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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.52 La Paz mayo 2023  Epub 31-Mayo-2023

https://doi.org/doi.org/10.53287/cipc8786vv71p 

RESEÑA

Vera Zegarra, Mircko (2022). La ruta del agachado: trabajo, género y alimentación en la calle. Cuadernos de Investigación, núm 24. La Paz: Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre” (IDIS), Universidad Mayor de San Andrés.

Natalia Libertad Zelada1 
http://orcid.org/0009-0008-6574-1383

1 Universidad Mayor de San Andrés E-mail: zeladalibertad209@gmail.com


Este trabajo es el resultado de los proyectos de investigación extracurriculares promovidos por el Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre” (IDIS) de la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). El autor de la obra, Mircko Vera Zegarra, abre la investigación señalando la importancia de visibilizar la trayectoria laboral de las mujeres comideras, vendedoras de comida callera, inmersas bajo la enorme categoría de economía informal. En este marco, la investigación contó con el apoyo de la auxiliar de investigación Roxana Quispe y otros estudiantes de la carrera de Sociología.

La metodología, en esta investigación, obedece a un enfoque cualitativo; asimismo, se apoya en recursos como la etnografía, entrevistas semiestructuradas e informales, observación y el registro biográfico. De acuerdo con el autor, la elección del enfoque cualitativo responde a la inquietud de hacer una mirada empírica del objeto respetando, al mismo tiempo, el escepticismo y la renuencia de las comideras en sus espacios; es decir, se propicia un “contexto natural” para la recolección de información. En principio, la problemática de la investigación gira en torno a la trayectoria laboral o “ruta” de las mujeres comideras hacia aquella actividad comercial de venta de comida en la calle, conocida popularmente como “los agachaditos”, que suele ser tachada de ilegal, con evasión tributaria e inocuidad de alimentos. De este modo, la investigación plantea estudiar las trayectorias laborales de las vendedoras de comida en la calle, además de establecer los aspectos estructurales de la división del trabajo por género y determinantes producidas por el origen social con la decisión individual de optar por la actividad de los “agachaditos”.

La obra se divide en cuatro capítulos. El primer capítulo señala que, si bien se tiene la idea de que el sector informal desborda la norma, esto no quiere decir que los sectores no estén regulados. De hecho, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, por intermedio de la Unidad de Mercados, se encarga de la regulación de los comerciantes sobre la vía pública mediante las patentes. Partiendo de esta problemática, el autor establece el objeto de estudio, los objetivos de la investigación y el lugar de estudio; se delimita al Macrodistrito Max Paredes y el distrito 1 del Macrodistrito Centro. El segundo capítulo es una propuesta de análisis de la venta de comida en la calle desde tres tópicos: primero, el enfoque de la economía informal; segundo, el concepto de trayectoria laboral; finalmente, se analiza el objeto desde el enfoque de género.

El tercer capítulo se divide en tres puntos: el primero trata de las trayectorias laborales de las comideras, el segundo expone la ruta del agachado y el tercero indaga en el proyecto de vida de las comideras. Inicialmente, se analiza el aspecto educativo para delinear las condiciones socioeconómicas de las comideras, lo cual muestra que, a mayor edad, menor nivel de estudios alcanzado, es decir, la mayoría de las comideras adultas mayores abandonaron los estudios en el nivel escolar, pero las más jóvenes sí pudieron terminar el bachillerato. El autor señala que los estudios es algo que ellas sí habrían deseado culminar; sin embargo, un evento no-deseado o de mala suerte cambió su destino (p. 52). También las familias ascendentes y descendentes tuvieron incidencia en las trayectorias educativas de las comideras. Pese a estas condicionantes, algunas comideras deciden continuar con estudios técnicos, por ejemplo: cursos de cocina, tejido, repostería, etc. Según Vera, esto expresa las aspiraciones limitadas vinculadas a la condición social de las comideras para optar por otra ruta que no sea la venta de comida en la calle, pues la perseverancia es característica en ellas cuando se trata de demostrar que la falta de estudios no representa una frustración personal. De este modo, su orientación se enfoca a establecer sus propios puestos y su mayor aspiración es ver a sus hijos estudiando y saliendo profesionales. En ningún caso aspiran a que sus hijos continúen con su actividad.

La trayectoria laboral de las comideras tuvo sus primeros acercamientos por sus redes familiares y amistades cercanas para establecerse en un puesto de comida en la calle. En este punto, el autor muestra los diferentes casos de comideras y cómo fue su trayectoria laboral hasta aterrizar en los agachaditos. Los patrones comunes en los distintos casos muestran que la motivación de vender comida tuvo relación con la cercanía de los familiares. Otro factor que tuvo influencia fueron ciertos eventos de su vida, como la muerte del esposo o de los padres, o el abandono. Esto las empujó a optar por la venta de comida en la calle. En cualquier caso, se trata de una elección por la necesidad de generar ingresos, es decir, las trayectorias laborales de las comideras se caracterizan por la precariedad y por ocupaciones familiares. Asimismo, su rol de madres está presente, puesto que la venta de comida en la calle les permite extender sus tareas domésticas y cuidar a sus hijos. Sus parejas, por su parte, se caracterizan por haber iniciado en condiciones laborales inestables.

Un aspecto importante al introducirse a vender en la calle es ganarse el derecho de piso. Algunas comideras pueden comprar la patente; pero, generalmente son sus madres quienes les traspasan el puesto incluyendo la patente. También se puede conseguir una patente recurriendo a las asociaciones; en este punto, ayuda tener “contactos” o se puede conseguir algo de seguridad “charlando” con la dueña de la casa de la acera. Después del tema de legalidad, el punto de partida de cualquier comidera es la inversión en los ingredientes y demás instrumentos de trabajo: ollas, platos, cucharones; algunas tienen cocinas a gas, bancos, etc. Una vez conocido el mercado, ellas tienen una inversión diaria donde pueden calcular montos fijos sobre los gastos y sacar ganancias netas. De este modo, la comidera que saque su puesto, y -dependiendo que tenga o no patente- “charles” con la asociación, o con la dueña de la casa de acera, podrá ratificar su lugar.

El segundo punto expone la elección hacia lo que el autor denomina “la ruta del agachado”. El sentido que otorgan las comideras a su puesto es la proyección de una fuente de reconocimiento social. Vera señala que no se trata tanto del reconocimiento para ellas mismas, sino principalmente del bienestar material para sus hijos. Las comideras desearían haber partido de otra cosa; sin embargo, sienten orgullo por trabajar dignamente y no “hacer faltar plata en la casa”. Entonces, las comideras consideran su trabajo como algo “sacrificado”, pero, al mismo tiempo, sienten agradecimiento por los réditos económicos y por la oportunidad de cumplir con su rol de madres. Finalmente, el sentido que le dan a continuar con esta labor tiene que ver con “luchar” por el bienestar y el futuro de sus hijos.

Para Vera, la aspiración de las comideras está relacionada con el destino; ésta es, en última instancia, la palabra que orienta la posición de clase y la división sexual del trabajo. Sin duda, la elección de la comida en la calle es como un empleo refugio tras varios tropezones laborales de las actoras, ya que esta actividad no requiere mucha inversión económica, cualificaciones, o estudios. Lo más importante a resaltar, en todos los casos, es que hubo un momento en la vida de las comideras que las obligó a vender comida en la calle: la falta de empleo, la necesidad o algún infortunio familiar. Posteriormente, hubo un momento de conformidad y reconciliación consigo mismas, en el que asocian su situación actual como algo “normal”, pues se trata de una actividad muy común en su medio social.

En el tercer punto, se desarrolla el proyecto de vida de las comideras. La percepción que tienen las comideras al abrir un agachadito es cubrir los gastos inmediatos; luego, viene la compra de aparatos como símbolo de bienestar material. Por su parte, el tema lucrativo tiene que ver con el horario, el lugar y la afluencia de la clientela. De este modo, el proyecto laboral de las comideras se orienta a “mejorar” su situación con lo que ya saben hacer, por ejemplo: estudiar gastronomía, abrir una pensión, o quizás abrir un restaurante. En la mayoría de los casos, las comideras no tienen un proyecto de vida definido; sin embargo, su mayor aspiración casi siempre está relacionada con los logros de sus hijos, con verlos salir profesionales. En la mayoría, sus aspiraciones a futuro están indisolublemente ligadas al sentimiento de maternidad; otras, en cambio, expresan que ya encontraron estabilidad tras adquirir su patente.

Finalmente, la característica principal en las trayectorias de las mujeres es la perseverancia por la estabilidad. La venta de comida en la calle es un oficio socialmente aceptado para las mujeres: por lo tanto, está influenciado por los roles femeninos y domésticos. La ruta del agachado es un camino para ganarse la vida, entre muchos otros, sólo que en este caso hay una relación con el medio social, la baja cualificación y, sobre todo, está relacionada con la división sexual del trabajo.

Los enfoques teóricos y conceptuales derivan de tres tópicos: economía informal, trayectoria laboral y género. El primero se trata de un concepto referencial, pues se considera informal en la medida que no cumpla con las condiciones de la unidad productiva formal: más de cinco empleados, especialización y alta división de trabajo, tecnología, etc. El segundo concepto se disgrega recurriendo, por un lado, a autores como Bourdieu (1977) y Elder (1991), quienes tratan la noción de “trayectoria”; y, por otro lado, Pries (1999), bajo el concepto de “proyecto biográfico laboral”. También, se emplean categorías de análisis como: posición socioeconómica, contexto y temporalidad. El tercer tópico retoma el concepto de trabajo feminizado desde la concepción de Gómez (2001); en relación a la distribución desigual de ocupaciones por sexo, la orientación conceptual se apoya en Aguirre (2001) y también en Wanderley (2003), debido a la incidencia del género en la inserción al mercado laboral.

Un comentario crítico, a mi modo de ver, es el siguiente. El estudio señala textualmente no delinearse por el camino de la economía informal y tampoco de la economía popular. Si bien la propuesta de mirar el fenómeno vinculado al enfoque de género y trayectoria laboral es interesante, habría enriquecido al debate académico asumir una postura teórica desde algún enfoque de esta “otra economía”, pues el estudio evidencia suficientes datos que hacen posible hablar de una racionalidad de sobrevivencia enmarcada dentro de la economía informal. De hecho, las trayectorias laborales de las comideras tienen un comienzo marcando la necesidad, eventos “de mala suerte”, que tienen resonancia en conceptos como precariedad laboral y exclusión. En esta línea de análisis, considero que se pudo haber retomado diferentes estudios en economía informal desde los que propicia el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), sobre las estrategias de sobrevivencia -Larrazábal (1988), Casanovas y Escobar (1988), y también, los que hablan de legalidad e ilegalidad, como en Escobar (1989)-. Por un lado, concuerdo con el autor cuando señala que la situación de legalidad o ilegalidad es insuficiente para explicar el comportamiento de este sector; pero, por otro lado, ser tachado de “legal” o “ilegal” tiene consecuencias en el mercado. Por ejemplo, quienes son más o menos vulnerables a las batidas; así como la percepción diferenciada que tienen las mismas comideras entre ellas.

Al margen de lo antes señalado, el estudio nos brinda un importante aporte para pensar a los diferentes sectores dentro de la economía informal. Principalmente, porque la heterogeneidad da cuenta de aquella amalgama existente en el mercado: distintos rubros, diferentes actores, disímiles capitales económicos y sociales. En este sentido, el estudio de Vera no generaliza la diversidad de actores en el mercado, más bien contribuye al análisis del fenómeno cuando señala que no hay que presuponer que todos los comerciantes en las calles son iguales; el autor sostiene que la gran falencia de otros estudios es asumir con una mirada homogénea la informalidad cuando, en realidad, hay una diversidad. Así, el estudio de los agachaditos puntualiza y principalmente visibiliza el caso de las trayectorias laborales de las mujeres comideras que las llevó a optar por esa ruta. En esta línea de análisis, el estudio de Vera abre pautas para investigar otros rubros específicos del comercio que -al igual que las comideras- pueden ser invisibilizados bajo la enorme categoría de “economía informal”. Otro hallazgo que abre mayor profundización hacia futuras investigaciones es el llamado “derecho de piso”; de hecho, este estudio muestra que no solamente la patente otorga seguridad, también pueden intervenir organizaciones de las mismas comideras, así como la autorización de vecinos. En suma, el dinamismo que se ve solo en el caso de los agachaditos nos invita a seguir profundizando en esta investigación.

Natalia Libertad Zelada E-mail: zeladalibertad209@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0009-0008-6574-1383

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