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Punto Cero

versión On-line ISSN 1815-0276

Punto Cero vol.22 no.34 Cochabamba  2017

 

ARTÍCULO CIENTÍFICO

 

PERIODISMO, JUICIO Y CULTURA: UNA INSPECCIÓN A LAS CRÓNICAS DE ROBERTO ARLT A PARTIR DE HANNAH ARENDT

 

JOURNALISM, JUDGMENT AND CULTURE: AN INSPECTION TO ROBERTO ARLT'S CHRONICLES THROUGH HANNAH ARENDT'S CONCEPTS

 

 

OSCAR GRACIA LANDAETA

Boliviano, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Católica Boliviana "San Pablo" y doctorando en el programa de Filosofía del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente es becario de la Vicerrectoría de Investigación de la PUC.

landaeta_oscar@yahoo.com

El autor declara no tener conflicto de interés alguno con la Revista Punto Cero.

 

 


RESUMEN:

El artículo realiza una reflexión acerca de la responsabilidad "cultural" del periodismo en la sociedad de masas. Se toca primeramente cuestiones como el carácter de la tarea cultural y su antagonismo con las dinámicas del "entretenimiento". Se analiza, después, las posibilidades de la crónica, la narrativa y el juicio en la realización de un periodismo genuinamente cultural. Por último, se revisa la obra periodística de Roberto Arlt como un ejemplo fundamental de ejercicio del juicio y la narrativa en pro de una crónica periodística orientada culturalmente.

Palabras clave: Periodismo, crónica, narrativa, juicio, Arlt, Arendt.


ABSTRACT:

The article reflects on the "cultural" responsibility of journalism in mass society. Questions such as the nature of the cultural task and its antagonism to the dynamics of "entertainment" are first touched upon. The possibilities of the chronicle, the narrative and the judgment in the accomplishment of a genuinely cultural journalism are analyzed later. Finally, the journalistic work of Roberto Arlt is reviewed as a fundamental example of the exercise of judgment and narrative in favor of a culturally oriented journalistic chronicle.

Keywords: Journalism, chronicle, narrative, judgment, Arlt, Arendt.


 

 

1.- Introducción

Queremos pensar la relación de responsabilidad que ata al periodismo con la cultura en el marco de la "sociedad de masas". Para esto, necesitamos reflexionar sobre la noción de "cultura" y sobre el modo en que ésta vincula a una comunidad histórica con su mundo. Creemos, además, poder lograr este objetivo a través del ejemplo de la crónica del argentino Roberto Arlt.

Uno de los problemas centrales del periodismo hoy en día, es la irreflexión respecto de su propia esencia. Se asume que el "rol" que juega la "comunicación" en la sociedad no necesita mayor aclaración, que ya ha sido definitivamente establecido. Sin embargo, como veremos, las transformaciones de la actualidad han privilegiado la posición del periodista, situándolo como uno de los actores centrales a la hora de asumir y comprender el mundo presente.

Nuestro texto intenta en este sentido, plantear un análisis, una valoración y una recomendación sobre la esencia actual -y las responsabilidades implícitas- de la actividad periodística. La vía que proponemos es la de revitalizar concepciones como las de mundo, cultura, publicidad, responsabilidad o juicio, que regularmente se hallan irreflexivamente asumidas en nuestro "estar" cotidiano.

Esta reevaluación debe permitirnos pensar las condiciones y exigencias del periodismo, entendido como crónica genuina de la experiencia presente. En la medida en que seamos capaces de revelar esta circunstancia, podremos también considerar la importancia real de la tarea periodística ante la crisis actual de la cultura.

Todas estas reflexiones han surgido y concluyen en la especificidad de la obra periodística de Roberto Arlt. Es a él a quien este trabajo es esencialmente deudor.

La crónica de Arlt plantea un modo distinto y casi enigmático de presentar los acontecimientos de nuestro mundo. En ella, se revela la vocación de un ser cuyo motivo genuino es alcanzar al lector y compartirle "democráticamente" lo extraordinario del vivir. El autor de "Los siete locos"I despliega, ante lo real, una entereza humana casi inigualable entre los hombres de su época, una época, a la sazón, marcada por el terror de las dos "grandes" guerras.

Creemos que el presente ensayo arroja luz para una correcta valoración de la obra de Arlt como hecho central de un periodismo radicalmente humano. A él queremos dedicar todos los esfuerzos del texto.

 

2.- Periodismo, masa y entretenimiento: algunos apuntes a la crisis actual

Si aceptamos, con Lorenzo Gomis (1991: 11), que "...una teoría del periodismo debe explicar cómo el medio decide lo que [se] va a decir, y por que...", es evidente que acertamos a dar con el aspecto central de la actividad periodística. Y esto es así porque el periodismo adquiere sustancia en su peculiar modo de relacionarse con la realidad, una realidad a la que constituye y por la que, al mismo tiempo, es constituido.

"Explicar cómo funciona el periodismo es explicar cómo se forma el presente de una sociedad" (GOMIS, 1991:11).

Es notable el hecho de que el periodismo haya asumido, en la época contemporánea, una enorme centralidad en el rol de auto-comprensión que anteriormente Occidente reservó para la filosofía o la literatura.

Tal circunstancia puede no deberse a una transición planificada hacia formas generacionalmente más "propias" de comprensión (puede ser, de hecho, que la literatura y la filosofía, con su progresiva marginalización, hayan dejado un vacío sólo accidentalmente llenado por el periodismo). De cualquier modo, esta nueva situación de relevancia exige también nuevos modos de pensar la responsabilidad.

En ese sentido, debe tenerse siempre en claro que, mediante la estructuración dinámica y vivencial de la noticia y el acontecimiento, una colectividad social no sólo trasciende el mero "entretenimiento", sino que elabora un sentido de sí con el cual se familiariza y reconcilia constantemente.

Sólo el reconocimiento de esta importancia fundamental del trabajo periodístico supondrá, a la vez, una clarificación de los riesgos que asoman a la hora de desplegarlo. Estos peligros son diversos, pero todos ellos están relacionados de una u otra manera con la cultura y con la precaria situación de ésta en la sociedad de masas.

Es atendiendo a su "responsabilidad cultural" que el periodismo puede afirmarse en lo más genuino de su esencia contemporánea, convirtiéndose en un elemento decisivo a la hora de lidiar con la profunda crisis de identidad que agobia todos y cada uno de los ámbitos de la actualidad occidental.

2.1.- Cultura y mundo. Sobre la importancia del periodismo en la conservación de lo público

Se hace necesario, para nosotros repensar aquello que llamamos "cultura". Tal reconsideración debe darse con miras a ofrecer una respuesta a la circunstancia ante la que los acontecimientos de nuestra época (la de la sociedad de masas) nos han colocado.

Para esta reflexión -y siguiendo el horizonte teórico en el que se enmarca el presente trabajo- acudimos al pensamiento de la teórica política alemana Hannah Arendt (1906-1975), quien ha pensado el problema de la cultura en relación con lo público y lo político.

"En términos generales, la cultura indica que el campo público, al que los hombres de acciónII hacen seguro, ofrece su espacio de exhibición para las cosas cuya esencia implica tener una apariencia y ser bellas" (ARENDT, 2016: 333, 334).

Para Arendt, la noción de cultura en la tradición occidental bebe de fuentes griegas y romanas. Desde estas dos influencias, su concepto se halla especialmente referido a la forma en que una comunidad histórica cultiva, conserva y alberga un espacio (espacio-entre)IIII en el que sus "obras"IV hallan un trato apropiado.

Estas "obras", no deben entenderse desde una visión estetizante. No se trata de simples "adornos" que convertirían a la cultura en una suerte de actividad artesanal y secundaria. Las "obras" de una colectividad son todas aquellas cosas -recuerdos, relatos, monumentos, palabras, símbolos, significados, héroes, instituciones, acciones- cuyo carácter es afirmarse, permanecer en contra de una "naturaleza" en la que todo se encuentra en constante cambio y sustitución (esto es, en permanente negación).

En su tendencia a afirmarse, las "obras" culturales vinculan a cada nueva generación con un pasado que se las ha transmitido. Por otra parte, al ofrecerse también en la cultura una apertura a lo público y sus significados compartidos, ésta posibilita a cada generación el aportar algo propio al mundo, el sumar sus propias "obras" a ese espacio que habrá de heredar.

La cultura es, así, la actividad en la que un colectivo ofrece cierto trato a su espacio público, ese espacio plural en el que los individuos comparten las "obras" de su historia. Las personas que así se disponen a actuar concertadamente con los otros son, por definición, "hombres de acción", tal como Arendt los denomina.

El espacio de aparición que llamamos público - y que es "abierto" entre los hombres cultural o la políticamenteV - es lo que nos permite llamar propiamente mundo a este ámbito al que arribamos al nacer y del que partimos al morir. La cultura, así, "da paso" al mundo, a la durabilidad de la morada humana.

"Sin un mundo entre los hombres y la naturaleza, existe movimiento eterno, pero no objetividad" (ARENDT, 2009:158).

El modo de nuestra experiencia en esta vida -que es siempre vida colectiva- da testimonio del mundo como "domicilio" y espacio habitable. No llegamos, al nacer, a un "río" en el que nada permanece. Arribamos a un espacio de sentido que nos precedía y que nos sobrevivirá. El hecho de que el mundo trascienda las vidas individuales y generacionales de los hombres se debe a que se establece con él un trato en el que la comunidad construye y comparte significados que sobreviven al momento o al consumo, que otorgan durabilidad y sentido a la existencia histórica. Este trato es, por definición, el "cultivo", el "guardar" de la cultura.

El hecho de que el mundo se mantenga como una significatividad habitable y duradera, depende, pues, de que exista una actividad genuinamente cultural que permita a los hombres conservar un espacio público en el que los contenidos colectivos se "obren". A estos contenidos es a lo que se refiere Arendt propiamente cuando habla de las "cosas" cuya esencia es "tener una apariencia y ser bellas".

Cultura (como actividad plural en la que se comparten y construyen sentidos), mundo (como espacio en el que se cobijan las "obras" de una cultura) y publicidad (como "luz" que se otorga al mundo a partir de los juiciosVI y opiniones plurales), constituyen tres elementos indisolubles de la vida comunal, una vida que se ve amenazada por las dinámicas de la sociedad de masas. Sólo comprendiendo con precisión esta amenaza, podremos poner en evidencia la imprescindible labor del periodismo ante la crisis cultural contemporánea.

2.2.- La sociedad de masas y la pérdida del mundo cultural

"La diferencia principal entre la sociedad y la sociedad de masas es quizá que la sociedad quería la cultura, valorizaba y desvalorizaba los objetos culturales como bienes sociales [...] pero no los "consumía" [...]. Por el contrario, la sociedad de masas no quiere cultura sino entretenimiento, y [...] consume los objetos ofrecidos por la industria del entretenimiento como consume cualquier otro bien de consumo" (ARENDT, 2016: 314).

Arendt entiende que, con referencia a la cultura, lo que distingue a la llamada "sociedad de masas" de los modos de convivencia anteriores a ella, es su tendencia a emplear lo que nosotros hemos llamado "obras" de un modo profundamente indiferente. Esta indiferencia es la misma que se le confiere a cualquier elemento de consumo con el que sólo se establece un metabolismo y cuyo significado desaparece en el consumo mismo.

Este trato superficial para con lo que antaño estaba destinado a obrar en el mundo -los bienes, cosas y sentidos culturales- es característico del afán de entretenimiento de la sociedad de masasVII, un afán que desplaza el "cuidado" del mundo común propio de la cultura.

"Como el trabajo y el sueño, el entretenimiento es una parte indiscutible del proceso de la vida biológica, un metabolismo que siempre se alimenta de cosas devorándolas, ya sea durante la actividad o en el descanso, ya esté inmersa en el consumo o en la recepción pasiva de diversiones" (315).

El problema de que el simple entretenimiento ocupe el lugar del "cultivo" reservado al mundo público por la cultura, es que se relativiza las "obras" de nuestra historia comunal -cuya esencia es afirmarse contra el devenir-reduciéndolas a las demandas "vitales" del ser individual. Recordemos que el cuerpo demanda, en su vitalidad misma, distracción, del mismo modo que demanda alimento o cobijo.

Esta relativización, que reemplaza el trato cultivador de la cultura por el trato consumidor de la masa, desbarata la cultura misma. Sin cultura, el mundo -como "espacio-entre" de los hombres dispuestos a compartir y cultivar lo común- pierde su viabilidad más propia, desertificando la "morada" humana y sumiéndola en la indiferencia que lo que "va y viene".

Y no es sólo la cultura y el mundo lo que se debilita progresivamente en la sociedad de masas. Habíamos dicho que las "obras" de una comunidad se refugian en el mundo-entre precisamente porque éste otorga la luz apropiada para esas cosas "cuya esencia es tener una apariencia" o afirmarse. Esta luz no es otra que la que los hombres en conjunto confieren al mundo al cuidar, valorar y atender las cosas que comparten en comunidad.

"...todo aparece a aquella luz que únicamente puede generar la publicidad, es decir, la presencia de los demás" (ARENDT, 1997: 74).

La publicidad, esto es, la visibilidad abierta por el testimonio y la palabra de la pluralidad de los hombres, se co-pertenece con el mundo del mismo modo en que espectador y actor se hallan originariamente destinados.

Solamente donde permanece abierto el mundo a través del trato de la culturaVIII -en el que los hombres se disponen a compartir las "obras" de su "estar-juntos"- puede subsistir el sentido de una comunidad. Tal accionar cultural supone la atención libre y la palabra plural de "los muchos" del mundo común, donde el hombre rompe las "cadenas" de su condición individual. Aquí se anula el ensimismamiento de la propia vida en favor de una conjunción con los otros.

"La cultura se relaciona con objetos y es un fenómeno del mundo; el entretenimiento se relaciona con personas y es un fenómeno de la vida" (ARENDT, 2016: 318).

Arendt piensa que el mundo y sus "objetos" son el contenido compartido que nos impulsa a salir de nosotros mismos y precisar de los otros para habitar el mundo. El entretenimiento, por otra parte, responde al mandato de necesidad que opera en la vida biológica y que, aun afectando a todos, motiva a cada uno "íntimamente" y en soledad.

"Del proceso de laborar [y consumir] nace un aislamiento peculiar [...], esta soledad consiste en ser arrojado contra uno mismo, ocupando el consumo en cierta medida el lugar de todas las actividades auténticamente relevantes" (ARENDT, 1964).

Al acentuarse, en el consumo y el entretenimiento, la vida individual, se empieza a "evaporar" la sustancia del mundo-entre, de la cultura y de la pluralidad pública. Los vínculos con los otros son reemplazados por una dinámica laborante en la que sólo el resultado, el beneficio y la satisfacción personales se hacen importantes. Ésta es la decadencia impulsada por la sociedad de masas; ésta es la situación límite en cuya adecuada consideración debe descansar cualquier responsabilidad periodística.

 

3.- Periodismo, juicio y crónica: una posibilidad para el mundo plural y la cultura

Podríamos preguntarnos si el periodismo en realidad se halla vinculado de manera directa con las cuestiones que hemos venido tratando, si su relevancia es tal que puede resultar decisiva ante el marco actual de procesos históricos. Apuntemos, pues, hacia una aclaración.

Habíamos dicho que el periodismo, por su particular forma de relacionarse con la realidad y expresar una visión de la misma, constituye el modo central en el que nuestra época comprende, elabora y asume su presente. Ésta es la vocación esencial de la actividad comunicativa del quehacer periodísticoIX.

"El periodismo puede considerarse un método de interpretación sucesiva de la realidad social" (GOMIS, 1991: 35).

En este sentido, la tarea del periodismo en relación con la cultura es doble. En primer lugar, define o "califica" el modo en el que son consideradas las "obras" comunes de una colectividad. En segunda instancia, el periodismo permite "dar lugar" al modo adecuado de atenderlas o "cultivarlas".

El periodismo interpreta lo que "obra" en el mundo común en uno u otro sentido. Así, los acontecimientos, los hechos históricos, las palabras, las experiencias, los monumentos o el arte, pueden ser presentados y asumidos como simples objetos de consumo y entretenimiento, o ser "albergados" como las "afirmaciones" del mundo que habitamos, compartimos y heredaremos.

Así, es claro que la doble tarea del periodismo hace parte de un único esfuerzo fundamental. Se trata de "revelar" el mundo en su sentido cultural -esto es, duradero, significativo y compartido- y de hacerlo mediante el "cultivo" adecuado que corresponde a tal mundo-entre.

Determinar de un modo preciso esta "revelación" y este "cultivo" como posibilidades del periodismo, supone echar luz sobre las posibilidades del juicio (estético) y de la crónica, ambos instrumentos viables propios del periodismo para responder a las demandas que aquí se han considerado.

3.1.- El juicio y el periodismo: hacia una posibilidad de encuentro con los otros a partir del "cultivo" del mundo

Sabemos ahora que el mundo no es un dato permanente de la existencia humana, que "surge entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece en el momento en que se dispersan" (ARENDT, 2009: 223). Sólo ahí donde las comunidades mantienen abierto su espacio-entre, la publicidad, la cultura y el mundo les perteneces esencialmente.

Ahora bien, es necesario revisar más a fondo cómo se articulan unitaria y dinámicamente estos tres conceptos (cultura, mundo y publicidad) en la actividad colectiva de los hombres.

El mundo es el espacio-entre (zwischenraum) que se establece comunalmente. Su esencia es la "afirmatividad", la durabilidad que las cosas mundanas (cosas, palabras, acontecimientos) confieren a la morada del hombre. Donde este mundo permanece -y sólo ahí-, el hombre es propiamente un habitante del sentido.

La durabilidad que el mundo y las cosas mundanas poseen está sujeta a su "apariencia pública" (publicidad), lo cual es otro modo de decir que dependen de un trato colectivo que no las "utilice" o "consuma" (esto es, que no las reduzca a un fin personal y privado) sino que las preserve y "sostenga". Tal preservación es lograda en virtud de una "distancia respetuosa" para con las "obras" compartidas.

Es la cultura la que brinda esta "distancia", y lo hace en la "atención" con la que los hombres se aproximan a los significados y objetos que comparten en comunidad.

Ahora bien, es evidente que este "respeto" que caracteriza el trato cultural con el mundo público no es el "actuar" (siempre privado) del consumo o la labor, ni tampoco el "comprender" del pensamiento (siempre solitario). Lo público se sostiene en el encuentro plural con los otros.

El mundo sólo es tratado propiamente cuando los hombres, juntos, hablan y actúan libremente en relación a él -a lo que en él comparten-. El mundo alberga, adquiere luz y ofrece permanencia siempre que se haga objeto de la palabra y el oído común de sus habitantes. Esto supone una actividad en la que los hombres pongan entre paréntesis sus intereses privados y se dispongan a valorar libremente aquello que les es comúnX . Esta es la posibilidad que la cultura ofrece a las comunidades.

Pero podríamos preguntar lo siguiente: si el hombre, en la actividad cultural, no se encuentra propiamente trabajando o pensando, qué es exactamente lo que hace. La respuesta es ésta: juzga, opina, comparte. Sólo mediante el juicio activo los hombres dejan al mundo y sus "obras" mostrarse en su verdadero aspecto, sin reducirlos al interés o al consumo.

"Para tomar conciencia del aspecto, antes debemos tener la libertad de establecer cierta distancia entre nosotros [...] y el objeto [...]. Esta distancia no se concreta a menos que estemos en posición de olvidarnos de nosotros mismos, de los cuidados, intereses y apremios de nuestras vidas; en este caso no nos apoderaremos de lo que admiramos, sino que lo dejaremos ser con su propio aspecto" (ARENDT, 2016: 322).

Para Arendt la ejecución de esta distancia se da en el juicio. El juicio se separa de las otras actividades de la vida en el hecho de que no busca utilizar lo que tiene en frente, sino tan sólo dejarlo "afirmarse". Pero, además, cuando Arendt, siguiendo a Kant, califica el juicio como una "relación activa con lo que es bello" (335), está diferenciándolo del pensamiento. Mientras éste último se da en soledad, la capacidad de juzgar involucra al otro, considera su punto de vista sobre aquello que se juzga bello o grotesco, bueno o maloXI.

El juicio "[p]rosigue su camino incluso en el aislamiento, pero, mediante la fuerza de la imaginación hace presentes a los otros y se mueve así en un espacio potencialmente público, abierto a todas las partes [...]. Pensar con una mentalidad amplia quiere decir que se entrena la propia imaginación para ir de visita" (ARENDT, 2003: 84).

"Imaginación" y "mentalidad amplia" no deben aquí ser tomados a la ligera, constituyen nociones centrales a partir de las cuales Kant piensa la "racionalidad colectiva" que vincula a los hombres.

Cuando se juzga, por ejemplo, la belleza de una cosa o hecho particular (de algo esencialmente nuevo, como todo lo que se da en el mundo-entre) no se subsume esta singularidad en un universal previamente dado -este es el concepto usual del juicio determinante-. De hecho, lo que se hace es determinar la belleza desvinculando el "objeto" de las preferencias inmediatas del "yo" y considerando aquello de su aspecto que no sólo yo, sino muchos "otros" potenciales, pueden efectivamente calificar como bello. Este ejercicio de abstracción a la hora de "juzgar" se da, en la vida del hombre, con la simplicidad de lo habitual.

Juzgando, el hombre trata al mundo con "respeto". En esta "distancia", además, entra en conexión con los otros, en un dialogo dinámico que convierte este mundo-entre en objeto común de discurso y atención.

El juicio, pues, permite, mediante su ejercicio activo en la comunidad, "cultivar" aquello del mundo que debe ser cultivado (cultura), abrir el mundo mismo como espacio de sentido y, finalmente, brindarle la luz pública de la opinión compartida. El juicio es, para nosotros, el modo específico y esencial en que el periodismo debe relacionarse con la cultura.

3.2.- Periodismo cultural y crónica: sobre las posibilidades "narrativas" y la imparcialidad

En el presente trabajo nos enfocamos en el periodismo "cultural"XII y su relevancia respecto de la coyuntura del mundo moderno. Indudablemente, existen otras ramas sustanciales de esta actividad, pero ninguna de ellas tan directamente vinculada al mundo compartido y a sus "obras" comunes como la que se practica "culturalmente".

Ya hemos dicho que esta actividad se halla ante una responsabilidad fundamental: la de revelar el mundo-entre en su verdadero carácter (afirmativo, durable, habitable) y la de constituir un correcto trato para con este espacio de "obras" colectivas. Podemos preguntarnos ahora, ¿Cuales son los instrumentos de que dispone el periodismo para esta tarea?

Enfocados ya en el ejemplo que tocaremos de inmediato (la crónica de Roberto Arlt), nos concentraremos principalmente en dos medios de los que el periodismo escrito puede valerse para cumplir su tarea "cultural": la "imparcialidad" y la narrativa (literaria).

La imparcialidad debe ser aquí entendida en la línea de lo que hemos venido analizando. Se trata de una propiedad del juicio y, como tal, debe plantearse su comprensión a partir de éste.

Para que el juicio logre "revelar" al mundo -y sus aconteceres- en lo que tiene de durable y público, necesita alcanzar a los "otros", representándolos en el trabajo "imaginativo" de lo que Arendt, siguiendo a Kant, llama "comunicabilidad"XIII .

"Kant destaca que al menos una de nuestras facultades mentales, la facultad de juzgar, presupone la presencia de los otros. Y esta facultad mental no es sólo lo que, en nuestra terminología, llamamos «juicio»; unido a éste se halla la idea de que los sentimientos y las emociones tienen valor sólo en la medida en que «pueden ser generalmente comunicados» [...]. [S]e puede comunicar sólo si se es capaz de pensar desde el punto de vista del otro, ya que en el caso contrario nunca se conseguirá, nunca se hablará de un modo comprensible" (ARENDT, 2016: 136).

La comunicabilidad, que caracteriza lo "imparcial", no tiene nada que ver con la objetividad, que es resultado de un método y se apoya, además, en un concepto de verdad. Que algo sea comunicable -por ejemplo, la belleza de un acto heroico- quiere decir que está revelado y tratado no como algo privado -una impresión inmediata-, sino en su carácter público, en lo que creo que yo y "otros" podemos valorar en "eso". Esto supone que, tal y como se presenta en la escritura, el juicio es todavía una opinión, pero una opinión que busca llegar a los otros e invitarlos a compartir el mundo, persuadirlos sin aniquilar su otredad.

Sólo de este modo se mantienen los acontecimientos y objetos del mundo en su verdadero "aparecer" -ya sea éste bello, feo, bueno, malo, significativo o insignificante-y no se convierten en productos epistemológicos desprovistos de su realidad fenoménicaXIV . Éste es el genuino "respeto" -por las "obras" del mundo y la comunidad- que la cultura reclama y que el periodismo puede otorgar. La imparcialidad, ligada al ejercicio del juicio, es una posibilidad fundamental a la hora de consumar el carácter "cultural" de la actividad periodística.

Otro de los elementos que hemos mencionado, la narrativa -y especialmente la narrativa literaria-, se constituye también en un ejercicio principal del periodismo de Arlt. El literato argentino es uno de los más notables novelistas, cuentistas y dramaturgos del siglo XX latinoamericano. Nuestro interés, en este sentido, se concentra principalmente en su utilización de técnicas novelísticas para la redacción de crónicas periodísticas.

La novela, surgida casi contemporáneamente con el periodismo (siglo XVIII), comparte con éste el ímpetu por convertirse en un modo genuino de relatar la experiencia moderna del hombre. Recordemos que la representación de esta experiencia, como tal, tiene la particular característica de centrarse -al menos desde Descartes y los empiristas- en la subjetividad concreta individual y en la temporalidad nacida de éstaXV . La novela, pues, a la par del reportaje, apuntan a ser una crónica del modo moderno de vivir los hechos del mundo, un modo subjetivo, individual y temporal concreto.

Esto es importante para nosotros porque nos permite pensar en las técnicas literarias no como elementos radicalmente ficcionales, dislocados del trato con lo real que caracteriza al periodismo, sino como medios "diversos" de conectar con la experiencia de nuestra época. El uso de diálogos, metáforas, imágenes o construcciones poéticas permite al periodista consagrar la "imparcialidad" de que hablábamos, provocando, persuadiendo e involucrando a sus lectores.

Se llega así hasta la posición del otro mediante el juicio comunicable sobre el mundo. Las técnicas narrativas permiten además que el ejercicio de este juicio consume también el trato adecuado para el mundo que ya se había definido como "respeto" o "cultivo".

Estos dos elementos se han conjugado de un modo singularmente notable en el ejercicio de la crónica, un género literario y periodístico que ha sido practicado con mucha menos frecuencia que los otros. Nuestro ensayo quiere centrarse en el modo en que estos instrumentos se contienen en el periodismo arltiano, y en cómo en éste se define un trato cultural productivo respecto del mundo que "obra" y de lo público. Todas nuestras reflexiones deberían concretarse en este punto.

 

4.- Arlt, la crónica y la cultura.

Hagamos una breve recapitulación. Hemos dicho que la nuestra es una época crítica para la cultura. La "cultura" como tal, es un modo de tratar con el mundo, de cultivarlo. Hemos visto también que los hombres no siempre habitan un mundo, a veces -de hecho, la mayoría de las veces en la modernidad- se encuentran simplemente arremolinados en la marea de lo social. El mundo es mundo-entre. Se "abre" entre los hombres cuando éstos se disponen a hacerlo un objeto común de su discurso y atención, de su dialogo plural.

A aquellas "objetos", cuya esencia es aparecer y afirmarse en el mundo, las hemos llamado "obras". Las "obras" son, entre muchas otras cosas, las palabras, acontecimientos, espacios, monumentos, héroes y símbolos que una comunidad decide compartir. Su esencia es trascender en el tiempo, constituir historia. Como tal, el mundo en el que vivimos nos es heredado, es re-habitado por nosotros, engrandecido y transmitido a los próximos. El mundo nos precede y nos sobrevive.

La actitud anti-mundana por excelencia es la que se centra en el sí-mismo. Cuando el mundo es vivido sólo con interés privado o con afán de consumo, la cultura desaparece y el mundo-entre se "desertifica"XVI. La sociedad de masas a consagrado esta actitud "ensimismada" como el principio de vida del hombre-masa. El periodismo, con su moderno afán por el entretenimiento y la "venta" de "noticias" de consumo ha olvidado parcialmente su enorme responsabilidad: la de ser el espejo a partir del cual la sociedad reconoce su presente.

Reflexionamos ahora sobre la posibilidad de un periodismo "cultural" en esencia. Creemos encontrar un ejemplo fundamental -aunque no único evidentemente- en el trabajo de crónica de Roberto Arlt.

Arlt es un literato de origen y "espíritu" argentino que ha ido ganando un interés progresivo en la crítica con el pasar de los años. Sus textos periodísticos son variados y se extienden en varias décadas, pero han sido englobados bajo el nombre genérico de "aguafuertes". Las "aguafuertes" arltianas tienen una muy rica "división" propia. Nosotros nos concentramos acá en sus crónicas del diario El mundo, publicadas entre 1937 y 1942, el año de su muerteXVIII.

Nosotros intentaremos tener siempre a la vista el modo en el que, a través del periodismo arltiano, se demuestra una vocación distinta por el "cultivo" de ciertas "cosas". Estas "cosas", por ser precisamente objeto de un trato distinto por medio del juicio "imparcial", revelan, en su "darse", aspectos de belleza o bondad, de fealdad o perversión, de significatividad o insignificancia.

Para Arlt, sin embargo, la belleza, la bondad o el significado, no son asuntos de refinamiento. No son el objeto de "mentes" brillantes. Arlt prevé la belleza de un suceso o la fealdad de otro como dialogando con sus lectores comunes, es decir, como formulando su opinión sin "egoismos", en virtud de la persuasión y la comunicabilidad. Así, lo bello se vuelve un hecho del mundo compartido, un dato al alcance del "buen juicio". Este solo ejercicio fuerza al lenguaje a incorporar los puntos de vista ajenos, a entrar en concertación con ellos. Así, se ofrece un "cultivo" a las cosas que sólo es posible desde lo público y plural, desde esa "distancia" que "deja" al mundo ser.

Este "cultivo" de las cosas que caracteriza el periodismo "cultural" de Arlt supone una resistencia a la tendencia común por buscar lo "valioso" en lo interesante -en el acontecimiento rimbombante-, que regularmente es tal sólo por su viabilidad de consumo. Arlt busca lo maravilloso en lo que su disposición a "cultivar" le revela, en las pequeñas afirmaciones de luminosidad que nadan en la cotidianidad.

Piglia (2009), en su prólogo al Paisaje en las nubes, ha valorado esta especifica capacidad del periodismo arltiano en relación con las condiciones de las que brota su actividad.

"...quizas lo más notable de las crónicas de Arlt es que fueron escritas por encargo [...]. La consigna era sencilla, Arlt estaba obligado a escribir pero nadie le decía sobre qué. Esta disposición [...] es la base de la forma de sus crónicas y define el género [...]. La experiencia de buscar el tema es uno de los grandes momentos de las aguafuertes[...]. [E]l periodismo busca el dramatismo en la noticia, y las crónicas dramatizan la exigencia de escribir [...]. En más de un sentido el cronista es quien, por así decirlo, inventa la noticia. No porque haga ficción o tergiverse los hechos, sino porque es capaz de descubrir, en la multitud opaca de los acontecimientos, los puntos de luz que iluminan la realidad [...]. Arlt trabaja con experiencia pura, busca transmitir el sentido de los acontecimientos" (PIGLIA, 2009: 11,12).

Esta vocación arltiana por la revelación de lo significativo en lo trivial supone, como hemos visto, la constitución de una determinada "manera" de tratar con el mundo. Esta manera, por esencia, trasciende el mero entretenimiento y se centra en un dialogo con el hombre común. Se trata de una invitación a ver lo durable y "afirmativo", el aspecto fundamental que siempre se deja de lado en los acontecimientos. Se trata, en síntesis, de una invitación por permitir que el mundo "obre", por dejarnos compartirlo.

Es ahí donde entra en juego el valor fundamental de las estrategias literarias. Mientras que la referencia a lo "bello" regularmente acontece cuando acudimos a categorías "eruditas", Arlt busca suscitarlo por medio de un approach metafórico y apetecible. Arlt democratiza la belleza del mundo, la deja decirse en un lenguaje mundano.

"En estas crónicas Arlt reconstruye la noticia y la ficcionaliza en varios sentidos: interioriza el punto de vista; introduce monólogos, diálogos entre actores políticos del momento, con personajes históricos y con otros ficticios; escenifica encuentros, inventa situaciones e interlocutores para dar cuerpo a lo que es un simple cable informativo" (CORRAL, 2009:19, 20).

Aunque la crónica de Arlt es diversa y fundamental en todas sus expresiones, para este trabajo hemos elegido dos textos que, creemos, constituyen dos tendencias -entre muchas otras- importantes del periodismo arltiano.

4.1.- "Cuatro presidiarios a la deriva": el cultivo juicioso de lo bello

El primero de los textos de Arlt que queremos revisar es un artículo de 1937 titulado "Cuatro presidiarios a la deriva". Este texto fue redactado a propósito de la noticia de la fuga de cuatro prisioneros de un recinto penitenciario en la isla de Fernando de Noronha.

Lo primero -y probablemente lo fundamental- que debe ser notado en esta crónica, es la definición del "punto de vista" del narrador. Ésta se da por medio de la construcción, ya en los primeros párrafos de la crónica, del tono, "entusiasmo" y contenido del lenguaje.

"He visto una fotografía artística de la isla de Fernando de Noronha, en plata y negro mayor, con la luna abombando celajes de nubes. No se podía menos que imaginar frente a este paisaje, un poema de amor [...]. Y, de esta isla, como en los relatos de Emilio Salgari, cuatro presidiarios acaban de fugarse" (ARLT, 2009: 55).

La autoafirmación de este párrafo excluye de inmediato la idea de la "objetividad" informativa; la excede esencialmente. La objetividad, como habíamos mencionado, resulta del empleo de un método. En él, se purifican los datos de cualquier tipo de "sobrante" emotivo o subjetivo. El resultado de esto es que, en el dato informativo, el hecho pierde su carácter de fenómeno, la condición de su "aparecer".

En la vida, sin embargo, los hechos aparecen ya como bellos, feos, temibles o reconfortantes, pero siempre ligados a una aprehensión emotiva. En "esa" vida -la que vivimos y compartimos- no hay objetos neutrales o en estado "puro". En la conformación de su voz narrativa, Arlt nos dice que el que experimenta y expresa la crónica es un hombre, no una metodología.

Pero la voz expresa algo más todavía. Define, aunque tácitamente, su modo especifico de "juzgar". Esto es relevante porque descarta a su vez otros tipos de juicio como modos distintos de relacionarse con las cosas del mundo. En el juzgar "moral", por ejemplo, se trata de subsumir la particularidad de un acontecimiento en la lógica de reglas universales previamente establecidas. Para este tipo de juicio el suceso se presentaría siempre ya como correcto o incorrecto; cualquier otro contenido sería impropio.

Es evidente que Arlt inunda el párrafo citado de una vocación estética muy distinta a la moral. Y esta vocación define precisamente su posición "espectadora"XIX. La voz de esta crónica no trata de apropiarse de lo acontecido por medio de un método o de una regla universal de juicio. Más bien "deja" a la ocurrencia particular ser en esa particularidad, "respeta" el "darse" de esa "obra".

Lo que la crónica hace aquí es pensar lo particular. Se trata de mantener el hecho ligado a su emotividad, pero reflexionandolo sin el peso de "mis" intereses personales. Tal reflexión permite "decir" la belleza de lo acontecido como queriendo "hacérsela saber" -esto es, convencer, persuadir- al lector. Para esto, se "imagina" al lector potencial y se piensa el modo en que ambos "compartimos" un "sentido" común.

Así, si la apreciación de una cordillera nevada puede "agradarme" por un recuerdo especifico de la infancia, para decir su belleza pensare la escena a partir de lo que "los otros" pueden compartir conmigo. Presentare entonces el cerro no con la melancolía de "mi" nostalgia sino con las emociones de su imponencia, de sus tonos, de su profunda "afirmatividad". En otras palabras, me abriré a concebir el cerro trascendiéndome a "mí" mismo, compartiéndolo -en su "aparecer"- con mis iguales.

Arlt, en el artículo que analizamos, explicita esta postura estética y no moral en una suerte de contextualización de su juicio, donde dice, de "estos cuatro", que "ignoramos sus crímenes", pero que "de su peligrosa audacia tenemos holgada referencia" (57). Y también, un poco antes, donde recalca con entusiasmo, que "el cronista de esta nota, por simpatía hacia el instinto de libertad que conduce a la ejecución de trabajos sobrehumanos, cree que esos hombres están vivos..." (56).

En la primera de estas citas, es profundamente indicativo el uso de la voz plural. Con ella, el autor no circunscribe su admiración a la propia posición particular, sino que considera que ella es algo que, desde las diferentes posturas, sus lectores -hombres comunes que trabajan y se apresuran- pueden compartir. Ésta se convierte así en una invitación a prestar atención al mundo y no sólo a servirse de él. Se trata de un llamado juicioso a hacer de este espacio que compartimos, un objeto de nuestra mirada y palabra común.

El artículo cierra con una apreciación "espectadora" y comprometida que cifra lo que venimos reflexionando.

"Llegaran a un arenal o a alguna punta de bosque de la costa del Brasil, esa maravillosa costa verde botella y anaranjada, con cavernas verticales o bahías sonrosadas. Llegaran... y entonces sí que ya no se sabrá más de ellos" (57).

Tal es la presentación "publica" de la significatividad cotidiana para Arlt.

4.2.- Sobre una posible moralidad "estética": el juicio ético en "Un mundo sin soñadores"

En el anterior subtitulo hemos planteado la distinción entre el juicio moral y el juicio "estético". Se ha dicho que, mientras el primero subsume lo particular en lo universal, el segundo trata de "compartir" lo particular en su particularidad. Esta distinción tiene que ver más con los modos de efectuarse el juicio que con la inclinación temática del mismo. Para aclarar esto, quisiéramos ahora analizar el ejemplo de una "aguafuerte" en la que se ejecuta un juicio "estético" pero enfocado en un tema moral.

Esta crónica se da a partir de un intento por comprender la "singularidad" de una declaración nazi de la época. Esto es significativo por el hecho de que precisamente Arendt ha considerado que los sucesos de esta época (los actos de los gobiernos de Hitler y Stalin) tienen la particularidad de haber destruido la viabilidad de nuestras categorías tradicionales de juicio moralXX . Es evidente que calificar de "mala" la masacre sistemática de seis millones de personas suena como una broma. Lo grotesco de estos hechos no puede ser subsumido mediante un juicio de tipo tradicional.

Ante la presión de esta coyuntura, Arlt decide poner en práctica la "reflexión compartida de lo singular" que caracteriza sus crónicas. El acontecimiento juzgado es la declaración del Dr. Robert Ley, director del Frente del Trabajo Alemán, quien en un discurso de la época había afirmado que "en Alemania no debe haber sitio para soñadores".

Ante esta declaración, Arlt no se apresura a reducir la peculiaridad del hecho a una sentencia sobre su "maldad". De hecho, lo que hace es volver a plantear -como en sus otras "aguafuertes"- la voz narrativa desde la postura de un espectador "juicioso", y, así, "imaginar" la fisionomía de un mundo tal: un mundo "sin soñadores".

"En Alemania no debe haber sitio para los soñadores", cuando leí esta frase del tres veces doctor, cerré los ojos [...]. Y, de pronto, en el terreno de las posibilidades, vi al Dr. Ley estrujando el planeta entre sus manos. Lo vi exprimiéndolo, como a una naranja, de su sustancia más preciosa, y cuando nosotros, los seres humanos, abríamos los ojos, nos encontrábamos con el mundo del Dr. Ley" (ARLT, 2009: 332).

Reconozcamos en este párrafo, de nuevo, el recurso al plural. Esta utilización del "nosotros" siempre nos indica que la posición del narrador-espectador está en la búsqueda de un diálogo con lo que considera el "sentido" común de sus lectores. La crónica está dirigida, en su esencia misma, a la persuasión, a la inclusión del carácter distinto pero próximo de los otros.

Además, es evidente que el tono, sin portar una sentencia determinante, discurre "irónicamente" sobre lo grotesco de la declaración de Ley. Esto es así porque, como hemos visto, el juicio estético no aspira a algo así como una objetividad. De lo que se trata es de valorar y revelar las "cosas" del mundo a la luz que les confiere el hecho de que sean compartidas. Y como la apoteósica huida de los prisioneros era vista en lo común de su emotividad, la declaración del dirigente nazi es vista en la clave de la inmediata zozobra que provoca.

Elaborar un juicio apelando al "sentido" común que los miembros de una sociedad comparten, es, para Arlt, valorar las distintas posturas de los lectores en su posibilidad, no de unidad, sino de "conjunción". No se trata de establecer verdades sino de motivar acuerdos intersubjetivos, de cultivar y reconocer comúnmente el mundo en sus bellezas y fealdades.

Este recurso, aplicado a la esfera de la ética, permite figurar las consecuencias de "un mundo sin soñadores" y dejar que su "fealdad" se revele por sí misma.

"Un mundo cúbico, sin bosques, porque los bosques, de acuerdo con la economía dirigida, se habían convertido en yacimientos de madera [...]. También, por decreto del Dr. Ley, se le prohibió susurrar al viento entre las ramas de los árboles y se decretó que los ríos rodaran en sus causes sin un murmullo" (332).

La construcción narrativa no sentencia nada, dialoga iluminando el ámbito de un mundo cuyo sentido no es común, cuya belleza todos podemos admirar y cuya fealdad rechazar.

De cualquier forma, el lector, en el rechazo o en el acuerdo con las opiniones del cronista, es llevado a considerar los eventos desde una aproximación diferente, desde el carácter significativo, afirmativo, de los acontecimientos, de las cosas que "obran" en el mundo. De tal modo, al menos se reestablece la "dignidad" del sentido compartido y no se advierte todas aquellas cosas que median entre nosotros como elementos de consumo personal.

 

5.- A manera de conclusión: sobre las posibilidades del juicio "cultural" en el periodismo.

Es evidente que plantear una centralización del periodismo en lo que aquí hemos denominado "cultura" (cultivo y cuidado del mundo) sería una imposibilidad histórica. De cualquier forma, esa nunca ha sido la premisa que guiaba la reflexión. Lo que se buscaba era iluminar la nueva circunstancia del periodismo: el hecho de ser el modo principal de elaborar una auto-reflexión presente.

En las distintas líneas del periodismo, esta nueva circunstancia deberá ser asumida en el planteamiento de las estructuras que guían el trabajo de la comunicación. Nosotros hemos tratado de reflexionar, valorar e iluminar los desafíos, circunstancias y posibilidades del periodismo cuya esencia no depende de un rígido desarrollo metódico.

Creemos que en estas esferas de libertad es posible alcanzar un modo de contacto con la realidad que se oponga a las tendencias del consumo, tendencias que contradicen la responsabilidad cultural del periodismo.

El periodismo abre la posibilidad recobrar el mundo-entre como espacio de discurso y atención compartida. Con este mundo, se retoma también la conservación colectiva de las cosas cuyo significado es "afirmarse" y durar como parte de nuestra historia. Sólo dejando a estos sentidos "obrarse" iluminamos el significado genuino de la comunidad y de su espacio-entre, un espacio que es morada, que fue recibido por nosotros y que será legado a los que vienen.

 

6.- Bibliografía.

-  ARENDT, Hannah. (1964). Entrevista con Gunter Gauss. "Zur Person". Alemania.        [ Links ]

-  ARENDT, Hannah. (1997). ¿Que es la política? (Traducido por Rosa Sala Carbo) Barcelona, Paidos.        [ Links ]

-  ARENDT, Hannah. (2003). Conferencias sobre la filosofía política de Kant. (Traducción de Carmen Corral). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Paidos.

-  ARENDT, Hannah. (2009). La condición humana. (Traducido por Ramon Gil Novales) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Paidos.        [ Links ]

-  ARENDT, Hannah. (2016). Entre el pasado y el futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión política. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ariel.        [ Links ]

-  ARLT, Roberto. (2009). El paisaje en las nubes. Crónicas en "El mundo" 1937-1942. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

-  GOMIS, Lorenzo. (1991). Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona. Paidos Comunicación.        [ Links ]

-  CORRAL, Rose. (2009). "Un argentino piensa en Europa": Roberto Arlt en sus últimas crónicas. Introducción a El paisaje en las nubes. Crónicas en "El mundo" 1937-1942. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

-  PIGLIA, Ricardo. (2009). Prólogo a El paisaje en las nubes. Crónicas en "El mundo" 1937-1942. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

 

Notas

I Novela de Arlt considerada como su trabajo más fundamental.

II Cuando se refiere a los "hombres de acción", Arendt piensa en los hombres de acción política. Esto refiere sencillamente a los hombres normales, dispuestos a entrar en acto o discurso concertado con sus congéneres, a hacer del mundo un "hecho" compartido. No debemos, pues, pensar esta idea como referida a ningún tipo de circunstancia "romántica".

III  Zwischenraum: Termino alemán con el que Arendt se refiere al espacio (raum) que surge entre (zwischen) los hombres cuando éstos actúan juntos.

IV Con el concepto de "obra", nos referimos en el texto a todo hecho u objeto significativo que es compartido por los hombres de una comunidad en el espacio del mundo público y plural.

V Para Arendt, este espacio público que se abre "entre los hombres", es cuidado tanto por la acción cultural como por la acción política. Nos remitimos aquí a considerar únicamente a la primera de éstas.

VI Más adelante estudiaremos el fenómeno del Juicio en su correcta relación con la Cultura y el Mundo.

VII Para un análisis completo de la historia de la "sociedad de masas" referimos al lector a Arendt, Hannah. Los orígenes del totalitarismo. (Madrid. Alianza Editorial. 2015.) En este texto, Arendt articula los fenómenos del Antisemitismo, Imperialismo y Totalitarismo sobre el trasfondo histórico del surgimiento y quiebre del sistema social de clases, cuya decadencia deriva en la sociedad de masas.

VIII Arendt diría "...de la cultura o la política".

IX Como habíamos referido anteriormente, parece ser claro que el periodismo, por su accesibilidad y expansión, se ha convertido en la actividad fundamental con la que Occidente elabora y reconoce su propio ser. Esta actividad había sido cumplida en el pasado tanto por la literatura como por la filosofía, construcciones profundamente marginales en el presente siglo.

X Esto por supuesto no supone una especie de utopía. Se trata simplemente de considerar que, así como el hombre se ve movido a la labor o al trabajo por la vida, también -si quiere existir humanamente- debe estar dispuesto a mantener un mundo en común mediante una acción referida a los otros.

XI A esta capacidad de considerar el punto de vista del "otro", Kant, en su "crítica del juicio" la llama "pensamiento extensivo". Lamentablemente, la extensión no permite un desarrollo más amplio de este concepto, pero el lector puede acudir para ello a H. Arendt. Conferencias sobre la filosofía política de Kant. Buenos Aires. Paidos. 2003.

XII Con "periodismo cultural" no nos referimos a un sesgo temático de la actividad periodística, sino al modo "cultural" de tratar los diversos temas.

XIII La comunicabilidad es igualmente desarrollada por Kant como un criterio del correcto juzgar en la Crítica del Juicio.

XIV La realidad fenoménica de un objeto u acontecimiento está en el modo integral en el que éste aparece a la percepción. El juicio permite "respetar" este aparecer, pero vincularlo, mediante la comunicabilidad, a la experiencia compartida con los otros.

XV Para una profundización de esta hipótesis sugerimos el libro The rise of the novel de Ian Watt. (University of California Press. London. 1957: Caps. 1y 2).

XVI  La metáfora de la desertificación es una de las predilectas de Arendt. Da cuenta de la progresiva sustitución del mundo como morada por el mundo como espacio de "transito" individualizado.

XVII La "aguafuerte" es una técnica de grabado y de "impresión" de imágenes. En el empleo de una técnica tan "heterodoxa" para la denominación de su periodismo se advierte ya ese ímpetu -tan arltiano- por extraer las metáforas del lenguaje literario de los ámbitos más diversos de la experiencia vital.

XVIII  Estas crónicas han sido publicadas por la editorial Fondo de Cultura Económica (Buenos Aires, 2009) bajo el nombre de El paisaje en las nubes.

XIX  Precisamente en las Conferencias sobre la filosofía política de Kant, Arendt estudia las diferentes posturas de Kant ante la revolución francesa. La posición propiamente espectadora, dice Arendt, admira la belleza de la gesta, mientras la moral reduce tal hecho al carácter "incorrecto" de su efectuación.

XX Cfr. El prólogo de Fina Birules a H. Arendt. ¿Que es la política? Barcelona. Paidos. 1997: p. 11.

 

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