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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.16 n.22 Cochabamba  2011

 

 

 

Discursos y prácticas de exclusión en los jóvenes de élite cochabambina a partir del 11 de enero de 2007

 

Speeches and exclusion practices of Cochabamba elite youth since January 11, 2007

 

 

Alejandra Guardia Manzur

Boliviana. Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social. La autora declara no tener conflicto de interés con las instituciones mencionadas en su artículo ni con la entidad editora de Punto Cero, la Universidad Católica Boliviana - Regional Cochabamba.

ale.guardia@gmail.com

 

 


Resumen

A partir de los enfrentamientos del 11 de enero de 2007, los jóvenes cochabambinos han adquirido un sin fin de prácticas y discursos de tipo excluyente con respecto a los sectores populares. Esta exclusión deviene en racismo, a modo de diferenciación y división a través de los diversos espacios sociales, adoptados por los jóvenes como escenarios de distinción que mantienen la separación entre ambos sectores sociales.

Existe discriminación y negación del "otro" expresados en los distintos productos comunicacionales utilizados por dichos jóvenes, a través de los cuales manejan un discurso político ciertamente contradictorio y a partir del cual se crearon imaginarios negativos sobre los sectores populares.

Los jóvenes han formado "guetos voluntarios" para mantener la seguridad y especialmente para separarlos de los "otros", han llegado al límite de no solamente excluir, sino también tener el deseo de aniquilar.

Palabras clave: Exclusión, imaginarios del miedo, Negación del otro, identidad.


Abstract

After the clashes of January 11, 2007, young people in Cochabamba have acquired an endless practices and discourses of exclusión regarding the popular sectors. This exclusion becomes in racism and creates segregation and differentiation across various social spaces, which are adopted by the young people as distinction scenery in order to maintain the separation between social sectors.

The discrimination and denial of the "other" exists, it is expressed in various "communicational producís" used by young people, through which a contradictory political speech is used. From those speeches, a negative imaginary has emerged about the popular sectors.

Young people have Consolidated "voluntary ghettos" to maintain security and especially to remain separated from the "others". They have reached the limit, not only to exclude but also annihilate.

Keywords: Exclusion, fear imaginaries, denial of the other, identity.


Resume

Aprés les affrontements du 11 Janvier 2007, les jeunes de Cochabamba ont acquis d'innombrables pratiques et des discours d'exclusion á l'égard des secteurs populaires. Cette pratique d'exclusion se transforme en racisme, comme une sorte de différenciation et de división á travers les différents espaces sociaux, qui sont acquis par les jeunes comme des scénarios de distinction qui préservent la separation envers les secteurs populaires.

II existe, donc, une pratique de discrimination et de déni envers «l'autre», exprimée dans les divers produits de communication utilisés par ces jeunes, á travers lesquels certainement ils ménent un discours politique certainement contradictoire, dont ils ont établi des imaginaires péjoratifs des secteurs populaires.

Les jeunes ont creé des «ghettos delibérés» pour conserver leur sécurité et surtout pour se séparer des «autres» et ils ont atteint la limite non seulement en les excluant mais aussi avec la volonté de les anéantir.

Mot-clés: Exclusión, racisme, imaginaines, identité.


 

 

1. Introducción

La ciudad de Cochabamba, en el año 2007, estuvo marcada por sucesos que descubrieron una serie de prácticas aparentemente ocultas anteriormente.

Los enfrentamientos del 11 de enero, campesinos y cocaleros contra citadinos, permitieron vislumbrar las diversas prácticas de exclusión ejercidas por los jóvenes de la zona norte de la ciudad.

La entrada al gobierno por parte de un indígena, la coyuntura política (autonomías, Asamblea Constituyente) y el desacuerdo político social por parte de las élites cochabambinas, contribuyó al desenlace de las luchas del jueves 11 de enero de 2007.

Los jóvenes de la ciudad, en un intento de marcha pacífica y a modo de "defensa por la democracia", se agruparon para dar frente a la protesta de los movimientos sociales.

El enfrentamiento de dos partes contrapuestas en medio de la ciudad, por un lado ciudadanos campesinos y cocaleros afines al Movimiento al Socialismo (MAS) y, por otro, ciudadanos jóvenes de clase media alta denominados "Juventud por la Democracia", dio paso a múltiples discursos que permiten vislumbrar una serie de posiciones e identidades juveniles que presentan características excluyentes.

Gracias a estas características, resulta importante estudiar ciertos comportamientos y actitudes que se producen en las muy diversas interacciones de los jóvenes, y en sí de las sociedades, pues es en esa relación donde derivan una serie de discursos y prácticas que destacan las discrepancias de todos los estilos y formas posibles, resultando en diversas identidades sociales que requieren un análisis profundo.

Los jóvenes, en el marco de sus actividades y diversidad de identidades, constituyen el porcentaje poblacional propenso a ser excluido, debido a su carácter dinámico y discontinuo y al hecho de no compartir los modos de inserción social, por el que crean esquemas de representación que, en la práctica, resaltan como diferentes y desiguales (Cf. REGUILLO 1995: 21). Es por esto que, resulta contradictorio el actuar de los jóvenes de clases medias altas en los conflictos del 11 de enero, porque se muestran propensos a excluir y ser partícipes, o más bien protagonistas de este hecho simbólico.

 

2. Prácticas de exclusión en los espacios de ocio juvenil

Los espacios son un referente material para los actores sociales, quienes, en su constante interacción, dejan de ser sujetos individuales para formar parte de un grupo específico y adquirir cierta identidad. Ésta, que ahora es identidad social, se determina por características comunes en los sujetos asociados y su posicionamiento social (Cf. REGUILLO 1995: 31).

Es en este sentido, que los espacios urbanos son escenarios de aquellas identidades que confluyen constantemente por sus calles. Es, "la concentración de una serie de elementos materiales y simbólicos que con base en un modo de producción específico existen en una determinada zona. Espacio en permanente construcción, atravesado por mediaciones políticas, económicas y culturales" (REGUILLO 1995: 27).

Es en los diversos espacios urbanos que los jóvenes realizan diversas prácticas y en los que emanan diversos discursos a través de los cuales se produce un reconocimiento o no del sujeto (Cf. REGUILLO 1995: 47).

Los espacios, además de ser un dispositivo material urbano, son dotados de aquellos elementos simbólicos con los que cuentan los actores, en este caso los jóvenes, para otorgar múltiples sentidos a sus prácticas y obtener cierta distinción. Este suceso se da a partir de que "... en las sociedades contemporáneas buena parte de la racionalidad de las relaciones sociales se construye, más que en la lucha por los medios de producción, en la que se efectúa para apropiarse de los medios de distinción" (GARCIA-CANCLINI 2005).

Tanto los elementos materiales como los elementos simbólicos de los espacios de interacción y ocio de los jóvenes son importantes, pues es a través de éstos que afianzan y extienden sus discursos hacia los demás (Cf. REGUILLO 1995: 47).

2.1. Elementos materiales y simbólicos

Los jóvenes "jailones"'' de Cochabamba, han ido marcando "su territorio" a través de su interacción con los espacios, ha sido construido y delimitado imaginariamente por ellos, quienes acuden, los fines de semana, para "transformarlo en un territorio apropiado, cuyos objetos, espacios y tiempos comportan otra visión del mundo, otra forma de percibir, vivir y sentir el espacio" (REGUILLO 1995: 94).

Esta apropiación espacial resulta de la identificación y del afianzamiento por parte de los jóvenes con los diversos objetos y elementos simbólicos ofrecidos en el espacio y presentados por la globalización, planteando así su identidad y transmitiéndola a manera de distinción, por un lado, ante los diversos grupos juveniles no pertenecientes al suyo (Cf. BERMÚDEZ 2002: 8). Y por otra parte, es un elemento de diferenciación que a través de los espacios se transforma en una "interacción simbólica con los otros" (BERMÚDEZ 2002: 6) a manera de delimitación espacial, social y hasta cultural.

Esta "interacción simbólica" se demuestra gracias al intento de defensa del espacio, es decir, los jóvenes como muchos otros grupos sociales, pretenden defender "su territorio" de identidades diferentes, de personas o grupos no pertenecientes al suyo.

Esta necesidad parte del hecho etnocentrista sobre la identidad propia. A manera de convencimiento los jóvenes manejan su verdad como única e indiscutible, o mejor dicho, utilizan un mecanismo social con la ...capacidad para convertirse en coartada y discurso (auto) justificatorio tanto para la exclusión como para el enclaustramiento de las identidades. [Este mecanismo,] como discurso persistente sobre la norma, el deber ser, lo único legítimo y el temor a su transgresión, dificulta, aleja, complica la posibilidad de revisar el pacto social, que sigue anclado a un imaginario al que parece resultarle imposible, desde el abismo cultural que separa a los "nosotros" de los "otros", otorgarle un lugar no amenazante a la diferencia (REGUILLO 2000b: 3).

En este sentido, todos los objetos materiales que se presentan en estos espacios, actúan como elementos determinantes para la construcción identitaria de los jóvenes y es a través de los cuales que se permiten la distinción, es decir, tanto la vestimenta, los adornos, las fachadas, la música, etc. Permiten resaltar la diferencia entre las identidades enfrentadas y afirman al joven "jailón" la necesidad de exclusión, pues si bien en sentido de "gusto" por uno u otro objeto resulta ser subjetivo, muchos grupos se forman a partir de las similitudes e igualdades ante los gustos e intereses.

De esta manera, los jóvenes marcan su identidad con estos objetos y se permiten rechazar la entrada a cualquier persona o grupo no perteneciente a esta construcción grupal de identidades, pues si bien cada individuo es diferente, existe una identidad grupal que los diferencia ante el resto.

Entre tanto, los elementos simbólicos que conforman los espacios urbanos de los jóvenes, son, de manera más profunda, un reflejo de las identidades que han ido conformando.

Éstos se consideran como objetivaciones con la que los jóvenes realizan:

...formulaciones tangibles y materiales de \a identidad, que se vehicuían en el propio cuerpo, en el lenguaje, en los gustos, en los estilos, en el consumo cultural. Marcas visibles de las instituciones y grupos que los actores van incorporando en una revisión y transformación constantes como condición de la reactivación de las instituciones que les han dado origen (REGUILLO 1995: 33-34).

En este sentido, los elementos simbólicos están conformados por la vestimenta (la marca o estilo), los accesorios que se exponen en el cuerpo, el consumo de cierto tipo de productos, el lenguaje en su sentido de "código grupal", e incluso, los rasgos físicos de una persona.

Estos elementos actúan como dispositivos de reconocimiento dentro de los espacios de interacción, y es a partir de éstos que se presenta la diferenciación entre los muchos actores del sistema social. Estas marcas determinan los antagonismos dentro de cada espacio y los conflictos que se llevan a cabo dentro de ellos. Es pues, a partir de esta objetivación simbólica, que existe la "tensión donde confluyen los sistemas de explotación, de dominación y hegemonía" (REGUILLO 1995: 29).

2.1. El lenguaje corporal: vestimenta y aspecto físico como modo de diferenciación

Los espacios de esparcimiento de los jóvenes son los principales centros de exclusión y afianzamiento de las identidades, ya que es donde cada sujeto se presenta ante los demás y donde en mayor medida se establece una competencia cultural en la cual se pretende conseguir la "diferencia y la distancia, conjugando la afirmación secreta del gusto legítimo y el establecimiento de un prestigio que procura la distancia insalvable por aquellos que no poseen el gusto" (MARTÍN BARBERO 1998: 109).

El atuendo, principalmente en las discotecas que frecuentan los jóvenes, es uno de los aspectos tal vez más cuidados y personalizados, pues es necesario contar con los requisitos de vestimenta para entrar y encajar dentro de estos espacios.

En este sentido, la forma, el estilo y hasta incluso la marca del vestuario, conforman un elemento simbólico de aceptación dentro el grupo, pues en muchos casos, la indumentaria es el aparato de exclusión más frecuente y evidente.

Para los jóvenes, un ambiente agradable para ir a una discoteca se determina por el tipo de gente que asiste a ésta, pues los jóvenes pretenden relacionarse con personas de su mismo grupo o clase social.

Por otra parte, los jóvenes "jailones" tienen cierta inclinación hacia la piel blanca, pues en muchos casos el rechazo o exclusión se presenta a partir de la presencia física de una persona morena. Es decir, se asocia la idea de piel oscura con los calificativos "cholo, naco, indio o t'ara", utilizados de manera negativa.

Esto demuestra que, en muchos casos el aspecto y vestimenta de las personas forma parte de un capital con el cual se es aceptado o rechazado por parte del grupo.

Para los jóvenes, en este caso de élite cochabambina, la:

...presencia física constituye una forma adicional de capital simbólico. (...) En la medida en que la tez aymara [quechua o indígena] está asociada a posiciones subordinadas y la tez blanca/rubia está vinculada a posiciones privilegiadas y de poder, la cultura jailona valoriza positivamente la tez blanca y negativamente la tez oscura, por lo que la conformación de la identidad jailona estaría matizada por notorios componentes de racismo (LÓPEZ y otros: 2003: 54).

2.2. Las reglas del juego: exclusión interna y externa

Las discotecas son espacios de entretenimiento e interacción del grupo de jóvenes, quienes en su intento por distinguirse y ser reconocidos, acogen dentro de sus prácticas identitarias ciertas lógicas y reglas que son utilizadas por los espacios para permitir cierta complicidad entre ambos.

Una de las principales reglas de ingreso a las discotecas es la de: "nos reservamos el derecho de admisión", signo con el cual se asegura una separación con aquellos que no pertenecen o se enmarcan dentro de los parámetros de identidad y objetivación de ésta.

Este suceso, crea una segregación de orden racial, entendido como "...un proceso y resultado del mismo, el cual consiste en que un grupo sea mantenido a distancia, localizando en espacios propios que se le reservan..." (WIEVIORKA 2002: 51).

Dentro del mismo espacio, existe también cierto "orden social", pues pese a que todos los actores del espacio lo han apropiado y se han identificado, hay una lucha simbólica dentro de la cual se presentan rangos de hegemonía y subalternidad. Esto se demuestra gracias a la separación de ambientes que presenta cada discoteca, separación que se da entre gente "V.I.P." y gente "normal".

Los espacios V.I.P que su significado en inglés es "Very Important People", denominan, gracias a los diversos capitales simbólicos de cada actor, quienes son los individuos hegemónicos del lugar. Este ambiente no está permitido para todos, es necesario contar con ciertos elementos como por ejemplo el poder adquisitivo, la vestimenta y las relaciones sociales para poder formar parte de este grupo.

Es en este sentido que el espacio social presenta muchas dimensiones en las cuales existen principios de diferenciación y distribución de estos capitales, es decir, una distribución de poderes en la que el actor es definido por su posición en el espacio (Cf. BOURDIEU 1989: 28-29). Estos capitales pueden ser tanto económicos, culturales, sociales y simbólicos, los cuales, en la distribución, exigen "relaciones de fuerza institucionalizada dentro de los estatus sociales" (BOURDIEU 1989: 29).

2.3. El lenguaje de exclusión en los espacios juveniles

El lenguaje es uno de los elementos más poderosos con el que cuenta un individuo, pues es a partir de éste que se presentan los diversas enunciados de cada identidad y los discursos que éstas promueven.

Los jóvenes cochabambinos, presentan sus discursos en los diversos espacios y de esta manera tanto eslóganes como cantos creados por el grupo, permiten ver expuesta la discriminación y agresión hacia los "otros".

Del mismo modo, el lenguaje con el que se comunican, llega a formar parte de su diferenciación con el sector campesino, pues en muchos casos, el hablar con errores o una pronunciación distinta provoca las risas e ironías por parte de los miembros del grupo. Los insultos, inclinados hacia el orden racial como "cholo", "naco", "lary" o "indio de mierda", hacen referencia a lo que ellos creen como malo o negativo.

Dentro de las discotecas, bares y lugares de entretenimiento, es donde los jóvenes, con mayor seguridad expresan, enuncian, buscan el reconocimiento y se diferencian a través de los capitales simbólicos que poseen. En este sentido, es "de manera privilegiada, en el ámbito de las expresiones culturales donde los jóvenes se vuelven visibles como actores sociales" (REGUILLO 2000a: 52).

Gracias a estas características, es que los jóvenes delimitan el espacio social al cual pertenecen, y es también gracias a estos diversos elementos, tanto simbólicos como materiales, y al uso social que los "jailones" le dan, que se marcan "los bordes dentro de los cuales los usuarios 'familiarizados' se autorreconocen y por fuera de los cuales se ubica al extranjero..." (SILVA 1997: 53).

Armando Silva explica: "...el territorio se 'territorializa' en la medida en que se estrecha sus límites y no permite (más bien excluye) la presencia extranjera" (1997: 53). De esta manera, los jóvenes se permiten la separación con los sectores populares, o al menos lo intentan, porque en el momento en que advierte su presencia lo rechazan o peor aún, lo excluyen.

 

3. Recursos comunicacionales: formas de exclusión

Exponer los diversos productos con los cuales cuentan los jóvenes para enunciar sus discursos permite encontrar las diversas identidades excluyentes de éstos.

Se entiende al producto comunicacional, como el "...resultado de una actividad compleja de los actores que tienen varios niveles: la utilización de ciertos instrumentos para operar sobre una materia prima de carácter social o material, que gracias a una serie de operaciones materiales, cognitivas y simbólicas, es transformada en un producto comunicable" (REGUILLO 1995: 48).

Los jóvenes, en su escasa relación con los sectores populares, dedican en gran parte de sus enunciados a hablar o escribir sobre ellos, mencionarlos o incluso discriminarlos de manera indirecta, como por ejemplo el uso de elementos simbólicos como la vestimenta para crear una especie de condición adscrita a su identidad y lejos de ser alcanzada por los "otros".

3.1. El discurso político y la negación del "otro"

A partir del 11 de enero de 2007, los jóvenes han creado una resistencia hacia lo originario o indígena y ha aumentado de manera significativa su participación política.

Si bien los jóvenes en muchos de sus enunciados parecen defender la democracia y aparentemente respetar las diversas opiniones, o incluso tener tolerancia, existen varias contradicciones con respecto a sus discursos y prácticas. Esto se da a partir de que "la visión de los jóvenes no necesariamente está asociada con aquellos valores básicos que configuran una cultura democrática" (TÓRREZ y otros 2003: 83).

Muchas de las opiniones de los jóvenes están marcadas por sentimientos de rabia, con el que crean cierta violencia de orden racial y político.

En este sentido, se da una "violencia infrapolítica", la cual, explica Michel Wieviorka, procede de "actores definidos en términos sociales, económicos y culturales pero fuera del espacio político, no organizados políticamente, y a lo sumo, vagamente manipulados o movilizados por grupos políticos" (2002: 58).

Por otro lado, la violencia racista se establece a través del funcionamiento social, en el cual siempre existe una lucha por mantener una posición dominante (cómo los jóvenes), o en el caso de las clases populares, evitar la exclusión social (Cf. WIEVIORKA 2002: 60-61).

A través del lenguaje se pueden ejercer diversas formas de violencia racial o política. Esta última está determinada por una serie de estrategias que el actor del lenguaje ejerce a la hora de presentar su discurso ante los demás.

En este caso, la función estratégica del enunciado de los jóvenes se enmarca en la "legitimación-deslegitimación" la cual "establece el derecho a ser obedecido" y reconocido, en el caso de la legitimación, y por otra parte, los "otros", son presentados de manera negativa a través de insultos, prejuicios o peor aún negación, en el caso de la deslegitimación (Cf. VAN DIJK 2000: 306).

Frecuentemente, dentro de los espacios juveniles de la zona norte, se presenta esta deslegitimación hacia los "otros", en este caso indígenas o el sector popular, mediante una serie de sobrenombres, que a manera de insultos y prejuicios, determinan una acción negativa por parte de algún miembro. "Cholo de mierda", "indio" o "naco", son algunos de los "insultos" que ejercen los jóvenes sobre los mismos miembros de su grupo.

Se ha creado un desencanto por la ideología política de los movimientos sociales y el MAS, evitando de todas las maneras posibles cualquier discurso proveniente de éste. Esta falta de identificación ha construido una postura tanto de rechazo como de miedo ante la posibilidad de cierta desestabilización social y económica.

Este miedo es el que permite "negar al otro" a modo de violencia simbólica traducida como exclusión y presentada a través de una "ausencia de reconocimiento social y político [del campesino o indígena] como parte de la comunidad [que llevada a una] situación límite, implica un proceso de negación de la condición humana a un grupo o categoría de población, justificando así la aniquilación y el genocidio" (JELIN s.f.: 93).

...las élites políticas y económicas (las élites que asumen su identidad como criolla, casi nunca como mestiza), (...) han negado al otro de adentro (al indio, al mestizo) identificándose de manera emuladora con lo europeo o norteamericano; o bien definiendo el ethos nacional a partir del ideal europeo o ilustrado, frente al cual las culturas étnicas locales quedaron con el estigma del rezago o la barbarie (HOPENHAYN 2002).

Los jóvenes, en ese proceso de desvalorización de ese "otro" indígena y mestizo, se atribuyen una carga positiva y de dominio, de superioridad y pie del desarrollo. Aquel "otro" identificado por su "ignorancia" y su "barbarie" forma parte del impedimento que opaca y envidia el progreso de su clase social.

Con un ánimo de superioridad, los jóvenes han ido acoplando diversas formas de intolerancia en su discurso. "El racismo y la xenofobia, las guerras étnicas, el prejuicio y el estigma, la segregación y la discriminación basadas en nacionalidad, raza, etnicidad, género, edad, clase, condición física, son fenómenos muy extendidos y llevan a niveles de violencia muy altos. Todos ellos constituyen casos de no reconocer a los otros como seres humanos plenos, con los mismos derechos que los propios" (JELIN s.f.: 93).

3.2. Imaginarios juveniles sobre el sector popular

Si bien existe esa negación al "otro" por parte de la juventud "jailona" cochabambina, ésta se da gracias a ciertos imaginarios que han ido construyendo sobre los sectores populares.

Lo imaginario es ese conjunto complejo de procesos de identificación y proyección con "los otros" que van conformando y constituyendo la estructura del yo (yoica) del sujeto, su posición frente al otro, sus sentimientos de satisfacción y frustración, su acomodamiento en las relaciones sociales, el reconocimiento, la visibilidad y afirmación de la dimensión de persona (CERBINO 2004: 33).

Los jóvenes "jailones" han formado una idea respecto a los sectores campesinos e indígenas de la ciudad, que parte de que el Yo, es decir el joven en su condición social privilegiada, niega su relación con el "otro" en condición de sujeto, pues de esta manera afirma su "superioridad" y sentido de dominación en múltiples aspectos (educacionales, económicos, sociales y hasta culturales).

Entra aquí en juego el etnocentrismo por parte de los jóvenes. Éste, "consiste en el hecho de elevar, indebidamente, a la categoría de universales los valores de la sociedad a la que yo pertenezco" (TODOROV 2000: 21).

Ese "es así porque yo lo creo", forma parte del sentimiento etnocentrista juvenil porque "primero se definen los valores absolutos a partir de los valores personales, y en seguida se finge juzgar al mundo propio, con ayuda de ese falso absoluto" (TODOROV 2000: 25).

Los valores que los jóvenes han acogido como principal motor de sus prácticas se debe a todo aquello aprendido tanto en su diario vivir como en la interacción con su entorno, pues han internalizado un imaginario sobre el campesino, indígena, y en sí de las clases populares, como "gente ignorante, incivilizada, invasores, resentidos sociales" e incluso hasta "racistas".

Los jóvenes se han atribuido características de superioridad con respecto a los sectores populares, pues esa idea de "gente ignorante e incivilizada" ha permitido crear en ellos mismos el sentimiento de dominantes, es decir superiores.

Este discurso, deviene de la "operación significativa de generar estereotipos", que a decir de Stuart Hall:

...establece la esencia, naturaliza, reduce y fija la diferencia. En ello se basa la tendencia a focalizar la violencia: etiquetar, sin mayor problematización, a los [sectores populares] como violentos es utiíizar una estrategia de división tendiente a separar lo normal y lo aceptable de lo anormal e inaceptable, es excluir o expeler todo lo que no calza, lo que es diferente, enviándolo a un exilio simbólico porque es intolerable (en CERBINO s.f.).

3.3. El imaginario del miedo: La negación hacia la multi-interculturalidad y los guetos voluntarios

En su intento por defender la "democracia" boliviana, los jóvenes "jailones" han adquirido posturas de rechazo y negación del "otro", remitiendo de esta manera la negación hacia la multi-interculturalidad, hacia la confluencia de muchas culturas en un mismo espacio y a la relación entre éstas, que de manera estrepitosa causa la discriminación y, en el peor de los casos, la exclusión social; prácticas que se producen a partir de que "... el sujeto no puede afirmarse como tal sin reconocer al otro en ese mismo carácter, y ante todo si no se libera del temor a él que conduce a su exclusión" (TOURAINE 1999: 177).

Este temor, este miedo, tal vez, no siempre expreso en las acciones de los jóvenes, produce y determina, "por un lado, las formas de respuesta social, (...) y de otro lado, los dispositivos a través de los cuales se construye y se configura lo que podría denominarse 'el imaginario del miedo'" (REGUILLO 1997).

En primer lugar, ese miedo se da hacia el "otro" como sujeto, es decir, los jóvenes, en cierto sentido temen al sector popular por la idea de "salvaje" con la cual lo han dotado. Esto gracias al prejuicio que han conformado, pues el miedo se reduce al color de piel, al aspecto y a los rasgos físicos de aquellos "otros", razón por la cual se "refuerza (...) un imaginario que atribuye [al sector popular] el rol del 'enemigo interno' al que hay que reprimir por todos los medios" (REGUILLO 1997).

En segundo lugar, el miedo proviene del orden social y político, ya que gracias al rechazo de los jóvenes a ciertos sistemas políticos como el socialismo o el comunismo (aparentemente "pregonado por el gobierno del MAS"), es que se crea el miedo a la pérdida de la estructura política democrática actual, la pérdida de su posición social y los bienes materiales que poseen. Esa idea de "nos van a quitar nuestras casas" proviene del discurso político dominante con el cual se han formado sus opiniones y a través del cual manejan sus prácticas, pues se quiere mantener la estructura social establecida durante años.

"Esa idea racista que los 'indios de mierda nos invaden' generó en los citadinos un miedo y al mismo tiempo provocó no sólo rabia o rechazo; sino fundamentalmente el temor por el 'otro', rasgo constitutivo del racismo" (TÓRREZ 2007: 50).

El joven, en su intento por no perder su posición social dominante ante los sectores populares, integra dentro de su discurso todos aquellos valores apropiados a partir de su interrelación con el entorno al que pertenecen, experimentándolos como únicos y universales, "declarando bárbaros a todos los que no se les parecen" (TODOROV 2000: 25).

Esa inseguridad surge como una "política del miedo cotidiano", que instala una "barrera de seguridad" por parte de los jóvenes hacia los sectores populares. Esto ha provocado la "...equiparación de las áreas públicas en enclaves 'defendibles' con acceso selectivo; la separación en lugar de la negación de la vida en común; la criminalización de la diferencia residual" (BAUMAN 2003: 136).

En consecuencia, la comunidad podría convertirse en "mismidad" sin la existencia de aquel sector diferente al citadino, al "jailón", es decir, la ausencia de un "otro" diferente, que debido a esa su condición de ajeno es expulsado libremente y sin remordimiento alguno gracias a que los temores de la incertidumbre experimentados constantemente en la vida diaria han sido objetivados en la figura del extraño, eliminándolo justamente para evitar esa diferencia (Cf. BAUMAN 2003: 137).

Gracias a este hecho, resulta el confinamiento espacial que generan los jóvenes debido a su necesidad de separar o dividir la homogeneidad de sus grupos con la heterogeneidad del exterior, es decir, de las clases populares, hecho aportado por la división etnoracial.

En este sentido, los jóvenes se encuentran convencidos del discurso diferenciador con los sectores populares, pues gracias a esto es que sigue siendo posible la separación entre ambos, es decir, necesitan de aquel discurso para permanecer dentro de su grupo, en el cual se encuentran seguros.

Los jóvenes han ido justificando sus actitudes, prácticas y discursos a través de ese imaginario del "otro incivilizado y temeroso", transformando de esa manera la idea de gueto original referida como "protector frente a la exclusión social", estableciendo en su lugar guetos contemporáneos que presentan una letal relegación social (Cf. Wacquant en BAUMAN 2003: 144).

La inseguridad transformó la multiculturalidad en "multicomunitarismo"; como explica Zygmunt Bauman:

Diferencias culturales profundas o triviales, conspicuas o apenas perceptibles se utilizan como materiales de obra en la frenética construcción de muros defensivos y rampas de lanzamiento de misiles. La "cultura" se convierte en sinónimo de fortaleza asediada, y en una fortaleza sitiada se exige a sus habitantes que manifiesten diariamente su lealtad inquebrantable y que se abstengan de cualquier trato familiar con los de afuera (2003: 166).

Esto quiere decir que, tanto jóvenes de la zona norte como del sector popular (ya sea por causa-efecto) han formado comunidades separadas unas de otras, defendiéndose y apartándose de los "diferentes". Se han conformado múltiples comunidades a partir de las cuales se separan las diferencias culturales, sociales y políticas, y donde su único fin es la "perpetuación de la división, la separación, el aislamiento y el extrañamiento" (BAUMAN 2003: 166).

Si bien, la conflictividad e inseguridad de ciertos grupos sociales promueve la necesidad de un cambio estructural social, es más bien en los jóvenes la necesidad de hacer prevalecer las experiencias cotidianas a las que ya estaban acostumbrados. Esa su necesidad de reproducción social se da por el hecho de que las prácticas legítimas y los discursos hegemónicos son apropiados e internalizados por los jóvenes de las clases altas de Cochabamba, forman parte de su experiencia sobre la realidad (Cf. REGUILLO 1995: 40).

Es pues que, el joven citadino, nunca antes había sido enfrentado en su visión del mundo, y es que las clases dominantes se han volcado. El discurso dominante de su infancia ha cambiado y ya no les pertenece.

3.4. El resultado: identidades juveniles excluyentes

Gracias a sus discursos políticos, sociales, culturales y hasta económicos, a los imaginarios construidos, a los miedos y sobre todo, a la negación del "otro", es posible identificar la identidad excluyente de la cual se han apropiado los jóvenes de élite cochabambina.

Éstos, han redefinido su identidad colectiva por la necesidad de reforzar ésta misma, "para resistir las presiones del mundo percibido como hostil, (...) es lo que desata el afán incontenible de re-trazar los límites del 'nosotros' frente a los 'otros'..." (PÉREZ TAPIAS 2000: 57). Es decir, los jóvenes en su necesidad de establecer y demostrar la diferencia entre ellos y los sectores populares, van creando nuevos mecanismos de delimitación para lo que consideran grupos separados y distintos, ajenos. De esta manera, es posible reforzar su identidad, pues al encontrar esa diferencia y así mismo delimitarla, se crea una oposición ante la "hostilidad", un "mal" que puede ser enfrentado a partir de lo moral, de los valores y creencias considerados correctos de "mi identidad".

Dicha identidad es construida a partir de encontrar a ese "otro" como diferente, pues la identidad de ciertos grupos se forja a partir de la diferencia de otros, es decir, se forma una alteridad (Cf. JELIN s.f.: 93).

La existencia de esta alteridad ya identificada por los jóvenes, le impone a éstos una sombra a partir de la cual emerge una lucha política inevitable (Cf. MAYORGA 2008: 2), el joven se ve amenazado ante la presencia potente del "otro" indígena, campesino o de clase popular, que si bien en muchos casos fue víctima de su dominación, ha sido capaz de mostrarse lo suficientemente fuerte como para causar el imaginario del miedo y la necesidad de lucha para salvaguardar su orden social.

La identidad reconstituida y arraigada en la juventud de élite cochabambina se ha visto traducida en una identidad excluyente anclada en el orden racial e intolerante, dispersándose en dimensiones tanto políticas, económicas, sociales y culturales.

Ya no sólo estamos hablando de la intolerancia y negación del "otro", sino hablamos del límite de las expresiones de la exclusión: el intento de aniquilamiento o eliminación.

 

Notas

1. En términos de Alex López y otros, la palabra jailón se aplica a "las personas que tienen una economía sólida, a los miembros de la élite de la región" (LOPEZ y otros 2003:14), que por lo general frecuentan los espacios exclusivos a los que nos referimos.

 

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Enviado: 30 de abril de 2011.

Aceptado: 10 de julio de 2011.

 

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