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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  n.48 La Paz mayo 2021

 

INVESTIGACIÓN

 

Las inversiones de los oficinistas: esbozo de la clase media urbana paceña1

 

White-collar worker's investments: an outline of the urban middle class in La Paz

 

 

Sergio Ramírez Álvarez2

Fecha de recepción: 27 de marzo de 2020
Fecha de aceptación: 26 de agosto de 2020

 

 


Resumen

En los últimos años, aparecieron varios trabajos acerca del rol que tendría la clase media en el ámbito político, a pesar de que existen muy pocos datos acerca de la estratificación de clases en Bolivia. En este contexto, se presenta algunos de los resultados de una investigación exploratoria acerca de movilidad social intergeneracional en la ciudad de La Paz, con los que se delinea la clase media urbana en la actualidad sobre la base de información cualitativa obtenida de familias de oficinistas.

Palabras clave: estratificación social, oficinistas, clase media urbana, capital social, movilidad social, vivienda


Abstract

In recent years various studies have appeared concerning the role of the middle class in the political sphere, despite the existence of very little data on social class stratification in Bolivia. In this context, this article presents some of the results of exploratory research on intergenerational social mobility in the city of La Paz, which outlines the present day urban middle class, on the basis of qualitative information obtained from the families of office workers.

Keywords: social stratification, white-collar workers, urban middle class, social capital, social mobility, housing


 

 

INTRODUCCIÓN

La estratificación social en Bolivia es un tema estudiado solamente de manera parcial, del que se cuenta con pocos datos y que más ha dado lugar a ensayos y trabajos especulativos que a información empírica interpretable desde la teoría. Los trabajos sociológicos revisados no plantean líneas de investigación que puedan desarrollarse sobre el tema o que permitan ampliar estudios sobre la clase media. En este contexto, con el propósito de contribuir al análisis de la movilidad social intergeneracional en Bolivia y de profundizar en el conocimiento sobre una categoría ocupacional típica de clase media, como son los oficinistas, el 2019 realicé, en el marco del Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), una investigación cualitativa en la que además de los factores de clase tomé en cuenta aspectos de género y familiares, poniendo particular énfasis en el patrimonio inmobiliario, la vivienda y lo que Bourdieu (2010) llama estrategias residenciales. Uno de los propósitos era contribuir al conocimiento de la actual clase media, la cual cobró mucho interés, particularmente entre estudiosos del ámbito político boliviano (ver Bitácora Intercultural, 2018, y los diferentes ensayos en Chicha y limonada, Laserna et al., 2018), a partir de la elaboración de datos mediante fuentes primarias. Los resultados de la investigación de manera amplia se encuentran en el informe titulado "La repartición de la herencia. Trayectorias de clase, estrategias residenciales e ideologías familiares de empleados de cuello blanco de la ciudad de La Paz" (Ramírez, 2019).

La pregunta que orientó la investigación realizada fue: ¿cómo se han desarrollado las trayectorias de clase de las familias de quienes actualmente son oficinistas, tanto del sector público como del sector privado en la ciudad de La Paz, a través de tres generaciones? Se partió de la noción teórica de que las clases sociales consisten básicamente en agregados ocupacionales. Se esperaba encontrar en las historias de las familias de trabajadores de cuello blanco ciertos factores comunes, tanto en la clasificación de clase de los oficios de sus antecesores como en sus inversiones educativas y económicas, en particular en la posesión de bienes inmuebles, que permitan explicar cómo se ha dado la movilidad social a través de las generaciones, si es que ésta ocurrió efectivamente. No obstante, este artículo se concentra únicamente en responder a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los rasgos de la clase media que se infieren a partir de las historias de caso de un conjunto de oficinistas que residen y trabajan en la ciudad de La Paz?

Lo que se presenta, entonces, es el bosquejo de lo que sería esta clase media, así como algunas características de su estilo de vida que le son intrínsecos, sin perder de vista que el objeto de estudio lo conforman oficinistas, tanto mujeres como varones. Esto debido a que uno de los propósitos de la convocatoria del IDIS (2019) era conocer las características de lo que se llamaba "nuevas clases medias emergentes", algo a lo que espero contribuir, aunque no precisamente en esos términos. Los aportes del presente artículo son los siguientes: a) exposición de los agregados ocupacionales problematizando en particular el oficio de "ama de casa"; b) balance cultural y social de las inversiones en el ámbito educativo; y c) análisis de la vivienda como elemento central del capital económico.

Lo que aquí se delinea se basa en la información encontrada acerca de un conjunto de familias estudiadas como punto de llegada de tres generaciones en las que Ego es un o una oficinista, tomando en cuenta de manera complementaria algunos hallazgos de investigaciones realizadas anteriormente (Ramírez, 2009; Paz y Ramírez, 2020). El orden de la exposición, después de revisar aspectos teóricos y la estrategia metodológica, sigue una secuencia: se sitúa las ocupaciones de clase media en dos diferentes esquemas, se indican algunas diferencias entre las amas de casa, luego se analiza las inversiones educativas y sociales en relación a las oportunidades laborales y, finalmente, se indica cuáles son las relaciones de propiedad y modelos de transmisión de la vivienda como elementos fundamentales del capital económico, para, finalmente, pasar a la discusión y las conclusiones.

 

ESTADO DEL ARTE Y MARCO TEÓRICO

A partir de la revisión bibliográfica de los estudios sobre estratificación se planteó una posible clasificación por modelos de trabajo, identificando investigaciones que resultan ejemplares: a) el modelo de trabajo cuantitativista, siendo el mejor ejemplo el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mediante sus informes nacionales sobre desarrollo humano, que viene publicando en Bolivia desde 1998, manteniendo un proceso estadístico estandarizado para elaborar la estratificación social que incluso implica pocas variantes en la redacción (esto se verifica comparando la página 113 de su informe del 2010 y la página 11 de "Una aproximación a las clases medias a través de los estratos de ingreso" presentado por Figueroa, Chivé y Pérez en Bitácora Intercultural, 2018, y también investigaciones basadas en datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) (por ejemplo, Wanderley, 2009); b) el modelo de trabajo racial-étnico, resultando precursor el trabajo de Flores (2002), que intenta conjugar explícitamente los estratos económicos con la raza (a lo que de algún modo se adscribe la conocida publicación de López, Jemio y Chuquimia, 2006, una perspectiva alimentada de diferentes modos (con estudios no, necesariamente sobre estratificación, como los de Patzi, 2006 y García, 2000), y más recientemente el estudio de Orellana (2016), hasta llegar al trabajo de Molina, que intenta combinar lo económico, lo político y lo social "en el que se despliegan los grupos étnicos de estatus" (2018: 36); finalmente, c) el modelo de trabajo de técnicas cualitativas, en el que lo central consiste en encontrar regularidades formales utilizando técnicas de investigación que tradicionalmente corresponden a la Antropología, como la observación participante, la etnografía, las entrevistas informales, las historias de vida y otras, siendo un claro ejemplo el estudio de Pellegrini (2017), que da cuenta de los cocaleros de una región de los Yungas como el componente de una nueva clase media que se ha ido consolidando mediante relaciones económicas entre los campesinos y a partir de determinada ética. La etnografía de Barriga (2016) sobre una fracción de la clase alta de Sucre resulta también ilustrativa. La investigación que realicé el 2019 se enmarca en este último modelo.

La orientación teórica está dada por los planteamientos de Pierre Bourdieu. Se entiende que las clases sociales son fundamentalmente elaboraciones teóricas: no existen de por sí ni están dadas para la observación directa, sino que se las construye desde la teoría. De acuerdo a Crompton, para Bourdieu, de manera general, la clase social es "una denominación genérica para grupos sociales que se distinguen por sus condiciones de existencia y sus respectivas disposiciones" (1997: 215). Las condiciones de existencia y disposiciones para la acción homogéneas, o por lo menos muy similares, se basan en distintas propiedades categorizadas en recursos gestionables, acumulables y transables a los que conceptualiza como capitales. El conjunto de clases y fracciones de clase relacionadas entre sí constituye el espacio social.

Ya sea en este o en un campo en particular, los recursos que posibilitan a los agentes o los grupos ocupar determinadas posiciones son entendidos como energías susceptibles de ser capitalizadas, en tanto que están dotadas de una eficacia simbólica que al detentarse permiten ejercer dominación: "El capital acumulado por los grupos, esa energía de la física social, puede existir bajo diferentes especies" (Bourdieu, 2013: 195-196; cursiva en el original). Estas energías son lo que Bourdieu conceptualiza y categoriza como las distintas especies de capital. La energía convertida en determinado capital puede ser reconvertida en otro bajo determinadas condiciones históricas o coyunturas muy particulares. La posesión desigual de los capitales en sus diferentes especies ordena la estructura de clases en el espacio social en determinado momento del tiempo y con cierta perdurabilidad.

Lo económico y lo cultural componen las coordenadas que es preciso construir como algo abstracto. Los principios de diferenciación permiten trazar desde la teoría líneas divisorias entre condiciones de existencia que no son percibibles en la experiencia espontánea. Unas condiciones de existencia difieren de otras a partir de las diferencias primarias que "encuentran su principio en el volumen global de capital como conjunto de recursos y poderes efectivamente utilizables, capital económico, capital cultural, y también capital social" (Bourdieu, 1998: 113). Es posible construir, entonces, un espacio en tres dimensiones definidas por el volumen de capital (suma de los componentes de cada capital y del conjunto de éstos que puede ser expresado en términos de cantidad), la estructura del capital (proporción y jerarquía de cada uno de los capitales y sus subespecies que conforman el capital global) y la evolución en el tiempo de ambas propiedades, que se pone de manifiesto por la trayectoria pasada y potencial en el espacio social.

El espacio de los estilos de vida es el mundo social representado, que es el ámbito expresivo de las condiciones de existencia. Son dos espacios distintos. Lo que media entre uno y otro es el habitus (Bourdieu, 1998: 169-170). Quienes ocupan las diferentes posiciones de clase se van apropiando de signos que corresponden a los diferentes estilos de vida y es, en ese sentido, que puede entenderse que se detenta y se acumula un capital simbólico, de relativa autonomía respecto a los capitales económico, cultural y social en tanto éstos son expresables. El capital simbólico, o las prácticas, bienes o títulos que lo garantizan, se defienden en una lucha permanente para igualarse e identificarse con la clase o fracción de clase superior y distinguirse de las inferiores (Bourdieu, 2013: 220)3.

 

METODOLOGÍA

Se planteó realizar una investigación exploratoria para llegar a describir el conjunto de factores que hacen a la posición de clase de los oficinistas y sus posibles jerarquizaciones. Se definió un enfoque cualitativo basado en el método biográfico desarrollado principalmente por Daniel Bertaux (2005) Bertaux y Thompson (1997, 2005). Se llevó a cabo un muestreo teórico intencional y la selección de casos se comenzó a realizar tomando en cuenta criterios de género, edad (no menores de 35 años), sector laboral y nivel educativo. La composición del conjunto de casos se expresa en el cuadro 1.

Dadas las situaciones sociales en las cuales el investigador pudo conversar y conocer las historias de los y las trabajadores y trabajadoras de clase media, se hicieron entrevistas estructuradas tal como las define Spedding (2013: 154-155) entre los meses de abril y septiembre de 2019 y llegaron así a conformarse historias de caso. A lo largo de todo el estudio, se retoma la experiencia social del investigador previa y durante la investigación en un ejercicio que Bourdieu llama objetivación participante4.

Al tener en cuenta no sólo a los individuos sino a las familias en la Sociología, que se ocupa de la estratificación y la movilidad social, las mujeres y los vínculos familiares ya tienen un lugar (Bertaux y Bertaux-Wiame, 1994: 28). Al tratarse de una investigación de tipo exploratoria, los procesos internos de las familias se priorizaron en contraste con los externos, es decir, las tomas de posición familiares cobraron relevancia en detrimento de hechos macroestructurales, como los mercados de trabajo, acontecimientos históricos, disrupciones políticas y otros (ibid.). Así, siguiendo a Bertaux y Thompson (1997: 12), es posible afirmar que en la trama familiar de Ego (el/la entrevistado/a en cada familia) se van tejiendo historias a partir de las cuales el investigador va delineando sus posiciones y trayectorias. La familia es, entonces, una unidad de análisis que permite conjugar lo teórico y lo metodológico y que se encuentra presente en la vida cotidiana y en la historia de las personas. Con "familia", Bertaux y Thompson no se refieren a la "familia nuclear estrecha" —que se trataría de la familia conyugal en la que conviven el padre, la madre y los hijos de ambos (Spedding, 2003: 14)— sino a redes de parentesco a través de generaciones de una u otra forma ligadas a la descendencia o al matrimonio (Bertaux y Thompson, 1997: 11-12; traducción propia), que es la definición general que se adoptó en la investigación realizada. Esta concepción, a su vez, permite entender que al interior de la familia hay diferencias de género con las que se puede llegar a problematizar la determinación de la posición de clase (Scott, 1994: 6).

La vivienda cobra una particular relevancia para estudiar posicionamientos de clase y la movilidad social intergeneracional, ya que es por excelencia el espacio básico de interacción cotidiana de los miembros de una familia, pero sobre todo el objeto fundamental por el que se apuesta para formar una familia —formar en el sentido de componer una unidad social propia, pero también en el sentido de educar y de transmitir una serie de bienes— y para comenzar a conformar, o continuar incrementando, un patrimonio inmobiliario como elemento de mayor jerarquía entre los bienes transmisibles que se gestionan y que en algunos casos se acumulan para ser heredados a las generaciones inmediatamente posteriores a la de los padres.

 

HALLAZGOS

En las siguientes páginas se encuentran algunos de los hallazgos de la investigación realizada, apoyados por ciertos datos de investigaciones anteriores y observaciones puntuales del investigador.

Ocupaciones de clase media

Hay diversas maneras de estudiar la estratificación social. Con respecto a los análisis que se hacen sobre el tema en Europa, Crompton (1997) muestra una variedad de ejemplos de cómo se ha abordado el tema sin perder de vista a Weber y Marx. En investigaciones actuales en América Latina, Solís y Boado (2016), junto a otros investigadores, presentan un conjunto de estudios realizados en Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Uruguay acerca de movilidad social intergeneracional adoptando una perspectiva cuantitativa, casi estandarizada, en cada uno de los trabajos, aunque con determinadas variantes. Este tipo de investigaciones prescinde de datos cualitativos y utiliza datos estadísticos oficiales de cada país, que les permite medir la movilidad social entre generaciones con categorías ocupacionales establecidas de manera fija. En Bolivia no se cuenta con estos datos y los que proporciona el INE no son adecuados para este tipo de estudios (Paz y Ramírez, 2020).

Es teniendo en cuenta esta disponibilidad de datos que debe comprenderse que Solís y Boado obtengan un esquema de clases utilizando variables como la "posición del trabajo (patrón, cuenta propia o dependiente), ocupación (categorizada mediante la Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones 1988 de la OIT), número de trabajadores dependientes y tamaño del establecimiento disponible en todas las encuestas" (2016: 39). El esquema de clases que utilizan es el conocido internacionalmente como CASMIN (Comparative Analysis of Social Movility in Industrial Societies) propuesto por Goldthorpe y Erikson, pero modificado por Solís y Boado para América Latina (2016: 37, 40), por lo que lo presentan en cuatro versiones (cuadro 2).

Estos grandes esquemas no necesariamente son reutilizables para el estudio de cualquier estructura social en América Latina. Es por ello que en una investigación cualitativa que incluía procesos cuantitativos (Ramírez, 2009), propuse un esquema de agregados ocupacionales adaptando los cuadros que había elaborado una empresa de estudios de mercado (IPSOS, anteriormente APOYO Opinión y Mercado), que eran utilizados, por lo menos entre los años 2006 y 2010, para que los participantes de sus grupos focales correspondan a grupos de clase específicos. En ese esquema se agregaba y se modificaba parcialmente algunas de las ocupaciones a partir de información empírica propia, como se aprecia en el cuadro 3.

Estos cuadros contienen los agregados ocupacionales y se utilizan como referencia de los casos estudiados. Lo que hay que advertir es que en ambos cuadros la categoría más general de oficinista corresponde a los segmentos medios, teniendo en cuenta que son varios los oficios que pueden ser clasificados como tales: desde Ejecutiva profesional del sector privado hasta Recepcionista /Cajera /Enfermera /Farmaceuta /Atención al cliente. Así, "oficinista" es clasificable en los segmentos medios, pero diferenciada de jefes, directores y gerentes, que también son oficinistas.

Diferencias de género y distinciones entre amas de casa

Entre el conjunto de ocupaciones de las clases sociales II y III del cuadro 3, la de secretaria es la típicamente ejercida por mujeres y simultáneamente característica de la clase media (dentro de las oficinistas, ya que hay otros oficios también comunes entre mujeres como el de enfermera o el de profesora de parvulario). En los casos investigados, para trabajar como secretaria usualmente se ha tenido que estudiar en institutos de técnico medio o técnico superior, algo que seguramente es una condición para acceder a ese tipo de puestos en la mayoría de las instituciones.

De las cuatro secretarias que formaron parte del objeto de estudio tres pueden considerarse de clase media, aunque no precisamente de la misma fracción, tomando en cuenta no sólo criterios ocupacionales sino además el patrimonio inmobiliario de la familia; una de las secretarias aparentemente tiene una posición de clase que se ubica en los sectores con menos capital económico en el espacio social al no tener bienes inmuebles propios ni la menor posibilidad de comprar uno en el presente, y un capital social reducido, sobre todo por su origen de clase (ascendientes comerciantes o trabajadores no titulados de los que prefiere no dar mayores referencias); ella es una madre soltera que no tiene relación alguna con el padre de su hija (quien tampoco mantiene relación con él).

Es posible afirmar que en la sociedad paceña la mayoría de las mujeres se dedican a las labores de casa, así tengan al mismo tiempo una ocupación remunerada (formal o informal), aunque sus parejas les ayuden mucho, poco o nada en las tareas domésticas diarias. Que la responsabilidad del hogar y el cuidado de los hijos sea una tarea femenina es una norma profundamente arraigada, como en la cultura peruana (Fuller, 1993: 42); pude observar que solo es recientemente cuestionada por algunos matrimonios en las nuevas generaciones (conformadas por personas de entre 20 y 40 años) en los que los varones se involucran activamente en las tareas domésticas. Las madres paceñas en su mayoría no dejan de ser amas de casa al ejercer un oficio fuera del hogar, ya que, en su tiempo libre, o potencialmente libre, le dedican tiempo a los hijos, a preparar la comida, a la limpieza de la ropa y a otras labores que no pueden dejar de ser realizadas por cansancio o porque no hay alguien en casa que pueda suplirlas. Cuando los quehaceres son demasiados, se puede recurrir a la mamá, o quizás a la suegra, quienes suelen apoyar especialmente cuando saben que también ayudarán a cuidar a los nietos y nietas. El testimonio de una secretaria del sector público, ya separada del padre de sus hijos, resulta ilustrativo:

Mi mamá viene a ayudarme, pero no todos los días. Cuando viene, cocina. Por decirte, viene dos o tres veces a la semana, nada más. Previamente yo la llamo 'si vas a venir o no'. Y cuando me dice 'no voy a poder' me levanto temprano, preparo lo que hay que preparar, preparo arroz, o papita, o postre, ensaladita. Preparo, porque me levanto cinco y media, seis de la mañana. Después preparo el desayuno, ordeno un cacho la casa, siempre hay algo que hacer, siempre. Les alisto los uniformes a mis hijos o si hay que planchar, los plancho. O a veces los fines de semana plancho todo pero cuando no puedo todos los días estoy en eso, desde lustrarles los calzados. Después me alisto, los llevo al colegio, los dejo y me vengo a la oficina. Salgo al mediodía, compro, voy a comprar algo para que acompañe la comida, los recojo, voy a la casa, les sirvo, comen... Siempre trato de hablar con ellos: '¿cómo les ha ido?', '¿cómo están?'. No mucho con el mayor porque él, como tiene octavas [periodos de clase adicionales], sale del colegio dos menos cuarto, casi dos de la tarde, cuando ya estoy saliendo. Estamos ahí, y bueno, le dejo su comida, voy, me alisto un cacho y vuelvo a bajar a la oficina. Vuelvo a la oficina. En la noche, si es que me falta algo en la casa voy a comprar, siempre hay algo, me dicen que hay cosas que comprar para tal materia: artes, técnicas. Por ejemplo, anoche me fui a las 8 de la noche a comprar a la Max Paredes goma eva, todas esas cosas. Llego a la casa, estamos. Bueno, yo tengo un horario en la casa que está pegado en la pared donde está todo lo que hay que hacer. Terminamos de cenar, se lavan los dientes, así (Selma).

Aunque las mujeres no se dediquen exclusivamente a las labores de casa, ni pareciera que se identifiquen con la etiqueta de "ama de casa", especialmente las más jóvenes ya que no se refieren a estas labores como su ocupación —posiblemente porque cuentan con una ocupación formal— siguen llevando adelante las tareas que típicamente se les fue asignando a las llamadas "amas de casa". Lo que he podido observar es que hoy en día no es común que las familias que pueden considerarse de clase media tengan una persona encargada para el servicio doméstico a tiempo completo, aunque suelen requerir los servicios de alguna persona, usualmente una mujer, que les ayude con la limpieza del hogar por lo menos un par de veces al mes, y niñeras por horas o a tiempo completo (las familias más acomodadas económicamente) para el cuidado exclusivo de los bebés cuando la madre sale a trabajar, y cuando los/as hijos/as todavía no tienen edad para entrar a la guardería.

Lo que hasta ahora pude conocer es que en la ciudad de La Paz las mujeres que se dedican únicamente a las labores del hogar generalmente tienen hijos y es el cuidado de ellos lo que las lleva a quedarse en su domicilio y ser propiamente amas de casa, aunque la mayoría llega eventualmente a requerir un empleo para generar dinero o elige trabajar, ya sea por independencia o para obtener más ingresos de los que ya percibe su unidad doméstica. Entonces, es posible encontrar amas de casa en cualquier clase social y lo que diferencia a unas de otras es la distancia respecto a la necesidad determinada por la posición de clase de la familia que integran, lo cual condiciona las formas posibles de organizar el funcionamiento de la unidad doméstica. Así, las mujeres que requieren ingresos, pero tienen una unidad doméstica que funciona adecuadamente con los ingresos de la pareja (no necesariamente el marido, en el sentido de que no se hayan casado) o con otros ingresos extraordinarios (alquileres, ganancias por negocios familiares, regalos de los padres u otros), pueden elegir ser amas de casa y quedarse a cuidar a sus hijos sin la urgencia de tener que preocuparse por ganar dinero. Incluso, en las historias de caso de las familias más acomodadas económicamente, se ha podido encontrar que hay mujeres con títulos universitarios que no requirieron trabajar y simplemente se quedaron llevando su vida cotidiana dentro de casa durante varios años o toda la vida. Estas mujeres son amas de casa que se ubican en los sectores de mayor capital económico en el espacio social.

Actualmente resulta difícil encontrar amas de casa de clase media que se dediquen exclusivamente a las labores domésticas sin tener además una actividad remunerada. Es por ello que los oficios de comerciante en el sector informal, u ocupaciones eventuales o de "medio tiempo", son comunes en las mujeres que requieren ingresos para sostener su unidad doméstica. Lo regular, entonces, es que las mujeres que son amas de casa, ya sea que pertenezcan a las clases medias o inferiores, trabajen, aunque el modo de obtener ingresos varíe según las oportunidades, las necesidades y/o las urgencias de la unidad doméstica; así, cuando en la clase media se tiene la oportunidad, se utiliza la vivienda que se habita para abrir, por ejemplo, una tienda de barrio. Y si bien muchas le adjudican mayor importancia a su trabajo, pareciera que sus roles más importantes terminan siendo los de esposa y madre, centrando sus elecciones vitales en la familia mucho más que los varones, que llevan una vida pública más desprendida, tal como describía Fuller hace algunas décadas acerca de la clase media peruana, aunque las mujeres modernas (de las generaciones de los años setenta para adelante) hayan buscado integrar y equilibrar sus ejes de identidad (maternidad, trabajo y relaciones amorosas), a pesar de que en la práctica sean ante todo madres (1993: 158-161).

En los casos estudiados en los que Ego era varón no fue común encontrar ocupaciones típica y exclusivamente masculinas, como la de secretaria entre las mujeres. No se encontró ni se supo de casos de padres solteros. Cuando la pareja se separa, el padre es el que se aleja de la madre y de los hijos, ya sea este distanciamiento consensuado o no, en los mejores o peores términos, y manteniendo o no las responsabilidades económicas.

Entre las mujeres entrevistadas, tres viven con sus padres, cada una por diferentes razones, pero dos de ellas por una elección que no es condicionada económicamente; cinco viven actualmente con su pareja y las otras cuatro viven solas (una soltera y sin hijos, y las otras tres ya separadas de sus parejas y manteniendo ellas mismas a sus hijas). De este balance relacionado al género, lo que puede concluirse acerca del conjunto de casos estudiados es lo siguiente: a) las mujeres de posición de clase media trabajan sólo con determinadas interrupciones por la maternidad cuando nace un nuevo hijo, y el tiempo de descanso varía según la distancia respecto a la necesidad; y b) cuando las madres de clase media se separan de su pareja se quedan criando solas a sus hijos, más allá de los matices de cada caso, que pueden incluir el pago de pensiones de manutención de parte del padre, y permanecen activas en el mercado laboral, algo de lo que podrían prescindir las madres que se ubican en las posiciones de clase más altas en el eje económico del espacio social, si así lo decidieran.

Suele ocurrir aquí algo similar a lo que había afirmado Thompson en sus estudios de movilidad social en Inglaterra: la maternidad —pese a que este investigador sólo contemplaba que se daba a través del matrimonio— es una causa de movilidad social descendente, porque casi siempre las mujeres habrían roto su carrera con el nacimiento del primer hijo —aunque hayan permanecido en la misma clase ocupacional— por periodos en los que no trabajaron, empleos de medio tiempo y ambiciones ocupacionales más bajas (Thompson, 1994: 61). De acuerdo a los casos que estudió Thompson, en ninguna familia hubo duda alguna acerca del aspecto prioritario de la maternidad por encima de la carrera de las mujeres. En cambio, las necesidades familiares como consecuencia del nacimiento de hijos, no tuvieron importantes consecuencias en las carreras de los hombres, ya que, aunque las tomaron en cuenta, no tuvieron efectos drásticos en ellos (Thompson, 1994: 61). En el contexto local, lo que puede decirse es que, para los hombres de clase media que asumen la paternidad de los hijos, el efecto drástico en sus trayectorias laborales implica que deban dedicarse a trabajar de manera obediente, y que esto se mantiene como una constante a lo largo de sus vidas.

Inversiones educativas y sociales

Hace 20 años, Alison Spedding sostenía que en un país heterogéneo, multilingüe y de múltiples divisiones étnicas y regionales como Bolivia "no existe una representación inambigua de la cultura legítima" (1999: 45), ya que de un lado habían subculturas campesinas que tenían reconocimiento dentro de una región y entre ellos podían alcanzar legitimidad en el arte, pero solo integrándose de manera exigua en la educación formal, mientras que del otro lado había una versión de segunda mano de la cultura europea, que es lo que se difundía en la educación formal, encontrándose jerarquizados sus poseedores según el contacto que hayan tenido con fuentes auténticamente europeas (o estadounidenses) principalmente mediante estudios en el exterior. Estas afirmaciones se enmarcaban en una introducción a la obra de Pierre Bourdieu. Así, siguiendo a Spedding, en Francia no cabría duda de lo que es la cultura legítima ni la cultura nacional, mientras que en Bolivia ésta se reduciría a unos cuantos símbolos que figuran en las actividades cívicas escolares o en los desfiles de aniversarios patrios. En Bolivia, actualmente, puede seguirse sosteniendo que no hay una cultura legítima, sino una diversidad de prácticas culturales que tienen un reconocimiento diferenciado y disperso en el espacio social boliviano. Sin embargo, también hay una estructura de clases en la que lo cultural es capitalizado mediante la educación formal.

Lo que Paz y Ramírez (2020) encontraron en su investigación exploratoria en ferroviarios y textileros de varias décadas atrás en la ciudad de La Paz (entre 1940 y 1980, aproximadamente) fue que quienes ocupaban esos puestos y sus parejas, habiendo tenido limitadas posibilidades de estudiar y sin haber alcanzado, la mayoría de ellos, titulaciones mayores al bachillerato de colegio, querían que sus hijos vivieran en mejores condiciones que ellos y que "sean alguien en la vida". El medio por el cual ellos creyeron que sus hijos iban a acceder a mejores puestos laborales y a mayores ingresos era la educación: una parte de los esfuerzos de las familias se dirigía a que los hijos estudien en el colegio. Los estudios superiores dependían más de los esfuerzos de la familia y de que haya hijos con tiempo disponible para estudiar, que mayormente resultaban ser los hermanos menores, ya que los mayores solían heredar el oficio del padre y las hermanas mayores posiblemente el de la madre.

Gran parte de los hijos de los proletarios estudiados en aquella investigación salieron bachilleres, algunos de ellos incluso de colegios particulares; llevaron adelante estudios superiores y alcanzaron profesiones técnicas, de profesores y —algunos— llegaron a tener títulos universitarios de licenciatura. Sin embargo, el mercado laboral había cambiado en comparación con lo que ocurría en la época de los padres, ya que luego de obtener un título después de haber realizado estudios superiores, con la marcada excepción de los que estudiaron en las normales para ser profesores, que ya tenían un empleo asegurado, tenían dificultades para encontrar empleos con remuneraciones altas o, por lo menos, con los beneficios que habían tenido sus padres, como seguro de salud, aportes al fondo de pensiones, vacaciones pagadas, aguinaldo, finiquito en caso de despido y algún otro. Además, conseguir un empleo con todos los beneficios que establece "la ley" no siempre depende de la calidad profesional o de los títulos alcanzados sino del capital social de la familia, que en general se impone a lo que Collins (2015) llama "credencialismo" (la elevación de requisitos educativos para obtener empleo), lo cual tiene un peso relativo y termina siendo muy circunstancial. En otras palabras, muchos de los hijos y nietos de los que anteriormente eran considerados parte de "la clase obrera" lograron incrementar las titulaciones académicas de la familia con el transcurrir de generaciones —consiguiendo mayores grados y un mayor número de certificaciones—; pero sin consecuencias significativas en su situación laboral.

En el conjunto de casos de la investigación que realicé el 2019, para ejercer sus oficios, los entrevistados salieron bachilleres e hicieron estudios superiores en diferente grado (con la única excepción de un oficinista de 68 años, que sólo había aprendido dactilografía mientras estaba en el colegio), no siendo excluyente no haber obtenido el título de licenciatura (se seguía "arrastrando la tesis") y siendo el tope los estudios de maestría (poco comunes en el conjunto de oficinistas). Los hijos de cada entrevistado y/o de sus hermanos estudian en el colegio (preferentemente particular) y realizan estudios superiores.

En 12 de los 21 casos estudiados, además de que Ego pudo conseguir trabajo, ya tiene cierta trayectoria laboral en un sector específico, aunque no haya alcanzado una titulación posterior al bachillerato o máximo haya conseguido un título técnico. Aquí también hay distinciones de género dentro del conjunto de casos: mientras que la mayoría de los hombres sin título alguno pasaron por la universidad y egresaron (no son licenciados, menos un funcionario de la alcaldía que ni siquiera egresó), en esta misma situación se encuentran solamente tres de las mujeres sin título de licenciatura, ya que las demás apuntaron a titularse en secretariado y trabajan en el rubro. Es decir, entre los hombres oficinistas sólo el contador estudió para técnico, aunque con el tiempo terminó ampliando sus estudios y obtuvo la licenciatura.

Si bien en general la educación es accesible "para todos" en Bolivia, invertir en educación es una práctica enclasante de las clases medias y dominantes, aunque las condiciones dependen de la disponibilidad económica de los padres. Por ejemplo, Roberta no dudó en hacer estudiar a sus hijas en un colegio privado ("la educación no tiene precio") y, aunque dice que no tuvo recursos para que estudien en una universidad privada (sus hijas estudian en la UMSA), pagó un prestigioso instituto privado para que aprendan inglés; la hija mayor ya trabaja dando clases de ese idioma.

Resulta un factor determinante para la división en fracciones de la clase media el colegio, además de otras inversiones específicas, en tanto que la elección de estudiar se la realiza entre el colegio fiscal o el particular (dentro de la última categoría, se podría distinguir entre los baratos, los de pensión media y los caros). En los colegios fiscales no se paga una pensión mensual y sólo se gasta en los útiles (aunque los municipios destinan un presupuesto para proveer algunos de éstos de manera gratuita), en tanto que los colegios particulares implican gastos para las familias no sólo en pensiones y material escolar sino en actividades sociales: deportivas, folklóricas, excursiones y otras que se realizan fuera del colegio, que además implican disponibilidad de tiempo de los padres. Puede llegarse a entender que esta inversión cultural se trata más de una inversión en capital social, ya que, en el medio social paceño, los colegios, desde hace muchas décadas atrás, son instituciones en las que se establecen relaciones sociales duraderas y/o de referencia para gran parte de la vida, si no para toda la vida, que tienen consecuencias en los círculos de amistades, en ámbitos laborales y en el mercado matrimonial (Ramírez, 2009; Paz y Ramírez, 2020).

Las diferencias en el ámbito educativo que implican distinciones de clase no se basan propiamente en la segregación que pueda generarse a partir del sistema educativo, como en Francia (Bourdieu y Passeron, 1996). En la ciudad de La Paz, las diferencias de clase se generan básicamente según el colegio que cada familia elige; el acceso a colegios particulares es un factor de distinción que tiene consecuencias en el aumento y la consolidación de capital social para las familias, especialmente para los hijos; los colegios fiscales se constituyen en establecimientos educativos a los que pueden acceder las clases medias, pero sobre todo las familias de las clases sociales que ocupan los lugares más bajos en el eje económico.

La decisión familiar por el colegio al que los hijos van a ingresar, ya sea muy debatida o incluso dada por sentado, es una práctica enclasante o desclasante, dependiendo de la posición de clase y del estatus de la familia, en tanto que los colegios se encuentran estratificados menos por su calidad académica que por el estatus que les otorga el estereotipo de clase de la familia que acude a éstos. La apuesta por el capital social se disfraza como una inversión en capital escolar. Así, para quienes ocupan posiciones medias en el espacio social, la elección del colegio de sus hijos es una oportunidad para incrementar el capital social, ya que salir bachiller, un título ya devaluado en el mercado laboral, es algo que se supone se va a alcanzar.

La vivienda como principal componente del capital económico

En tanto que las familias que ocupan los lugares dominantes en el espacio social tienen un patrimonio inmobiliario consolidado y, aparte de ello, los hijos no tienen problema en comprar una vivienda cuando deciden casarse, la herencia resulta un capital económico latente por el que no es necesario preocuparse. Quienes ocupan los sectores medios y bajos en el espacio social, por su parte, se encuentran en una carrera de largo aliento, es decir, de muchas décadas, para propiciarse una vivienda propia y consolidar así cierto capital económico al que los padres pueden contribuir heredando un bien inmueble que, generalmente, debe ser dividido en partes iguales entre los hermanos.

Así, en la sociedad paceña hay que entender la vivienda no sólo como el espacio físico en el que se forja, se sostiene y se mantiene una familia, sino también como aquello que va a quedar como bien material para disposición de los hijos. La casa de los padres resulta ser un elemento económico que llega a sumarse al capital económico que los hijos puedan estar conformando, y mientras mayor sea su valor en el mercado tendrá más peso en las trayectorias de clase, al mismo tiempo que viviendas mejor ubicadas en la urbe paceña, en términos de cotización simbólica, llegan a otorgar mejores estatus.

Un modelo general de herencia

El modelo de herencia más común en las familias de quienes son oficinistas actualmente es aquel en el que los padres o abuelos, que han tenido un amplio número de hijos (cuatro o más), han llegado a hacerse de un solo bien inmueble propio, por herencia de alguno de sus padres o suegros, por haberlo comprado o por haberlo construido. Al heredar el conjunto de hijos un solo bien inmueble, la situación puede derivar en negociaciones o peleas que en no pocas ocasiones tienen que ser dirimidas judicialmente, pasando por no pocos sinsabores en los que las intrigas, envidias, peleas, estafas y falsificaciones de documentos que se generan en no pocas circunstancias son patrocinadas por las parejas de los potenciales herederos. Ésta es la consecuencia de que el propietario del bien inmueble no haya repartido la herencia en vida ni haya dejado un testamento. No obstante, las negociaciones sin altercados entre hermanos son prácticamente igual de comunes, lo cual generalmente ocurre cuando hay una actitud de desprendimiento por parte de alguno de ellos, principalmente el que ha tenido mayor éxito económico o el que ha emigrado al extranjero. Estos acuerdos suelen cristalizarse en la venta de la vivienda y la distribución del dinero adquirido en partes iguales, aunque en algunos casos el comprador de las fracciones de herencia de los hermanos es uno de ellos, que ha decidido quedarse con el bien inmueble por algún motivo emocional, práctico o para comenzar un nuevo proyecto inmobiliario con la propiedad.

Cuando el poseedor del bien inmueble lo vende en vida y reparte el dinero obtenido a sus hijos en partes iguales no se presentan problemas. Ésta es la forma de transmisión que Bertaux y Bertaux-Wiame indican es enteramente objetivada de los elementos que componen el estatus familiar (1994: 52) y que resulta ser la menos conflictiva para los herederos en los casos encontrados. Cuando no ha acaecido el deceso de quien detenta el patrimonio, la decisión de qué se hará con la vivienda o el terreno suele postergarse, salvo que se decida venderlo y se haga efectiva la repartición del dinero antes del fallecimiento.

En las familias en las que los hijos residían en el campo y migraron a la ciudad, la repartición de la tierra depende de diversos factores que exceden a esta investigación. Es una situación en la que los abuelos y/o los padres han llegado a tener una cantidad de hijos amplia (seis o más) y la vivienda está ligada a la tierra. En los casos de migrantes a la ciudad de La Paz (dos mujeres y dos varones), se expone lo siguiente: Ego llegó de una población rural (al igual que gran parte de sus hermanos) y se desligó de la vida campesina. Uno de ellos, empleado administrativo de la UMSA, heredó una fracción de la tierra de su madre en el departamento de Cochabamba, al igual que sus hermanos; pero la vendió a uno de ellos porque hizo su vida en la urbe paceña. El otro, actualmente abogado en un ministerio, casi nunca vivió con sus padres y no tuvo ninguna oportunidad de heredar algo. En los dos casos de mujeres, una que trabaja en atención al cliente en un banco privado y otra que es secretaria de un club deportivo, abandonaron el campo a los 17 años aproximadamente, por lo que las tierras de sus padres las heredaron sus hermanos y ellas no recibieron ningún legado inmobiliario. Así, hicieron su vida en la ciudad solamente con el apoyo de familiares que las alojaron mientras se iban estabilizando económicamente.

Cuando los que transmiten el bien inmueble son los suegros de Ego, hay un modelo de herencia que permite hacer referencia a la hipergamia masculina en términos inmobiliarios, aunque el traspaso de la propiedad se haga un tiempo después de que la pareja beneficiaría haya contraído matrimonio. Éste es el caso de dos hombres que, al no haber podido sentar las bases económicas para comenzar a erigir un patrimonio inmobiliario mínimo, se apoyan en la futura herencia de la esposa, quien es la que va a consolidar el proyecto de vivienda de la familia y que asegura un bien inmueble que podrá ser heredado a los hijos. Este tipo de hipergamia no fue encontrado en los casos de mujeres, en ninguna generación; pero no hay razón para pensar que no podría ocurrir.

El hogar prometido

La pretensión de obtener un bien inmueble propio, preferentemente una casa o un departamento donde pueda residir la familia, no es algo característico solamente de quienes ocupan posiciones medias y altas, sino algo que comúnmente pretenden los agentes y las familias paceñas de todas las clases sociales. Entre los hallazgos encontrados por Paz y Ramírez (2020), se pudo conocer que tanto los que trabajaban en fábricas textiles como en las empresas ferroviarias tuvieron el suficiente apoyo de sus respectivos sindicatos para que puedan mínimamente hacerse de un terreno mientras se encontraban activos. La mayoría de las familias lograron construir una vivienda, generalmente una casa unifamiliar, que llegaba a constituirse en el hogar ostentado por los padres y un punto de partida económico para sus hijos. En los casos de la presente investigación, para la mayoría de quienes ocupan posiciones de clase media, la búsqueda de la vivienda propia es un objetivo cuando no es ya un hecho. De ahí que pueda afirmarse que, poniendo entre paréntesis el lugar en la escala ocupacional de los agentes sociales y los estatus tanto de ellos como de sus familias, en la sociedad paceña cada nueva familia busca hacerse de por lo menos una vivienda propia a lo largo de la vida de los padres, y a partir de ahí procurar obtener más propiedades inmobiliarias dependiendo de sus estrategias residenciales.

Obtener una vivienda en anticrético suele ser la antesala para la compra de un departamento o de una casa propia, ya que permite ahorrar durante el tiempo en que se habita la vivienda para que, finalizado el contrato, se pueda sumar al monto devuelto por el dueño para un nuevo anticrético, quizás más caro, o para invertirlo en un bien inmueble de mejores condiciones, o para hacerse un préstamo en el banco y endeudarse durante un par de décadas aproximadamente, para comprar así una vivienda propia. Es en este sentido que la práctica del anticrético para quienes pagan y habitan la vivienda puede considerarse una práctica enclasante y que marca una trayectoria ascendente en el espacio social. Puede sugerirse, por consiguiente, que la práctica del alquiler puede llegar a ser desclasante mientras no se logre tener un monto de dinero base para acceder a un crédito o para comprar una vivienda. De ahí que tener un "bonito departamento", grande o "bien ubicado" pero en alquiler, resulte ser una práctica orientada a mantener cierto estatus antes que a perpetuar una parte del capital económico de la familia, como en el caso de la familia de una secretaria del sector privado, en el que el descenso social intergeneracional se expresa en pasar de la vivienda propia al anticrético y de éste al alquiler permanente, para luego no tener ningún bien inmueble que heredar a los hijos, además de que Ego reproduzca esta misma tendencia en su propia trayectoria (intrageneracional). Cuatro de los casos encontrados presentan una trayectoria contraria en la que pueden pasar del alquiler al anticrético (o a varios anticréticos sucesivos) y de éste a la vivienda propia, con la posibilidad de retroceder al alquiler en determinadas circunstancias, para después de algunos años acceder a un departamento propio e incluso elegir el barrio en el que se quieren quedar por un tiempo indefinido.

Otra diferencia que puede indicarse respecto a las clases mejor acomodadas es que los que ocupan posiciones medias y bajas en el espacio social, al casarse, en no pocas ocasiones, se van a vivir inicialmente a la casa de los padres o de los suegros, ya sea porque no tienen los ingresos suficientes para alquilar una vivienda o porque eligen ahorrar un tiempo para tener disponibilidad de cierta cantidad de dinero antes de conseguir algo que tienden a calificar como mejor, más íntimo o más propio. Así, vivir con los suegros o con uno de ellos puede implicar incomodidades en el estilo de vida pretendido:

Antes vivíamos en su casa, en la casa de su mamá de mi marido. Es una casa de más o menos tres pisos donde vivían los hermanos del papá de mi esposo. Una casa familiar, todos vivían ahí. Una casa relativamente grande. Nos casamos y nos fuimos ahí, la idea era por tres meses, íbamos a ver esto y lo otro, pero ya luego se alargó a tres años, de ahí es donde yo me incomodaba. Yo, personalmente, como toda mujer, quería mis cosas, mío no era un tenedor, una cuchara, no era nada mío. No es lo mismo pues estar viviendo compartiendo el baño, pese a que mi suegra bastante buena me decía "ésta es la cocina si quieres hazte lo que tú quieras aquí" y yo hago aquí pero... Nos separamos viviendo ahí, sí. Yo me fui... Yo ya me cansé. Aparte que otras cosas más. Como él vivía con su familia me dejaba y se iba con ellos. Hablábamos, yo le reclamaba de a buenas, hasta que me llegó (Selma).

Residir en la misma casa con los padres o con los suegros en los casos estudiados y en otros que llegué a observar implica compartir espacios o actividades, o, visto desde otra perspectiva, evitar ciertos espacios y dejar ciertas actividades. Es por esto que la elección de la pareja y las condiciones económicas son dos variables que se cruzan para definir dónde, en qué condición de propiedad y con quiénes se va a residir. Sin embargo, quienes ocupan las posiciones de clase media en la ciudad de La Paz generalmente prefieren un matrimonio neolocal: una vivienda para la pareja y los hijos. Para los demás familiares se suelen reservar ocasiones especiales o días de la semana específicos.

 

DISCUSIÓN

La coyuntura política boliviana en los últimos años ha llevado a académicos e instituciones a preguntarse por el rol que estarían jugando las clases medias en la configuración de relaciones de fuerza. Sin embargo, gran parte de esas reflexiones no se basa en investigaciones (o las metodologías son muy cuestionables) y se hace una referencia imprecisa a la clase media tradicional, a la clase media profesional, a las clases medias emergentes, a las nuevas clases medias e inclusive a las nuevas clases medias indígenas. En todo caso, estas nominaciones pretenden decir algo interesante en términos políticos, pero no tienen la intención de profundizar en los estudios de clases sociales.

En el estado en el que se encuentra la investigación sobre estratificación y movilidad social en Bolivia todavía es imprescindible delimitar agregados ocupacionales a partir de los cuales se pueda ir rastreando y concibiendo diferentes posiciones de clase, resaltando cuáles son los principios de diferenciación que permitan ir entendiendo los procesos de legitimación que van ordenando estructuras de diferencias y desplazamientos de familias a través de sus propias historias y lógicas internas. Esto implica que se llegue a problematizar el género; sin embargo, todavía esto es algo que no pocos investigadores invisibilizan, tal vez porque siguen empeñados en fijarse en aquellos aspectos que terminan articulándose a las pugnas por el poder estatal: poner énfasis en la raza y en lo indígena les permite tratar el tema ideológicamente. Esto no quiere decir que no puedan articularse problemáticas referidas a los indígenas en estudios de clase; pero sí que se reproduce la doxa local de los estudiosos en ciencias sociales —herencia marxista— y refiriéndose a actores sociales que finalmente son un medio para hacer política.

Los modelos de trabajo identificados enmarcan las lógicas con las cuales se llevan adelante los estudios que tienen que ver con la estratificación y la movilidad social en las últimas décadas, y se podría decir que hay una lucha en el campo de las ciencias sociales en Bolivia en la que el modelo de técnicas cualitativas se encuentra en proceso de legitimación, aunque la situación de heteronomía respecto a lo político favorece a los otros dos modelos.

 

CONCLUSIONES

Aquí se afirma que resulta fructífero describir algunas características de la clase media a partir de pequeños hallazgos que implican la utilización de técnicas cualitativas de recojo de información, para ir delineando a la clase media, no en relación a una coyuntura, sino de una manera estructural, es decir, incluida en el espacio social, en segmentos temporales más amplios y tomando en cuenta recursos enjuego que no necesariamente tienen alguna relación con el Estado.

En este sentido, las consideraciones de género resultan transversales, y dentro de ellas las divisiones, por ejemplo, dentro de las mismas mujeres respecto a sus ocupaciones y los condicionamientos que implica la posición de clase de la familia. Es por ello que la organización de la unidad doméstica y la asignación de tareas por género permite entender que todavía las mujeres rezaguen sus trayectorias laborales por privilegiar el funcionamiento familiar. Esto llega a ser reforzado cuando se separan de su pareja, ya que las responsabilidades económicas y de la vida cotidiana aumentan y recaen sobre la madre.

En las inversiones educativas de las familias de clase media, lo que sobresale son los efectos en el capital social antes que en el reconocimiento cultural que podrían tener los títulos académicos en el mercado laboral. Es por ello que para las trayectorias de clase apostar por un colegio particular se encuentra más en la vía de la acumulación de recursos sociales antes que en la de prestigios culturales, ya que el capital social resulta altamente reconvertible a diferencia de los reconocimientos académicos formales.

Por otra parte, la incorporación de la vivienda como el componente de mayor relevancia dentro del capital económico y las estrategias residenciales permiten entender la estratificación y la movilidad social, por lo menos en el contexto paceño, como posicionamientos y trayectorias no necesariamente articulados al lugar que se pueda ocupar en la escala de las jerarquías ocupacionales, sino como un elemento enclasante o desclasante en tanto recurso legítimo y que puede ser investigado de diversas maneras, entre las cuales aquí se presentó solo algunas que se suman a otros estudios de años anteriores realizados (Durán, Arias y Rodríguez, 2007; Cárdenas, Mamani y Sejas, 2010).

En tanto que en el espacio social en general hay prácticas orientadas a la adquisición de bienes inmuebles, principalmente la vivienda para que la habite la familia, u otras edificaciones o predios para cimentar y/o acrecentar el patrimonio inmobiliario, quienes ocupan posiciones de clase media se encuentran llevando adelante estrategias para comprar una casa o un departamento con el que consoliden un capital económico transmisible. Si bien la posesión de una vivienda no es capital suficiente para considerar a una familia de clase media, ya que se trata de un bien inmueble en el que los factores de cantidad y distribución de espacio, acceso a servicios y arquitectura tienen pesos relativos pero fundamentales (que no fueron estudiados aquí), dejar atrás el pago de alquileres, usualmente mediante el acceso a un anticrético y utilizar los recursos económicos y sociales disponibles para convertirlos en la base (pie) para comprar un departamento o una casa propia es la vía preferida para apostar durante décadas para dejar de depender de dueños de casa y bancos, y edificar un proyecto familiar al que se pueden adscribir los hijos.

Es dándole relevancia al capital inmobiliario como principio de diferenciación de clase en el espacio social paceño que quizás puede comenzar a considerarse las fronteras de clase en términos más precisos, otorgándole un peso relativo a las categorías ocupacionales y sus supuestas remuneraciones respectivas, y buscando mayor información referente a las relaciones de propiedad de bienes inmuebles, los estilos de la arquitectura y los modos de transmisión familiares a través de generaciones.

 

Notas

1 Declaro no tener ningún tipo de conflictos de intereses que haya influido en este artículo.

2 Sociólogo, Instituto de Investigaciones Sociológicas "Mauricio Lefebvre", IDIS, Carrera de Sociología, Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), La Paz. Correo electrónico: ramirez.sp@gmail.com, orcid: https://orcid.org/0000-0002-4334-1345

3 El modo en que Bourdieu conceptualiza las prácticas enclasantes, y el espacio de los estilos de vida ligado al capital simbólico recuerda una de las explicaciones de Simmel respecto a la moda (ver Simmel, 2002: 362-363).

4 Las referencias no basadas en información de los entrevistados sino en mi experiencia cotidiana se hacen evidentes en la redacción y complementan las afirmaciones basadas en hallazgos de la investigación. Para la justificación epistemológica se encuentran otras referencias bibliográficas (Bourdieu, 2004, 2013) no citadas en este artículo.

 

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