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Punto Cero

versión impresa ISSN 1815-0276versión On-line ISSN 2224-8838

Punto Cero v.8 n.6 Cochabamba ene. 2003

 

DESAFÍOS PARA LA INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN Y CULTURA

 

Lic. Xavier Jordán A.

Docente UCB‑Cochabamba

 


No es un secreto que en los últimos años, la investigación de la comunicación en nuestro medio parece estar viviendo una apertura a nuevas propuestas teóricas y metodológicas que “retornan al sujeto”, en términos de Mattelart , para entender los procesos comunicacionales desde la subjetividad y lógica de los actores, reconociéndolos como productores de significados. Pese a que todavía persisten inquebrantables defensores de los viejos paradigmas y dogmas teóricos, cada vez son más las investigaciones que exploran la recepción y las mediaciones tratando de no fragmentar el proceso comunicativo.

Esta apertura se expande a otros campos, como el de la cultura, descubriéndonos infinitos espacios de análisis que reclaman la atención de los investigadores. La Universidad Católica en Cochabamba, por ejemplo, ha publicado una serie de estudios en comunicación y cultura realizados por los estudiantes y compilados en el libro “Cochabamba en Tiempos de Glocalización”. Los Yatiris (una especie de druidas andinos), los rituales de la Fiesta de la Virgen de Urkupiña, el valor simbólico del Wilstermann como medio de identidad, son algunas de las temáticas que podemos encontrar en este trabajo. De igual forma, ya se defendieron tesis de grado centradas en el tema de la cultura, de los espacios urbanos y las interrelaciones culturales, en ellas se aborda la investigación desde la perspectiva del sujeto. También se vienen desarrollando estudios importantes de tesistas interesados en la materia. El humor popular a través de un  suplemento periodístico y el fenómeno de un conocido local de baile popular son dos de los trabajos que me toca asesorar.

Todos estos trabajos, de una u otra manera, se acercan a la cultura desde una óptica que entiende su carácter dinámico y sus amplias significaciones. Dicho de otra manera, estos estudios no reducen la cultura a una colección de objetos ni clasificaciones de símbolos y códigos sino que le proporcionan el valor de  “principio organizador  de  la experiencia”, de la vida cotidiana. Creemos que ello supone un gran aporte a la investigación pues, como explica Jorge González, es preciso comprender que la cultura es también sueño y fantasía, escape y evasión, raíz y ligadura. La cultura nos permite acomodarnos al presente desde nuestro pasado para hacer posible el porvenir . Así, los espacios urbanos ofrecen una irresistible diversidad de fenómenos que invitan al análisis. Con sólo evitar la indiferencia  de  lo cotidiano, podemos vivir las experiencias de lo heterogéneo en la interacción y la intolerancia,   las apropiaciones  y resistencias,  el intercambio y las luchas simbólicas.

Ahora bien,  la investigación  sobre comunicación y cultura ha despegado hacia la legitimación de la “mezcla” de bienes culturales simbólicos sin falsos purismos ni arbitrarias premisas. Los textos de Bourdieu, de García Canclini,  de Martín Barbero, entre otros, se convierten en instrumentos teóricos ineludibles para comprender los complejos procesos de “hibridación” cultural en sociedades como la nuestra. El cruce de lo “tradicional” con lo “moderno”,  la “globalización”  y  el “consumo”, lo masivo, lo hegemónico y lo popular son conceptos cada vez más difíciles de diferenciar ante la evidente interacción de lógicas y bienes simbólicos distintos.

Coincidiendo con Pablo Alabarces, en la cultura contemporánea “...ha desaparecido algo que podamos llamar cultura oficial (...) se ha producido la disolución homogeneizadora del registro de lo alto y lo bajo, lo culto y lo inculto, especialmente en la superficie indiferenciada de la cultura mediática (...) han caído las categorías que constituyen la desigualdad...”

Los medios y la lógica del mercado han demolido las pautas que pretendían diferenciar lo “culto” de lo “inculto”. El arte, el entretenimiento, la moda o el confort son compartidos por diferentes grupos sociales. Las clases “hegemónicas” se encandilan y apropian de los bienes simbólicos “populares” mientras estos sectores “subalternos” acceden y usan las manifestaciones culturales de las “élites”. Sin embargo, en estos intercambios suele haber conflictos nacidos de intolerancias pues en cada uno de los procesos de hibridación los actores construyen constantemente significados propios que delimitan las diferencias. La música “chicha” puede ser bailada por una empleada doméstica y por un “chico bien” pero, ¿Adquiere para ambos el mismo valor simbólico? ¿Puede ser un elemento que facilite el acercamiento en condiciones de tolerancia y respeto por el “otro”? Estas son las preguntas que consideramos importantes para plantearse en las investigaciones sobre cultura y por eso es que nos parece fundamental dirigir nuestra mirada a los sujetos.

No dejan de ser interesante, en el juego de las apropiaciones, los múltiples mecanismos de distinción que se van creando y las contradicciones que se generan entre los discursos y las prácticas. Una mujer campesina que migra a la ciudad cambia su pollera por un vestido y en ese acto puede estar reflejando su deseo de alcanzar aquello que identifica a la cultura -digamos- occidental, sin que necesariamente implique renegar de sus valores y bienes tradicionales. Por otro lado, podemos preguntarnos ¿Qué es lo que mueve a que se popularice entre los sectores hegemónicos, el uso de prendas hechas con material y motivos indígenas? Cosa que sucedió durante algún tiempo en que camisas, mochilas consumidor a sus formatos y estructuras narrativas y, el  éxito  del cine latinoamericano, en gran medida depende de su capacidad para acomodar una propuesta original a los  modelos  más “universales”. La tozuda insistencia por marcar astronómicas distancias con el llamado “cine comercial” puede ser una de las razones que impide a realizadores como Sanjinés llegar a lo popular. También puede ser que en su discurso no esté reflejada la cultura popular y su dinámica sino meras pautas arbitrarias de identificación que niegan la validez de las interacciones e ignoran la capacidad de los sujetos para producir significados.

“Lo tradicional no se concentra en los objetos”, sostuvo García Canclini , “sino en los significados que se estructuran desde los actores”, por eso un bien que puede ser asociado a lo “tradicional” como la “Llajwa”, va cobrando nuevos sentidos a medida que es apropiado por los “otros” y se vuelve

y billeteras empleadas por jóvenes de los sectores “oficiales”, estaban adornados con fragmentos de aguayos y whipalas. ¿Caprichos de la moda? Puede ser, pero esto demuestra que las manifestaciones de lo popular pueden ingresar en la lógica del mercado y ser apropiadas y reinterpretadas por los otros sectores. Podemos simplificar nuestro análisis y deducir que este ejemplo no es más que el reflejo de una actitud snob y pasajera o podemos intentar una investigación cualitativa en la que, quién sabe, se revele la búsqueda de nuevas formas de identificación.

Y es que la presencia de lo popular en nuestro medio es tan importante que hace pasar desapercibidas muchas de las formas de apropiación. Basta reparar en el lenguaje cotidiano para darnos cuenta que empresarios y albañiles comparten códigos al expresar sus resacas como “Chʼaki” y su resentimiento muscular post-deportivo como “makhurka”. La repentina y enigmática apropiación de la danza folclórica “caporal” y sus derivados por parte de los vástagos de la “high class”, nos hace ver que existe un trasfondo simbólico que supera la mera curiosidad por lo “nativo”. ¿Es posible pensar que nos hallamos ante una estrategia de creación de lenguajes y códigos abiertamente mestizos que reflejan la búsqueda de nuevos parámetros de identidad? De hecho, el acercamiento de lo “culto” a lo popular se evidencia en casi todas las expresiones artísticas. El cine de Sanjinés, por ejemplo, ha mantenido una línea temática claramente centrada en las problemáticas, la cosmovisión y la historia de las culturas andinas.

Desde una óptica defensora de la ilusión de la “pureza”, este cineasta optó en algunos casos por que sus personajes no sean interpretados por actores sino por gente extraída del “pueblo”, sin formación ni experiencia actoral, “era la cultura andina interpretándose a sí misma”. Si bien este recurso ya había sido puesto en práctica por el cine europeo, cuadra perfectamente en el esquema teórico-conceptual de la propuesta del más representativo de nuestros cineastas y por ello es que no deja de ser interesante preguntarse: ¿Porqué el cine de Sanjinés, supuestamente portador y defensor de la cosmovisión popular, no traspasa las barreras de un pequeño círculo de fieles intelectuales y logra convertirse en un bien simbólico compartido? ¿Porqué la mayoría de los consumidores, durante el boom del año 1995, disfrutaron más y mejor de producciones con contenido “urbano” e “internacional” como “Jonás y la Ballena Rosada” o “Cuestión de Fe” (ambas óperas primas) que de alegatos defensores de “nuestra identidad” como “Para Recibir el Canto de los Pájaros” de Sanjinés o “Sayariy” de Mela Márquez?

García Canclini ya explicó en “Consumidores y Ciudadanos” que la presencia del cine norteamericano en la cultura urbana, de alguna manera acostumbró al parte de su cotidianidad. Elemento indispensable de las prácticas gastronómicas, este fiero aderezo circula por toda la ciudad dándole mejor sabor a los platos que se sirven en comedores populares o a las horribles hamburguesas de Mc Donald's. La presencia de lo popular entre lo hegemónico, en este caso, ha pasado a formar parte de la rutina diaria, la llajwa ha dejado de ser un bien simbólico exclusivo de los sectores populares a tal punto que ni la literatura se abstuvo de nombrarla, como lo demuestran estos versos:

En mi vientre el diablillo del locoto

La sangre de tomates saturnales

La quilquiña y la sal labios mortales

Preparan su litúrgico alboroto

Del fuego tu te posas en lo ignoto

Del hambre y la sed con siderales

Salivas memoriosas y carnales

Tu boca alumbra y quema lo remoto

Entonces estas manos forasteras

Ciñen tu talle inventan tus caderas

Y muelen nuestro amor recién anclado

Muelen la llajua de mi sueño el jugo

Con que abrasado por tu nuevo yugo

En tu vientre me sé resucitado.

Pero toda esta pasión romántica de Antonio Terán Cavero, uno de los poetas más reconocidos por la élite intelectual cochabambina, no refleja los infinitos significados que adquiere la llajwa en los subespacios sociales. Al analizar la producción de bienes simbólicos en la cultura urbana, llama la atención el hecho de que sean aquellas manifestaciones generadas desde lo popular las que mayormente logren circular por distintos espacios y sean apropiadas, reconocidas y resemantizadas de acuerdo a la lógica de las culturas heterogéneas. Uso de términos idiomáticos extractados de las lenguas indígenas, consumo y adaptación de signos y símbolos tradicionales, apropiación y práctica de expresiones artísticas “originarias”. A esto debe sumarse la expansión de los devotos practicantes de la “Q'oa” y la “Ch'alla” y la arrolladora invasión de la música “chicha”.

A la inversa, cuando lo “erudito”, lo “culto”, cede a la tentación de acercarse a lo popular, casi siempre fracasa por su incapacidad de penetrar en la sensibilidad y lógica de lo masivo, lo subalterno, lo despreciado... y, al mismo tiempo, logra pronunciar alegatos de intercambio, rompiendo prejuicios y estimulando acercamientos que van configurando identidades construidas sobre lo mestizo. Grupos musicales exponentes del llamado estilo “fusión”, como Wara, Altiplano, Konlaya, Bolivian Jazz y últimamente Octavia, no logran penetrar simultáneamente en lo hegemónico y lo popular con la misma eficiencia de PK2 o Ana Bárbara, pero sus consumidores se enfrentan a la diversidad con menos temores y se materializan las interrelaciones. Caso similar es el del cantautor Manuel Monroy Chazarreta que, sin lograr ser consumido por los sectores populares y masivos, está construyendo un verdadero diccionario popular urbano para las clases eruditas, intelectuales, y bohemios letrados.

No alcanza el tiempo para seguir mencionando ejemplos de esta apasionante temática cultural pero si nos sobra para sumergirnos en su investigación. Por eso creemos que el gran desafío consiste en poder asumir la dimensión dinámica de la cultura en función de los sujetos y sus modos de percepción y organización de experiencias vividas, tomando en cuenta la pluridimensionalidad de los espacios sociales y descubriendo el juego de las apropiaciones y resistencias cerrándole el paso a las “verdades” absolutas.

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