 2004 a 2006 es que se incrementa el orgullo de ser boliviano, la identidad con la nación boliviana y la presencia de valores comunes que veíamos en 2004 pero que ahora se fortalecen más.

Haciendo una comparación de los resultados de las preguntas sobre autoidentificación étnica en perspectiva temporal constatamos un proceso de indigenización identitaria en dos niveles: por una parte crece el número de personas que se identifican como pertenecientes a algún pueblo indígena en la pregunta sin opción mestizo, pero al mismo tiempo crece el número de personas que se identifican con la categoría genérica indígena u originario en la pregunta con opción mestizo. En la pregunta sin opción mestizo, el Censo 2001 mostró un 62% de indígenas, y la encuesta LAPOP 2006 un 71% de indígenas en la misma pregunta.

A diferencia del CNPV que no contiene una pregunta con la opción mestizo, la encuesta LAPOP realiza en los diferentes años una pregunta estándar con la opción mestizo[5]; de acuerdo a esta pregunta, los que se consideraron indígenas u originarios el año 2004 fueron 16%, y el año 2006, 19%.

El proceso de indigenización identitaria identificado por el estudio arranca entre 2000 y 2002, y tiene relación con la indigenización del discurso político, con la percepción de la cuestión étnica como tema central y con la formación de la comunidad política como tema de debate público, que es un dato nuevo que emerge a partir de la crisis 2000-2005, y es también uno de los elementos por el que podemos calificar a ésta como crisis de ampliación de democracia.

...la proporción de personas que se identifican como ‘blancas’ ha venido cayendo sostenidamente desde más de un cuarto del total de entrevistados hasta poco más de uno de cada 10. Esto es exactamente lo contrario que viene sucediendo en relación a la identidad como originario o indígena, cuya proporción se ha doblado en los últimos 6 años, en una tendencia clara y lineal desde el año 2000 (Seligson y otros, 2006:17).

La comparación simultánea de las preguntas con y sin opción mestizo nos muestra que cuando la pregunta tiene la opción mestizo la mayoría de los entrevistados opta por esta pertenencia. Los mestizos obtienen 61% en 2004 y 65% en 2006. Así se constata que la presencia o ausencia de la opción mestizo cambia por completo el cuadro de la pertenencia étnica en Bolivia, por otra parte también se evidencia que el sentimiento de pertenencia es más al grupo étnico lingüístico específico (quechua, aymara, guaraní, etc.) y no a la categoría genérica indígena u originario.

Teniendo en cuenta que en la encuesta LAPOP las dos preguntas son sucesivas5, si la identidad indígena a un pueblo específico es sentida como excluyente de la identidad plural mestizo, la respuesta en la pregunta con opción mestizo es por la categoría genérica indígena u originaria. De hecho este grupo que siente una pertenencia indígena exclusiva, que se inscribe en la visión dicotómica “ser o no ser indígena”, está presente en las cifras, con un porcentaje menor a 20%.

Los datos del estudio de Seligson apuntan al carácter de apertura y pluralidad de la categoría mestizo que permite expresar los diferentes elementos identitarios. El estudio de Seligson nos muestra la utilidad de estudios comparados para analizar el desarrollo de la cultura política, sin embargo en el informe también se hace patente la necesidad de establecer un nuevo grupo de estudio de los países andinos. La raíz indígena andina estaría actuando como trasfondo histórico cultural que influencia decisivamente el desarrollo de la cultura política. Este grupo de países de estudio estaría conformado por Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala como caso de control por la importancia de la cuestión étnica en este país.

En términos de desarrollo democrático, pareciera que en países con raíces indígenas mayoritarias la colonia afecta determinando caracteres propios de la cultura poscolonial. Habría rasgos señoriales comunes que obstaculizan el desarrollo de la igualdad como valor social y esto afecta al desarrollo de la cultura democrática.

En esta línea, un hallazgo importante de la encuesta LAPOP 2006 es que el sistema político es más legitimo para los que se autoidentifican indígenas respecto a años anteriores, lo cual probablemente tiene relación con la asunción a la presidencia de Evo Morales, actor de clara raíz indígena.

Un otro aporte son las preguntas sobre discriminación en que la encuesta establece que los que  aprendieron a hablar en lengua indígena  se sienten mucho más discriminados que los que aprendieron a hablar en español; por otra parte establece también que el que se siente discriminado no apoya al sistema democrático y tiene menores niveles de tolerancia política.

En el estudio 2004, Bolivia mostraba que a diferencia de los demás países de América Latina estudiados, el nivel de educación más alto en Bolivia no elevaba el nivel de tolerancia política de las personas.

 En el estudio 2006 se muestra que mayores niveles de educación corresponden también a mayores niveles de tolerancia política; esto nos estaría hablando de una incoherencia, o quizás acá habría que preguntarse por el efecto de la crisis en el desarrollo de la cultura democrática, pero queda como una interrogante.

Los datos de la encuesta explicitan una suerte de incoherencia  de acuerdo a una comparación internacional, pues se presentan simultáneamente bajos niveles de confianza interpersonal y, sin embargo, niveles altos de capacidad asociativa. En esta pregunta de capital social también se puede establecer la necesidad de profundizar el debate pues en sociedades multiculturales la presencia de capital social, por los datos empíricos, pareciera no traducirse en apoyo al sistema, sino que funciona más bien como en comportamientos estanco sin capacidad de tender puentes. La confianza que se exporta a niveles más generales se traduce en apoyo a instituciones más generales y esto pareciera no ocurrir en segmentos no integrados. 

A manera de conclusiones

A manera de dibujar algunas conclusiones en lo que sigue dialogaré con el texto de Luis Verdesoto y mío, Instituciones en boca de la gente. Percepciones de la ciudadanía boliviana sobre política y territorio.

Un factor determinante en la conformación de la comunidad política es la cuestión étnica y su resolución y, por esta razón, es una pregunta central para la consolidación de la democracia en los países andinos y un tema que requiere la apertura de un nuevo acápite en los estudios sobre democracia.

En la pregunta LAPOP 2004 con opción mestizo, si nos preguntamos desde la perspectiva  dicotómica de Molina y Albó, quiénes son y quiénes no son indígenas, tenemos que  indígenas (8,49%) más originarios (7,13%) suman 16% de indígenas. En el otro polo no indígena tenemos 19,44% que se autodefine blanco. Entre los indígenas y los no indígenas por autopertenencia se encuentra la autoidentificación mestizo que, como vemos por las cifras, correspondería a todos los matices mas allá de los dos polos de la CEL de Molina y Albó.

La conclusión de la comparación de las dos preguntas es que la ausencia de la opción mestizo restringe al entrevistado la posibilidad de reconocerse en lealtades y pertenencias plurales y de esta forma invisibiliza la “comunidad    imaginada boliviana”  que es esta identidad plural mestiza de raíz indígena.

 En la comparación de las dos preguntas con opción mestizo y sin opción mestizo, constatamos que en Bolivia habría un proceso de flujo de identidades, lo cual va a ser reconfirmado por el estudio de Seligson 2006, es decir que este es fundamentalmente un proceso en movimiento, pues quienes en la primera pregunta se autoidentifican como mestizos, en la siguiente pregunta no tienen ningún problema en declarar su pertenencia a uno de los pueblos indígenas. No ocurre lo mismo en los que se autoidentifican como blancos, que sólo en un pequeño porcentaje, en la pregunta por identidad indígena específica, se consideran pertenecientes a uno de los grupos.  

La mayoría del grupo mestizo muestra una situación de flujo de identidades y reconocimiento abierto de pertenencia a un grupo indígena específico  y, al mismo tiempo, pertenencia a la comunidad diversa “lo mestizo”; pensando desde Zavaleta Mercado, en este espacio estaría anclado lo nacional popular en Bolivia, y pensando con Fernando Mayorga, éste sería el nicho de la integración nacional.

La autoidentificación mestiza es incluyente y plural como por lo demás ya lo plantearon Molina y Albó al señalar que es una “identidad comodín”, como un traje en que la mayoría nos sentimos cómodos; es entonces el pegamento de la sociedad, aquello que nos une. 

En la pregunta con opción mestizo, el grupo autodefinido indígena presenta una oscilación identitaria que no participa de la conformación política mestiza; en el otro polo, la autodefinición blanca, en su mayoría, tampoco participa de la conformación política mestiza o, como constatamos con Seligson 2006, abandonará su pertenencia blanca para adoptar la pertenencia incluyente mestiza.

Analizando los resultados desde una perspectiva territorial, el texto de Verdesoto y Zuazo identifica una combinación regional a tres bandas étnicas que presentan en común la clara mayoría mestiza  en todo el país; sin embargo de la afirmación válida para el conjunto, se distinguen también tres regiones.

La primera banda es una zona de alta identificación indígena y originaria conformada por Potosí Oruro y La Paz en el orden del 30% en su punto más alto, en orden decreciente respectivamente y en relación inversamente propocional con el mestizaje; donde más fuerte es la identificación indígena (Potosí) menos presente es la autopertenencia mestiza.

Una segunda banda de autoidentificación predominantemente mestiza, conformada por Chuquisaca y Tarija, presenta los más altos índices de mestizaje en el orden del 70%  con una autoidentificación blanca en el orden del 20%; Cochabamba pertenece a la segunda banda pero se presenta como el departamento de transición hacia el núcleo blanco que es la tercera banda.

En la tercera banda, conformada por los departamentos de Santa Cruz y Beni, aunque la autoidentificación mestiza es la predominante como para el resto del país, es notablemente más baja en el orden del 57%. En estos departamentos la autoidentificación blanca alcanza sus niveles más altos en el orden del 30%, y la autoidentificación indígena los más bajos.

En conjunto tenemos un proceso de transición inacabado entre la construcción de mestizaje de liderazgo cultural occidental blanco y un mestizaje de vertiente cultural indígena que es una de las características de la crisis que aún vive Bolivia.

 A pesar que el cuadro general nos muestra la conformación de una comunidad política mestiza para el conjunto, en el estudio resalta que esta conformación política es al presente insuficiente y no logra la conformación armónica de un   centro étnico cultural mestizo en base a dos fracasos. Por una parte, la imposibilidad de hegemonía cultural mestiza de raíz indígena en el altiplano; y, por otra parte, la hegemonía cultural mestiza de raíz occidental blanca en Santa Cruz y Cochabamba.

Al dialogar con los textos, una pregunta pende en el aire: ¿Cuáles son los caracteres del grupo mestizo? En Bolivia la intolerancia es una de las características más importantes de la cultura política y el principal obstáculo para la conformación de un sentido público y para la formación de ciudadanía. Al preguntarnos acerca de la posición de los mestizos respecto a la tolerancia, el texto Instituciones en boca de la gente mostró fuertes indicios en sentido de que la adscripción al grupo mestizo pareciera asociarse con la tolerancia o atenuar la tendencia general del conjunto a la intolerancia. Por el contrario, en el polo opuesto se observó que los grupos que se autoidentifican con un grupo indígena o los que se autoidentifican como blancos y que no han migrado son los que más aportan a la conformación de la intolerancia en cada región.

A través de la identidad mestiza, el individuo reconoce como su identidad y su espacio de lealtades y también lealtades político culturales un espacio incluyente plural y no dicotómico. La identidad mestiza parece ser una pertenencia múltiple e incluyente que permite pertenecer, por una parte, a un pueblo indígena y, por otra parte, a la nación boliviana. Permite al individuo reivindicar para sí sus raíces indígenas y su pertenencia a la comunidad y modernidad boliviana como sus mundos de vida.

El segundo elemento que resalta a partir de la lectura del texto es que a pesar de que se afirma que la municipalización (LPP, 1994) habría sido una medida básicamente rural, y que se convierte en el dique de contención de la legitimidad de la democracia, cuando se estudia cuáles son los sectores que no desarrollan confianza en el municipio, se constata que los que se autoidentificaron como indígenas u originarios presentaron una mayor tendencia a tener poca o ninguna confianza en el gobierno municipal. Esta constatación llevó al planteamiento de que la presencia de capital social entre homogéneos  (indígenas-originarios plenos) tiene dificultades para traducirse en confianza institucional  que es la base de la integración democrática, lo cual por otro lado aparece como una contradicción no resuelta en las conclusiones sobre capital social en Seligson, Moreno y Schwarz.


 [1] Moira Zuazo es politóloga boliviana con estudios de Maestría y Doctorado en Bolivia y Alemania. Autora de varios libros y artículos publicados en Bolivia, Argentina y      Alemania.

[3] 2 CNPV 2001 Pregunta 49: ¿Se considera perteneciente a alguno de los siguientes pueblos originarios o indígenas? Quechua, Aymara, Guaraní, Chiquitano, Mojeño, ¿Otro      nativo? ¿Ninguno?

 [4] Ver Molina y Albó 2006:172.

[5] El texto de la pregunta es el siguiente: Ud. se considera una persona de raza blanca, mestiza, indígena, negra, originaria, otra NS/NR 5 Primero se planteó la pregunta con      opción mestizo, y dos preguntas después  la pregunta sin opción mestizo.


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