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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.09 n.08 Cochabamba  2004

 

ARTICULO

JUVENTUD: UNA "JODITA*

AH…POLÍTICA, ENTRE LA EFICIENCIA PRODUCTIVA Y EL RACIONALISMO “CRÍTICO”

Marcelo Guardia Creso

Comunicador Social Magister en Comunicación y Cultura Doctorante Complutense de Madrid / Diego Portales Docente TC Comunicación Social UCB-Cbba.

guardia@ucbcba.e u.bo

Dentro de una cajón vivía cuando opositor se inventaba un no distinto a cada afirmación Hay más calles que bloquear hay más huelgas por hacer, hay más hay mucho más por qué pelear hay más... hay más RHO + (Octavia)


En los últimos años, los jóvenes han estado en el discurso hegemónico de las instituciones del Estado y la sociedad civil como parte de la esperanza y el futuro, por un lado, pero también como las víctimas de un sistema mecanizador que los estaría convirtiendo en seres manejables, apolíticos y masificados en beneficio de una sociedad industrial globalizada. Sin embargo, la dimensión política de la vida juvenil se está manifestando a través de una serie de comportamientos, incomprensibles para la racionalidad hegemónica de las antiguas derechas e izquierdas de la sociedad. La juventud ahora se mueve entre la urgencia de vivir creativamente lo poco de libertad que le ofrece la vida o de inventarla de acuerdo a sus condiciones de vida que, en términos generales, son adversas y totalitarias.

I. La exigencia productiva.­

Tal como lo describe el pensamiento frankfurtiano de la primera época, los jóvenes son un estamento que transita de una niñez con compromiso con la capacitación, a través de la escuela, hacia la productividad y la eficiencia del momento "terrible" del trabajo y la sumisión.

Así, los jóvenes han sido colocados en la escuela para ser "alguien" en la sociedad, porque quien no "tiene" o "produce" no es reconocido, por tanto no existe.

La escuela es la mejor fábrica de seres productivos de la sociedad. Recordemos "El Muro" de Pink Floyd. Pero para ser productivo hay que ser obediente y ordenado. Recordemos que el inventor del slogan "Orden, Paz y Trabajo" fue el ex dictador, General Hugo Banzer.

El joven termina el colegio y tiene un mantel puesto para seleccionar cual es el área donde será explotado, donde será sometido a las reglas del mercado y parece no haber ninguna salida. Pero la juventud también supone descontento, supone crítica y en los mejores momentos supone irreverencia y acción contestataria.

La juventud es una etapa en la que las personas piensan diferente. Por ello la juventud es una fuente permanente de crítica. Pues es en esa etapa en donde se puede resistir, gritar y golpear para demostrar que el tren al que se los está subiendo no es de su agrado y sobre todo porque no es algo escogido por los pasajeros.

Esta es la etapa en la que el Estado y las grandes instituciones se ocupan de presionar a los jóvenes a tomar decisiones: "tienes que escoger una profesión", "tienes que ser alguien de bien", "tienes que cuidarte de las malas compañías, de las drogas y el alcohol", "no tienes que ser vago". Hasta la sexualidad está controlada: "¿Sexo?, cuando seas profesional y te cases, mientras tanto, paciencia".

Para los jóvenes cualquier oportunidad, por más mínima que sea, es aprovechada para dar rienda suelta a sus impulsos más básicos y naturales, frecuentemente reñidos con la administración de tiempo de la producción. A esos actos, los eficientes productivos llaman desvíos.

Es la etapa de mayor presión y angustia para quienes no acaban de entender la lógica productiva de la sociedad.

II.    Exigencia "crítica".­

Pero la presión no sólo viene de los sectores oficiales de la sociedad. También hay una exigencia de comportamientos por parte de otros más intelectualizados, supuestamente más críticos y hasta revolucionarios surgidos de las academias del saber ilustrado. Para estos sectores, las capacidades crítica y de rebeldía, propias de la edad, están adormecidas. Los jóvenes han entrado en un estado de conformismo que lo único que hace es fortalecer el status quo de la sociedad y los jóvenes son el blanco perfecto de un sistema que produce e impone bienes y servicios -a medida-para la juventud.

Todos los productos que consume el joven responderían a una lógica mercantil que forja la "alienación" de los jóvenes.

Para estos intelectuales, el joven no sabe que lo manipulan, no se da cuenta que lo que consume está pensado por intereses comerciales, no tiene pensamiento propio, no puede sino asumir lo que se le impone. Sus gustos están condicionados, es más, no los tiene de manera auténtica y propia. Sus vidas están programadas de antemano. Por tanto, sólo le queda vivir identificado con una sociedad determinada por intereses hegemónicos y en calidad de productor/consumidor de la misma sociedad en beneficio de las élites de poder.

Y es eso exactamente lo que no quieren los militantes de este polo de presión. Al contrario, lo que esperan y reclaman del joven es el ejercicio de la conciencia crítica en función de la transformación revolucionaria de la sociedad. Y como el joven no está en sus proyectos organizativos militantes, al contrario, sólo busca la diversión y el distanciamiento del compromiso político tradicional, no dudan en acusarlo de reaccionario, alienado y hasta peligroso para la historia de la sociedad.

"Los jóvenes no saben ni les interesa la política", "tienen un proyecto individual y no social" "carecen de conciencia de la realidad", "no les interesa nada", "viven el momento". Son acusaciones cargadas de un sentimiento de impotencia y decepción ante comportamientos que escapan de la lógica eficientista de la ilustración. Mientras tanto, los jóvenes navegan velozmente por la ciudad en patines de colores, como autómatas, con ropas extrañas y con sus walkman a máximo volumen, tocando el último rap o lo mejor del rock.

III. Las víctimas de los Medios y la Globalización.­

En el afán por comprender ese desvío de los planes de la productividad, para el discurso productivo, y esa apatía de masas, para el eficientismo "crítico" militante, se ha desarrollado una vasta argumentación que procura explicar racionalmente ambas frustraciones y una de las causas de los desvíos y la apatía está en la relación de la juventud con los medios de comunicación.

Para ambos discursos, los medios de comunicación son responsables -en gran medida- del comportamiento de los jóvenes. El poder de los medios penetra en la mente de los jóvenes deslumbrándolos con símbolos, contrarios a ambos proyectos.

En la niñez, la televisión disputa con la escuela y distrae de las labores programadas institucionalmente para la formación y capacitación de seres productivos. La televisión transmite valores a veces contrarios o distintos a los de la familia tradicional, la escuela y la cultura nacional. Los jóvenes aprenden más de los medios masivos que de la Escuela y no por alienados, sino porque la educación formal se torna aburrida y continúa autoritaria. Para ambas posturas, la "tele" genera violencia en el comportamiento humano.

En las dos visiones, los medios son acusados porque transmiten -supuestamente-valores culturales ajenos a los de las sociedades locales, destruyendo la identidad y la cultura de los países, haciéndolos más uniformes, de acuerdo a tendencias de la globalización. Las modificaciones culturales, rechazadas por sectores conservadores, son atribuidas a la supuesta despersonalización de los jóvenes.

Se construye, de ese modo, una suerte de "alerta paternalista" frente a los medios y las nuevas tecnologías. Se ve con desconfianza a las nuevas tecnologías y medios de comunicación electrónica. Se presagian, con pesimismo, efectos devastadores psíquica y físicamente, a causa del surgimiento de la red internet, los juegos electrónicos, tecnología digital, etc.

Se critica con náuseas los símbolos de identidad y el consumo cultural de grandes grupos de adolescentes, desde la ropa, los peinados, hasta la música que los conmueve, interpela y congrega. Y en todas las arremetidas de los mayores, en contra del consumo cultural de los jóvenes, sólo se ejerce autoritariamente un poder que intenta imponer la domesticación de la indisciplina. En los hechos, sólo se profundiza el divorcio generacional y la desconfianza en las instituciones oficiales como el Estado, que sólo piensa en los jóvenes dentro de tres pobres conceptos: capacitación, salud y deportes . Conceptos éstos que, si bien tienen su importancia desde el punto de vista productivo y funcional, no representan en absoluto la cultura, la identidad y las aspiraciones juveniles de nuestras épocas.

IV. Seguridad ciudadana y miedos.­

Además de esas presiones sobre el joven, se acrecienta todavía un otra re-presión. La Ley de seguridad ciudadana propone: "Mas prevención, ante el delito y el daño social, menos delitos, más auxilio y más seguridad". Una de las acciones más importantes de esta estrategia es la denominada "Prevención del Consumo de Drogas", mediante la cual se pretende evitar el consumo de alcohol y drogas, bajo el supuesto de que "... bajo el efecto de ellas se comenten la mayoría de los delitos".

Pese a la buena intención de esta disposición, el Estado hace un diagnóstico parcial, incompleto, y no apunta a la verdadera causa de los problemas de la violencia: el desempleo, la crisis y la exclusión social. Pero lo peor de todo es que los afectados no son los delincuentes verdaderos, los asesinos y ladrones de las calles y corruptos del propio gobierno, sino los jóvenes.

En Cochabamba, jóvenes de clase media han inventado un lugar de interacción al que le llaman "Las Islas", donde se reúnen las noches de los fines de semana para escuchar música en sus autos, beber, compartir, chequear, etc. Pero la policía hace batidas para expulsarlos del lugar porque es zona residencial "perturbada" por los excesos de la juventud. Se cometen atropellos a nombre del cumplimiento de la Ley que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en vía pública. Lo único que reina es el desentendimiento y el autoritarismo porque, por un lado, los jóvenes no saben de sus derechos y obligaciones, la ley también reconoce el libre tránsito como un derecho, y por otro, la policía no sabe por qué razones, causas y motivaciones están ahí, y aunque se los bote a palos, los jóvenes esperan el paso de los patrulleros para reinstalarse de nuevo .

Como refuerzo a todo ello, la prensa, las instituciones del Estado etc, están forjando una imagen temeraria acerca de la violencia y se están inventando unos miedos ambiguos que tienen más de falsos estereotipos que de verdades y -claro- los principales actores de la violencia son los jóvenes . Los maleantes, los que se acercan al peligro, los que se exceden en todos los ámbitos, los que no saben ser responsables, los que no se cuidan, los que no usan preservativos, los que no obedecen, los desempleados, los que fuman, se drogan y beben y ven televisión, son jóvenes. Tal vez por eso en Cochabamba los que son linchados o quemados vivos, equívocamente, son también simplemente jóvenes.

V.    Las astutas y ambiguas navegaciones juveniles.­

Si hay alguien en estos tiempos que sabe resistir y ser creativo es el joven. Resiste a las presiones eficientistas y la exigencia de convertirse en perceptor crítico de los medios masivos, así como a la Seguridad Ciudadana.

Su creatividad se mantiene dinámica y es el principal actor de los cambios y la renovación de la cultura contemporánea. El mercado gira en torno de él para ofrecerle bienes de acuerdo a sus necesidades y no al revés. Nada se produce en la industria cultural sin antes determinar las tendencias juveniles.

¿Cómo va a estar contento en la escuela si ésta se tornó aburrida, lenta y obsoleta para sus intereses más inmediatos?, ¿Cómo le va a interesar la política si está llena de corrupción y cinismo?. ¿Cómo no va a resistir las iniciativas de capacitación si sabe que todo acabará en explotación o peor, desempleo?. ¿Cómo no aprovechar su tiempo para divertirse, si la sociedad le prepara un callejón oscuro de productividad, disciplina, restricción, represión y poca libertad?

Mientras los adultos le presionan y reprimen para domesticarlo, el joven navega, se conecta con más facilidad a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se apropia de la tecnología inventada por la hegemonía y la adapta a sus intereses, chatea y crea comunidades virtuales, produce mensajes que dan vueltas al mundo y retornan enriquecidos de las ambiciones de otros jóvenes del resto del planeta. Maneja las nuevas tecnologías mientras el adulto -asustado- no las entiende.

Inventa comunidades reales de semejantes para construir mitos y rituales contemporáneos en medio de las reglas del mercado. Asimila los códigos de los espacios culturales que le interesan sin ningún problema. No está preocupado con las esencias o fronteras culturales porque no las ve. No está preocupado con la racionalidad porque no le sirve. Prefiere escuchar música a todo volumen aunque no entienda la letra de las canciones, porque eso le provoca verdaderas y mejores gratificaciones y además le conecta con el mundo mágico de sus mitos y pensamiento trascendente . Disfruta "chocho" de los videoclips más extraños, mientras los viejos semiólogos se rompen la cabeza tratando de demostrar que eso le hará daño en algún momento.

El joven se apropia de las ciudades y les cambia de sentido, transformándolas en escenario para la representación y celebración de su identidad, que no es tradicional ni moderna, propia ni ajena.

"...Los jóvenes, (...) son los que están reinventando más radical y vitalmente los modos de relación con la ciudad, como territorio marcable, reconocible..."

Más allá de ser objeto del discurso filantrópico y preventivo, de ninguna manera está desadaptado. Mira el presente desconcertado, pero avisora el futuro con astucia. Su capacidad de vivir el presente es una respuesta profundamente política ante una sociedad que, además de no comprenderlo y exigirle permanentemente, lo reprime. La dimensión política de la cultura joven no está en su discurso, que ni se preocupa en tenerlo. No está en su capacidad de analizar y criticar la realidad, menos de enrolarse en la militancia partidaria para transformarla. Al contrario, esas son cosas que desprecia y rechaza inteligentemente porque sabe que no funcionan. Entonces, su accionar político es el comportamiento. Vive intensamente y a la mayor velocidad posible su gran capacidad de reinventar la cultura, de prepararse para sacar ventaja de la oferta que le hace la sociedad, donde la única lucha que lo convoca es la lucha por la identidad.

"... Ni el Estado ni los partidos políticos, han sido (...) capaces de generar matrices discursivas que puedan interpelar a los jóvenes. La construcción de lo político pasa por otros ejes: el deseo, la emotividad, la experiencia de un tiempo circular, el privilegio de los significantes por sobre los significados, las prácticas arraigadas en el ámbito local que se alimentan incesantemente de elementos de la cultura globalizada."

Ante un mundo individualista y egocéntrico, el joven es el que mejor sabe inventar, recrear y disfrutar del sentido colectivo que la modernidad viene destruyendo desde el renacimiento. Por eso se asocia en pandillas, asociaciones, grupos de esquina, clubes de fans, etc. Donde los temas e imágenes que lo conmueven se convierten en mitos y generan rituales espectaculares, ininteligibles para los extraños (adultos).

Así, también sorprende y cuando tiene que intervenir lo hace con convicción.

"La Guerra del Agua en Cochabamba ha sido liderizada y gestada por jóvenes vestidos

de blue jean, que usan melenas y escuchan rock, desde el más "trash", hasta el más "fashion". Mientras la ilustración tacha a los jóvenes de clases subalternas de ser los más alienados e inconscientes, fueron éstos los que tomaron la Plaza 14 de Septiembre armando barricadas, vestidos con poleras negras de Metallica o Guns and Roses. Fueron las pandillas de jóvenes de los barrios periféricos que junto a amas de casa salieron para morir y resistir una arremetida violenta y autoritaria del sistema neoliberal que en la versión criolla se tiñe de vergonzosa corrupción."

No hay mapa de prioridades en la investigación social seria que pueda ignorar el estudio de la cultura joven, pero no desde el adoctrinamiento productivo o desde la compasiva mirada que proyecta en los jóvenes la imagen de unos seres indefensos y vulnerables por la crisis y la globalización, en cuanto éstos se rien de la ingenuidad paternal y sobre todo de la incapacidad de conectar el terrible presente con un mejor futuro.

"...Hoy más que en el arte(...) es en los cuerpos y la sensibilidad de los jóvenes, en su confusión y desazón, en sus rabias y su gritería, donde están haciéndose visibles las transformaciones de los modos de sentir y de crecer, de hablar y de oír, donde se experimentan más agudamente los cambios de velocidades y de ritmos."

Pero, más allá de esa ambigüedad y astucia defensivas, lo más gratificante de la cultura joven es su capacidad de estetizar el mundo, de embellecer lo duro y adverso de las paredes y cuerpos objeto de la represión. Y en ese paso despreocupado, el joven dibuja la ciudadanía que sueña, en medio de desafíos y problemas como una verdadera "jodita ah.. política y estética", que los adultos no podrán entender si no desentierran la juventud que late en ellos, reprimida. Como dice el escritor Alvaro Mutis "..el fracaso más grande del hombre es convertirse en adulto.."

*El té rmino “jodita” es utilizado por los jóvenes para referirse a momentos expansivos, de regocijo y celebración de sus complejas identidades.

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