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Punto Cero

versão impressa ISSN 1815-0276versão On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero vol.27 no.44 Cochabamba jun. 2022  Epub 30-Jun-2022

https://doi.org/10.35319/puntocero.202244188 

ARTÍCULO

EL LUGAR DE LA DECOLONIALIDAD EN EL CAMPO COMUNICACIONAL LATINOAMERICANO

The place of decoloniality in the Latin American communication field

Erick R. Torrico Villanueva1 
http://orcid.org/0000-0003-1237-9241

1Boliviano. Doctor en Comunicación por la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Director académico del posgrado en Comunicación y Periodismo de la Universidad Andina Simón Bolívar (La Paz). Docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz). etorrico@uasb.edu.bo


Resumen:

El artículo se pregunta por el lugar que ocupa la decolonialidad en la estructura del campo comunicacional y, para establecerlo, desarrolla una topología basada en la teoría de los campos y la sociología de la práctica de Pierre Bourdieu. En ese marco, compara los alcances de las nociones inglesa de “field” y francesa de “champ” y hace un breve recuento de los usos del concepto de “campo” en bibliografía especializada de referencia. Posteriormente, presenta una síntesis de las herramientas conceptuales pertinentes para proponer un análisis topológico que, inmediatamente después, describe los diferentes componentes identificados, sus jerarquías, posiciones e interrelaciones. Por último, plantea que la Comunicación decolonial representa un factor relevante para la posible redefinición del campo examinado.

Palabras clave: Comunicación; Campo Decolonialidad; Latinoamérica; Topología

Abstract:

The article questions the place that decoloniality has in the structure of the communicational field, and to establish it this article develops a topology based on Pierre Bourdieu’s field theory and sociology of practice. In this framework, it compares the scope of the English notions of “field” and the French of “champ” and makes a brief account of the uses of the concept of “campo” in specialized reference bibliography. Subsequently, it presents a synthesis of the pertinent conceptual tools in order to propose a topological analysis that, immediately afterwards, describes the different components identified, their hierarchies, positions and interrelationships. Finally, it poses that decolonial communication represents a relevant factor for the possible redefinition of the examined field.

Keywords: Communication; Field; Decoloniality; Latin America; Topology

Introducción

¿Tiene la decolonialidad un lugar en la estructura actual del campo comunicacional latinoamericano?

Este campo -no ciencia en el sentido positivista liberal o socialista ni mera reunión pragmática de disciplinas aplicadas a un territorio socialmente transversal y para muchos inclasificable- se ha caracterizado desde sus inicios por reproducir las tensiones básicas existentes entre las tradiciones o corrientes “administrativa” y “crítica” , pero también por proyectar orientaciones de pensamiento propio, en particular en el caso de América Latina.

A lo largo del último medio siglo una variedad de autores oriundos de la región junto a otros pocos de fuera de ella alimentaron la corriente crítico- utópica que, en ciertos casos, fue percibida incluso como una “escuela”. Así, en interacción cuestionadora con la teorización comunicacional occidental (euro-estadounidense), Latinoamérica se constituyó en un sitio diferenciado de enunciación propositiva. No obstante, no sólo que sus aportaciones no suelen lograr la repercusión esperada en los debates internacionales, sino que, aun en sus versiones de mayor radicalidad, tales contribuciones se insertaron en los marcos del proyecto modernizador cuyos fundamentos epistémicos no llegaron a ser puestos bajo observación y permanecieron intactos.

Por ello, la conjunción entre la crítica comunicacional latinoamericana y el pensamiento decolonial abre nuevas zonas de exploración intelectual y práctica al tiempo que potencia un horizonte de ruptura frente a las arquitecturas de poder establecidas. De ahí que, luego de algo más de tres lustros de acciones para avanzar en la ruta de la decolonización, resulte pertinente preguntar por la situación en que se halla la composición del campo de la Comunicación.

Como se comprenderá, intentar responder a esta interrogante implica la necesidad de llevar a cabo un ejercicio de descripción topológica del campo comunicacional, el cual puede ofrecer, a su vez, un reflejo de la dinámica de las relaciones que se desarrollan en ese espacio como producto de la intervención, complementación o choque de las fuerzas correspondientes. Para este fin, luego de una aproximación a la decolonización comunicacional, se acude aquí a elementos de la teoría de los campos y la sociología de la práctica de Pierre Bourdieu, cuyas herramientas analíticas permiten salir del ya arcaico atolladero en que todavía se mueven algunos dualismos y determinismos simplificadores que enfrentan “individuo y sociedad”, “subjetivo y objetivo” o “agente y estructura” a momento de pretender dar cuenta de la acción social.

1. La decolonialidad en la Comunicación

La colonialidad es la rémora de la clasificación de continentes y pueblos en “superiores” e “inferiores” que dejó la experiencia colonial americana desde finales del siglo XV, misma que convirtió a Europa en epicentro de la civilización moderna y, por tanto, en estándar universal para los diferentes ámbitos de la actividad humana, entre ellos el del conocimiento científico.

En el caso de América Latina, esa jerarquización impuesta continuó reproduciéndose en el interior de cada sociedad luego de que se concretara el proceso independentista y de constitución de las repúblicas, esta vez en el marco de las relaciones entre los nuevos grupos de poder y las poblaciones (ya tradicionalmente) subordinadas. La mentalidad subyacente a la institucionalidad que fue establecida con tal surgimiento de las naciones heredó, así, aquel sentido de interiorización del Otro, el cual terminó incorporándose en los imaginarios colectivos y en las subjetividades individuales como un hecho “normal”.

Quien primero dio cuenta de la permanencia de este componente cultural-ideológico en las estructuras societales de la región fue Aníbal Quijano, que denunció la pervivencia de la “colonización del imaginario de los dominados”, a la que definió como “colonialidad cultural” (Quijano, 1992). Poco tiempo después se constituyó el Grupo Modernidad/Colonialidad, que planteó la necesidad de reinterpretar la historia desde la perspectiva subalternizada latinoamericana, además de que puso en cuestión los fundamentos epistemológicos mismos de la modernidad. Esto último se explica porque “las relaciones coloniales de poder no se limitan sólo al dominio económico-político y jurídico-administrativo de los centros sobre las periferias, sino que poseen también una dimensión epistémica, es decir, cultural” (Castro-Gómez & Grosfoguel, 2007: p. 19). Los análisis efectuados derivaron más tarde en el apuntalamiento de la decolonialidad (o de-colonialidad), esto es, de la perspectiva de una “reconstrucción radical” de los seres, el poder y el saber, que va, por tanto, mucho más allá de la sola superación de la colonialidad (Walsh, 2005: p. 24).

Está puesta en evidencia de la interiorización y naturalización del dominio que implica la situación de colonialización característica de los grupos humanos subyugados está también siendo operada en el campo de la Comunicación, el cual presenta como uno de sus rasgos centrales la prevalencia de los parámetros moderno-occidentales en su configuración, su historia y su sustentación. Es de ahí que se desprende la propuesta de la decolonización comunicacional, que ya constituye un factor activo en la reconformación del campo de la especialidad; y es de ahí, justamente, que nace la pertinencia de desarrollar el examen topològico del mismo.

2. Topología y campo

La topología puede ser definida como el reconocimiento del modo en que están organizados los elementos constitutivos de un determinado ámbito social, operación que, lógicamente, se lleva a cabo desde un punto de vista dado. Conlleva la identificación de esos componentes y de su distribución en el espacio correspondiente, así como la atribución que se les hace de unas posiciones, jerarquías y relaciones.

El criterio para llevar a cabo una evaluación topológica no es arbitrario, sino que responde a un entendimiento histórico del área analizada y a un diagnóstico de su estado actual en función de una valoración del peso estructural, los intereses, las estrategias y los recursos de cada uno de los factores que son parte de ella, es decir, de los agentes que la conforman, sean individuos, grupos o instituciones.

La topología, entonces, refleja la organización y dinámica que, en un momento dado, caracteriza al espacio objeto de observación, el cual, por su naturaleza social, siempre habrá de ser considerado una arena de confrontación, o sea, un territorio en tensión. Y es aquí donde cobra sentido la noción francesa de champ o campo que, entendida a la manera de Bourdieu, supone un “espacio estructurado de posiciones” (Chevallier & Chauviré, 2003) en el que están presentes unas fuerzas que se enfrentan por la apropiación, distribución o redistribución de un capital simbólico en referencia a un determinado objeto propio y también a su correspondiente comprensión autorizada y autorizadora.

Consiguientemente, esta concepción es distinta de la idea descriptiva que casi siempre supone el vocablo inglés field, cuya aplicación común al mundo académico sólo da cuenta de la existencia de esferas diversas de interés intelectual o de actividad profesional dentro de un espacio teórico-práctico delimitado.

La propuesta topológica que acá se plantea, por tanto, se basa en la interpretación bourdieusiana del concepto. En cuanto a la visión que se asume para desarrollar este ejercicio de localización de los agentes del campo comunicacional, como ya fue dicho, es la que propugna la decolonización de la comunicación, sea como conocimiento teórico (Comunicación con mayúscula) o como proceso empírico de relación o interrelación social significante (comunicación con minúscula).

La perspectiva decolonial, como se indicó, implica una lectura situada del proceso histórico de subalternización que comenzó en 1492 y dio lugar al surgimiento de la modernidad colonial, a la vez que comprende una reinterpretación crítica de esas circunstancias y una propuesta de paralización epistemológico- téorica que, lógicamente, incluye al campo comunicacional.

3. Los sentidos de "campo" en los acercamientos a la Comunicación

Si bien se ha hecho bastante frecuente hablar de la Comunicación como un “campo”, incluso para eludir la discusión respecto a si más bien se trataría de una ciencia, una disciplina o una articulación de ciencias, conviene dar un breve vistazoa lasacepcionesquese asigna a este término en ese contexto.

Por lo general, los autores que recurren a la denominación de campo cuando hablan de comunicación lo hacen para significar que es un ámbito de estudios o de intervenciones prácticas, en el sentido ya señalado que adquiere la palabra inglesa field; es decir que, en este marco, la Comunicación es vista como un área multifacética de conocimiento. De esta forma, casi se asume que la Comunicación es un espacio difuso de interés intelectual, carente de objeto de análisis preciso y cuyo único denominador común es que se refiere a las variadas maneras en que pueden manifestarse los fenómenos de transmisión o intercambio de información, con lo cual se abre la puerta a que diversas miradas disciplinarias, con sus propios conceptos y propósitos, puedan concurrir en el examen de tales fenómenos.

Son ideas de este tipo, explícitas o tácitas, las que por ejemplo aparecen en buena parte de las reflexiones de especialistas estadounidenses reunidas en el número 33 del Journal of Communication, revista de la International Association Communication, que bajo la coordinación de George Gerbner se dedicó en septiembre de 1983 al tema “Ferment in the field” (Cfr. Contreras, 1984a y 1984b), al igual que lo son la que usa Bernard Miége para describir a las “ciencias de la información y la comunicación como un “campo (inter) disciplinario autónomo” (1996, p.5), o la utilizada por Robert Craig en su célebre artículo “Communication Theory as a Field”, donde sin embargo afirmó que la teoría comunicacional como un campo identificable de estudios aún no existía (Craig, 1999: p. 119).

Pero también ese uso abierto de la noción de “campo” es hallable en no pocos autores latinoamericanos, como es el caso de Roberto Follari, que habla de la Comunicación como un “campo científico en construcción” (2003, p. 3); de Sérgio Caparelli e Ida Stumpf, que emplean la expresión “campo académico” para mostrar la diversidad temática de que estaría hecho (Cfr. Vassallo & Fuentes, 2001: pp. 59 y ss.); de Jesús Martín-Barbero, que examina las concepciones “practicista” y “fundamentalista” que encuentra en los orígenes de lo que genéricamente denomina el “campo de estudios de la comunicación” (1996, p. 146), o de Francisco Rüdiger, que sostiene que la comunicación es un “campo de estudios multidisciplinario” sin autonomía teórica (citado en Vassallo & Fuentes, 2001: pp. 66-67).

La idea de “campo”, ya con cierta cercanía a la noción sociológica empleada por Bourdieu, aunque sin terminar de ser aplicada del todo, se encuentra asimismo en el libro Campo Aberto (2015) de César Bolaño, quien problematiza la relación del pensamiento crítico marxista con las teorías comunicacionales de la corriente dominante, el mainstream, en términos de lucha epistemológico-política.

A su vez, Luiz Martino (2004) y Muniz Sodré (2012) acuden a la concepción bourdieusiana de campo, el primero para tematizar la formación y la identidad del campo comunicacional, así como para sustentar su compatibilidad con la condición de disciplina que considera debe tener, y el segundo para reflexionar sobre la permanencia de su carácter científicamente ambiguo, su fragmentación y su sujeción predominante a la lógica del mercado y la tecnología antes que a la del conocimiento.

Finalmente, otras referencias al campo de la Comunicación en el sentido de Bourdieu están presentes en trabajos de Raul Fuentes Navarro (1998) y Maria Immacolata Vassallo de Lopes (Vassallo & Fuentes, 2001: pp. 43-47). En un caso, hace parte de un modelo heurístico para examinar la estructuración científica de la investigación comunicacional y sus habitus en México; en el otro, tomada la Comunicación como “campo académico”, la noción sirve para señalar los subcampos científico, educativo y profesional que lo integran.

Se puede decir, por tanto, que el uso convencional y más difundido del concepto de “campo” en referencia a la Comunicación remite a la imagen de un territorio pluritemático, teórico y profesional, mientras que el otro, que cabría considerar aún restringido, se aproxima a la versión bourdieusiana que lo concibe como un espacio teórico en que diferentes polos producen, gestionan y disputan el poder simbólico. No obstante, es posible advertir que esta última aplicación de conceptos no llegó a aprovechar suficientemente su potencial como recurso metodológico de análisis, comprensión y explicación, ni tematizó los capitales en juego y, menos aún, las relaciones de fuerza ni el problema del poder que implica este punto de mira.

En lo que sigue de este artículo, se explora precisamente parte de esas dimensiones con el propósito de adelantar, de forma todavía aproximativa, preliminar, unos esquemas topológicos útiles para entender la estructura general actual del campo comunicacional desde una mirada radicada en Latinoamérica y asentada en la perspectiva de la decolonialidad.

4. Los conceptos que definen el campo

Pero antes de avanzar en la caracterización de la Comunicación como un campo en la lógica de Bourdieu se necesita hacer un repaso acerca de algunos elementos básicos de la teoría de los campos de este autor.

De inicio, y en términos generales, cabe presentar tres acepciones bourdieusianas, complementarias entre sí, sobre la noción de campo: una como espacio social, es decir, un microcosmos relativamente autónomo en el interior del mundo social; la segunda como un espacio estructurado de posiciones, y la tercera como un lugar de lucha entre agentes jerárquica y antagónicamente situados en ese espacio (Cfr. Bourdieu, 2001 y 2012 y Chevallier & Chauviré, 2010).

Visto así, un campo deslinda una zona del mundo social que posee un objeto propio, el cual, por su parte, implica unos intereses específicos que dan lugar a la producción y puesta en práctica de una competencia específica bajo principios y reglas de funcionamiento también específicos. Un campo, además, se divide en subcampos; todos ellos comparten un capital común cuya apropiación es el motivo de la confrontación interna que les caracteriza.

De modo global, y sin que esta descripción pueda ser considerada exhaustiva y menos definitiva, en el mundo social se tiene básicamente los campos político, económico, social, científico, cultural, religioso y artístico. Y, además, se tiene el campo del poder, que es aquel conformado por las élites dominantes de cada uno de los campos autónomos, las que no necesariamente ni siempre se articulan en una categoría homogénea y en apariencia coherente, como parece ocurrir en el planteamiento del marxismo cuando habla de “clase dominante” (Cfr. Chihu, 2020: p. 188).

Todo campo está estructurado en función de un determinado principio de visión y división, es decir, de un criterio asumido como legítimo que, por una parte, separa lo propio del campo de lo que no le corresponde, y, por otra, impone una cierta axiología -o sea, aquello que en el campo se considera valioso o cuestionable y posibilita la constitución de grupos o fuerzas sociales (Bourdieu, 2001: p. 18)-, además de que, entre otros aspectos, define la forma de acceso a dicho campo, el llamado “derecho de entrada” (Bourdieu, 2012: p. 32). Tal criterio de aceptabilidad es arbitrario, no es producto de un consenso razonado, y suele permanecer inexpresado, pero los agentes de cada campo lo incorporan y comparten inconscientemente.

Estos agentes -sujetos capaces de acción- son individuos, grupos o instituciones que poseen una determinada porción de capital que les permite ocupar una posición dentro del campo. Por lógica, cada una de esas posiciones es una posición de la que otro agente ha sido privado y puede estarla deseando, situación que genera una dinámica de pugna constante en el interior del campo, una pugna de posiciones y oposiciones, un enfrentamiento tanto por las posiciones como por el poder vinculado a ellas o cuando menos por la posibilidad de influir en ese poder. En otros casos, la lucha entre agentes sube de nivel y tiene por objeto el control o el cambio de los principios de legitimación del propio campo.

Entonces, de acuerdo con el volumen de capital (o “riqueza”) de que dispongan, los agentes tendrán una posición dominante o dominada dentro del campo, esto es, serán subordinantes o subordinados.

En cada campo, según su naturaleza particular, predominará un determinado tipo de capital, que puede ser económico (recursos dinerarios y financieros), social (conjunto de relaciones disponibles y desplegables), cultural (conjunto de conocimientos disponibles) o político (capacidad de control institucional y/o movilización de fuerzas). En algunas circunstancias, también son posibles los entrecruzamientos de estas formas de capital en beneficio de un agente que ve así su poder incrementado. Estos capitales diferentes tienen en común que su poder puede ser reconocido explícitamente por los otros agentes; es decir, una “posición” se corresponde a una “posesión” visible que produce un “efecto simbólico” por el cual una posición puede ser aceptada como legítima al igual que la dominación que se ejerce desde ella. En otras palabras, lo que hace equivalente el significado de los capitales es su condición compartida de “capital simbólico”, del que se deriva el “poder simbólico”, mismo que se traduce en el poder de “hacer ver y hacer creer, de predecir y prescribir, de hacer conocer y hacer reconocer” (Bourdieu, 2001: p. 76).

Bourdieu sostiene que la estructura de un campo se mueve, en teoría, entre dos extremos inalcanzables: el del monopolio del capital específico -que da sentido a la lucha en su seno- y el de la competencia perfecta, que supondría la distribución equitativa de ese capital entre todos los agentes competidores (Bourdieu, 2012: p. 32). Se comprende, por ende, que en un campo puede haber hegemonía, pero no supremacía, y que, debido a ello y a la imposibilidad de la justicia plena en la repartición del capital, lo característico de la dinámica de todo campo será la tensión. Esto hace que no pueda haber posiciones absolutas, definitivas, en ninguno de ellos.

Dados esos rasgos fundamentales, los agentes de un campo, según sus posiciones y contrastando sus “esperanzas subjetivas” con las “posibilidades objetivas” que les proporcione ese espacio (Chevallier & Chauviré, 2010: p. 65), desenvolverán tres probables estrategias: de conservación o reproducción, de sucesión o de subversión (Ortiz, 1983: p. 138). En los dos primeros casos, se asegura la preservación de la estructura del campo mediante la retención del control por los agentes subordinantes o a través del disciplinamiento de los “novatos”; al contrario, en el último, se anuncia la modificación o la eventual transformación de ese orden por agentes hasta entonces subordinados o emergentes que optan por emprender movimientos reformistas o incluso revolucionarios (Cfr. Bourdieu, 2012: pp. 34-36).

Las posibilidades o probabilidades de mantención o alteración del orden propio de un campo, finalmente, se relacionan con la fuerza que pueden tener los condicionamientos histórico- sociales sobre las prácticas de los agentes, a la vez que con los márgenes de improvisación para ir a contracorriente de la regularidad de las conductas que, en ambos casos, están contenidos en lo que Bourdieu define como los habitus, esto es, los sistemas de disposiciones o predisposiciones que son internalizados en cada campo y funcionan como principios organizadores de las acciones o “estructuras estructurantes”, pero que no llegan a ser determinantes y permiten cierta libertad para decidir (Cfr. Chihu, 2020, y Chevallier & Chauviré, 2011).

Con todos estos elementos, ya resulta factible plantear unos esquemas topológicos iniciales para intentar dar cuenta de la estructura y situación actuales del campo comunicacional visto decolonialmente desde América Latina. Un esquema es, en este caso, una imagen que representa los componentes fundamentales de un

objeto sometido a examen y esboza sus correspondientes vinculaciones. Para más adelante quedará el examen interno de cada uno de los estados aquí esquematizados.

5. Un sistema de campos y subcampos

Si se parte de lo más general, la sociedad o el mundo social, debe admitirse que éstos se componen de diferentes campos, cada uno de los cuales está integrado por una variedad de otros campos o de subcampos; las disecciones que se haga al respecto dependerán de los encuadramientos teóricos que se emplee y de los objetivos de análisis que se tenga.

En consecuencia, analíticamente, la sociedad es una totalidad compleja integrada por múltiples campos más o menos interrelacionados de manera sistemática. Cada interpretación de los cruces inter-campos que es dable hacer puede privilegiar o no ciertos campos o ciertas relaciones entre ellos.

Para lo que aquí interesa, bastará con identificar los principales campos de ese mundo a partir del reconocimiento de su importancia e incidencia sociales, lo cual sirve asimismo de referencia para el señalamiento de su posición y para su colocación jerárquica:

Tabla N° 1: Identificación de campos en el mundo social 

CAMPOS DEL MUNDO SOCIAL
Dominantes 1. ECONÓMICO
2. POLÍTICO
3. CIENTÍFICO
Subordinados 4. SOCIAL
5. CULTURAL
6. RELIGIOSO
7. ARTÍSTICO

El campo científico, relativo a la producción, acumulación, distribución y utilización del conocimiento, se estructura en torno a la lucha por la consecución y mantención del monopolio o el predominio en la competencia y la autoridad científicas, es decir, de la capacidad de decir e intervenir con legitimidad en todos los asuntos concernientes al saber, haciéndolo de modo autorizado y con autoridad. Tener autoridad científica significa poder fundamentar el campo, definir lo que se estudia en él y los procedimientos adecuados, conducir y validar la teorización al respecto, orientar las aplicaciones de los conocimientos generados y, en general, guiar los procesos investigativos, formativos y del ejercicio profesional pertenecientes al campo.

Las últimas dimensiones mencionadas remiten a los tres subcampos del campo científico en su conformación interna:

Tabla N° 2: El campo científico y sus subcampos 

SUBCAMPOS DEL CAMPO CIENTÍFICO
INVESTIGATIVO (o CIENTÍFICO)
EDUCATIVO
PROFESIONAL

En relación con las regiones del conocimiento de que se ocupan las ciencias, el campo científico presenta la siguiente composición:

Tabla N° 3: El campo científico y sus campos 

CAMPOS DEL CAMPO CIENTÍFICO
Dominantes 1. CIENCIAS FÍSICAS
2. CIENCIAS FORMALES
Subordinados 3. CIENCIAS SOCIALES
4. CIENCIAS HUMANAS

Si las áreas que son estudiadas en la sociedad son vistas como campos, la estructura del campo científico social se puede representar de este modo:

Tabla N° 4: Composición del campo de las Ciencias Sociales 

CAMPOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES (COMO CAMPO)
Dominantes 1. ECONOMÍA
2. SOCIOLOGÍA
3. DERECHO
4. POLÍTICA
Subordinados 5. HISTORIA
6. ANTROPOLOGÍA
7. EDUCACIÓN
8. COMUNICACIÓN
OTROS ....

5.1. El campo comunicacional

Ya en el campo de la Comunicación, todavía infravalorado por otros campos subordinados que suelen oponérsele, como fue señalado anteriormente y en función de dos principios de visión distintos, es posible hallar un entendimiento de este espacio desde las áreas de desempeño profesional y otro basado en la naturaleza del conocimiento que se produce; esto es lo que expresan los dos cuadros siguientes:

Tabla N° 5: La Comunicación como field 

CAMPOS DE LA COMUNICACIÓN (Como FIELD de prácticas)
1. PUBLICIDAD
2. ENTRETENIMIENTO
3. PERIODISMO
4. COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL
5. MARKETING
OTROS...

Tabla N° 6: La Comunicación como champ 

CAMPOS DE LA COMUNICACIÓN (Como CHAMP de conocimiento y confrontación)
Dominante 1. CORRIENTE ADMINISTRATIVA
Subordinado 2. CORRIENTE CRÍTICA

Estas tradiciones contrapuestas administrativa y crítica- configuran el eje problemático principal del campo comunicacional fundado en el seno del proyecto de la modernidad occidental, aunque es clara en él la prevalencia de la primera corriente sobre la segunda como orientadora de la investigación, la preparación de recursos humanos y la misma práctica profesional.

El ala crítica, como partícipes además de sus propias pugnas internas, incluye las variedades europea, estadounidense y latinoamericana de los Cultural Studies nacidos en Gran Bretaña, luego las líneas euro-estadounidense e iberoamericana de la Economía Política de las Tecnologías, la Información, la Comunicación y la Cultura (EPTIC), y finalmente la corriente crítico-utópica latinoamericana, menos difundida, conocida y cultivada:

Tabla N° 7: El campo crítico en Comunicación y sus subcampos 

SUBCAMPOS DEL CAMPO COMUNICACIONAL CRÍTICO
Dominantes 1. ESTUDIOS CULTURALES
2. EPTIC
Subordinado 3. CRíTICA UTÓPICA ("ELACOM")

En un acercamiento global a la estructura del campo comunicacional contemporáneo desde el punto de vista de la decolonialidad es reconocible una bipartición: un lado compuesto por los campos dominante y subordinados del bloque modernizador y otro integrado por el campo emergente de la propuesta decolonial. En el primer caso, el marco de sentido está dado por la filiación occidento-céntrica de las tres corrientes involucradas; en el segundo, lo está, en un caso, por el contenido liberador de una Comunicología desplegada desde la perspectiva de la subalternidad y, en el otro, por los planteamientos sobre el “vivir bien”:

Tabla N° 8: Los campos comunicacionales desde la decolonialidad 

CAMPOS DE LA COMUNICACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DECOLONIAL LATINOAMERICANA
Dominante 1. CORRIENTE ADMINISTRATIVA Comunicación Occidental
Subordinados 2. CORRIENTE CRÍTICA
3. CORRIENTE CRÍTICA-UTÓPICA
Emergentes 4. COMUNICACIÓN DECOLONIAL Comunicología liberadora
5. COMUNICACIÓN PARA "VIVIR BIEN" Comunicación participativa para la convivencia

La Comunicación decolonial, en tanto nueva crítica comunicacional latinoamericana, comparte hoy el espacio con otras opciones, preexistentes o recientes, del pensamiento crítico en la región. Las tres primeras, como ya fue apuntado, se inscriben tradicionalmente en los límites de la Comunicación “occidental”. La cuarta no supera esos constreñimientos porque busca asentarse en una difícil combinación de análisis marxista con “posmodernismo de oposición” (De Sousa Santos, 2008), referencias a la “ELACOM”, a la comunicación popular y a saberes y prácticas ancestrales que pervivirían en las poblaciones de ascendencia nativa (Cfr. Herrera & Otros, 2016). Y la última, probablemente más genuina que la anterior, halla inspiración en planteamientos y principios para la convivencia comunitaria atribuidos a filosofías indo-afro-americanas, y es también emergente, como la decolonialidad, pero difiere de ésta en materia de potencial transformador de la epistemología del campo en general y, por tanto, de la correlación de fuerzas vigente. Consiguientemente, el cuadro de la crítica en el actual campo comunicacional de América Latina aparece configurado así:

Tabla N° 9: Campos comunicacionales críticos en América Latina 

CAMPOS CRÍTICOS EN EL CAMPO COMUNICACIONAL LATINOAMERICANO
Dominantes 1. ESTUDIOS CULTURALES
2. EPTIC
Subordinados 3. CRÍTICA UTÓPICA
4. "COMUNICACIÓN DEL SUR"
Emergentes 5. COMUNICACIÓN DECOLONIAL
6. COMUNICACIÓN PARA "VIVIR BIEN"

Conclusión

De la esquemática topología presentada hasta acá puede deducirse que el campo comunicacional muestra algunas constantes en las posiciones ocupadas y los órdenes de jerarquía, mismas que también se reproducen en el caso latinoamericano; pero a la vez es posible reconocer, en la descripción efectuada, los núcleos de conflictividad presentes e identificar a sus intervinientes. En este sentido, es visible la existencia de dos grandes frentes de lucha: uno en que se oponen las corrientes del establishment a las de la crítica, o a la inversa, y otro en que las variantes críticas intra-moderna, posmoderna, contramoderna y decolonial pugnan entre sí con más o menos capital.

Ese estado de cosas lleva, igualmente, a que sea factible inferir las estrategias que están en curso o que se requieren para preservar o conquistar posiciones en función de los intereses que se juegan en cada campo, sobre todo en el crítico y, en particular, en el escenario latinoamericano.

De lo que no cabe duda, además, es de que el campo comunicacional se encuentra en tensión y viene incubando -especialmente en lo que respecta a su situación en América Latina- un proceso de renovación cuyos alcances no están definidos aún, pero que contiene una innegable energía de subversión.

Para una mejor apreciación del estado del campo y de su probable decurso, convendrá examinar más adelante el lugar, los objetivos, el peso, los recursos, el papel y las acciones de los agentes individuales, grupales e institucionales que participan de su estructura y dinámica.

No obstante, con lo expuesto, la pregunta formulada al inicio de este texto sí puede ser respondida: la decolonialidad está presente en el campo de la Comunicación latinoamericano (y más allá también). Su lugar se sitúa en el subcampo crítico, desde donde desafía los fundamentos y alcances de las tradiciones vigentes, tributarias, a su modo, de la Comunicación “occidental” (Torrico, 2016ª, razón por la que se anuncia -y la posición que ha alcanzado hasta el momento así lo muestra- como uno de los factores para la redefinición campal.

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Citar como: Torrico Villanueva, Erick R. (2022). El lugar de la decolonialidad en el campo comunicacional Latinoamericano. Punto Cero, año 27 n°44, Junio 2022. Pp 13-25. Universidad Católica Boliviana “San Pablo” Sede Cochabamba.

Recibido: 07 de Febrero de 2022; Aprobado: 09 de Junio de 2022

El autor declara no tener conflicto de interés alguno con la revista Punto Cero.

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