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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.46 La Paz mayo 2020

 

INVESTIGACIÓN

 

Capitalismo rentístico, revolución bolivariana y la crisis del imaginario de clase media venezolana1

 

Rentistic capitalism, bolivarian revolution and the crisis of the venezuelan middle class imaginary

 

 

Flavio Salgado Bustillos2

Fecha de recepción: noviembre de 2019
Fecha de aceptación: marzo de 2020

 

 


Resumen

La presente investigación analiza cómo las políticas sociales y el discurso de la Revolución bolivariana incorporaron a sectores vulnerables al imaginario de clase media, mediante programas sociales que favorecían la adquisición de bienes a precios subsidiados. Para ello, se empleó el análisis de fuentes primarias y secundarias que incluyó declaraciones de prensa y documentos oficiales. En cuanto a los resultados, se evidenció cómo el ciclo de altos precios del petróleo favoreció una revolución de consumo que se contradecía con el discurso oficial que promovía la lucha de clases.

Palabras clave: clase media, rentismo petrolero, modernidad, discurso político, Venezuela


Abstract

This research analyzes how the social policies and the discourse of the Bolivarian Revolution incorporated vulnerable sectors into the imagination of the middle class, through social programs that favored the acquisition of goods at subsidized prices. To this end, the analysis of primary and secondary sources that included press statements and official documents was used. In terms of the results, it was demonstrated how the cycle of high oil prices promoted a consumer revolution which contradicted the official rhetoric promoting class struggle.

Keywords: Middle class, oil rentier model, modernity, political discourse, Venezuela


 

 

INTRODUCCIÓN

En la Venezuela de principios del siglo XX, el surgimiento de las clases sociales está vinculado con el fortalecimiento del Estado nación en un contexto histórico signado por la transición de un modelo agroexportador, basado en el cultivo del cacao y del café, a un capitalismo rentístico petrolero3 (Brito, 1979). Este cambio de modelo supuso que el Estado se convirtiera en el principal rector de la vida social y económica del país, gracias a los cuantiosos recursos fiscales generados por la actividad petrolera.

La llegada de Hugo Chávez Frías al poder está signada por el fin de un ciclo de declive de los precios del petróleo que duró casi veinte años y por el comienzo de un nuevo ciclo de auge de los precios de los hidrocarburos en los mercados internacionales. Basta recordar que, previo al triunfo de Chávez en las elecciones de 1999, el petróleo venezolano se cotizaba alrededor de los 9 dólares el barril y que en febrero de ese mismo año su cotización había traspasado la barrera de los 20 dólares (Pérez, 2014). De allí que su gobierno, en un lapso de 13 años, tuvo ingresos cercanos a los 883.089 millones de dólares, de los cuales 551.639 millones de dólares fueron destinados al gasto social (Jaua, 2015).

En este contexto de una nueva bonanza petrolera que recordaba a la Venezuela saudita del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), en el presente artículo, se analiza el imaginario de clase media presente en el discurso político de Hugo Chávez con miras a revelar lo siguiente: ¿Cuáles fueron los mecanismos empleados por la Revolución bolivariana para incorporar a los sectores vulnerables al consumo simbólico que caracteriza a la clase media venezolana? ¿Cómo pudieron convivir simultáneamente la lucha de clases y el sueño de hacer de Venezuela un país de clase media dentro de la retórica del fallecido presidente Chávez? El artículo es resultado de una investigación realizada entre enero de 2018 y septiembre de 2019 en el marco de la tesis doctoral sobre el rentismo petrolero en Venezuela, de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile.

Para responder a estas interrogantes, en primer lugar, se utilizarán los conceptos de clase social y de consumo desarrollados en la sociología de Pierre Bourdieu (2002, 2006) y en Baudrillard (2009); en segundo lugar, se emplearán los conceptos de desigualdades vitales, existenciales, desarrollados por Göran Therborn (2015), a fin de establecer intersecciones entre el discurso, las políticas sociales del gobierno de Hugo Chávez (1999-2013) y el consumo, tanto material como simbólico, vinculado al imaginario de clase media. En tercer lugar, se aplicará el concepto sociológico de modernidad (Wagner, 1997) como hilo conductor para abordar, desde una perspectiva histórica, la relación entre Estado y capitalismo rentístico, con la finalidad de comprender sus consecuencias sociales y políticas en ciclos signados por el declive o el auge de los precios petroleros.

 

MARCO TEÓRICO

Consumo y clase social

El marxismo define las clases sociales en función de la relación que tienen los individuos o agentes con los medios de producción (Marx, 1975). En contraste con esta idea, autores como Bourdieu (2006) y Baudrillard (2009) sostienen que la inserción del individuo en la sociedad está definida por su posición en el mercado laboral, que posibilita el acceso a bienes y servicios, al honor y al prestigio, englobados dentro de una categoría denominada poder social, donde a su vez opera una dimensión eminentemente simbólica, en la cual los grupos estamentales estarían definidos por un estilo de vida asociado al consumo.

En Baudrillard (2009), las clases sociales estarían definidas no sólo por la relación con la producción (Marx, 1975), sino también por la propiedad de ciertos bienes y por la forma de usar esos bienes y transformarlos en signos. Por lo tanto, el consumo, en Baudrillard (2009), sería un sistema que asegura el orden de esos signos a través de valores ideológicos y de la comunicación, manifestándose en un orden de significaciones, como un lenguaje o como el sistema de parentesco de la sociedad primitiva. Esta dimensión simbólica identificada por Baudrillard (2009) es relevante, debido a que permite incorporar los estilos de vida asociados al consumo, a una teoría de la estratificación social (Aguilar, 2009). Precisamente esta dimensión simbólica es utilizada por Bourdieu (2002) para explicar las diferentes posiciones que ocupan los individuos en la escala social.

En Bourdieu (2002), las clases sociales no están históricamente definidas sólo por las condiciones materiales de existencia. A lo largo de una trayectoria de vida, un individuo puede descender o ascender dentro de una estructura social. Y este fenómeno ocurre por lo siguiente:

La posición de un individuo o de un grupo en la estructura social no puede definirse nunca por completo desde un punto de vista estrictamente estático, es decir, como posición relativa (superior, media o inferior) dentro de una determinada estructura en un momento dado del tiempo: el punto de la trayectoria, captado por un corte sincrónico, encierra siempre el declive del trayecto social: por tanto, so pena de dejar escapar todo aquello que define concretamente la experiencia de la posición como etapa de un ascenso o de un descenso, como promoción o retroceso, es necesario caracterizar cada punto por la diferencial de la función que expresa la curva, es decir, por toda la curva (2002: 125).

Sin embargo, como explica Bourdieu (2002, 2006), los atributos que definen las diferentes clases sociales no dependen solamente de su posición diferencial en la estructura social, sino además del volumen del capital, la estructura del capital y la trayectoria. Para el sociólogo francés, el volumen del capital determina las diferencias primarias entre las clases y las condiciones de existencia al tiempo que la trayectoria expresa la evolución histórica del volumen del capital y la estructura del capital. La trayectoria también contribuye a definir las expectativas de cada actor a partir de su posición de origen (nivel micro), que modifican el conjunto de la estructura social (nivel macro). Por su parte, la estructura del capital explicaría los diferentes tipos de capital que posee un individuo o un grupo (Bourdieu, 2006).

El capital social es definido por Bourdieu (2006) como el conjunto de los recursos actuales o potenciales vinculados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas destinadas a la institucionalización o a la reproducción de relaciones sociales utilizables directamente, a corto o a largo plazo; mientras que el capital simbólico explica la génesis y la dinámica de los estilos de vida, la relación entre las pautas de consumo y las estrategias de producción y reproducción de las diferencias de clase, así como los mecanismos de legitimación de un orden social desigual. Por lo tanto, la acumulación de capital simbólico, fundada en una capacidad diferencial de apropiación de objetos de consumo, constituye un elemento fundamental en las estrategias de distinción. De este modo, Bourdieu nos aclara:

Nada sería más falso, en efecto, que creer que las acciones simbólicas (o el aspecto simbólico de las acciones) se limitan a significarse a sí mismas; las acciones simbólicas siempre expresan la posición social según una lógica que es la misma de la estructura social, la de la distinción. [..] Así, el lenguaje y el vestido, o mejor, ciertas maneras de tratar el lenguaje y el vestido, introducen o expresan separaciones diferenciales en el interior de la sociedad, en calidad de signos o insignias de la condición o de la función (2002: 134).

Por lo tanto, desde la perspectiva de Bourdieu (2006), el consumo es una actividad simbólica que suministra información sobre la identidad de un individuo, sobre su familia, sus costumbres, su hogar y su localización. De este modo, el consumo es también un proceso activo que redefine todas las categorías sociales (Douglas e Isherwood, 1990 [1979]).

Desigualdades vitales, existenciales y de recursos

Los programas sociales del gobierno de Chávez se desplegaron en las tres dimensiones donde opera la desigualdad. La primera dimensión es el cuerpo; sobre éste actúa la llamada desigualdad vital que se mide a través de la esperanza de vida, las enfermedades, la tasa de mortalidad y el resto de los indicadores que miden la salud en la población. A la segunda dimensión pertenecen las desigualdades de recursos, cuya cara más visible es la desigualdad de ingreso.

La tercera y última dimensión se refiere a las llamadas desigualdades existenciales, que se correlacionan con el fenómeno de la discriminación (sexismo, homofobia y xenofobia), las cuales pueden traducirse en falta de oportunidades que limitan la movilidad social de los individuos. Estas tres dimensiones que componen la desigualdad interactúan y se interceptan, pero, al mismo tiempo, son irreductibles entre sí, es decir, se manifiestan en su propia dinámica histórica, dentro del ámbito local, nacional y global (Therborn, 2015). Este esquema propuesto por Therborn (2015) permite comprender, no sólo cómo operan las desigualdades, sino también entender tanto la naturaleza y los fines de los programas sociales, como los ámbitos en que dichos programas gubernamentales se aplicaron.

Modernidad y modelo agroexportador

El concepto de modernidad se encuentra vinculado al surgimiento y expansión del capitalismo, al nacimiento de los Estados nacionales, al predominio de la racionalidad sobre el mundo natural y los valores religiosos que caracterizaban al viejo sistema feudal (Anderson, 1993).

Giddens et al. (1996) conceptualizan la modernidad como los modos de organización y vida social (Estado, ciencia y mercado) que surgieron en la Europa del siglo XVII y que llegaron a ser mundiales en su influencia. En Venezuela, la modernidad política significó una ruptura con el orden colonial, producto del ideal republicano plasmado en la Constitución de 1811 y las luchas independentistas que se vieron cristalizadas en la conformación del Estado Nacional y su carta magna de 1830. No obstante, de acuerdo con Baptista (1984), la modernidad política convivió hasta principios del siglo XX con el modelo agroexportador heredado de la Colonia, que tenía su base en el cultivo del cacao y el café.

 

METODOLOGÍA

El enfoque de la investigación es cualitativo (Canales, 2006) y se orienta a indagar sobre el discurso del fallecido presidente Chávez en torno a la clase media en un contexto de altos precios petroleros. Para ello, se recolectaron declaraciones del finado presidente en medios de comunicación social impresos, así como testimonios de personas pertenecientes a este estatus que habían sido afectadas por la crisis económica que en la actualidad padece Venezuela. En consecuencia, la investigación utilizó una muestra no probabilística, ya que la selección de las noticias no dependió de la probabilidad, sino de la cantidad de testimonios y declaraciones que se encontraron en la versión digital de diferentes diarios y portales de organizaciones comunitarias venezolanas. De este modo, la muestra quedó conformada por ocho declaraciones del fallecido presidente Hugo Chávez y cuatro testimonios de personas que sufrieron la consecuencia de la crisis económica durante el período 2015-2017. También se revisaron fuentes bibliográficas y hemerográficas con el objeto de tipificar algunos hitos históricos de la modernidad política y económica que han dado forma al Estado venezolano durante buena parte del siglo XX y principios del siglo XXI.

En cuanto a las técnicas de análisis, se empleó el análisis crítico del discurso (Van Dijk, 1994), con el objetivo de procesar datos relevantes sobre las condiciones en que se han producido declaraciones y testimonios relevantes para la investigación. De allí, que, dentro del análisis de la información, se haya enfatizado situaciones, procesos, sentidos y significados (Mella, 2003) que configuraron el imaginario social en torno a las clases medias, durante los 15 años que estuvo en el poder el expresidente de Venezuela Hugo Chávez Frías.

Finalmente, la investigación tuvo una duración de un año y nueve meses; inició en enero de 2018 y culminó en septiembre de 2019. Entre enero y septiembre de 2018, se definieron las categorías conceptuales para construir el objeto de estudio. Entre diciembre de 2018 y abril de 2019, se revisaron fuentes primarias y secundarias con la finalidad de elaborar antecedentes y obtener información relativa a indicadores económicos, sociodemográficos, precios del petróleo y aumento del salario mínimo. En los meses de mayo y septiembre de 2019, se recolectó la evidencia empírica y se procedió al análisis de resultados.

 

CONTEXTO ECONÓMICO Y POLÍTICO

Del modelo agroexportador al capitalismo rentístico

A principios del siglo XX, la actividad económica aún radicaba en el sector agrícola y principalmente en el café, cuyas exportaciones iban dirigidas a los países europeos y a Estados Unidos. Fue a partir de la década de los años veinte cuando las exportaciones petroleras comenzaron a transformar paulatinamente al país rural en un país urbano. Ello condujo a la consolidación prematura de un Estado centralista y autocrático que dependía de los recursos fiscales otorgados por compañías transnacionales como la Standard Oil y la Créole.

Para el año 1928, la Venezuela gobernada por el dictador Juan Vicente Gómez se había posicionado como el primer exportador mundial de petróleo con una producción de aproximadamente 275.000 barriles diarios (Agüero, 2012). No obstante, la transición de un modelo agroexportador a un modelo rentístico petrolero no trajo una mayor democratización de la sociedad. Por el contrario, los abundantes recursos provenientes de la renta petrolera consolidaron al régimen de Gómez, quien gobernó el país desde 1908 hasta 1935. Para Coronil, fue durante el régimen de Gómez cuando fue posible "imaginar a Venezuela como una nación petrolera moderna, identificar al gobernante con el Estado y representar al Estado como agente de la modernización" (2002: 3).

A la sombra de este capitalismo rentístico, inspirado en la economía petrolera, se implementaron mecanismos de distribución de la renta que beneficiaron a grupos de capital con el presupuesto nacional, mediante compras del gobierno, contratación de trabajo, créditos, subsidios y salarios para una cantidad creciente de empleados públicos. Todo ello, con una sobrevaluación de la moneda nacional que hacía más convenientes las importaciones. Tal situación privilegió el alto consumo de bienes importados y la acumulación de capital en manos del comercio y de la banca (Coronil, 2002).

Esta sobrevaloración de signo monetario en tiempos de bonanza petrolera es una tendencia que se va a mantener a lo largo de toda la historia contemporánea venezolana, y que explica el auge y la decadencia de los diferentes modelos de desarrollo, así como las políticas públicas y el discurso de las elites políticas. Desde esta perspectiva, la dictadura de Gómez significó, en lo político, la consolidación del modelo autocrático heredado del siglo XXI, mientras que, en lo económico, se impulsó un proyecto modernizador caracterizado por un capitalismo rentístico que tenía como principal motor los recursos provenientes de la renta petrolera.

Con el fallecimiento de Juan Vicente Gómez en 1935, le sobrevinieron gobiernos de tinte presidencialista como los de Eleazar López Contreras (1935-1941) e Isaías Medina Angarita (1941-1945), que permitieron algunas reformas democráticas orientadas a restituir la libertad de organización y pensamiento (Dávila, 1988).

Dichas reformas contribuyeron a configurar el escenario para el surgimiento de importantes partidos políticos (Loaiza, 1999), que luego serían proscritos por la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, quien previamente había sido uno de los líderes militares que había derrocado al presidente Rómulo Gallegos en noviembre de 1948. En la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), se pone en marcha un nuevo proyecto conocido como el nuevo Ideal Nacional que, para Cartay (1999), no era más que la continuación de un modelo desarrollista basado en la renta petrolera, con la particularidad de que promovía la formación de capital y el aumento del consumo interno para fortalecer la producción nacional y mejorar la vida de los venezolanos.

Con el derrocamiento del general Pérez Jiménez (1958), los partidos políticos que habían sido prohibidos durante la dictadura instauraron un nuevo orden democrático mediante un acuerdo político conocido en la historiografía venezolana como el Pacto de Punto Fijo, que tenía como objetivo respaldar al gobierno que surgiera de las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciembre de 1958.

Entre 1958 y 1999, Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI)4, además de promulgar la carta magna de 1961, en la que el Estado continuaba promoviendo el desarrollo económico, lograron capturar entre el 80% y el 90% de los votos en las elecciones presidenciales, gracias al acceso a los llamados petrodólares y sus posiciones privilegiadas como distribuidores de la renta petrolera hacia la población y los grupos de interés (Lalander, 2006).

La abundancia proveniente de la renta petrolera creó lo que Quirós Corradi5 (1997) denominó la filosofía de la impunidad, caracterizada por una sospechosa moralidad de la clase gobernante y por la creencia de que el petróleo podía pagar todas las cuentas.

En 1974, se triplicó el Presupuesto Nacional, con el telón de fondo de una promesa de administrar la abundancia con criterio de escasez. Entre 1972 y 1974, el precio del petróleo venezolano pasó de 2,5 dólares a 10,5 dólares por barril, lo que permitió incrementar el Producto Interno Bruto (PIB) en más del 30% (Quirós Corradi, 1997).

Este modelo desarrollista, que tenía como epicentro a un Estado que destinaba una importante porción de la renta petrolera a expandir la economía interna, empezó a declinar a partir de 1978, cuando los ingresos petroleros comenzaron a reducir el impacto sobre el crecimiento económico. Al respecto, Hernández sostiene:

El descenso del crecimiento económico en el caso venezolano se explica, en parte, por la caída en la renta percibida por el Estado. Al verse éste con recursos insuficientes no puede continuar llevando a cabo su papel de benefactor y promotor principal de la actividad económica. A partir de entonces, el Estado usó la devaluación del signo monetario y el endeudamiento como sus principales políticas para hacerse de recursos que le permitieran seguir financiando su política expansiva de la actividad económica. Esto trajo consigo severos desequilibrios en las cuentas macroeconómicas, que se reflejan en elevados niveles de liquidez, altas y volátiles tasas de inflación y de interés (2006: 147).

Frente al inminente colapso del modelo rentista petrolero para los sucesivos gobiernos hasta 1989, el objetivo prioritario no fue tratar de aumentar la productividad del sector no petrolero. Por el contrario, la prioridad fue sobrevivir y pasarle el problema al próximo gobierno, para seguir viviendo de las expectativas que podían producir un repunte de los precios petroleros en el mercado internacional (Quirós Corradi, 1997).

La ruptura de la hegemonía política AD-COPEI y el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones de 1998

El 2 de febrero de 1989, se iniciaba el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. El quiebre del modelo rentista petrolero que se manifestaba en un déficit fiscal de 15,1% del PIB y en un deterioro de la calidad de vida de vastos sectores de la población (López Maya, 2005), junto a la descomposición ética-moral que habían sufrido los partidos políticos tradicionales (AD y COPEI), previa a la llegada de Chávez al poder (Brito, 1986), así como la ejecución de un programa de ajuste, inspirado en las doctrinas económicas neoliberales, fueron los detonantes para una crisis política que culminó con la destitución de Pérez en 1993, cuya salida estuvo precedida por un gran estallido popular conocido como el Caracazo en 1989 y los fracasados golpes militares de 1992 (López Maya y Lander, 2000).

En ese contexto, la llegada al poder de Hugo Chávez en 1998, vía elecciones presidenciales, fue producto del colapso del denominado Pacto de Punto Fijo, que tenía como elementos constitutivos la democracia representativa consagrada en la Constitución de 1961 y un modelo de Estado que, desde 1928 hasta 1999, privilegiaba el crecimiento económico nacional y el bienestar de la población a través del reparto de la renta petrolera. La estocada final que propició la crisis del modelo rentista fue la combinación de bajos precios del petróleo en los mercados internacionales y los altos índices de pobreza que se ubicaban en 57,2% (Riutort y Orlando, 2001) mientras que la pobreza crítica afectaba al 26,8%, tal como se evidencia en el cuadro 1.

Para 1999, producto de recortes en el gasto público y una política monetaria restrictiva, el desempleo se ubicaba en un 14,5%. Cerca de 76.600 hogares habían cruzado el umbral de la pobreza y 76.500 nuevos hogares habían pasado a engrosar las estadísticas de la pobreza crítica (Riutort, 2000). Estas estadísticas también reflejaban el descontento social que se manifestó a través del voto que llevó a Hugo Chávez a ganar las elecciones presidenciales de 1998.

 

RESULTADOS

A continuación, se exponen los resultados de la investigación. En la primera parte, se presentan las declaraciones del fallecido presidente Chávez en torno a la clase media, con la finalidad de conocer el imaginario y discurso de la Revolución bolivariana sobre esta clase social. Luego, se exponen los principales indicadores económicos y estadísticas sociales entre 2004-2014, con miras a evidenciar cómo se incrementó el consumo a través de una expansión del gasto público derivada de la bonanza petrolera. Finalmente, se exponen testimonios de sujetos que dan cuenta del deterioro de su poder adquisitivo y de su incapacidad de poder disfrutar de bienes y servicios asociados al consumo simbólico de clase media.

El discurso de Chávez en torno a la clase media

En la Constitución de 1999, se establecen tres principios rectores que ayudan a caracterizar las políticas sociales llevadas a cabo por el gobierno de Chávez. El primero de ellos está determinado por la universalidad de los derechos sociales para elevar el bienestar de la población, sin ningún tipo de discriminación económica, étnica o social. El segundo elemento es la búsqueda de la equidad como objetivo para lograr la construcción del Estado de Derecho y justicia social, que contemple la justa distribución de la riqueza, mientras que el tercer elemento es el modelo de democracia participativa, donde la relación Estado-sociedad se rige por un principio de corresponsabilidad (D'Elia, 2002).

Estos tres principios rectores que definieron la política social del proyecto político bolivariano también fueron elementos constitutivos del discurso de Chávez en torno a la clase media venezolana. Recrear este imaginario es parte fundamental de esta investigación, pues dicho ejercicio permite hacer conexiones entre proyecto político, discurso en torno a las clases sociales, rentismo petrolero y políticas públicas destinadas a combatir las desigualdades.

El concepto de clase media presente en el discurso del fallecido presidente Chávez se corresponde, en primer lugar, con un imaginario político tradicional que emplea la noción de clase media como sinónimo de bienestar y progreso económico, de inclusión y de movilidad social ascendente en un escenario de estabilidad social y política (Ariztía, 2016). En segundo lugar, su discurso logra establecer una correlación entre clase media y ciclos económicos al afirmar que la clase media fue vulnerada por las crisis económicas de los años ochenta. En tercer lugar, emplea el ingreso como variable, para indicar que la clase media venezolana se diferencia del resto, por poseer cinco o más salarios mínimos. Además, utiliza, de manera implícita, la división entre el trabajo manual y no manual cuando aspira a crear una clase media profesional capacitada, profesional, intelectual o de pequeños propietarios que tengan acceso a vivienda, educación y empleo. Por lo tanto, la caracterización que hace Chávez de la clase media venezolana no se diferencia de variables como el ingreso, el consumo y la ocupación que han sido empleadas para definirla y analizarla a partir de la década de los años noventa (Franco, Hopenhayn y León, 2010).

Por otro lado, en el anhelo de Chávez de que Venezuela en veinte años fuese un gran país de clase media, también subyace el deseo de incorporar a los sectores vulnerables a este sector. Esta tarea, en parte, fue posible gracias a las políticas sociales y económicas orientadas a promover el consumo de bienes y servicios que tradicionalmente se encuentran asociados al imaginario de clase media.

La expansión del consumo en el contexto de altos precios del barril de petróleo venezolano

En la Venezuela de Hugo Chávez, los sectores medios y vulnerables del espectro económico y social fueron los que más se beneficiaron de las políticas sociales y económicas gubernamentales. Entre 2004 y 2012, el consumo creció notoriamente, luego de que Venezuela tocara fondo en la recesión de 2003 y el paro petrolero contra Chávez, que impactó negativamente sobre la economía venezolana. Una vez más, la expansión económica del país se debió a una gran "bonanza petrolera" estimulada, como en el pasado, por los altos precios del crudo al cotizarse hasta por los 103,04 dólares durante el 2012 (cuadro 3), dejando atrás los 8,57 dólares de finales de los años noventa (Pérez, 2014).

Como era predecible, en virtud del comportamiento histórico del Estado venezolano frente a los ciclos de bonanza petrolera, el gobierno de Chávez incrementó el gasto público ejecutado por Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) durante el período 2004-2008, alcanzando un máximo histórico en 2010, al superar los 20.000 millones de dólares. El gasto público nacional (gasto de PDVSA más gasto público de la nación) creció de manera consecutiva entre 2004 y 2006, tocando su máximo histórico también en el 2010, cuando representó el 32,23 del PIB (Scrofina, 2012).

Los abundantes recursos financieros permitieron al gobierno aumentar los salarios mínimos anualmente (Bonilla, 2009). Esta medida de mejoramiento del ingreso de los sectores vulnerables fue acompañada, a partir del año 2003, de la implementación de las llamadas misiones sociales orientadas a mejorar la cobertura alimentaria de salud y educación. Todo ello con la intención de iniciar y consolidar un proceso de igualación de recursos, de igualación vital y de igualación existencial (Therborn, 2015) que, según el discurso de Chávez, tenía como objetivo convertir a Venezuela en los próximos veinte años en un gran país de clase media. En consecuencia, una de las medidas implementadas por el gobierno de Chávez fue incrementar anualmente el salario mínimo de los trabajadores, tal como se observa en el cuadro 5.

El aumento salarial que tenía lugar cada primero de mayo, combinado con una sobrevaluación de la moneda nacional que se cotizaba en el 2011 a 4,30 por dólar americano (Mayora Guaita, 2012), hicieron que el salario mínimo venezolano fuera uno de los más altos en Latinoamérica al sobrepasar los 286 dólares durante el 2007 (Agencia Bolivariana de Noticias, 2007).

De este modo, en un escenario caracterizado por un 7,50% de desocupación abierta (Bonilla, 2009), por un 30% de la población (7,2 millones) beneficiada por la Misión Barrio Adentro y por un 53% (12 millones) que se beneficiaban de alimentos subsidiados a través de la Misión Mercal (D'Elia y Quiroz, 2010), por el mejoramiento del ingreso vía incremento ininterrumpido del salario mínimo y el acceso al crédito bancario6, hubo un aumento del consumo de bienes y servicios tradicionalmente asociados al imaginario de la clase media latinoamericana (Franco, Hopenhayn y León, 2010).

Este aumento del consumo fue promovido por programas gubernamentales como "Mi Casa Bien Equipada", que vendía electrodomésticos con descuentos hasta del 60%. Durante el 2012, a través de ese programa, se habían distribuido 1 millón 958 mil equipos de línea blanca, beneficiando a 926 mil familias (Parada, 2012). Otra iniciativa gubernamental orientada a producir bienes de consumo masivo fue la creación de la "Empresa Socialista Orinoquia", la cual llegó a ensamblar y comercializar 150 mil celulares que eran vendidos con un descuento que podía alcanzar el 30% con respecto a modelos similares (Paullier, 2011).

Durante el gobierno de Chávez, también se entregaron en actos públicos vehículos chinos con facilidades de crédito (Noticias Diarias, 2012). De este modo, su gobierno alimentaba la ilusión de que Venezuela, gracias a la Revolución bolivariana, era un país de clase media.

Este aumento del consumo7 auspiciado por el gobierno chavista en tiempos de bonanza petrolera fue posible gracias a la sobrevaluación del bolívar frente al dólar8, contribuyendo a aumentar las importaciones destinadas a satisfacer la necesidad de los consumidores de adquirir bienes y servicios que, en su mayoría, se vendían a precios subsidiados (cuadro 6).

Por otro lado, las políticas sociales (misiones) también contribuyeron a reducirlas desigualdades vitales (Therborn, 2015), al aumentarla esperanza de vida y disminuir la mortalidad general bajo un marco constitucional, institucional y normativo que garantizaba los derechos de los pueblos originarios, las mujeres, los niños y adolescentes. Y esta percepción de bienestar de la población más vulnerable se vio reflejada en los sucesivos triunfos electorales que logró obtener Chávez, siendo el último de éstos el de la reelección presidencial de 2012.

Entre 2004 y 2012, Venezuela mostró indicadores sociales que habían disminuido las desigualdades vitales, existenciales y de recursos (Therborn, 2015) que se habían incrementado durante la llamada década perdida (Brieger, 2002) y el ciclo de declinación de los precios del petróleo (Pérez, 2014). No obstante, el insigne economista venezolano, Asdrúbal Baptista, alertaba:

.. Los ingresos provenientes de la producción y exportación del petróleo no son el resultado del trabajo productivo en el estricto sentido económico de estos términos. [..] La historia vivida de la Venezuela que sigue a 1920 está llena de las excepcionales condiciones de privilegio económico que ha brindado el petróleo, y que han satisfecho con largura los requerimientos del proceso social [...]. Pero nos estamos moviendo hacia un estado de cosas donde tales condiciones privilegiadas irán progresivamente eliminándose hasta, incluso, llegar a desaparecer. [...] Venezuela tiene que apoyarse en la actual estructura, erigida sin mayores esfuerzos ni exigencias, para construir otra estructura. Y ello deberá lograrlo sin dañar el sistema político democrático y sin desmejorar las condiciones socioeconómicas alcanzadas por su gente (1984: 39).

Las opiniones formuladas por Baptista, quince años antes de que Hugo Chávez llegara al poder, adquieren un carácter predictivo, al formular las razones históricas y económicas que en el pasado acabaron con el Pacto de Punto Fijo y que en el presente han resquebrajado la ilusión de que Venezuela pudiera convertirse, en un futuro cercano, en un país de clase media.

Caída del consumo y fin de la bonanza petrolera

A partir del año 2014, los precios del llamado oro negro comenzaron a retroceder en los mercados internacionales como consecuencia de una ralentización del crecimiento en China y un aumento de la producción petrolera de Arabia Saudita como estrategia para contrarrestar una potencial pérdida de mercados frente a otros competidores, como Rusia, Irán y la industria del fraking. Gracias al fraking, Estados Unidos también pudo incrementar su producción petrolera en 2,2 millones de barriles diarios entre 2011 y 2013. Esta caída de los precios de los hidrocarburos afectó de sobremanera a países como Irán, Venezuela y Argelia, que dependían de precios de más de 100 dólares el barril para financiar sus presupuestos fiscales (Arroyo y Cossío Muñoz, 2015).

Como consecuencia de estos factores globales, el precio del petróleo venezolano había comenzado a declinar hacia el 2013 para alzar, durante el 2016, un mínimo de 35,15 dólares por barril, tal como se evidencia en el cuadro 7.

Durante el año 2014, Venezuela experimentó presiones fiscales debido a que las exportaciones de petróleo representaban más del 40% de los ingresos fiscales y aproximadamente el 10% del PIB (Arroyo y Cossío Muñoz, 2015).

La contracción del gasto público, de las exportaciones, la inflación y las sucesivas devaluaciones del bolívar mermaron el poder adquisitivo y las aspiraciones tanto de esa clase media emergente, forjada en la revolución bolivariana, como aquella clase media tradicional. El sueño de Chávez de transformar a Venezuela en un país de clase media contrasta con los discursos de sujetos que, en un pasado reciente, se identificaban como clase media y que en la actualidad se ven a sí mismos como pobres, tal como se refleja en los testimonios citados en el cuadro 8.

Los testimonios dan cuenta de cómo, dentro del imaginario de clase media venezolana, gravitan patrones de consumo asociados a viajes al exterior, tarjetas de crédito, formación universitaria, vacaciones, libros, vehículos y teatros. Son bienes que han sido transformados por el consumo simbólico (Bourdieu, 2002) en signos que distinguen a los miembros de esa clase social con respecto a los sectores vulnerables. Pero, como se ha visto a lo largo del texto, la incorporación o desincorporación de esos bienes dentro de ese imaginario ha dependido históricamente, en primer lugar, de los precios del petróleo y, en segundo lugar, de cómo el Estado venezolano ha distribuido la renta petrolera.

Análisis y discusión de resultados

Analizar las políticas sociales en tiempos de revolución bolivariana no es tarea sencilla, como reconoce Erik Olin Wright en una entrevista realizada en 2013 por el equipo "La Colmena"9. En dicha entrevista, Wright afirmaba:

Es muy difícil emitir un juicio responsable y cuidadoso en un contexto tan cargado. Lo máximo que puedo decir, es que en los 12 años que él estuvo en el poder, las condiciones de vida del 40% o por ahí de la población venezolana más pobre mejoraron significativamente. El alfabetismo incrementó mucho, la disponibilidad de la salud pública para los sectores más pobres mejoró mucho. La vivienda también mejoró mucho para los sectores más marginales de Venezuela. También sé que los sectores marginales de Venezuela estaban entre los más marginalizados de América Latina. [..] Venezuela sigue siendo una economía capitalista y una economía estatista, que significa que la economía está más gobernada por actividades dirigidas por el Estado (en Zea y Saravia, 2013: 103).

En torno a las políticas sociales implementadas por el gobierno de Hugo Chávez, Wright reconoce que hubo mejoría de las condiciones de los sectores vulnerables sobre la base de un capitalismo de Estado que, como se ha visto, depende de la renta petrolera para su funcionamiento. De allí que los procesos de igualación vía políticas sociales en Venezuela se sustentan sobre bases políticas y económicas frágiles (Therborn, 2015).

El proceso económico venezolano, desde la década de los años treinta hasta la actualidad, ha estado signado por los ciclos de auge y declive de los precios petroleros. En períodos de auge se produce una expansión del gasto público que impacta positivamente, vía políticas sociales, en la calidad de vida de los sectores vulnerables y sectores de clase media. En dichos períodos, se produce un aumento del consumo derivado de la decisión política de dejar la paridad del bolívar naturalmente sobrevalorada, facilitándose, de este modo, tanto las importaciones que se requerían para construir las bases productivas del país (Baptista, 1984) como el consumo de bienes y servicios asociados al imaginario de clase media latinoamericana, tales como tarjetas de créditos, viajes, televisores, aire acondicionados, automóviles y vivienda.

En período de declive de los precios petroleros, sectores vulnerables que se habían ido incorporando a la clase media a través del consumo vuelven a su antigua posición social. El Estado se ve mermado en sostener el gasto público y garantizar la cobertura de los programas sociales. Al respecto, D'Elia, y Quiroz señalan:

...comienza a observarse el debilitamiento de las misiones impulsadas en el período 2003-2005. La Misión Barrio Adentro I disminuye sensiblemente la cobertura de beneficiarios aproximadamente de un 30% a un 18% en las comunidades y se reduce su uso en comparación con la asistencia a la red de centros públicos y la red médica privada, debido a: el retiro de unos 4.500 médicos cubanos de los 'consultorios populares' que representaban más del 80% de los puestos de salud instalados y cuyas condiciones de improvisación dejaron de ser sostenibles; el incumplimiento en más de un 60% de las metas de construcción y dotación de módulos de servicio donde se instalarían estos médicos [...]. La Misión Mercal corrió igual suerte al verse disminuida la red de bodegas comunitarias o 'mercalitos' que representaban 89% de los puestos de venta de alimentos, debido a la baja ejecución de centros de acopio, la pérdida de control sobre las cadenas de distribución y comercialización y el aumento de la escasez de productos siendo el 70% importados (2010: 6).

Aunque D'Elia, y Quiroz, en su investigación, atribuyen la disminución de la cobertura y calidad de los programas sociales de gobierno a factores como la burocratización, este declive notado por ambos continuó su tendencia en 2012, para luego casi desaparecer o ser sustituidos por otros programas sociales orientados a paliar la contingencia derivada por la actual crisis económica caracterizada desde el 2014 por la disminución de los precios del petróleo10.

Finalmente, el sueño del fallecido presidente Hugo Chávez de convertir a Venezuela en un gran país de clase media adquirió doblemente una dimensión efímera. Primero, porque en Latinoamérica la clase media es vulnerable a los ciclos de expansión y contracción económica, pues históricamente ha dependido de un salario para subsistir (Franco, Hopenhayn y León, 2010). En segundo lugar, porque el Estado venezolano, desde inicios del siglo XX hasta el presente, ha dependido de la renta petrolera para mejorar el bienestar de la población mediante la expansión del gasto público, sin desarrollar la economía no petrolera.

 

CONCLUSIÓN

En Venezuela, los proyectos políticos que han tomado el poder desde 1908 hasta la actualidad, bien sea en dictadura o en democracia, bajo gobiernos neoliberales o en el socialismo del siglo XXI, han dependido de la renta petrolera para mejorar la calidad de vida de la población mediante la aplicación de políticas sociales focalizadas en la superación de la pobreza.

En el gobierno de Hugo Chávez, de 1999-2013, se produjo un auge del consumo, producto de una sobrevaluación del bolívar frente al dólar, que impulsó la compra de bienes y servicios tradicionalmente asociados al imaginario de clase media. Paradójicamente, Chávez, al redistribuir de manera más equitativa la renta petrolera, impulsó una revolución del consumo sin cambiar la estructura productiva del país. Todo ello, legitimado por un discurso presidencial en el que convivían simultáneamente el anhelo de convertir a Venezuela en un país de clase media con el deseo de instaurar el denominado "Socialismo del siglo XXI".

Chávez, como sus predecesores, confío que los altos precios del petróleo podrían perpetuarse en el tiempo y que su proyecto político era inmune a los vaivenes de los precios del oro negro en los mercados internacionales. No obstante, la historia reciente demostró que estaba completamente equivocado y que la miopía de la elite chavista de no ver los cimientos sobre los que se configuró el Estado nación y la modernidad en Venezuela induce a recrear, en tiempos de bonanza petrolera, los mitos del progreso que buscan seducir a las bases sociales mediante una falsa ilusión de prosperidad y bienestar.

El fallecido presidente Chávez empleó su liderazgo carismático para resucitar el mito de la Venezuela saudita con su autodefinido "Socialismo del siglo XXI", sin caer en cuenta que su proyecto político estaba sustentado en bases económicas frágiles. Por lo tanto, los logros en la reducción de la pobreza, de la exclusión y la desigualdad que ostentó la gestión del fallecido presidente Chávez, que tenían como sustento la democratización de la renta petrolera, no pudieron perpetuarse en el tiempo, debido a que no fueron el resultado de una transformación en la estructura productiva, sino el producto de un ciclo de auge de los precios de los hidrocarburos en los mercados internacionales.

 

Notas

1 El autor declara no tener algún tipo de conflicto de intereses que haya influido en su artículo.

2 Antropólogo, Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile. E-mail: flaviosalgado2013@gmail.com, orcid.org/0000-0002-5008-0278

3 Baptista (2005) señala que la economía venezolana se caracteriza por tener un ingreso nacional mayor que el producto neto de depreciación. Esta diferencia que, durante el período 1936-2002, osciló en torno a 20%, se denomina capitalismo rentístico. En dicha estructura, el Estado es propietario del recurso petrolero y, por ende, perceptor originario de la renta. El capitalismo rentístico genera un desbalance en las relaciones de poder a favor del Estado y en detrimento de la sociedad civil y de la economía no petrolera.

4 AD, en sus orígenes, fue un partido inspirado por los ideales de la socialdemocracia y en su estatuto se define a sí mismo como el partido del pueblo. Por su parte, COPEI es una organización política de tendencia demócrata cristiana y defensor de la doctrina social de la Iglesia.

5 Alberto Quirós Corradi fue miembro de la junta directiva de la empresa estatal venezolana Petróleos de Venezuela. En 1976, se desempeñó como presidente de MARAVEN S.A., y en 1984, como presidente de LAGOVEN S.A., ambas empresas filiales de Petróleos de Venezuela S.A.

6 Según Ramírez (2012), en pleno auge de consumo, el número de personas que tenían tarjetas de crédito pasaron de 1.086.957, en 1998, a 2.269.490, en 2010.

7 El informe "Panorama social de América Latina 2006" de la CEPAL destaca que el consumo per cápita de los hogares venezolanos estuvo por encima del promedio regional, ocupando el cuarto lugar entre los países sudamericanos que más consumieron, solo por debajo de Argentina, Chile y Uruguay.

8 Para el economista venezolano y director de Datanálisis, Luis Vicente León, había una ilusión de riqueza vinculada a la sobrevaluación del tipo de cambio causada por el boom petrolero. La sociedad vivía con una economía subsidiada; entonces, se podía comprar en Venezuela bienes caros en dólares, pero baratos en bolívares (Amaya, 2016).

9 El proyecto de estudiantes de Sociología "La Colmena" es una iniciativa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, que nació en 2007 en formato de revista.

10 A mayo de 2017, el gobierno venezolano continúa implementado un mecanismo de distribución de alimentos conocido como sistema de Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Dicho programa tendría como objetivo distribuir, casa por casa, alimentos de primera necesidad con la finalidad de contrarrestar el comercio informal de alimentos y el desabastecimiento en un contexto de control de cambio y control de precios. De los 19 productos que contienen las bolsas de comida que se reparten a las comunidades, 17 son de origen importado (Starchevich, 2017), fenómeno que pone de manifiesto la inviabilidad del capitalismo rentístico que caracteriza a la Venezuela petrolera.

 

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