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Temas Sociales

Print version ISSN 0040-2915On-line version ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.49 La Paz Nov. 2021

https://doi.org/10.53287/iqpy7067hu40u 

INVESTIGACIÓN

Publicar en tiempos de guerra1 historia editorial del escritor boliviano Carlos Medinaceli (1931-1947)

Publishing during wartimeBolivian writer Carlos Medinaceli’s publishing history (1931-1947)

Ximena Soruco Sologuren1 
http://orcid.org/0000-0001-7955-0483

1Licenciada en Comunicación Social y egresada de Sociología, Dra. en Literatura. Docente de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). La Paz. BoliviaE-mail: ssologur@gmail.comorcid: 0000-0001-7955-0483.


Resumen

El artículo analiza las dificultades que vivió Carlos Medinaceli para publicar sus libros entre 1931 y 1947. Este caso muestra un contexto más general de disminución del número de imprentas y títulos publicados localmente a partir de la Guerra del Chaco y evidencia una tendencia de deterioro de las condiciones de producción de los intelectuales bolivianos causada por la crisis económica y la polarización ideológica de la década de 1930.

Palabras clave: intelectuales bolivianos; historia editorial; Guerra del Chaco; imprentas-editoriales; publicación libros

Abstract

The paper analyzes the difficulties that Carlos Medinaceli experienced in publishing his books between 1931 and 1947. This case shows a more general context of reduction in the number of printing presses and titles published locally since the Chaco War, and demonstrates a trend of deterioration in the Bolivian intellectuals’ conditions of production caused by the economic crisis and ideological polarization of the 1930s.

Keywords: bolivian intellectuals; publishing history; Chaco War; printers-editorials; publication books

INTRODUCCIÓN

Aunque el siglo XIX había sido hostil al trabajo intelectual en Bolivia por la violencia política (guerras de la independencia y limítrofes, caudillismo, debilidad del Estado, censura) y el estancamiento económico y urbano, varios autores coinciden en que la producción científica floreció en el periodo liberal que se inicia hacia 1870-1880 (Condarco Morales, 1978) o en el umbral de 1900 (Finot, 1955; Romero Pittari, 2009). El periodo de declive de este auge del pensamiento parece situarse a partir de la crisis política y económica comprendida entre la Guerra del Chaco (1932-1935) y la Revolución Nacional de 1952.

La hegemonía del Partido Liberal (1899-1920) coincidió con el momento de inicio y consagración de la producción de los escritores nacidos hacia 1880: Alcides Arguedas (La Paz, 1879-Chulumani, 1946), Franz Tamayo (La Paz, 1879-1956), Armando Chirveches (La Paz, 1881-París, 1926), Jaime Mendoza (Sucre, 1874-1939), entre otros. En cambio, para la generación nacida hacia 1900, el comienzo de su carrera intelectual coincidió con el golpe de Bautista Saavedra (Sorata, 1870-Santiago, 1939) de 1920 y su consagración vino en la inmediata postguerra. Se trata de una generación que participó activamente en la política, enfatizando -más que la generación anterior- la militancia por sobre su obra intelectual (Romero Pittari, 2009: 163): Tristan Marof (Gustavo Navarro) (Sucre, 1898-Santa Cruz, 1979), Jesús Lara (Villa Rivero, 1898-Cochabamba, 1980), Augusto Céspedes (Cochabamba, 1904-La Paz, 1979), José Antonio Arze (Cochabamba, 1904-1955), Carlos Montenegro (Cochabamba, 1903-Washington DC 1953), Augusto Guzmán (Totora, 1903-Cochabamba, 1990), etc.

Desde el punto de vista de la sociología de los intelectuales, el caso de Carlos Medinaceli (Sucre, 1898-La Paz, 1949) permite observar la transición del perfil profesional y de las condiciones de producción que se experimentan entre la generación liberal y nacionalista: se consagra a su obra intelectual y se distancia de la militancia y, por tanto, de la carrera política. Se dedica a la lectura y la escritura a tiempo completo porque trabaja de maestro de secundaria y normalista, lo que le asegura estabilidad laboral y libertad de expresión, aunque también medios de vida limitados y múltiples cambios de residencia, en la búsqueda de mejores oportunidades profesionales: de Sucre a Potosí en 1915, a La Paz desde 1930, con un tránsito de aproximadamente un año y medio en Tarija (1932-1933) y Cotagaita (1937-1938) y otros dos años en Sucre (1941-1942), tras los cuales retorna a la sede de gobierno hasta su muerte. Periódicos y revistas de las ciudades donde vive son el medio y formato de publicación de su obra completa y de su prestigio. Sin embargo, la publicación de compilaciones de sus artículos en libros es tarea que Medinaceli emprende desde 1935 y que logra solo a medias y con grandes dificultades, las cuales relata en el que es el más extenso epistolario de autor boliviano conocido hasta ahora (75 cartas).

El resto de su obra, reunida y publicada de manera póstuma en once títulos entre 1955 y 1988 en varias editoriales bolivianas, con diferentes criterios (género, tema, autor que estudia, espacio disponible en la edición) y con escasa o ninguna información de la fuente o fecha de su publicación original, me ha llevado a realizar una investigación hemerográfica y bibliográfica iniciada el año 2017 para identificar sus artículos en periódicos y revistas de la época, editarlos y organizarlos de manera cronológica y, con esta información compilada, preparar su “obra completa” en cinco tomos, tarea que está en curso con el apoyo del Instituto de Investigaciones Literarias (IIL) de la Universidad Mayor de San Andrés.

La trayectoria editorial de Carlos Medinaceli entre 1931 y 1947 que aquí se desarrolla permite plantear la hipótesis de que la Guerra del Chaco y la contienda ideológica y política que le sigue no solamente politizan a la generación de intelectuales nacidos hacia el 1900, sino que también deterioran las condiciones de producción intelectual en relación al periodo anterior. Este artículo tiene cuatro secciones: una, sobre el contexto editorial boliviano de la postguerra; tres, que desarrollan la historia editorial de los libros preparados por Carlos Medinaceli: Estudios críticos (1938), “La educación del gusto estético” (1941), Páginas de vida (1955) y La Chaskañawi (1947). El aporte de esta investigación es mostrar que la autonomía del campo intelectual boliviano es relativa, porque si un mercado en crecimiento y un Estado hegemónico la posibilitan durante la era liberal, la crisis de la postguerra la hacen retroceder.

ESTADO DEL ARTE Y MARCO TEÓRICO

Poco se han estudiado las condiciones de producción de los pensadores bolivianos. Entre las obras sobre el tema, Ramiro Condarco Morales, en Historia del saber y la ciencia en Bolivia (1978), considera que los años 1872 y 1934 o del positivismo fueron “el periodo más fecundo de la historia del pensamiento boliviano, en general, y del saber científico, en particular” (1978: 256-257). El autor diferencia dos subperiodos: 1872-1899, con el auge de la economía de la plata y cuando el positivismo no es una doctrina oficial y 1899-1934, de auge del estaño, y cuando esta doctrina se hace oficial con el Partido Liberal en el gobierno: “La extraordinaria actividad científica desplegada en el subperiodo anterior no solo prosiguió sino consiguió más amplios y crecientes progresos, especialmente debido al mayor interés del poder público y a la acción estimulativa del Estado” (1978: 273). La importancia del positivismo y la paz política para el desarrollo intelectual desde 1900 hasta 1930 es compartida por Guillermo Francovich en El pensamiento boliviano en el siglo XX (1956) y Enrique Finot en Historia de la literatura boliviana (1955).

Salvador Romero Pittari, en El nacimiento del intelectual en Bolivia (2009), estudió el diario de Alcides Arguedas, compuesto de doce volúmenes accesibles para consulta -en cuatro bibliotecas fuera de Bolivia, en las que dejó copias mecanografiadas- al cumplirse 50 años de su muerte. Inédito hasta ahora, salvo algunas selecciones que se han publicado, este diario es una fuente de la experiencia de Arguedas en el mercado editorial boliviano e internacional a inicios del siglo XX, así como de la recepción de sus obras y las relaciones entre los intelectuales de su generación.

Romero Pittari coincide en identificar los años de gobierno liberal como un periodo importante para la producción intelectual boliviana. Su interés se centra en la aparición y uso del término “intelectual”, en reemplazo de los decimonónicos polígrafo o publicista, lo que:

No fue solo una innovación terminológica, fue también una manera diferente de entender un oficio, menos centrado en la creación, en la originalidad, no despreciables por supuesto, o en el valor del escrito en un medio social donde el acto de escribir y publicar era raro, más dirigido a resaltar la capacidad de dar opiniones, de terciar en los debates públicos (2009: 19).

Desde esta aproximación que privilegia la participación de los escritores en la esfera pública respaldada por el prestigio de su obra, este autor identifica dos generaciones que se diferencian por el equilibrio entre la obra y la vida política: la generación nacida hacia 1879, de la cual surgen los primeros intelectuales, y aquella nacida hacia 1900, para quienes, “después del conflicto de El Chaco, el compromiso político, ideológico se hizo principalmente partidario y pasó a caracterizar la actividad intelectual” (2009: 163), argumento con el que aquí se dialoga, planteando que la Guerra del Chaco no solamente transformó las ideas sobre el rol del intelectual sino también sus condiciones de trabajo y de difusión de su obra.

Esta investigación también utiliza los conceptos de producción, distribución y consumo que plantea Robert Escarpit en Sociología de la literatura (1968) para abordar el hecho literario. Respecto a la historia editorial, Escarpit recuerda que “para que una obra exista en tanto que fenómeno autónomo y libre, en tanto que criatura, es necesario que se separe de su creador y siga sola su destino entre los hombres” (1968: 56). Sin embargo, ¿qué pasa cuando esta obra, publicada en periódicos, no logra convertirse en libro por ausencia de editores o censura? La investigación de Pierre Bourdieu (1995) sobre el origen del campo literario de la Francia de la segunda mitad del siglo XIX identifica la autonomía económica y política como condición de su constitución, situación que en la Bolivia de la década de 1930 no se logra e incluso retrocede en relación al periodo anterior.

METODOLOGÍA

La unidad de estudio de esta investigación es aquel artículo de periódico, revista o libro que, sin importar la extensión o medio de publicación, fuera planeado como una pieza por su creador, aunque su publicación haya sido serial. A la reunión de estas unidades se las denomina corpus y son nuestra fuente primaria. Además, se han recolectado artículos y ensayos sobre el autor y el contexto editorial de la década de 1930 que en este artículo constituyen también fuentes primarias por su objeto de estudio: las condiciones de producción intelectual.

La metodología es cualitativa, de revisión documental. Para recolectar las unidades de manera sistemática se han revisado las revistas literarias o culturales de Potosí y La Paz publicadas entre 1915 y 1949 y en ciertos rangos de años, según las referencias disponibles; se consultó los periódicos El Diario, La República, El Universo, La Calle, La Razón y Última Hora de La Paz; El Radical, La Palabra, El Día y El Sur, de Potosí; y La Mañana, de Sucre, en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Sucre, la Biblioteca Municipal Arturo Costa de la Torre, la Hemeroteca de la UMSA y el Archivo Biblioteca Históricos de la Asamblea Plurinacional y la Biblioteca Municipal Mariscal Andrés de Santa Cruz, entre los años 2017 y 2019 buscando artículos de y sobre Carlos Medinaceli. Mediante esta revisión hemerográfica, se pudo registrar y datar 70% de su obra conocida; para el otro 30% se utilizó la información disponible o cuando no se contaba con ésta se realizó una aproximación. También ha permitido encontrar 67 unidades no compiladas antes, lo que corresponde al 17% de su obra completa.

Este estudio ha permitido ordenar por géneros (ensayo, poesía, narrativa, epistolario) y de manera cronológica la obra completa de este autor, que consta de un total de 397 unidades o 4.606.515 caracteres con espacios, un aproximado de 2.500 páginas.

Con esta información se ha construido una base de datos que sistematiza las variables del género, medio de publicación, lugar, fecha, frecuencia de publicación y las versiones de la unidad textual, si ha sido editada por el autor o de manera póstuma por los compiladores o las editoriales, lo que permite reconstruir la biobibliografía de Carlos Medinaceli.

HALLAZGOS

Editoriales y ediciones nacionales en la década de 1930

Arturo Costa de la Torre, en el Catálogo de la bibliografía boliviana: libros y folletos, 1900-1963 (1968), quien continúa el trabajo de inventario bibliográfico nacional iniciado por Gabriel René Moreno (Santa Cruz, 1834-Valparaíso, 1908) para el siglo XIX, consigna 8.711 títulos publicados en Bolivia en ese periodo; a partir de esta bibliografía y otras fuentes sobre el siglo XIX enumera 359 imprentas y editoriales entre 1823 y 1963, por ciudad y año de aparición, como se observa en la figura 1 y el cuadro 1.

Figura 1: Número de imprentas y editoriales en Bolivia, 1823-1963.Fuente: Elaboración propia basada en Costa de la Torre (1963: 224-237)  

La década de mayor crecimiento de imprentas y editoriales fue la de 1900 a 1909, aunque la curva de crecimiento se eleva entre 1860 y 1909 y experimenta una fuerte caída desde ese año hasta la década de 1950, con una leve recuperación entre 1920 y 1929; sin embargo, el número de imprentas y editoriales no vuelve a ser mayor que el de los años previos a la Guerra del Pacífico. Cuando se miran estos datos por ciudades, La Paz marca la tendencia nacional, incluso durante el siglo XIX: representa el 49,5% del total.

Cuadro 1: Número de imprentas y editoriales por ciudad y década, 1823-1963 

La Paz Sucre Cochabamba Potosí Oruro Santa Cruz Tarija Beni Total %
1820-1829 4 3 2 9 2,5
1830-1839 1 4 1 0 6 1,7
1840-1849 5 3 1 9 2,5
1850-1859 3 2 3 1 9 2,5
1860-1869 4 8 4 5 3 1 25 7,0
1870-1879 12 3 6 2 1 2 1 27 7,5
1880-1889 23 2 3 3 7 3 3 44 12,3
1890-1899 22 7 6 3 4 2 2 1 47 13,1
1900-1909 29 3 6 6 9 4 57 15,9
1910-1919 14 2 1 2 3 1 23 6,4
1920-1929 17 4 4 3 1 2 1 2 34 9,5
1930-1939 14 2 5 4 1 1 27 7,5
1940-1949 10 1 4 3 2 3 23 6,4
1950-1959 6 1 1 1 9 2,5
1960-1963 10 10 2,8
Total 174 45 44 36 29 17 11 3 359 100,0
% 48,5 12,5 12,3 10,0 8,1 4,7 3,1 0,8 100

Fuente: Elaboración propia, basada en Costa de la Torre (1963: 224-237).

La cantidad de imprentas y editoriales mostradas confirma, según esta medida de difusión de la producción intelectual, la periodización que propone Condarco Morales (1978) de la historia de la ciencia boliviana entre 1872 y 1934. Falta explicar el desplome en el número de imprentas a partir de 1910 como crisis en el mercado nacional del libro o como momento de aparición de editoriales que concentran un número mayor de títulos publicados2; sin embargo, el decrecimiento continuo de imprentas desde 1929 muestra que es más probable el deterioro de las condiciones de difusión de la producción intelectual en esta época que se enmarca entre la Guerra del Chaco y la Revolución Nacional.

Otro indicador de las dificultades que la Guerra del Chaco generó en instituciones académicas que se habían consolidado a fines del siglo XIX es la historia editorial de la Revista de la Sociedad Geográfica de La Paz, a la que nos referiremos brevemente. El 14 de julio de 1889, Agustín Aspiazu (Irupana, 1826-La Paz, 1897) funda y preside la Sociedad Geográfica de La Paz, cenáculo de estudiosos de geografía, lingüística, arqueología, antropología, botánica, mineralogía, climatología, etc. Entre 1895 y 1921 asume su dirección Manuel Vicente Ballivián (Arequipa, 1848-La Paz, 1921) y la consolida (Mendieta, 2017: 41). En 1904, tiene una oficina permanente, 64 miembros y logra reunir una biblioteca de 52.730 volúmenes (Costa Arduz, 2005: 17, 19). Ballivián fue clave para dar una sorprendente vitalidad y dinámica a la Sociedad Geográfica de La Paz porque la articuló con la Oficina Nacional de Inmigración, Estadística y Propaganda Geográfica, de la que fue director entre 1896 y 1916 (Blanco, 2010). Esta oficina, por ejemplo, la dotó de ambientes para su funcionamiento y de los materiales necesarios para crear el Observatorio San Calixto, que entró en funcionamiento en 1913 (Mendieta, 2017: 42). La expresión del trabajo académico de la Sociedad fue su Revista, que tuvo 72 números entre 1889 y 1954, salvo las interrupciones de 1933-1939 y 1949-1954 (Costa Arduz, 2005: 15).

Una de las expresiones más importantes de la contienda del Chaco fue la literatura que produjo. En La literatura boliviana de la Guerra del Chaco, Jorge Siles Salinas señala que está constituida por relatos autobiográficos que se publicaron entre 1935 y 1939, “como si sus autores se hubieran sentido apremiados a comunicar, cuanto antes, las impresiones imborrables que en los años anteriores les tocó vivir” (2013: 16) y la mayoría fueron publicados fuera de Bolivia.

No debe atribuirse -continúa Siles Salinas- esta circunstancia, exclusivamente al hecho de la censura, que impedía a los autores, en su propia tierra, decir con plena libertad los sentimientos que les inspiró la guerra. Estimo que uno de los factores que les indujo a esta determinación fue el deseo de dar a conocer, en un ámbito más dilatado que el estrictamente nacional, el cuadro de horror y de muerte en el que a ellos les fue dado participar (2013: 17).

El cuadro 2 contiene la mayor parte de los libros publicados por autores bolivianos entre 1935 y 1938, salvo los alegatos jurídicos y administrativos y obras muy poco conocidas, y, a diferencia del estudio de Siles Salinas, no se concentra en la literatura sobre el Chaco, por lo que ingresan autores de la generación liberal y que son consagrados en esta época, como los poetas Tamayo y Gregorio Reynolds (Sucre, 1882-La Paz, 1948) a quienes Medinaceli critica por estar “ausentes de la tragedia” del Chaco (1955: 170) y algunos otros de la generación de 1900, pero que tampoco están escribiendo sobre la contienda bélica, como José Eduardo Guerra (La Paz, 1893-Antofagasta, 1943), Guillermo Viscarra Fabre (Sorata, 1900-La Paz, 1980), Juan Capriles (Cochabamba, 1890-La Paz, 1953) y los más jóvenes, Fernando Diez de Medina (La Paz, 1908-1990) y Raúl Botelho Gosálvez (La Paz, 1917-2004). Además, están presentes las tres más conocidas escritoras de la primera mitad del siglo XX: María Virginia Estenssoro (La Paz, 1902-Sao Paulo, 1970), Yolanda Bedregal (La Paz, 1913-1999) e Hilda Mundy (Laura Villanueva Rocabado) (Oruro, 1912-1982).

Cuadro2: Títulos publicados por autores bolivianos entre 1935 y 1938 

Autor Título Lugar Editorial/ imprenta
1935
Tristan Marof La tragedia del altiplano Buenos Aires Claridad
Eduardo Anze Matienzo El martirio de un civilizado (Episodios de la Guerra del Chaco) Buenos Aires Tor
Oscar Cerruto Aluvión de fuego. Novela de la Guerra del Chaco Santiago Ercilla
Claudio Cortez Esclavos y vencidos. Gesta chaqueña La Paz Avance
José Enrique Viaña Camino soleado. (En la paz, en la guerra) Potosí Potosí
Gastón Pacheco Cuentos chaqueños Potosí Potosí
Jaime Mendoza El macizo boliviano La Paz Arnó
Fernando Diez de Medina El velero matinal La Paz América
1936
Augusto Céspedes Sangre de mestizos Santiago Nascimento
Luis Toro Ramallo Chaco. Novela, del cuaderno de un sargento Santiago Nascimento
Porfirio Díaz Machicao Los invencibles en la Guerra del Chaco Buenos Aires Claridad
José Eduardo Guerra Itinerario espiritual de Bolivia Barcelona Araluce
Jaime Mendoza El lago enigmático Sucre Charcas
Yolanda Bedregal Naufragio La Paz Imprentas Unidas
Hilda Mundy Pirotecnia La Paz Delegación de Bolivia
Abel Alarcón Cuentos del viejo Alto Perú La Paz Arnó
Federico Ávila La revisión de nuestro pasado La Paz Boliviana
1937
Augusto Guzmán Prisionero de guerra Santiago Nascimento
Juan Capriles Evento Cochabamba Imprenta Inglesa
Gregorio Reynolds Prisma La Paz Boliviana (Revista México)
María Virginia Estenssoro El occiso La Paz Boliviana
1938
Adolfo Costa du Rels Lagune H3 París L’Illustration
Raúl Botelho Gosálvez Borrachera verde Santiago Zig-Zag
Carlos Medinaceli Estudios críticos Sucre Charcas
Jesús Lara Repete. Diario de un hombre que fue a la guerra del Chaco Cochabamba Canelas
Augusto Guzmán Historia de la novela boliviana La Paz Revista México
Guillermo Viscarra Fabre Clima La Paz Revista México

Fuente: Elaboración propia basada en los catálogos en línea worldcat.org y bibliotecas.umsa.bo.

La consideración de los títulos publicados en primera edición por autores bolivianos entre 1935 y 1938 confirma la observación de Siles Salinas respecto a la importancia de las editoriales de Santiago de Chile y Buenos Aires para la difusión de las primeras obras de jóvenes escritores, incluso cuando no están escribiendo sobre el Chaco. Así sucede con Raúl Botelho Gosálvez, quien publica su primera novela, Borrachera verde, en la editorial Zig-Zag de Chile, con la cual obtiene el Premio Nacional de Literatura de 1937. Augusto Céspedes “no quería publicar su libro (Sangre de mestizos) en el país, pues hubiese pasado inadvertido” (Baptista Gumucio, 2019: 19) y lo logra gracias a que en 1935 ocupa un cargo diplomático en Santiago y conoce a escritores como Pablo Neruda en esa ciudad. Esta estadía salva la vida de su amigo y coterráneo, Augusto Guzmán, quien era un Prisionero de guerra en Paraguay, al hacer que la Asociación de Escritores en Santiago interceda por su liberación (Baptista Gumucio, 2000: 69). Esta experiencia posiblemente vincula a Guzmán con la editorial Nascimento, que publica una novela suya que lleva ese título. Oscar Cerruto (La Paz, 1912-1981), cónsul boliviano en Arica durante la Guerra del Chaco, escribe y publica Aluvión de fuego en ese país. Y Luis Toro Ramallo vive y publica toda su obra en Chile.

Como se observa, son los cargos diplomáticos y los contactos con escritores de los países en los que viven y que los apoyan por el conocimiento de su obra los que abren las puertas a estos jóvenes escritores en Chile y Argentina. En el caso de Marof y Díaz Machicao, la publicación de sus libros se hace en Claridad, editorial que es explícita en su militancia socialista (Montaldo, 1990: 421).

¿Qué pasa con los autores que publican en Bolivia durante esos años? El cuadro 2 muestra pocos títulos publicados localmente por año; asimismo, se aprecia nuevas y efímeras editoriales en La Paz, como Avance, la estatal Delegación de Bolivia, la Revista México, de la embajada de México en Bolivia -que funciona en 1937 y 1938- y algunas editoriales e imprentas estables: Arnó Hermanos (creada en 1917), Boliviana (1931), América (1931), Litografías e Imprentas Unidas (1923), que publican a autores consagrados de la generación de 1880 y a escritores y escritoras jóvenes nacidos o que residen en La Paz y que tienen contactos en el mundo de las letras o que pueden costear la impresión de sus libros. Así, las redes familiares prevalecen incluso sobre la barrera de género: “la libertad y fluidez con que las escritoras (Bedregal, Villanueva y Estenssoro) ingresaron al mundo de las letras” tiene que ver con su pertenencia a “la privilegiada clase media alta” (Prada, 2015: 93), aunque la crisis económica de la postguerra generaba un contexto adverso a la actividad editorial para todos, jóvenes y consagrados.

Llama la atención la actividad de las editoriales de Potosí, Sucre y Cochabamba de estos años, que están publicando a autores locales, como el propio Medinaceli, cuyo caso se desarrolla a continuación (figura 2).

Figura 2: Correspondencia de Carlos Medinaceli a Alberto Saavedra Fuente: Colección particular. 

Censura, prisión y exilio de Carlos Medinaceli

Carlos Medinaceli publicó en vida tres libros: una selección de ensayos titulada Estudios críticos (1938), el proyecto de reforma educativa en el área de Literatura, “La educación del gusto estético en Bolivia” (1941) y la novela La Chaskañawi (1947). También fundó y dirigió revistas como Gesta Bárbara en Potosí, entre 1918 y 1926, y varias otras en Potosí y La Paz; pero no fue hasta 1935 cuando la dirección de una revista, La Gaceta de Bolivia, provocó el encarcelamiento de este escritor por nueve días.

Carlos Medinaceli fue “reclutado para ir a la guerra del Chaco en diciembre de 1933 y por su miopía fue destinado a ‘servicios auxiliares’. A pedido de los cancilleres Carlos Calvo y Demetrio Canelas (San Benito, 1881-Cochabamba, 1964), fue declarado en comisión hasta mediados de 1934, como secretario de la Asesoría de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores” (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 160-161). En este puesto, se le encargó realizar un informe sobre los derechos de Bolivia en el Chaco Boreal que, por su desacuerdo con la guerra y la recomendación de una salida negociada, según cuenta su hermana, Laura Medinaceli (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 167), no fue mostrado al presidente Salamanca (Cochabamba, 1868-1935).

En esa época, las revistas La Gaceta de Bolivia y La Semana Gráfica, en las que participaban Gamaliel Churata (Puno, 1897-Lima, 1969) y otros escritores jóvenes como Etelvina Villanueva Saavedra (Lima, 1897-La Paz, 1969), cubrían la campaña del Chaco. El 3 de enero de 1935 Medinaceli es “apresado e incomunicado” (Waldo Medinaceli, 1968: 8) bajo el cargo de derrotismo, aunque no sabemos la causa precisa. El 4 de enero, un grupo de intelectuales de diversas tendencias envió al entonces presidente de la República, José Luis Tejada Sorzano (La Paz, 1882-Arica, 1938), una carta para su liberación:

Los suscritos en representación de las clases docentes y estudiosas, recurrimos mediante la presente nota, a su comprobada justificación y elevado espíritu cívico, en favor de nuestro colega Carlos Medinaceli, solicitando se ordene su inmediata libertad, ya que estamos seguros de que no puede pesar sobre él ninguna res- ponsabilidad suficiente que justifique la detención, que, además de perjudicarlo enormemente, daña la reputación de los organismos encargados de representar al poder público, en estos casos.

Esperando que esta justiciera petición halle acogida en usted es honroso saludarlo y suscribirnos como sus atentos servidores.

Eyzaguirre S., Walter Dalence, Fernando Diez de Medina, Juan Francisco Bedre- gal, P. Zilveti Arce, Luis Espinosa Saravia, Gregorio Reynolds, Federico Ávila y Ávila, Abraham Valdez, Juan Capriles, Alcides Arguedas, Manuel Rigoberto Pa- redes, Miguel Frontaura Argandoña, Raúl Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Rodolfo Subieta, Francisco Lazcano Soruco, Juan Cabrera García, Gonzalo Fernández de Córdova, Nazario Pardo Valle, C. Braganini, Carlos Leónidas Vargas, Fabián Vaca Chávez, Luis Llanos, Vicente Mendoza López, José Carrasco (La Gaceta de Bolivia, núm. 26, 12-01-1935).

Medinaceli concluyó La educación del gusto estético en noviembre de ese año. Aunque intentó publicarla desde 1937, recién lo logró en 1941.

En verdad que esta Educación del gusto estético, -indica- más que por gusto, escribí por deber, como advierto ya en el prólogo, por corresponder con diligencia a la solicitud del Consejo Nacional de Educación. Al educacionista Corsino Rodríguez Quiroga, entonces vocal de secundaria, le pareció el trabajo de mucho interés y me prometió hacerlo publicar por cuenta del Consejo (…) Posteriormente he hecho gestiones para que el Consejo de Educación me prestara una pequeña ayuda económica para la publicación de este opúsculo. Esas gestiones, lejos de ser fructuosas, me han resultado perjudiciales. En vista de ello, quise publicarlo por mi cuenta, pero como soy pobre, un pobre calificado, o como diría Marx, “un pobre oficial”, u “oficialmente pobre”, el precio que me pidieron por pliego de ocho páginas, octavo menor, excedió en un todo a mi capacidad de maestro proletario. Al diablo con él. Renuncié a publicarlo (“Epílogo de la aldea”, 1968: 113-114).

En una carta a Enrique Viaña (30-03-1937) le informa que ha “enviado (el libro) al ministro de Educación, solicitando me adquiera un número de ejemplares. Si el Ministerio no accede, entonces que se vaya el asunto a la porra” (Medinaceli, 2012: 279). Pero ni la ayuda económica ni la compra adelantada de ejemplares para financiar la publicación prosperaron.

La siguiente gestión que realizó su autor para publicar el libro fue con Alfonso Rosenzweig Díaz (Toluca, 1886-Ciudad de México, 1963), embajador de México en Bolivia entre 1935 y 1938, y quien promovió la publicación de tres libros bolivianos con la editorial Revista México (cuadro 2).

Entre el 31 de diciembre de 1936 y el 8 de enero de 1937, Medinaceli publicó seis artículos sobre la producción literaria mexicana en el periódico paceño La Calle, “que el embajador apreció mucho” (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 182). El siguiente artículo tituló “Mi homenaje a miss Tarija” bajo el pseudónimo de Tristam Shandy, en alusión a la novela de Laurence Sterne. Se trata de una sátira a la Andalucía de Bolivia, sus mujeres y “somnolencia intelectual”, de cuando Medinaceli vivió en esta ciudad. Y termina así:

-Mire, señorita, no se engañe ni infatúe con su reinado, porque como dijo el auténtico Sócrates, “la belleza de la mujer es una soberanía que dura poco tiempo”. Y, además estos concursos de belleza actuales, como toda invención yanqui, tienen siempre un repulsivo carácter comercial, es como una exposición de ganado vacuno o lanar en donde se busca, con fines comerciales, los mejores ejemplares para obtener el mejor rendimiento económico. El que a una buena y casera jovencita se la proclame Reina de la Belleza es hacerle un mal, en nuestro económico país, porque ya casi nadie se anima a casarse con ella, ¿Quién ha de ser el guapo que cargue con una Venus de Milo a su casa? Porque se necesitaría nada menos que tener el valor de un Júpiter para decir: -Oye, Afrodita, alcánzame esos calzoncillos. O, lávame esos calcetines. Y Anadiomena conteste malhumorada: -Allá tú con tus cosas. Yo tengo que dar de mamar a la guagua. He ahí la soberanía de la mujer (La Calle, 23-01-1937: 3).

“El alboroto que se armó fue mayúsculo -relata Nazario Pardo Valle (Apolo, 1901-La Paz, 1978)-. Yo era el responsable, como director de La Calle, pero también averiguaron el nombre del autor y en una reunión de residentes tarijeños acordaron matarnos a Medinaceli y a mí” (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 182).

David Toro (Sucre, 1898-Santiago, 1977), presidente de Bolivia por entonces, clausuró La Calle por dos semanas; Pardo Valle perdió un ojo por un golpe de revólver de un militar tarijeño y Medinaceli se escondió en la Embajada de México, primero, y luego se refugió en Cotagaita hasta que volvió a La Paz en mayo de 1938, siendo senador de la Convención Nacional y bajo la mediación que realizó el también constituyente tarijeño Víctor Paz Estenssoro (Tarija, 1907-2001) con la delegación de esa ciudad. Fue durante ese tiempo, en el fundo de su padre, que Medinaceli preparó sus compilaciones y continuó publicando en la prensa paceña.

Augusto Céspedes, en El dictador suicida, indica sobre el incidente:

La verdadera causa consistió en que Toro, que en privado celebraba a carcajadas las chirigotas de La Calle, quiso demostrar oficialmente su desacuerdo con el diario que fue el primero en revelar ante el país la existencia de la rosca, denunciando sus procedimientos y sus hombres en la sección Monos de Wall Street (1995: 161).

Esta columna anónima, que salió entre junio y octubre de 1936 y que retrataba irónicamente personajes nacionales y extranjeros, políticos, empresarios mineros, abogados, ingenieros y gerentes vinculados a la explotación del estaño y la administración estatal de sus intereses, fue la causa del cierre de La Calle, según el autor de Monos de Wall Street. Tal explicación se refuerza con el dato que dan Waldo (Tupiza, 1915-La Paz, 1972) y Emilio Medinaceli (Cotagaita, 1920-Cochabamba, 1990) sobre la intención que había en ese momento de matar a su hermano, urdida por el ministro de Educación y Asuntos Indigenales, Bernardo Navajas Trigo, y un edecán de Toro, el capitán Ichazo (Waldo Medinaceli, 1968: 8), y la reacción del presidente de reírse del artículo y tener “la caballerosidad de mandar a otro de sus edecanes, primo nuestro y héroe del Chaco, capitán Luis Reyes Peñaranda, para advertirnos que la vida de Carlos corría peligro” (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 182). Sin embargo, sin importar demasiado cuál fue la razón principal del cierre, La Calle permaneció clausurada por dos semanas, debido a la censura estatal.

A raíz de este incidente, Medinaceli estableció una relación de amistad en La Paz y posteriormente de intercambio de libros con el embajador mexicano, desde su refugio rural de Nor Chichas. Comentando el apoyo de México, gobernado entonces por Lázaro Cárdenas (Jiquilpan, 1895-Ciudad de México, 1970), a los libros de sus autores, Medinaceli escribe a Jaime Mendoza el 24 de enero de 1937:

En Bolivia, hay el prejuicio contra el escritor nacional: un individuo que paga 10 o 15 Bs. por un novelón de Blasco Ibáñez, difícilmente afloja 2 pesos si se trata de un escritor nacional. Y, para contrarrestar eso, hay que meterles por los ojos el libro nacional como hacen en México. Ver las editoriales del Estado mexicano es una maravilla: nada tienen que envidiar a las mejores ediciones -no españolas- sino francesas, desde el papel, el tipo de letra y todos esos detalles que son como el traje para la persona, ¿no le parece?

Precisamente, una tarde que nos encontrábamos tomando té en la casa del ministro de México, Reynolds, Arguedas y yo, se habló de usted, de su entonces último libro: El macizo boliviano (Arnó, 1935). El ministro, que le aprecia y admira a usted, dijo: -Lástima que un libro tan bueno se haya editado tan mal. Y eso que, para nosotros, la edición de su libro estaba bien nomás (Medinaceli, 2012: 295-296)3.

El 11 de enero de 1938 Medinaceli informa a Alberto Saavedra Nogales (Potosí, 1900-Río de Janeiro, 1978) que ha salido la noticia de la publicación de La educación del gusto estético por la Revista México en la prensa paceña y que su libro se está imprimiendo (Medinaceli, 2012: 247). Sin embargo, y desconocemos la causa, no se publica sino hasta 1941 en la Revista de la Universidad San Francisco Xavier (1941: 73-151). Y en esta edición no está incluido el “Epílogo en la aldea”, que inició esta narración y que fue escrito a inicios de 1938; solo se publicó en la segunda edición póstuma de La educación del gusto estético (1968). Es posible que Rosenzweig Díaz haya sido transferido de la embajada de Bolivia a la de Panamá antes de que se publique el libro de Medinaceli, es decir, a inicios de 1938 y la embajada dejara de llevar adelante proyectos editoriales.

Otra referencia que encontramos vinculada a este diplomático y que muestra el clima de tensión de la época es el ofrecimiento que había realizado Lázaro Cárdenas de donar equipos para el Pabellón México de la escuela Warisata, además de seis becas para los maestros indigenistas. Carlos Salazar Mostajo, becario, indica que la delegación viajó a México en noviembre de 1937, aunque estuvo conformada por maestros que no eran indigenistas ni estaban vinculados con la escuela-ayllu; se refiere a “un hecho sugestivo: el jefe de la delegación, Rafael Reyeros, llevaba una película de Warisata, tomada por el embajador de México, con el encargo expreso de hacer conocer objetivamente lo que era nuestra escuela; pues bien, la película no se exhibió ni una sola vez. ¡A tal punto llegaba el odio!” (1984: 21). Finalmente, la donación de equipamiento para el Pabellón México no se hace efectiva por los conflictos que atraviesa Warisata en la época.

Estudios críticos (1938), su primer y “frustrado libro”

Mientras Carlos Medinaceli se hallaba recluido en Cotagaita entre enero de 1937 y abril de 1938 aproximadamente, preparó las dos compilaciones de artículos de periódico que tituló Estudios críticos (1938) y Páginas de vida (1955). Tras el primer intento fallido de 1937 de publicar La educación del gusto estético, que hemos analizado, siguió buscando imprimir sus libros.

Por la carta a Hugo Bohorquez, sabemos que Medinaceli había sido invitado a candidatear como senador por el Frente Popular de Potosí el 28 de diciembre de 1937. Y con el costo de campaña cubierto por el Sindicato de Oficios Varios de Potosí (Castañón Barrientos, 1969: 20), juraba en la Convención Nacional en La Paz “por la causa del proletariado, por Bolivia y por la humanidad” (Klein, 2009: 322) en mayo de 1938. Esta Convención ratificó a Germán Busch (San Javier, 1903 -La Paz, 1939) como presidente y elaboró la Constitución Política del Estado aprobada el 30 de octubre de ese año, aunque Medinaceli no participó en los debates.

Carlos Castañón Barrientos , en el “Prólogo” a la segunda edición de Estudios críticos (1969), informa que Medinaceli recibió una oferta de la editorial chuquisaqueña Charcas y:

En diciembre de 1938, junto con una carta de la editorial fechada el 12 de ese mes, Medinaceli recibió los primeros treinta ejemplares de su libro; de ellos, veinte estaban impresos en papel fino, “para las relaciones de categoría del autor”.

Sin embargo, por la cantidad de errores que encontró en la edición4 y tremendamente dolorido, Medinaceli prohibió la circulación del volumen. Se sintió avergonzado de él. Con el deseo de hacer partícipes de su amargura a sus amigos más próximos, corrigió de su puño y letra, con tinta verde como acostumbraba (antes usó mucho la tinta roja), los errores de algunos ejemplares de sus Estudios y los obsequió apenado a esos amigos (1969: 14).

Castañón Barrientos concluye esta narración indicando que tras la muerte de Medinaceli “una cierta librería” puso a la venta los ejemplares hasta que los reclamos de la familia evitaron su distribución (1969: 15).

En nuestras pesquisas encontramos artículos de la prensa de la época que corroboran y detallan esta versión. Después de calificar la edición de Estudios críticos como “un homicidio con agravante de premeditación y cuadrillazo”, La Calle señala:

No resistimos, pues, a la tentación de pedir a la editorial que tomó a su cargo la publicación del bello y fundamental libro de Medinaceli que, en resguardo de sus intereses, retire de la circulación la edición apertrechada de 500 errores y salve, en una nueva, su prestigio y el prestigio del joven y gran escritor (21-12-1938: 4).

La editorial Charcas aceptó incorporar la sección “Fe de erratas” en las últimas páginas de los ejemplares ya impresos5 y lo hizo rápidamente porque, en enero de 1939, El Diario informa: “Con amable dedicatoria, hemos recibido un volumen de Estudios críticos (que incluía la “Fe de erratas”), cuyo autor es don Carlos Medinaceli, bastante conocido en el mundo literario de Bolivia y cuyas producciones son recibidas con la mayor consideración que merece el autor” (3-01-1939: 7).

Por otra parte, el ejemplar fotocopiado de 1938 que conservo tiene una dedicatoria manuscrita a la maestra María Frontaura de Illanes (Potosí, 1910-Cochabamba, 1978), firmada en 1939 por Emilio Medinaceli6. Y dos oraciones ausentes en la primera impresión, pero indicadas en la sección de erratas, aparecen también en las páginas referidas (1938: 67, 178) en una tipografía de máquina de escribir, diferente de la de la imprenta. Y cuando tuve la oportunidad de revisar el original de esta primera edición7 observé que esas correcciones fueron hechas en forma de pestañas recortadas y cosidas al texto, trabajo que probablemente realizó su autor.

Los datos que presentamos apuntan a que Carlos Medinaceli, pese al descuido en la edición de su primer libro, promovió su circulación, al menos hasta 1944 cuando, en carta a Augusto Céspedes (24-09-1924), le informa de sus libros publicados: “Estudios críticos. Edit. Charcas, Sucre 1938. Retirada de la circulación por la plaga de erratas” (Medinaceli, 2012: 355).

Por su correspondencia, conocemos que en julio de 1941 Medinaceli intenta publicar una segunda edición de su “frustrado libro” (2012: 330) en la Escuela Tipográfica Salesiana de Sucre, sin éxito. La edición de mil ejemplares debía costarle Bs. 4.500:

La norma que habían tenido aquí en los Salesianos es la de abonar mitad del valor al comienzo de la edición y el resto al recogerla. Por los gastos que me he visto obligado a realizar aquí para instalarme (…) por el momento no dispongo de lo suficiente para satisfacer la norma salesiana. ¿El Departamento de Coo- peración Intelectual no estaría en la posibilidad de hacerme, por unos dos o tres meses más, un préstamo de Bs. 2.500...? Usted sabe que la venta del libro está casi asegurada; hace tiempo que es esperado. Le ruego pues me manifieste lo que con referencia a esto puede hacer el Departamento de acuerdo, por supuesto, a sus estatutos. Usted recuerda que el ministro Ostria me ofreció hacer publicar mi novela La Chaskañawi por cuenta de la Cancillería (carta a Raúl Botelho, 21- 07-1941, Medinaceli, 2012: 333-334.

Consignamos estos detalles de la historia editorial de Medinaceli porque es escasa la información sobre las condiciones editoriales de los escritores bolivianos; en cambio, con Medinaceli sí la encontramos en sus cartas y dispersa en sus escritos cuando, en sus estudios de los autores y obras nacionales, menciona las dificultades de los escritores, incluidas las suyas propias, para producir y difundir su obra. La importancia que le asigna a dar a conocer la producción nacional en un medio hostil lo consagra a la labor de crítico y maestro, tanto como a la de creador. En un texto crítico sobre la obra del poeta Angel Casto Valda (Sucre, 1845-Potosí, 1923), Medinaceli señala:

Hice gestiones ante sus descendientes para que costeasen la edición de los tres tomos de versos, con el título de Risas y lágrimas, que ha dejado y hasta hoy perma- necen inéditos, lo mismo que otros trabajos en prosa, unos de índole costumbrista y otros de valor histórico. Abrigo la esperanza de publicar, en buena edición, todo lo del ingenioso escritor. Y de escribir una biografía de don Angel Casto Valda con todo lo que por sus propios labios sé, mis recuerdos de entonces y lo que allegue por la investigación (1938: 203).

Hasta el día de hoy no se ha publicado la obra de Casto Valda y es posible que los tres tomos inéditos que menciona Medinaceli se hayan perdido.

La publicación de Páginas de vida (1955) y La Chaskañawi demora 17 años

En 1939, encontramos a Carlos Medinaceli buscando publicar Páginas de vida, una compilación de sus artículos de juventud, de cuando vivía en Potosí (1915-1930) y formaba parte de la agrupación de escritores reunidos alrededor de la revista Gesta Bárbara. El siguiente artículo de La Calle pregunta:

¿Por qué Medinaceli no puede publicar sus libros? ¿No entraba en las previsiones del Estado hacer de su editorial un organismo de propaganda bolivianista, y qué mejor propaganda que divulgar a sus ingenios por el haz del planeta? ¿Un libro de Medinaceli no valdría para prestigiar al país? Y como él hay hasta media docena de escritores que ya no son jóvenes y cuya obra se apolilla en el olvido (14-06-1939, mi énfasis).

Este libro no se publica, sino de manera póstuma, en 1955, por la editorial de la Casa de la Moneda de Potosí, a cargo de un miembro de Gesta Bárbara y por ese entonces director de la institución, Armando Alba (Potosí, 1901-1974). En “Gozo y pericia de Carlos Medinaceli”, Alba informa que Medinaceli lo visitó en octubre de 1948 para pedirle prologar esta compilación que continuaba sin publicarse y parafrasea sus palabras: “Tú has conocido los detalles y la historia de cómo nacieron estas cuartillas y nadie más autorizado por consiguiente para escribir las páginas preliminares, en las que estoy seguro has de referirte a nuestra generación literaria, generación heroica y sacrificada en su lucha para crear cultura superior” (1955: XIII-XIV). Tras la muerte del autor, Alba recibió una carta con el original del libro de parte de sus hermanos, Waldo y Emilio.

Finalmente, la primera edición de La Chaskañawi (1947), que tuvo un tiraje de mil ejemplares vendidos en un año, por lo que ha “batido el récord de celeridad en la venta de un libro boliviano” (carta a Daniel Zambrana Romero, 21-12-1948, 2012: 359), se logró mediante un crédito de la Fundación Universitaria Simón I. Patiño, como relata Medinaceli, en la carta referida:

Debo decirte que es muy justo me disculpes tú, lo mismo que Viaña, que si no les he enviado La Chaskañawi es por la razón capital de que yo no he dispuesto ni de un ejemplar: toda la edición la ha recibido la Fundación Patiño para pagarse el préstamo de honor que me hizo para editar la obra. Hasta el momento no sé cómo será la liquidación de cuentas porque no he podido aún verme con Salinas López, el secretario de la Fundación (Medinaceli, 2012: 359).

Se ha visto la importancia, para la generación de escritores de 1900, de obtener un cargo diplomático en Chile o Argentina y publicar su primer libro en editoriales de esos países, dada la caída de imprentas y títulos en Bolivia durante la década de 1930, o tener contactos en el mundo editorial o recursos económicos para publicarlo en una imprenta de La Paz, por cuenta del autor. Pero Medinaceli careció de estas condiciones. En 1929, José Aguirre Achá (Cochabamba, 1877-La Paz, 1941), siendo ministro de Educación de Hernando Siles (Sucre, 1882-Lima, 1942), fue nombrado embajador en Buenos Aires e informó a Laura Medinaceli su intención de llevar a Carlos como primer secretario. Sin embargo, este nombramiento fue retirado por Siles, aconsejado por su secretario, Enrique Baldivieso (Tupiza, 1902-Buenos Aires, 1957) (cit. en Baptista Gumucio, 2012: 153-154). Fue el mismo Baldivieso, canciller de Tejada Sorzano, quien en 1935 envió a Augusto Céspedes como adjunto de prensa de la Embajada boliviana en Santiago (Baptista Gumucio, 2019: 19). Es posible suponer que, si se mantenía este nombramiento, Medinaceli hubiera podido publicar su principal obra, La Chaskañawi, en Buenos Aires, 17 años antes, hacia 1930:

Debo informarte que de haber tenido yo dinero o facilidad para editarla, ella (La Chaskañawi) ya se hubiera publicado hace más de veinte años: comencé a escribirla en Potosí, la continúe en Tarija y la concluí, en los meses de vacaciones, en Chequelti, un rancherío a cinco leguas de Cotagaita, donde mi padre tenía su chacrita y vivía de arraigo fundamental en ella. Como recordarás, todos los años en vacaciones iba a visitar a mi padre. En unas vacaciones de 1928 di remate a la novela (carta a Daniel Zambrana, 21-12-1948, Medinaceli, 2012: 358).

¿Cómo se explica la accidentada historia editorial de la obra de Carlos Medinaceli? Se trató de una coincidencia infeliz: no contaba con contactos editoriales fuera del país ni en La Paz, a la que se mudó en 1930, justo cuando se iniciaba la crisis política desencadenada por la Guerra del Chaco. El siguiente relato sobre la experiencia editorial de Alcides Arguedas sirve de referencia comparativa:

Para la publicación de Raza de bronce (1919) efectuó un contrato con los libreros y editores Gonzáles y Medina por mil ejemplares pagados anteladamente y cien para el autor, un acuerdo excepcional para ese momento y aun para hoy. Los libros se vendieron rápidamente, en despecho de las fallas tipográficas (…) El éxito editorial lo decidió a publicar por su cuenta en los talleres de Don Bosco el primer volumen de la Historia de Bolivia: La fundación de la República, mil ejemplares. La operación resultó un fracaso, ocho meses después de su lanzamiento, más de la mitad, 650, quedó invendida. (…) En 1922, lanzó por medio de la librería Arnó Hermanos la Historia general de Bolivia, en 5.000 ejemplares, un tiraje récord. El libro recibió inicialmente una acogida favorable. La Cámara de Diputados de inmediato compró 60 volúmenes para distribuir entre sus miembros. Sin embargo, pronto los lectores, los críticos se disgustaron por los tajantes juicios acerca de la política, la prensa y sus actores y el recibimiento se fue enfriando. El editor cumplió con su parte y remitió el cheque de 2.500 pesos con los cuales el historiador planeó viajar a Europa con su familia (Romero Pittari, 2009: 133).

El tiraje de 5.000 ejemplares de Historia general de Bolivia: El proceso de la nacionalidad, 1809-1921 puede deberse a que Arguedas sintetizó en un volumen una obra escrita en cinco volúmenes y la cedió a Arnó Hnos., por un tiraje equivalente a los cinco títulos porque, salvo el primer volumen publicado en 1920 por cuenta de su autor, Arguedas no publicó los otros cuatro tomos en Bolivia, aunque sí en Barcelona, entre 1921 y 1926. Aun así, tirajes de 1.000 ejemplares de las editoriales paceñas Gonzáles y Medina y Arnó Hnos. son expresivos de la actividad editorial en La Paz desde 1900 y todavía hasta 1920, como se puede ver con el caso del escritor chuquisaqueño Jaime Mendoza, de la misma generación y reconocimiento que Arguedas. En “Líneas iniciales”, de El factor geográfico de la nacionalidad boliviana, publicado en Sucre en 1925, Mendoza informa:

Bien, es verdad que, por dificultades materiales, he debido producir el libro que primitivamente escribí sobre este asunto a las proporciones (casi la tercera parte) con que ahora lo presento. El gobierno nacional habíame ofrecido su ayuda tanto para esta publicación como para la de mi libro El mar del sur (…). Ambas obras quería yo presentarlas como un homenaje al Centenario de la República. Mas, desgraciadamente, solo a última hora y después de hallarse ya impreso este folleto, he recibido una pequeña subvención del gobierno: quedando el otro libro aún inédito por ser muy voluminoso y porque no es posible reducirlo en sus dimensiones sin desfigurarlo (2016: 59).

La primera novela de Jaime Mendoza, En las tierras del Potosí, se publicó en Barcelona en 1911 y fue muy bien recibida por la crítica internacional y nacional: Rubén Darío llamó a Mendoza el Gorki americano (1911: 558) y Medinaceli lo consideraba el mejor novelista boliviano, junto con Chirveches y Arguedas (1938: 139). Su tercera novela, Páginas bárbaras, se publicó en la editorial Arnó Hnos. en 1917 en dos volúmenes. ¿Por qué entonces su libro El factor geográfico…, de alrededor de 300 páginas, se convirtió en un folleto de 92 páginas, con un tiraje de 200 ejemplares, impreso por cuenta del autor en Sucre, y sus siguientes libros se publicaron en Sucre, la mayor parte en imprentas, hasta 1935, cuando Arnó publica El macizo boliviano? La Paz, para los escritores jóvenes y consagrados, se había convertido en un espacio más cerrado y precario para la publicación de sus libros en comparación con las décadas anteriores.

DISCUSIÓN

El análisis de la peregrinación de Carlos Medinaceli para publicar sus libros entre 1931 y 1947 en la ciudad de La Paz muestra que logró hacerlo solamente fuera de ésta: en Sucre, su ciudad natal, en las editoriales Charcas y la Universidad San Francisco Xavier, y en Buenos Aires, financiado por la Fundación Universitaria Simón I. Patiño. Incluso la póstuma Páginas de vida (1955) se publica en Potosí, donde inició su carrera de escritor.

Y no se trata de que Medinaceli fuera un recién llegado a La Paz. Su vínculo con el mundo editorial paceño se inicia en 1920, cuando la revista Atlántida, dirigida por Alberto Diez de Medina (La Paz, 1877-1932) publicó un poema suyo y entre 1921 y 1922, cuando Gustavo Adolfo Otero (La Paz, 1896-Quito, 1958) publicó poesía, cuentos y crítica en la revista Ilustración, que él dirigía. En 1930 se traslada a esta ciudad y publica en los periódicos El Diario, Última Hora, La Calle y La Razón en diferentes momentos. Publica también en las revistas Universitaria (1930) y Variedades (1930), que dirige; en Apuntes (1932), de Raúl Jaimes Freyre (Potosí, 1886-La Paz, 1970) y Daniel Bilbao la Vieja, quien además es dueño de la Editorial Boliviana, una de las más importantes de La Paz en la década de 1930, y en La Semana Gráfica y La Gaceta de Bolivia (1933-1935).

Este vínculo con revistas y periódicos de La Paz y el reconocimiento del que gozaba en la década de 1930, probado con las notas de prensa sobre sus problemas editoriales, no se traduce en acceso a editoriales dispuestas a financiar su obra, lo que sí sucede con los intelectuales ya consagrados para esa época (pertenecientes a la generación de 1880), y escritores y escritoras menos conocidos, pero con una red familiar que pertenecía al mundo letrado paceño y liberal. Los escritores alejados de este círculo, al provenir de otras ciudades y pueblos y/o tener posiciones críticas con el régimen liberal, logran publicar fuera del país sus primeras obras apoyados en cargos diplomáticos en países vecinos: consiguen trabajar en Santiago y Buenos Aires durante la década de 1930 y conocer a escritores de esas ciudades. Si su obra era buena, sobre todo narrativa (novela y cuento), se les abrían las puertas de editoriales que estaban apostando por la difusión masiva de la literatura nacional y latinoamericana a un mercado de nuevos lectores. Pero Medinaceli no tuvo esta oportunidad, como se ha visto.

La disminución del número de imprentas y editoriales a nivel nacional desde 1930 se matiza con la aparición de las primeras editoriales en Sucre y Potosí en esta década. Esto promueve una mejor dinámica editorial para los escritores de estas ciudades, aunque también baja calidad en la edición, como la reclamada por Medinaceli para Estudios críticos.

Por otra parte, es evidente que la Guerra del Chaco había acentuado la censura para escritores y medios de prensa, tanto por parte de los gobiernos civiles como de los militares. Un informe oficial de Medinaceli sobre la contienda es considerado antibélico por los cancilleres de Salamanca y lo encarcelan con el cargo de derrotismo, bajo la presidencia de Tejada Sorzano. Durante el gobierno del general Toro, un ministro y la oficialidad tarijeña emprenden una persecución de tinte regionalista y corporativo contra Medinaceli y Nazario Pardo Valle y también propician el cierre de La Calle por dos semanas.

Este clima de polarización y violencia tampoco deja indemnes a los intelectuales de la generación de 1880. Es conocida la anécdota de la bofetada que recibe Alcides Arguedas del presidente Busch a causa de un artículo crítico al mandatario, publicado en El Diario el 2 de agosto de 1938 o su detención en mayo de 1939 en Coati (Vargas, 2017: 112).

A la crisis política de la postguerra debe incluirse la crisis económica que provenía de la década anterior y que posiblemente fue el contexto más estructural de aquellos años; la consecuencia en el campo intelectual fue la disminución de imprentas y editoriales, de títulos publicados y el requerimiento de pagos adelantados a los autores para la impresión de sus libros, práctica común durante el siglo XIX cuando no existían empresarios editores.

CONCLUSIONES

En esta investigación se ha mostrado que las dificultades editoriales de Carlos Medinaceli no son particulares a este autor, sino que expresan una tendencia del campo intelectual boliviano que después de lograr prosperidad y cierta autonomía en el periodo liberal, la pierde, tornándose vulnerable a la crisis económica, la polarización ideológica y la disputa por el Estado. Si Pierre Bourdieu identifica la génesis del campo artístico francés al logro de su autonomía del Estado mediante el mercado, el estudio del campo intelectual boliviano muestra que esta autonomía es un logro incompleto y oscilante.

El artículo evidencia que para estudiar las condiciones de producción de los escritores es relevante rastrear el ámbito de la distribución, como plantea Robert Escarpit, porque ni la calidad de la obra ni el prestigio del autor garantizan la publicación de sus libros. En el periodo estudiado, la Guerra del Chaco y la consiguiente polarización y crisis política boliviana repercutieron en la disminución constante del número de imprentas y editoriales y con ellas en la publicación de títulos, sobre todo de los autores que buscaban publicar su primer libro en la ciudad de La Paz. Las variables que condicionan el acceso a editoriales que financien la publicación de las obras en este contexto son: el año en el que los escritores buscan publicar sus libros, la ciudad en la que lo hacen, la ciudad de nacimiento o residencia de los autores y en la que han cultivado o heredado contactos con el mundo de las letras y su cercanía con el Gobierno, que posibilita puestos públicos, viajes y contactos con escritores y editoriales extranjeros, subvenciones y auspicios para su obra.

Esta disminución en la impresión de libros hace de los periódicos y las revistas los medios principales para que los intelectuales, nuevos y consagrados, accedan a la esfera pública. Este formato seriado y masivo debió, además, contribuir a una mayor difusión e incidencia de su obra en un público lector nuevo y en crecimiento, que se está politizando por la pérdida de la guerra y la interpelación de un nuevo Estado, con mayor democratización y asistencia social.

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Notas

1Declaro no tener ningún conflicto de intereses en el presente artículo.

2Según el listado de Costa de la Torre, los libros en Bolivia se publican principalmente mediante las imprentas (que representan 89% del total) o “por cuenta del autor” o una institución auspiciante, normalmente el Estado. Las editoriales que arriesgan su capital en la impresión y comercialización de títulos aparecen desde 1900 en La Paz, 1922 en Cochabamba, 1937-1938 en Potosí y Sucre respectivamente y en la década de 1940 en Tarija y Santa Cruz, aunque las editoriales están fuertemente concentradas en La Paz (26 de un total de 40). Cabe notar que las editoriales suelen dar servicios de impresión, por lo que una separación tajante entre ambos tipos de empresas debe tomarse con cuidado.

3En la misma carta pregunta a Mendoza: “¿Le quedan aún algunos ejemplares de Los malos pensamientos y La Universidad de Charcas? Los ejemplares que tenía tuve que obsequiarlos al ministro de México, quien está formando una biblioteca de autores bolivianos de lo más interesante” (Medinaceli, 2012: 269). Y un año después informa a Hugo Bohorquez (16-01-1938) desde Vichacla, Potosí: “He recibido del Ministerio de México en La Paz, enviados por el ministro, don Alfonso Rosenzweig Díaz, los libros México en marcha por Manuel Eduardo Hübner, -donde hay un capítulo sumamente instructivo sobre la manera cómo México afrontó el problema de la nacionalización del petróleo- y Carapán sobre el indio peruano y su incorporación al medio nacional del gran indianista Moisés Sáenz, actual ministro de México en el Perú” (Medinaceli, 2012: 328).

4Medinaceli había encomendado al escritor Osvaldo Molina (Sucre, 1870-1944) la corrección de las pruebas de imprenta en Sucre, que no se hizo o se hizo mal (1969: 14).

5Castañón Barrientos habla de -seguramente una primera impresión del libro que tenía- 238 páginas (1969: 14) y la sección “Fe de erratas” de la primera edición de 1938 corregida ocupa las páginas 239-247.

6Queda pendiente el estudio de los usos de los libros y las dedicatorias “para las relaciones de categoría del autor” y si estos usos se extendían a los familiares de los autores en vida y después de su muerte.

7Gentileza del escritor Wilmer Urrelo, quien posee el ejemplar y me permitió fotocopiarlo.

Recibido: 14 de Agosto de 2021; Aprobado: 29 de Septiembre de 2021

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