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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.45 La Paz  2019

 

RESEÑAS

 

Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre” (2018).
Coloquio internacional. Los desafíos de las ciencias sociales en el siglo XXI.
La sociología en el mundo actual. La Paz: IDIS-Sociología, Ciencias Sociales.

 

 

Pablo Mamani Ramírez
E-mail: pwillkaa@gmail.com

 

 


 

 

Este libro presenta los principales aportes de los ponentes del coloquio internacional “Los desafíos de las ciencias sociales en el siglo XXI. La sociología en el mundo actual” organizado por el Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la Carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), que se realizó los días 25 y 26 de julio de 2018 con el objetivo de “discutir, debatir y reflexionar sobre las problemáticas y las temáticas centrales que definen el trabajo científico de los sociólogos latinoamericanos en el siglo XXI” (p. 9). ¿Cuáles son los temas abordados en el Coloquio Internacional ya indicado y qué vacíos deja dicho evento o los expositores?

En la primera parte de la publicación, Francisco Zapata, docente investigador de El Colegio de México, en su exposición “Diagnóstico de la sociología latinoamericana. Recorrido histórico y perspectivas actuales” hace un rastreo panorámico de las diferentes épocas y las problemáticas referidas a la sociología, en particular, y a las ciencias sociales, en general. Inicia este recorrido en 1830, con Auguste Comte, quien nombró a la nueva ciencia como “física social”. La tesis de Zapata es que la sociología surge como disciplina en estrecha relación con la historia de ese momento, es decir, “a partir de los procesos económicos, sociales y políticos que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XIX” (p. 15). La Revolución francesa y la Revolución industrial empujaron definitivamente a ello. Asimismo, hace notar que es a partir del análisis de las problemáticas presentes en ese periodo (urbanísticas, demográficas, sociopolíticas, comunicacionales, etc.) que fue posible el surgimiento de la sociología como ciencia autónoma frente a otras disciplinas y a las ciencias naturales.

En ese rastreo, anota que en Centro y Sudamérica, entre 1930 y 1970, se originan diferentes temas, como el nacionalismo revolucionario, el antiimperialismo, las teorías de desarrollo y de dependencia, que son tratados como problemas estructurales entre el centro y la periferia. Y en esa línea, revisa las corrientes teóricas de modernización, desarrollo y dependencia de América Latina. También hace un repaso a la historia de las diferentes revoluciones políticas, como la mexicana de 1910, la boliviana de 1952, entre otras. Después, Zapata analiza los regímenes militares y su transición hacia las democracias liberales como un proceso y como parte de la problemática social y política, haciendo énfasis en Chile. Luego, sigue el tratamiento de las “nuevas democracias” que, a decir del autor, muestran casi inmediatamente sus falencias, tanto prácticas como teóricas. En Bolivia, las dictaduras militares suceden entre 1970 y 1980, contexto en el que surgen reflexiones y, luego, investigaciones desde las ciencias sociales como una manera de conocer la realidad social y económica. Y a partir de ello, la sociología se muestra como una ciencia con la capacidad de analizar e interpretar la realidad social.

En síntesis, el trabajo de Zapata hace ese recorrido panorámico para mostrar diferentes miradas y sus situaciones, en tanto pensamiento social, como también sus problemáticas. En dichas referencias se nota una ausencia del indigenismo, de los estados nacionales y de los problemas del colonialismo interno, tratados por Rodolfo Stavenhagen o Pablo Gonzáles Casanova; o del racismo, abordado en ese periodo por autores como Carlos Mariátegui en Perú y, luego, por Fausto Reinaga en Bolivia.

Por su parte, Fernando Calderón, sociólogo boliviano vinculado a la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y a la Universidad Nacional de San Martín (Argentina), en su ponencia “El tejido intercultural como modernidad, la incertidumbre y los nuevos desafíos en una Latinoamérica global”, hace una problematización añeja: la relación entre la multiculturalidad y la modernidad; multiculturalidad que el autor define como indo-afro-euro-asiático-latinoamericana. La relación entre diferentes culturas e historias, producto de la Colonia y de la modernidad, es una problemática hoy vigente. En ese escenario, surgen debates por el tipo de desarrollo y la transición estructural de sociedades tradicionales a sociedades industriales, temas tratados, por ejemplo, por Gino Germani y José Medina Echavarría.

Aquí, la relación entre desarrollo y las diferentes culturas es un gran tema, porque nuestro país, según Calderón, es un país “chenkoso”, es decir, una mescolanza de todos, y a la vez separaciones en varios lados. También hace referencia a que hoy tendríamos mayor consciencia de las nuevas rupturas epistemológicas. De ello se desprende que para entender los viejos problemas hay que tener nuevos lenguajes y más aún para los nuevos problemas. Tal vez, sería parte de las rupturas epistemológicas los tiempos de kamanchaka, como refiere el autor, que es esa terrible niebla que entra al cuerpo y penetra al ser y a la vida misma, y entonces remueve la interioridad social. Es una realidad, más que una metáfora, dado que América del Sur y Centroamérica no han resuelto plenamente varios de los problemas estructurales sociales, políticos, económicos y, por supuesto, culturales, que son asuntos no menores. Particularmente, esto se da en la relación Estado-pueblos indígenas. Y lo indígena o indio aquí no hay que entenderlo como mera minoría estadística, como la define el indigenismo, sino como un hecho que envuelve el ser mismo de la nación en Bolivia. Hecho que, en algunos casos, se lo llamó “colonialismo interno”, y en otros, recientemente desde el indianismo en Bolivia, se lo llama los “imperialismos republicanos”. Es decir, una relación de dominación interna en contra de sí mismo, pero desde ese Otro que también, irónicamente, es de sí mismo, es decir, la dominación interna en contra de los pueblos indígenas o afros como un hecho estructural.

Norberto Cambiasso, docente investigador de la Universidad de Quilmes (Argentina), en su exposición “Actualidad de C. Wright Mills: ¿por qué es importante para la sociología contemporánea?”, plantea la indiferencia y el malestar a partir de la mirada del sociólogo C. Wright Mills. Esta es toda una problemática; aunque más referida a la sociología norteamericana, dentro del debate entre los pluralistas o funcionalistas y los elitistas o críticos del orden del capitalismo del Norte. Aquí, tal vez, lo más importante es el hecho de que “ni la conciencia de los hombres determina su existencia material, ni esta existencia material determinaba su conciencia. Entre ambas se interponía la mediación simbólica del aparato cultural” (p. 72). Esto es una novedad interesante porque ahora la mediación simbólica, como aparato cultural, es todo un campo de indagación en los estudios culturales o poscoloniales, en los que las tareas artísticas, intelectuales y científicas hacen parte sustancial del movimiento de la sociedad o de un orden dominante. Para la sociología, la mediación simbólica es importante de estudiar, por ejemplo, en el tratamiento del poder, de la política y la democracia.

La segunda parte del libro contiene tres artículos que se refieren más a la sociología en Bolivia y a la sociología dialógica y de coproducción en la investigación (como es el caso de Argentina).

El artículo de Eduardo Paz Rada, docente e investigador de la carrera de Sociología de la UMSA, “La sociología frente a las transformaciones sociales nacionales e internacionales”, hace una mirada desde Bolivia de las grandes problemáticas sociológicas y sus contextos sociales, o de la sociología y los procesos mundiales. Al respecto, Paz Rada señala que esta influencia desde fuera y al interior del país está “desordenando y reordenando constantemente los cuadros de la vida social, las instituciones, los mundos políticos y económicos, así como las composiciones sociales y culturales” (p. 81). La hipótesis es que esos hechos producen grandes quiebres y continuidades de los que no puede desligarse la sociología en Bolivia y en otros países. Así, se plantea el problema que la mentalidad “europeísta de las elites partía del principio de la inferioridad india, mestiza y negra” (p. 84) y, según el autor, frente a ello surgen los planteamientos de un pensamiento emancipador que revaloriza a las culturas y a “las comunidades constructoras de grandes civilizaciones”. Este es un quiebre casi permanente hasta el presente. Y en ese contexto, el autor nos plantea “nuevos” temas como el terrorismo, “los ejércitos privados, los mercenarios, la inseguridad, las mafias, los miedos, los riesgos” (p. 96) y otros peligros. El tema de las mafias no ha sido tratado aún en Bolivia con amplitud, sino en países como Colombia, Perú, México y, ahora, en Venezuela.

Por su parte, George Komadina, docente e investigador de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, en el refrescante trabajo “Tendencias actuales de la sociología boliviana”, presenta un rápido repaso de lo que hacen en la actualidad los sociólogos y las sociólogas en Bolivia, que da luces interesantes para la autoevaluación del quehacer-pensar de los científicos de la sociología. Sin duda, se necesita saber, después de un repaso de la historia de la sociología, qué hace la sociología hoy, qué temas trata y cómo los trata, y a qué resultados llega. Es interesante relacionar este rastreo con el trabajo de los sociólogos y de la sociología en México. En aquel país, los sociólogos y las sociólogas problematizan los temas sociológicos desde distintos matices y perspectivas, en campos como el medio ambiente, las teorías de caos, la sociología del cuerpo, la cultura, la política, la religión y el género, la acción colectiva, los movimientos sociales, entre otros (Suárez y Pirker, 2014). De ahí, se puede entender que hoy la sociología en Bolivia, como en México, busca el autocuestionamiento y la intercomunicación con los nuevos y los viejos temas y debates.

Komadina hace un rastreo de las últimas publicaciones producto de los trabajos realizados por sociólogos y sociólogas bolivianos. Entre estos están el realizado por Silva Rivera, desde la Sociología de la imagen, que sería parte de una crítica a la producción teórica y epistemológica; el de Mauricio Sánchez, sobre la relación entre la música popular y las narrativas sobre las identidades; y el de Carmen E. Sanabria, referido a las legitimaciones de la violencia en contra de la mujer, todo un tema. En esa revisión, también es importante el trabajo de Lorgio Orellana desde la perspectiva teórica de etnia-clase, aunque, según Komadina, esta puede implicar cierto esencialismo. Desde nuestro punto de vista, el tema es interesante, dado que las elites bolivianas, si bien se mueven y renuevan en sus aspectos culturales, lo hacen como mundos esenciales. Históricamente cambian para no cambiar. Ese el detalle del trabajo de Orellana. Y el trabajo de Zegada y Komadina plantea la relación entre clientelización corporativizada de las organizaciones sociales y el gobierno del MAS para entender el nuevo contexto Estado-sociedad civil. Este último es un hecho importante, puesto que el llamado “proceso de cambio” finalmente es un “cambio del proceso”. El autor, a partir de ello, pone en evidencia los enfoques metodológicos que dichos autores usan, en algunos casos, tratando de romper con el neopositivismo que predomina aún en nuestro medio, con perspectivas tales como el trabajo sobre las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) publicado por la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (AGETIC).

Finalmente, el artículo “La contemporaneidad de las ciencias dialógicas, giro epistémico y la coproducción investigativa”, de Roxana Crudi, Juan Bruno y María R. Ocampo, investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), se refiere a la coproducción y coinvestigación, que es una crítica al positivismo, para volver a plantear el debate epistemológico de sujeto-sujeto frente a la predominancia de sujeto-objeto. Los autores plantean recuperar las voces ocultas, descalificadas, no legítimas, como diría Foucault. La academia hasta nuestros tiempos ha seguido haciendo invisible a los que realmente producen la realidad social. De este modo, la coinvestigación saca a flote los olvidos dados en el barrio Ejército de los Andes de la ciudad de Buenos Aires.

Es interesante el enfoque para cuestionar los criterios de la academia donde aún predomina la palabra calificada y autorizada del experto. Aunque el trabajo tiene una postura con elementos posmodernos, pone el dedo en la llaga acerca del tipo de saber que se construye en la sociología. En este caso, es la recreación de una historia olvidada y dolorosa, la del barrio aludido, donde se produjeron los avatares políticos de los golpes militares, que han producido “modulaciones biopolíticas y tanatopolíticas”. Sería plausible que después de ello no se vuelva al olvido, ya sea por factores institucionales o porque quienes impulsan estos proyectos dejen de hacer este trabajo. Sin duda, el trabajo, como dicen los autores, es un medio para interpelar la memoria social y subjetiva, y para producir una fractura que permita descubrir los mundos sociales resistentes a las políticas del olvido que interesa, y mucho, al poder y a los poderosos.

Por último, podemos decir que los temas tratados y comentados, a propósito de la publicación, son absolutamente relevantes por su historia, por su actualidad y por su proyección. Sin embargo, así como en el coloquio se abordaron temáticas como la interculturalidad, el colonialismo, el imperialismo, la modernidad y lo indígena-mestizo; tal vez faltó que algún sociólogo o socióloga de origen aymara, quechua o guaraní exponga su mirada sociológica desde ese su lugar social e histórico.

Dado que, como se ha visto, la sociología como disciplina es amplia porque tiene diferentes corrientes teóricas, metodológicas, epistémicas, ontológicas y axiológicas, el sociólogo o socióloga requiere mirarse a sí mismo y de allí frente al mundo social. Pero al mismo tiempo necesita saber lo que se hace desde la disciplina en sí y su relación con otras disciplinas, es decir, en la interdisciplinariedad. En el primer caso, los sociólogos, en muchos aspectos, son buenos observadores de los observados, pero no observan como observadores. Y en el segundo, necesitan observar lo observado desde un método o desde un lugar epistemológico de las ciencias sociales, pues viven insertos en el mundo social, y les interesa conseguir una cierta claridad de los nudos problemáticos y sus vacíos. Requieren tener una claridad meridiana sobre la emergencia de nuevos fenómenos sociales, a la vez de estar atentos a las viejas problemáticas que no dejan de ser importantes en Centro y Sudamérica, como en el mundo. En este sentido, es urgente repensar los problemas neocoloniales, étnicos, regionales y nacionales-culturales desde un lugar crítico, a la vez de estar alertas ante los nuevos imperialismos emergentes en los espacios-tiempos de hoy. 

 

Bibliografía

Suárez, Hugo José y Kristina Pirker (comp.) (2014). Sociólogos y su sociología: experiencia en el ejercicio del oficio en México. México, D.F.: UNAM.        [ Links ]

 

 

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