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Punto Cero

versão impressa ISSN 1815-0276versão On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.18 n.26 Cochabamba jan. 2013

 

ENSAYO ACADÉMICO

El secreto al abrigo del mundo. La pregunta por lo social, a través de Simmel y Saer

The secret sheltered from the world. The question of the social, through Simmel and Saer

 

 

Hernán Maltz

 

 Argentino, estudiante avanzado de Sociología. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales. El autor declara que no tiene conflicto de interés con ningún miembro del comité editorial de Punto Cero o de la Universidad Católica Boliviana "San Pablo".

hermaltz@gmail.com

 

MALTZ, Hernán (2013). "El secreto al abrigo del mundo. La pregunta por lo social, a través de Simmel y Saer". Punto Cero, Año 18 - N° 26 ­mayo 2013. pp. 73-80. Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Cochabamba.

 


Resumen

Se propone una problematización en torno a la pregunta por lo social. Para tal fin, se parte de una matriz conceptual simmeliana, con énfasis en ciertas formas mínimas de lo social. Entre ellas, se destaca y se trabaja con el secreto (que desde cierto sentido común podría considerarse ajeno al ámbito de lo social) y se lo analiza a partir del cuento "Al abrigo", de Juan José Saer. Con esto, no se pretende resolver una discusión por el objeto que se construye desde y para las ciencias sociales, sino plantear humildemente, algunos aspectos insoslayables para tal fin.

Palabras clave: Secreto, lo social, Simmel, Saer

Abstract:

This paper proposes a cross-examination around the question of the social sphere. To this end, it is assumed a matrix of Georg Simmel's concepts, with emphasis on small social forms. Among them the secret stands out (usually considered, by common sense, as an issue that exists outside the social problems), which is analyzed with the support of Juan José Saer's short story "Al abrigo". In this article there is no intention to resolve a dispute over the object that is built from and for the social sciences, but it is intended, in a humbly way, to propose some unavoidable aspects for this purpose.

Keywords: Secret; the social, Simmel, Saer.

Résumé

Ce travail propose une problématisation autour de la question du social. Pour se faire, il part d'une matrix conceptuelle simmelienne, laquelle met l'accent sur certaines formes primaires du social. Parmi celles-ci, le travail regarde et apprenne le secret (lequel d'un certain sens commun peut étre considéré comme n'appartenant pas au champ du social) et l'analyse á partir du récit « Á l'abri » de Juan José Saer. Avec ceci, on ne prétend pas résoudre une discussion autour de l'Object que Ion construit á partir et pour les sciences sociales, mais on veut proposer humblement quelques aspects inéluctables pour cet objectif.

Mots-clés: Secret, le social, Simmel, Saer.

 


(...) no podríamos llamar uno al mundo, si cada parte no influyese de algún modo sobre las demás, si en algún punto se interrumpiese la reciprocidad de las influencias (SIMMEL 1939a: 13).

El secreto ofrece, por decirlo así, la posibilidad de que surja un segundo mundo, junto al mundo patente, y éste sufre con fuerza la influencia de aquél (SIMMEL 1939b: 350).

1.      Dos cosas (pero sin intenciones cosificadoras)

Comenzamos con una pregunta y un deseo. La pregunta, eterna, temible y huidiza, es harto conocida por todos: ¿qué es lo social? Sólo nos acercamos asintóticamente a ella, lo que implica un efecto paradojal de desconsuelo y esperanza.

Nosotros quisiéramos apoyarnos sobre el factor de la esperanza¹ , con el deseo de echar algunas luces sobre la pregunta que nos atormenta, menos con la intención de responderla taxativamente (lo cual carecería completamente de sentido) que con la genuina voluntad de problematizarla.

Para ello, por un lado, nos serviremos de una matriz conceptual simmeliana, que nos permitirá abordar, desde una determinada óptica (la de Simmel, justamente), la pregunta por lo social. Por otro lado, pondremos nuestra atención sobre el secreto en tanto forma de socialización, para lo cual emplearemos, a modo de ilustración, el cuento "Al abrigo", de Juan José Saer.

2.      Las minucias (constitutivas) de lo social

Para dar un paso hacia delante en la pregunta por lo social, resulta menester tomar una decisión: ¿cómo abordar lo social? (dando por supuesto que, efectivamente, hay algo social). Ante tal decisión, sería insensato, de nuestra parte, no subrayar un detalle importante: el pasaje, en la pregunta por lo social, de un qué a un cómo. Para lo cual, como mencionamos, traemos a colación el pensamiento de Simmel en torno a lo social y a la sociología, puesto que esta disciplina es la que se propone explicar ese cómo de lo social —para ser más precisos, esta pregunta pertenece, más bien, a una de las ramas de la sociología: la sociología pura o formal; además de ella, el autor reconoce otros ámbitos de interés para la disciplina: la sociología general y la sociología filosófica (SIMMEL 2003).

En "El problema de la sociología", Simmel asevera: "La sociedad existe allí donde varios individuos entran en acción recíproca" (1939a: 13). Y, luego, aclara que la consideración científica debe diferenciar dos significaciones del concepto de sociedad: "Por un lado, sociedad es el complejo de individuos socializados, el material humano socialmente conformado, que constituye toda la realidad histórica. Pero de otra parte, "sociedad" es también la suma de aquellas formas de relación por medio de las cuales surge de los individuos la sociedad en su primer sentido" (1939a: 16-17).

De tal manera, la configuración de la reciprocidad, la caracterización de ese intercambio mutuo de efectos entre los individuos, conduce a la pregunta por las formas de la socialización. En esa dirección, Simmel postula que la sociología debe partir de una distinción analítica entre contenido y forma2. Esta abstracción supone una escisión funcional al método sociológico, ya que permite separar los fines, motivos, intereses, etcétera, de las modalidades particulares en las que se manifiestan; en una palabra: posibilita apartar los contenidos y pensar, sin ellos, las formas (finitas y sensibles) de la socialización. Se trata de una verdadera clave heurística que se mantiene como principio básico, a lo largo de la obra del autor, en su pensamiento sobre las relaciones sociales (VERNIK 2009).

Simmel, al establecer la reciprocidad inherente a lo social o, como él mismo también dice, "la cuestión de las acciones que van y vienen entre los individuos, y de cuya suma resulta la cohesión de la sociedad" (1939a: 25), cuestiona el foco tradicional de las ciencias sociales: "En general, la sociología se ha limitado a estudiar aquellos fenómenos sociales en donde las energías recíprocas de los individuos han cristalizado ya en unidades" (1939a: 25), tales como estados, clases sociales, gremios, formas de familia, organizaciones militares, etcétera. De modo que el autor amplía la mira de lo social hacia minucias (en otro tiempo descuidadas por la disciplina sociológica) que configuran lo social tanto como las formas más rígidas y duraderas que mencionamos en la oración precedente. Por lo tanto, el autor consigna: "Aparte de los organismos visibles que se imponen por su extensión y su importancia externa, existe un número inmenso de formas de relación y de acción entre los hombres, que, en los casos particulares, parecen de mínima monta, pero que se ofrecen en cantidad incalculable y son las que producen la sociedad, tal como la conocemos, intercalándose entre las formaciones más amplias, oficiales, por decirlo así" (1939a: 25).

Así, Simmel posa su interés en diversas formas mínimas —pero constitutivas— de lo social: la conversación, la coquetería, el secreto, el intercambio de miradas, etcétera. Estos "procesos microscópico-moleculares" (1939a: 26), sostiene el autor, posibilitan forjarse una idea de lo social en tanto manifestación de un proceso en eterno y continuo estado naciente (SIMMEL 1939a). Al respecto, Vernik escribe: "[La propuesta de Simmel] se trata de una sociología que además de visualizar las conformaciones surgidas de entidades sólidas como el Estado, la familia, los gremios y las clases, sea capaz de captar la dimensión procesual y fluida del acontecer social" (2009: 61; las cursivas son nuestras). De esta manera, Vernik considera que, con tal perspectiva, Simmel combate visiones teóricas de la sociedad en tanto ente fijo e hipostasiado. De lo que se desprende, entonces, que el objeto de la sociología no estaría referido a la sociedad (Simmel suele entrecomillar el uso de la palabra "sociedad", relativizando su entidad real), "sino justamente a ese acontecer que son las siempre en proceso formas de socialización, de estar —material o simbólicamente— junto a otros" (VERNIK 2009: 61; las cursivas son del original).

Para cerrar este apartado, citamos in extenso un fragmento de Simmel que, a través de la metáfora de lo social como cruce de hilos, como tejido, nos presenta atractivamente su interés en las lábiles y evanescentes formas de socialización: "Los hombres se miran unos a otros, tienen celos mutuos, se escriben cartas, comen juntos, se son simpáticos o antipáticos, aparte de todo interés apreciable; el agradecimiento producido por la prestación altruista posee el poder de un lazo irrompible; un hombre le pregunta al otro el camino, los hombres se visten y arreglan unos para otros, y todas estas y mil otras relaciones momentáneas o duraderas, conscientes o inconscientes, efímeras o fecundas, que se dan entre persona y persona, y de las cuales se entresacan arbitrariamente estos ejemplos, nos ligan incesantemente unos con otros. En cada momento se hilan hilos de este género, se abandonan, se vuelven a recoger, se sustituyen por otros, se entretejen con otros. Estas son las acciones recíprocas que se producen entre los átomos de la sociedad. Sólo son asequibles al microscopio psicológico; pero engendran toda la resistencia y elasticidad, el abigarramiento y unidad de esta vida social, tan clara y tan enigmática" (1939a: 26).

Y, a los fines estrictos del presente escrito, el fragmento anterior nos da pie para pasar, en el siguiente apartado, al tratamiento específico de la forma de socialización que pretendemos abordar: el secreto.

3. La privacidad de lo social

Claridad y enigma distinguen, por paradójico que suene, a las formas mínimas de lo social: todos tenemos secretos, eso es una diáfana realidad, aunque al mismo tiempo ésta sólo exista recubierta de una lógica opacidad. Este juego de convivencia de claroscuros es inherente a las formas de socialización: "Estamos hechos de tal manera, que no sólo necesitamos, como se indicó antes, una determinada proporción de verdad y error como base de nuestra vida, sino también una mezcla de claridad y oscuridad, en la percepción de nuestros elementos vitales" (SIMMEL 1939b: 349). Así, lo oscuro, lo sombrío, se erige como una "necesariedad" que existe junto a lo lumínico y visible.

A la dualidad ambivalente de claridad/oscuridad, podemos agregar otros pares que permiten analizar las formas de lo social:  objetivación/su bjetivación,  simetría/asimetría, interioridad/exterioridad (VERNIK 2009). Simmel enfatiza, en el caso de las relaciones personales, la convivencia antagónica entre saber e ignorancia: "el saber mutuo, que determina positivamente las relaciones, no lo hace por sí sólo, sino que estas relaciones presuponen igualmente una cierta ignorancia, una cantidad de mutuo disimulo, que naturalmente varía en sus proporciones hasta lo infinito" (1939b: 338).

En esa dirección, resulta menester traer a colación dos condiciones que establece Simmel en torno a la posibilidad de —que exista— lo social. En primer lugar, el conocimiento fragmentario del otro: "Nunca se puede conocer a otro en absoluto —lo que supondría el conocimiento de cada uno de sus pensamientos y sentimientos—, no obstante lo cual, con los fragmentos que observamos, formamos una unidad personal, que, por lo tanto, depende de la parte que nuestro particular punto de vista nos permita ver" (1939b: 332). Por ende, la consecuencia de esto es nítida: "nos está vedado el conocimiento perfecto de la individualidad ajena" (1939a: 39).

En segundo lugar, el autor destaca el factor de la insocialidad, que compone, junto al de la socialidad, la configuración de lo social: "El hecho de que el individuo en ciertos aspectos no sea elemento de la sociedad constituye la condición positiva para que lo sea en otros aspectos, y la índole de su `socialidad' está determinada, al menos en parte, por la índole de su Insocialidar (1939a: 41).

Estas dos condiciones, productoras de lo social, nos dan pie para abordar el cuento "Al abrigo". Esta breve pieza saeriana, de apenas dos páginas de extensión, nos presenta un episodio puntual en la vida de un comerciante de muebles, quien halla, por azar, en un sillón comprado de segunda mano, un diario íntimo: "El diario revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombre inteligente y discreto, comprendió enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera personalidad y que, por un azar inconcebible, él la conocía mucho mejor que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían mencionadas a menudo en el diario" (SAER 2008: 197).

Este evento induce al mueblero a considerar la idea de que las personas tengan, "al abrigo del mundo, algo escondido" (2008: 197). Lo cual nos permite retomar los epígrafes que encabezan el presente escrito: el primero de ellos (perteneciente a "El problema de la sociología") subraya la unidad del mundo a través de la reciprocidad de los efectos y las acciones de los individuos; el segundo (incluido en "El secreto y la sociedad secreta"), en cambio, plantea la posibilidad de un segundo mundo, oculto, pero que, sin embargo, no deja de tener incidencia sobre lo que el propio Simmel llama el "mundo patente" (SIMMEL 1939b: 350). Efecto paradojal: la unidad del mundo —o, como dice un famoso personaje saeriano: "el gran flujo sin nombre, sin forma y sin dirección (...) en el que estoy ahora" (SAER 2003b: 9)— sólo se erige por medio de la duplicación —y multiplicación— de los mundos; aunque dicha multiplicación de mundos, con influencia sobre el mundo, tiende, sin embargo, a ser velada. La vida del protagonista del cuento de Saer —la vida de cualquiera— sólo cobra unidad en la medida que se despoja de una serie de elementos que, al mismo tiempo, la hacen posible. En el caso de "Al abrigo", la eficacia del relato pasa por poner a la luz esa condición paradójica de lo social.

Después de leer el diario íntimo, el protagonista reflexiona sobre sí mismo: "(...) en el momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de lata disimulada entre revistas viejas y trastos inútiles, el mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la desagradable certidumbre de que su vida entera se definía no por sus actividades cotidianas ejercidas a la luz del día, sino por ese rollo de billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al rollo carcomido" (2008: 197-198; las cursivas son del original).

A lo que se suma, por un lado, la consideración del secreto de uno de sus hijos, a quien le había descubierto, por casualidad, la posesión de unas fotografías pornográficas; y, por otro lado, la posibilidad de que su propia esposa guardara un secreto. Así, "Al abrigo" se erige como una sucesión de secretos narrados: el diario íntimo de una mujer desconocida, el rollo de billetes del mueblero, las fotografías pornográficas de su hijo y la incertidumbre ante algo oculto que pudiera tener su esposa. Se trata de un relato sobre los otros (también sobre el sí mismo, pero, justamente, como otro), aunque sin la presencia efectiva de ellos, con excepción de una cena familiar, en la cual el mueblero observa a su mujer, abstraído por sus pensamientos en torno a lo oculto de las personas, especialmente las más íntimas. Simmel contempla una teoría sobre las distancias que requieren incluso las relaciones personales más cercanas: "Las relaciones de carácter íntimo, cuyo soporte formal es la proximidad corporal y espiritual, pierden su encanto e incluso el contenido de su intimidad, si la proximidad no incluye, al propio tiempo y en alternativa, distancias y pausas" (1939b: 338). A esto se pueden sumar las reflexiones del autor en torno al matrimonio, que resultan útiles para analizar al mueblero y su vínculo con su esposa. Según Simmel, el matrimonio se construye sobre la necesidad de no mostrar todo: "En el matrimonio, como en las relaciones libres matrimoniales, es fácil ceder en los primeros tiempos a la tentación de sumirse completamente uno en otro, de vaciar las últimas reservas del alma tras de las del cuerpo, de perderse totalmente uno en otro. Pero esta conducta amenaza seriamente, en la mayoría de los casos, el porvenir de la relación. Sólo pueden, sin peligro, "darse" por entero aquellas personas que no "pueden" darse por entero, porque la riqueza de su alma consiste en una renovación constante, de suerte que después de cada entrega les nacen nuevos tesoros, porque tienen un patrimonio espiritual latente inagotable y no pueden revelarlo o regalarlo de una vez" (1939b: 348­349).

Y si el matrimonio funciona sólo a través de mostrar algunas cosas y ocultar otras, este

mismo mecanismo atenta contra la actitud de previsibilidad de un sujeto frente a las acciones de los otros. Simmel rescata la figura de la confianza como una marca de conocimiento del otro, mediadora entre el saber y la ignorancia: "La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro, hipótesis que ofrece seguridad suficiente para fundar en ella una actividad práctica. Como hipótesis, constituye un grado intermedio entre el saber acerca de otros hombres y la ignorancia respecto de ellos. El que sabe, no necesita "confiar"; el que ignora, no puede siquiera confiar" (1939b: 340).

Por lo tanto, el mueblero del cuento en cuestión comprende, por medio del descubrimiento del diario íntimo, la opacidad que rodea al conocimiento de los otros. Simmel advierte: "Construimos nuestras más trascendentales resoluciones sobre un complicado sistema de representaciones, la mayoría de las cuales suponen la confianza en que no somos engañados" (1939b: 336). Pues bien, en contra de la afirmación simmeliana, el personaje de Saer descubre que, en efecto, podemos ser engañados; o, para ponerlo en palabras que no suenen necesariamente a una ocultación malintencionada: podemos ser abstraídos del conocimiento de ciertos atributos de los otros.

"Al abrigo" consiste, entonces, en una introspección insocial de un hombre que medita sobre lo social, sobre sus relaciones recíprocas con los otros. Saer, astuto, construye un relato que ilustra el carácter privado de lo social: el secreto (su presencia y multiplicación) sostiene la historia. Esa cualidad insocial, oculta, privada, lejos de ser una negatividad, resulta un aspecto productivo de la vida social. Afirma Simmel: "Una de las características de toda relación entre dos personas o entre dos grupos es el haber o no haber en ella secreto y la medida en que lo hay; pues aun en el caso de que el otro no note la existencia del secreto, éste modifica la actitud del que lo guarda y, por consiguiente, de toda la relación" (1939b: 350-351).

De modo que el secreto no es una mera forma esporádica y/o secundaria de socialización, sino que adquiere una entidad de omnipresencia. A lo que se agrega una cuestión para nada menor: según el autor, el secreto es una de las mayores conquistas logradas por el hombre: "El secreto en este sentido, el disimulo de ciertas realidades, conseguido por medios negativos o positivos, constituye una de las más grandes conquistas de la humanidad. Comparado con el estado infantil, en que toda representación es comunicada en seguida, en que toda empresa es visible para todas las miradas, el secreto significa una enorme ampliación de la vida, porque en completa publicidad muchas manifestaciones de ésta no podrían producirse" (1939b: 350).

Si el secreto representa una ampliación de la vida es debido a que, también, la niega: existe una tensión entre vida y forma. Esta última es sólo una parte de aquélla (aunque, simultáneamente, constituye una unidad en sí misma), de modo que la totalidad de la vida sólo puede ser expresada a través de sus fragmentos —en esa dirección, Vernik (2009) subraya el carácter mediatizado de la vida moderna, sobre lo cual nos explayaremos un poco en el siguiente apartado—; estas partes fragmentarias, superficiales, sensibles, que son las formas de lo social, encierran, pues, un conflicto entre fuerzas. En el caso específico del secreto, se da una contraposición entre lo público y lo privado, en la que lo público sólo es posible gracias a la acción productiva de lo privado, y viceversa: como a menudo sucede en el pensamiento de Simmel, lo social se construye por la convivencia de opuestos. En ese sentido, el autor establece la variabilidad en el carácter público o privado de diferentes hechos —aunque, insistimos, ambos fenómenos siempre funcionan conjuntamente—: "La evolución histórica de la sociedad se manifiesta en muchas partes por el hecho de que muchas cosas que antes eran públicas, entran en la esfera protectora del secreto; e inversamente, muchas cosas que eran antes secretas, llegan a poder prescindir de esta protección y se hacen manifiestas. Es una evolución semejante a aquella otra del espíritu, en virtud de la cual, actos que primero se ejecutan conscientemente, descienden luego al rango de inconscientes y mecánicos, mientras por el contrario, lo que antes era inconsciente e instintivo, asciende a la claridad de la conciencia" (1939b: 351).

Antes de pasar a la siguiente sección, pasemos en limpio el itinerario recorrido hasta aquí. Tenemos un movimiento interesante: a partir de una matriz de análisis simmeliana, apuntamos a las minucias de lo social, para, luego, entender su importancia crucial. En el caso del secreto, éste supone una ampliación de la vida: toda la historia de "Al abrigo" no sería posible sin dicha forma de socialización, aunque ésta, al mismo tiempo, es el fundamento que permite poner en tela de juicio toda esa vida que hace posible. Y, sobre esa tensión contradictoria entre lo que el secreto produce e inhibe al unísono, radica, como mencionamos, la eficacia del cuento.

4. En medio del dinero (el dinero como medio y como fin)

Resulta curioso abordar, también desde una perspectiva simmeliana, el secreto particular del protagonista del cuento: más allá de su sentido en tanto forma de socialización, no deja de llamar la atención el hecho de que lo que el protagonista guarda es dinero. Al respecto, debemos recordar que Simmel ve en el dinero el síntoma de la modernidad, en la que la tríada deseo-medio-fin se ve quebrada, puesto que se produce una multiplicación ad infinitud de los medios, de manera que el hombre pierde de vista los fines últimos de su existencia (SIMMEL 2005).

En esa lógica, el dinero representa el cenit de la proliferación de medios: según Vernik (2009), el dinero, en tanto mera cuantificación, consiste en una pura relatividad: "El dinero es básicamente un medio de intercambio. Al menos así fue originariamente concebido, como un medio para alcanzar determinados fines. Pero el problema grave, es que aquí también por efectos de su propia voracidad, el dinero pasa de ser un medio a transformarse en un fin en sí. En la modernidad el dinero ya no se concibe como un medio-para (comprarme tal cosa), sino como un fin en sí mismo (es el dinero-para-más-dinero). El dinero llama a más dinero, y así en una cadena sin fin. ¿Cuánto dinero se puede tener? ¿Qué es mucho dinero? Estas preguntas sin respuestas señalan un principio de enajenación moderna que surge del proceso por el cual los medios se multiplican autónomamente. Una enajenación de tipo económica pero que se expande como un gas mortífero hacia el resto de las esferas vitales" (2009: 88; las cursivas son del original).

El autor, en una nota al pie, brinda ejemplos de esos ámbitos sobre los que se inmiscuye la enajenación del hombre moderno: "las esferas de la vida política, intelectual, ética, estética, erótica y religiosa" (2009: 88), a las cuales, añadimos, por nuestra parte, la esfera del secreto. El hecho de que lo más íntimo del protagonista de "Al abrigo" consista en un rollo de billetes que se va engrosando sin ningún motivo más que el acopio per se, nos lleva a retomar el pensamiento simmeliano por el cual, en las economías monetaristas de la modernidad, los valores cualitativos personales (aquellos que distinguen la especificidad de cada hombre) se ven subsumidos a meros valores cuantitativos; de modo que Simmel advierte: "es solamente la individualización creciente dentro de la sociedad la que convierte al dinero en un mediador inadecuado de las relaciones puramente interindividuales" (1975: 473).

Efecto contradictorio del secreto particular que tenemos bajo la lupa: si, por un lado, constituye lo más propio del protagonista de "Al abrigo", por el otro se trata de un signo puro, de una simple abstracción cuantificada. Así, nuevamente caemos en la tensión entre vida y forma. La vida produce formas que la niegan, que chocan contra su propia dinámica (SIMMEL 2004). Vernik consigna: "[Simmel] define a la vida como constante devenir e inquietud (más-vida), que a la vez no cesa de producir algo que se le vuelve en contra, se le opone, se le enfrenta (más-que-vida)" (VERNIK 2004: 10). De este modo, sería posible llegar a una conceptualización de la vida que no la piense de manera hipostasiada. (Si bien en este escrito la intención principal no reside en focalizar nuestro interés en la filosofía vitalista de Simmel, no deja de ser propicio, tal como hemos hecho, mencionar someramente estas cuestiones, que iluminan la pregunta por lo social.)

5. Eso que otrora llamábamos, con tanta seguridad, "lo social"

En el escrito que aquí comienza a culminar, partimos de un qué (el qué de lo social), al cual convertimos en un cómo: de modo que, sutilmente (o no tanto), transferimos nuestro interés hacia el método de abordaje de lo social. Para lo cual nos servimos de la propuesta simmeliana de separar contenido y forma, que resulta útil en miras a entender que el objeto de la sociología no es la sociedad entendida como un mero ente cosificado: "En realidad, lo que se está criticando es una concepción —aceptada hasta ese momento, y aún hoy hegemónica en muchas áreas— que percibe a la sociedad como el objeto de la sociología, resultando así una noción hipostasiada de su objeto de estudio, incapaz de dar cuenta de las relaciones sociales en status nascens en las que a cada instante se intercambian acciones y efectos recíprocos. Así, Simmel escapa a cualquier fundación reificante de la sociología, al consagrarla no al estudio de la sociedad como un ente fijo, sino justamente a ese acontecer que son las siempre en proceso formas de socialización, de estar —material o simbólicamente— junto a otros" (VERNIK 2009: 61; las cursivas son del original).

A través de un rodeo en torno al método, podríamos volver sobre la pregunta inicial y afirmar, entonces, que la sociedad, en tanto ente fijo, no es lo social. Lo cual, entre múltiples implicaciones, nos lleva a preguntarnos acerca de la aprehensibilidad de lo social: ¿cómo estudiar algo que está naciendo todo el tiempo y que, por ende, escapa al ojo del investigador?

En esa dirección, la consideración del secreto nos ha permitido indagar sobre los alcances y los límites de lo que se define dentro del campo de lo social. Lejos de llegar a certezas absolutas, nos hemos asegurado —para bien o para mal— la relatividad de lo social: si un caso extremo como el secreto es susceptible de ser considerado como un componente inherentemente social, de eso se desprende, como decíamos, la pregunta por los límites de lo social: si todo vínculo (incluso aquellos que, en una consideración superficial, serían los más insociales) puede ser catalogado como relación para con otros, lo social, lejos de delimitarse, se abre hacia la (in)certidumbre de lo relativo.

Lo mismo le ocurre al protagonista de "Al abrigo", cuya vida se ve rebasada por una nueva certeza que redefine a aquélla: "El mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar vueltas la cabeza como un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en el umbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones más elementales que constituían su vida. O lo que él había llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro, al abrigo de los acontecimientos, y parecía más inalcanzable que el arrabal del universo" (2008: 198).

Por último, un balance dentro del balance: no respondimos la pregunta por el qué de lo social sino a través de la mediación del cómo. Lo cual, como habíamos advertido, tiene la virtud y el defecto de ser una decisión. De modo que ese itinerario esquivo, lejos de ser una manera de evitar, se trata de un camino de aproximación deliberado, aunque lleno de rodeos, en miras a seguir preguntándonos, quizá disimuladamente, entre nosotros: ¿qué es lo social?

Notas

1.      Esto no significa que debamos olvidar el factor del desconsuelo. Al respecto, al autor del presente trabajo, se le ha oído decir, en numerosas ocasiones, una cita parodiada: "La sociología es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar".

2.      Es curioso pensar, por lo tanto, que en la base del método sociológico haya una metáfora: "esto [la distinción entre forma y contenido] en realidad no es más que una metáfora para designar aproximadamente la oposición de los elementos que se desea separar" (SIMMEL 1939a: 13). Lo cual nos puede llevar a una idea

MALTZ, Hernán (2013). "El secreto al abrigo del mundo. La pregunta por lo social, a través de Simmel y Saer". Punto Cero, Año 18 — N° 26 ­mayo 2013. pp. 73-80. Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Cochabamba.

de Saer de El río sin orillas, basada en que la metáfora, más que un recurso del escritor profesional, es una fatalidad a la que se ve sometido quienquiera que se valga del lenguaje (SAER 2003a). Y, agregamos nosotros: la metáfora sería, entonces, una fatalidad a la que también se ve sometida, por ende, la sociología.

 

 

Bibliografía

 

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4.- SIMMEL, Georg (1939a). "El problema de la sociología", en: Sociología. Estudios sobre las formas de socialización. Buenos Aires. Espasa-Calpe Argentina.        [ Links ]

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Recepción: 22/03/2013.

Aprobación: 10/04/2013.

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