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Revista Médica La Paz

versión On-line ISSN 1726-8958

Rev. Méd. La Paz v.19 n.1 La Paz  2013

 

MISCELÁNEAS

 

EL ELECTROCARDIOGRAMA MÁS ALLÁ DEL fENÓNOMENO ELÉCTRICO

 

 

Dr. Jorge Fernández Dorado (*)

 

 


El electrocardiograma, insustituible en el campo de las arritmias -a mi juicio-atravesó a la largo de su fecunda historia una serie de enfoques. De la memorización de imágenes, método que Daniel Routier, el cardiólogo francés, desahució por ser un "método morfológico, empírico y sin porvenir", se evolucionó al método deductivo basado en vectores de la teoría del dipolo o en discos polarizados inspirados en la teoría del ángulo sólido de Gauss. El avance intentó ir más allá del fenómeno eléctrico, penetrando en la intimidad funcional del cardiomiocito para escudriñar a esa mágica célula, no solo capaz de generar su propio estímulo, sino de difundirlo por vías específicas para acoplarse a un andamiaje contráctil que yace en su propio seno.

En principio se detectó el flujo de átomos cargados eléctricamente a través de la membrana celular que, unas veces, hoy se sabe, abre sus compuertas y otras las cierra. Para que opere ese flujo, la membrana está dotada de una permeabilidad selectiva que impide la igualación de las cargas eléctricas, manteniendo fuera al (positivo) sodio y atrapando a las (negativas) proteínas por el "escape" fuera de la célula del (positivo) potasio, en pequeña cuantía pero la suficiente para crear una diferencia de potencial: positiva fuera y negativa dentro.

Existe además un aparato de bombeo del sodio en un sentido y el potasio en otro, me refiero a la adenosintrifosfatasa a la que Sodi Pallares -inspirado en Maxwel-le asignó el papel de pequeño demonio encargado de generar ese gradiente de concentraciones de ambos iones a ambos lados de la membrana, creando así las condiciones para la generación de "su majestad" el potencial de acción. La comparación hubiese sido feliz si en lugar de un demonio, se concibiera un ángel de la guarda capaz de velar por la vida, no otra cosa significa crear el desequilibrio de concentraciones a uno y otro lado de la membrana celular, impidiendo la igualación de las mismas ya que, la tal igualación significaría el fin de la excitabilidad del corazón y el triste cumplimiento de la 2da. Ley de la termodinámica: "la entropía", es decir el caos, el desorden y -digámoslo de una vez- la muerte.

El trabajo de un organismo vivo es luchar contra la entropía, su misión es antientrópica por antonomasia y la fisiología -en esencia- se encarga del mantenimiento de desequilibrios (dentro de ciertos límites).

La bomba Na/K, como toda máquina, necesita energía para funcionar, cabe preguntarse de dónde procede esa energía, la respuesta no se hace esperar, procede del Universo, de los fotones del Sol que por fotosíntesis, junto al agua y el carbono, permiten que el reino vegetal entregue al reino animal la mies dorada de las espigas y sabrosos frutos cargados de hidratos de carbono y vitaminas, así se establece la cadena alimentaria: herbívoros, carnívoros, omnívoros y allí en la cima está el ser humano, captando masa específica procedente de las proteínas, grasas e hidratos de carbono, pero, claro, captando no solo materia sino energía para el trabajo de la máquina animal por medio de una infinita serie de reacciones físico-químicas a las que, en conjunto, llamamos metabolismo, proceso que en sus últimas instancias necesita el oxígeno obsequiado por la atmósfera.

Las grasas, proteínas e hidratos de carbono, transformadas por la digestión y el metabolismo en ácidos grasos, aminoácidos y ácido pirúvico convergen en la acetil coenzima A que ingresará a la cautivante mitocondria, bacteria que un día muy lejano se asoció con la célula y en auténtica simbiosis hizo un pacto con ella: "tú me das cobijo y yo te proporciono energía, la energía procedente del universo que yo tengo la habilidad de captar, conservar y transferírtela".

La mitocondria es - permítaseme la metáfora - un "horno biológico" con su "chimenea" que emite CO2 y donde el hidrógeno en el ciclo de Krebs se desagrega de su electrón que viaja a lo largo de la cadena respiratoria para generar energía y bombear protones de muchos átomos de hidrógeno al espacio intermembranoso de la mitocondria. La concentración de estos protones crea un gradiente lo suficientemente grande como para difundir hacia la matriz mitrocondrial a través de la ATP sintetasa que se comporta, si se me permite una vez más la metáfora, como una turbina que transfiere la energía cinética de los protones al ATP que acumula esa energía en sus enlaces fosfáticos. Estamos hablando de la fosforilación oxidativa.

Al final de la cadena está el oxígeno que ejerce una especie de succión y así desde la meta motoriza el proceso respiratorio celular gracias a su enorme potencial redox. Durante el proceso se genera además calor y al final dos átomos de hidrógeno se combinan con uno de oxígeno para convertirse en agua.

En cuanto al ATP, verdadera moneda energética de la célula capaz de poner en marcha todos los procesos vitales, "la molécula de la vida" la ha

llamado Sodi Pallares, al romper sus enlaces liberará la energía acumulada para convertirse en trabajo, es decir, ese conjunto de procesos vitales que constituyen la vida, generando más calor. Al final, toda la energía captada del sol y utilizada por el organismo humano le será devuelta al universo en forma de calor, cumpliéndose así la primera Ley de la termodinámica: "La energía se mantiene no se crea ni destruye, solo sufre transformaciones".

Así pues, al final de cuentas las grasas, proteínas e hidratos de carbono son la fuente del combustible celular y el oxígeno se constituye así en el comburente de las oxidaciones biológicas, combustión celular que se opera en el "horno mitocondrial".

El intenso trabajo cardiomiocítico consistente en sintetizar - por orden del núcleo celular - proteínas contráctiles: actina, miosina. Proteínas reguladoras de la contracción: tropomiosina y troponina. Proteínas conectoras: nebulina, titina y otras, por una parte y, por otra, el trabajo que significa activar la bomba NA/Ky, por si no fuera suficiente, poner en marcha al sarcómero haciendo deslizar sus filamentos delgados sobre los gruesos, desempeñando así el trabajo de contracción que constituye la razón de ser del músculo cardíaco.

La actividad miocítica, por lo que se ve es ímproba ya que pone en marcha una enorme maquinaria con actividad genética, bioenergética, mecánica y bioeléctrica y es justamente esta actividad bioeléctrica del corazón la que es captada en la periferia del organismo humano gracias al electrocardiógrafo que traduce la actividad eléctrica del corazón en ondas electrocardiográficas que desencriptadas por el médico indagan la intimidad misma del cardiomiocito.

Veamos algunos ejemplos: cuando el corazón es sometido a un intenso estrés por una sobrecarga diastólica o sistólica, el ADN del núcleo celular percibe y responde, por un mecanismo llamado en biología "adaptación" y así

enviará una orden por medio del DNA mensajero, un mensaje codificado que llegará a los ribosomas para sintetizar mayor cantidad de proteínas contráctiles, reguladoras y conectoras. Si el ordenamiento de los sarcómeros incrementados en número se hace en paralelo, hablamos de hipertrofia, si lo hace en serie hablamos de dilatación. Esos acontecimientos genético-estructurales estarán reflejados en el electrocardiograma con un incremento del voltaje y duración del QRS.

Otro ejemplo, si el aporte de oxígeno (DO2) a través de las coronarias es insuficiente se traducirá en una falla bioenergética mitocondrial que tendrá connotaciones en el aparato contráctil y en la bomba de calcio del retículo sarcoplásmico (relajación) y a nivel de la bomba NA/K. Todo ello se traducirá en alteraciones de la repolarización, es decir en el segmento ST y la onda T.

Un ST supra desnivelado y una onda T negativa, por tanto lo que estarán traduciendo será una profunda alteración del metabolismo celular con pérdida de enzimas, pérdida de K y ganancia excesiva de sodio y calcio, parálisis del aparato contráctil e inoperabilidad del generador de energía que apelará a la glucólisis anaeróbica, con el inconveniente de ser insuficiente para producir ATP - por una parte - y producir exceso de ácido láctico, por otra. El ST reflejará - en este caso - una catástrofe intra cardiomiocítica cuyo colofón será la necrosis.

La rutina en la interpretación electrocradiográfica corre el riesgo de empujar al interpretador a los orígenes remotos de la electrocardiografía, es decir, a la memorización de ondas distorsionadas, relacionándolas mecanicamente con tal o cual patología, cuandoenrealidadelelectrocardiograma invita al profesional a una reflexión en profundidad desde diferentes puntos de vista: ultra estructural, electrolítico, metabólicoybioenergético. Esa visión ya columbrada por Demetrio Sodi Pallares y hoy nuevamente en boga a la luz de la biología molecular, da vigencia a la electrocardiografía poliparamétrica que, a decir del propio Sodi Pallares, concede al médico estatura científica a la hora de interpretar el Electrocardiograma.

 

NOTAS

* Cardiólogo del Instituto Nacional del Tórax

 

REFERENCIAS

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