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Punto Cero

versión On-line ISSN 1815-0276

Punto Cero vol.20 no.30 Cochabamba  2015

 

ARTÍCULO CIENTÍFICO

La ciudad, el barrio, el mercado: una mirada a las interacciones lingüísticas en Cochabamba

The City, the Neighborhood, the Market: A Glance at Linguistic Interaction in Cochabamba

 

Fernando Garcés V.

Ecuatoriano-boliviano, Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos. Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo de la Universidad Mayor de San Simón (INIAM – UMSS). El autor declara no tener conflicto de intereses con Punto Cero ni con ningún miembro de su Comité Editorial.

ferumss@gmail.com

GARCÉS V., Fernando (2015). “La ciudad, el barrio, el mercado: una  mirada a las interacciones lingüísticas en Cochabamba”. Punto Cero, Año 20 – N° 30 – 1° Semestre 2015. Pp. 9-20. Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cochabamba.


RESUMEN

La presente comunicación intenta ser un primer esfuerzo de “observación” etnográfica en situaciones de interacción lingüística en espacios de bilingüismo social y diglósico (Fishman 1995). Para ello se verán tres “paisajes lingüístico-sonoros” que corresponden a tres escalas diferentes: el ámbito urbano de la capital departamental, un contexto barrial y una feria semanal. El enfoque y los datos de cada uno de estos ámbitos también será diferente: en el primer caso, ofrecemos unos pocos datos de lo “observado” de manera informal en la cotidianidad urbana; en el segundo, tratamos de ofrecer un contexto de historia reciente a partir del diálogo con una habitante de un barrio periférico del Municipio Colcapirhua; en el tercer caso, mostraremos un trabajo etnográfico corto pero sostenido, realizado en un lugar de fuerte intercambio lingüístico como es el Mercado de Ferias Colcapirhua. El artículo muestra la relación entre dos lenguas en contacto: el quechua y el castellano, haciendo énfasis en la manera como la primera ocupa un lugar marginal si cruzamos varios factores tales como género, generación, lugar, tiempo y tipo de actividad comercial.

Palabras clave: Lingüística andina, interacción lingüística, etnografía de la comunicación, bilingüismo y diglosia.

ABSTRACT

The present communication tries to be a first effort of ethnographic “observation” in situations of linguistic interaction in spaces of social bilingualism and diglossia (Fishman 1995). Thus, this article presents three “linguistic soundscapes” that correspond to three different scales: urban environment of capital city, neighborhood context, and a weekly market. The approach and data from each of these areas are also different: in the first, we offer a few details of the “observed” informally in quotidian urban; in the second, we try to offer a context of recent history through a dialogue with a resident of peripheral neighborhood of Colcapirhua Municipality. In third, we show a short but sharp ethnographic work, it was made in Colcapirhua Trade Market, place of a strong language exchange. The article shows the relationship between two languages in contact: Quechua and Spanish, emphasizing how the first is marginal if we cross several factors such as gender, generation, place, time, and kind of commercial activity.

Keywords: Andean Linguistic, linguistic interaction, ethnography of communication, bilingualism, diglossia.

RÉSUMÉ

Cet article a le but de se constituer comme un premier effort « d’observation » des situations linguistiques ethnographiques dans les domaines de l’interaction sociale et le bilinguisme de diglossie (Fishman, 1995). Pour ce faire, on verra trois « paysages sonores linguistiques » qui correspondent à trois échelles différentes : un contexte urbain de la capitale du département, un emplacement de quartier et une foire hebdomadaire. L’approche et les données de chacun de ces emplacements seront aussi différentes : dans le premier cas, on offrira quelques données « de ce qui a été examiné » d’une façon informelle dans la quotidienneté urbaine ; dans le second, on essaiera de procurer un contexte de l’histoire récente à partir du dialogue avec une femme du quartier de la banlieue de la commune de Colcapirhua ; et dans le troisième cas, on fournira un travail ethnographique bref mais soutenu, qui a été fait dans un emplacement de fort échange linguistique tel que le Marché de Foires de Colcapirhua. Ce travail montre le rapport entre les deux langues en relation : le quechua et l’espagnol, tout en faisant une réflexion sur la façon dont la première occupe une place marginale si l’on entrecroise plusieurs éléments tels que le sexe, l’âge, les lieux, le temps et le type d’activité commerciale.

Mots-clés: Linguistique des Andes, interaction linguistique, ethnographie de la communication, bilinguisme et diglossie.


1. Un castellano quechuizado: mirando el habla en la ciudad

En este apartado, mostraré una serie de ejemplos de la manera como se encuentra presente el quechua en el castellano urbano de Cochabamba.

Varios autores dan cuenta de una variedad del castellano fruto del uso de los andino hablantes (quechuas y aimaras) que no responde a los patrones normativos del español peninsular (Cf. CERRÓN-PALOMINO 2003; GRANDA 2001). Esta variante ha sido denominada castellano andino. Presentaré a continuación, fruto de varios meses de observación (o mejor, audición) etnográfica realizada de manera ocasional, varios ejemplos que nos permiten evidenciar la presencia del quechua en el castellano cochabambino en todos los niveles de la lengua.1

En el nivel fonológico, se suele destacar la variación i ~ e, o ~ u. He detectado la primera variación en un diálogo concreto:

A.    ¿Sí? Pregunte nomás.

B.     Quiero un pantalo medio cafí.

A.    ¿Qué número?

B.     Treinta y shiete.

Una nota curiosa es que los castellanohablantes de lengua materna, cuando imitan la variante castellana de los que tienen una lengua andina por lengua materna, usan este indicador de manera burlesca: “toma to pendraib”, “me voy arreba”.

Por otro lado, es recurrente la dificultad de mantener el grupo consonántico CVC cuando se trata de la semiconsonante y seguida de la vocal media anterior e: “Está traendo, está leendo”. Esto se da a causa de la cercanía articulatoria de la semiconsonante con la vocal respectiva.

Tenemos también la alternancia de la fricativa velar j con la dentilabial fricativa f, lo que se puede ver en los siguientes ejemplos:

-           “Fueves” < jueves

- “Enfuagar” < enjuagar < enjaguar

-           “Funio” < Junio,

-           “Fulio” < Julio,

-           “Fulia” < Julia.

-           “Jelipe” < Felipe

Cercano a los ejemplos presentados se encuentra el caso de la eliminación de la dentilabial fen el grupo consonántico CCV; así, “Florencio” se realiza como “Lorencio”.

En el nivel suprasegmental, es decir, en el nivel de la acentuación no limitada a la realización fonética, tenemos el desplazamiento típico del quechua: “No sabiabámos, no traiabámos”; “Ahí hay hartos cantáros”.

En el nivel morfosintáctico, los adverbios de lugar “aquí, allí, ahí” reciben la traducción directa del quechua: “en aquí, en allí, en ahí”. Un caso bastante generalizado es el uso del respetual –ri del quechua inserto en los imperativos del castellano a manera de un elemento suavizador de la orden: “sentarite, venderime, comprarime”. Junto a este caso, también es común el traslado de la doble posesión quechua en frases como: “De la María su hermano es”.

En términos lexicales, hemos registrado varios elementos:

-“El queso está ñeqe” (= esponjoso).

-La doctora era una p’ispila (= persona flaca, pequeña, débil; por extensión, persona sin experiencia).

- El informe estaba q’asa (= incompleto).

- El David estuvo t’uku (= pensativo) durante toda la reunión.

- Ese chico era wajchito (= huérfano). - No seas tan mich’a (= tacaño).

- Realmente, una suela uya (= sinvergüenza).

- Sin ser llunk’u pero (= servil).

- Puriskiri (= andariego) había sido.

- La Matilde se va a dormir a la jayt’ana (= a los pies de la cama; lit. el lugar donde se patea)

- Esto es una ch’ipa, estoy ch’ipado (= enredado)

- Ahí había una tremenda pakcha (= cascada)

- Voy a ch’atar (= cerrar) el candado

- Le vas a decir que es un sapan wisa (= comilón)

- Había sido su na de la Lilian (= acomodaticio ante el “olvido” involuntario o deliberado de un elemento lexical)

En el nivel pragmático, he encontrado en un familiar la recurrencia a la narración reportativa: “Diciendo ha dicho, diciendo había dicho, diciendo dijo”.

Todos estos ejemplos son tomados de personas que tienen el castellano como lengua materna o que siendo bilingües usan recurrentemente el castellano en su interacción cotidiana. Muchos de ellos son profesionales que se desenvuelven como tales en el ámbito urbano.

2. Un municipio

El Municipio de Colcapirhua se encuentra ubicado en el Departamento de Cochabamba. Su jurisdicción corresponde a la Quinta Sección de la provincia de Quillacollo. Sus límites, según la ley 744 son determinados de la siguiente manera: al norte con Tiquipaya, al este y al sud con el municipio de Cercado, y al oeste con el municipio de Quillacollo.

Colcapirhua está situado a una altitud aproximada de 2.565 m.s.n.m., integrando las provincias de Cercado y Quillacollo. El clima de Colcapirhua es templado y semiárido, apto para la producción agrícola durante todo el año (Cf. oJALVo et al: 2010)

Según el Censo Nacional del año 2001, la población total del Municipio, para ese año, era de 41.980 habitantes (INE 2005).

La autoidentificación por pueblo indígena u originario, en el Municipio, se da como sigue:

Cuadro Nº 1:

Municipio de Colcapirhua: Autoidentificación por pueblo indígena u originario

Fuente: INE 2005.

En términos lingüísticos, los datos apuntan a dar referencia tanto de la lengua materna como de las lenguas en uso actual:

Cuadro N° 2:

Municipio de Colcapirhua: Principal idioma en el que aprendió a hablar

Fuente: INE 2005.

Cuadro N° 3:

Municipio de Colcapirhua: Principal(es) idioma(s) hablado(s)

Fuente: INE 2005.

Es interesante notar que el 57.93% de las personas se autoidentifican como parte del pueblo quechua, aunque sólo un 22% haya tenido al quechua como lengua principal de adquisición materna. En el contexto actual el 39% de las personas hablan quechua como monolingües (2.89%) o como bilingües (36.73%). Resalto esta información para hacer notar que Colcapirhua es un lugar con mucha dinámica de interacción lingüística donde predomina el bilingüismo.

Se conoce que en la época preincaica, incaica, colonial y en la republicana, Colcapirhua fue un valle dedicado a la producción de cereales, principalmente maíz, así como también es de conocimiento generalizado que Colcapirhua fue históricamente un lugar donde se almacenaba grandes cantidades de alimentos que luego serían enviados hacia el altiplano o, en otros tiempos, hacia el Cuzco; de ahí, el significado de su propio nombre. Colcapirhua es un topónimo quechua-aimara, según varias fuentes.

González Holguín define Collcca como “La troxe de adobes”; y, Pirhua como la “La trox de chaclla [varillas de cubrir el techo], o cañas embarrada” (GONZÁLEZ HOLGUÍN 1608). Por su parte Ludovico Bertonio dice que Collca y Piura quieren decir “Trox, almazen para chuño, quinua, mayz” (BERTONIO 1612). De manera más reciente, Jesús Lara dice que Qullqa corresponde al “Depósito de productos agrícolas construido de adobe”, mientras Pirwa sería el “Depósito de productos agrícolas construido con cañahueca y barro” (LARA 1971). Por último el Diccionario del Centro Cultural Jayma afirma que Qullqa es un “Edificio, depósito” y Pirwa, “Depósito. Lugar en que se pone; troje. Depósito de mineral natural” (Centro Cultural JAYMA 1997).

La plaza principal de Colcapirhua (Plaza 15 de abril) está asentada sobre un gran morro. Es el punto más alto de una gran estratigrafía arqueológica. Si se excavara ahí se podrían encontrar muestras de todos los períodos arqueológicos e históricos (Paleoindio, Formativo, Intermedio Temprano, Horizonte Medio, Intermedio Tardío, Inca y Colonial) (Walter Sánchez, comunicación personal, 27/09/12). Por otro lado, las personas que viven en los alrededores de la plaza principal afirman que todo Colcapirhua era un lugar con muchas lagunas y mucha agua. Así lo afirmó don Gualberto, quien dijo ser una persona “propia” de Colcapirhua. él dijo que antes las casas estaban todas sólo a una cuadra a la redonda de la plaza. También dijo que su papá le decía “wasis muqupatapi ruwananku tiyan”, en referencia a que casi todas las casas antiguas se encuentran sobre morros. Habló de que Colcapirhua era un lugar con mucha agua, con muchas quchas y que desde ahí iban al cruce Taquiña a pie, para ver una enorme caída de agua que se encontraba en ese lugar (Diálogo del 27/09/12).

Al igual que en muchos lugares de Cochabamba, se asentaron terratenientes que establecieron sus haciendas. En el trabajo de Ojalvo y otros se presenta a Colcapirhua como un lugar de asentamientos terratenientes y que “en nuestros días, aún se observa en la zona de Capacachi, Callajchullpa y Esquilan restos de estas estructuras coloniales. Colcapirhua adoptó una arquitectura colonial clásica en sus viviendas como el uso de los adobes elaborados a base de barro y paja, con techo teja, puertas y ventanas de madera” (OJALVO et al. 2010: 3).

3. Un barrio

La OTB Canadá es una de las 30 juntas vecinales que conforman el Municipio de Colcapirhua; ésta se encuentra a la altura del kilómetro 8 de la avenida Blanco Galindo. Limita al Norte con la Avenida Blanco Galindo, al Este con la OTB Florida Sur, al Oeste con Sumumpaya y al Sur con el Barrio Ferroviario.

Figura Nº 1: Barrio Canadá - Colcapirhua

Fuente: Google Earth. Image © 2015 Digital Globe © 2015 Google. Imagen del 25/10/2013. Descarga del 20/02/2014. UTM 19K 794492 E 8074808 S 2558 m

En el diálogo que tuvimos con Doña Yolanda Villarroel2, del Barrio Canadá, dice que la zona estaba llena de sembradíos, que había una señora que

[...] tenía una casa de hacienda; allá al frente dice que tenía su casa. Casa de hacienda dice que había, en ahí dice que había unas señoras solteronas Maldonado, Florinda Maldonado, algo por ahí se llamaba, y esas eran las que todo esto hacían trabajar con peones (Entrevista 20/10/12).

Sin embargo, no había sistema de pongueaje ya que las personas que vivían en los alrededores de la hacienda podían desarrollar otros tipos de actividades. Por ello, y por la forma de vida, muchos habitantes podían criar algunos animales menores como patos, chanchos y otros.

Con las sobras pues, con lo que hacían la chicha, comían los patos también, pero eso mismo sabíamos comer, no teníamos plata, porque no nos daba [mi papá]; entonces agarraba un pato, una gallina y lo mataba y, eso mismo lo comíamos pues, los huevos también, recogía y nos hacía comer. ¡Uuuu! ¡Huevo! cualquier cantidad hemos comido, sí que hemos comido, grave hemos comido huevo (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

La zona era productora de maíz y tenía articulación con el mercado regional a través del tren, el cual funcionó desde inicios del siglo XX hasta 1956. Y es que “durante la presidencia de Víctor Paz Estensoro, esta parada fue cerrada por la construcción de la actual Av. Blanco Galindo (Ojalvo et al 2010: 3).

El idioma predominante en el barrio era el quechua: “Todo quechua hablábamos en ese tiempo. Yo también casi castellano no hablaba”. Dice Doña Yolanda que su papá no quería que ella hable quechua pero su mama todo el tiempo le hablaba en esta lengua. “Con mis hermanas también, con mamá también, puro quechua éramos” (Entrevista 20/10/12).

Entre 1970 y 1980 el barrio comienza a cambiar. Haciendo remembranza, Doña Yola nos cuenta que las dos únicas tías que tenía su mamá eran las empleadas domésticas de las dueñas de la hacienda del lugar: las Señoritas Maldonado. Las señoritas Rosa y Ernestina Arauco, eran tías de Alberta Peredo Arauco, mamá de Yolanda Villarroel Peredo. Rosa y Ernestina habían recibido esos terrenos como una forma de pago por los servicios prestados durante muchos años. Como las tías no tenían más familia que Alberta, decidieron regalarle esos terrenos a ella y a sus siete hijos. No obstante, sucedió algo que cambió el rumbo de los acontecimientos. Las señoritas Maldonado atendían a los sacerdotes de San Juan de Dios como huéspedes en su casa de la ciudad. Llegadas a una edad avanzada, las hermanas Maldonado pidieron asesoría a los sacerdotes con respecto a los terrenos que todavía les quedaba por vender en esta zona de Colcapirhua: “puro curas vivían ahí, de San Juan de Dios, puro curas. Y uno de ellos es el que se ha avivado, pues. El cura Miguel Quispe. Como las viejitas no conocían el dinero, ‘yo te lo voy a vender, te lo voy a vender’, diciendo le había dicho. Y el vendedor todo para su bolsillo ha sido, a ellas nada les ha dado” (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12). De esta manera, el religioso ha loteado los terrenos: “¡Lo ha loteado pues él! Primerito dice que eran lotes grandes. Pocos nomás han debido ser pues, grandes eran. Se ha avivado; después otro plano ha hecho hacer con lotes más pequeños, así, otro después, tres planos dice que había; así mi papá nos ha contado” (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

De esta manera, la familia de la señora Yolanda adquiere algunos terrenos, pero de ninguna manera la cantidad que les habían cedido las dueñas. Y con este hecho se inicia una nueva etapa para el barrio, en vista de que al cambiar de dueños, las tierras tuvieron otros usos. éstos estarían conectados con los cambios sociopolíticos y económicos del país y toda la ola de urbanización que sufrió el departamento de Cochabamba por la década del 70. En este contexto, un grupo de mineros organizados en la Cooperativa Minera de Catavi compra uno de esos lotes; otros terrenos son regalados a amigos y familiares del sacerdote mencionado. Sin embargo, los llamados “mineros” no se trasladan a vivir inmediatamente al barrio.

En la década del 70 en lo que después sería el Barrio Canadá no había luz ni agua potable. Los grandes problemas y limitaciones de un proceso de urbanización son sin duda, el servicio de energía eléctrica y el agua potable. Ante esta situación, los primeros vecinos del barrio debían perforar pozos en cada una de sus casas.

Si bien la geografía había cambiado radicalmente con el loteamiento de la zona, no pasó lo mismo con la tenencia de animales. “Todos criábamos animales. Patitos, gallinitas, conejitos, siempre tenían, pues, su jardincito” (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

El paisaje rural se mantenía:

Cuando el octavio se vino a vivir acá [en noviembre de 1972], no había casas, ¡todo pampa era! Y sus vacas de los Cocas venían, de los Padillas venían pues, harta vaca, debe tener fotos mi hermano. Y en ahí, ¡Uuuu! las vacas y nosotros ahí afuera también. Era como si de nosotros fueran las vacas, y nosotros nos sentábamos en el pasto, ahí afuera sabíamos jugar, corretear. Ellos están tomando y nosotros correteando ahí pues, y las vacas por ahí comiendo el pasto (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

Pero además la zona de Colcapirhua era muy conocida por la alfarería:

Es una de las actividades que se viene realizando desde muchísimos años atrás y que se constituye en la característica principal de la población, es por esta razón que los colcapirhueños se los llama “MANKA LLUT’AS”. Los artesanos que se dedican a esta actividad son muy hábiles, inclusive hacían alambiques para el destilado del licor, los wich’is, p’uños, ch’illamis, wirquis, etc. Estas son verdaderas obras de arte, algunos p’uños y wirquis tienen una capacidad hasta de dos mil litros y son utilizados para elaborar chicha (ojalvo et al 2010: 5).

A través de esta actividad se puede ver cómo se va diversificando la ocupación de los habitantes del barrio:

Los de Colcapirhua siempre, la mayoría, se dedicaban a hacer ollas, pues. Aquí cerca había hartas olleras, poco a poco han ido despareciendo, ya casi no se ve.

Ahora... don Gerardo había sido sastre, ahí nomás cocía. Ahora, mi hermano octavio trabajaba en la alcaldía; su esposa ahí en la casa nomás se quedaba. Mi hermana, la Antuca, se iba a la cancha a vender; don Esteban era panadero, y el cura era cura (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

Como se ve, en este período el barrio comienza a cambiar. Se da el fenómeno de la mercantilización de los terrenos junto a una incipiente urbanización en la que el trabajo agrícola va siendo remplazado por la realización de diversos oficios; sin embargo, la crianza de animales, con fines de autoconsumo o de venta, se mantiene. De igual manera, poco a poco comienzan a cubrirse los servicios básicos acorde al inicial proceso de urbanización.

Con la promulgación del D.S. 21060 se inicia el proceso doloroso de despido, llamado relocalización, de miles de mineros. A partir de 1986 decenas de familias llegaron al barrio, cargados de todas sus pertenencias, incluyendo sus animales domésticos (perros y gatos). Algunos habían hecho construir anticipadamente una o dos precarias habitaciones.

En camiones llegaban pues, todas sus cositas traían, con sus wawas, sus perros, sus gatos... con todo se han venido. Algunos ni siquiera han hecho terminar sus casitas, así en obra gruesa, sin ventanas, sin paredes, nada, así se han venido (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

El cambio fue radical para las personas que llegaban, ya que muchos de ellos habían disfrutado de la bonanza económica de las minas en Potosí. Llegaban a una tierra en la que no tenían casa, no tenían trabajo, no tenían  conexión eléctrica, y fundamentalmente, no tenían agua.

Cuando llegaron los mineros nos hemos tenido que organizar. Ahí hemos hecho una reunión y se ha conformado el barrio “Constitución”. Así se llamaba primerito. Esa primera mesa directiva se ha movido para que se pueda tener agua, pues. Han encontrado ayuda de unas monjitas de Canadá. Por eso luego le han puesto ese nombre “Canadá”. Han hecho cavar ese pozo para toditos. Grave ha sido porque no salía agua limpia, turbia nomás siempre salía (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

Con el tiempo, los exmineros fueron adquiriendo nuevas fuentes de trabajo, o en algunos casos trajeron sus propios negocios

Aquí han puesto su carpintería pues, don Reymundo; don René Villarroel también era carpintero y con todas sus herramientas se ha venido y aquí ha puesto su carpintería; don Alberto Solá también electricista era, aquí sigue siendo electricista (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

Poco a poco se han ido integrando las distintas formas de vida, la que se tenía en el barrio, fruto de una tradición agropecuaria, y la que se tenía allá, caracterizada por el bienestar económico resultado del trabajo minero, sindical y cooperativista.

Ante la pregunta de qué cosas han cambiado en el barrio luego de la llegada de los mineros, Doña Yola contesta:

Harto ha cambiado pues, antes era bien tranquilo aquí, pero peligroso también era. Con lo que se ha llenado ya no era tan peligroso. Los mineros siempre están organizándose pues, sindicalistas son ellos, en cambio nosotros, aquí no sabíamos de esas cosas, políticos siempre han sido ellos. Lo más grave es que estaban bien acostumbrados a todo ellos; estaban acostumbrados a que les dieran todo, el gobierno siempre les daba lo mejor, pues; de aquí la mejor fruta iba para las minas, la mejor verdura, todo, aquí no teníamos qué comer y ellos tenían lo mejor, la mejor carne, los mejores huevos, ellos así siempre cuentan. Aquí en Cochabamba hemos sufrido harto esos tiempos y allí ellos estaban bien tratados. Cuando han venido aquí, grave han sufrido, ya no había pues eso (Yolanda Villarroel, entrevista, 20/10/12).

La misma organización vecinal logró el servicio médico en el barrio, gracias a una donación que ellos hicieron de una parte de sus áreas verdes a favor de la Alcaldía de Colcapirhua. En este terreno, el Municipio construyó una posta sanitaria que, luego, se convertiría en el Centro de Salud del Barrio Canadá.

Como se ve, esta tercera etapa de la narración de doña Yolanda está signada por la llegada de los mineros “relocalizados” y los cambios que fue necesario asumir para que la vida del Barrio contara con servicios básicos más amplios, especialmente en referencia al agua y a la salud. Pero ello también reestructuró la conformación social y lingüística de los habitantes del Barrio Canadá: ahora se cuenta con dos tipos de quechuas, los lugareños y los inmigrantes.3

Actualmente, la organización de los vecinos del barrio ha logrado algunas mejorar en el mismo, en términos de servicios. Se cuenta con alumbrado público, alcantarillado, agua potable las 24 horas del día a un precio muy económico. En vista de que el agua es de todos los vecinos, una red de distribución de agua domiciliaria es mantenida por el mismo barrio. Por otro lado se cuenta con un área recreativa para la realización de deportes, y el 90% de las calles tienen asfalto rígido.

En la actualidad la población del barrio llega a alcanzar el millar de personas, pero los socios del sistema de agua, que en su mayoría son los jefes de familia, llegan a un total de 160 personas. El barrio ha crecido en cantidad de personas y a nivel arquitectónico ya que el 95% de las viviendas tienen un segundo, tercer y hasta cuarto piso de edificación vertical.

El sistema de agua sigue vigente y ese es el principal mecanismo de cohesión de los vecinos; cada dos años se realiza el cambio de los dirigentes gracias a un sistema democrático de elección secreta, todo ello estipulado en sus reglamentos internos de funcionamiento de la junta vecinal.

A nivel de las actividades de los pobladores, se puede mencionar que existe una variedad muy grande de ellas. Existen empleados, comerciantes, transportistas, maestros, jubilados, amas de casa, profesionales en diversas áreas, funcionarios públicos, estudiantes, etc.

El paisaje lingüístico, en los ámbitos públicos (centro de salud, cancha de fútbol y de básquet, tiendas y farmacias) es, ahora, eminentemente español. En el ámbito privado familiar las personas adultas hablan quechua en algunas ocasiones. Cuando se encuentran las personas adultas en las calles del barrio, alguna vez también se saludan o bromean en quechua. En las reuniones del barrio, alguna que otra vez se puede escuchar a algún adulto mayor hablando en quechua. Pero claramente el paisaje lingüístico tiene predominancia del español.

4. Un mercado

Las ciudades andinas tienen una alta población quechua y/o aimara. Sus principales grupos son los descendientes de sectores ya urbanos, los pueblos o comunidades del contorno absorbidos por la misma ciudad y los inmigrantes rurales (Cf. ALBÓ 1998a). Por otro lado, la población andina, en general, despliega una permanente estrategia de movilidad social y ambigüedad cultural, una “habilidad para moverse alternativamente en dos ambientes culturales: el suyo propio y el no-andino de corte más hispano, dentro de una puja permanente por el ascenso social” (ALBÓ 1998a: 65). Para ello, como una de las opciones, algunos cambian de indumentaria, lengua y apellido. En otros casos, dado que no es fácil despojarse de una manera específica de ser, los lazos sociales y los sentimientos más profundos siguen jalando hacia la identidad cultural andina tradicional: “Más aún, el mismo afán de reconocimiento público, dentro de esta puja por el ascenso social se satisface más fácilmente entre los paisanos y otros miembros de la cultura andina, que son ellos los que mejor entienden el esfuerzo realizado. Entonces el reconocimiento se sigue expresando también en clave andina” (ALBÓ 1998a: 66).

La Feria de Colcapirhua funciona como tal los días jueves y domingos. Los/as vendedores/as comienzan a organizar sus puestos a partir de las 5:30 horas y desde las 15:00 horas ya casi no hay actividad comercial. Sin embargo, la intensidad del comercio, en relación a las horas en que transcurre la Feria, varía de lugar a lugar. Por ejemplo, en los puestos en que se vende ropa y platos de comida se puede encontrar gran actividad hacia las 11 de la mañana, hora en que ya casi no hay actividad en la venta mayorista de papa.

Figura Nº 2: Mercado de Ferias ­ Colcapirhua

Fuente: Google Earth. Image © 2015 Digital Globe © 2015 Google. Imagen del 25/10/2013. Descarga del 20/02/2014. UTM 19K 792845 E 8075198 S 2564 m

El mercado tiene secciones más o menos fijas de productos. En términos generales, encontramos las siguientes secciones:

A la feria de Colcapirhua vienen a comprar personas de distintos lugares de la ciudad y sus alrededores. Por ejemplo, durante el trabajo de campo me encontré con unos familiares que viven en la Villa Kennedy (a la altura del Campus Tupuraya de la U. Católica pero más al norte de la Av. Circunvalación) (observación del 18/11/12). De igual forma, preguntando entre amigos, me he enterado de una pareja de esposos que vienen desde Tiquipaya a comprar a la Feria de Colcapirhua.

La mayoría de las vendedoras de la Feria son mujeres, con una pocas excepciones: el señor que vende carne de cordero, un señor en la sección de venta de carne de res, otro en un puesto de venta de pollo, otro en el puesto de los embutidos, uno de los puestos en que se vende coca, unos dos en los puestos de venta minorista de papa. El caso de la venta mayorista de la papa es especial y me referiré a ello más adelante. En la sección verduras y de comida no hay ni un solo varón como cabeza de puesto. En muchos lugares de venta hay hombres ayudando a mujeres. En los puestos de oficios (relojería, zapatería) los maestros son hombres.

La Feria es un territorio prioritariamente femenino. Sin embargo, son varias variables importantes que marcan el uso del quechua: una de ellas es el género (las mujeres hablan más quechua, sobre todo cuando interactúan entre vendedoras); otra es la espacialidad relacionada con el tipo de actividad comercial, además de la variable generacional (los más adultos son los que más hablan quechua) y temporal (a las 6:30 de la mañana se escucha más quechua que a las 11). Por ello, creo que puede ser útil trabajar desde las nociones de paisaje lingüístico (Cf. ALBÓ 1998b)4 y de paisaje sonoro (SÁNCHEZ 2010)5 para pensar la feria como un paisaje lingüístico sonoro. Así, en términos generales, es indudable la predominancia del castellano como paisaje lingüístico sonoro. Hice el ejercicio, durante tres domingos, a distintas horas, de “pasear” por todos los rincones del mercado y registrar el número de interacciones en quechua y en castellano entre vendedor y comprador, sólo identificando, al pasar muy despacio por su lado, en qué lengua hablaban. El resultado total fue de 72 interacciones en castellano vs. 24 en quechua en una suerte de sonoridad ambiental.

Así mismo, la convocatoria inicial de una vendedora a comprar en su puesto se hace siempre en castellano:

- “¿Qué se va a llevar caserito?”, “¿Qué se va a llevar señor?”(observación del 18/11/12)

- “Choco, ven, comprate papas” (observación del 07/10/12).

- “Casero, ¿qué frutita va a llevar?” (observación del 01/10/12).

- “Cuatro por diez, cuatro por diez” (observación del 07/10/12).

Un fenómeno curioso es que todo el intercambio verbal referente a los precios de los productos se hace en castellano, aunque se esté hablando en quechua. Se ha perdido totalmente la designación numérica quechua en el habla cotidiana.

Los lugares en los que más se escucha hablar en quechua son: la venta mayorista y minorista de papas, el lugar de las “moteras” o patasqeras” (las que venden mote, trigo pelado, quesillo, poroto y patas de vaca), los puestos de venta de comida y de verduras. También en algunos de los puestos de venta de carne.

El lugar donde más se habla quechua es en la venta mayorista de papa.6 Prácticamente toda la interacción comercial es en quechua. A diferencia de lo que ocurre en el resto de la Feria, en este espacio la mayoría de los puestos –entre paréntesis, no delimitados por encontrarse en el ámbito externo del mercado– están a cargo de varones. Aquí también hay un cierto quiebre en la variable generacional: los/las jóvenes que acompañan a sus padres suelen interactuar entre ellos/as en castellano pero cuando hablan con sus padres lo hacen en quechua. En cambio, los adultos hablan entre ellos en quechua; incluso los compradores están obligados a hacerlo en quechua. Vi varias ocasiones en las que los compradores preguntaban y compraban en castellano pero recibían respuestas en quechua de parte de los vendedores.7 La venta de papas al por mayor es un lugar de mucha actividad sonora. Se habla mucho y hay una suerte de bullicio permanente en quechua.

En los lugares de venta de comida, en general, se come en silencio (salvo por el televisor que suele estar prendido en algunos de los puestos). A diferencia del espacio de venta de papa mayorista, donde hay mucha interacción lingüística con predominio del quechua y fuerza sonora, aquí predomina la poca sonoridad. Los diálogos entre los comensales conocidos se realizan en voz baja, casi siempre en quechua, mientras la interrelación con las vendedoras se realiza en castellano.

Hay una zona particularmente interesante: es el lugar de transición entre el ala Suroeste y el ala Noreste del mercado. Ahí, frecuentemente se encuentran personas hablando por celular. Excepto en una ocasión, lo hacían en castellano.

otro tema interesante, dentro de los paisajes sonoros, es la interacción entre el quechua y el castellano.

Ya hemos insinuado que las caseras interactúan con los/as clientes de acuerdo a la lengua que les hablan. Incluso si tienen que ofrecer sus productos lo hacen en castellano y según la respuesta de la otra persona (Q o C) continúan en una u otra lengua. En términos sociolingüísticos hay tanto mezcla de código (code mixing) como cambio de código (code switching). El primero fruto del histórico contacto entre el quechua y el castellano; el segundo, fruto de la realidad de bilingüismo tanto social como individual.

Presentaré varios ejemplos de lo dicho. Un domingo me acerqué junto con mi suegra al puesto de ventas de Doña María, una de las señoras que vende verduras en la Feria. Al acercarnos nos saludó en castellano y, dado que mi suegra le respondió en la misma lengua, ella siguió hablándonos en castellano. Casi inmediatamente, una señora del puesto de su derecha, de unos 70 años, le pasó a Doña María un billete de 50 bolivianos para que se lo revise si era verdadero o falso y eso lo conversaron en quechua. Luego, doña María se puso a conversar con su esposo, en voz relativamente baja, y también lo hicieron en quechua. Volvió a dirigirse a nosotros y cambió al castellano de manera automática (observación del 01/07/12).

En el puesto de venta de carne donde realizo las compras cada domingo, había un señor comprando. El casero le dijo que vuelva más tarde para tener o darle lo que le había pedido. El casero le dijo “volvé más tarde, te lo voy a alistar”; el señor, “mayorcito”, le contestó en quechua, “ya, ya, kutimusaq entonces”. Y el casero volvió a repetir, “vas a volver, vas a volver, ¿ya?”. Esto ocurría en uno de los lados del puesto de ventas (está en la esquina). Al otro lado, la casera atendía a una pareja de esposos mayorcitos. Entre ellos hablaban muy despacito en quechua, y con la casera en castellano (observación del 15/08/12).

En otra ocasión una señora de pollera se acercó al señor que vende coca y tiene en venta también gangochos.

- ¿Tu gangocho, caballero? –preguntó la señora

- A 5 y a 10 –respondió él

La señora le dio un billete de 50 por un gangocho de 5 bolivianos.

- ¡Uff! Jesús, José y María –dice el vendedor viendo el billete “grueso”

- Mancharikusanki!! Es que papata rantinay tiyan –dice ella medio riendo

El señor le da cambio y agrega - Muchas gracias señora.

En el lugar cercano a la venta de lácteos estaban dos señoras de pollera pero jóvenes (de menos de 30 años). Una de ellas iba con dos niñas, una de unos 9 años y otra de 4 o 5. La primera iba de pollera y la segunda con buzo, “de civil”. Una de las señoras jóvenes de pollera le dijo a la niña de 9: “¿Imarayku saqisqanki? Ahora pues te arreglas” (observación del 21/10/12).

Un aspecto más que quisiera mencionar es el de las personas que no saben quechua y venden en la Feria. Conversé con Gaby, una joven que vende q’uwas y estudia Enfermería en la Universidad Mayor de San Simón; ella no sólo no habla sino que no entiende quechua. Me dijo que su familia era de Oruro y nunca había escuchado el quechua en su familia, aunque su mamá sí lo habla. Le pregunté cómo hacía para vender las q’uwas en el puesto de su mamá y me dijo que eso era un problema para ella. Me contó que un día vino un señor y le había preguntado si tenía “yura q’oa” y tuvo que preguntar a su mamá quien le riñó explicándole que era q’uwa blanca. Además, su trabajo se le complicaba porque generalmente los viejitos sólo compran en quechua. También dijo que había un señor en un puesto cercano al de su mamá que era colombiano y que sin embargo sabía quechua. Gaby dijo que todo lo que escuchaba en quechua lo anotaba en una libretita que tenía y que así estaba poco a poco aprendiendo.

Sobre este mismo tema, en otra ocasión, me acerqué a tomar jugo de quinua con manzana al lugar donde una señora ubica siempre su “carrito”: a la entrada del mercado. Por conversaciones previas yo sabía que la señora es aimara y vive ya muchos años en Cochabamba. Cuando estaba tomando el jugo se acercó otra señora hablando en quechua y le pidió que le venda un jugo (dando por supuesto que la señora que vendía lo sabía). La que vendía tuvo que hacer auténticas maromas para entender, y la que se acercó a comprar tuvo que usar señas para darse a entender en lo que le pedía (Observación del 02/12/12).

Conclusiones

Para lograr una comunicación intercultural eficaz es necesario una lengua común, el conocimiento de la cultura ajena, el re­conocimiento de la cultura propia, la eliminación de prejuicios, ser capaz de empatizar, saber metacomunicarse y tener una relación equilibrada (Cf. RODIGRO 1999). La interrelación lingüística presentada, en Cochabamba y en Colcapirhua, aunque no analiza explícitamente las relaciones de poder, nos da cuenta de la manera como se evacúan los obstáculos comunicacionales en un espacio concreto.

En la sociolingüística andina se suele resaltar la incidencia negativa que históricamente ha tenido el castellano sobre el quechua, al punto de configurar una variante denominada quechuañol o chawpi lengua (Cf. MUYSKEN 2000). Menos visible es, en el ámbito boliviano, la manera como el castellano ha acogido varias de las marcas del quechua en su estructura formal. Hacer evidente estos casos, de los que aquí he presentado una pequeña muestra, nos puede ayudar a tomar conciencia del grado de interrelación no sólo lingüística sino también cultural que nos caracteriza.

Las notas sobre el Barrio Canadá del Municipio Colcapirhua nos muestran el proceso de cambio social que han vivido muchos espacios periurbanos y barriales del Departamento de Cochabamba, a partir de la implementación del Decreto Supremo 21060 y los procesos de “modernización” de las últimas tres décadas. Modificaciones que han tenido repercusiones también en el ámbito lingüístico.

La Feria de Colcapirhua es un lugar interesante para mirar las interacciones lingüísticas en el contexto de relaciones comerciales. Como se ha visto líneas arriba hay una serie de factores (género, generación, lugar, tiempo, tipo de actividad comercial) que funcionan como variables de uso del quechua y que le asignan una categoría marginal: más hablado por mujeres que por hombres, más hablado por adultos que por jóvenes, más hablado en la periferia que en el centro, más hablado temprano que tarde, más hablado en la venta de papa que en la venta de ropa. Sin embargo, no se trata de territorios lingüísticos cerrados sino de relaciones fluidas que permiten el flujo de información. Pese a lo dicho, la fluidez no significa armonía: tras la manera como los hablantes resuelven sus dificultades comunicativas hay una lengua predominante (castellano) que expande sus usos en desmedro de la lengua indígena (quechua). ¿Es posible una intervención que permita equilibrar los usos lingüísticos a fin de superar la condición diglósica del paisaje linguosonoro que se percibe en la Feria de Colcapirhua? Es una de las tareas que deberíamos enfrentar al momento de implementar formas de equidad lingüística demandadas por el actual contexto histórico.

Notas

1. Los ejemplos que se presentan a continuación presuponen el conocimiento de la estructura básica gramatical del quechua sureño (Cf. CERRÓN-PALOMINO 1987; CUSIHUAMÁN 1976; QUIROZ 2000).

2. Doña Yolanda es nuestra vecina. Quechua hablante de lengua materna, tiene una tienda que es el referente de compra de artículos cotidianos en toda su cuadra. Su esposo, mecánico de equipo pesado, ha sido empleado de diversas empresas a lo largo de su vida. Eso hizo que su esposo viviera muchos años “en campamento” y que doña Yolanda enfrentara sola la vivencia en el barrio con sus hijos. Hoy su esposo está ya jubilado y ayuda a “Doña Yola” en la tienda. Tienen cinco hijos (2 mujeres y 3 varones), cuatro de ellos ya casados. Abordamos a doña Yola en una de las compras en su tienda y le pedimos que nos conceda la entrevista para conocer la historia del barrio. Fácilmente aceptó la solicitud. Así, un sábado en la tarde, nos sentamos a “conversar”.

3. Para un caso similar, en Tiquipaya, Cf. BUSTAMANTE (2003).

4. El artículo de Albó habla de paisaje lingüístico en referencia al ámbito público de la escritura.

5. El artículo de Sánchez piensa la sonoridad desde la música.

6 Prácticamente toda la papa que se vende en Colcapirhua proviene de Morochata. Entre las 4 y 5 de la mañana se pueden encontrar entre 6 y 8 camiones de papa que vienen de tal lugar.

7. Esto es interesante porque está relacionado con el hecho de que en Cochabamba hay muchas personas que son bilingües pasivos: no hablan quechua pero sí lo entienden.

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Recepción: 1 de marzo de 2015.

Aprobación: 20 de abril de 2015.

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