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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.12 n.14 Cochabamba  2007

 

Criticando a la crítica: reconfiguración de estudios culturales en escenarios de incertidumbre

Marcelo Guardia Crespo

Boliviano. Doctorante en Derecho a la Información y Ética, Universidad Completense de Madrid. Maestría en Comunicación y Cultura. Licenciado en  Comunicación Social. Director de Carrera de Comunicación Social de la  Universidad Católica Boliviana, Cochabamba, Bolivia.

guardia@ucbcba.edu.bo


Resumen

Los estudios culturales han experimentado una serie de transformaciones en su metodología de abordaje de objetos de investigación que permiten observar cómo ciertas categorías centrales, como la noción de crítica, han ido cambiando de sentido de acuerdo con los cambios de paradigma y los desafíos de la globalización cultural.

Con esta perspectiva se propone dibujar un mapa para el abordaje de fenómenos culturales y de comunicación incluyendo elementos de los nuevos contextos globales y rescatando categorías centrales tales como el trabajo y la imaginación.

Palabras clave: crítica, estudios culturales, trabajo, imaginación.

Resumo

Os estudos culturais tem experimentado uma serie de transformações na sua metodologia de abordagem dos objetos de pesquisa que permitem observar como certas categorias centrais,  como a noção de crítica, tem mudado de sentido de acordo com as mudanças de paradigma e os desafios da globalizacao cultural.

Com esta perspectiva propoe-se esboçar um mapa para a abordagem de fenômenos culturais e de comunicação incluindo elementos dos novos contextos globais e resgatando categorias centrais tais como o trabalho e a imaginação

Palavras clave: critica, estudos culturais, imaginação, trabalho.

Abstract

Cultural studies has gone through a series of transformations in its methodology of approach to the objects of research. These allow observing how certain core categories, such as the notion of criticism, have changed in meaning according to paradigm changes and the challenges of cultural globalization. From the basis of this perspective, a map to approach cultural and communication phenomena, including elements of the new global contexts and rescuing core categories such as work and imagination, is attempted to be drawn.

Key words: criticism, cultural studies, imagination, work.


Analizar objetos de comunicación y culturas populares, hace algunos años, habría permitido escudriñar los fondos de los discursos macrosociales diseñados por el marxismo, el psicoanálisis y la semiótica estructuralista, con resultados satisfactorios para el egocentrismo ilustrado, autodenominado “discurso crítico”, pero con un distanciamiento lamentable de la real dimensión humana tanto en la comunicación como en la propia cultura.

Hoy los desafíos de las ciencias sociales son mucho mayores y generan más incertidumbre que certezas.

Por ello, mantener una actitud de vigilia, sospecha y desconfianza en las certezas, es lo más saludable en un tiempo en que son las personas simples de las ciudades y del campo, las que definen los procesos históricos, al margen de la capacidad supuestamente crítica de los intelectuales tradicionales, a través de caminos insospechados en los que confluyen proyectos en el pasado occidental y la tradición de las culturas originarias de  continentes como el nuestro.

En esa perspectiva se sitúa un paisaje compuesto por algunas preocupaciones prioritarias: los desplazamientos de migrantes e información en diversos flujos; la globalización económica, política, tecnológica y cultural; la cultura mediática; la reconfiguración de las hegemonías en el marco del modelo económico neoliberal y la cultura de los derechos humanos, en particular de la información.

De manera complementaria, y como una necesidad por intentar captar mejor esa capacidad de reconfiguración que tienen los fenónemos sociales y en particular los comunicacionales, se hace prioritario recuperar algunas nociones que parecían haber sido enterradas al calor de la mal llamada década posmoderna de los años noventa, tales como el trabajo en un nivel material, e incorporar como factor extraído del mundo de la subjetividad la capacidad de imaginación de las personas simples, como motor de la historia contemporánea. Ambos elementos atravesados por lo que García Canclini (2006) llama “diferentes, desiguales y descontectados”, en una preocupación por evitar la despolitización de la investigación social en cuanto a no perder de vista las diferencias culturales de los grupos e identidades sociales, la siempre presente exclusión social provocada por las desigualdades en cuanto a derechos humanos y la generación de exclusiones en torno al acceso al conocimiento y la información de interés social.

Con esto, sería posible contar con bases para un trabajo que no repita slogans de viejos modelos de análisis que hacen el juego a la hegemonía con un discurso pretendidamente crítico pero altamente inofensivo y, por otro lado, evitar que las modas teóricas vuelvan a despolitizar la investigación en comunicación y cultura promoviendo el estudio de objetos poco relevantes e incapaces de acompañar los veloces procesos de cambio.

Proponemos considerar la incorporación de los siguientes factores en el abordaje de los fenómenos contemporáneos de comunicación y cultura, como base para un trabajo científico e interdisciplinario:

1.    Flujos migratorios

2.    Globalización

3.    Dimensión relacional de la cultura mediática

4.    Reconfiguración de Hegemonías

5.    Cultura de los Derechos Humanos /Derecho a la Información

6.    Reconfiguraciones teóricas / crítica

1. Migraciones físicas y de información

Si existe un síntoma claro y evidente de la crisis social en este momento de incertidumbre a nivel mundial es la movilización de millones de personas de los continentes más pobres hacia los países de Europa y EEUU. Para Arjun (Cf. 2001), los flujos más poderosos del planeta en el siglo XXI son las migraciones humanas y la información.

1.1 Los flujos y tránsitos de personas

Estas personas tejen una suerte de redes que articulan necesidades económicas con astucias simbólicas propias de los procesos de ascención social. Producto de ello, más allá del dolor que supone la fragmentación de la familia, en países como Bolivia, los ingresos por remesas del exterior ascienden a más de ochocientos millones de dólares por año.

Es posible ver el problema de las migraciones desde dos perspectivas: la de la herida que representa el síntoma de la crisis -especialmente económica- de los países del tercer mundo y el de la dinámica cultural promovida.

1.1.1 La herida global del siglo XXI

Las migraciones de personas que dejan su familia y su país en busca de mejores condiciones de vida tienen componentes económicos, políticos y culturales de incidencia local y global. La familia, como unidad socializadora más poderosa de la sociedad queda fragmentada en su integridad provocando una serie de problemas, en muchos casos traumas, inteligibles en la dimensión emotiva y personal, solamente por los actores de dichos procesos. Niños quedan al cuidado de parientes que no es el mismo que el de los padres. Se produce dolor de manera silenciosa en los que viajan y los que quedan. Las personas extrañan del entorno social y cultural en los nuevos contextos. Es normal que los migrantes sean objeto de maltrato, discriminación, marginamiento, en procesos que se constituyen en factor de reconfiguración de las culturas y por tanto de identidades, en los que los migrantes son actores principales, pero ocupando el lado de la subalternidad y la exclusión globalizadas.

1.1.2 Dinámica cultural

La otra perspectiva es la que permite detectar cómo se generan cambios culturales gracias a las distintas situaciones vividas: los nuevos contextos de trabajo generan nuevas condiciones para el desarrollo de la cultura. Los migrantes llevan consigo la memoria histórica de sus comunidades de origen, cosmovisiones originarias, religiosidad, tradiciones familiares, imaginarios que conectan el pasado y presente concretos con un futuro imaginado y elementos más visibles como vestuario, idiomas, hábitos alimenticios, formas de celebración de identidades varias, etc.

En los nuevos contextos, los migrantes se encuentran con las comunidades de coterráneos que, en las mismas condiciones, reproducen hábitos culturales impregnados con elementos de las culturas locales, las de otras comunidades de migrantes y sobre todo las nuevas condiciones de praxis cultural de las sociedades que los reciben (Cf. Bauman: 2002). Frente a la rutina cotidiana del trabajo, razón primera y última de la migración, los espacios y momentos del festejo y distensión del fin de semana o feriado son los privilegiados para la puesta en escena de las identidades de origen.

Otra es la dinámica cultural de las comunidades de donde salen, porque el contacto tiende a persistir gracias a las permanentes remesas de dinero, las responsabilidades asumidas con los familiares, y en muchos casos, la necesidad de ostentar el carácter cosmopolita de las identidades en (re) construcción, especialmente por parte de generaciones de migrantes jóvenes.

El efecto directo de estos procesos es visible especialmente en el ámbito familiar y privado. Las remesas se destinan a emprendimientos, viviendas, gastos familiares, estudios, ahorro y una suerte de reactivación económica micro familiar.

En algunas zonas de Bolivia, se nota una canalización de esfuerzos hacia la distinción simbólica, expresada a través de la construcción de casas de lujo, adquisición de bienes caros tales como automóviles, electrodomésticos,  aparatos de comunicación de última tecnología, apropiación de TIC para usos sociales de interacción social, revitalización y generación de relaciones sociales.

Se trata de actividades que tienen incidencia directa con la dinámica construcción de identidades individuales, familiares, comunitarias y hasta nacionales. Los flujos de traslado de las tradiciones fuera de contexto original, la recreación y adaptación de tradiciones al nuevo contexto, el retorno enriquecido de manifestaciones (nuevos matices de forma: música, vestimenta, colorido, sabores, lenguaje) reconfiguran los esquemas de construcción y renovación de cultura e identidad.

1.1.3 Flujos de información

Otra de las marcas culturales del presente siglo es la profusión de información. Aunque la hegemonía siempre tiene ventajas en cuando al acceso a las TIC, siempre en renovación, la sociedad global está mucho mejor informada sobre la actualidad mundial, nacional y local que en las décadas pasadas. Las TIC, en particular la red mundial, han sacudido los sistemas de producción y difusión de información y conocimiento. El control monopólico de los flujos ha sido fuertemente debilitado gracias a la profusión de sistemas informativos alternativos.

Sólo basta comparar la información mundial que circuló en la primera guerra del Golfo Pérsico (1991) con la cadena CNN como una sola mirada mundial  y la segunda guerra que contó con redes alternativas de otros países (Al Jazeera, TV China, Rusa, Alemana y otras), que no coincidían necesariamente con el enfoque de la gran cadena norteamericana que inclusive no pudo hacer una cobertura directa de los hechos. Pero sobre todo por la presencia de la red internet y sus múltiples sub-medios que han permitido la circulación de información en todas las direcciones pero con un enfoque alternativo, tan poderoso que la guerra se inició con altísimo índice de oposición en todo el mundo. La gente estaba informada pese a la versión oficial del llamado “imperialismo yankee”.

2. Globalización

Si pensamos la globalización como la expansión de la cultura occidental conviene preguntarnos cuándo fue que comenzó este proceso y por qué fue esta cultura la que se expandió y no cualquier otra. Alejandro Magno fue el primer conquistador de la antigüedad que logró integrar pueblos muy distintos en un solo imperio. Había una diferencia en la perspectiva expansionista de la cultura de los griegos: eran antropocéntricos y estaban superando el mundo del “Mithos” para dar lugar al reinado del “Logos” (Cf. Sanhueza et. al.: 1997), es decir, el ejercicio de la dimensión racional de la mente humana en lugar de la emocional.

Aunque los ideales de perfección, verdad, justicia, democracia, política, derechos, obligaciones, ciudadanía, dialéctica, lógica, etc., fueron relegados en la Edad Media para preservar y legitimar el poder por parte de la hegemonía feudal, fueron los mismos valores de la antigüedad los que permitieron la superación del oscurantismo medieval en el renacimiento. Sin embargo, cabe apuntar al menos dos elementos claves en la cultura de la Edad Media que desmitifican esa imagen negativa y simplista de este largo período. No es verdad que los sectores populares eran completamente inconcientes de las poderosas estructuras oficiales de producción ideológica. Importantes estudios iniciados por Mijail Bajtin (1987), demuestran que las clases populares tenían formas propias de expresar su capacidad de crítica y podían oponerse al poder. El Carnaval, la sátira, la risa, el realismo grotesco, el humor cotidiano y las formas teatrales de espectáculo callejero eran ocasión especial para la puesta en escena de creativas maneras de cuestionamiento del poder.

El otro elemento importante tiene que ver con la supuesta omnipotencia de la iglesia Católica en cuanto al control ideológico de la sociedad europea. Es justamente la iglesia la responsable por la recuperación del pensamiento racional aristotélico gestado en la antigüedad. Los grandes filósofos de la iglesia, tales como Santo Tomás y San Agustín sostenían que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y, en tal condición, le fue dada la libertad de decidir sobre su accionar en el mundo terrenal, en base a sus valores y sobre todo en base a un ejercicio racional. Para ir por el camino del bien, era necesario entonces reflexionar, analizar, pensar; es decir, ejercer la capacidad de raciocinar críticamente. Fueron las bases de la racionalidad que llegaron a florecer en el renacimiento y a su máxima posibilidad de sistematización con el iluminismo. Con esta lógica, se superó, en la teoría, el poder de las fuerzas de la subjetividad, emotividad, mitología, superstición, etc., propias de las culturas premodernas.

El Renacimiento fue marcado por la cantidad de descubrimientos, como los continentes, mares y territorios. En el campo filosófico, René Descartes propone un modelo para acercarse a la verdad. “Si todo es dudoso”, dice el filosofo, “debemos desconfiar de todo”. Sin  embargo, esta forma de argumentar acaba teniendo certeza solamente cuando se constata que para dudar hay que pensar, por tanto, el filósofo concluye: “Pienso, luego existo”, que no es otra cosa que la confirmación del factor racional como fundamental para la construcción de la modernidad occidental. Era una manera consistente de concebir la criticidad.

Otro hecho fundamental en la historia de las culturas es la Reforma Luterana y la Contra-reforma Católica. Ambas construyen su ética en función a lo que consideran es el origen de los problemas para la civilización y el desarrollo de la sociedad: las culturas populares. La reforma de estas culturas por parte del clero y los protestantes, es una estrategia por reencauzar y hacer que éstas se hagan más racionales, decentes, diligentes, ordenadas y modernas (Cf. Burke; 1989).

En ese contexto Colón llega al nuevo mundo. La ausencia de cultura detectada por él en un inicio y luego el reconocimiento de pueblos potencialmente evangelizables por parte de los conquistadores dan pié a la estrategia de asimilación cultural basada en la “extirpación de idolatrías”. La mirada triunfal de los ibéricos por la expulsión de los árabes sumada al empeño reformista de las iglesias, sirvieron para imprimir una relación impositiva persuasiva al inicio, pero violenta en el resto de la conquista. Así comenzó la expansión de una de las fases de la cultura occidental, conocida hoy como globalización.

Los avances y evolución de la cultura occidental fueron sistemáticamente difundidos y extendidos a todas los territorios coloniales de los distintos continentes. La ética protestante generó unas colonias más eficientes en lo económico que la católica, aunque más genocidas. El resultado final es evidente. América del Norte no es lo mismo que América Latina.

La Era moderna, configurada en torno a la Revolución Francesa, también tuvo sus repercusiones en las colonias, generando un paradigma del que hasta el presente no se vislumbra salida: democracia en el ámbito político, capitalismo en la economía y libertad ciudadana (derechos humanos) en la cultura. Aunque la razón ilustrada prometió igualdad, libertad y fraternidad, el nuevo modo de producción reveló inmediatamente sus serias contradicciones: muchos pobres muy pobres y pocos ricos muy ricos.

El argumento para explicar tal estado era el imperio de la subjetividad en la cultura humana cotidiana, especialmente en las clases populares proclives a las emociones, creencias, supersticiones, mitos, religiosidades, sentimientos, etc. Fue otro argumento para  concebir la capacidad de crítica.

Las colonias no tardaron en reproducir los actos revolucionarios de Europa y nacieron a la independencia a lo largo del continente. Pero lo hicieron con un proyecto latente de ciudadano, aunque en el discurso mostraron una imagen muy democrática e inclusiva. Este debía ser blanco, cristiano, productivo, ilustrado, adulto, varón, culto, etc. (Cf. Reguillo;  2000). El extraño a ese perfil, aunque nativo, sólo pudo participar a través de un mestizaje inclinado hacia ese estereotipo generado en Europa y expandido como modelo de la cultura occidental.

El marxismo ayudó a desvendar el contenido ideológico de los discursos sociales. Junto al psicoanálisis, que demostraba contenidos latentes en los sueños más allá de los manifiestos, se consolidó una fórmula semiótica que en la comunicación buscó el significado connotativo más allá del denotativo. El paradigma ilustrado, estableció sus bases del análisis social para el siglo XX en una suerte de paranoia del sentido en todos los análisis. Así se alimentó otro componente de la cada vez más fuerte “capacidad crítica”, en la búsqueda del “verdadero” y unívoco sentido.

Bajo enfoques distintos, pero en perspectivas similares, las teorías de la comunicación desarrollaron como teoría crítica, funcionalismo y estructuralismo una forma de ver los mundos de la comunicación y la cultura despojados de su natural dinamicidad, espontaneidad y subjetividad. La Escuela Latinoamericana, en una primera época, también se inscribió en esa línea bajo la preocupación por la falta de teoría y método propios para el análisis comunicacional, la necesidad por vincular la investigación con los movimientos sociales y contar con un método propio, con miras a disminuir las relaciones de dependencia frente a los países llamados desarrollados.

En los años 80, la ruptura de paradigmas en las ciencias sociales permitió la recuperación de aspectos tales como la subjetividad, la multidimensionalidad de los fenómenos sociales y encendió la incertidumbre respecto del pensamiento generalizado de que los medios masivos eran todopoderosos y la cultura estática.

García Canclini y Martín Barbero, en un primer momento, definieron los caminos de los estudios culturales latinoamericanos, como una segunda época de la Escuela Latinoamericana. Con esas y otras contribuciones, a lo largo el continente, las perspectivas se enriquecieron en lo que Mattelart llama “el retorno al sujeto” (Cf. 1991).

Los años 90 permitieron constatar los efectos de los grandes cambios de la década anterior. A nivel económico, el modelo neoliberal comenzó a mostrar su lado oscuro, aumentando la pobreza en muchos países y garantizando las ganancias para los empresarios. La globalización experimentó una aceleración violenta y sorprendente gracias al uso ampliado de las TIC a nivel mundial y la expansión de la red Internet, como un nuevo complejo de medios de comunicación interpersonal y masiva con alcances revolucionarios en el campo de la transmisión y circulación de información.

Los campos de aplicación de la comunicación como disciplina también se vieron extendidos hacia polos evidentemente opuestos. Por un lado, los más vinculados al mercado como las relaciones públicas, publicidad, propaganda, marketing y, por otro lado, los de línea más comprometida con la educación y hasta el cambio social como resquicios de la comunicación alternativa, la comunicación para el desarrollo en sus diversas variantes: salud, medio ambiente, género, ciudadanía, etc. Ambos polos con la legitimidad que el nuevo contexto sociocultural exige.

La globalización, entendida como expansión de la cultura occidental, es un proceso histórico dispar, por las desigualdades visibles, y generador de localidades por la explosión de la diferencia. A nivel económico es indiscutible el carácter totalitario de la vigencia de un mercado dolarizado en el que la participación de países pobres está condicionada de manera radical inclusive por la vigencia de tratados de comercio prácticamente impuestos en función de intereses corporativos extranacionales.

En la organización política, el ideal del sistema democrático madurado a través de las experiencias y más de dos siglos desde la Revolución Francesa, se  constituye en el único modelo posible y razonable para la administración del poder público en las sociedades contemporáneas. Todas las naciones parecen buscar construir sus democracias. La diferencia es que en Francia de 1789 surgió y fue protagonizada por el pueblo en las calles. Así también ocurrió en los años 80 cuando fue recuperada gracias a fuertes presiones sociales en el continente. Ahora sirve como pretexto para otro tipo de oscuras transacciones, como el caso de la guerra de Irak y el argumento débil y absurdo de la democratización de ese país. Aún así, es un paradigma indiscutiblemente insuperable. Otro síntoma del triunfo de la expansión occidental.

A nivel tecnológico, otra tendencia uniformizante se muestra tranquilamente vigente: no hay alternativas respecto al uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación. No solamente porque existe un proveedor de ellas para el mundo de manera global (Microsoft), sino porque estar fuera de este nuevo mundo informático significa un peligroso suicidio virtual. No se puede chatear con fines lúdicos o laborales si no se dispone de programas y cuenta hotmail actualizados. Los ejemplos se multiplican si pasamos a otros ámbitos técnicos y científicos de procesamiento de información. “Si no te digitalizas no existes” (Guardia;2003).

El único nivel en el que puede darse la explosión de la diferencia es el cultural. Como nunca antes, ahora es importante ser diferente, de manera superficial o profunda. Las identidades se manifiestan, reproducen y generan de manera no solamente  profusa sino también veloz. Los medios masivos, las TIC y los sistemas tradicionales de interacción acompañan una dinámica cultural vertiginosa que también muestra su lado uniformizante determinado por un mercado global con tendencias definidas en los centros del poder mundial, pero con su contraparte constituida por múltiples posibilidades de afirmación cultural.

Para Beck (Cf. 2003) se desvanece la sociedad de clases pero se aumentan las desigualdades sociales en procesos marcados por la individualización de la cultura, la revolución sexual, el privilegio del placer, la crisis de la familia monogámica, el reconocimiento de derechos, opciones e identidades sexuales, el trabajo precario y las crisis ecológicas.

El lado bueno de este panorama complejo es  la expansión de la cultura de derechos, género, medio ambiente etc., con más información y consecuente aumento de referencialidad.

Así como se ha descentrado el sistema de flujos informativos, ha ocurrido algo parecido con la tradición absolutista de manejo del poder. Han surgido nuevos actores sociales, escenarios y conflictos en los países y continentes, revindicando acceso a elementos básicos de la sobrevivencia como las demandas de pueblos originarios, tierra y territorio,  agua, gas, recursos naturales, etc.

3. Dimensión relacional de la cultura mediática

Uno de los lados positivos de este periodo de crisis de paradigmas ha sido, más allá de poder comprender mejor los procesos culturales desde la perspectiva de los actores, la superación de modelos de análisis reduccionistas que consideraban a los medios masivos de comunicación como los causantes de gran parte de los males de la sociedad contemporánea, atribuyéndoles un poder sobredimensionado en la dinámica cultural.

Los estudios culturales ingleses y luego los latinoamericanos, se han ocupado de demostrar ampliamente que la relación entre los medios y los públicos es siempre dialéctica y que los mensajes producidos y difundidos por estos sistemas son resultado de una negociación en la que frecuentemente hay ganancias por ambas partes (emisores y receptores), sean éstas de naturaleza material (económica) o simbólica.

Antonio Gramsci, en sus trabajos sobre folklore hace referencia a la importancia del reconocimiento de que en la relación hegemónicos/subalternos, también hay complicidades y propone incluir el aspecto relacional en el análisis social. La visión de Walter Benjamín sobre las formas subjetivas (sensorium) de consumir las producciones de la industria cultural, exige pensar en el lado del receptor como un mundo de infinitas posibilidades no sólo de relacionamiento sino también de significación. Más adelante, Pierre Bourdieu analiza con detalle la microfísica de las relaciones de trueque simbólico en los espacios sociales y demuestra que los lucros no necesariamente se dan en los mismos tipos de capitales y que puede darse el caso de que un lado gane dinero y el otro distinción.

Esto nos permite ver la comunicación masiva como un espacio también de negociación en el que habrá ganadores por ambos lados, aunque, en situaciones macrosociales relacionadas con el poder, sean las hegemonías las que lleven ventajas. Por ello, la importancia de la inclusión teórica y metodológica de la tensión entre retórica y hermenéutica como parte del objeto de investigación comunicacional.

En esta línea, la supuesta omnipotencia de los medios de masas debe ser vista con desconfianza, así como la opuesta del todopoderoso receptor activo que resemantiza todo lo que le llega.

3.1 Cultura Mediática

La “cultura mediática” es una noción que reconoce a los medios masivos como escenario para la acción social, en particular de la política. Muchos hechos históricos desarrollan y definen situaciones determinantes en la historia de los países. Algunos analistas sociales afirman que los medios se han convertido en actores políticos. Afirmación desconfiable porque no podemos olvidar que detrás de los medios están los verdaderos actores, empresarios y políticos que los utilizan para fines proselitistas y lucha por el poder. Atribuirle a los medios un protagonismo político es evitar descubrir los verdaderos actores de esos procesos o sea, hacerle el juego al poder.

Los medios permiten visibilidad. Parece que no es posible la existencia de personas, situaciones y cosas si no es “a través”, “en” o “por” los medios masivos.  Sean objetivos comerciales, políticos, educativos o de otra naturaleza, los medios masivos se han convertido en una herramienta prioritaria para las estrategias de información y comunicación. Del lado opuesto de los procesos también el público busca en los medios la información útil para satisfacer necesidades informativas. Lo que no pasa por los medios puede quedar condenado a la inexistencia, a no ser que se utilicen redes alternativas, que en los últimos tiempos han demostrado ser muy eficientes.

Gracias a las nuevas tecnologías aplicadas a los procedimientos de producción de mensajes impresos y audiovisuales, las ideas pueden ser codificadas con mayores recursos y por tanto con mejores resultados retóricos, por cuanto la estética y los elementos constitutivos de los mensajes ayudan a interpelar y a persuadir de manera más eficiente.

Con estos elementos, que normalmente están a favor de los sectores que controlan, manejan y tienen acceso a los medios, es necesario reconocer el gran poder que supone el uso de éstos, sobre todo si los públicos no tienen muchas opciones de acceso a ofertas alternativas y cuando sus niveles de información son escasos debido a la baja escolaridad o desinformación, tan comunes en países de este continente.

Aun así, el fantasma de la dominación y control total de la conciencias, en la línea de la teoría crítica frankfurtiana, es cada vez más utópico, no solamente porque la multiplicidad de medios y flujos de información han aumentado notablemente, sino también porque las personas, en el siglo XXI están más informadas que en el pasado.

Por tanto, la cultura mediática es un lugar de interacción de doble astucia porque las negociaciones y lucros están ocurriendo de manera imprevisible y en sentidos definidos por factores racionales y subjetivos propios de la vida cotidiana de las personas.

En este campo la contribución de los estudios culturales europeos y latinoamericanos es altamente valiosa, no sólo para la comprensión de los procesos de significación de mensajes de cualquier naturaleza, sino también porque el análisis de la referencialidad de los públicos, (mediaciones) es el punto de partida para todo proceso de información o comunicación exitoso. No existe retórica sin la mirada previa a la cultura del destinatario.

El consumo es un lugar importante para la identificación de proyecciones de los imaginarios de la gente. La industria cultural sabe captar mejor los signos de esas ideas que generan dinámica cultural y promueven cambio.

3.2 El rol político de la imaginación

 “Donde hay consumo hay placer” afirma Arjun (2001), rescatando la redefinición del concepto de razón hecha por Habermas en su teoría de la acción comunicativa y dando mayor consistencia a la incorporación de las “razones subjetivas” en el análisis social.

“Donde hay placer hay agencia”, afirma el autor hindú, atribuyendo a los procesos de imaginación e ilusión el rol de dinamizadores poderosos de la cultura contemporánea global. En este panorama, los medios masivos captan esos imaginarios, los amplifican, los esterotipan y los exponen obsesivamente para generar consumo que a su vez dinamiza y es dinamizada por la movilidad social. Bauman (2003) llama a este proceso “saturación del deseo”. “…lo que en último término crea una plusvalía excedentaria es la manipulación del deseo excedentario” (2003:154).

El paisaje mediático disponible es diverso en sus posibilidades de interpelación. La fragmentación de las identidades culturales es alimentada por las industrias culturales que tienen la gran habilidad de identificar los imaginarios populares que circulan en las mentes y representaciones hechas por las personas y comunidades.

La imaginación, según Arjun, se desprendió del arte, del mito y del ritual y se convirtió en “parte del trabajo mental cotidiano”(2001). Pero no se trata de una actividad más. Es el mecanismo por el cual las personas conectan su pasado con su presente y futuro, para generar cambio. Promueve deseo de cambio, alteración del contexto o migración.

La imaginación tiene un sentido proyectivo y cuando es colectiva se convierte en combustible para la acción (cf. Arjun 2001). Por ello también es un fenómeno político. Es un factor que altera las relaciones de poder de las sociedades en las que sus pobladores se mueven. Genera nuevos actores, escenarios y conflictos.

La dimensión mitológica de las personas está siendo alimentada por nuevas religiosidades que permiten sacralizar otros objetos, ideas, personas e ídolos que no son los oficialmente reconocidos por las religiones confesionales. Son nuevas religiones no-confesionales. Los medios de comunicación captan eficientemente esos imaginarios religiosos y los conectan con los procesos de oferta y demanda en el mercado.

Estas formas culturales generan comunidades de sentimientos y sus miembros inventan y comparten mitos, lenguajes, vestuario, comportamientos, rituales pequeños, medianos y gigantes en torno a artistas, deportistas, políticos, etc. Las comunicaciones generadas inundan la producción de los medios masivos. Más allá de que el  consumo de medios y mensajes “provoca resistencia, ironía, selectividad, formas de respuesta y acción que suponen agencia” (Arjun2001). La imaginación colectiva representada por los medios pasa fácilmente de los sueños a la acción colectiva, por tanto, produce historia.

Los medios masivos representan y escenifican la necesidad de reconocimiento, participación, los deseos de ocupación y las luchas simbólicas. Son sistemas que hacen parte de poderes económicos y políticos cuyos intereses se ponen de manifiesto a través de su producción y sus líneas informativas. Son escenario de confrontación de poderes.

4. Reconfiguración de hegemonías en el modelo económico neoliberal

Un objeto de investigación comunicacional fuera de su contexto sociopolítico es un objeto ficticio. Los procesos de comunicación y cultura no pueden ser entendidos si no es en sus contextos económicos y políticos locales o globales. Aunque esto resulte un cliché de las academias, su reiteración resulta relevante más aún cuando la investigación comunicacional, así como la de otras disciplinas suele convertir en moda ciertos enfoques y teorías.

Así ocurrió  en muchos casos con la moda de los estudios de recepción y los de subespacios culturales (identidades urbanas, culturas híbridas, etc.) que, en una perspectiva constatacionista y con un derroche desmesurado de técnicas y metodología etnográficas, desviaron su atención y recursos, mientras la hegemonía mundial estaba reconfigurando sus mecanismos de poder a su favor, generando nuevas y más eficientes formas de exclusión social.

Los ajustes de la economía en favor del capital, implementados con el modelo neoliberal, se han traducido en aumento de pobreza y mayor concentración de riqueza en élites astutas. Se ha favorecido el libre comercio y suprimido las fronteras del capital, se han desregularizado los mercados reduciendo menor intervención de los Estados en la economía. Se han privatizado empresas públicas. “El neoliberalismo es culturalmente ciego, crea nuevos problemas” afirma Beck (2002), anunciando para las décadas futuras “profundas contradicciones y paradojas desconcertantes” porque se está vulnerando  la categoría más importante de la teoría marxista, desechada en épocas supuestamente postmodernas: el trabajo.

La prueba más fehaciente de este nuevo panorama marcado por la mayor producción y menor mano de obra, es la “flexibilización laboral”, mediante la cual se facilita el despido de trabajadores, se disminuyen los beneficios, aumenta la inseguridad laboral por el despido, los contratos son de menor duración y fácilmente rescindibles. Para Beck es la implementación de una economía política de la inseguridad, en la que el Estado y la economía transfieren los riesgos a individuos trabajadores. El empresario nunca pierde y el resultado es mayor desempleo, migración, inestabilidad, incertidumbre, crisis.

Ignorar que la comunicación y los procesos de interacción simbólica no están inmersos en estos contextos económicos y políticos, es cercenar los objetos en sus razones básicas de fenómenos sociales. Por ello, es imperativo no separar los objetos de análisis de esas condicionantes.

5. Cultura de los Derechos Humanos/ Derecho a la Información

También es útil, en este diseño de mapa teórico para el abordaje de objetos de cultura, incorporar no sólo como una visión de modernidad, sino como plataforma de lucha académica, la cultura de los derechos humanos que puede funcionar como un nuevo mito para la cultura global del siglo XXI, pese a sus diversos enfoques y lecturas.

No se puede negar que se han dado avances notables desde la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 y que se trata de un notable esfuerzo por racionalizar las relaciones políticas de la sociedad siguiendo los lineamientos paradigmáticos del racionalismo ilustrado. Cabe resaltar su carácter social o universal, a diferencia de las ideas de la Revolución Americana de pocos años atrás. Pero lo más relevante es que se inicia con una discusión polémica y fructífera, que para muchas personas, movimientos y actores mundiales, es una plataforma ideal sobre la cual deben moverse los proyectos de desarrollo en el mundo, porque su satisfacción mínima sería un logro revolucionario en la transformación de los pueblos y sobre todo la satisfacción de necesidades elementales de sobrevivencia.

Entre esos derechos, el de la información es el que nos concierne por cuanto nuestra profesión trabaja con la información como materia prima en cualquiera de sus campos de especialidad. Esto supone reconocer la evolución del “derecho a la libre expresión”, desde el siglo XVIII hasta la declaración de 1948, que incorpora dos dimensiones además de la expresión: recibir e investigar información de interés público.

Aunque la noción de derecho a la información contempla la participación de los polos de la emisión y la recepción como componentes fundamentales de su sustento teórico, en años recientes se está dando una tendencia por configurar lo que sería una nueva noción de derecho más completa y democrática, la del “derecho a la comunicación”. Para esta noción, el sentido filosófico de fondo es concebir este derecho en una perspectiva más dialógica que no privilegie  sólo el lado de la emisión, sino que incorpore la posibilidad participativa de ambos lados en condiciones de mayor igualdad (Cf. Contreras & Carrasco; 2006:53).

En un tiempo de incertidumbre, en el que tanto el presente como el futuro son inciertos para grandes grupos humanos, la cultura de los derechos humanos es indiscutiblemente el norte para los ideales de bienestar y progreso de los pueblos a nivel global. Independientemente del origen político-partidario, si los programas de desarrollo contemplan sin demagogia esta perspectiva, las transformaciones sociales ocurrirán de manera consensuada. Para ello es necesario saber detectar cuándo se hace referencia a estos derechos como una estrategia conservadora de poder. No olvidemos que tanto derecha como izquierda han incorporado este código en sus discursos.

“una teoría de los derechos adecuadamente entendida requiere una política del reconocimiento que proteja la integridad del individuo en los contextos de la vida en los que se forma su identidad...” (Habermas, citado por Bauman; 2003: 164).

El ejercicio de ciudadanía en el sentido más amplio y globalizado de la palabra es  todavía  un objetivo a ser alcanzado por las democracias, sean éstas mas o menos consolidadas. Es un factor de globalización a nivel político.

“La universalidad de la ciudadanía es la condición preliminar de toda ‘política’ del ‘reconocimiento’ que tenga sentido” (2003:164).

6. Reconfiguraciones teóricas / crítica

La noción de crítica ilustrada basada en procedimientos racionales de aproximación a la realidad es finalmente superada con la crisis de paradigmas de los años 80, cuando se gesta el llamado “retorno al sujeto” que propone entender los fenómenos desde la perspectiva del sujeto e incorporar al análisis social las dimensiones de la subjetividad y el capital simbólico.

Un nuevo concepto de razón (Habermas) desfigura la certeza de la crítica ilustrada que despreció durante mucho tiempo todo lo que no se encuadraba dentro de lo objetivo, verificable y positivo. El aspecto simbólico de la interacción (Bourdieu) permitió comprender el por qué de grandes y pequeños comportamientos humanos entendidos por la ilustración como alienantes o irracionales.

Mientras las contribuciones y corrientes teóricas se diversifican en los años 90 y cada vez se hace más difícil pretender el desarrollo de una corriente teórica única, caracterizada por su origen o preocupaciones, la perspectiva apocalíptica continúa con su discurso negativo que cuestiona los medios como todopoderosos y sostiene la visión preservacionista de identidad estática.

Al poder ya no le afecta que se mantenga esta visión negativa. Al contrario, le conviene que persista porque así se muestra un espíritu pluralista mientras lo económico, con su sistema de exclusión, queda intacto. Los llamados críticos de décadas pasadas reproducen ese discurso y pasan a hacerle el juego al poder convirtiéndose en acríticos. El sentido de criticidad se desplaza hacia visiones más complejas en las que lo simbólico y lo subjetivo cobran valor de factores imprescindibles en el análisis social, cultural y comunicacional.

La llamada postmodernidad fue asumida por muchos sectores políticos y académicos como una verdad absoluta tergiversando, consecuentemente, el análisis de la realidad social, por cuanto la desliga de su dimensión política y sus implicaciones en la reconfiguración de los poderes mundiales, nacionales y locales.  Sus efectos en algunas universidades fueron notables. La investigación en comunicación convirtió en moda algunos tipos de objetos, tales como los procesos de resemantización y el análisis de identidades en contextos específicos. Ambos desconectados de sus contextos sociales, por tanto de su dimensión política.

“Tal el caso de los estudios culturales, y de muchas de las posiciones que dentro de un amplio abanico se reclaman “postmodernas”. La mayoría de estos desarrollos tienden a una celebración acrítica de lo hoy existente, y realizan la pérdida de referencia a una cuestión tan decisiva como es la del poder” (Follari: 2004: 24).

Neoliberalismo y postmodernidad son aliados en la reconfiguración del poder de las hegemonías. Los índices de pobreza y exclusión aumentan junto a la incertidumbre y el deterioro del trabajo. Mientras importantes sectores de la academia festejan los hallazgos que las nuevas teorías han permitido vislumbrar.

“La prometida sociedad sin clases deja paso a la ‘bella diferencia’ (Bourdieu) en una nueva y gran polarización social. En lugar del efecto ascensor para todas las capas sociales, tenemos el efecto puerta giratoria, que produce pocos ganadores y muchos perdedores” (Westphan; citado por Beck; 2000: 62).

Es una suerte de engaño en la investigación social que se da frente a un deslumbramiento con los nuevos objetos producidos por los estudios culturales: identidades y recepción activa. Es una corriente constatacionista de la teorías que desconecta los objetos de su dimensión social y produce un efecto político distraccionista que desvía la atención y los recursos de la academia hacia objetos prácticamente inútiles.

Son nuevos estudios “críticos” que cuestionan a los antiguos por una supuesta desconexión con la realidad que curiosamente estos nuevos la vuelven a reproducir. Ambos le hacen el juego al poder que no es objeto de crítica por la producción intelectual. 

A esta altura de la historia, el sistema es más fuerte que cualquier cuestionamiento teórico. La economía neoliberal lo ha devorado todo. Por ellos es necesario volver a analizar la sociedad utilizando:

a. Trabajo, como categoría de análisis social (crisis, movilidad social, migración, desempleo, identidad, globalización, sociedad de la información. etc.).

b. Imaginación, como motor de cambio y movilidad social. Variable que ilustra el cambio de paradigma por permitir la incorporación de la subjetividad de manera más visible en la capacidad humana de soñar.

Para Arjun el trabajo de la imaginación es central como elemento constitutivo de la subjetividad moderna. “.. la imaginación es un escenario para la acción, y no sólo para escapar” (Arjun; 2001:12).

Es un reconocimiento del carácter político de los sueños imaginados por la personas en contextos económicos concretos o representaciones sobredimensionadas de los medios masivos que acaban estimulando importantes actos culturales y comunicacionales.

“Es la imaginación, en sus formas colectivas, la que produce las ideas del vecindario y la nacionalidad, de la economía moral y del gobierno injusto, lo mismo que la perspectiva de salarios más altos o de la mano de obra extranjera.” (2001:23)

La categoría de crítica, por tanto, tiene el gran desafío por reconocer que la superación de la centralidad de los medios es una ruptura con los enfoques tradicionales, pero no necesariamente el olvido de las astucias y el poder que existe detrás de ellos. Que es fundamental  repolitizar el análisis social reconociendo la multidimensionalidad de los fenómenos. Que no es posible la crítica si no se constituye desde la subjetividad y la objetividad de la cultura de los sujetos.

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