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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.47 La Paz nov. 2020

 

INVESTIGACIÓN

 

Los caminos de la economía popular: circuitos económicos populares y reconfiguraciones regionales1

 

Paths of popular economy: popular economic circuits and regional reconfigurations

 

 

Nico Tassi2 y Wilson Poma3

Fecha de recepción: 3 de marzo de 2020
Fecha de aceptación: 21 de abril de 2020

 

 


Resumen

El artículo abarca algunas de las dinámicas de la expansión de la economía popular en los países de la región enfocando los flujos, las rutas y los territorios emergentes. Lo que emerge es una cartografía de fronteras, rutas y mercados "off the map", a menudo invisibilizados en los análisis económicos convencionales, que nos obligan a repensar tanto los espacios y los actores de la economía regional como los procesos de articulación socioeconómica en la región.

Palabras clave: economía popular, circuitos económicos, geografías emergentes


Abstract

Visualizing emerging flows, paths and territories, the article encompasses the process of expansion of the popular economy in some countries of the region. It shows a reconfiguration of regional structures of supply and a heightened ability of popular economic actors to operate in multiple territories, markets and domains. This outlines an emerging cartography of off-the-map markets, roads and border towns often overshadowed in regional economic analyses, inducing us to reconsider the spaces and actors of the regional economy as well as the socioeconomic articulations among countries of the region.

Keywords: popular economy, economic circuits, emerging geographies


 

 

INTRODUCCIÓN

Jorge es originario del pueblo peruano de Ichu, a pocos kilómetros de la ciudad de Puno, justo a la orilla del Lago Titicaca. Tierra de campesinos y pescadores, Ichu se fue especializando, ya a partir de las primeras décadas del siglo XX, en la producción artesanal de abarcas. Jorge lleva veinte años en Lima, en el barrio de San Martín de Porres, donde ha establecido un pequeño taller de producción de calzado, en realidad de tenis (zapatillas) "trucheados", copias de las grandes marcas. Se abastece de telas, badanas, suelas, pegamentos, cajas y etiquetas de paisanos de Ichu que venden insu-mos para el calzado en el cercano Centro Comercial San Pedro de Ichu que alberga a más de 1.200 vendedores, en una zona que se ha ido reconvirtiendo de barrio marginal de migrantes "serranos" a distrito productivo estratégico del calzado (véase Aspilcueta, 2007). La esposa de Jorge, Marina, tiene puestos de venta de zapatos en la, así llamada, "feria boliviana" de Tacna, cerca de la frontera con Chile, a 1.200 kilómetros de Lima; en la Feria Altiplano de Arequipa, a doce horas de Lima en bus, y en Gamarra, en el barrio La Victoria de la capital peruana. Su hermano, Pablo, también tallerista en el rubro del calzado, acaba de abrir un taller en La Paz, Bolivia, en sociedad con la familia boliviana Quisbert, originaria de Ancoraimes, históricamente dedicada a la producción artesanal del calzado estaquillado. De San Martín de Porres en Lima le mandan a La Paz las piezas ya cortadas de los zapatos de tenis, a veces ya ensamblados. En La Paz se realiza el montado, el hormado, el acabado y el empaque. Su mejor casera (compradora) es doña Felicidad, que compra tenis al por mayor para su tienda y almacén en Bermejo, en la frontera entre Bolivia y Argentina, donde se ha establecido desde hace más de dos décadas. En Bermejo, Felicidad contrata un sindicato de bagayeros para que los tenis entren al lado argentino. Cada bagayero carga los zapatos en dos cajas grandes (cada una de 75 pares) a lo largo de un sendero en el monte. Después de una hora de camino, el bagayero entrega las cajas a un colega que le espera para hacer el recambio y quien se encarga del último tramo hasta llegar al vehículo que está esperando la carga. En la última expedición, Felicidad había contratado un camión frigorífico que transporta pescado para llevar las cajas de zapatos hasta Perico.

Perico es una ciudad intermedia de la provincia de Jujuy, Argentina, que se ha ido reconfigurando en un lugar comercial estratégico, centro de acopio y de distribución de la economía popular con la mayor feria comercial del norte argentino, al punto que hace dos años las autoridades provinciales decidieron cerrar el camino entre Perico y Salta capital, para evitar la in-formalización de la economía capitalina, dado que las redes populares de distribución de Perico llegaban hasta las tiendas chic del paseo peatonal. El entramado de gremios de comerciantes, pequeños productores, sindicatos de transporte vinculados a la economía popular ha permitido trazar dinámicas importantes de control del territorio. Felicidad llega a Perico en la flota (autobús) de propiedad de una familia boliviana de Aguas Blancas (Bermejo) para cobrar por la venta de una parte de sus productos. Descarga del camión frigorífico y vuelve a cargar, para Buenos Aires, algunas de las cajas con otro transportista. De ahí, ella se va a Buenos Aires, a cobrar por su mercadería a una galería de Avellaneda. Dice que, de la misma galería de Avellaneda, vienen a comprar en flota al por mayor y que "sus" zapatos los reparten por docenas en otras ferias del país.

En un contexto donde las economías populares han sido percibidas como delimitadas a mercados marginales y territorios locales circunscritos (Garcés 2011; Marsden, 2013; Porras, 2017), el objetivo que la investigación se propone es explorar las articulaciones regionales, la emergencia de rutas de distribución y centros económicos populares regionales. El aporte del artículo es evidenciar cómo la expansión de la capacidad de operación de estos actores no solo refleja un proceso de integración y subordinación a las dinámicas espaciales de una economía cada vez más global, sino una habilidad emergente de materializar territorios socioeconómicos anclados en las redes, organizaciones y códigos de estos actores capaces de cristalizar centralidades desapercibidas en los análisis convencionales y de poner en vilo las jerarquías espaciales que los grandes actores de la globalización imponen.

El artículo, luego de una presentación de los apartados de metodología y teoría, se concentra en explicar lo que denominamos "nuevos" centros y espacios de la economía popular regional y la conformación de unas prácticas y rutas inéditas de la distribución popular. Esto evidencia unas ciudades intermedias, fronteras y vínculos entre territorios, o sea, una cartografía económica de la región que no estamos muy acostumbrados a tomar en cuenta. El artículo es el fruto de una investigación realizada en el marco del Instituto de Investigaciones Sociológicas "Mauricio Lefebvre" de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), entre abril y diciembre de 2019, con el título "Los caminos de la economía popular: circuitos económicos populares y reconfiguraciones regionales".

 

METODOLOGÍA

La investigación se ha concentrado, hasta el momento, en algunas dinámicas de la economía popular en cinco países de la región: Bolivia, Chile, Perú, Argentina y Brasil; sin embargo, partiendo de los conocimientos, redes y contactos de actores populares bolivianos como herramienta para expandirse hacia los países vecinos. Primeramente, el trabajo se ha enfocado en un mapeo de la economía popular regional que intentaba visualizar mercados, centros de producción, circuitos de distribución, centros de acopio vinculados a las dinámicas de la economía popular que nos permitieran identificar el alcance y las características de este fenómeno. Para este fin, hemos realizado trabajo de campo en las zonas de frontera de Bolivia con Perú, Chile, Argentina y Brasil con la idea de comprender los flujos, el tipo de mercaderías, las rutas y los actores de ese tipo de economía popular regional. Pero también intentando identificar y mapear las ciudades y los territorios que los flujos fronterizos nos permitían visibilizar. O sea que el enfoque en las fronteras era un intento de comprender dinámicas y actores a veces bastante más allá de la frontera misma.

Una vez identificado el mapa, nos hemos concentrado más en espacios específicos a lo largo de la región en los que pensamos que valía la pena profundizar el análisis —Iquique, Lima, Perico, Jujuy, Corumbá—. Nuestro trabajo de campo y entrevistas se han enfocado principalmente en comerciantes viajeros, talleristas más y menos experimentados, emprendedores populares, importadores, comerciantes, horticultores. En el estudio de las cadenas de distribución y fronteras hemos entrevistado a tricicleros, bagayeros, transportistas, sacoleiros, aduaneros, gendarmes y policías. En algunos casos, por la imposibilidad de abarcar etnográficamente los diferentes espacios regionales, hemos recurrido a entrevistas a distancia con residentes en São Paulo y Buenos Aires, hemos participado en sus grupos de Facebook y redes sociales, hemos tenido pláticas y reuniones con miembros de la red cuyos trabajos se enfocan en estos temas y lugares. Además, hemos acudido a los cónsules en los países vecinos y a los transportistas de carga, como también a las empresas de transporte de pasajeros para que nos apoyen en graficar los mapas de la economía popular. Debido a la dificultad en abarcar un fenómeno de tamaña magnitud, hemos ido combinando nuestro propio trabajo de campo con la colaboración de una red de investigadores que se han enfocado sobre estos temas en los países vecinos, intercambiando informaciones, conocimientos etnográficos, contactos y perspectivas sobre los temas, lugares y actores abarcados4. El universitario Wilson Poma ha participado como auxiliar a lo largo de todo el proceso de investigación. Mayer Zapata, Rosario Llusco, Noelia Orozco, Vanessa Quispe y Arleth Escobar han colaborado en la investigación.

 

TEORÍAS Y NARRATIVAS DEL DESARROLLO DE LA REGIÓN

Aunque el debate en Bolivia había empezado hace unos treinta años con los análisis de las mutaciones de las economías campesinas (véase Regalski, 1994 o Dandler, 1985, por ejemplo), las transformaciones geopolíticas de la última década —en particular la ascendencia económica china (Choplin y Pliez, 2018)— han vuelto a poner en la mesa la noción de unas "nuevas fronteras del capital" (Harvey, 2006), o sea, espacios y territorios históricamente tangenciales o hasta excluidos de los flujos globales (Ferguson, 2007: 9), que paulatinamente se van reposicionando o más bien van siendo englobados, de forma a menudo subordinada, a las dinámicas del capitalismo global.

Hasta hoy en día, la comprensión de las dinámicas globales o regionales sigue muy concentrada en los intercambios y flujos entres ciudades globales, estados y grandes empresas, centros financieros que conectan negocio y capital (Sassen, 1991). A menudo, a estas ciudades y centros globales, como Nueva York, Londres y Tokio, se los percibe como modelos capaces de generar teoría y políticas públicas, mientras que a las ciudades del sur del mundo, de los países en desarrollo, se las mira como distorsiones del modelo correcto que, por ende, necesitan ser reformadas (Roy, 2009). Si de un lado, este proceso de integración de las regiones y los territorios del sur del mundo a la economía global implica unos procesos transformativos que alimentan dinámicas de movilidad social local, desarrollo industrial —aunque a menudo en la forma de maquilas- y mejoras infraestructurales para ser competitivos en el mercado; del otro, estos nuevos vínculos con los centros globales parecen fundamentados en relaciones de desigualdad que afectan la organización y estructura económica y laboral local, creando enclaves desarrollados en oposición a regiones pobres, afectando rutas, mercados y actores locales, y perturbando las economías urbanas tradicionales (Kelly, 2013).

Uno de los elementos constitutivos de los procesos de penetración de la globalización neoliberal en los países de la región ha sido el de las dinámicas de subcontratación laboral por parte de grandes empresas y multinacionales en búsqueda de mano de obra local barata. Apoyándose en un marco legal que las exime de responsabilidad civil y penal en el caso de la violación de las normas laborales por parte de la intermediaria subcontratada o en caso de demandas laborales o penales por parte de los trabajadores de los talleres (Ross, 2004), las multinacionales han ido descargando las tareas productivas subcontratando a talleres semilegales, sin asumirse los costos sociales y laborales (Harvey, 1989). Tiago Côrtes (2013) explica cómo en 2011, en São Paulo, la multinacional Zara contrataba a una empresa intermediaria —AHA— a la que subcontrataba tanto el ensamblaje de todas las partes de un modelo (peça-piloto), diseñado en España por la gerencia de Zara, como la producción del modelo. Sin embargo, AHA "cuarterizaba" la casi totalidad de la producción a 33 talleres textiles semiclandestinos integrados por alrededor de 300 a 600 costureros bolivianos. De la producción fordista verticalmente organizada en cadena al interior de la fábrica pasamos a una organización horizontal de múltiples talleres, a los que se terciarizan diferentes tareas, con mano de obra familiar, tecnologías manuales y un trabajo desde la casa desprofesionalizado y desregulado (Chu, 2016). Si de un lado, una multinacional como Zara quiere mantener el control del diseño de los productos, la definición de los precios y las estrategias de marketing, del otro, quiere alejarse de las prácticas de contratación de la fuerza laboral, de las consecuencias sociales (la explotación) y ambientales que la producción de sus modelos implica.

De hecho, la gran empresa empieza a terciarizar una multiplicidad de actividades que van desde el aprovisionamiento de los insumos a las diferentes fases de la producción (corte, costura), desde las terminaciones al planchado, desde el empaque a la logística. Esto se acompaña por un proceso de desprestigio de las actividades manuales vinculadas a la producción, mientras se van simultáneamente reposicionando como estratégicos los procesos creativos e intelectuales vinculados al desarrollo del producto (véase Freire da Silva, 2008). Si en los talleres artesanales antiguos la dimensión creativa se encontraba inextricablemente entrelazada con el trabajo manual, en esta fase de restructuración productiva se intenta cada vez más separar lo creativo —que se vuelve en una prerrogativa de las mentes geniales de los gerentes de las multinacionales— del trabajo manual —relegado a las condiciones insalubres de los talleres de la periferia ("Made in China, Designed in the USA")—. Un tipo de separación que hace mucho más fácil la asociación del taller y la dimensión del trabajo material con las prácticas de una explotación laboral, desvinculándolas de la dimensión creativa y noble de la multinacional (cf. Arcos, 2017; Fernández, 2017).

El otro ámbito que aspira a ser controlado por las grandes marcas y empresas es el de los procesos de distribución, a veces, logrando subordinar simultáneamente centenas de aprovisionadores y constituyendo redes de tiendas y franquicias que les permiten un control capilar del territorio y del comercio. Efectivamente son estas grandes distribuidoras las que pueden jugar un rol importante por su capacidad de definir las tendencias del mercado, concretando los patrones de las nuevas colecciones (Leite, en Freire da Silva, 2008: 60). En el caso de grandes empresas, como por ejemplo el coloso norteamericano Walmart, su éxito económico se ha ido concentrando tanto en su capacidad de reducir los costos laborales como de definir las condiciones de aprovisionamiento entre miles de productores e intermediarios por su capacidad de controlar la comercialización: su capacidad de marketing y su presencia en el mercado ha sido tan capilar y tan estratégica que si el proveedor quiere vender sus productos de forma rápida y en grandes cantidades tiene que recurrir a Walmart (Tsing, 2009). Lo que esto le permite es una capacidad de someter a sus proveedores y definir sus formas de operación. Pero, además, moldear mercados, definir la variedad y oferta de mercancías, la experiencia de compra, las reglas de conductas y los estándares de operación de los procesos de distribución.

 

LOS TERRITORIOS DE LA ECONOMÍA POPULAR REGIONAL: RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN

Al hablar de economía regional o global se vuelve obligatorio evidenciar el rol de grandes empresas y multinacionales en definir territorios, modalidades de distribución, moldear prácticas de articulación económica entre grandes centros y ciudades secundarias de forma a menudo subordinada, de promover e implementar localmente modelos de desarrollo a menudo importados de los centros globales operando simultáneamente una serie de reformas de las modalidades de operación, rutas y mercados locales. Aunque no podemos minimizar el rol de las multinacionales en definir normativas, territorios y prácticas laborales de formas a veces arbitrarias y autoritarias desanclándose de los contextos, posibilidades y limitaciones locales. En las secciones sucesivas intentaremos "provincializar" esta mirada (Chakrabarty, 2000), pretendiendo mirar al desarrollo regional por medio de los circuitos, espacios y procesos de los actores de la economía popular, como hemos visto en el caso de Marina y Jorge. Particularmente resaltaremos cómo, a pesar de su rol subordinado en los procesos económicos regionales y globales, van perfilando estrategias de control del mercado, procesos de expansión de su radio de operación a lo largo de territorios inéditos, cristalizando a veces una capacidad de evidenciar "otros" centros económicos y de copar espacios y territorios, acabando por perfilar circuitos y mapas que no aparecen en las jerarquías económicas oficiales.

Anteriomente, hemos visto cómo una serie de prácticas de subcontratación de los actores de la economía popular, integración a los flujos de la economía global con una simultánea postergación y exclusión de los beneficios sociales y de los espacios económicamente estratégicos alimentaban dinámicas de desprofesionalización, desregulación y explotación de un sector económico popular al mismo tiempo excluido de las regulaciones oficiales y simultáneamente funcionalizado a la reproducción de la gran empresa. Sin embargo, la participación de estos sectores populares en la economía global y regional no se ha limitado a un proceso de integración subordinada, dado que en algunos casos le ha permitido afinar unos procesos de apropiación de algunas ventajas que lo global puede brindar. La reducción de los costos de la maquinaria, que hace más asequible el acceso a tecnología y abre la posibilidad de armar un taller propio, mayores facilidades en términos de comunicación y transporte, la reemergencia de las ferias libres (Mascaren-has y Dolzani, 2008) se vuelven en herramientas que han ido facilitando la incursión de actores económicos populares a una serie de emprendimientos, una participación cada vez más marcada en los circuitos de distribución y una presencia importante en el mercado, logrando cubrir diferentes tipos de demandas y a veces alimentando procesos inesperados de crecimiento y de expansión a lo largo de la región.

Los "nuevos" centros y espacios de la economía popular regional

No hay duda de que las diferentes condiciones estructurales de los diferentes países de la región, sus políticas económicas y las diferentes capacidades —o interés— gubernamentales en controlar su territorio son todos elementos que inciden en las dinámicas de los actores de la economía popular. Sin embargo, hay unos patrones comunes, como la consolidación de otras centralidades económicas vinculadas a la economía popular, que se han ido consolidando a lo largo de diferentes países. En el caso del distrito textil de Gamarra, en Lima, con una presencia de alrededor de 8.000 talleres, los productores textiles en su casi totalidad de origen migrante no solo alcanzan una capacidad productiva que logra cubrir el 70% de la demanda de indumentaria peruana (Rojas, 2014), sino que logran redistribuir a Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina, atrayendo a emprendedores coreanos, marcas jóvenes alternativas (Cuba, 2014) y las grandes transnacionales que se han ido adaptando a las modalidades comerciales y espacios estrechos de este distrito popular, a los "jaladores" limeños para atraer clientes, consolidando un emporio en una zona insalubre y marginal de la capital. En el caso de la feria de La Salada, en Buenos Aires, quizás el mayor centro mayorista de ropa de la región, originalmente conformada por un grupo de familias bolivianas involucradas en la producción de indumentaria en los talleres de la capital argentina, se ha logrado consolidar un volumen de negocio que duplicaba lo facturado por todos los centros comerciales argentinos (Gago, 2015: 175). De hecho, a pesar de su marginalidad en la economía espacial de la capital argentina, en el alejado barrio de Lomas de Zamora, La Salada ha logrado tejer un sistema de distribución que la vincula a más de 200 ferias desde el norte argentino hasta la Patagonia, desde Bolivia y Paraguay a la feirinha da madrugada en São Paulo, sincronizándose con los mercados Oshodi y Alaba en Lagos, Nigeria, y las ferias chinas de Yiwu y Guangzhou (D'Angiolillo et al., 2011).

Wilson, Juan Carlos y Cleto son tres hermanos de la provincia Camacho (departamento de La Paz, Bolivia) que viven en São Paulo desde hace veinte años y son talleristas en el rubro textil en el barrio de Brás. El mayor de ellos, Wilson, empezó a producir para una empresa de ropa que le comisionaba 2.000 piezas por semana. Hoy en día, Wilson se abastece de telas, hilos e insumos de su hermano menor que ha abierto un almacén en la Avenida Bresser, después de haber empezado a viajar a China para traer insumos para la confección. Wilson no se "conformó" con los pedidos de la empresa y junto con su esposa decidieron formar su propia marca, Wara Wara —estrella en aymara—, que les permite vender sus productos en las ferias y los mercados del país. A pesar de no tener educación formal y de haber apenas terminado la secundaria, Wilson es el que diseña los nuevos modelos. Para mantenerse al tanto con las modas, los domingos, con Nery y sus hijos, se van a dar vueltas por la Avenida Paulista viendo las boutiques, los nuevos productos, patrones y colores que le inspiren.

Hace unos años alquilaron un puesto en la feirinha da madrugada, en pleno centro de São Paulo, adonde llegan en flotas a las primeras horas de la madrugada comerciantes, ambulantes, sacoleiros de casi todos los estados de Brasil para comprar al por mayor de los productores y revender al detalle en su ciudad de origen. Además, Wilson y Nery, con una asociación de productores/comerciantes de Brás, han adquirido de forma colectiva un terreno en São José do Rio Preto (una ciudad intermedia a 8 horas de Brás), han edificado un centro comercial ellos mismos con la ayuda de maestros constructores que han trasladado de Bolivia y han repartido a una tienda para cada uno. Junto con los hermanos y otros talleristas bolivianos, Wilson y Nery viajan a otras ferias de provincia a las que ellos les dicen "bolivianas", que han establecido con permisos de las prefecturas locales en los estados de Rio de Janeiro, Brasilia, Minas Gerais y Goiás. Ahí es donde realizan la mayoría de sus ventas al detalle. Hacen publicidad de las ferias en Facebook anunciando que la ferinha do Brás se está trasladando para el fin de semana, por ejemplo, a Jacutinga, Lapinha, São Gotardo. Salen anuncios en Coimbra y Kantuta5, y hay familias bolivianas que alquilan flotas a los talleristas para llevar ropa y maniquíes. Si en la feria no hay venta, a la vuelta, el dueño de la flota les permite pagar en productos.

En 2013, la prefectura de São Paulo cierra la feirinha con la intención de debilitar este tipo de producción y comercio "informal", y remplazarlo con empresas de apariencia más ordenada. Sin embargo, a la prefectura le sale el tiro por la culata. No solo la feirinha tuvo que reabrir sus puertas en 2016, sino que los mismos productores de Brás buscaron otros mercados, ciudades y consumidores expandiendo la migración boliviana hacia múltiples ferias y lugares a lo largo de Brasil y consolidando las así llamadas ferias bolivianas en varios estados brasileros. Quizás uno de los ejemplos más interesantes es la instalación del shopping Mega Brás en las afueras de Rio de Janeiro, donde un grupo de "fabricantes" bolivianos se reúne para alcanzar el capital suficiente para comprar un terreno al lado de la autopista que conecta Rio con São Paulo, a unos 60 kilómetros del centro de Rio. Es decir, que el barrio deteriorado, inseguro e infestado de migrantes en el centro de São Paulo se vuelve en un brand comercial exitoso que establece filiales desde Rio a Brasilia, desde Goiás a Minas Gerais (figura 2).

Después de la reapertura de la feirinha, los talleristas bolivianos, como Wilson y Nery, han seguido un proceso importante de incursión a diferentes espacios de comercialización para la venta de sus propias marcas y productos. Una asociación boliviana ha copado espacios estratégicos de la feirinha de la rua Oriente de Brás con las hijas de los productores que venden en sus puestos al por mayor a los viajeros comerciantes, desde la una de la mañana hasta las nueve, y al por menor, desde las nueve hasta las cuatro de la tarde. A finales de 2019, en el barrio de Brás, empezamos a ver un proceso de reorientación importante de la producción de los talleres que estaban destinando cada vez más sus productos y modelos a los centros comerciales populares en ascenso —por ejemplo, las feirinhas— en vez de a las tiendas y marcas convencionales. Varias tiendas empezaron a cerrar puertas y el control del rubro de la indumentaria; desde la producción al comercio, a la distribución, en quizás el polo más grande de Sudamérica, se iba asentando cada vez más en los actores populares migrantes de la zona.

Si la economía popular se la había presentado como destinada a ser funcionalizada e integrada de forma subordinada a las lógicas, los intereses y las modalidades de operación de las grandes marcas de empresas y multinacionales, lo que empezamos a visualizar en esta sección es un proceso de expansión, complejización y reposicionamiento de la economía popular en diferentes polos y mercados regionales. Desde la conformación de "ferias bolivianas" en las ciudades de provincia brasileras al reposicionamiento de espacios, mercados y polos económicos populares marginales en brand exitosos que se van reproduciendo a lo largo del territorio, lo que empezamos a perfilar es, primero, una capacidad por parte de los actores económicos populares de copar una multiplicidad de espacios, desde los centros comerciales populares a las ferias de provincia, desde el aprovisionamiento de insumos hasta la comercialización minorista y mayorista. Segundo, lo que se materializa es un proceso de reconfiguración espacial con polos como La Salada, en Buenos Aires, o Brás, en São Paulo, inicialmente pensados para alimentar una economía de subsistencia, que se vuelven referentes de las economías nacionales y regionales en el rubro de indumentaria con redes capilares a lo largo de la región. Estas dinámicas reconfiguran la experiencia de lo urbano y la estructura de las áreas metropolitanas cristalizando una "otra ciudad" que asume la forma de una "centralidad periférica" (D'Angiolillo et al., 2011), con una construcción del espacio público anclada en dinámicas y organizaciones locales y que escapa a la lógica tradicional de la construcción estatal y reglamentada del territorio.

La expansión de la distribución popular

Como hemos visto, una de las estrategias más importantes de la hegemonía de la gran empresa en las dinámicas económicas globales se ha concentrado en el control y, a veces, en el monopolio de los procesos de distribución, un monopolio que le permitiría no solo controlar los mercados y la comercialización, sino definir la variedad de la oferta, las modas y los patrones estacionales y finalmente las normas de operación de las cadenas de distribución. En la región, sin embargo, hay una historia larga de actores populares que han compartido los canales de distribución con los distribuidores oficiales, los mayoristas formales y los comerciantes regularmente registrados (Rabossi, 2017). En el caso de Brasil, por ejemplo, Fernando Rabossi (2017) menciona cómo ya a partir del comienzo del siglo pasado (véase también Truzzi, 1992) diferentes tipologías de comerciantes itinerantes y viajeros revendedores (mascates, regatones, cometas) limitaban el control exclusivo de la distribución por parte de los actores formales y oficiales. Es más, a partir de los años ochenta, con la expansión de la infraestructura vial, del transporte en flota a un precio accesible y la consolidación de mercados mayoristas —como Brás y La Salada— que se fundamentan en compradores de larga distancia que viajan para revender en sus ciudades de origen, se asiste tanto a un proceso de multiplicación de estos comerciantes viajeros como a la conformación de nuevas categorías vinculadas a los procesos de distribución regional.

Los "tours de compras" y los "sacoleiros": los nuevos actores de la distribución popular

En Brasil, por ejemplo, se empieza a hablar de los sacoleiros — de saco, bolsa—, en Argentina de "tours de compra" para referirse a grupos organizados de comerciantes que, simulando un propósito turístico, viajan en flota a mercados mayoristas y zonas francas hasta dos, tres veces por semana jugando un papel crucial en los procesos de distribución regional de larga distancia. Puede parecer un proceso parecido de subcontratación de la distribución a los actores económicos populares o un retorno al pasado de los viajeros itinerantes, parecido al retorno al taller y a las condiciones de trabajo insalubres de la época de la revolución industrial. Sin embargo, la cantidad de los actores involucrados en la distribución y sus modalidades de operación —el transporte en flota, la cantidad relativamente limitada de productos comprados y transportados— hace que los sacoleiros se vayan más bien vinculando a las formas de operación de los mercados populares en vez que a las necesidades de la distribución de la gran empresa6.

Su expansión ha sido capilar. En Brasil, a partir de los años ochenta, empiezan a incursionar en el escenario una serie de actores populares vinculados a los procesos de distribución de mercados y ferias populares en un contexto donde ya empieza a hacerse más fácil y más económico viajar. El sacoleiro se caracteriza por un tipo de comercio en bolsas (saco) con aprovisionamiento desde un proveedor mayorista para redistribuir o revender en su propia ciudad. Muy a menudo, el mismo sacoleiro contrata en la ciudad de destino y de compra a laranjas —práctica muy común en la frontera de Ciudad del Este, Paraguay— que fingen ser turistas para cruzar la frontera con un monto de mercadería inferior a los 300 dólares permitidos sin tener que pagar impuestos. Ese tipo de procesos de distribución implica toda una infraestructura que les permite operar, por ejemplo, las asociaciones de laranjas en la frontera, el bus contratado por grupos de sacoleiros que viajan en conjunto y entre personas de confianza —a menudo de propiedad de uno de los comerciantes y donde los mismos sacoleiros rezan colectivamente antes de cada viaje de retorno—, la seguridad para evitar asaltos, el hotel de paisanos en la frontera y que alquilan por horas para guardar la mercadería que paulatinamente van cruzando en bolsas por la frontera.

En el caso de viajeros como Felicidad, en el ejemplo inicial, hemos visualizado una capacidad impresionante de desplazarse a lo largo de tres países distintos para aprovisionarse y cobrar a sus clientes. De hecho, en los últimos años, hemos asistido a un proceso de integración de los comerciantes de la feria de Barrio Lindo, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, a los circuitos de los sacoleiros viajando a São Paulo o Goiânia en buses contratados y de línea para comprar mercadería brasilera —principalmente ropa y zapatos— y traerla a Bolivia. Los sacoleiros bolivianos generalmente contratan paisanos con doble nacionalidad en Corumbá para que, en la eventualidad de controles en el camino, puedan simular que están comprando mercadería para revenderla en territorio brasilero. Una vez que han llegado de vuelta a la frontera, los productos adquiridos son transportados a Santa Cruz de la Sierra con piloteros. De hecho, en Puerto Quijarro —un pueblo fronterizo boliviano diminuto— entre las ocho y nueve y media de la noche salen 15 flotas con destino a Santa Cruz de la Sierra.

En los últimos años, los "tours de compra" se han ido extendiendo a una multiplicidad de otros países y actores, por ejemplo, a las rabidantes de Cabo Verde, en África (Grassi, 2003), revendedoras de la ciudad de Praia que llegan en avión en tour de compras hasta Fortaleza para adquirir piezas de moda popular, modelos reproducidos de las últimas novelas brasileras por productores a veces bolivianos, como los mismos Wilson y Nery, para abastecer a los mercados de la isla africana. Quizás Angola, en este sentido, es el ejemplo más impactante con la creación en São Paulo de sus propios centros de servicios —por ejemplo, el Express Luanda, en el barrio de Brás— que provee a comerciantes angoleñas del conocido mercado Roque Santeiro de servicios de empaque y transporte para que la mercadería alcance con seguridad al país de destino con los mínimos controles aduaneros (Barreau— Tran, 2013). A eso se suman, a nivel regional, los tours de compra de compradores brasileros que viajan en avión a Lima llenando sus maletas de ropa, tanto de las fábricas de las grandes marcas globales (Rangel, 2015) como también de copias fielmente reproducidas en el distrito textil de Gamarra.

Este proceso de crecimiento y complejización de la distribución popular se refleja, por ejemplo, en unos procesos de regionalización de las modalidades de operación de las flotas vinculadas a la distribución de la economía popular. Hoy en día, los "sabayeños" —un grupo histórico del occidente orureño en el control del transporte y de la distribución desde Chile— son los dueños de las principales empresas de transporte internacional en Bolivia (Nordic, Capuma, Quirquincho, Trans Salvador) que han ido expandiendo su radio de operación más allá de Chile, vinculándose a las rutas y a las ciudades del comercio popular en la Argentina y Perú, y llegando hasta Buenos Aires, São Paulo y Lima. Lo interesante es cómo este tipo de servicios se ha ido adaptando a las rutas, a las ciudades, a las formas de operación y a los ritmos de la economía popular, con servicios específicos y directos entre los centros estratégicos de la economía popular, con horarios de llegadas a destino funcionalizados a los horarios de comienzo de las ferias y mercados, tipos de buses con espacios más amplios para el transporte de mercaderías adaptándose al trajín característico de los actores económicos populares (figura 3).

La reconfiguración regional de la distribución y del territorio

Este proceso expansivo con compañías de buses que se internacionalizan y que operan en diferentes países de la región adaptándose a las necesidades de la economía popular, además logrando tejer articulaciones entre múltiples territorios y grupos, cristaliza estructuras de distribución popular de gran alcance. Lo que veíamos en el ejemplo de Jorge y Marina es cómo los productos y los actores de los distritos productivos populares de Lima van tejiendo vínculos con una multiplicidad de espacios y organizaciones, desde la feria altiplano en Arequipa a los cargadores en triciclo de la frontera con Bolivia en Desaguadero, los sindicatos de bagayeros en Bermejo, las asociaciones de transportistas en el norte argentino y/o los gremios de comerciantes en Perico hasta llegar a las asociaciones de feriantes en Buenos Aires, para que sus productos vayan recorriendo tres países y más de 3.000 kilómetros articulando una multiplicidad de espacios entre Lima y Buenos Aires.

Pero, además, la tendencia de estas cadenas de distribución populares de fundamentarse tanto en unos encadenamientos de múltiples grupos y actores intercalados a lo largo del territorio como en modalidades organizativas y formas de institucionalidad ancladas en las dinámicas de los sectores populares permite evidenciar unos espacios novedosos en la economía espacial regional con unos circuitos de distribución anclados en centros de acopio y de comercio que se diferencian de las rutas oficiales. En el caso de Bermejo, Alto Hospicio (Chile) y Perico, lo que vemos es cómo una serie de espacios tradicionalmente excluidos de los mapas regionales se van reposicionando como ciudades estratégicas. Si la economía global y regional han sido repetidamente conceptualizadas como definidas desde los grandes centros y ciudades globales occidentales que incluirían, definirían y moldearían los territorios periféricos a las formas de la globalización oficial (cf. Simone, 2001), lo que empezamos a observar en el caso de las ciudades mencionadas es cómo van perfilando modalidades de operación y normas de funcionamiento ancladas en las formas organizativas populares logrando, en parte, prescindir de las prácticas uniformadoras que la globalización implica. En el caso de Perico —y de forma especular Alto Hospicio—, con su fuerte presencia migrante se vuelve en un espacio estratégico para la economía popular aprovechando tanto de la postergación institucional de estos espacios como de las modalidades propias de organización de los grupos migrantes que a menudo reinvierten en infraestructuras públicas, mercados y dan forma a espacios que las instituciones locales no tienen la capacidad o la prioridad para gestionar y administrar justamente por ser espacios de migrantes. Lo que esto permite es que Perico se convierta en un territorio de tolerancia hacia ciertas actividades semilegales, como el contrabando y/o la falsificación de marcas, y donde el control del territorio y lo económico a menudo funcionan de acuerdo a modalidades y arreglos propios de actores económicos populares. Pero además, sobre todo en el caso de Perico, una ciudad de apenas 50.000 habitantes se vuelve en un centro de acopio de referencia para todo el norte argentino, empezando a disputar la centralidad socioeconómica de ciudades como Jujuy y Salta, desafiando una serie de jerarquías espaciales y económicas establecidas, y obligando a las autoridades capitalinas a cerrar la carretera entre Salta y Perico para evitar la invasión de los productos y de los hábiles comerciantes de Perico.

Lo que aquí observamos es, de un lado, un proceso de reposicionamiento geopolítico de espacios, territorios y ciudades ignorados y excluidos de los mapas oficiales (off the map; Robinson, 2002). Del otro, la materialización de unas cadenas de distribución populares que hasta logran contender la hegemonía de las oficiales. En el mercado de exambulantes de Polvos Azules, en el distrito La Victoria de Lima, lo que veíamos en el rubro de la venta de DVD piratas era una red de distribución de tal magnitud que se expandía desde México a Argentina, desde Bolivia a Colombia. Los alcances de las redes de estos exambulantes eran tan capilares y extensas que las mismas productoras oficiales y los festivales de cine regionales tejían negociaciones con estos mismos productores y comerciantes para que sus películas lleguen a ciertos nichos y consumidores utilizando los circuitos de Polvos Azules. Lo que encuentras en el mismo mercado son, por ejemplo, copias piratas de películas latinoamericanas con la firma original de los mismos directores que han ido a visitar el mercado. Lo que parece interesante de estos procesos es cómo la empresa convencional y oficial no puede prescindir de los circuitos populares vinculados a Polvos Azules y se encuentra obligada a recurrir a ellos para ensanchar sus dinámicas de distribución. En este sentido, ya no podemos hablar de unos actores populares sencillamente subordinados a los procesos del capitalismo global, sino hace falta empezar a pensar tanto en su capacidad de definir territorios y articular la región de acuerdo a sus modalidades e intereses como en su rol estratégico en la misma definición de las dinámicas regionales y globales de la economía.

Quizás el ejemplo más emblemático de la recomposición de los procesos de distribución es el caso de La Salada en Buenos Aires. De hecho, no deja de sorprender cómo el tejido que se ha constituido alrededor de La Salada hecho de ferias satélites, tours de compra (200 diarios), viajeros de provincia y de ciudades intermedias, empresas de transporte han ido materializando una verdadera red de actores, centros de acopio y territorios a lo largo del país, literalmente, cristalizando unas modalidades de aprovisionamiento y distribución popular que hasta hace veinte años no existían y que hoy en día alcanzan un volumen de negocio que duplica al de todos los centros comerciales argentinos7.

Un primer circuito de distribución se compone de una variedad de ferias minoristas en los alrededores de la capital federal argentina a las que llegan con sus propios vehículos las mismas familias de fabricantes de indumentaria que operan en La Salada de Lomas de Zamora. Este circuito minorista se entrelaza y sobrepone con las Saladas regionales, como es el caso de La Salada de Cuyo, en Mendoza, donde se han comprado puestos los mismos fabricantes bolivianos de Buenos Aires y que revenden, generalmente al por mayor, a comerciantes minoristas del occidente argentino. Lo interesante es la centralidad boliviana en las "Saladitas" locales no solo en los tours de venta, sino en el control de los puestos. En Mendoza lo que se ve es cómo los sectores locales mendocinos han ido incursionando sobre todo en la venta de comida, mientras que la venta de ropa y otros artículos se ha quedado en las manos de los mismos fabricantes "bolivianos" que de esta manera logran establecer formas de control de la cadena de distribución casi en su totalidad (figura 4).

 

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

La "centralidad periférica" de los polos económicos populares y de sus circuitos de distribución empiezan a perfilar unas modalidades de operar y controlar el espacio que ponen en vilo la lógica oficial de construcción del territorio evidenciando "otras" nociones de ciudad y también una cartografía económica con jerarquías espaciales emergentes. Si la conformación de los talleres de migrantes en las grandes capitales regionales, las ferias populares y la emergencia de los mismos sacoleiros han sido la consecuencia de procesos de transformación estructural en las dinámicas del capitalismo global (Harvey, 1989), en vez de perfilar unilateralmente un tipo de integración subordinada a los intereses, las voluntades y las dinámicas de los grandes centros globales y de la gran empresa hegemónica, estos actores, grupos y espacios han logrado también perfilar normas, circuitos y territorios que nos inducen a repensar la geografía y las formas de operación de la economía regional. O sea, que parecen ser simultáneamente sujetos del neoliberalismo global y, sin embargo, mantienen una capacidad de redefinir espacios, producirlos, crear ideas a veces en tensión con las formas y los principios establecidos de la misma globalización oficial. En este sentido, lo que hemos enfatizado a lo largo del texto es cómo las dinámicas regionales de la economía popular no solo se constituyen en una simple instancia reproductora de la economía oficial, sino que acaban por dislocarla, por subvertir jerarquías establecidas entre marcas, territorios y polos económicos, y en algunos casos entre circuitos primarios y periféricos (véase Braudel, 1992).

El proceso expansivo de la economía popular con talleres textiles que ensanchan su radio de operación más allá de lo local y lo nacional, circuitos de distribución inéditos que alcanzan fronteras y ciudades intermedias off the map y que reconfiguran las formas convencionales de la distribución —véase el caso de La Salada—, también materializa unas articulaciones regionales entre grupos, territorios y organizaciones que se van encadenando en la región. La noción de desarrollo e integración regional ha sido repetidamente anclada en la necesidad de integrar los actores populares a los grandes emprendimientos que jalarían el progreso, la capacitación en la gestión de empresa y la integración al mercado (véase PNUD, 2005). La investigación nos permite dilucidar un proceso expansivo de las empresas populares, que no necesariamente parece fundamentarse en la integración a la gran empresa, sino en unas capacidades interesantes de articular diferentes territorios, generando circuitos, normas de operación, modalidades de control del espacio ancladas en las posibilidades y limitaciones que el territorio permite, en vez de necesariamente buscar una absorción subordinada a los centros oficiales.

No se trata de una mera expansión de su radio de operación, sino que la capacidad de operar en diferentes territorios, fronteras y países les brinda cierta resiliencia frente a las intervenciones y a los controles de las instituciones oficiales en unas economías con ciertos vínculos con la informalidad y el contrabando; pero también resiliencia frente a la competencia y a las crisis económicas y monetarias. De hecho, la capacidad de operar en diferentes territorios les permite replegarse hacia otras fronteras, circuitos o países en coyunturas político económicas desfavorables o frente a ataques por parte de instituciones oficiales o competencia de multinacionales. Ese conjunto de elementos evidencia cómo los actores económicos populares se han vuelto en una parte constitutiva de las dinámicas económicas regionales al punto que es cada vez más difícil pensar o teorizar los procesos socioeconómicos regionales sin tomar en cuenta sus formas de ser, consumir y producir.

 

Notas

1 Los autores declaran no tener algún tipo de conflicto de intereses que haya influido en su artículo. Asimismo, agradecen al Instituto Francés de Estudios Andinos por el apoyo recibido para la realización de la investigación.

2 Sociólogo y antropólogo. Instituto de Investigaciones Sociológicas "Mauricio Lefebvre" (IDIS), La Paz, Bolivia.

E-mail: altoplanico@gmail.com. orcid: https://orcid.org/0000-0003-0781-8131

3 Egresado de Sociología, Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). La Paz, Bolivia.

E-mail: pomawilson10@gmail.com. orcid: https://orcid.org/0000-0001-7459-7397.

4 Por esta razón, agradecemos el apoyo de Roberto Benencia, Alejandro Garcés, Alfonso Hinojosa, Renata Milanês, Bruno Miranda, Jorge Moraga, Juliane Müller y Fernando Rabossi. A lo largo del trabajo de campo también nos han apoyado y aconsejado Antonio Abad, Robin Cavagnoud, Elmer Catarina, Dante Choque, Marlene Choque, Manuel Corvalán, Manuel Dammert, Germán Guaygua, Claudio Guerra, Ricardo Jiménez, Marco Aurelio Machado de Oliveira, Katherine Navarro, Eduardo Osterling, Hernán Pruden, David Quispe, Gilles Rivière, Marcela Tapia, Felipe Valdebenito, Gustavo Vilela. Nuestra mayor deuda es con los comerciantes, viajeros, transportistas, talleristas que han posibilitado esta investigación en los diferentes países de la región y cuyos nombres, en algunos casos, hemos tenido que anonimizar.

5 Los dos principales centros de encuentro de la comunidad boliviana en São Paulo.

6 Con la consolidación de China como potencia industrial y comercial y su apuesta por los mercados de los países en desarrollo, de acuerdo con algunos investigadores, lo que se ha ido alimentando es la emergencia de "nuevos nómadas" o de unas "hormigas de la globalización", que se vuelven portadores de un know-how circulatorio estratégico, especializándose en sortear leyes y fronteras, y en llevar mercadería de ultramar a mercados y consumidores alejados, penalizados y con normas mucho menos claras y sólidas de las de los países desarrollados (Tarrius, 2002; Telles, 2012).

7 De acuerdo al informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, de noviembre de 2018, el número de Saladitas a lo largo del país alcanzaba a 420, con una reducción de 120 Saladitas en relación al año anterior debido tanto a la crisis económica argentina como a las medidas del gobierno de Macri en el intento de regularizar estos espacios, a veces cerrándolos. Esto ha ido alimentado un proceso muy común en la economía popular que, con su flexibilidad y elevada capacidad de adaptación, logra reconfigurar en el breve plazo centros de comercialización, fronteras y rutas debido a los mayores o menores controles.

 

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