Editorial

 

 

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Estos últimos días hemos podido escuchar, leer o ver, por casi todos los medios de comunicación, que la naturaleza es mas poderosa e imprevisible de lo que solemos imaginar. Parece, entonces, razonante abandonar la idea de que podemos pactar con ella y mantenerla bajo control. Nuestros conocimientos, nuestra ciencia, nuestra organización son aún demasiado insuficientes y extremadamente rudimentarios para que pretendamos manejarla a nuestro antojo. Por el contrario, la humanidad misma, su permanencia y su futuro, semejan una frágil barca abandonada en la tempestad. Lo asombroso es que los intereses de nuestras empresas, los proyectos de desarrollo sobre los que se erige el proselitismo de nuestros políticos y las necesidades materiales de nuestra tecnología, nos empujan más y más a una codiciosa explotación de todos los recursos naturales, provocando desequilibrios químicos, biológicos y ecológicos que auguran una catástrofe de proporciones descomunales.

Pero como aún hay un tiempo entre ese Apocalipsis y nuestro presente, como la pobreza es un flagelo inmisericorde, sin otro remedio, debemos acudir al gas, como acudimos otrora a la plata, al estaño y al petróleo para enfrentar un devenir constante en su amenaza y su negrura.

Nuestro deseo es que lo hagamos poniendo lo mejor de nuestro talento al servicio de la nación. Cuánto no quisiéramos que aquellos nombres y mujeres en cuyas manos puso el destino, la administración de esa riqueza, ejerzan su mandato con honestidad y verdadero espíritu de servicio para con el pueblo de Bolivia.

Acta Nova, entrega en este numero, artículos que esperamos sirvan a nuestra sociedad como ayuda en la profunda reflexión que debe hacer sobre lo que tiene y la manera de usar lo que tiene para ser mejor.

 

Oscar Pino Ortiz