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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.10 n.10 Cochabamba ene. 2005

 

La comunicación de la guerra/la guerra de la comunicación: disturbios y convergencias

 

Lázaro Bacallao Pino

 

Cubano, licenciado en Comunicación Social (Universidad de la Habana) cursa maestría en Comunicación Social, mención Comunicología (Universidad de la Habana). Especialista en Comunicación Institucional del Ministerio del Azúcar de Cuba y Docente universitario adjunto de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

bacallaopino@yahoo.es

“La guerra no consiste solo en batallas, o en la acción de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es significativamente conocida”. (Τηοµασ Ηοββεσ.)

 


RESUMEN

El siguiente ensayo, resulta una revisión, a partir de un recorrido por la historia de los nexos, múltiples, complejos, de convergencias y conflictos, entre la guerra y lo comunicativo – tanto en su dimensión tecnológica, como psicológica y otras. Tomando como base ese análisis cronológico de tales correlaciones, y considerando varios hechos bélicos de las últimas décadas y en especial de los más recientes años, se analizan las reconfiguraciones y reestructuraciones que, desde un acercamiento preliminar, se descubren en estos vínculos, en particular, a la luz del impacto en el campo militar de las nuevas tecnologías (de la información y la comunicación), las influencias mutuas entre las lógicas guerrerista y comunicativa y la Guerra contra el Terrorismo.

Palabras clave: comunicación, guerra, nuevas tecnologías

RESUMO

O segunte ensaio, resulta uma revisão, a partir de um percorrido pela história dos nexos, múltiplos, complexos, de convergências e conflitos, entre a guerra e o comunicativo –tanto na sua dimensão tecnológica, como psicológica e outras. Tomando como base essa análise cronológica de tais correlações e considerando varios fatos bélicos das últimas décadas em especial dos mais recentes anos, se analizam as reconfigurações e restruturações que, desde uma aproximação preliminar, se descobrem nestes vínculos, em particular, à luz do impacto no campo militar das novas tecnologías (da informação e comunicação), as mutuas influenças entre as lógicas guerreira e comunicativa e a Guerra emcontra do Terrorismo.

Palavras Chave: comunicação, guerra, novas tecnologías.

ABSTRACT

This essay is in fact a review of what goes on in terms of the multiplicity of links between war and communication be it in technological, psychological and other dimensions.  From a chronological perspective, and considering several warlike facts of the last decades and specially of the most recent years, our goal is to discussthe ways the links are reconfigured and restructured as a result, particularly, of the impact of the new ITʼs, the mutual influence in the approaches of warmongers and the mass media effort and, finally, the war against terror.

Key words: communication, war, the new ITʼs


 

El siglo XX ha sido considerado como El Siglo de la Guerra: su crónica debe comenzar, obligadamente, con el relato de sus 31 años de guerra mundial. Cuando, en 1914, comenzaba la primera conflagración con tal carácter, desde hacía un siglo, no tenía lugar una guerra importante, en la que hubieran tenido participación todas las potencias, o la mayoría de ellas. A partir de entonces, cambiarían las dimensiones espacio-temporales de la guerra (HOBSBAWM, 1998)

Pero este siglo también han sido calificado como El Siglo de la Comunicación. La última centuria del Segundo Milenio, abrió sus puertas con la prensa de masas y los primeros avances del radio (puede considerarse al cine, además); les seguirían la televisión, el vídeo y, finalmente, la explosión finisecular de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), con el computador, la multimediae Internet a la vanguardia.

Ambos procesos–comunicativo y guerrerista–, a primera vista, parecerán irreconciliables. De hecho, lo son, si entendemos la guerra como manifestación más salvaje de la violencia y a la comunicación como relación recíproca, dialógica1. Guerra y comunicación resultarán los dos extremos diametralmente opuestos en las posibilidades de interacción humana: la violencia profunda y sin límites; frente al diálogo. La primera, sería la acción ejecutiva humana de mayor violencia; la segunda, la acción expresiva por excelencia (MARTÍN s/f)

Sin embargo, una revisión de los nexos entre conflictos armados y comunicación, en particular durante el recién terminado siglo XX, muestran una serie de interrelaciones, en constante aumento y profundización.

Durante el siglo XIX, las conflagraciones que tenían lugar en lugares exóticos del mundo (América Latina, África), servían de argumento para los reportajes (HOBSBAWM) y novelas de aventuras que escribía ese invento de mediados de la centuria: el corresponsal de guerra. Estos, como todos los reporteros extranjeros o periodistas de la prensa popular, se consideraban herederos legítimos de los grandes exploradores (SMITH, 1986). Paradigmáticos, en ese sentido, resultan los reportajes de guerra definales de la centuria – recordemos la célebre frase de William Randolph Hearst a su enviado espacial a La Habana, previo a la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1998.

Fue a través de esos relatos que las poblaciones de la mayoría de las potencias vivieron –comunicativamente– las guerras del siglo XIX. Estados Unidos - escenario de una Guerra Civil en esa centuria - resulta la confirmación, desde la excepción, de la regla. Pero en el siglo XX, la situación se invirtió: mientras las grandes potencias europeas vivieron en su territorio ambas guerras mundiales, EEUU, tuvo el privilegio de haber peleado sus numerosas contiendas bélicas en otros países. Como salvedad, se solía citar a Pearl Harbor. Ahora, se ha agregado un hecho mucho menos “metafórico” – el blanco fue el territorio continental norteamericano, en sus justos centros financiero y militar -, con los atentados del 11-9. El titular de CNN, aquel martes, lo confirmaba: “America under attack”.

La relación decimonónica entre guerra y prensa, constituye adelanto de una cronología in crescendo de los tales nexos, hasta llegar al actual complejo militar-cultural-económico (post)industrial. Se ha llegado al extremo de considerar al poder militar como garante en relación con la agresión cultural – que tiene entre sus armamentos más importantes, a los media. “El papel que desempeñarán en realidad las fuerzas armadas estadounidenses será el de mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto a nuestro asalto cultural. A tal fin, daremos muerte a un gran número de personas”2.

Mattelart (1989) ha realizado un análisis de varios hechos ocurridos entre los 60 y los 70, estrechamente ligados al tema.

El estreno por la fuerza aérea de los EEUU, en 1972, de una bomba teledirigida que llevaba en la nariz una cámara de televisión, el Maverick Missile, que tomó su nombre de una serie de televisión, y cuyo constructor comercial fue la compañía del productor de cine Howard Hughes, dueño de Hughes Aircraft; en 1969, por primera vez, la aviación norteamericana utilizó lluvias artificiales para frenar el avance de las columnas enemigas a lo largo de las líneas de infiltración; en 1967, la National Security Agency localizó la guerrilla del Che al interceptar señales de radiocomunicaciones; los sistemas electrónicos de radares que permitían el funcionamiento de las modernas redes de espionaje fueron denominados sistema Mandrake, nombre de un comic hero; los aparatos de aviación norteamericanos agresoras contra Vietnam o Bolivia, pintaban en sus alas victoriosas al Pato Donald. A partir este análisis, Mattelart explica cómo desaparece la división entre realidad/ficción: la segunda se superpone a la primera, ocurriendo una “transferencia semántica” de la cultura de masas a los campos de batalla.

Pero la vinculación entre relaciones comunicativas y el arte de la guerra, tiene larga historia. Una indagación (WHITE 1973) acerca del impacto de la tecnología (comunicativa, en el sentido de transporte) en la conformación social y el arte de la guerra del Sistema Feudal, presenta las consecuencias que tuvo, al respecto, la invención del estribo. Este significó una revisión de la idea según la cual cada ciudadano era un soldado, pues las exigencias para ser “Caballero” –armadura, caballo, escudero–, implicaron la disposición de que los pequeños propietarios de tierra (entonces, la medida del poder) se unieran, coadyuvando a aquel que tuviera mayor posibilidades de convertirse en Caballero, modificando el sistema de propiedad (y responsabilidad).

Otra arma, perfeccionada en el siglo XIX, cuyo impacto sociopsicológico se ha analizado, es la ametralladora (JOHN 1982). Novedosa y fantásticamente mortal, fue en principio sistemáticamente utilizada contra poblaciones “nativas” y no contra europeos blancos –quienes consideraban a aquellas, indefectiblemente, como atrasadas y subdesarrolladas–, porque se consideraba poco deportivo matar con ella a un igual. Disparar sobre los habitantes de las colonias, sin embargo, era sentido más una cacería, una ejecución, un “ejercicio de tiro al blanco”, que una guerra, y se podía hacer uso de la ametralladora en ese caso.

La historia del ejército es prueba, con mayor evidencia que cualquier otro hecho,de lo acertado de su tesis acerca de la conexión entre las fuerzas productivas y relaciones sociales (MARX 1973). Ejemplos de ello son: el salario, desarrolado plenamente y por primera vez en los ejércitos antiguos; el régimen gremial, surgido en las corporaciones de fabri (artesanos agregados al ejército); el valor de los metales y su uso como dinero, que cobró su importancia en lo militar; e incluso “la división del trabajo dentro de una misma rama de la industria”.

El siglo XX, como ya se ha dicho, ha sido prolijo y renovador en estas relaciones entre armas y comunicación. La Primera Guerra Mundial fue la guerra de la propaganda impresa (recuérdense las fotografías publicadas, para mostrar los horrores cometidos por los enemigos, luego desmentidas una vez terminado el enfrentamiento), pero también de los orígenes de la radio – que se consolidó como medio informativo, en la segunda versión de la contienda universal. Recuérdese los experimentos realizados durante este segundo conflicto, por parte de la Sección Experimental de la Rama de Investigación de la División de Información y Educación del Departamento de Guerra, para diagnosticar los efectos, la eficacia persuasiva en los soldados, de filmes de contenido patriótico militar y otros arbitrios de comunicación, cuyos resultados, como en la historia de la teoría de la comunicación como “los estudios empírico experimentales”3 (Hovland, Sheffield, Lumsdaine). Vietnam, llegó mucho más profundo en las conciencias, debido al impacto de televisivo, que recibió su bendición definitiva, con la Guerra del Golfo I y el protagonismo de CNN. Los de Kosovo, Afganistán y la actual del Golfo II, han sido conflictos televisivos y de Internet.

La Guerra Fría es, en esta cronología, un momento singularmente comunicativo. Su “temperatura” estuvo dada por su dimensión cultural4 y mediática, al resultar un “intercambio constante de mensajes belicistas y armamentísticos”, en forma de adelantos tecnológicos en esta área, entre las dos superpotencias del momento. La denominada guerra de baja intensidad resultó, básicamente, un enfrentamiento propagandístico. Poder militar y poder comunicativo, se entrelazaron en un fortalecido maridaje para “tiempo de paz”.

El “primer mensaje” de la larga cadena de avisos –en forma de desarrollo e incremento armamentístico–, lo constituyó la detonación de la primerabomba atómica, en el polígono de Alamogrodo, Nuevo México, un día antes de que los vencedores de la II Guerra Mundial se reunieran en la Convención de Postdam –para establecer las condiciones de la nueva etapa–, en un adelanto y “claro aviso de los términos en que se plantearía el nuevo orden mundial”, y su instrumento: el arma nuclear (GARCIA 2003), reconfirmados en Hiroshima y Nagasaki.

Este fue el comienzo de varias décadas en la historia humana, marcadas por el intento mundial – mediante la creación de Naciones Unidas– y la confianza en la posibilidad de prevenir las guerras a partir de una paz sustentada sobre un conjunto de deberes y derechos, a cumplir por todos los Estados miembros. Esto, sobre la base de una concepción acerca del sistema de relaciones internacionales armónico, a partir del la posibilidad de resolver los conflictos por vías legales, diplomáticas, pacíficas (GARCIA 2003)– es decir, mediante negociación y diálogo, con la mediación de la comunidad internacional. Un proyecto manifiestamente comunicativo.

Sin embargo,como ya reconocen incluso funcionarios de la propia organización mundial, y es reclamado por numerosos países, el método decisorio establecido entonces (Consejo de Seguridad y el exclusivo derecho al veto), si bien parecía ser sustantivamente participativo –para hablar en términos de Carlos Núñez Hurtado–, resulta profundamente no participativo– dado que la participación, para ser real, debe ser un proceso que abarque todos los momentos del proceso de toma de decisiones. Es decir, que las bases organizativas para la realización concreta del proyectado “dialógico nuevo orden mundial” de la paz, fueron profundamente verticalistas, comunicativamente hablando.

Durante estas décadas tuvo lugar una“guerra de la propaganda” (Toffler), de una intensidad que recuerda, para algunos, el enfrentamiento entre catolicismo y protestantismo durante la Reforma. Fue la profundización de los mecanismos de la “batalla de ideologías” que había comenzado con la Revolución de Octubre – justamente el hecho que se menciona como inicio de que también fue “un siglo de revoluciones”, el XX (HOBSB AWM 1998)- y la puesta en marcha y organización de una “maquinaria propagandística de ámbito  mundial  y  dirigida  centralmente”  (TOFFLER 1982). Pero, a la par de ese enfrentamiento mediático, “cañones y bombas se hallaban preparados para intervenir donde terminasen los argumentos lógicos” (TOFFLER 1982). Este período resultaría el mejor ejemplo para la frase de Hobbes que sirve de exergo a este texto.

No obstante, para algunos la singularidad de esta etapa radica en que, “objetivamente hablando, no había ningún peligro de guerra mundial. Más aún: pese a la retórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo del lado norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial, lo que suponía un equilibrio de poderes muy desigual [a favor de Estados Unidos] pero indiscutible” (HOBSBAWM 1998). Habría algunos ejemplos que negarían tal supuesto. Por solo citar uno, considerado como el momento de mayor cercanía a una Tercera Guerra Mundial: la Crisis de Mísiles, en Octubre de 1962.

Además, los dos conflictos que, en ese período, resultan paradigmáticos a un lado y al otro, tuvieron –y aún conservan–, una especial dimensión comunicativa, metafórica pudiera decirse. Para Estados Unidos, Vietnam; para la Unión Soviética, Afganistán. La primera, es el símbolo del mayor fracaso hegemónico guerrerista del imperialismo, una Espada de Damocles que pende sobre cada nueva aventura militar; la segunda, fue presentada como “ofensiva contra el mundo libre”, y EUA dedicó todos sus esfuerzos para procurar la derrota rusa, y que la contienda se convirtiera en el Vietnam de estos. El proyectode conflagración espacial, desarrollado por el Presidente Ronald Reagan, último capítulo en este cronología antes del fin del Campo Socialista, tuvo su relato mediático en la saga cinematográfica de La Guerra de las Galaxias, que aportó el denominativo popular para aquella estrategia.

La Guerra Fría, además,fue el tiempo de la consagración de una de las metáforas más poderosas de nuestro tiempo: el agente de espionaje, un personaje que se instaló en el imaginario popular, protagonista de numerosos bestsellers y filmes taquilleros. Todo un aura de romanticismo y mitología, indisolublemente ligada a cualidades como la valentía, el valor, una extraordinaria resistencia (física y psicológica), inteligencia, agilidad, patriotismo, rodeó a esta figura. Agentes de la CIA, la KGB soviética, el Shin Bet israelí y otros servicios de inteligencia nacionales, protagonizaron novelas, seriales de televisión y películas.

Dos argumentos propone Toffler para explicar las razones que condujeron a la mitificación de ese oficio: su vinculación con la tecnología más exótica y moderna (micrófonos ocultos, cámaras, computadoras, rayos láser, etc.); y otro, aún más profundo: que este personaje, a diferencia de los antiguos héroes, perseguía un bien intangible, la información, “quizás el asunto más importante y de crecimiento más rápido del mundo”, hasta el punto de ser “símbolo viviente” de los procesos de cambio revolucionarios que tenían lugar, desde mediados de siglo, en lo que el sociólogo norteamericano denomina la infosfera.

Los periodistas –sobre todo la acepción profesional que los presenta como perros guardianes, como vigilantes del poder y denunciante de sus desmanes y atrofias–, son presentados como los “espías del pueblo” frente a las tropas del poder (Estado, empresariado). Esto, junto a la cercanía de los profesionales de la prensa con esa sustancia intangible que recaban los espías,causó que justo los corresponsales extranjeros hayan estado entre los actores preferidos para ser considerados potenciales espías.

Otra de las áreas en las que se considera que los hechos ocurridos durante esa etapa resultan adelanto del cambio, es en la de la organización productiva. El complejo militar industrial fue uno de los primeros escenarios en que se puso en práctica el cambio de la lógica productiva, de sustentada en términos de cantidades masivas (producción en serie de cascos, municiones, etc.) a otra en que los artefactos de guerra (aviones caza, blindados) se fabrican en series pequeñas, en las que cada uno de los elementos puede ser distinto del otro, a partir de la finalidad y servicios específicos a que se destinará. Una lógica que ahora se extiende universalmente en las “producciones encargadas”, según ciertas preferencias del cliente; en lo que se podría denominar “consumismo personalizado”.

Los adelantos tecnológicos que tuvieron lugar como parte de la carrera armamentista, se consideran uno de los aceleradores del proceso de cambio tecnológico cuya explosión se vive hoy. La historia desde ARPANET –surgida en la esfera militar a finales de los ʼ60, como alternativa para garantizar el funcionamiento de un sistema de transmisión de información bajo ataque y parcialmente dañado– hasta Internet, es la mejor prueba de ello y –junto a los teléfonos celulares, también nacidos en el ejército–, el último capítulo que ejemplifica la sentencia mcluhaniana de que cada nueva tecnología y técnica, necesita de una guerra para ganar su legitimación práctica, para luego extenderse al resto de los terrenos sociales. Las tecnologías de la información y la comunicación resultan un buen ejemplo en esa relación.

Según la descripción de Toffler, la transición de la Segunda a la Tercera Ola –precisamente el momento que vivimos–, se caracterizaría por una extrema ruptura social, violentas oscilaciones económicas, choques sectoriales, desastres tecnológicos, turbulencias políticas, violencia, guerras y amenazas de estas. Un listado de los enfrentamientos ocurridos en la década del ʼ90, confirmaría esta última cualidad del período de cambio. De manera sospechosa, muchos de esos conflictos bélicos –en los que no han participado las “fuerzas liberadoras del mundo” y han comprometido la proclamada pax americana posterior a 1989–, han sido cuidadosamente silenciadas, o apenas mencionadas, por los media globales.

Ya en mismo centro de la vorágine del “cambio de época” o “época de cambios”, cabría preguntarse: si, como afirma Toffler y muestra la realidad, la Segunda Ola del industrialismo, masificó la guerra y perfeccionó los artefactos para matar, ¿qué cabría esperar de la Tercera Ola? Para Huntington, la nueva lógica de los enfrentamientos del bien (mal) contra el mal (bien) –en la guerra se da una recíproca relación, idéntica a la de alter/ego en la propuesta de Modelo Dialéctico de la comunicación de MartínSerrano: el uno es al otro, lo que aquel resulta para el primero–, sería la del “choque de civilizaciones” entre Occidente y Oriente.

La actual Cruzada contra el Terror tiene, entre sus más dimensiones esenciales, la comunicativa5. Una de las primeras víctimas de la guerra,se ha dicho, fue la Verdad–algo explícitamente manifestado por altos funcionarios norteamericanos, cuando afirmaron que, muchas veces, la prensa tendría que asumir una postura responsable, aun cuando ello limitara las informaciones, para no ofrecer informaciones estratégicas al enemigo. Algunos medios y periodistas declararon haber sido presionados para ofrecer (o no) determinadas noticias. Las falsas informaciones difundidas, acerca de la existencia de armas de destrucción masiva en el Iraq de  Hussein, luego tranquilamente desmentidas; las aparentes cifras oficiales  norteamericanas, que primero han mostrado una disminución de los ataques terroristas gracias a la política antiterrorista de Washington, más tarde calificadas de imprecisas (en realidad aumentaron); son algunos ejemplos. La estrategia, según definición de uno de los más grandes estrategasde la guerra, Sun Tzu, es el arte de la mentira.

Desde los 70, la Comisión Trilateral consideró que, dadas las tendencias contemporáneas, el Estado debía tener la potestad de ocultar información o mentir. En abril de 2002 el Pentágono anunció que la única referencia visual que tendría el mundo acerca del juicio a uno de los miembros de Al Qaeda, no llegaríaa través de algún programa informativo, sino de una serie de la CBS, que escenificaría el proceso, con la asesoría del Departamento de Defensa. Los periodistas podrían entrar al tribunal real, pero sin cámaras ni grabadoras.

La táctica del terror y sus efectos patológicos sociopsicológicos, comienza una renovada etapa de uso, iniciado durante I Guerra Mundial. Un ejemplo clásico de este método, lo constituye también el denominado “bombardeo de terror” o “bombardeo moral”, habitualmente puesto en práctica durante las guerras del pasado siglo. Esta vieja táctica se remonta siglos atrás, porque la moral (baja del enemigo y la alta propia), ha sido blanco preferido en las contiendas y un desafío muy antiguo. “Podría decirse, que lo físico parece un poquito más que la empuñadura de madera, mientras que los factores morales representan el metal precioso, el arma real es la hoja perfectamente afilada” (en ASH). Especialmente durante la II Guerra Mundial, como parte de la Ofensiva Combinada de Bombardeo (OCB), el bombardeo moral se puso en práctica, aunque se apunta que resultó “costoso y su efectividad no se pudo demostrar” (en ASH). La eficacia y el desafío todavía actual del bombardeo moral, se apunta, radicaría en una adecuada selección de objetivos para obtener un efecto, especialmente para una victoria rápida durante la denominada fase de alto al fuego de la guerra.

“El bombardeo moral en la Segunda Guerra Mundial, por otro lado, incluyó ataques indirectos contra la voluntad de resistir. Siguió la propuesta de Alexander de Seversky de atacar las comunicaciones, la administración y las necesidades básicas para la vida: alimentos, refugio, seguridad y ropas. El ataque a la moral de esta manera, indirecta, es una estrategia de agotamiento.” (ASH)

Para el Tte. Coronel Eric Ash, de la USAF, en esta “el bombardeo de terror estadounidense pertenece a la historia—ha seguido el camino de las picas y mosquetes”, y plantea la existencia de una tendencia a la OCB, diseñada para quemar y destruir. Pone, como infeliz ejemplo de tal afirmación, los bombardeos realizados por la OTAN en 1998, sobre la antigua República de Yugoslavia. Aunque, aclara “similarmente, estas OCB claramente involucraron también la moral, lo que se volvió sumamente complejo debido a (…) los millones de desplazados y (…) la purificación étnica. Nuevamente fue difícil apuntar al centro de gravedad de la moral del enemigo ya que no se le podía aislar, y se complicó más por el hecho de que Serbia tenía una larga historia de capacidad de adaptarse a los factores morales negativos”. Sobre esta guerra, Anthony Blair declaraba, al inicio de los bombardeos: “Se trata de una guerra de nuevo tipo, no por un territorio, sino por valores universales”. Ya no sería una guerra específicamente militar, sino el esbozo delas futuras guerras orbitales. Después, han llegado las guerras de la Internet y en Internet, explícitamente declarada por Donald Rumsfeld luego del 11-9, en la cual el terreno, el campo de operaciones, puede ser el ciberespacio, o el espacio sideral.

Habría algunas cuestiones a considerar, a partir de los hechos bélicos más recientes, en el tema comunicativo. En un período en que resurge, de manera creciente, la militarización de “lo político”; la variable comunicativa resulta una de las más directamente impactadas, dada su estrecha relación con este campo – tanto desde una estrecha visión tradicional y reificadora que lo presenta como “espacio profesional” de “los políticos” (al estilo de Weber), como aquella, gramsciana, que lo asume en su dimensión cultural, como forma de interrelación entre sujetos y grupos.

Una indagación en la cronología de las guerras, muestra cómo el desarrollo de las artes guerreristas ha estado estrechamente ligado a la invención de nuevos instrumentos técnicos, y entre ellos, un lugar crecientemente especial – tan o más que el que ocupan los artefactos de matar–, han tenido las tecnologías comunicativas. De hecho, el perfeccionamiento armamentístico ha estado signado, impulsado, entre otros, por una variable que se pude considerar comunicativa: el hecho de que el enfrentamiento, el acto de matar, sea más seguro para uno mismo, y más fatal para el otro.

De la misma que los instrumentos de comunicación ha evolucionado a lo largo de la historia, sobre todo en la modernidad, facilitando la implementación de nuevos niveles comunicativos, cada vez más complejos y masivos, la tecnología de la guerra se ha encargado de “acortarde distancias”, a la vez que se esfuerza en evitar el contacto físico directo y sus riesgos.

Se trata de evitar el contacto físico, a través de armas “comunicativamente” diseñadas y capacitadas para “orientarse” a partir de ciertas condiciones y datos (como los mísiles teledirigidos y las denominadas “bombas inteligentes”, para: 1) disminuir elriesgo de la muerte para los soldados propios, lo que les infundiría mayor disposición a la temeridad; 2) opacar, invisibilizar, para el ejecutante del acto, las consecuencias destructivas y mortíferas de su acción (es más higiénica), lo cual tendrá un efecto psicológico positivo, al eliminar imágenes que podrían provocar remordimientos, “cargos de conciencia”. En ambos casos, ese poner distancia que limita el peligroso enfrentamiento cuerpo a cuerpo,tiene un saldo efectivo, como la una disminución de la probabilidad de deserción en las filas propias.

Sobre la primera de estas cuestiones –el de garantizar una mayor seguridad para los soldados propios, y al mismo tiempo aumentar la vulnerabilidad de los contrarios–, la comunicación, ya en su expresión más reconocida (los medios), se encarga de minimizar, ocultar, las cada vez menos numerosas bajas propias. El Síndrome de Vietnam ha marcado para siempre la política informativa –sobre todo gráfica–, en relación con la guerra. Así, las bajas propias solo son cifras, y casi nunca se conoce el destino final –la vida o la muerte– de los heridos. La censura respecto a las imágenes de las botas, el fusil y casco, pero sobre todo del féretro cubierto con la bandera nacional, ha alcanzado los niveles más férreos de su historia en la guerra contra Iraq II. La “privatización” de la guerra –con el uso de cuerpos de seguridad no militares–, se inserta también en la estrategia por disminuir las cifras públicas oficiales de bajas en el ejército.

En relación con el segundo aspecto, la nueva terminología de la guerra resulta eslabón fundamental en la disminución de esos efectos de conciencia. Así, desde los bombardeos de la OTAN contra Kosovo, el concepto que se ha puesto de moda para hacer referencia a las muertes de civiles y destrucción de objetivos no militares, es el de “daños colaterales”, de los cuales no son responsables los “errores humanos”, sino los “fallos tecnológicos”, sobre todo informativa y comunicativa.

En lo manipulativo del asunto, el mejor ejemplo de la adecuación del discurso de los medios –y social–, a la lógica de la guerra, es la denominación de “armas convencionales” que reciben ciertos artefactos. En realidad, sería más conveniente nombrarlas “armas consensuadas”, pues la “aceptación” de la “opinión pública” legitima su uso. Algún día, tal vez, ese consenso también beneficie a las armas ahora “no convencionales”, aunque probablemente con la condicionante de en manos de quién estén.

La actual tendencia a la eliminación de las probabilidades de la “guerra de campo de batalla”, a través del perfeccionamiento tecnológico constante de las armas convencionales (GARCÍA 2003), es expresión de esta estrategia para eliminar el contacto físico en el combate. El impacto comunicativo y organizativo de este hecho, se relacionaría, por ejemplo, con el paso de una guerra en la cual las decisiones eran tomadas en el propio campo de batalla – muchas veces en el momento mismo del enfrentamiento–, pues la información más completa acerca del enemigo y la situación era accesible solo desde allí. Los jefes del ejército debían estar in situ, al frente de sus respetivas tropas, para reunirse, analizar la situación y tomar decisiones. Ahora, los planes de acción se diseñan a miles de kilómetros de distancia del lugar de los hechos, e incluso los actores decisorios pueden estar situados en distintos puntos geográficos. Gracias a las tecnologías comunicativas actuales, es posible realizar una teleconferencia, consultar especialistas y bases de datos, en tiempo real, como si se estuviera en el frente de combate. O mejor incluso.

El sorpresivo (¿falso?) viaje del presidente George W. Bush a Bagdad, a finales del pasado año, y los de otros altos dirigentes de ese país, así como de otros presidentes (José María Aznar y Anthony Blair), se insertan como confirmaciones, desde la excepción, de la regla. Esto reafirma, por otro lado, que aun quienes desarrollan estas nuevas estrategias de guerra, están plenamente convencidos de que, en los terrenos de la moral de combate,la comunicación cara a cara entre jefe-subordinado, resulta y seguirá resultando, insustituible, para la elevación del compromiso, la moral, y la disposición combativa.

Mucho se ha escrito sobre el 11-9 y sus implicaciones para el (des)orden mundial. Los propios actos terroristas fueron ejecutados, en este caso, teniendo en cuenta de manera especial la variable comunicativa - con una efectividad mortífera espeluznante y espectacular. Los minutos de diferencia entre el primer y segundo impacto contra las Torres Gemelas,habrían tenido el propósito de dar un margen de tiempo para que la televisión, ya movilizada en el lugar de los hechos, trasmitiera en vivo el segundo avionazo. Luego, y como consecuencia de la masificación del uso de las cámaras de vídeo por las personas comunes, permitió también contar con testimonio gráfico (un vídeo aficionado) del primero).

A partir de estos hechos,se ha planteado una revisiónen los tradicionales nexos entre comunicación y terrorismo. La metáfora de los “rincones oscuros del planeta”, resulta la más actual expresiónde la lógica de la visibilidad sobre la cual se fundaron los mecanismos del poder moderno (FBUCALT 1980). El terrorismo, calificado como estrategia extrema de acción política de grupos marginados que no tienen acceso a cantidades suficiente de armamento convencional como para iniciar un enfrentamiento militar contra el poder, ha tenido siempre una peculiar dimensión comunicativa (alternativa). El propósito principal de un acto terrorista sería, reivindicación mediante, presionar al poder para lograr determinados propósitos – divulgados a través de la prensa, y ahora, por vídeos (el fetichismo de la imagen, también en los terroristas).

El total silencio comunicativo sobre los denominados “combatientes enemigos”, encerrados en un limbo legal que se complementa con la ausencia de informaciones oficiales sobre su situación y condiciones, es roto solo esporádicamente por los testimonios de quienes han tenido la suerte de ser liberados de ese status. La “incomunicación del prisionero”, llega a su grado más absoluto.

Con los atentados de Marzo en Madrid, por primera vez una acción de este tipo provocaba, con tal fuerza en un Estado “democrático”, la convergencia conflictiva entre, por primera vez, de los tiempos “de los hechos”, “político”y “mediático” (RAMONET 2004). Sería quizás pertinente comenzar a hablar de “democracias de emoción”, en lo lugar de “democracias de opinión”. Como mismo ocurrió con la destrucción de las Torres Gemelas, varios medios denunciaron, luego, presiones por parte del gobierno del Partido Popular, para que se culpara públicamente, en un inicio, a ETA.

En el caso de Iraq –donde la guerra continúa, “después” de la guerra, de haberse declarado oficialmente su fin, pero con otros términos– dos hechos prueban la ambigüedad en la relación de enfrentamiento entre guerra y comunicación. Primero, esta pretendió vencer a aquella – por primera vez en la historia, antes de que se disparara el primer proyectil. Las movilizaciones contrarias a la agresión de febrero de 2003, inspiradas en el paradigma de Vietnam, intentaron vencerla a través de la “opinión pública”, sin lograrlo. Luego, la comunicación ganó una batalla a la guerra, cuando por Internet circularon las fotos de las torturas y aberraciones sexuales en cárcel de Abu Ghraib, escapando a la censura del Departamento de Estado de EEUU.

Uno de los más recientes adelantos en armamento puesto en práctica por los soldados norteamericanos para combatir la resistencia iraquí, resulta singular prueba de la convergencia entre guerra y comunicación. El blanco de la nueva arma, es uno de los sentidos comunicativos del hombre: su sistema auditivo. Si bien desde hace ya tiempo se han empleado y perfeccionado este tipo de armas (gases lacrimógenos) que atacan los órganos y sistemas biológicos del hombre, entre ellos los comunicativos, hasta ahora, tales variantes han tenido una lógica basada en productos químicos que dañan los aparatos perceptivos humanos. La singularidad del nuevo armamento es que resulta diseñada a partir del provocar daños con la misma “sustancia comunicativa” que sustenta el funcionamiento biológico del órgano: las ondas sonoras. El Sistema Acústico de Largo Alcance, está compuesto por un amplificador gigante que puede emitir sonidos de 145 decibeles a más de 300 metros de distancia, causando dolor de cabeza, pánico y en algunos casos sordera.

Su reciente uso contra manifestantes en New York confirma que esa lógica del enfrentamiento comunicativo, se ha reforzado también en las luchas entre sectores dominantes y subalternos. El denominado movimiento social mundial, contrario al modelo neoliberal de globalización, también otorga renovada importancia a la comunicación: se plantea que uno de los principales desafíos en la búsqueda y construcción de alternativas, es la necesidad de desarrollar una agenda social en comunicación (BURCH 2003). Los dos hechos que se suelen considerar, indistintamente, como génesis del actual auge del movimiento social –el levantamiento zapatista y las protestas en Seattle–, presentan una especial dimensión comunicativa. El primero ha sido calificado, dada su singular estrategia comunicativa, que llega a presentar el enfrentamiento esencial en el terreno de las palabras, como la “primera guerrilla del siglo XXI”. Durante y para dar cobertura a las segundas, nació el primer sitio web de la Red Indymedia, extendida hoy por todo el planeta. El Foro Social Mundial resulta, en gran medida, de naturaleza comunicativa: un espacio para el intercambio y el debate.

Aunque sin obviar lo ideológico, la respuesta desde el poder a las manifestaciones contrarias al actual orden mundial –cuya naturaleza especialmente comunicativa (a las pancartas, se suma la destrucción metafórica de armas de cartón, los maniquíes y disfraces para representar a ciertos presidentes) ha sido calificada de excesiva desde las propia resistencia–, resulta, básicamente, policial y represiva –armas reales incluidas–, demostrado con la violencia de los cuerpos de seguridad durante las jornadas de protesta en Génova (2001). Entonces, uno de los blancos de los allanamientos, fue precisamente, la sede del Indymedia local.Como parte de la táctica para evitar tales manifestaciones, también se ha tomado la iniciativa de realizarlas en lugares de difícil acceso –“incomunicados”– como las Montañas Rocallosas en Canadá; Qatar, e incluso alguien ha sugerido efectuarlas en un barco crucero y anunciarlas lo más tarde posible “para desestabilizar a los contestatarios” (MARTINEZ 2002).

La noción de “guerra cultural” (MARTINEZ 2002), a partir de la especial dimensión cultural de la hegemonía del poder contemporáneo, describe con acierto la situación, así como los nexos entre medios, cultura y resistencia, y su influencia (decisiva aunque  no única) sobre el conjunto de las relaciones de dominación. Contrario al supuesto “fin de las ideologías” (Daniel Bell), como dijera hace un par de décadas (con total validez hoy) el entonces jefe de la Agencia de Información de EEUU, en una frase definitoria de la Guerra Fría, si esta es “una lucha de ideologías –una guerra llevada a cabo por otros medios que el conflicto militar– entonces la guerra fría todavía existe evidentemente, en términos de lucha por la mente de los hombres” (MATTELART 1989).

Los hechos guerreristas más recientes, muestran una tendencia similar a los ambiguos y constantes movimientos mediáticos entre audiencias masivas y “desmasificadas”: conviven las estrategias de ataque a blancos desmasificados (mediante las tecnologías de precisión en armas convencionales) (GARCÍA 2003) y a objetivos masivos (tanto en los ataques terroristas como militares). Ahora, la lógica de la guerra invade con más fuerza la comunicación –que resulta en violencia simbólica y una tiranía (Ramonet)–, a la vez que lo comunicativo (sus tecnologías) se ponen, más que nunca, en función de las batallas. Pero también se profundiza la reciprocidad del acto violento guerrerista y, como en la relación dialéctica comunicativa, el victimario resulta, cada vez más, víctima. Lo declaraba uno de lo soldados norteamericanos movilizados en Irak, en el documental Farenheit 11/: “cada vez que uno mata a alguien, un pedazo de ti muere, nada vuelve a ser igual”. Antes, otro norteamericano, Ernest Heminway, soldado durante la I Guerra Mundial, lo había adelantado en aquella frase memorable: “No preguntes, hombre,por quién doblan las campanas. Doblan por ti”.

Notas y referencias

1. Siguiendo conceptualizaciones de esta como las propuestas por Antonio Pasquali o Luis Ramiro Beltrán. Estos autores definen la comunicación como “la relación comunitaria humana que consiste en la emisión/recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad”, y “el proceso de interacción social democrática, basada en el intercambio de signos, por el cual los seres humanos comparten voluntariamente experiencias bajo condiciones libres e igualitarias de acceso, diálogo y participación”, respectivamente.

2. Declaraciones del Comandante Ralph Peters, de la Oficina del Jefe Adjunto del Estado Mayor para la Inteligencia del Ejército de los EEUU, en 1997.Citado en: GEORGE, SUSAN (2002): Informe Lugano.La Habana, Editorial Ciencias Sociales.

3. Estos constituyen, junto a los “estudios empíricos sobre el terreno” de Lazarsfeld, uno de los capítulos de las teorizaciones sobre el campo, correspondientes a su etapa inicial, que se citan en toda la bibliografía.

4. Véase el libro La CIA y la Guerra Fría cultural, de Franes Stonor Saunders. La Habana, Ciencias Sociales, 2003.

5. Como se debe suponer, debido al nuevo lugar que ocupa el terrorismo en la configuración de las relaciones internacionales actualmente, a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la declaración de una Guerra Global e Infinita contra el Terrorismo por parte del gobierno norteamericano, el análisis de los nexos entre comunicación y terrorismo requieren, en realidad, de una indagación exclusiva. En este caso, solo se mencionan algunas ideas al respecto, que se incluyen en otro texto que, en relación con el tema, prepara el autor. Para ver más sobre los nuevos nexos entre comunicación y terror, con los cuales se puede o no estar de acuerdo,consultar trabajo de profesor español José Luis Piñuel Raigada, de la Universidad Complutense de Madrid, “Comunicación social y terrorismo”. Disponible en Internet, URL: http://www.psicotecnia.com/Comunicacionyterrorismo.pdf. También, el texto “Los Medios de Comunicación y las Nuevas Tendenciasdel Terrorismo Internacional”, de Oscar García Luengo, igualmente docente de la Universidad Complutense de Madrid. Ponencia presentada en la Conferencia Internacional “La seguridad europea en el siglo XXI”. Universidad de Granada, 5-9 de noviembre de 2001. Disponible en Internet, URL:http://www.ugr.es/~ceas/Sociedad%20y%20seguridad/3.pdf. Asimismo, la Compilación de artículos “El mensaje del 11 de septiembre”, La Habana, Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2002.

Bibliografía

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