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Punto Cero

versão impressa ISSN 1815-0276versão On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.09 n.08 Cochabamba  2004

 

ARTICULO

COMUNICACIÓN Y POLÍTICAS PÚBLICAS O DE CÓMO HACER RETORNAR LA CIUDADANÍA A LA CIUDAD

Luiz Roberto Alves

Licenciado en letras USP Licenciado en Pedagogí a Facultad de San Bernardo do Campo Magister y Doctor Letras USP Doctor en Comunicación Universidad Hebraica de Jerusalé n Docente ECA - USP / IMES - Sáo Paulo

luralves@usp.br


La creación de políticas públicas es un fenomeno antes de todo educativo y por eso se realiza como valor comunicacional por excelencia. El lugar de la creación de políticas públicas no es el de la gestión administrativa, o del gobierno, sino de los procesos de mobilización y comunicación de los actores políticos, de los actores de la ciudad, consideradas las necesidades y talentos de los grupos constituyentes de la comunidad.

I.- En el inicio, la memoria

Mi reflexión retorna a Walter Benjamín para homenajear a Paulo Freire, vivo en el recuerdo de su muerte en mayo de 1997.

En el presente viaje del tren de la historia, en que perdemos la diversidad de las narrativas étnicas y comunitárias y somos informados y entretenidos intensamente sobre los mitos globales, y cuando estos mitos renovados son apropiados por los autoritarismos de plantón, solamente otra información cargada de memoria podría instaurar círculos de producción y difusión de cultura, círculos generadores de nuevos objetos y renovados sujetos. Ahí el proceso informativo se haría educación y esa educatividad informaría que las políticas públicas son posibles. La creación de políticas públicas es un fenómeno antes de todo educativo y por eso se realiza como valor comunicacional por excelencia. El lugar de la creación de políticas públicas no es el de la gestión administrativa, o del gobierno, sino de los procesos de movilización y comunicación de los actores políticos, de los actores de la ciudad, consideradas las necesidades y talentos de los grupos constituyentes de la comunidad. Política pública sería el nuevo nombre de lo que Paulo Freire denominaría ( en base a la secuencia de sus textos) "acción cultural libertadora y autonomizante" de los grupos sociales, ya redimidos de la condición colonizada de agregados y/o meros contribuyentes, pero efectivamente ciudadano y ciudadanas.

Tanto las políticas públicas como la sustentabilidad de los municípios y regiones geo­políticas son imposibles de concretización fuera de la acumulación de la memória cultural y su consecuente ejercício político. El relatório Brundtland y la Conferencia de Rio de Janeiro en 1992 ya nos mostraron que los modos actuales del crecimento de las ciudades son insustentables, sea ecológica, económica y socialmente. Entonces, no debemos hacer planes de desarrollo sustentado, sino crear bases sociales para la posible sustentación. Cualquier acto de compromiso y participación implica el análisis detenido del modo histórico de ejercício o ausencia de ciudadanía, ya sea pensemos las políticas globales, ya sea tratemos de la vida familiar y comunitária, en la cual se hace, tambien subjetivamente, intercambio de natureza y cultura. Vease que várias experiencias de revitalización economico-social y cultural de ciudades brasileñas y latino-americanas, experiencias de inclusión y proyetos de representación directa para la distribucion de los bienes públicos se han encontrado en la leviandad de las promesas y reivindicaciones, en el censo común de las demandas, en la usura de la plusvalia y en la disputa de tendencias cuando el espacio público no implementa el eje de la memória generadora. Ahí la ciudad corre el riesgo de modernizarse por fuerza de los maquillajes y privilegiar las relaciones de comércio y consumo, por la mediación del espetáculo. Al contrário, algunas experiencias exitosas partieron del reconocimento del mapa de exclusión/inclusión, de la história del barrio, de la memória de los procesos migratórios, de los sentidos del cambio del modo de producción económico y cultural. Por tanto, políticas públicas tomadas como planeamiento no sustentaran la nueva ciudad de nuestros deseos y necesidades, sino la acción cultural ciudadana, que encuentra en políticas públicas su vehículo de comunicación y mobilización.

El pensamiento diacrónico sobre la cultura vuelve, pues, a ser central para las políticas, después denegado por los planteamientos listos y equivocados de las ciudades globales y sus negociadores. Otra vez no nos sirven los manuales de políticas, otra vez seductoramente internacionalizados.

Benjamín se encuentra con Paulo Freire: hoy, un acto político talvez revolucionario sea el de descubrir en los círculos de cultura comentaría que el tiempo no es ni vacío, ni homogéneo, pues en cada segundo de él pueden generarse compromisos y proyectos redentores. Para tanto, es imprescindible que nuestra inteligencia no sea dispuesta al consumo, mejor a la consumación y cooptación de lo que Eduardo Galeano denomina los nuevos imperios.

El foco colonial-globalizador genera la no-política pública. Por tanto, no dudo en decir que todavía no creamos políticas públicas, pero hemos hecho, en municipios y regiones, en diferentes momentos, experiencias de gestión entre gobiernos y sociedades capaces de, en su acumulación, producir bases culturales de hecho generadoras de políticas públicas.

Comunicación y Políticas Públicas es, pues un tema que asume la crítica de cultura vigente y los desafíos emergentes. Es un tema único, inseparable e indispensable para pensar la sociedad excluyente y los modos de inclusión, sea local, sea globalmente.

II.- El escenario de lo posible imposibilitado y vice-versa

Memoria, soporte conceptual, decisión compartida y evaluación continua, componentes necesarios a la existencia y sentido de políticas públicas. Por tanto, una intensa comunicabilidad asumida y comprometida. Entonces, se evidencia el obstáculo para la constitución de políticas públicas cuando falta inclusive la memoria del soporte conceptual. Tomemos un ejemplo, el de las políticas de educación, cultura, comunicación. De ellas conocemos manifiestos, diagnósticos brillantes, sugerencias de implementación. Pero se pierden y evaporan en las mediaciones de las prácticas cotidianas y en el proceso evaluatorio, que es el lugar privilegiado de la operación autoritaria y corrupta. Se conocen si, experiencias, todavía sin convergencias que constituyan fuerzas de cambio social. Si buscáramos soportes conceptuales para esas políticas y fuésemos a las Constituciones y enmiendas republicanas brasileñas (¿cómo serán las de otros países da América Latina?), veríamos allí los capítulos asociados a la educación, cultura, comunicación, cuando existen con alguna autonomía, plenos de lugares comunes, copias de insipientes ideales del liberalismo y libelos sobre la organización del Estado. Comunicación, antes de la Constitución llamada "ciudadana", de 1988, era navegación de cabotaje, correos y otras pocas actividades empresariales, mas los textos oficiales y oficialescos no se olvidan de alertar contra la comunición que favorezca a la subversiones del régimen democrático. La fórmula tiene fortuna crítica, pudiendo ser leída en textos de las visitas inquisitoriales brasileñas de 1596. Si la comunicación significa convertir en común, compartir, por tanto la base política, pasa a ser peligrosa.

En los textos constitucionales, los temas que muestran la gestión pública de la cultura y de la educación venían enrollados en capítulos "de la familia, de la educación y de

la cultura", asociación útil y hasta contemporánea. Pero allá se prescriben deberes sin derechos, responsabilidades sin razones, cosas homogéneas y uniformes. La lengua oficial desconoce la diversidad cultural, la educación no hace la lectura de los sujetos educandos, la familia no se abre a cualquier pluralidad, la cultura es amparada y abrigada, casi exclusivamente sus bienes patrimoniales. El texto constitucional de enero de 1967, copiando 1937, llega al descaro de anunciar la protección especial a los paisajes naturales particularmente dotadas y monumentos de valor histórico. Se asocia a eso la primera enunciación de una política nacional de cultura, en 1975, coordinada por el coronel Ney Braga, en la cual los suportes de la concepción de cultura son el sincretismo y la unidad nacional. Para no quedar lejos de la contemporaneidad, léase el poco conocido libreto publicado por el Ministerio de Cultura en 1995, producido bajo responsabilidad de Francisco Weffort y José Álvaro Moisés y que se denomina: "Cultura es un buen negocio". Se puede imaginar, por el título, su contenido. Se cierra ahí el círculo anti-cultural, anti-Paulo Freire: lo que se preparaba desde los años 30 por el discurso de protección y de amparo, efectivamente significaba y significa la reserva del mercado privatista, la separación de los grupos de presión, la mentira en torno del poder constituido. Peor todavía: la semántica de lo que es bello, bien dotado por la naturaleza, de "valor histórico" tiende a naturalizar el principio de la exclusión, apunta el futuro mecenato como negocio e industria de la cultura, produce privatización por la fuerza del Estado, reduce el valor ecológico y cultural a un acto falsamente turístico. Cultura se convierte en producto, commodity. Se niega ahí toda la experiencia cultural popular, que fue y es hecha de la impureza de la diferencia, de la asimetría, de la asociatividad en camino. Hay, pues, un choque cultural, del cual todavía no salimos: en cuanto los soportes conceptuales oficializados niegan la profundización de las políticas públicas, con el apoyo de la banalización mediática, la experiencia cultural popular, a pesar de ser rica, se fragmenta en el juego superficial de la democracia consentida y aparente, sufre la disecación académica y partidaria poco comprometida y, en consecuencia, tiene dificultades para acumular fuerzas de la buena radicalidad y exiger un nuevo y visible sentido para la sociedad que se nomina democrática. Recordando al sociólogo Florestan Fernandes, será necesario que los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan con procesos de comunicación social afirmen la imposibilidad de la construcción de políticas efectivas sin que se suprima la "tradición cultural" que avergüenza la polis y la política: El juego supuestamente perpetuo de falsas apariencias, según el cual se niega el preconcepto y el racismo practicándolos, afirmándose la igualdad de oportunidades en educación, cultura y salud con el propósito de sabotearlas y se simula la personalidad democrática en cuanto la acción es autoritaria. Tiene razón Noam Chomsky, Octavio Ianni y Edward Said al situarnos en la presente modernidad. Ianni, entrevistado por la revista Novos Olhares propone la utopía, esto es, una alianza creciente de los sectores subalternos en varios países a luchar duramente para conquistar derechos y preservar los que todavía restan. La utopía entra en escena porque la potencialidad política y comunicacional de la globalización se deshace en el propio juego de las corporaciones y la cultura política, especialmente del tercer mundo, es aquella en que el espacio privado se trago al espacio público, inviabilizando políticas efectivas públicas. Noam Chomsky alerta hacia el hecho de que la sociedad las corporaciones producen la "ética de los monstruos" y que el proceso material de privatización también privatiza aspiraciones y regentan espíritus como los ejércitos regentan cuerpos, provocando una tiranía estructural y, por tanto, el fin de la ayuda mútua, de la solidaridad, simpatía, cuidados con la cosa pública etc. Finalmente, Edward Said localiza en Margareth Thatcher y Ronald Reagan fuertes estímulos para el aniquilamiento de la sociedad de los derechos públicos. Según él, esa sociedad habría llegado al ocaso en 1990 y, en la secuencia de la década, se da la propia perdida de sentidos del significado de los derechos a la par de la retórica pasadista sobre derechos usada por la social­democracia. Said recorre al análisis de lo mitos culturales ve evaporar los sentidos de la iniquidad social en la conciencia pública, con perdida de iniciativa e incapacidad de nominar derechos. La literatura sagrada había dicho que dar el nombre implicaba criar nueva condición. El nuevo nombre solo es posible fuera del fundamentalismo y sus alianzas modernizadoras. Tratando precisamente de fundamentalismos, Jeremy Rifkin anota que hoy sustituye el contrato social por los contratos comerciales, las relaciones por las redes, la cultura por el entretenimiento.

III. Encarnar la crítica y la posibilidad

Tres lugares y situaciones de la historia reciente pueden abrir espacio para la acumulación de nuevas narrativas, para la crítica del fundamentalismo y de la privatización de las aspiraciones; en fin, para estimular la constitución del pensamiento y de la práctica política como círculos generador de cultura. Se depende, sin embargo, de los modos de su recepción. Son ellos la cultura diferenciadora, el movimiento social y la conciencia de la totalidad.

Lugar 1. La acción cultural frente a los proyectos políticos del país liberal­patrimonialista (como nos alerto el jurista e historiador Raimundo Faoro) no se revelan ni se pautan por las reglas o planes de cultura, sino por las variaciones, por el contracanto. De este modo, el cinema, la literatura y el mejor de los movimientos sociales brasileños no se definen en las formas y moldes de los planes oficiales, sino en los lenguajes, representaciones y acciones comprometidas con el país real. Cuando, en años 50, se proponía el desarrollismo, con la entrada amplia del capital multinacional y sus sistemas industriales, productores de las nuevas periferias urbanas y del olvido del campo, se publicaban dos libros clave para pensar a nuestra modernidad: Muerte y Vida Severina, de Jo‹o Cabral de Melo Neto y Grande Sert‹o: Veredas, de uimar‹es Rosa. En ellos, las grandes cuestiones del país: agraria, agrícola, religiosa, intelectual. Valores y definiciones políticas vienen a tono para recordar respecto de los verdaderos desafíos populares. Hacer o no hacer un pacto por la vida. En la secuencia, el cine nuevo, Glauber Rocha y depuse el tropicalismo revelan las contradiciones de nuestro subdesarrollo, retórico y cruel.

Efectivamente,o hacer cultural en el país colonizado solo sea símbolo, valor, cuando es una acción trabajada a contrapelo, un rayo en las tinieblas, un hilo de vida en el círculo de la muerte. El contrapelo (también en Benjamín) es diferenciador. Y cuando ese cuadro de confrontamientos desiguales es trabajado en el espacio de las ciudades en profundo cambio de los modos de producción de capital, de los municipios de tipo metropolitano, puede ser sentido mas agudamente o ser hábilmente disimulado en la proximidad de las relaciones sociales. Renato Ortiz concluye uno de sus trabajos afirmando: "Nuestra contemporaneidad hace del prójimo el distante, separándonos de aquello que nos cerca al avecinarnos a los lugares remotos". Efectivamente, la ciudad puede ser un gran sertón fuera de un ser cultural movilizador, un ser tan político como educativo.

Lugar 2. Los movimientos sociales, cuya fase contemporánea irrumpe en los años 70, momento en que los gobiernos dictatoriales se disfrazan de modernidad por las llamadas políticas sociales y culturales. Allí ya revelan en esos intentos de políticas el patrimonialismo, la protección interesada del Estado, la concentración del poder legitimada por el mecenato. De hecho se evidencian los conflictos de capital y trabajo y los antiguos "dos brasiles" ya son muchos brasiles. La cultura política de los años 70, en que Eder Sader localizaba "nuevos personajes, nuevos escenarios y nuevas representaciones" cede espacio, en el curso de dos décadas, a la avalancha fundamentalista en tono global. Sin embargo , los movimientos sociales de los años 70 y parte de los 80 produjeron la educatividad de la sociedad civil capaz de introducir alteraciones importantes en el horizonte de las culturas populares y sus referencias frente a las oligarquías y el pensamiento elitista. Educados para vivir en acampamentos y dormitorios de suburbio, transmutaron el vivir anodino y silencioso en asociatividad, comunicación, proyectos de acción cultural. Produjeron la política de la radio peón y de la inversión de la prioridad de los frutos del trabajo humano. Las tensiones que el laboratorio capitalista creo en las extensiones metropolitanas producirá segmentos sociales tendientes a escapar al conformismo frente a los estamentos sociales, a la mera representatividad política y a la condición de objeto histórico, revirtiendo esas tensiones a la frontera en que se cuestiona el propio modo de producción. Los trabajadores y las trabajadoras decidieron hacerse ciudadanos y ciudadanas a partir del proyecto de ser mano de obra auxiliar. La fuerza cultural emergente de los movimientos - hoy puesta en jaque por el desvio de las redes concretas de comunicación - produjo la relativa victoria sobre la desintegración física y simbólica, llegando a conquistar derechos en medio de la tensión. Creó la intercomunicación de los segmentos y, consecuentemente, nuevos actores sociales. Sugirió la distribución menos desigual de los bienes sociales. Busco, y en parte consiguió, la autonomización de los saberes y su uso político. En esa experiencia, identidad significo la disminución de las distancias entre el saber y el hacer, reorientándolos al incremento de la asociatividad y al enriquecimiento de la vida cotidiana. La Cultura se definió, en el movimiento, como una especie de "conciencia-iceberg de la totalidad posible", infelizmente no entendida, ni trabajada, ni siquiera por los partidos políticos progresistas. Pero esa cultura subyace y puede reactivarse intensamente.

Lugar 3. Esa conciencia-iceberg de la totalidad se gestaba, de hecho, desde los tiempos del modernismo cultural de los años 20, pero fue subestimada, tanto allá como en los programas partidários diversos y en los proyectos de educación, de antes y de hoy. Mário de Andrade intuyo la ausencia en la auto-crítica de 1942, cuando lastimó que la juventud de su tiempo, presente en lo diversos movimientos modernistas, no era radical, como debería haber sido para entender mas profundamente los sentidos del proyecto que tuvo en manos. De hecho, en los programas y manifiestos hay un fuerte apelo a la cultura del pueblo, lo que es positivo, porque la mención ya constituye oposición a la cultura de elite, de los dueños del poder. Sin embargo, las marcas substantivas de la cultura del pueblo, de la producción cultural y de la ciudadanía cultural van cediendo espacio en esos textos y discursos a los ideales de cultura, marcadores de la seleción exclusiva. Uno de los problemas es la defensa de la propia cultura, o el hacer cultural como pretexto para el cambio de la sociedad. Cultura defendida es cultura circunscrita, camino para la folclorización, hibridización de proyectos nacionalizantes. Pretexto de cambio no produce política pues ignora que la acción cultural es el propio cambio, inclusive subjetivo, siendo intrínsecamente político caso comunicabilidad. La defensa y el pretexto fueron campos de batalla de las izquierdas y de las elites. No produjeron adecuadas mediaciones, ni avaluaciones productivas, capaces de enriquecer los lugares de la invención, de la integración de las políticas, de la memoria circuladora de sentidos, de las practicas de ciudadanía. Y no hay vacuna eficaz para eso, excepto la continua vigilancia. Por tanto, el lugar de esa conciencia-iceberg, que comienza a revelar las contradicciones del fundamentalismo mundializante y ronda y contra-ataca en lugares donde los imperios mas atacan, ese lugar es de la cultura mas expuesta y circular, negadora de muletas de la política para su ejercicio, pues se realiza como constructora de la propia política en la máxima exposición, en el campo abierto. ¿Cómo hablar de mediaciones en el espacio cerrado de los corporativismos?

IV.- Pasos metodológicos y esquemas analíticos

La constitución de políticas públicas, o de la comunicabilidad social que apunta al sustento de la ciudad donde queremos hechar raíces, sugiere premisas ligadas a contextos de inserción, trabajados por modos de accíon compartidos que evidencien significaciones culturales renovadas y/o inovadoras. Tales pasos tanto son útiles para la localización de las políticas en la sociedad como para o trabajo de militancia y, principalmente, para el trabajo de avaluación y reproposición. Siguen aqui como meros indicadores para el enriquecimento de la gestión. Son datos para la creación de un proceso comunicativo.

Conviene dividir el presente bloque en cuatro pasos: las premisas para la existencia de las políticas de cultura / comunicación, el contexto de su inserción, los modos de acción y operación y el proceso de significación en el espacio social en que se realiza. Tales pasos tanto son útiles para la localización de las políticas en la sociedad como para el trabajo en militancia y, fundamentalmente, para el trabajo evaluatorio. En el fondo, aquí se posiciona por el sentido global de la política, dejando claro que ni todo lo que se llama política social, política pública, política empresarial de hecho es una política.

IV.1 Premisas

IV.1.a La identificación y la prácticas de una política de comunicación /cultura en el espacio público o privado implica la revelación de un proceso de trabajo en el cual haya objetivos de cambios de calidad de vida y metodología productora de interlocución social, por tanto participación reveladora de creación simbólica de los grupos y personas involucradas.

Por eso, el trabajo con la política presupone el acompañamiento de las relaciones entre la infraestructura y la supraestructura social, en el cual se sondan los modos y los sentidos de la memoria comunitaria, la organización del presupuesto familiar (y talvez de la propia ciudad), las bases da organización social. En fin, la materia y el espíritu que concretizan la expresión de la existencia y la creación simbólica. En otras palabras, el gestor, el administrador, el gobernante debería tener ojos y oídos grandes y boca pequeña frente al panel cultural que se descortina, intriga y desafía la vida brasileña. Será como hacer lo contrario de los textos de política cultural emanados de la oficialidad cultural del país, sea aquellos de los tiempos militares de Ney Braga, en los años 60, sea los panfletos partidarios y los opúsculos que toma la cultura y la comunicación como "negocio". En ellos falto, siempre, la comunicación ampliada. El poder tuvo bocas grandes y ojos y oídos menudos. De ahí que la cultura haya cambiado un esquema de productos artísticos, en pedazo del proyecto administrativo, cuando no un adorno social. La comunicación, como pretendida política y casi siempre separada de la cultura (como también la educación), se realiza como monstruo que atemoriza y hace todas las cabezas, y mero instrumentopolitiquero.

IV.1.b. El proceso de construcción de una política de comunicación /cultura abarca todo el círculo generador de relaciones sociales: el producto, el dato, el hecho, los modos de difusión /circulación y las formas de consumo, disfrute, apreciación. Para tanto, no basta asumir discursos pomposos venidos de los nuevos milagreros de las gestiones, como gestión sinérgica, revitalización del espacio social, glocalización, matrices administrativas, acción por las redes de acceso, administración descentralizada etc. Ellos también pueden convertirse ortodoxia y esquematización. Mejor es producir nuevas narrativas y nuevas descripciones sobre los modos de las prácticas culturales (producción, difusión, consumo) pues esa interlocución ayudará a superar dogmatismos y limitar eclectismos. Mejor será crear lazos efectivos (discursos vividos) en las practicas de educación/cultura, cultura/salud, presupuesto/educación/salud, transporte/cultura/educación, cultura/salário/jornada/educación y así ampliadamente, no por la lógica de los esquemas, sino por el proceso de las narrativas de las decisiones a partir del reconocimiento efectivo de los participantes. Es absurda, anti-cultural y acción colonizadora aquella que rompe significados en el continuo trabajo comunitario-educación-arte-lucha reivindicatoria...Educación y comunicación se culturaliza, esto es, operan la reinvención de estéticas, amplían expresiones individuales y grupales, producen lecturas críticas de sus materiales. Las narrativas de las diferencias producidas en la interlocución social y de los lazos posibles se constituirán en las estrategias para escapar de la hegemonía discursiva y violencias sociales consecuentes.

IV.1.c. En el proceso de localización, consecución, evaluación y reproposición de políticas de comunicación /cultura se debe considerar tanto las cooptaciones y contagios o asociaciones y complicidades en cuanto las retracciones y exclusiones, las cuales exigen estrategias inteligentes para evitar tanto la exclusión como la uniformización conformadora. De ahí que se requiere la adopción de metodologías (de por si un acto de invención con los ojos en lo vivido y conocido) que lleven a las últimas consecuencias el posicionamiento político, el trabajo por la polis, en la polis. Como ejemplo bastante conocido de las comunidades y de los funcionarios de empresas, no es posible anunciar la "importancia" de la cultura, de la educación y de la comunicación a la par de inversiones mínimas, inferiores a los presupuestos de propaganda, espectáculos o compra de regalos. La administración pública de cualquier ciudad, región o estado, es inconcebible que educación, cultura, comunicación y diversión tengan menos que treinta por ciento de todo el presupuesto. Ciertamente, si depender de los modos participativos de presupuestar y acompañar la ejecución de los servicios públicos, la experiencia revela que la exigencia puede superar la marca citada. El poder sobre el presupuesto tanto produce exclusión/conformación como podría producir inclusión/participación.

IV.2 Contexto de inserción de la política

IV.2.a Considerar el patrimonio para más allá de la práctica autoritaria. Ir a la historia, a lo simbólico, a los discursos narradores, a los bienes construidos o que la comunidad busca construir. En esa investigación se educa el grupo social envuelto y sus gestores por la diacronía y por la diversidad de discursos sociales, dato indispensable para la creación y diseminación de políticas democráticas.

IV.2.b. Considerar referencias concretas de orden económico, precisión presupuestaria, relación de costo y beneficio social, políticas globales de acción, sus condicionantes y sus aberturas. De este modo, el censo de realidad balizará la producción de la política y demás operaciones. Mas que todo, decorre de ahí el primer gran acto de fe en la comunidad social, esto es, saber que su inteligencia incluye cálculos, datos complejos, relaciones, problemas macro estructurales. Mas allá de la fe, la desidealización del pueblo, acto contrario a la folclorización promovidas por las elites, que golpea en el clavo por la apología de las virtudes populares y vuelve a golpear en la cerradura, por la negación a la apertura de las cuentas y documentos. En la practica política cualquier virtud solo adquiere sentido a partir del conocimiento, de la información. El saber popular se genera, secularmente, en lo concreto, piedra angular del planeamiento. Las culturas populares no existirían se laborasen fuera de este sentido de realidad. Paulo Freire intuyo bien ese hecho, base de su proyecto epistemológico, de su metodología educativa.

IV.2.c. Considerar el énfasis del proyecto de política, de que decorre la medida justa de la implementación, consecución y avaluación. La política puede ser institucional, comunitaría, pública, privada, mixta, de tercer sector, lo que no cambia el rigor y el método, sino califica los pesos dados a los diversos items. Políticas comunitárias presupuestan muy diversamente del poder público o de la gran empresa. Items asociados a la lucratividad o fidelización de público no se aplican a cualquier política. La buena y clara definición producirá la agenda y la pauta del proceso de construcción.

IV.3. Modos de acción

En este ponto, la enunciación simple de las etapas constituyen los modos por los cuales el grupo participante determina el ámbito, el tiempo y los lugares específicos de su trabajo constructivo.

IV.3.a. Planeamiento. Participan los valores científicos y estéticos del grupo, la claridad sobre los recursos humanos, materiales y espirituales, el estabelecimento de objetivos, la adecuación de instrumentos (técnicas, investigaciones de opinión, modos de reunión, formas de decisión), la capacidad proyectiva del grupo, el espíritu de integración.

IV.3.b. Implementación. La política debe precisar su lugar, duración, amplitud, visibilidad social, presencia en la comunidad, envolvimiento social, cumplimento de metas.

IV.3.c. Evaluación. La política debe responder a necesidades y deseos sociales y comunitários, si son cumplidos a partir de los objetivos o si son desnorteados, corrompidos, deformados. Necesita componer el proyecto mayor de calidad de vida y de acción ciudadana. Se evalúa también su equilibrio presupuestario, la expansión o retracción de servicios. La evaluación es el camino para la creación de la memoria historia de la persona, del grupo y de su trabajo, instrumento de pertinencia y orgullo. Como valor metodológico, permite crear valores entre los objetivos y lo que concretamente se cumplió. Y si no se cumplió, se da remedio.

IV.3.d. Reproposición. Es el remedio otorgado por la evaluación. De los actos de reproponer vienen nuevos abordajes, nuevos proyectos, nuevos servicios, nuevo tiempo, nuevos objetivos y nuevos presupuestos. Se crea aquí espíritu crítico y censo de realidad. En fin, nuevos valores en el propio derecho y en el deber de descubrir los problemas y apuntar soluciones.

IV.3. Proceso de significación del trabajo realizado

Son cuatro los nuevos sentidos que vienen de ese modo de crear política en la historia del grupo social:

IV.3.a. Sentido de constitución de sujeto social, por el derecho, por la crítica, por la presencia, por la capacidad proyectiva.

IV.3.b. Sentido de articulación ampliada, que hace generar saberes antes incultos, que producen narrativas diferenciadoras y articuladas a los diversas lenguajes sociales, que produce reconocidos del otro, de la otra, avanzando para la relación yo-tu, que rehace la sociedad por la base, mucho mas allá del poder vicario de la ley y las normas.

IV.3.c. Sentido la educatividad en movimiento, realizando la educación mas allá de los aparatos escolares y haciendo cultura fuera de la casa de la cultura y del mostrador de negocio, produciendo el ideal democrático de la educación vigente en el significado mayor de la comunicación, esto es, en el hacer común, en el dar oportunidades iguales para respetar los avances diferentes.

IV.3.d. Migración y acumulación simbólicas, o sea, simbolizamos cuando politizamos la vida social para hacerla al servicio de las minorías negadas e invisibilizadas en las narrativas de las elites. Simbolizamos cuando generamos pasos compartidos, más precisos, capaces de proyección. Simbolizamos cuando la polis, el lugar de trabajo, la convivencia y la creación son nuestros, componentes del ejercicio serio y productivo de hacer política.

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