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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.11 n.12 Cochabamba  2006

 

El significado socio- comunitario y ecológico de los valores aymaras

 

Víctor Romero Morales

 

 

Boliviano, Licenciado en Filosofía y Magíster en Educación Superior, docente de ética filosófica y profesional de la UCB - Cochabamba,

Responsable de la Unidad de Servicios de Ciencias Religiosas y Director de Carrera de Filosofía a.i.

romero@ucbcba.edu.bo


Resumen

Este artículo trata de los valores humanos de la cultura aymara presentes en su imaginario simbólico de comunidad, tierra y trabajo. El aporte de esta investigación radica principalmente en la explicitación del significado social-comunitario y ecológico de dichos valores.

Palabras clave: Comunidad, cultura,imagen simbólica, significación, tierra, trabajo y valores.

Resumo

Este artigo trata dos valores humanosda cultura aymara presentes no seu imaginário simbólico de comunidade, terra e trabalho.  A contribuiçao desta pesquisa reside principalmente na explicitaçao do significado social-comunitario e ecológico de tais valores.

Palavras Chave: Comunidade, cultura,imagem simbólica, significaçao, terra, trabalho e valores.

Abstract

This article is about human values in the Aymara culture which are present in their symbolical imaginary of community, territory and work. The contribution of this investigation lies mainly on specifying the social-communitarian and ecological  significance of such values.

Key words: Community, culture, symbolical image, significance, territory, word and values.


 

Introducción

Lecciones ancestrales para tiempos postmodernos, con esta frase queremos iniciar la investigación plasmada en este artículo. En la emergencia de estos tiempos posmodernos, los ʻoccidentalesʼ y ʻsimpatizantesʼ de la civilización occidental, nos vamos olvidando paulatinamente de los valores humanos, de aquellos referidos a lo social-comunitario y a lo ecológico. La llamada crisis de valores del mundo occidental, a nuestro juicio es una crisis de significado y sentido humano de la vida. Sin embargo, un pueblo milenario, la cultural aymara,que sobrevive a lo moderno y postmoderno de las sociedades prooccidentales de la región, mantiene viva la vigencia de una sabiduría axiológica, que apelando al leguaje simbólico, propone una manera de convivencia armónica y amorosa entre las personas y con la naturaleza.

Iniciaremos el desarrollo del artículo con el imaginario simbólico aymara de ʻcomunidadʼ, ʻtierraʼ y ʻtrabajoʼ, para luego hacer referencia a aquellos valores humanos presentes en dicho imaginario; seguidamente pasaremos a explicitar el significado socio-comunitario y ecológico de esos valores.

1. Imaginario simbólico de comunidad, tierra y trabajo

1.2. Imagen aymara de comunidad

La imagen simbólica de la ʻcomunidad aymaraʼ se configura a partir de la comprensión y estimación que los aymaras tienen acerca de la convivencia con los semejantes. Las relaciones interpersonales y sociales de los aymaras están orientadas por grandes valores humanos como ser la solidaridad, la justicia, la participación, el bien común, el cariño, etc. Estos valores determinan que la comunidad o ayllu aymara adquiera la imagen simbólica de una familia que está ligada por lazos de fuerte intimidad. Hans van den Berg comenta que: La fuerza del pueblo aymara se determina por su culto de la vida comunitaria. (BERG 1991: 69). Ahora bien, esta imagen simbólica está tan enraizada en los aymaras que constituye la base primordial que orienta las relaciones de éstos con los distintos componentes del cosmos. En este sentido, los aymaras ven la totalidad del cosmos y sus componentes como una gran familia.

Geográficamente, el ayllu rural aymara está formado por cuatro o cinco sectores según el lugar, pero no pueden ser menos de dos.  Por ejemplo, unos se instalan en una hoyada, otros detrás del cerro, mientras que otros donde hay agua. Buscan lugares donde se pueda vivir y cultivar. En cada sector hay cuatro o cinco familias con sus respectivas “sayañas” (terrenos de vivienda y cultivo). La comunicación entre estos sectores da lugar a la formación del ayllu. En este sentido, la comunidad aymara es una cadena, empieza con las familias, continúaen los sectores, pasa a la conformación de ayllus, después las comunidades más grandes y finalmente toda la provincia. A nivel de las provincias se establece la división “urinsaya” (parcialidad abajo) y “aransaya” (parcialidad arriba); entre estos dos sectores hay una competencia permanente: en el deporte, en la cantidad de habitantes, en tener más escuelas, en tener mejores tierras de cultivo.

Sin duda, los rasgos más significativos de la comunidad aymara, cuya imagen simbólica hemos venido a definir como una familia unida por fuertes lazos de intimidad, son la ʻreciprocidadʼ y la ʻcomunitariedadʼ. Así, lo más determinante para la constitución del ayllu aymara no son los individuos que la componen, sino las relaciones de reciprocidad que desarrollan estos individuos. La comunidad aymara no es tanto un conjunto de personas, sino la trama de relaciones de reciprocidad que generan y desarrollan las personas que la integran. Estas relaciones de reciprocidad que fluyen y refluyen entre los comunarios imprimen el carácter comunitario a la comunidad aymara, tanto a nivel de conjunto como a nivel individual. En este sentido, la reciprocidad y la comunitariedad son los elementos claves que caracterizan la comunidad aymara.

1.3. Imagen aymara de tierra

Decíamos que significado aymara de comunidad no sólo se limita a la sociedad humana, sino que se extiende a todo el universo, y en especial a la naturaleza. Ahora bien, en la naturaleza, la tierra es para los aymaras la ʻrealidad más sublimeʼ porque ella les permite nacer, crecer y morir. En el pensamiento aymara, la tierra no sólo es el suelo que les sostiene, ni es sólo el recurso más vital para su sobrevivencia; es ante todo una madre cariñosa que los protege y los orienta en la vida; es la base sobre la cual se afirma la identidad histórica de los aymaras como pueblo.


El pensamiento aymara expresa tres imágenes simbólicas de la tierra que a continuación las presentamos.

La tierra como ʻpersonaʼ:

Un amigo aymara, Licarión Soto, decía que La tierra es como una persona que tiene los mismos gustos, ambiciones y deseos [...] si no se la trata bien, como una persona maltratada, no se siente bien, se resiente. Así nos dicen nuestros abuelos, se la debe respetar como a un hermano. (SOTO; 1991)

Al igual que las demás cosas del universo que para el aymara alcanzan un ʻrango personalʼ , también la tierra es persona, es ʻjaqiʼ. Pero la tierra es jaqi con mayor razón que las demás cosas, porque tiene mayores cualidades y rasgos humanos. Además la tierra es jaqi por constituir el factor más vital para la sobrevivencia del aymara. Por estas razones,entre el aymara y la tierra se establece un verdadero diálogo humanizante, un diálogo de ʻsujeto a sujetoʼ.

La tierra como ʻmadreʼ:

En esta segunda imagen simbólica, la tierra es vivenciada por el aymara como una ʻmadreʼ. En la experiencia cotidiana, en el trabajo o en el descanso, en la casa o en el camino, el aymara siente la presencia materna de la tierra. Dos rasgos se destacan del carácter maternal de la tierra: la función generadora de la vida y la función protectora de la misma. Estos dos rasgos hacen de la madre tierra el componente principal del cosmos, ya que posibilita la concreción de las leyes universales de la reproducción de la vida y de la conservación de la vida.

Como ningún otro elemento del cosmos, la tierra es creadora de nuevas formas de vida. Es la Señora, la Madre Tierra, creadora de toda forma de vida y que el aymara experimenta en todo lugar. (OCHOA 1976: 2). La tierra es la ʻmadre de todo ser vivienteʼ. Claro que lo que genera inmediatamente son los productos, pero, a través de ellos, genera al hombre y a todo otro ser viviente. El otro rasgo de la tierra como madre es la de proteger la vida de las personas. La tierra es la fuente principal de alimentación de los seres vivientes, siempre ha sido y todavía no hay quien la reemplace. La alimentación, primera necesidad vital para el desarrollo de la vida, es ofrecida generosamente por la madre tierra. La madre tierra no protege sólo con alimentos, sino también con abrigo. La tierra es materia prima para la construcción de las casas; dentro de una casa de tierra, de adobe, tapial o simplemente una cueva, hay siempre calor y protección contra las tempestades de la intemperie.

La tierra como ʻdiosa o sagradaʼ:

Para los aymaras, las características personales y maternales de la tierra tienen un alcance muy profundo y sublime respecto a su existencia individual y social. Por esta razón, ven éstas características de la tierra como ʻdivinasʼ. Pero, ¿por qué las características personales y maternales de la tierra son divinas? Para los aymaras todo aquello que tiene que ver con la vida, con su protección y reproducción, es sagrado. La tierra,como ninguna otra realidad, con sus productos y sus materiales da vida y abrigo a los hombres y a los animales. Además, gracias a ella, todos los demás seres se reproducen o generan. Por eso,para los aymarasy el hombre andino en general, la tierra no sólo es el suelo donde se pisa o se echa la semilla, sino es una totalidad vital, una realidad que envuelve, protege y reproduce la vida de todos los seres. De esta manera, la tierra alcanza el rango de divinidad para los aymaras: la tierra es una diosa y es sagrada. Ante esta realidad,los aymaras expresan un gran cariño, pero sobre todo un profundo respeto y veneración.

Pachamama es el nombre que más caracteriza a la tierra como divinidad, como espíritu. Louis Girault dice que la Pachamama es una divinidad de carácter sobre todo agrario. Es la diosa de la tierra que es imaginada por los aymaras como una mujer respetable, aunque nunca es objeto de representación antropomórfica, ni tampoco de otro tipo. Tiene necesidad de reposo, de comer y beber; pero sus rasgos divinos son la inmortalidad y sus poderes intervienen en los trabajos y en la reproducción agrícola, como también en la reproducción de los animales domésticos. Es la “patrona” de la procreación humana y del bienestar general de la gente. Su generosidad es grande, pero si es desatendida u ofendida por los hombres, temporalmente puede dejar de concederles sus beneficios y protección y hasta puede hacer actuar a los seres malignos, que causarán problemas en la agricultura como en la salud del aymara. Su morada está en el interior de la tierra, aunque generalmente se la encuentra en todas partes. (GIRAULT 1988:6)

1.4. Imagen aymara del trabajo agrícola

Este tipo de trabajo cubre casi la totalidad del quehacer cotidiano de los aymaras por cuanto es la actividad principal que asegura la existencia de éstos. Constituye la actividad más importante por la significación que conlleva: para la ʻsobrevivenciaʼ individual y social, para una ʻunión cariñosaʼ con la madre tierra, y para entablar un ʻdiálogoʼ con la naturaleza. Son tres los elementos más significativos que configuran la imagen simbólica del trabajo agrícola de los aymaras, presentes en su imaginario simbólico.

El trabajo como ʻesfuerzo vitalʼ:

Decíamos que la tierra,con sus productos, representa el recurso más vital para la sobrevivencia de los aymaras. Esto se concretiza en la vida cotidiana, gracias al ʻtrabajo de cultivar la tierraʼ. Si bien la tierra es la generadora de los productos que mantienen la vida del aymara, sin embargo éste, como contraparte, debe aportar con su ʻesfuerzoʼ y con suʻtrabajoʼ. La tierra tiene la potencialidad de germinar y producir los frutos; pero el hombre debe derramar la semilla en el surco, debe cuidar para que la nueva plantita tenga un buen crecimiento, y finalmente debe recoger los frutos que constituyen ʻenergía vitalʼpara su sobrevivencia.

Nuestro interlocutor Licarión Soto nos comentaba que El trabajo es lo más importante para sobrevivir; es la primera obligación que tenemos. Lo principal en el trabajo es el interés que uno pone en el esfuerzo. Un buen trabajo debe hacerse por gusto, no sólo por necesidad; pero lograr buenos frutos es la meta del trabajo. Es verdad que en la comunidad hay diversas clases de ocupaciones: albañilería, carpintería, herrería y otros más. Pero nuestro trabajo más importante y permanente es el de “cultivar la tierra”, los demás son circunstanciales. (SOTO 1991)

El trabajo como ʻunión cariñosaʼ con la madre tierra:


El trabajo agrícola de los aymaras también deber ser visto como un momento especial donde el labrador y la tierra se unen en un abrazo cariñoso. Esto se realiza particularmente en el momento de la siembra. Sabemos que entre el aymara y la tierra hay una relación tipo filial y de tipo maternal: una relación de hijo a madre y viceversa. Pero en la siembra, el sentido de esta relación cambia de matiz y se expresa más como una relaciónʻconyugalʼ, algo así como la relación amorosa de la pareja que se junta para procrear una nueva vida. Así pues, en la siembra, el aymara se constituye en el principio reproductor masculino que derrama la semilla en los surcos de la tierra; y ésta es el principio reproductor femenino que recibe las semillas y empieza a germinarlas en su vientre. Por esta razón algunos autores dirán: en las siembras de la región andina, el trabajo es una relación amorosa erótica entre el aymara con la tierra. El aymara no sólo busca la producción material, sino que el trabajo es también el medio que se tiene para fecundar la tierra. Así pues, en la siembra, el aymara se funde con la tierra en un abrazo “amoroso-productivo”, en una relación “erótico-laboral”. Licarión Soto decía que El aymara sabe que derramar la semilla en la tierra es algo que merece mucho respeto. Porque no sólo hay que saber recibir de la tierra sus frutos; también hay que saber germinar la tierra. Echar la semilla en la tierra, como cuando se da de sí para la procreación de los hijos. (SOTO 1991)

Aunque la siembra es el momento más expresivo de la imagen del trabajo como unión amorosa, sin embargo también la ʻcosechaʼ manifiesta esta unión. Así pues, en esta última etapa del ciclo productivo, los aymaras se unen física y espiritualmente con la tierra para recibir en sus brazos los frutos que esta cariñosa madre les da para su sustento. Por eso dice Víctor Ochoa que en la cosecha la gente debe trabajar con todo respeto, con toda seriedad y de la mejor manera posible para recibir como es debido los productos que la madre tierra ʻha paridoʼ. (Cf. OCHOA 1976: 4)

El trabajo como medio de ʻcomunicaciónʼ con la naturaleza:

Los aymaras trabajan la tierra, no como si ésta fuera una realidad material que hay que explotar, sino más bien como una ʻentidad subjetivaʼ a la que hay que respetar. El trabajo agrícola de los aymaras es ante todo un medio de comunicación con la tierra y con la naturaleza. Comunicación en la que hombre y naturaleza se ponen de acuerdo para producir a través de un esfuerzo común, frutos necesarios para defender la vida. Otra informante aymara, Marcela Layme, señala que para las siembras los aymaras, antes de poner la semilla en el surco, dialogan con ésta. Le dan encargos, le hacen promesas y le dan sus ofrendas para que tenga una buena germinación en la tierra y luego se convierta en productos grandes y abundantes. Cuando se pone la primera semilla, “Irpiri”o “Anaquiri” que la guía, se fortalece con vino, copala y coca. Se le habla, se le encarga diciendo: “Te estoy poniendo para que des buen fruto. Para la cosecha te voy a esperar con una pollera de doce yardas; con un aguayo nuevito para que te cargue como primicia”. Además hay que poner junto a la semilla pedacitos de coca con el nombre de los grandes protectores del pueblo aymara: el Sajama, el Huayna Potosí,el Illampu... Para que éstos protejan la germinación de la semilla y no manden las heladas, los granizos y los vientos. En estas condiciones hay que despachar la primera semilla. (LAYME 1991)


Como se podrá deducir de las palabras de Marcela, el trabajo agrícola de los aymaras no tiene como finalidad primera el de explotar los productos de la tierra, como si se sacara de una ʻolla grandeʼ bienes para satisfacer necesidades y caprichos personales. El trabajo de los hombres andinos tiene otra orientación; su finalidad principal es el de servir como medio de comunicación con la tierra y la naturaleza toda. En este diálogo laboral los aymaras piden la generosidad de los frutos, dejan entrar en el proceso de producción a las diversas fuerzas de la naturaleza (climáticas, telúricas, espirituales, etc.), toman debida nota de la interpretación de los signos que la naturaleza les da. Todos estos elementos entran en juego cuando se está cultivando la tierra, y por eso decimos que el trabajo agrícola de los aymaras, ante todo, es un auténtico diálogo respetuoso con la naturaleza.

2. Valores presentes en el imaginario aymara de comunidad, tierra y trabajo.

Hablemos ahora del significado axiológico que se halla presente en las imágenes simbólicas de comunidad, tierra y trabajo. Este aspecto de significación axiológica se concretan en esas cualidades de relación que llamamos valores.

Básicamente diremos que los valores son cualidades que relacionan a personas, cosas y otros seres respecto a un sentido y un significado vivencial. Los valores, como cualidades que relacionan, tiene la ʻfinalidad y funciónʼ (sentido) de servir en la realización del hombre como persona; y tienen una gran importancia para la vida humana ya que ʻrepresentanʼ (significado) su identidad, su conservación y su proyección.

Los valores de la cultura aymara toman forma a partir de las relaciones de sentido y significado que los aymaras establecen con los diferentes componentes del entorno cósmico. A continuación presentaremos los valores más originales de la cultura aymara, aquellos que se dan en las relaciones del aymara entabla con su comunidad, con la tierra y en el trabajo.

2.1. Los valores en la imagen de la comunidad.

El carácter cualitativo de las relaciones intracomunitarias de los aymaras se expresa principalmente en cinco valores: el valor de la familiaridad o intimidad, que es el valor fundamental y los valores del intercambio, del cariño, del respeto y de la reconciliación, que se derivan del primero.

El valor de la familiaridad o intimidad que se da entre los aymara:

Las relaciones fraternales de los aymaras despiertan entre estos una profunda actitud de solidaridad y cooperación, no sólo al interior de la comunidad, sino en cualquier lugar y en todo momento. Domingo Llanque dice al respecto: La solidaridad no solamente se manifiesta para el grupo, sino también a cada miembro de él. Ej.: Estando lejos buscan trabajo para sus paisanos. (LLANQUE 1969: 127) Ahora bien, la solidaridad, en sus distintas formas, es esencial para el desarrollo humano de las personas. El individuo, para desarrollar sus distintas facultades humanas, necesita de la solidaridad, del apoyo y de la cooperación de su grupo socio-cultural. La solidaridad fraterna que fomentan los aymaras, en sus diversas relaciones socio-comunitarias (trabajo, diálogos, celebraciones, asistencias en momentos de necesidad, etc.), crea en éstos una coexistencia continua que posibilita el crecimiento de una rica personalidad y actitud humana.

El valor del intercambio o generosidad comunitaria:

El intercambio aymara, en su significado más profundo, trasciende el simple círculo del dar y recibir. Es ante todo, una competencia de generosidad donde el que da intenta siempre dar más de lo que recibe. El afán del aymara es siempre un ʻdar másʼal otro, no tanto en el sentido cuantitativo para predominar sobre el otro sino para expresar al otro su respeto.Este ʻdar másʼ tiene un profundo sentido humano, ʻes un darseʼ. En los bienes que da o en los servicios que presta el aymara se da al otro; da su voluntad, su solidaridad, su aprecio al otro que necesita de él.

El valor del cariño:

La familiaridad, la fraternidad con que se tratan los aymaras, despierta en ellos un profundo sentimiento de cariño hacia las personas de su comunidad. Cariño, como ya dijimos, por vivir en una misma madre tierra, por considerarse descendientes de unos mismos antepasados, pero también cariño por compartir una misma historia y por proyectarse hacia un destino común. Es este el cariño que ʻhumanizaʼ a los individuos de la comunidad aymara.

El valor del respeto:

Cuando se habla de respeto, se está hablando del reconocimiento de la dignidad humana en todo momento, lugar y circunstancia. La dignidad del hombre es esa ʻdimensión cualitativaʼ que define a un individuo esencialmente como un ser personal, con una identidad particular, con capacidades y limitaciones. Respetar al otro es reconocer en la persona que se pone delante de mí, los elementos cualitativos de su constitución personal. Gevaert habla de este reconocimiento del otro como ʻrevelación del otroʼ, que consiste en la mutua exigencia de un comportamiento de ser ʻalguienʼ, el uno para el otro y viceversa. (Cf. GEVAERT 1978:47). El respeto que se tienen los aymaras lleva esta mutua exigencia de ser jaqi el uno para el otro. Dicen queno es de personas (jaqi) el verse o tratarse como perros. Para los aymaras, una persona no adquiere respeto por el cargo que desempeña en la comunidad, sino más bien por la posición o estado de vida en que se encuentra.

El valor de la reconciliación:

La reconciliación implica el reconocimiento sincero de las flaquezas del hombre. Este reconocimiento se lo debe entender como una solidaridad con el que falla, porque absolutamente todos tienen la posibilidad de cometer errores. Los aymaras no condenan fácilmente al que falla, saben que cualquiera puede caer en la misma falta. Así, la reconciliación aymara es un valor al servicio del crecimiento humano de las personas, porque, al reconocer las flaquezas del hombre y no condenarlas, se consigue una mejor disposición para superarlas. El significado de la reconciliación aymara consiste en superar los problemas, aquello que divide a las personas de la comunidad, en base al amor y a la justicia. Estos son los elementos más importantes para evitar ʻla destrucción del hombre por el hombreʼ. La reconciliación aymara trata siempre de superar los conflictos en base a una satisfacción común de los conflictuantes: el perjudicado recibe una retribución por el mal que se le ha hecho, mientras que el ofensor obtiene el perdón del ofendido y de toda la comunidad. En esta reconciliación ambos se sienten de alguna manera satisfechos. No hay un ganador como tal ni un perdedor absoluto. Hay una conciliación de intereses y de prestigios que llevan a una nueva unidad entre las personas de la comunidad.

2.2. Los valores en la imagen de tierra.

El valor fundamental en esta imagen es el de la familiaridad o intimidad entre el aymara y la madre tierra. Los otros cuatro son el valor de la retribución, del cariño, del respeto y de la reconciliación o compasión.

El valor de la familiaridad o intimidad que se da entre el aymara y la tierra.

La tierra como el componente principal de la naturaleza, tiene un dinamismo que está sujeto a leyes universales; leyes que aseguran su equilibrio. El hombre debe conocer estas leyes y todo lo que ellas implican para que no sean transgredidas y para que no se rompa el equilibrio de la tierra. Adquirir el conocimiento y la comprensión de esas leyes, es una tarea difícil si no hay una cercanía íntima del hombre a la tierra. En el caso de los aymaras, la ʻrelación filialʼ que estos entablan con la tierra, funda una ʻcercanía íntimaʼ que posibilita el conocimiento y la comprensión de las leyes universales del equilibrio de la tierra. Así pues, los aymaras retribuyen positivamente a la madre tierra, tienen un ʻcomportamiento filial y humanoʼ con ella; y este comportamiento hace crecer su dimensión humana.

El valor de la retribución o generosidad a la tierra.

El hecho de retribuir a la tierra constituye uno de los supremos actos de justicia para con un componente que resulta ser tan vital y necesario para la sobrevivencia del hombre. Hemos dicho que los aymaras conciben una ʻinterdependenciaʼ absoluta entre todos los componentes del cosmos. Como el hombre necesita de la tierra, también la tierra necesita del hombre para mantener su potencialidad productiva y para seguir dando la protección de la vida. Los aymaras, al retribuir a la madre tierra con todo tipo de cuidados, con ofrendas, pagos y demás ritos, están cumpliendo un supremo acto de justicia; esta tarea la realizan como seres humanos. No sólo practican el valor de la retribución, también lo están defienden lo constantemente.

El valor del cariño a la tierra.

El amor es un sentimiento ʻreflexivoʼ en el sentido de que vuelve sobre uno mismo, sobre el propio bien. La madre tierra es para los aymaras un bien supremo, una fuente de bienestar integral (material, social y espiritual). Por esta razón la aman con entrañable cariño.

El valor del respeto a la tierra.

El trato familiar de los aymaras con la tierra, como ya hemos visto, significa una cercanía íntima, una comunión permanente. Pero, también en este tipo de trato hay el reconocimiento de la distancia que se da entre el hombre y la tierra. La madre tierra para los aymaras significa una realidad diferente, una realidad ʻmisteriosaʼ, algo que no puede ser comprendido y manejado de forma absoluta. El respeto que el aymara tiene por la madre tierra consiste en que ésta no es considerada como un objeto, manejado o explotado a capricho; se debe mantener una distancia de respeto frente a las leyes fundamentales de la tierra y de la naturaleza. Este respeto constituye una tarea importante del hombre como ser humano.

El valor de la compasión por la tierra.

La compasión aymara no es tanto un sentimiento de lástima por la tierra que está perjudicada. Más bien, es una solidaridad con el dolor dela naturaleza; es una condolencia con la madre tierra que se encuentra dolida por los malos tratos de los que ha sido objeto. Ahora bien, este tipo de sentimiento constituye un ʻcomportamiento positivoʼ del aymara frente a la madre tierra. Los aymaras, que continuamente se muestran compasivos con la tierra porque saben que ella es fuente y sustento de su existencia.

2.3. Los valores en la imagen del trabajo.

El significado axiológico del trabajo agrícola se expresa en tres valores: la familiaridad como valor fundamental, y los valores del cariño y del respeto.

El valor de la familiaridad del aymara con el trabajo.

El aymara es un ser que está en permanente actividad laboral. Tanto así que se dice: el aymara tiene una personalidad forjada completamente en el trabajo. Dicen que el aymara tiene el ʻalma manualʼ. El sentido de la familiaridad con el trabajo viene dado por la íntima relación que existe entre el trabajo y dignidad humana. Esto quiere decir que el hombre que realiza un trabajo acrecienta su dignidad, especialmente por dos motivos. Primero, porque el fruto de su trabajo constituye un aporte positivo para su grupo social, y por esto se siente útil, se ʻsiente dignoʼ de pertenecer a él.

El valor del cariño al trabajo.

Un trabajo realizado con cariño, con amor es algo que sólo el ser humano lo puede hacer. Los aymaras ven el trabajo no sólo como algo que les reporta bienes materiales -los productos de la tierra-, sino también como algo que les dignifica y prestigia. Estas son las razones por las que los aymaras tienen un gran cariño al trabajo. Toda actividad laboral que se realiza con cariño, sabiendo que con ello se ganan bienes materiales, prestigio y dignidad, es una actividad que enriquece al hombre. Para los aymaras, el trabajo, especialmente el de cultivar la tierra, es una ʻbendiciónʼ que Dios les da para defender su vida y la de los suyos, y por ello, les hace ʻsentirse útilesʼ en la comunidad.

El valor del respeto al trabajo.

El hombre ʻproyectaʼ su modo de ser en la vida, en el producto de su trabajo. Así, el respeto por el trabajo, que quiere decir responsabilidad, dedicación y seriedad, es muy importante para que un hombre sea valorado por la calidad de su trabajo. Los aymaras ponen mucho de sí, mucho respeto, para que obtengan buena producción y con ello no sólo tengan bienes materiales, sino también más prestigio y dignidad en la comunidad.

3. Significación socio – ecológica de los valores aymaras.

En el contexto del paisaje andino,los aymaras orientan sus actividades religiosas, políticas, económicas, laborales, sociales, etc. según una determinada ʻsignificación fundamental de vidaʼ que expresa la razón de ser y existir del hombre aymara. Después de haber presentado los valores más importantes, presentes en el imaginario simbólico de la cultura aymara, nos toca en este último acápite hacer referencia al significado socio – ecológico de los valores aymaras.

Una primera significación socio- ecológica expresa la autodeterminación de las personas orientadas al bien común del grupo. Las personas que entran en la interdependencia armónica del cosmos y particularmente en la comunidad, son individualmente diferentes. Tienen sus capacidades, características y limitaciones con peculiaridad bien marcada. Ahora bien, la peculiaridad que tiene cada individuo, funda la autodeterminación de sus actos. Una autodeterminación que ciertamente se opone a un comunitarismo masificador, pero, al mismo tiempo, se opone a un individualismo cerrado. Así la autodeterminación de los aymaras es producto de una dialéctica entre comunitarismo e individualismo, pero teniendo como propósito fundamental al ʻbien común de la comunidadʼ. Bien común que consiste en satisfacer el conjunto de las necesidades y de las carencias de los individuos que conforman una comunidad aymara.

Una segunda significación hace referencia al fomento de la armonía y la interdependencia entre todos los seres y cosas del universo. Para los aymaras, la ʻautosuficiencia no existeʼ, ni en los hombres, ni en la naturaleza, ni en los dioses. Nada ni nadie en el cosmos puede sobrevivir por sí mismo, necesariamente debe comunicarse y buscar complementarse con los demás. En este sentido, buscar una equilibrada complementación que establezca el permanente estado de interdependencia armónica es preocupación fundamental y permanente en sus actividades laborales, rituales,festivas, económica, etc.


Una tercera significación se expresa en su marcada postura eco-céntrica. Para los aymaras,el centro de interés fundamental es el equilibrio ecológico que se da en la naturaleza y en el cosmos en general. Mientras las civilizaciones occidentales tienen una visión antropocéntrica en que el centro de interés es el hombre, los aymaras conciben al hombre como un ser más entre otros, cuya misión principal es la de conocer el equilibrio de la naturaleza y velar por su conservación. Así, una norma que regula sus actividades cotidianas, es la de realizar una serie de esfuerzos -religiosos, técnicos, sociales, etc.- para proteger y asegurar el equilibrio ecológico de la naturaleza y del universo entero. El aymara sabe que de esto depende su existencia.

Una cuarta significación se manifiesta en el hecho de privilegiar la tierra como matriz que unifica la vida orgánica de los seres vivientes del cosmos. Para los aymaras el hombre, los animales y las plantas son entidades que surgende la ʻmatriz vegetalʼ de la tierra. Es así que la última referencia existencial de las personas y demás seres vivientes, será siempre la tierra. De la tierra nace todo y todo vuelve a la tierra. No puede haber otro substituto. De aquí que, una norma suprema que orienta las actividades cotidianas de los aymaras es defender la tierra como matriz vegetal unificante de la existencia de todos los seres del cosmos.

Y una última significación que podemos señalarse explicita en el deber supremo de cultivar la tierra con esmero. Los aymaras saben que trabajar la tierra es una actividad efectiva por la cual el hombre aporta de sí al desenvolvimiento de la vida en el cosmos. Cultivar la tierra con cariño, constancia y respeto es contribuir eficaz y positivamente al equilibrio de la naturaleza, a la interdependencia comunitaria, a la autodeterminación de las personas y mantener la unidad orgánica de los seres vivos en la matriz vegetal de la tierra. En este sentido, cultivar la tierra con esmero, es otra norma suprema que orienta gran parte de las actividades cotidianas de los aymaras.

Conclusión

Terminemos el artículo con la frase que empezamos, pero con una adecuación al tema desarrollado, Lecciones aymaras de vida socio-ecológica para sociedades prooccidentales. Y esto porque los aymaras son una ʻcultura de vidaʼ que retribuyen, aman y respetan a su grupo social y medio natural; los aymaras se caracterizan fundamentalmente por una reafirmación de la vida. Reafirmación de la vida del hombre en armonía con sus semejantes y con la naturaleza, aspecto que en las sociedades occidentales se va extinguiendo paulatinamente.

Bibliografía

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