Inicialmente corresponde recordar que en la actual pandemia del Covid-19 pasamos de una situación convencional, caracterizada por cuidados críticos habituales, a una etapa de contingencia; es en esta etapa en que se han tenido que adaptar áreas hospitalarias específicos y prácticamente exclusivos para manejar pacientes críticos diferentes a la que usamos en la práctica habitual. En esta situación, se tuvo la necesidad de incrementar nuestra planta de personal sanitario y de espacios para mantener los mismos estándares de atención a la de una situación convencional.

Para esta situación de crisis, los sistemas de salud estuvieron sobre exigidos y se tuvieron que prestar atención de pacientes muchas veces en áreas menos seguras con equipos menos entrenados para una nueva patología, y en la cual muchas veces faltaron suministros clínicos esenciales.¹Si bien esta situación no es deseable en ningún momento, la experiencia mundial nos ha mostrado que ha ocurrido incluso en países con altos recursos económicos y tecnológicos.

En el caso de nuestro país la pandemia se comportó inicialmente, como una situación relativamente estable, con una política de parte de las autoridades de salud de contención y aislamiento de los casos confirmados como sospechosos con medidas deconfinamiento y restricción de movilidad social, con cuarentenas dinámicas en áreas de estrato socioeconómico bajo, medio y alto. Esto permitió mantener una situación más bien estacionaria sin llegar a grandes picos y sobredemandas al sistema, con ocupaciones de unidades de cuidados intensivos no muy importantes.

Sabemos también que la mayor parte de los enfermos afectados por el Covid-19 son asintomáticos y que de los pacientes sintomáticos aproximadamente 5% va a llegar a Unidades de Pacientes Críticos², por lo tanto, ese es el referente que debemos tener para poder adaptar las necesidades del país, regionales y locales. En nuestro país, actualmente el total de camas críticas está destinado únicamente por pacientes COVID-19, la mayoría de ellos en ventilación mecánica invasiva, relegando a los pacientes críticos con otras patologías que también requieren unidades de cuidado intensivo.

Por otro lado, el rol de los intensivistas es clave en la emergencia sanitaria; no se limita únicamente a ser considerados como tratantes, sino que además deben ser incluidos en el comité ejecutivo de los hospitales, generando y fortaleciendo comités internos dentro de las UCI20,³. Su rol es crucial en la educación de médicos que no trabajan habitualmente en estas unidades, al igual que la supervisión cuando la demanda de pacientes aumenta, tanto en la realización de procedimientos como en la toma de decisiones complejas^{4 , 5}.

Las unidades de cuidados intensivos del continente americano no solo albergan a personas de edad avanzada contagiadas de coronavirus, sino que también se están llenando de pacientes cada vez más jóvenes, advirtió recientemente la Organización Panamericana de la Salud durante la rueda de prensa semanal donde se evalúa la evolución de la pandemia en la región.⁶La directora de la Organización, la doctora Carissa Etienne destacó que los de adultos de diversas edades, entre ellas los jóvenes, están enfermando gravemente e incluso fallecen.

Ser médico en época de pandemia, constituye una profesión vocacional, una profesión que requiere mucho sacrificio. Durante estos días, el trabajo del médico y del resto de profesionales de la salud está siendo extremadamente duro. Horas de trabajo interminables, en unas condiciones de falta de recursos y de estrés, en contacto continuo con el sufrimiento humano, y poniendo en riesgo su propia vida. Muy pocas veces la historia pone a prueba a los médicos como lo está haciendo estos días.

En consecuencia, en tales circunstancias como la actual es cuando probablemente brota con más fuerza la vocación, cuando mayor es el orgullo de dedicar la vida a servir y ayudar a los demás, ese ideal que todo aspirante a estudiante de medicina y todo estudiante de medicina vivió con máxima intensidad en algún momento de su adolescencia y juventud. La población aplaude a los profesionales de la salud y dice que son héroes. Pero ellos repiten que no quieren ser héroes.⁷