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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.53 La Paz nov. 2023  Epub 30-Nov-2023

https://doi.org/10.53287/mgfk3382fw49z 

Aportes

La sociología de Niklas Luhmann (I): sentido y comunicación*

The sociology of Niklas Luhmann (I): meaning and communication

1Carrera de Sociología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia E-mail: eduardo.pazrada8@gmail.com


Resumen

En la historia del pensamiento sociológico, después de los clásicos el siglo XIX, han sido pocos los paradigmas teóricos que han definido los alcances más profundos e importantes del campo de investigación y conocimiento científico de la sociedad. Sin duda, el estructural-funcionalismo ha definido los marcos de la sociología académica y sus proyecciones y es, a partir de estos criterios y de una profunda crítica y revisión de esta perspectiva, que la sociología de Niklas Luhmann se presenta como una nueva “gran teoría” que incorpora un renovado y complejo análisis teórico, profundiza conceptos clásicos, produce nuevos conceptos, debate teorías y elabora, construye y fundamenta una batería de nuevas definiciones que, en conjunto, se convierte en una revolución teórica en la sociología.

Palabras clave: Sistemas sociales; sentido; comunicación; sistema-entorno; doble contingencia; acción social; sociología; pensamiento sociológico; estructuralfuncionalismo; Niklas Luhmann-teoría; autopoiético

Abstract

In the history of sociological thought, after the classics in the 19th century, there have been few theoretical paradigms that have defined the deepest and most important scope of the field of research and scientific knowledge of society. Undoubtedly, structural-functionalism has defined the frameworks of academic sociology and its projections and it is, based on these criteria and a deep critique and review of this perspective, that Niklas Luhmann’s sociology appears as a new “great theory” that incorporates a renewed and complex theoretical analysis, deepens classic concepts, produces new concepts, debates theories and elaborates, builds and bases a battery of new definitions that, together, becomes a theoretical revolution in sociology.

Keywords: Social systems; meaning; communication; system-environment; double contingency; social action; sociology; sociological thought; structuralfunctionalism; Niklas Luhmann-theory; autopoietic

INTRODUCCIÓN

En la sociología, las teorías de los sistemas han sido recurrentes a la hora de plantear respuestas y explicaciones en torno a la perspectiva de estudiar la sociedad humana como una totalidad, especialmente en el periodo de la post segunda guerra mundial. La Teoría General de Sistemas de Ludwig von Bertalanffy, originalmente vinculada a la evolución del campo de la biología, fue adquiriendo un carácter de uso extendido en las ciencias, y en la sociología académica se va a incorporar de manera plena con la teoría estructural-funcionalista.

Sistema Sociales. Lineamientos para una teoría general (1998) es el libro realizado por el sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998) con el objetivo de “formular una teoría universal de la disciplina como no se ha intentado desde Parsons” (Luhmann, 1998, p. 9) y que “una teoría sociológica que pretenda consolidar las relaciones propias de su campo, no solo tiene que ser compleja, sino mucho más compleja comparada con lo que intentaron los clásicos” (p. 9).

De esta manera, el autor define el alcance de su trabajo, el mismo que se ha convertido en un texto importante en la formación sociológica y, al mismo tiempo, de difícil abordaje, tanto por la nomenclatura conceptual, su carácter abstracto y las múltiples citas, como por el modo en que se reelaboran, construyen y se relacionan los conceptos para componer un vasto aparato teórico orientado a la comprensión de la sociedad bajo un nuevo paradigma que quiebra las bases y principios establecidos desde la formación de la disciplina.

El mayor intento de la sociología académica de formular una Gran Teoría de la sociedad fue realizado antes por Talcott Parsons con El Sistema Social (1982) y Hacia una Teoría General de la Acción (1968), libros que son reconocidos como muy importantes por Luhmann, quien fue su discípulo en su estadía en la universidad de Harvard, y sobre la revisión y análisis de los mismos avanza en su propia perspectiva. Asimismo, el estilo de trabajo de Luhmann está basado en estudios, selección y elaboración de fichas, resúmenes y síntesis de aportes de otros autores para luego encontrar conexiones, relaciones y generar una interpretación bajo su propio y singular enfoque.

Como sostiene él en el Prefacio a la primera edición alemana, el libro “desarrolla una teoría policéntrica y por consiguiente policontextual en un mundo y una sociedad concebidos acéntricamente”, “el libro deberá leerse siguiendo la secuencia de los capítulos, pero solo porque así fueron escritos. La teoría misma podría haberse presentado en una secuencia distinta: abriga la esperanza que los lectores con suficiente paciencia, habilidad, fantasía y curiosidad por experimentar intentarán escribirla de otro modo” (Luhmann, 1998, p. 11).

Luego afirma que “La edificación de la teoría se asemeja, de este modo, más a un laberinto que a una autopista con un final feliz. La secuencia de capítulos de este libro no es la única posible. Tampoco la selección de los conceptos que se resaltan como temas de los capítulos” (p. 11). No deja de sorprender esta afirmación tomando en cuenta el trabajo sistemático, minucioso y exhaustivo de cada concepto y de cada capítulo desarrollados y motiva a hacer un paralelo con la novela Rayuela, de Julio Cortázar (2004). Luhmann desarrolla la obra sobre la base de la selección de los conceptos fundamentales de su teoría (Sistema y entorno, Sistema y función, Estructura y tiempo, Comunicación y acción, Estructura y tiempo, Sentido, Doble contingencia, Interpenetración, Complejidad o Autorreferencia y racionalidad), los que va desarrollando sistemáticamente y enriqueciendo paulatinamente hasta conseguir articular una concepción completa y compleja, dando un salto para establecer que la comunicación es el elemento y objeto central del estudio de los Sistema Sociales.

Si bien en las notas y la bibliografía se presentan una enorme cantidad de autores y libros, las referencias más importantes corresponden, desde mi perspectiva, a Talcott Parsons, Robert Merton, Max Weber, Emile Durkheim, Ludwig von Bertalanffy, Georg Simmel, Humberto Maturana, Edgar Morin, Thomas Hobbes, Jürgen Habermas y Edmund Husserl. Las categorías que guían la formulación de la teoría luhmanniana se concentran en: autopoiesis, complejidad, relación sistema-entorno, operaciones, selección y diferencia, entre otras; sobre las cuales se abordan en este estudio los conceptos de Autorreferencia, Doble Contingencia, Sentido, Sistema y Entorno, Acción Social, Coevolución y Comunicación.

El punto de partida del análisis y la elaboración de su teoría se encuentra en el concepto de Sistema bajo un triple enfoque: por una parte, su relación y diferencia con su Entorno, que es más complejo que el propio Sistema; por otra, el carácter clausurado del Sistema y de sus operaciones y al mismo tiempo abierto a su Entorno; y, finalmente, su capacidad autopoiética o de autoproducirse internamente de manera incesante. “Si se quiere aplicar al campo de estudio de la sociología el concepto general de autopoiesis y formularlo como una teoría de los sistemas sociales, se requiere de una indicación precisa al respecto de la operación por medio de la cual el sistema se reproduce y luego se diferencia de su entorno” (p. 15), afirma el autor.

Reconoce, asimismo, que su teoría tiene un alto nivel de abstracción y una elevada complejidad para poder alcanzar la formulación de una Teoría General de los Sistemas Sociales que tenga carácter Universal, aunque reconoce, también, que no es la única teoría correcta. En ese sentido, advierte que en la sociología existe una crisis teórica que es necesario superarla, produciendo nuevas reflexiones y propuestas y que, ante esto, los sociólogos vuelven predominantemente a los clásicos. Pondera, por otra parte, el éxito de la investigación empírica “que ha hecho crecer el conocimiento de la disciplina, pero esto no ha conducido a la formación de una teoría específica para la materia” (p. 7).

En su propuesta, se destaca la importancia de la construcción de conceptos por ser éstos fundamentales en la mediación con la realidad para desarrollar la teoría; se trata sobre todo de los conceptos clave, los que en sus relaciones hacen posible contar con una perspectiva científica del conjunto, contando así con una batería conceptual bien fundamentada y articulada.

En este estudio, se desarrollarán los conceptos que se considera centrales en la construcción de la teoría formulada por Luhmann, tomando en cuenta su hipótesis de que “la teoría de los sistemas sociales, por ello, debe transformarse de teoría de la acción en teoría de la comunicación, si quiere aplicar el concepto de sistema delineado y hablar de sistemas sociales operativos cerrados, autopoiéticos”. “Por tanto, se requiere de un concepto de comunicación que pueda sustentar estas afirmaciones” (p. 15).

El salto presentado implica la presentación y sustentación de la hipótesis planteada, lo que conlleva un reacomodo y una revisión general de la sociología, impulsando nuevas reflexiones y perspectivas que permitirán considerar su utilidad e importancia; tarea que avanzaremos en este trabajo.

SISTEMAS, ENTORNOS Y AUTOPRODUCCIÓN

El marco base de referencia para desarrollar la propuesta de Luhmann está establecido en la formulación de la relación Sistema-Entorno, que tiene como presupuesto la totalidad social como campo de estudio y la autopoiesis como su realización, destacando que se pretende superar el paradigma inicial de que “la totalidad es más que la suma de sus partes” y el paradigma avanzado de la relación clásica entre “sistema como totalidad frente al entorno”.

Los sistemas como conjuntos cerrados o “clausurados” funcionan sobre la base de los elementos que los componen y las operaciones internas que tienen todas las condiciones y potencialidades de conseguir la reproducción permanente y en niveles cada vez superiores; estas operaciones implican la proliferación de relaciones de los elementos que constituyen el sistema y también las relaciones entre las relaciones antes generadas, ampliando la complejidad interna. Es, por tanto, una organización autorreferente la que se encuentra como forma de existencia de los sistemas.

Los elementos que forman parte del sistema son las unidades básicas, “unidades de función”, desagregadas, definidas así en tanto que no son reductibles a unidades menores. Por tanto, son los que conforman la base interna y hacen posible las operaciones intrínsecas a su funcionamiento. Simultáneamente, “los sistemas en el entorno del sistema están, a su vez, orientados a sus propios entornos” (Luhmann, 1998, p. 41).

Al mismo tiempo, el sistema está abierto a las conexiones con el entorno, el mismo que tiene características diversas y de mayor complejidad y que también desarrolla y tiene su propia dinámica de reproducción. Las relaciones sistema-entorno se dan sobre la base de la diferenciación y de la selección como procesos permanentes y simultáneos con las operaciones internas, todas éstas orientadas a los mecanismos generales de la autopoiesis, entendida como el proceso continuo de producción y reproducción de las condiciones internas de un sistema.

Dice el autor: “La teoría de sistemas autorreferenciales sostiene que la diferenciación de los sistemas solo puede llevarse a cabo mediante autorreferencia, es decir, los sistemas solo pueden referirse a sí mismos en la constitución de sus elementos y operaciones elementales”, en tanto que “el entorno es un correlato necesario para las operaciones autorreferenciales, ya que precisamente esa producción no se puede llevar a cabo bajo la premisa del solipsismo” (p. 33). Al respecto, se refiere a cómo Antony Giddens utiliza el criterio de “monitoreo reflexivo de la acción” en esta misma línea. Por tanto, los sistemas, desde esta perspectiva, no son ni únicamente abiertos ni únicamente cerrados. Sí son sistemas autorreferenciales que producen apertura con el entorno y “La clásica distinción entre sistemas “cerrados” y sistemas “abiertos” es sustituida por la cuestión de cómo la clausura autorreferencial puede producir apertura” (p. 33). Esta reflexión entra en controversia con las tradicionales posiciones respecto a las características, procedimientos y movimientos de los sistemas como recursos de estudio y análisis en los distintos campos disciplinarios.

De la misma manera, el autor considera que se hace necesario diferenciar el estudio de los sistemas desde un nivel alto de abstracción, planteado por él, de aquel que apunta a la “terminología objetual” como referencia de los sistemas. En ese segundo alcance, señala que se han tomado en cuenta varios sistemas: las máquinas, los organismos, los sistemas sociales y los sistemas psíquicos, frente a los cuales hace un deslinde que considera fundamental para desarrollar su propuesta.

Sobre esta premisa, Luhmann establece que su campo de interés es el de los sistemas autopoiéticos; en particular, se refiere a los sistemas sociales, basados en comunicaciones, y a los sistemas psíquicos, basados en pensamientos, que tienen en común la producción de sentido y la coevolución, y será en ellos donde pondrá toda su atención y análisis, subrayando que los sistemas de sentido están completamente cerrados en la medida en que el sentido solo puede cambiar el sentido (p. 59).

“El punto de partida de cualquier análisis teórico-sistémico debe consistir en la diferencia entre sistema y entorno. Los sistemas están estructuralmente orientados al entorno, y sin él, no podrían existir: por lo tanto, no se trata de un contacto ocasional ni tampoco de una mera adaptación. Los sistemas se constituyen y se mantienen mediante la creación y la conservación de la diferencia con el entorno, y utilizan los límites para regular dicha diferencia. Sin diferencias con respecto al entorno no habría autorreferencia ya que la diferencia es la premisa para la función de todas las operaciones autorreferenciales” (p. 40).

Las interdependencias internas del sistema y las externas con el entorno no tienen límites determinados y pueden desarrollarse de acuerdo a la diversidad de operaciones que se presentan, como desarrolla Karl Deutch en los estudios de los sistemas políticos en relación al sistema social, en términos de redes de relaciones con amplia gama de insumos y respuestas determinadas por los mecanismos y procedimientos de las instituciones.

En la medida en que los elementos y las operaciones se multiplican y se reproducen de manera incesante en los sistemas, los grados de complejidad de las relaciones se van acentuando, lo que, desde el punto de vista de Luhmann, corresponde efectivamente a los procesos de mayor complejidad que están presentes y aumentan sucesivamente y lo que corresponde es asumirlos como aspectos constitutivos de la teoría de los sistemas sociales. Al respecto, la complejidad produce mayor complejidad y, al mismo tiempo, solo la complejidad puede reducir complejidad (p. 49), lo que significa que éste es un principio del enfoque establecido y se conecta con la teoría de la coevolución sistema-entorno.

La diferencia y acoplamiento estructural del sistema y el entorno como base de comprensión de los sistemas se complementa con la autoproducción, es decir, el proceso interno de operaciones del sistema que le permiten su reproducción y ampliación constante; se trata de la condición fundamental de los sistemas sociales. De manera similar se utilizan los conceptos de autorreferencia, autoorganización y autopoiesis. Es así que el concepto de autorreferencia designa la unidad constitutiva del sistema consigo mismo con unidad de elementos, de procesos, de sistema como operaciones de constitución diversa y múltiple. “Consigo mismo” quiere decir independiente del ángulo de observación de otros” sistemas (p. 55).

En el caso de los sistemas sociales, además, se toma en cuenta la dimensión de su temporalidad, que implica las formas como se van desarrollando los procesos en el tiempo, el ritmo y la velocidad en términos de una complejidad temporizada que regulan su propia autopoiesis, asumiendo que reproducción no quiere decir simple repetición de la producción de lo mismo, sino producción reflexiva de productos (p. 68) a través de las propias operaciones.

Corresponde, en este punto, hacer referencia a la importancia y centralidad del análisis funcional, tomando en cuenta que los elementos que forman parte de los sistemas sociales son unidades de función, es decir, son los que producen y reproducen operaciones constantemente y que hacen posible los encadenamientos de relaciones causales. Los análisis funcionales permiten evitar cualquier determinación estructural de los sistemas y se orientan a comprender lo existente como contingente.

El método de análisis funcional permite advertir las continuidades, descubrir las leyes causales, también las comparaciones de procesos y fenómenos sociales, al modo de Talcott Parsons (1982), abordando y valorando, sin embargo, los alcances de las comunicaciones, como los elementos básicos de los sistemas sociales, y las acciones que se presentan en el mundo de la vida, en el mundo de los fenómenos sociales de la cotidianidad. Los procesos y las estructuras están presentes desde el análisis funcional y el análisis comparativo, este último que permite abrir, además, otros horizontes de conocimiento.

En el marco del análisis funcional, dice Luhmann refiriéndose a los estudios de Robert Merton, la ciencia utiliza para su análisis abstracciones conceptuales que no comprenden las necesidades del conocimiento concreto necesariamente, así “puede esclarecer las estructuras latentes, las relaciones invisibles, y las funciones latentes que tienen su propia función en sí mismas” (p. 74) y, por otro lado, “traslada lo conocido y lo manifiesto al contexto de otras posibilidades, lo cual impulsa a la comparación y las trata como contingentes”. Y es en los alcances de la contingencia en los sistemas sociales donde se concentra el autor.

ACCIÓN SOCIAL Y DOBLE CONTINGENCIA

Al abordar el tema de la doble contingencia, de importancia central en la sociología académica desde los clásicos hasta el estructural funcionalismo y el interaccionismo simbólico, se presenta uno de los desplazamientos centrales de la acción y la interacción social hacia la comunicación y que hace posible que Luhmann plantee la nueva perspectiva paradigmática de los sistemas sociales que diferencian sistema y entorno y son presentados como sistemas autoproducidos por sus propias operaciones.

Los asuntos de la acción social y de la interacción social tienen una larga historia en el pensamiento sociológico; el padre de la sociología comprensiva, Max Weber, definió con precisión que el objeto de estudio e interés de la sociología es la acción social con sentido subjetivo y orientado a los demás y que genera respuestas que también están cargadas de sentido subjetivo, lo cual hace posible la interacción como parte central de la vida social. El marco de realización de las interacciones sociales se encuentra en la base cultural o espiritual de la condición humana.

Luhmann va a desarrollar un debate con las posturas de Talcott Parsons, quien había adoptado y proyectado el legado weberiano, en relación al tema de la acción en el marco de la doble contingencia, que implica la tensión e incertidumbre existentes en las relaciones sociales en torno a las expectativas de los actores sociales, es decir, alter y ego, que intercambian acciones y al mismo tiempo se encuentran en una situación de contingencia ante las respuestas del otro y la misma situación se presenta de manera viceversa. Se trata, por tanto, de una doble expectativa presente como doble contingencia.

Parsons sostiene, en Hacia una teoría general de la acción (1968), que “existe una doble contingencia inherente a la interacción. Por un lado, las gratificaciones de ego son contingentes en su selección de alternativas. Pero, por otro lado, la reacción de alter será contingente en la selección del ego y resultará de una selección complementaria por parte del alter” (citado por Luhmann, 198 p. 113). Se trata de una relación de expectativas, orientaciones, acciones y respuestas de carácter recíproco entre los agentes o actores sociales, en la relación alter-ego.

Por otra parte, hay que tomar en cuenta que “a causa de esta doble contingencia, la comunicación que conforma la preocupación de modelos culturales no podría existir sin la generalización de lo particular de situaciones específicas (que nunca son idénticas para el ego y para el alter) y la estabilidad del significado que únicamente puede ser asegurada por “convenciones” respetadas por ambas partes” (Parsons, T. citado por Luhmann, 1998, p. 113), poniendo en el eje de atención el trasfondo de valores culturales que sostienen y hacen posible la generalización de las relaciones.

En la sociología de Parsons se trata, por tanto, del intercambio social de actores sobre la base de una relación recíproca y dialogal contingente, con funciones, intereses e intenciones determinadas también socialmente, que hacen posible y reproducen su convivencia sobre un sistema simbólico común, explayando sus manifestaciones al conjunto de la colectividad. Aquí Luhmann plantea el problema de fondo (no solucionado) de cómo se consigue el consenso y “el orden social” destacado y subrayado por la teoría de Parsons a través de los valores generado por el sistema cultural.

Afirma Luhmann que “El problema de la doble contingencia no necesita ser un consenso de valores preestablecidos, pues en realidad absorbe el azar, se sensibiliza para las causalidades; es así, si no existiera el consenso de valores, lo inventaría” (p. 129). Por tanto, qué son, en realidad, estos sujetos a los que se denomina alter y ego, que se manifiestan en la perspectiva de Parsons como organismo de comportamiento y personalidad. “Para poder obtener posibles respuestas, traslademos el planteamiento del problema de la doble contingencia al nivel de la teoría general, en el que se tratan la constitución y el procesamiento continuo del sentido” (p. 115).

Al plantear desde el razonamiento lógico que, siendo lo contingente aquello que puede suceder o no, aquello que no es ni necesario ni imposible, es decir, aquello que puede ser como es, pero que también puede ser de otro modo, se presenta la postura de que “hay que hablar del ego y del alter desde la perspectiva de un potencial abierto de determinación del sentido que le es dado en forma de horizonte a quien lo vive en él mismo o en los demás” (p. 115), dejando abierta la alternativa entre sistema psíquicos o sistemas sociales para el procesamiento del sentido.

De esta manera, Luhmann destaca que su teoría se formula tomando en cuenta una acepción modificada de la posición de Parsons en relación a la doble contingencia que puede ser desarrollada en una dimensión universal para las orientaciones del sentido o en la dimensión específica de los sistemas sociales, concluyendo que “por medio de las modificaciones del principio teórico de Parsons, es posible conducir a la fenomenología y la teoría de sistemas, al análisis del sentido y al análisis del sistema y del entorno hacia un punto común” (p. 116).

En la medida que, para el nuevo paradigma de los sistemas sociales, avanza y se radicaliza el desplazamiento desde los actores sociales, como personas físico-orgánicas, hacia la constitución y desarrollo del sentido, que marca la diferenciación entre sistema y entorno e identifica la especificidad de producción y reproducción de los sistemas psíquicos y sociales, se complejiza la teoría con la complementación de otros conceptos como comunicación, acción o interpenetración bajo el nuevo marco interpretativo.

La complejidad se manifiesta, precisamente, en que la autoselectividad de las perspectivas y orientaciones de alter y ego está presente y que los sistemas están fundados en la incomprensibilidad del otro, pues ambos interlocutores experimentan la doble contingencia y para ambos está presente la indefinibilidad (p. 117), que es parte constitutiva de la nueva teoría propuesta. De esta manera, se “superan” términos como interacción, reciprocidad de perspectivas y de rendimientos o la perspectiva del interaccionismo simbólico que presenta como conjunción a las mediaciones de los sistemas simbólicos.

Luhmann establece que, en el contexto de una teoría de los sistemas sociales basado en la complejidad y en la problematización del concepto de la doble contingencia, “se puede tomar en cuenta más claramente la diferenciación entre sistemas sociales y sistemas psíquicos. Ciertamente, las situaciones con doble contingencia requieren, para echar a andar la comunicación, un mínimo de observación mutua y un mínimo de expectativas basadas en conocimientos” (p. 117), siendo las personas aquellos sistemas psíquicos que son observados por otros sistemas psíquicos o sociales.

Al identificar la unidad de sentido, denominada acción, como el elemento base de enlace, el autor establece que los sistemas de interés central son el sistema social y el sistema psíquico, que son sistemas altamente complejos y “el resultado generalizado de las operaciones constantes bajo la condición de la doble contingencia, constituye, finalmente, la dimensión social de todo sentido” (p. 121). Esto se manifiesta en la vivencia propia y la ajena del sentido en cada momento del aquí y el ahora concretos, incluyéndose las dimensiones temporal y espacial a la dimensión social.

El concepto de rol social, en este nuevo entramado teórico luhmanniano, combina una teoría de la autorregulación de los sistemas sociales con una indicación respecto de la condición de suficientes sustratos bioquímico-orgánico-psíquicos para la experimentación y la problematización de la doble contingencia con la selección y a la manera de proceso “dialéctico”. Como respuesta a la interrogante de cómo se establece el orden social, la respuesta inicial de Luhmann se plantea en términos de la improbabilidad del orden social en la medida en que se trata de una evolución autopoiética marcada por el proceso de indeterminación-doble contingencia-acción y nuevamente indeterminación, que hace que el sistema social se base en la inestabilidad porque no acaba nunca la doble contingencia.

Al respecto, demanda respuestas específicamente sociológicas, apuntando que se recurra regularmente a Thomas Hobbes y al principio de que “el hombre teme a otro hombre y está dispuesto a la agresión preventiva” (p. 122), constituyéndose la convención de un orden político legal que avanza hacia el progreso y su legitimación por la vía de la socialización. O se opta por otras explicaciones sociológicas, fundadas en la razón moderna de la sociología, donde el orden está fundado en el consenso basado en el valor fundamentalista de una “religión civil” o de una “fe en lo legítimo”.

Así, dice Luhmann, Durkheim había realizado un acercamiento a través del “hecho moral” o Kelsen la hipótesis de la “norma básica” o el interaccionismo simbólico con las “identidades negociadas” o Parsons que considera que “sin cultura, ni las personalidades humanas ni el sistema social humano serían posibles” (citado por Luhmann. p. 130). En todos ellos, se presenta la suposición de la “existencia de un sistema de valores compartidos”, que tiene limitaciones para explicar las relaciones íntimas o las de confianza.

En ese contexto teórico de la doble contingencia, recupera la noción de “limitación social”, de George Simmel, que determina los límites para las posibilidades de la coexistencia social como problema constante, porque “cuando se establecen relaciones sociales se inicia siempre un proceso de determinación de los límites” entre la comunicación-acción del sistema con su entorno y los procesos y operaciones de diferenciación y selección, aunque en el caso de Simmel no separan el sistema social de su entorno. Estos límites son objetivos, sociales y temporales, no son determinantes sino condicionantes.

La doble contingencia es una zona propia del sistema social, en la que adquieren alta importancia los temas de la confianza y la desconfianza que establecen las relaciones con los conocidos y los desconocidos (huésped, extraño, extranjero) definiendo que quien otorga confianza amplía su potencial de acción, en tanto que la desconfianza es más limitante; la confianza tiene un carácter circular y “es un hecho social universal” (p. 134), generando la zona de influencia de la doble contingencia.

Aquí se presenta el planteamiento de que sin el condicionamiento de la doble contingencia en los sistemas sociales no se crearía la sensibilidad para la casualidad, no se presentaría la expectativa, las personas no se encontrarían con hipótesis permanentemente y no se produciría la evolución sociocultural (p. 137), estando presente el problema de la reciprocidad como selección doble, concepto de reciprocidad compleja usado recientemente por la sociología como concepto básico de la comunicación y la acción.

SENTIDO Y COEVOLUCIÓN

La evolución humana y su carácter histórico ha sido también la evolución de sus procesos internos de conciencia y de sus procesos externos de comunicación y relacionamiento entre los seres humanos, produciendo y desarrollando la cultura y en su base, como elemento básico, el sentido: resultado del procesamiento de la complejidad social. El sentido, sus límites y alcances garantizan el nexo entre sistema y entorno como fundamento de la realización del sistema.

Es por eso que el sistema social tiene como nexo de comunicación unitaria al sentido y el sistema psíquico tiene como nexo de conciencia unitaria también al sentido, siendo además imprescindible uno para el otro y de coexistencia mutua de ambos, al tiempo que son parte de procesos de coevolución similares. El sentido es fundamental para ambos y ambos tienen en su existencia el logro común del sentido, producido y reproducido de manera compleja y autorreferencial como característica propia y específica de los seres humanos.

El sentido, en ese marco, es constitutivo de los sistemas sociales y de los sistemas psíquicos en la medida en que el procesamiento de la complejidad se realiza por el sentido, de la misma manera que la autorreferencialidad del sentido siempre remite al sentido. En relación a la trayectoria y temporalidad del sentido o la consideración de la dimensión del tiempo en la ocurrencia de fenómenos, ésta permite advertir los procesos y los desarrollos evolutivos que se manifiestan efectivamente en la comunicación como manifestación del sentido.

Es de allí que el sentido procesa la inestabilidad que se genera en la temporalidad, tomando en cuenta el concepto de la diferencia entre la actualidad y la posibilidad futura; la incertidumbre se procesa por el sentido conforme a las diferencias que no están supuestas como tales, pues adquieren su aplicación operativa solo debido a la plenitud del sentido mismo. El acontecimiento y procesamiento de sentido es, por excelencia, autopoiesis (p. 83), se procesa a sí mismo, se sirve del concepto de información para procesarse a sí mismo; definiéndose la información como el acontecimiento que selecciona estados del sistema que son seleccionados y diferenciados por el sentido.

Los acontecimientos se fijan y establecen puntualmente en el tiempo, acontecen una sola vez y por un tiempo corto, son irrepetibles, siendo así que la información como selección de acontecimientos reduce la complejidad en la medida en que da a conocer una selección y, a través de esto, excluye posibilidades. Sentido e información se generan simultáneamente y son dispuestos como logros evolutivos al tiempo que el sentido remite al sentido posterior en el tiempo.

Es el sentido la forma general de la disposición autorreferencial hacia la complejidad que, en el tiempo moderno, se registra como el sujeto protagonista de la subjetividad en un contexto establecido por las dimensiones del mundo: dimensión objetiva o de realidad, dimensión de temporalidad y dimensión social o de sociabilidad, todas como parte de la estructura de la conciencia del sujeto. La “falta de sentido” o ausencia de referentes de sentido es lo que había denominado Emile Durkheim como la “anomia social” en los orígenes de la sociología.

Desde la perspectiva general de la teoría de sistemas, unos sistemas tienen sentido y otros no. Los que tienen sentido son los sistemas psíquicos y los sistemas sociales. “Para los sistemas constitutivos de sentido todo tiene sentido, no hay objetos libres de sentido” (p. 89), todas las prácticas humanas tienen sentido y todas aquellas relacionadas con el mundo. Solo en la reflexividad social, solo ante la experiencia de la vivencia y de la acción de otros sistemas, se toma en consideración la forma particular del procesamiento de sentido llamada “comprensión” en un sentido amplio.

“La comprensión surge, más bien, cuando la experiencia del sentido o la acción plena de sentido se proyecta hacia otros sistemas con su propia diferencia de sistema/entorno. Solo con la ayuda de esta diferencia se transforma la experiencia en comprensión” (p. 89). Sentido y comprensión son parte del proceso de relacionamiento con los otros sistemas a través del concepto de información y se van complementando en la selección, diferenciación y complejidad de la relación del sistema con el entorno.

La vinculación entre lo dado y lo posible está signada por el sentido y establece la conexión entre la actualidad y el horizonte de posibilidades, tomando en cuenta la información, que no es otra cosa que un acontecimiento que produce enlace de las diferencias. Ahora corresponde hacer referencia y distinguir las dimensiones de sentido, sus características y sus interdependencias.

La dimensión objetiva está relacionada a todos los objetos reales con intención plena de sentido en los sistemas psíquicos o temas de comunicación plena de sentido en los sistemas sociales. Los objetos y los temas pueden ser personas o grupos de personas, reiterando que el objeto primero de la teoría de sistemas no es un objeto sino la operación de diferencia entre el sistema y el entorno (p. 92).

La dimensión temporal refiere al tiempo en la relación entre el pasado y el futuro. El lapso entre pasado y futuro es en el que acontece lo irreversible de un cambio, se lo experimenta como presente, como actualidad. El presente dura como dura el volverse irreversible y existen dos presentes: uno irreversible, algo que está pasando irreversiblemente. Y otro que perdura y simboliza con ello la reversibilidad que es realizable en todos los sistemas de sentido.

Están también el cambio y la duración en tanto historia que no debe entenderse como secuencia real de acontecimientos, sino que lo específico de la historia del sentido radica en que posibilita el saltar la secuencia a los alcances del sentido de los sistemas; la historia tiene lugar cuando las secuencias quedan desligadas, es siempre pasado-presente o futuro-presente.

La dimensión social corresponde a la consideración del alter ego como igual, lo social de las relaciones es sentido y los conceptos alter y ego no designan papeles, personas o sistemas sino horizontes especiales que agregan y cargan de peso las remisiones o envíos plenos de sentido; esta dimensión trata de un horizonte doble de alter y ego de manera horizontal que es lo que efectivamente la dimensión social posibilita, eso sí en una comparación paralela y recíproca permanente.

Desde el punto de vista fenomenológico, el mundo, a pesar de ser infinito, garantiza su propia determinabilidad en correspondencia con la evolución por la vía de los enlaces y operaciones de selección y diferenciación vinculadas con el sentido. La vivencia, que incluye la vivencia de la acción, sirve a la reproducción del sentido, pues se trata de la actualización y virtualización que continúa y prosigue. En la dimensión social, finalmente, ego y alter se personalizan, se identifican como determinados sistemas sociales para fines de atribución, adquiriendo identidades, nombres y direcciones (p. 98).

Las tres dimensiones están compenetradas, no pueden aparecer aisladas, se encuentran bajo coacción de combinación, pueden analizarse por separado, pero en cualquier caso y situación real aparecen aunadas. El resultado de la evolución sociocultural varía de acuerdo a la estructura social y a los procesos históricos en los que están insertos los sistemas sociales de sentido; en este marco de trayectoria, es importante la introducción de la escritura para separar las dimensiones de sentido porque mediante la escritura la comunicación se mantiene independiente de la memoria.

La evolución sociocultural crea un marco de articulación adecuada para la complejidad que ella misma produce y en la que se desenvuelven los sistemas de sentido, los que se orientan, plenos de sentido, hacia su entorno; por tanto, la orientación plena de sentido implica siempre el mundo, su diversidad y su complejidad. “El sistema que comprende se ve a sí mismo como alter ego de su alter ego. Se puede sospechar que toda relación social, aún la más rudimentaria, provoca intentos de comprensión. Gracias a la comprensión el comportamiento de los otros es más accesible, más observable, más previsible” (p. 101).

En el caso del tiempo, cada instante tiene su propio pasado y su propio futuro y el tiempo mismo, siendo convención cronológica, será historizado de acuerdo a la experiencia compartida bajo la perspectiva de “yo sé que tú sabes que yo sé” de las relaciones en las cuales los alter ego están desarrollando su intercambio con el entorno y con el mundo que los rodea.

Afirma Luhmann: “El hecho de que en las dimensiones de sentido exista esa separación y esa relativa independencia, es el resultado de un proceso empírico-histórico que se puede mostrar en la constitución autorreferencial de la sociedad como sistema social por excelencia y, además, en la pura y simple constitución autorreferencial de sentido”. De este modo se correlacionan en la dimensión objetiva la dicotomía interior/exterior, en la dimensión temporal pasado/presente y en la dimensión social alter/ego.

La modelación del sentido tiene un proceso referencial de sentido que requiere de generalizaciones simbólicas para ser compartidas, generando una unidad de diferencia entre el nivel operativo o procesal y el nivel simbólico. Al respecto, Parsons aborda el asunto en términos del concepto de acción social que exigía una generalización simbólica plena de sentido de la unidad de los actos de los que se compone un sistema.

La generalización simbólica permite resolver las contradicciones y paradojas que se presentan con las expectativas, haciendo que el sentido se oriente hacia lo típico y lo normativo establecido mediante las operaciones de selección y no toman en cuenta las discontinuidades con respecto a lo objetivo, temporal y social.

El sentido debe organizar sobre todo la autorreferencia para estar a disposición del sistema, disponibilidad frente a otros para establecer la posible comunicación. El sentido se concibe como pleno y concreto y, por lo tanto, irrepetible e intransferible y, al mismo tiempo, se refiere también a unidades condensadas que hacen alcanzable lo complejo de una forma objetiva, porque alter ego tiene un trato concreto con objetos y acontecimientos.

En la misma perspectiva, el lenguaje tampoco es solo un medio de comunicación, ya que en los sistemas psíquicos funge sin comunicación; su verdadera función está en la generalización simbólica de sentido con la ayuda de símbolos que son aquello mismo que designan. Pero, sin duda, en los sistemas sociales, el lenguaje es importante para la comunicación como unidad necesaria y básica.

El sentido es constitutivo de los sistemas sociales y de los sistemas psíquicos y se distingue por la forma de operación elegida para su tratamiento, en el caso de los sociales por la vía de la comunicación y en el caso de los psíquicos por la del pensamiento y la conciencia, tomando en cuenta que conciencia y comunicación no se excluyen en el acontecimiento y, más bien, con frecuencia, coinciden. Y el análisis de sentido se convierte en un aspecto clave para el objetivo de enlazar y observar los sistemas autopoiéticos plenos de sentido como son los estudiados.

COMUNICACIÓN Y SOCIOLOGÍA

El análisis central de la sociología de Luhmann se concentra en que el sentido de la acción social es la comunicación; por tanto, es la comunicación la unidad elemental que se procesa y opera en el sistema social sobre la base de la formación autorreferencial de los sistemas sociales basada en la doble contingencia. De esta manera, plantea hacer una revisión de la idea de que un sistema social no está constituido por personas sino por las acciones, de acuerdo a la teoría de la acción social.

Fue Weber quien planteó que la acción social es un caso especial de la acción, el mismo que está determinado por la intención que, al mismo tiempo, está dirigida a lo social; en tanto que Parsons, sostiene el autor, concibe el asunto de manera distinta en la medida en que la formación de los sistemas sociales es una aportación analíticamente diferenciada de la emergencia de la acción, puesto que los sistemas sociales se basan en un tipo de acción o en un aspecto de la acción. Y es a través de la acción que el sujeto entra prácticamente en el sistema.

Más bien, si se parte de los sistemas autorreferenciales y de los problemas de la complejidad, se invierte la relación de los límites y las relaciones: en los sistemas sociales, la acción se constituye por medio de la comunicación. La vida en sociedad no es un caso especial de la acción, lo que sucede es que en los sistemas sociales la acción se constituye por medio de la comunicación y de la atribución en una reducción de complejidad, como autosimplificación indispensable del sistema para su desenvolvimiento.

Se trata de una constitución mutua y de diálogo cuando existen, en este caso, por lo menos dos procesadores de información que se pueden referir el uno al otro y por medio de ambos a ellos mismos, como sugiere la teoría general de sistemas. Socialmente se trata de la relación social alter ego mutua a través de la comunicación operada en el procesamiento interno y orientada al entorno. Surge la pregunta de Luhmann, en última instancia: ¿un sistema social consiste de comunicaciones o de acciones?

Responde: lo que existe es una conjunción entre acción y comunicación, una “ultra unidad” de coexistencia mutua cuya disolución haría desaparecer lo social, “el problema radica en que de hecho no se pueden separar (aunque sí distinguir) comunicación y acción, dado que forman una relación que debe ser entendida como la reducción de la propia complejidad. El proceso elemental que constituye lo social como realidad especial es un proceso comunicacional. Sin embargo, para poder dirigirse a sí mismo, este proceso debe reducirse, descomponerse en acciones” (p. 141).

Según esta perspectiva, el planteamiento es que los sistemas sociales se descomponen en acciones y obtienen por medio de esta reducción o identificación de los elementos las bases para establecer relaciones con otros procesos comunicacionales que hace posible la relación del sistema con el entorno y, al mismo tiempo, ejercer el procesamiento operativo de sus funciones internas. Más aún, si se toma en cuenta que, partiendo del concepto de sentido, la comunicación es siempre una acción selectiva, la comunicación es el procesamiento de la selección.

La posición central del concepto de expectativas de alter ego se desarrolla sobre la base de la síntesis de tres selecciones: de la información como insumo de acontecimientos, del acto de comunicar a través de un orden simbólico-cultural y del éxito del acto de entender la codificación establecida. Entonces la comunicación se realiza hasta donde genera comprensión y, en este caso, aún debe tomar en cuenta un cuarto tipo de selección, que es la aceptación o el rechazo de la selección de sentido por parte del receptor.

Marcando diferencias con otras posturas teóricas, Luhmann destaca que “por eso no retomamos ni una posición básica de la teoría del sujeto (teoría de la acción) ni una teoría del signo (lingüístico o estructuralista), sino que tendremos que revisar, en todo caso, cuáles de las ideas generadas desde esas perspectivas teóricas pueden retomarse” (p. 147), subrayando que las posiciones teóricas esbozadas por la sociología se basan en una comprensión abreviada de la comunicación.

La comunicación como portadora de sentido se desenvuelve como acción que hace posible el vínculo alter ego y que se sostiene en la comprensión de su sentido como actos de enlace; es así que el concepto de comunicación está orientado a la diferenciación y a la selección como procesos operacionales. Para definir comunicación, la base está en la conciencia de la diferencia, es decir, diferencia entre información y acto de comunicación implícita en toda comunicación, diferencia entre temas y aportaciones. Las formas de solidaridad social de Durkheim pueden ser manifestaciones de estas relaciones, afirma el autor.

Los temas a los que se hace referencia sirven como sistemas concreto-temporal-sociales, es decir, las dimensiones de sentido establecidas en la provisión de temas por la cultura, en la cual la comunicación presupone seres vivos autónomos con su entorno propio y procesador de información, en la evolución sociocultural como transformación y expansión de las oportunidades de la comunicación exitosa.

Los logros evolutivos centrales de la cultura, como proveedora de temas, son el lenguaje, los medios de difusión, los medios de comunicación caracterizados por ser simbólicamente generalizados y, de esta manera, la sociedad se produce y reproduce como sistema social. Es así que una vez iniciada y sostenida la comunicación, es inevitable la formación de un sistema social, como proceso estrictamente autopoiético.

Ahora bien, ¿cuál es el elemento último de los sistemas sociales? Es la acción o es la comunicación. La unidad de sentido es la comunicación. Se trata del tema de los elementos del sistema social y cómo se constituyen los elementos de los sistemas sociales. “La consecuencia más importante de este análisis es que la comunicación no se puede observar directamente, solo puede ser deducida. Para poder ser observado y observarse a sí mismo, un sistema comunicacional debe entronizarse, entonces, como sistema de acción” (p. 162); es la comunicación la unidad constitutiva de la información, del acto de comunicar y del acto de entender.

La acción se constituye socialmente en dos contextos diferentes: como información o como tema, tema de una comunicación o acción del acto de comunicar: por tanto, el acto de comunicar mismo “se entroniza” como acción. “Sobre la base de la acción fundamental de la comunicación y de sus medios operativos, un sistema social se constituye como sistema de acción y se autodescribe para dirigir la continuación de los procesos, la reproducción del sistema” (p. 163) con el conocimiento de la situación que se sincroniza temporalmente.

Desde el punto de vista funcional, existe una equivalencia entre comunicación y acción, ya que “un sistema social se constituye, por lo mismo, como sistema de acción, pero debe presuponer para ello el contexto comunicador de la acción; de manera que ambas, acción y comunicación, son necesarias y deben actuar siempre en conjunto para hacer posible la reproducción a partir de los elementos de la reproducción”, puesto que la comunicación se reduce a la acción mediante las propias operaciones del sistema social.

Así, está presente el condicionamiento de la comunicación, en la medida en que la comunicación está inducida en y por la doble contingencia propia del sentido en la acción, tendiendo a la formación de estructuras y en orientación hacia el consenso como resultado de la comunicación. Para hacer comprensible la comunicación, la comunicación se desarrolla reduciendo la comunicación a la acción, poniéndose en marcha la relación especial con el entorno.

Destaca Luhmann que, a pesar de no subrayar la diferencia entre sistemas psíquicos y sociales, Edgar Morin, en el “El método del método”, escribe que “de hecho estamos condenados a no conocer sino un universo de mensajes y más allá nada. Pero tenemos a la vez el privilegio de leer el Universo bajo la forma de los mensajes” (p. 170), presentando así el corolario de su tesis de la centralidad de la comunicación en la vida social.

A la pregunta de ¿de qué consisten los sistemas sociales?, presenta una respuesta doble: “de la comunicación y de su adscripción como acción. Ninguno de los dos momentos hubiera sido capaz de evolucionar sin el otro” (p. 171) y, de esta manera, los paradigmas, el sustancial de la acción como unidad de elementos dada de antemano, planteada por Weber, y la analítica de la acción como unidad de acción, sostenida por Parsons, “han sido rebasadas por el supuesto cambio de paradigma, por la transición a la teoría de los sistemas autopoiéticos” (p. 171).

A su vez, el autor considera que la propuesta de la constitución intersubjetiva de la acción e interacción, propuesta por la fenomenología en la sociología de la vida cotidiana, de Alfred Schutz y de Peter Berger y Thomas Luckmann “es una idea muy atractiva pero muy evidente y poco productiva por ser muy evidente”. Es así que la unidad entre comunicación y acción no es objetiva ni subjetiva, es un momento de relación del modo de vincular el sistema que se produce y reproduce incesantemente.

La comunicación es la unidad elemental de la autoconstitución y la acción es la unidad elemental de la autoobservación y la autodescripción de los sistemas sociales. “Ambas son circunstancias altamente complejas que son utilizadas como unidad, entretanto la diferenciación entre comunicación y acción hace posible una organización selectiva de la autorreferencia paralela: solo se puede manejar reflexivamente la comunicación cuando se puede constatar quién había actuado (acción social) comunicativamente” (p. 171).

La razón fundamental de la propuesta se encuentra en la relación del sistema con el entorno, el entorno que no es una categoría marginal, es, más bien, una categoría constitutiva en el marco de la teoría de los sistemas autorreferenciales en los que, precisamente, el entorno es condición previa, el entorno es necesario para identificar la diferencia como mecanismo operacional de los sistemas, en este caso los sistemas sociales.

ALCANCES DE LA TEORÍA DE N. LUHMANN

La teoría desarrollada por Niklas Luhmann en Sistemas sociales como una propuesta de nuevo paradigma de la sociología presenta un conjunto de teorías, conceptos, relaciones de conceptos y lineamientos de trabajo lógica y cuidadosamente formulados para establecer una construcción novedosa y compleja que permita comprender los fundamentos de la vida social. Al respecto, el presente trabajo académico es un estudio inicial, introductorio y fragmentado sobre un autor considerado difícil, abstracto y complejo.

Sistemas sociales es una elaboración minuciosa de cada una de las teorías y cada uno de los conceptos que paulatinamente se van configurando y entrecruzando sobre la base del planteamiento central de la relación sistema-entorno, bajo los presupuestos de autorreferencialidad, autoproducción, autopoiesis y complejidad, categorías que alcanzan un alto nivel de análisis. Para ello, se asumen las investigaciones y avances en la profundización de la teoría general de sistemas iniciadas por Ludwig von Bertalanffy y profundizadas contemporáneamente por Humberto Maturana y Francisco Varela, especialmente en el campo de la biología.

En el campo de la sociología, se realiza un seguimiento crítico y la profundización de las teorías de la acción y de las teorías de los sistemas, poniendo atención en Max Weber, Emile Durkheim, George Simmel, Robert Merton, Talcott Parsons, Jürgen Habermas, Edgar Morin, entre los más importantes referentes del pensamiento sociológico. Las referencias bibliográficas que se presentan en el libro son muchas, diversas y de diferentes disciplinas del conocimiento.

Si bien este libro de Luhmann fue publicado en alemán en 1984 y en español en 1991, siendo su objetivo “formular una teoría universal de la disciplina como no se ha intentado desde Parsons”, definiendo que “una teoría sociológica que pretenda consolidar las relaciones propias de su campo, no solo tiene que ser compleja, sino mucho más compleja comparada con lo que intentaron los clásicos y aún el mismo Parsons” (Luhmann, 1998, p. 9), su importancia en la teoría sociológica es incuestionable porque profundiza temas que están presentes en los debates más importantes de la disciplina en los últimos veinte años.

La complejidad organizada de los sistemas sociales, a través del paradigma autopoiético del sistema-entorno, tiene una alta coherencia lógica y establece que la unidad o elemento básico es la comunicación provista de sentido como resultado de las operaciones internas del sistema y su conexión con el entorno, entronizándose como acción social. Las principales operaciones del sistema van a ser la selección y la diferenciación que procesan las relaciones, conexiones e interpenetraciones que producen y reproducen incesantemente las condiciones del sistema.

De esta manera, la reproducción social es autorreferencial, autoproductiva y autopoiética, que hace posible que, como las células en la vida biológica, la vida social sea un proceso incesante con la manifestación de los sistemas sociales y sistemas psíquicos acoplados estructuralmente, los cuales se desarrollan de manera conjunta y en coevolución en un contexto cultural en movimiento, en tanto que la acción está marcada por la doble contingencia como sustrato de soluciones y comportamientos frente a los riesgos, la incertidumbre y la creación permanente de lo social.

La complejidad temporalizada que requiere de la información del entorno es el marco de existencia de los sistemas sociales y la función se antepone a la estructura, en tanto todo en el sistema social es contingente. La centralidad de la comunicación (sistema social), en coexistencia y coevolución con el pensamiento (sistema psíquico), dotados ambos de sentido y de conciencia, se desenvuelve en el marco de las dimensiones objetivas, temporales y sociales del sistema simbólico del contexto histórico cultural. No puede haber comunicación ni pensamiento sin conciencia y el sistema social es un sistema autopoiético de comunicación.

La tesis de Luhmann se presenta en la sociología académica como una revolución teórica y/o como una provocación sustentadas en una propuesta analítica, abstracta, compleja y coherente, altamente respaldada por proposiciones conceptuales, conexiones múltiples y creativa síntesis acerca de los sistemas sociales. Refiriéndose a su aporte, considera que en principio “la construcción del problema genera un verdadero rendimiento teórico” y que “las verdades solo aparecen en contexto, los errores en forma aislada” (p. 76).

Bibliografía

Luhmann Niklas (1998). Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general. México, D.F.: Anthropos. [ Links ]

Parsons, Talcott (1982). El Sistema Social. Madrid: Alianza. [ Links ]

Parsons, Talcott (1968). Hacia una teoría general de la acción. Buenos Aires: Kapelusz. [ Links ]

Cortázar, Julio (2004) Rayuela. Buenos Aires. Punto de lectura. [ Links ]

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El autor declara no tener ningún tipo de conflicto de interés que haya influido en su artículo.

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